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Revista Venezolana de Estudios de la Mujer

versión impresa ISSN 1316-3701

Revista Venezolana de Estudios de la Mujer v.14 n.33 Caracas dic. 2009

 

Desafíos feministas. Nuevos tiempos: viejos desafíos. Reflexiones colectivas, escrituras horizontales

Lilian Celiberti

Coordinadora de la articulación feminista marcosur y del colectivo feminista cotidiano mujer. lilian.celiberti@gmail.com

Resumen

El feminismo ha abierto la posibilidad de que las mujeres nos construyamos como sujetos políticos constructoras de nuestra propia trayectoria y desde esa perspectiva, se ha abierto un campo para la diversidad y la pluralidad. Sin embargo, la gestión de esas diversidades muchas veces se ha colado en el movimiento como un elemento paralizante o al menos infecundo en el sentido de motivar el debate de ideas, las confrontaciones intelectuales y el enriquecimiento teórico y político.

Por lo tanto, es necesario combinar de manera creativa el hacer cotidiano con el despliegue de la imaginación para dar un nuevo giro a las utopías, despejando las telarañas del pensamiento y de la acción; reformulando y ampliando el debate, plantearse un feminismo que enmarque nuestra realidad común para definirnos, desde nuestra particularidad, como colectivo.

Palabras Clave: Sociedad, liderazgo, debate político

Abstract

Feminism has opened the possibility that women we build ourselves as political subjects, constructing our own path and from this perspective, it was opened a field for the diversity and plurality. However, the management of this diversity has often been smuggled in the movement as a paralyzing element or at least crippling infertile in the sense of motivating the discussion of ideas, intellectual confrontations and a theoretical and political enrichment. Therefore, it is necessary to creatively combine the daily tasks with the deployment of the imagination to give a new twist to the utopias, clearing the cobwebs of thought and action, redesigning and expanding the debate, to consider a feminism to frame our common reality to define us from our uniqueness as a group.

Key Words: Society, leadership, political debate.

Fecha de recepción: 05 de octubre de 2009 Fecha de aceptación: 15 de octubre de 2009

“La dinámica mas potente de producción de saberes que instauró el feminismo desde sus balbucenates comienzos fue la de nombrar lo hasta ese momento sin nombre.“

Virginia Vargas

Las preguntas formuladas por las editoras de la Revista Venezolana de Estudios de la Mujer al convocarnos a escribir en este número, son tan movilizadoras y fermentales, como complejas y fascinantes. Poder pensar más allá de lo inmediato y de las millones de tareas y afanes que nos damos a diario, habilita reflexiones que tal vez permitan cambiar la mirada de los problemas y las prioridades de los debates.

Estamos en un momento de crisis y por ello mismo fecundo para combinar de manera creativa el hacer cotidiano, con el despliegue de la imaginación para dar un nuevo giro a las utopias, despejando las telarañas del pensamiento y de la acción. ¿Será posible refundar nuestras organizaciones feministas para que nuevas voces y energías revitalicen el movimiento? ¿Necesitamos repolitizar las luchas feministas para cambiar radicalmente las relaciones humanas?

El nuevo contexto de la realidad latinoamericana desafía a los movimientos sociales en general y a las feministas en particular. En algunos países de la región se ha creado un mayor espacio para el avance de la igualdad y emergen nuevos liderazgos políticos y colectivos. En algunos países las voces y propuestas de sectores históricamente excluidos, adquieren protagonismo político, y ello genera esperanzas en amplios sectores sociales.

Estos cambios simbólicos, han abierto un difícil y contradictorio proceso de experimentación que busca encontrar nuevas relaciones entre estado, sociedad y mercado para desandar los lacerantes efectos de la década neoliberal en la región. La igualdad, la redistribución y la justicia aparecen por primera vez en el escenario político como parte de una agenda emancipadora; como veremos más adelante, una agenda “emancipadora” contradictoria, parcial y conflictiva.

En este contexto, los feminismos latinoamericanos enfrentan nuevas complejidades y una densidad política que en cierta medida desconcierta. Se replantean viejos estigmas y prejuicios sobre el feminismo, que provienen tanto de sectores populares como de una cultura sesentista de izquierda tradicional que supone y desea la consolidación de sujetos únicos como vanguardia y conducción del proceso de cambio.

Al identificar al feminismo como una demanda postmaterial, se la adscribe a una sensibilidad de clase media, deslegitimando de esa forma sus propuestas y elaboraciones políticas.

