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Cuadernos del Cendes

versión impresa ISSN 1012-2508

CDC vol.32 no.88 Caracas abr. 2015

 

Día del Sociólogo

Homenaje a Heinz Rudolf Sonntag

Roberto Briceño León*

Ignacio Ávalos Gutiérrez**

* Doctor en Sociología, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Director del Laboratorio de Ciencias Sociales y del Observatorio Venezolano de Violencia (Lacso).

Correo-e: roberto.bricenoleon@gmail.com

** Sociólogo de la Universidad Central de Venezuela. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales-UCV y profesor invitado del Cendes, IESA y Escuela de Derecho de la UCV. Director y cofundador de Innovaven (Asociación para la Innovación Tecnológica).

Correo-e: iavalosg@gmail.com

El 13 de febrero de 2015 la Secretaría de la Universidad Central de Venezuela organizó, con motivo del día del sociólogo, un acto en homenaje a dos admirados y queridos sociólogos: Heinz Rudolf Sonntag y Alfredo Chacón. Quisimos entonces hacernos eco de tan merecido reconocimiento y en particular del dirigido al Prof. Sonntag, quien fuese elegido en tres oportunidades como director de nuestra institución. A continuación transcribimos las dos intervenciones en su honor; la primera a cargo de Roberto Briceño León y la segunda de Ignacio Ávalos Gutiérrez.

Heinz R. Sonntag y la sociología de Venezuela

Roberto Briceño León

Cuando hace unos meses nuestro apreciado amigo y hoy Secretario de la UCV, Amalio Belmonte, me propuso que participara en el acto de homenaje a Alfredo Chacón y Heinz R. Sonntag, me sentí doblemente regocijado. En primer lugar, por la belleza del acto de reconocimiento, de homenaje merecido, a unos colegas ilustres, gesto poco común, escaso, diría más bien, en nuestro medio. Y, en segundo lugar, porque me pedía que hiciera en este evento una semblanza personal de Heinz R. Sonntag, una de las figuras claves de la sociología venezolana.

Así que voy a presentarles exactamente lo que me han pedido, una semblanza personal, con mis propias anécdotas e historias, sobre lo que en mi manera de ver es una obra de vida por la sociología de Venezuela y lo que han sido mis vivencias a su lado, como alumno, colega y amigo. Sin embargo, entiendo que algunos de ustedes, por su dilatada vinculación con Heinz, pudieran agregar muchos más recuerdos y muchas más páginas a este homenaje, quizá con mayor propiedad que la mía.

Quisiera referirme a cinco dimensiones de la obra sociológica de Heinz Sonntag en estos minutos de recuerdo y cariño, y dejarles con ello algunos mensajes que me atrevo a sacar de su vida; es decir, de lo que ha hecho y no solo de lo que ha dicho, pues sabemos de la distancia que separa las muchas cosas que se dicen de las pocas o distintas que se hacen en este mundo cambiante. Tales dimensiones son: en primer lugar, su actividad como profesor, como docente de nuestra universidad; en segundo lugar, su esfuerzo por la construcción institucional universitaria; en tercer lugar, su esfuerzo por la internacionalización de la sociología venezolana; en cuarto lugar, su crítica vinculación con la política, y, finalmente, en quinto lugar, su venezolanidad.

Veamos. Heinz ha sido ante todo un profesor, un docente formador de mentes y de ello puedo dar constancia desde el inicio de su labor en esta universidad, pues fui de sus primeros alumnos. Mis inicios en la sociología estuvieron ligados a las dos figuras que hoy nos reúnen en este evento. Cuando ingresé a estudiar a la Escuela de Sociología y Antropología –dentro de la que ha sido la más grande cohorte de estudiantes, más de cuatrocientos–, Alfredo Chacón era su director y a los pocos meses llegó Heinz Sonntag a dictar clases a los alumnos del primer año. Desde ese entonces y por casi cuatro décadas, Heinz fue profesor de estudiantes de pre-grado y postgrado y tutor de tesis de grado, maestría y doctorado. Como profesor, Heinz propició y permitió el encuentro con un marxismo crítico, con una sociología que intentaba pensarse desde múltiples lugares, sin provincianismos; con criticidad, sin abandonar el rigor de los cánones académicos que había aprendido en su formación inicial en la Universidad de Munster.