Algunos líderes de izquierda (y también algunas mujeres de izquierda, aunque menos, ya que siguen siendo pocas las que tienen posibilidad real de ejercer un liderazgo) consideran que el reclamo de redistribución del poder es una demanda que “empequeñece” a las mujeres porque éstas “deben ganarse el derecho” a ser líderes.

Lo más grave de estas izquierdas es que mantienen al igual que la derecha, su oposición a consagrar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos.

En el movimiento feminista se ha profundizado un proceso de fragmentación y debilitamiento de los espacios colectivos de debate y reflexión política que sin duda dificulta su capacidad para posicionarse en el complejo escenario público.

Por ello nos propusimos como Articulación Feminista Marcosur iniciar un proceso de debate político, para captar mejor como nos sentimos, qué cosas nos motiva y nos angustia y cómo logramos superar nuestras debilidades para colocarnos en el escenario político con todas las fuerzas que provienen de las mujeres de los más diversos sectores sociales dispuestas a romper con el patriarcado y constituirse en sujetas, dueñas de su destino también en lo político.

Las reuniones se realizaron en seis países, Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Bolivia y Colombia, y las participantes representaban diversas corrientes y espacios de organización feminista.

Tenemos agendas que son comunes en toda la región y también desconciertos que nos son comunes; dudas, esperanzas, expectativas, optimismos y desafíos. Encontrarse sólo para intercambiar y debatir sobre el nuevo contexto entusiasmó a las participantes de muy diversas vertientes feministas que se dispusieron a compartir un proceso de reflexión regional, que a pesar de los matices y diferencias, permite recolocar el debate político como eje central de la construcción de movimiento. Queda planteado el desafío de continuar con el proceso.

Este artículo es entonces una polifonía en la que participan las voces de más de 400 mujeres que en las diferentes instancias fueron convocadas entre marzo y julio del 2009 en diferentes países de América Latina. Sus reflexiones y las mías se mezclan y pretenden trasmitir este proceso en el que estamos apenas como apuntes breves de un debate desafiante.

¿Qué horizonte nos convoca?

Los feminismos crecieron y se desarrollaron con las luchas contra las dictaduras y por la recuperación democrática, colocando la democratización de las relaciones sociales como un eje central del aporte feminista. Desde el comienzo la relación y valoración de esas democracias ha sido un aspecto conflictivo en los debates de los movimientos.

En la reunión feminista de Colombia este punto abarcó una parte importante del tiempo. “Creo en una democracia por venir, y es ese precisamente el aporte del feminismo.” Pero, ¿se puede refundar la democracia desde la institucionalidad?

Otras señalaban con énfasis:

Me llaman la atención los discursos que hablan de reformular, erosionar, refundar, profundizar, interpelar, recrear, reconstruir la democracia, pues esos discursos alternativos también se encuentran adjetivando la democracia, democracia radical, democracia reconstruida; será que esos discursos nos están obligando a pensar que la democracia no es lo dado? ¿Debemos hacer un esfuerzo de repensar conceptualmente la democracia? La sociedad matrística puede tener algunas reglas democráticas, pero estoy convencida de que el proyecto democrático es un proyecto patriarcal, por eso todo el tiempo estamos hablando de la reconstrucción, ampliación, reformulación, etc.

La referencia a las feministas italianas se hacía obligada…

La palabra está en decadencia, ha perdido la posibilidad de significar aquello que hemos querido pensar que es posible; la propuesta de Luisa Muraro es que hasta ahora la democracia está montada desde el orden simbólico del padre y este orden simbólico se erige sobre la muerte, la guerra y el poder. En cambio, el orden simbólico de la madre, la matrística, que no es maternal ni esencialista, implica resignificar el orden de la política entendida como el arte de lo posible y transformarlo teniendo en cuenta que estas relaciones no están en la búsqueda de la concentración del poder. Hubo esfuerzos en la política pública de mujer y las políticas de género por transformar estos órdenes.

Pero qué avances hemos logrado en este campo. Nuestros universos conceptuales son muy disímiles y tenemos escasos espacios de debate teórico o mejor dicho existen adscripciones teóricas entre feministas académicas que pocas veces salen de ese ámbito de debate para confrontarse con el movimiento que promueve movilizaciones, pedagogía o política de género.