Recuerdo con claridad el primer día de clase. Estábamos en una de las aulas grandes del primer piso de las viejas instalaciones de la escuela; éramos más de cien estudiantes agolpados en las sillas y ventanas, pues quienes llegaban tarde no encontraban lugar donde sentarse. Heinz llegó y tomó un pupitre para sentarse frente a nosotros, renunciando así al privilegio de la tarima de madera, esa suerte de pedestal que abrigaba la pizarra y el escritorio del profesor, y se acercó igualitario a los estudiantes. Yo estaba sentado en las primeras filas y le escuchaba como hablaba con un lenguaje gutural y pausado, buscando las ideas que deseaba comunicar y, quizá, las palabras adecuadas en castellano. Cuando desplegó su cuaderno de notas, aprovechó para sacar un cigarrillo de tabaco negro, que comenzó a acariciar, como amasándolo y estirándolo sucesivamente. En ese tiempo, los códigos de conducta permitían que profesores y alumnos fumaran en los salones de clase. Recuerdo que la clase avanzaba con grandes reflexiones sobre la filosofía del conocimiento, la interminable polémica entre materialismo e idealismo... y el profesor no encendía el cigarro; se lo pasaba de una mano a otra. Volvía sobre la transformación que había hecho Marx de la filosofía de Hegel, lo que los nuevos y de moda filósofos franceses llamaban poner boca abajo al viejo Marx... pero no terminaba de encender el cigarro. Habían pasado más de 20 minutos y el cigarro seguía pasándose, con un leve temblor de una mano a la otra, y a esas alturas el salón entero estaba más pendiente del cigarro que de Marx, Hegel o Althusser, y todos rogábamos que por favor terminase de prender y fumarse el bendito cigarro. Lo cual no ocurrió sino hasta el final de la charla. Ese fue mi primer encuentro con Heinz Sonntag.

Treinta años después de su llegada a la escuela, los estudiantes de sociología lo seguían apreciando y queriendo, y haciéndolo padrino de su promoción.

La segunda faceta que quisiera destacar es la de constructor de instituciones. En esos años, Heinz había propuesto una modificación en el sistema de educación universitaria y había escrito con Héctor Silva Michelena dos libros: uno sobre la revolución universitaria y otro sobre Universidad y dependencia.1 Se tenían los ecos del mayo francés y en la Escuela de Sociología se había iniciado la renovación universitaria. Con los años Heinz fue adaptando sus ideas y procuró llevarlas a cabo en sus incursiones en la gerencia universitaria, en particular en la dirección de esa notable institución de nuestra universidad que es el Cendes. En tiempos de José Agustín Silva Michelena, fue coordinador de investigaciones y luego en tres oportunidades fue electo y ejerció como su director, dándole un impulso, una vitalidad y una conexión nacional e internacional de gran valor.

Y esa es la tercera faceta que quisiera destacar: Heinz conectó a la sociología venezolana con la sociología mundial, con las ciencias sociales de América Latina, de Europa y Estados Unidos. Fue uno de los artífices de la recuperación de Clacso y de su rescate del acoso de las dictaduras del Cono Sur; apoyó sus actividades y nos impulsó a otros centros, como el nuestro, Lacso, a que nos afiliáramos e hiciéramos de su actividad una expresión de pluralismo y discusión abierta. Algo muy distinto por cierto, a ese Clacso, adinerado y sumiso que hoy tenemos, tan complaciente y meloso con las dictaduras si estás dicen ser de izquierda.

Heinz fue además un baluarte fundamental en el fortalecimiento de ALAS (Asociación Latinoamericana de Sociología) y en la incorporación de Venezuela a sus actividades. En nuestro país se han celebrado dos congresos de ALAS: uno en 1961, presidido por Rafael Caldera, y otro en 1993, promovido y presidido por Heinz Sonntag. Recuerdo que nos convocó a varios colegas: Edgardo Lander, Andrés Serbín, Marisela Padrón y a mí mismo, para que trabajáramos en su organización. Nos reuníamos en su casa de las Acacias en unos tiempos muy difíciles para su familia, pues por esos meses se enfermó su querido hijo. Sin embargo, la organización no se detuvo y algunas veces, para no retrasar el trabajo, nos reuníamos en un pequeño café frente a la clínica.

El Congreso se organizó y fue un completo éxito. Sin embargo, las dificultades no cesaron. Como se trataba de un evento que discutiría las políticas de reforma neoliberales, se pensó que lo adecuado era escuchar todas las voces y opiniones, y se invitó a personas vinculadas al Banco Mundial y a otros organismos internacionales ¿El Banco Mundial? ¡Oh, Pecado! Al iniciarse el congreso, la delegación cubana empezó a presionar para que se les retirara del programa. Conspiraron y amenazaron, pero Heinz resistió; estaba molesto y descompuesto, pero resistió en nombre del pluralismo y de la libertad. Propuso cambiar la forma de elección de las autoridades y la membrecía de ALAS a fin de democratizarla y quitarle su carácter de grupito y camarilla, lo que logró parcialmente, y fue nombrado presidente de ALAS, el único que ha tenido Venezuela.

Igualmente apoyó y fortaleció la vinculación con la Asociación Internacional de Sociología (ISA). En 1994, siendo yo candidato a la junta directiva que sería electa en el congreso que tendría lugar en Bielefeld, Alemania, recibí una llamada de Heinz para decirme que lo había contactado Immanuel Wallerstein –candidato a su vez a Presidente de la ISA– porque quería que hiciéramos una alianza para fomentar cambios y dar más oportunidades de participación a los sociólogos del sur. Así lo hicimos y ambos quedamos electos. Allí iniciamos un amplio programa para mostrar la diversidad de la sociología en el mundo. Logramos que las dos revistas venezolanas de sociología fueran reconocidas por la ISA y que el español fuera idioma oficial; organizamos seminarios con lo mejor de las más diversas corrientes; y de allí surgieron los únicos libros que Heinz y yo editamos juntos y que fueron impresos en Montreal y en Caracas.2

El cuarto rasgo que quisiera destacar es la vinculación crítica de Heinz con la política. Un nexo que no rechaza, sino se aproxima de manera crítica al poder y reflexiona sobre lo que se hace sin perder autonomía. Desde su tesis doctoral, donde sostenía polémicamente que Engels y Lenin habían deformado y hasta traicionado el pensamiento de Marx,3 pasando por una fructífera relación con gobiernos como el de Rafael Caldera en Venezuela o el de Fernando Henrique Cardozo en Brasil, hasta su reciente participación en la oposición venezolana, la política ha estado en el centro de su actividad y de su vida.

Permítanme contarles una anécdota. Durante algunos años y por azar, Heinz y yo habitamos en un mismo edificio, cuando por ese entonces yo estaba en la Dirección Nacional del MIR, junto, por cierto, con dos queridos colegas y amigos: Rigoberto Lanz y Alfredo Caraballo. Una noche llegó la DISIP, la policía política, con una orden de allanamiento de mi casa y como estaba solo, de una manera extraña, solicitaron la presencia de un testigo, de un vecino, para verificar que todo había sido hecho correctamente. Llamé a Heinz, quien me acompañó en aquel aprieto mientras los Disip revisaban libros y papeles, que era prácticamente lo único que había en el apartamento. No encontraron nada de lo que buscaban y luego, al parecer, se dieron cuenta que había sido un error, una confusión de homónimos, y se marcharon. Años después, en el 2007, cuando recorrimos juntos el país dictando conferencias para explicar los alcances de la Reforma Constitucional y oponernos a ella, y luego, en la gestación de la idea del Observatorio Hanna Arendt, nos recordamos de estos eventos y concluíamos que los totalitarismos pueden tener muchos colores e ideologías.

En todos esos trances Heinz se hizo venezolano y por eso hoy lo homenajeamos con aprecio y cariño, pues a pesar del habla gruesa que todavía conserva, es más venezolano que muchos de nosotros; como resaltó en una oportunidad Fernando Henrique Cardozo: la venezolanidad no se le dio de gratis y por añadidura, sino que fue el producto de una decisión personal y costosa, ya que en ese momento debió renunciar a la nacionalidad alemana.

En su venezolanidad, en su lucha presente por defender la democracia y enfrentar el militarismo, quisiera rescatar la permanencia de los mismos valores que lo trajeron a estas tierras. Los nombres han cambiado, las circunstancias son distintas, pero los ideales por defender la libertad, la autonomía del pensamiento y crítica, la búsqueda de la inclusión social y la solidaridad, siguen siendo las mismas.

Hoy en día, muchos de los antiguos incendiarios de esta universidad se convirtieron en bomberos; muchos de los antiguos libertarios se convirtieron en verdugos; y otros vendieron la dignidad por un plato de lentejas verdes. Frente a ellos, y a pesar de su edad y del bastón que lo acompaña, Heinz sigue siendo hoy el símbolo del pensamiento y la sociología crítica de esta universidad.