Los Estados actuales han perdido protagonismo en términos de la globalización, y esto trae consigo el cambio en el concepto de democracia y de soberanía de los estados

Resulta que la democracia hoy por hoy es una farsa, la democracia fundamentada en el sistema de miedo no le aporta mucho al movimiento feminista.” Otra retruca Creo que es un momento histórico en el cual hay una cuota perdida y un dolor muy profundo que dejó la caída de las utopías; a mí no me parece justo desconocer el aporte teórico de muchos pensadores para la construcción del mundo en términos del pensamiento democrático. No reconocerlos implica excluirnos del escenario político de un modelo democrático imperfecto que hoy tenemos, un aporte de la democracia, para ser un actor activo en esta democracia imperfecta es necesario trabajar en la transformación de los pequeños nichos de poder, porque a veces criticamos desde la misma lógica binaria que contiene ese modelo imperfecto; entonces nos cuesta mucho mirar el mundo para hacer una propuesta en común, ¿que le aportamos las feministas a ese modelo?

Una de las principales transformaciones de las últimas décadas reside en el desplazamiento precisamente de los límites de la política que ha implicado una verdadera reestructuración del campo político.

Compartimos con muchos otros actores un malestar con el sistema político que según Lechner nace de un imaginario colectivo que sigue esperando de ese espacio, una dirección que decida acerca de lo posible, lo probable pero también lo deseable. (Lechner, Norbert; 2002). Un horizonte de futuro que nos permita hacer inteligible un presente cada vez más incierto y amenazado, sea por la fragmentación y la exclusión social, la violencia social y de género, la contaminación y la guerra, el calentamiento global y la crisis financiera.

Somos parte de esa brecha que se ha abierto entre las instituciones políticas y las demandas de una sociedad mucho más autorreflexiva e individualizada, que hace irrumpir lo político desde fuera de las estructuras y jerarquías formales.

Los temas que constituyen la agenda social han sido politizados por movimientos políticos-culturales que no sólo pretendían ampliar la agenda pública, disputar el espacio discursivo de la política sino que crearon en sí, un nuevo concepto de política que crece desde los bordes de la institucionalidad que cuestiona e interpela a la política institucional.

Los problemas ecológicos y ambientales, la división público- privado, las relaciones de género, las formas de hacer política, la cultura de derechos, la diversidad, las relaciones de poder han sido politizados por actores sociales/ políticos que se organizaron al margen de los partidos y muchas veces en disputa con ellos. Estas experiencias, estas prácticas políticas, discursivas y simbólicas crean nuevos significados políticos y disputan hegemonías políticas.

Los procesos de democratización y el papel activo de la ciudadanía y los movimientos sociales, han contribuido a crear una institucionalidad en permanente proceso de cambio, simbólicamente rica (defensorías, presupuestos participativos, descentralización municipal y participación ciudadana, leyes de participación y control, comisiones de la verdad, etc.), que coexiste con una práctica política empobrecida, autocentrada, y autorreferenciada, de puertas adentro, atravesadas por luchas de poder y conflictos menores (Beck, Ulrich; 1998:134).

Las estructuras político partidarias se ven desafiadas por estas nuevas subjetividades y dinámicas sociales y el desencuentro que se produce muchas veces multiplica el desencanto y la desafiliación de amplios sectores con la política institucional y los sistemas decisorios.

Para las feministas la expresión de nuevas subjetividades políticas en el escenario público forman parte de un campo de trabajo denominado “incidencia feminista”, pero ¿qué significa realmente la incidencia? “yo creo que la palabra incidir tiene un cierto carácter “insidioso”, porque una siente que está cambiando imaginarios y prácticas, pero lo que finalmente está haciendo es entregando sus prendas más bellas…”

La incidencia es una acción política feminista de cara al Estado. La acción política feminista busca desmontar el patriarcado en la cultura, en ese sentido diferencio la incidencia que es de cara al Estado y lo otro es acción política feminista y reafirmo que no todo lo que hace el feminismo es incidencia.

Lo que realmente me preocupa es que la incidencia, se ha convertido en un lugar que no tiene lugares y esas herramientas de la participación ciudadana se han borrado con la palabra incidencia, en esa medida me parece muy importante volver a revisar el término.

¿La incidencia está sólo ligada al Estado? “Me molesta mucho que las palabras se entiendan en un solo sentido y se coarte la amplitud que puedan tener, es como si nos robaran las palabras. Desde el feminismo, incidencia es poner otros referentes reales y simbólicos que tumben los referentes instalados como la guerra, el autoritarismo, creo que las feministas hemos incidido mucho en la vida del país. Como incidencia para mí es escándalo, irrumpir, remover, creo que hemos tenido momentos muy importantes de poner a temblar los referentes tradicionales, de esta manera cuando logramos estar juntas incidimos demasiado.

LA RELACIÓN CON PARTIDOS Y GOBIERNOS DE IZQUIERDA

El movimiento feminista, como dice Betânia Ávila:

No es movimiento que ordena, que centraliza que define modelos a seguir. Por el contrario, es un movimiento que se abre, se expande, a veces en forma contundente (…) Es “un movimiento que quiere reinventar y radicalizar la democracia política y la democracia social”.1

Desde estas premisas, es un movimiento que cuestiona, interpela y disputa sentidos teóricos y prácticos, políticos y epistemológicos.

Poder imaginar un nuevo marco de relaciones humanas, afectivas, económicas y sociales, redimensiona el debate político al colocar como premisa radical la posibilidad de pensar las alternativas simultáneamente desde todas estas dimensiones o como dice de Souza Santos, desarrollar un pensamiento alternativo sobre las alternativas.

¿Desde dónde se construyen imaginarios de justicia social?

La acción de los movimientos sociales tiene como principal contribución politizar los problemas y retos que las sociedades deben enfrentar. Los reclamos las demandas de los movimientos, visibilizan problemas y conflictos que nos colocan frente a opciones de futuro para construir alternativas, pero fundamentalmente sociabilidad, tramas de ese tejido social profundamente lacerado por la desigualdad.

Los pueblos indígenas, el movimiento de afrodescendientes, el movimiento feminista y de mujeres, los sin tierra, los sin techo, los que disputan soberanía alimentaria y justicia ambiental, con toda la diversidad de posturas ideológicas, políticas, estratégicas y tácticas que abarca cada uno, contribuyen a la afirmación de nuevos “sentidos comunes” y a una nueva percepción de los derechos individuales y colectivos. Nuevos sentidos comunes, que para nada están exentos de conflictividad y que colocan en el debate público la construcción de alternativas al capitalismo en el terreno político, económico, cultural y social.

La fragmentación social y los procesos de exclusión platean desafíos democráticos y democratizadores en el sentido de reformular las relaciones entre estado, mercado y sociedad. Para revertir los procesos de exclusión social es necesario también promover nuevos espacios para la acción colectiva.

La riqueza de la vida social y cultural se expresa en la arena política como la punta de un iceberg y:

Debemos comenzar por considerar lo social verdaderamente como ‘la otra cara de la luna’, como aquella parte de nuestra vida común que presiona constantemente para salir a la luz y que nos recuerda los límites de nuestros mecanismos de representación y de nuestros procesos decisorios. (Melucci, Alberto; 2001: 57).

Desde este ángulo, la democracia se mide precisamente por su capacidad de hacer aflorar los conflictos para hacerlos públicos, creando así la posibilidad de construir y afirmar nuevas identidades colectivas.

El espacio público como aquél donde se disputa la definición de las agendas políticas, no es un espacio abierto y habitable para todos los actores y sujetos por igual. Hay quienes pueden intervenir en los debates públicos y quien por razones de clase, raza o género, tienen limitado el acceso. Como dice Virginia Vargas (2008), el espacio público:

Puede ser tremendamente agresivo para las mujeres; porque es la esfera tradicionalmente dominada por los hombres, y a pesar de que las mujeres intervienen, acceden limitadamente a la toma de decisiones políticas y lo hacen generalmente sin visibilidad ni audibilidad. Es el espacio donde se ven excluidos o silenciados sus intereses de género y donde se dan sus luchas por la redistribución de recursos y poder y el reconocimiento como sujetos y actoras sociales.

La izquierda partidaria en general ha minimizado las dimensiones de los cambios que atañen a la destrucción de las raíces patriarcales de las relaciones entre hombres y mujeres. Pero esta otra “cara de la luna” comienza a expresarse como una revolución cultural que hace de lo personal una dimensión política irrenunciable.