El profesor Sonntag se parece a Ambrosio Alfinger

Ignacio Ávalos Gutiérrez

Gracias en primer lugar al Profesor Amalio Belmonte por darme el privilegio de hablar en este acto en el que se le hace un reconocimiento a dos magníficos profesores de la Escuela de Sociología de la UCV: Alfredo Chacón y Heinz Rudolf Sonntag. Según me dijo, al invitar a un feligrés de Los Tiburones de La Guaira, quería dar muestra de su tolerancia como militante magallanero; más amplitud ideológica y religiosa, casi imposible, debió haber pensado.

Dicho lo dicho, quiero celebrar este acto de reconocimiento, porque tengo la sensación de que es una práctica que se está haciendo poco frecuente entre nosotros en esta época en la que, por lo general, la vida venezolana transcurre conforme a códigos poco amables. Bienvenido, pues, este paréntesis que se abre para hablar de dos personas muy queridas y de enorme gravitación en la vida universitaria y más allá de ella.

Aunque se me pidió que hablara del Profesor Sonntag, para mi resulta obligado referirme, aunque sea muy brevemente, al profesor Alfredo Chacón, uno de los mejores profesores que tuve y sepan ustedes que los tuve muy buenos. En el primer año de la carrera me dio Introducción a la Antropología y, de acuerdo a lo que me habían contado, era comunista, lo cual lo convertía a priori, en un rival ideológico al cual debía combatir, dada mi procedencia socialcristiana. No creo que sea menester decir que depuse tal actitud al rato de haberlo escuchado, que era impensable no hacerlo dada su inteligencia y su manera de hablar, siempre argumentando, nunca atropellando.

La memoria es arbitraria, hace más o menos lo que le da la gana, olvida lo que le parece, registra lo que se le antoja. Digo esto porque al profesor Chacón lo asocio con el concepto de anomia, el cual expuso, no sé muy bien a cuenta de qué, en la primera clase a la que le asistí. Un concepto raro para mí, que venía de cursar dos años de Derecho –la carrera de las reglas y de los profesores con flux y corbata– y que jamás creí que, con el paso de los años, me sería tan útil para entender a la sociedad venezolana y comprender que incluso, aunque luzca contradictorio, es posible un Estado anómico. Para expresarlo de otra manera, que espero no resulte mal interpretada, el Profesor Chacón desde entonces me trae a la mente el desorden nacional (o al revés, no sé bien).

Encerrar al Profesor Sonntag en diez minutos es misión imposible. Diré, pues, algunas cosas, a sabiendas de que no dan cuenta de su labor, desplegada a los largo de varias décadas. Habrá que comenzar señalando, en fin, que el Profesor Sonntag es alemán, como su pinta lo indica y que estudió historia y filosofía en su país y también, creo, en Austria. Hacia finales de los años sesenta obtuvo su doctorado en ciencias sociales, presentando una tesis, publicada en varios idiomas, en la que mostraba cómo el pensamiento de Marx había sido en cierta medida desvirtuado por Lenin, hecho que, desde luego, incidiría en el fracaso histórico del llamado socialismo real. Por cierto, siempre me ha parecido que, de publicar una nueva versión de su trabajo, el Profesor Sonntag incluiría un capítulo destinado a analizar la China de nuestros días, metiendo uña en ese invento que convirtió a ese país en una exitosa economía capitalista, contando con el visto bueno del Partido Comunista. Este sería el encargado de lubricarla con vaselina marxista y, así mismo, pues todo hay que decirlo, facultado para manejar cierta mano dura a fin de que los reclamos sociales o ambientales no perjudiquen la tasa de acumulación.

Apenas treintañero, el Profesor Sonntag se vino a Venezuela y desde entonces vive por estos lares, que seguramente le han resultado embrollados, pero también divertidos. Cuentan que Adriano González León decía de él «que era el alemán que más rápido se había adaptado a Venezuela desde el explorador Ambrosio Alfínger.» Así se entiende que el Profesor Sonntag nunca haya hecho de turista intelectual y jamás haya sido un observador europeo que, enfundado en su batica blanca, mirara de lejos y con «objetividad«, la realidad local. Al contrario, se comprometió a fondo, esto es, en alma y testículos, con estas tierras tropicales, no sólo en el plano académico, sino también desde los lados de la política, siendo siempre uno más de nosotros, en su versión rubia y de ojos azules, con la infaltable «r« teutona al hablar. Al ratico de llegar a Venezuela pasó a ser profesor de la UCV, primero en la Escuela de Sociología y luego en el Cendes y algunas veces se ausentó para hacer de docente en varias universidades europeas y norteamericanas.