DIÁLOGOS INCONSISTENTES O INEXISTENTES CON LA ORTODOXIA DE LA IZQUIERDA

En uno de los espacios de debate del último Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe se afirmaba que como feministas:

Nos peleamos con una izquierda que nos coloca en tierras movedizas: en el populismo, o el clientelismo. Nos peleamos con una izquierda que nos expulsa de la ‘casa´ si la criticamos, y nos manda directamente para la derecha o nos arroja a la orfandad.

En el campo político surge como interrogante ¿cuál es el campo de alianzas que los partidos de izquierda privilegian? No parece ser la relación con el movimiento indígena, o con el feminista, o el ecologista, para nombrar solo algunos. De alguna forma, desde los gobiernos se prescinde de una intelectualidad que demanda más radicalidad democrática, más coherencia política y más cambio cultural y de imaginarios.

De lo contrario ¿cómo interpretar el veto presidencial del Dr. Tabaré Vázquez al Proyecto de Salud Sexual y Reproductiva, contra su fuerza política, y una opinión pública favorable a la legalización del aborto desde hace más de 15 años? ¿O la represión a los mapuches en Chile, o los enfrentamientos con las poblaciones movilizadas en contra de las hidroeléctricas y otros megaproyectos? ¿Cómo aceptar en el campo de izquierda a un Frente Sandinista conducido por Daniel Ortega que persigue a las feministas por promover el aborto terapéutico (una vieja reivindicación liberal)?

Sin duda existen restricciones estructurales para consolidar avances en torno a otras matrices de desarrollo e inserción internacional, pero es lícito pedirle a la izquierda que construya el escenario social y la masa crítica necesaria para sostener los cambios y que abra espacios para la imaginación epistemológica y democrática al decir de Boaventura de Sousa Santos.

Desde el punto de vista político formamos parte de un campo político que no quiere ni minimizar, ni aceptar pasivamente ejercicios de poder de cúpula, patrimonialistas y antidemocráticos. Promover la calidad democrática ha sido una de las premisas electorales de la izquierda frente a la democracia formal y mínima del neoliberalismo. Sin embargo, el escenario de una nueva relación más democrática entre estado, sociedad y mercado es aún una agenda extremadamente conflictiva y confusa que amerita reflexiones más profundas de las que apenas puedo esbozar en estas notas.

Cristoph Jünke2 en “Sin permiso” afirma que:

Cualquier intento socialista será democrático o no será. Un nuevo intento socialista sólo puede ser mayoritario y victorioso, si no contrapone libertad política y libertad social; si consigue unir práctico-políticamente la libertad política y la libertad social en una nueva etapa histórico- universal de libertad.

¿Cuál es el lugar de la libertad política en los proyectos de nuevo signo?

Las sociedades construyen nuevos sentidos y dimensiones de la justicia y la libertad desde las luchas sociales por ampliar derechos. Es desde sus prácticas sociales que se ponen en juego, miedos, esperanzas, y reconocimientos de “otredad”, que logran construir nuevos sentidos y horizontes emancipatorios.

Las dimensiones conflictivas de la justicia ambiental, social, racial y de género, el uso y gestión de los recursos naturales, el aborto y la autonomía reproductiva de las mujeres, la diversidad sexual, son algunos de los campos políticos contemporáneos que dividen o descolocan a las izquierdas latinoamericanas en el gobierno.

La marginación de algunos campos del activismo político por parte de las izquierdas partidarias reproduce una división entre lo material y lo cultural obsoleta, teórica y prácticamente. Pero lo que es más grave, esta forma de ortodoxia como señala Judith Butler,3

Actúa hombro con hombro con un conservadurismo social y sexual que aspira a relegar a un papel secundario las cuestiones relacionadas con la raza y la sexualidad frente al auténtico asunto de la política, produciendo una extraña combinación política de marxismos neoconservadores.

Estamos, sin duda, en un cruce de caminos: si bien por un lado hay una mayor conciencia de derechos (que abren y desatan nuevas conflictividades), por otro lado se hacen obvios en el escenario político los déficits teóricos e institucionales de las izquierdas para construir nuevas orientaciones del cambio, simbólico cultural y político.

Para la derecha política y la derecha fundamentalista éstos son los campos prioritarios de su cruzada conservadora, concientes incluso de la débil oposición de la izquierda y de sus tensiones y dudas internas.

Como bien señala Xosé Manuel Beiras,4

El factor distorsionador más importante (de la derecha) suele ser la utilización de temas llamados ‘transversales´ como armas de manipulación de la opinión ciudadana en lo que, en los EEUU de años pasados se dio en denominar ‘cultural war´: la guerra cultural desencadenada por una nueva derecha contra algunas de las conquistas ‘culturales´ emblemáticas de los años setenta, como la despenalización del aborto, la discriminación positiva o el fortalecimiento de la laicidad del Estado”.

Lo que Beiras define como “polarización congruente” apunta a construir un campo de izquierda que dispute con la derecha esos terrenos simbólicoculturales. Una izquierda que ensancha los horizontes de libertad y que no los restringe, una izquierda laica, anticofesional y democrática, una izquierda que ayude a construir en amplios sectores sociales antídotos contra la violencia y la falta de solidaridad social. Una izquierda dispuesta a construir nuevos pactos de justicia, reconocimiento y autonomía. Una izquierda dispuesta a repensarse y cuestionarse y a ensayar nuevos caminos de experimentación institucional pero no para perpetuar sus lideres indefinidamente en el poder sino para profundizar las formas de participación democrática y efectivizar el control social sobre sus políticas.

Las izquierdas llegan a espacios de gobierno en el marco capitalista con reglas rígidas de comercio internacional y de modelos de acumulación. ¿Pero será realmente que nada pueden hacer más que amoldarse a ellos?

Como plantea Butler:

A diferencia de una visión que forja la operación de poder en el campo político exclusivamente en términos de bloques separados que compiten entre sí por el control de las cuestiones políticas, la hegemonía pone el énfasis en las maneras en que opera el poder para formar nuestra comprensión cotidiana de las relaciones sociales y para orquestar las maneras en que consentimos (y reproducimos) esas relaciones tácitas y disimuladas del poder

(...) Más aún, la transformación social no ocurre simplemente por una concentración masiva a favor de una causa, sino precisamente a través de las formas en que las relaciones sociales cotidianas son rearticuladas y nuevos horizontes conceptuales abiertos por prácticas anómalas y subversivas5

Se trata de construir una hegemonía desde prácticas políticas que se dan en múltiples espacios y con múltiples acciones de subversión en lo íntimo, lo privado y lo público, y que hace de la acción política para la transformación social, una transformación cotidiana de las relaciones de poder.

DISPUTAS POSTCOLONIALES

Uno de los elementos más reiterados en los debates fue la necesidad de reconocimiento de los disensos y de las múltiples expresiones del movimiento de mujeres y feministas.

Creemos que el feminismo es por definición un movimiento político y una práctica discursiva que pone la diferencia en el centro de la disputa por el cambio cultural, lo cual me lleva a pensar que eso no es más que el reconocimiento de las diversidades y que en esa dinámica hemos abierto la posibilidad de que las feministas negras, lesbianas, jóvenes entre otras, nos interpelen; yo creo que finalmente el feminismo como práctica política y discursiva ha permitido que todas esas diferencias se pongan en juego y que se pongan en el escenario las diferencias y las tensiones entre todas las diferencias que sí hemos tenido la capacidad de convocar, finalmente creo que el sujeto político se ha atomizado en todas esas diferencias, que ha dificultado que nos juntemos un poquito cuando realmente ha sido necesario.

Las feministas afro han abierto una disputa teórica y política que coloca en cuestión el pensamiento teórico feminista. Desde otros lugares de enunciación, desde otras experiencias sociales, desde otros dolores y marcas, las mujeres negras, interpelan, cuestionan, denuncian al feminismo blanco y proponen un camino de descolonización del pensamiento y la acción política que supere ese lugar de “otra” asignado naturalmente.

No hay una manera unívoca de no existir, dice Boaventura de Souza Santos, porque son varias las lógicas y los procesos a través de los cuales la razón metonímica produce la no existencia de aquello que no cabe en su totalidad y en su tiempo lineal. Hay producción de no existencia siempre que una entidad es descalificada y vuelta invisible, ininteligible o descartable de modo irreversible.

Lo que tienen en común las diferentes lógicas de no–existencia es que son todas ellas manifestaciones de la misma monocultura racional.

Esas lógicas de no existencia se retroalimentan de tal forma que culturalmente terminamos por aceptar que existe una única forma del conocimiento y de saber, un único tiempo lineal, una única historia, un único destino donde las diferencias se naturalizan, y las clasificaciones sociales se vuelven esenciales a la naturaleza de los seres humanos. La clasificación sexual y racial son manifestaciones elocuentes de esta lógica.