No tuve la suerte de ser su alumno, pero me precio de haber leído buena parte de sus escritos. Su obra, extensa e influyente, es una expresión importante de las ciencias sociales en Venezuela y, en general, en América Latina. Forma parte de un esfuerzo intelectual original, orientado hacia la interpretación y transformación de nuestras sociedades y que –formulado de manera muy escueta y tal vez algo simple– supo migrar desde la teoría de la dependencia, hace alrededor de tres décadas, hasta los enfoques que analizan hoy en día a los países de la región en el marco de los procesos globales. Siempre ha sido, pues, un pensador crítico «en pleno desarrollo», atento a las transformaciones de la realidad, muy lejos del dogmatismo y de las formulas sencillas que ofrecen cápsulas prometiendo una fácil digestión de la realidad y herramientas sencillas para cambiarla.

El profesor Sonntag siempre ha sido un agitador desde el punto de vista académico. Así lo señalan, por ejemplo, unas notas que guardé en la computadora hace algún tiempo a propósito de una entrevista que le hicieron. Allí dijo, según lo que recogí en mis apuntes, que en la intelectualidad sudamericana hay dos vertientes: una, copia de las ciencias sociales estadounidenses, sobre todo en teoría económica; y la otra, un neo marxismo avergonzado. Consideraba que «…ambas vertientes representaban un coro de fatalismo que impregnaba toda nuestra vida intelectual.» Y proponía, en consecuencia «una insurrección intelectual».

Mención aparte merecen sus textos referidos a la institución universitaria venezolana, de cuya lectura queda claro, entro otras muchas cosas, que la Universidad debe entenderse como un espacio libre y plural, o de lo contrario es, si acaso, un liceo militar con ciertas pretensiones.

Como dije, no cursé ninguna materia con el Profesor Sonntag. Pero por una de esas azarosas carambolas que definen la vida de cada quien en sus hitos más relevantes, lo nombraron jurado de la tesis que escribí para graduarme de sociólogo, la cual versaba sobre una cuestión que no caía dentro de su cancha ni tampoco la de la Escuela. En los pasillos, que es por donde corren los chismes, me enteré que fue una decisión administrativa –a quien carajo ponemos en esta tesis, se preguntó alguien– cuya noble finalidad era no dejar colgado a un alumno con ganas de ser licenciado. Salí más o menos bien librado en cuanto a la calificación se refiere y fui llamado por el Profesor Sonntag para una conversación de diez minutos, de la que seguramente él no se acuerda. En medio de varias observaciones muy agudas sobre lo que había escrito, argumentó con inteligencia y entusiasmo que yo debería seguir trabajando en esa línea de investigación. Terminó, pues, dándome el empujoncito que complementó el que ya me había dado la Profesora Olga Gasparini. Para hacer el cuento corto, desde entonces mi vida profesional ha transcurrido alrededor de los asuntos relacionados con el desarrollo científico y tecnológico, vistos desde el punto de vista social. Y, la verdad, no me puedo quejar: cierto que no soy rico, pero me he entretenido mucho demasiado, según se dice en la jerga juvenil.

Termino, pues, señalando que estas palabras no son para saldar una deuda, sino para no olvidarla. Me parece, además, que son palabras que, con sus variantes particulares, pudieron haber sido pronunciadas por muchas otras personas, agradecidas también por la obra del Maestro Alfredo Chacón y la del Maestro Heinz Rudolf Sonntag.

Notas:

1 Silva Michelena, H. y H.R. Sonntag, Proposición para una Revolución Universitaria, Caracas, Unidad Rebelde, 1969. Silva Michelena, H. y H.R. Sonntag, Universidad, Dependencia y Revolución, México, Siglo XXI, 1976.

2 Briceño-León, R y H.R. Sonntag: Sociology in Latin America, Montreal, ISA, 1998. Briceño-León, R y H.R. Sonntag: Pueblo, Época y Desarrollo: La Sociología de América Latina, Caracas, Nueva Sociedad, 1998. Wallerstein, I., R. Briceño-León y H.R. Sonntag: El Legado de la Sociología, La Promesa de la Ciencia Social, Caracas, Nueva Sociedad, 1999.

3 Sonntag, H.R.: Marx y Lenin: Acerca de la Sociología de la Revolución, Caracas, EBUCV, 1974.