La inferioridad “naturalizada” de las mujeres, de los negros y de los indígenas ha formado parte no sólo de las estrategias de dominación centrales en las conquistas y expansiones capitalistas, sino que ha sido objeto de análisis y fundamento de dominación. Los atributos de esta dominación se han establecido desde el “ser mujer”, “el ser negro o negra” o el “ser indígena” como si no fueran las relaciones sociales de dominación las determinantes del sistema jerárquico.

Ya en 1.950 Césaire planteaba que “Hay dos maneras de perderse: por segregación amurallada en lo particular o por dilución en lo ‘universal´... Mi concepción de lo universal es la de un universal depositario de (la) profundización y coexistencia de todos los particulares... (2006: 11)

Para Liliana Suárez Navaz:

La descolonización del feminismo implica abandonar atalayas y laboratorios, instituciones de diagnosis y prognosis, identidades certeras y herramientas analíticas monocordes.

La descolonización implica trabajar en alianzas híbridas, multiclasistas, trasnacionales, para potenciar un movimiento feminista transformador que pueda contrarrestar con organización, solidaridad y fortaleza la dramática incidencia del capitalismo neoliberal en la vida de las Mujeres del sur.

LA INTERCULTURALIDAD O CÓMO ROMPER CON EL ETNOCENTRISMO

En el debate realizado en Bolivia, las relaciones multiétnicas ocuparon un lugar central. Muchas feministas señalaban:

Ahora nos encontramos en otro momento, un momento de crisis y de ruptura, que abre posibilidades distintas. Las feministas estamos enfrentadas, no sólo a la exclusión en el estado, o al déficit de participación en la política. Tenemos el desafío de construir un feminismo diverso, que refleje la pluralidad de sujetos feministas articulados con la clase social, la etnia. Apelábamos antes, para legitimarnos a hablar de todas las mujeres, en cambio ahora estas mujeres ya no existen, estas mujeres tienen pertenencias diversas, étnicas, de clase, regionales, religiosas.

¿Cómo construimos entonces un nuevo feminismo que pueda articular a toda las identidades de las mujeres? Creo que es un desafío que nos abre este contexto al destapar la diversidad del país y querer un estado que pueda incluir todas las culturas rompiendo una visión de estado monoétnica excluyente de los otros.

Además del debate cultural, tenemos el desafío de las mujeres de remirarnos y repensarnos desde un sujeto feminista algo más complejo de lo que fue antes.

El riesgo que corremos en este período, sin embargo, es caer en un seguidísimo de nuevos esencialismos. Hay un esencialismo indigenistas que mira al movimiento indígena sin sexo. Sin lugar a dudas en estos últimos años se ha logrado en la práctica hacer alianzas con otras mujeres y recuperar sus agendas y movilizar la nuestra, pero esos son procesos que no han llegado a las bases, son procesos que todavía circulan entre intelectuales y entre sectores de clase media que interactúan con líderes y liderezas que están dispuestas a escuchar, a establecer diálogos, pero creo que el proceso es mucho más complejo del que se quiere demostrar.

¿Es posible un pensamiento feminista por fuera de la idea de la autonomía, y la idea de sujeto individual? ¿Cómo construir un feminismo intercultural?

A pesar de que, desde algunos espacios académicos (Debate Feminista, UNAM, entre otros) se han realizado esfuerzos para analizar el etnocentrismo cultural en América Latina y cómo éste impacta e impregna la práctica política del movimiento feminista, es una temática aún muy poco analizada.

Las estrategias discursivas de la subalternización de las naciones indígenas en América latina, obliga a los no indígenas a mantener una rigurosa alerta teórica para no ser instrumentos de reproducción de relaciones coloniales.

Según analiza Rosalva A. Hernández Castillo:

Varias feministas post coloniales han coincidido en señalar que los discursos feministas académicos reproducían el mismo problema de los metadiscursos modernistas al plantear la experiencia de las mujeres occidentales, blancas, de clase media, como la experiencia de las mujeres en general, con una perspectiva etnocentrista y heterosexista (2008: 79).

Estamos hoy en un momento fecundo de interacción entre diversas identidades políticas y culturales realizadas en el marco del Foro Social Mundial convocado por la Confederación Indígena de la región andina, naciones sin estado y redes y organizaciones como la Articulación Feminista Marcosur que ha comenzado a colocar una necesaria “traducción” de saberes entre identidades y movimientos diferentes como parte de la practica política de diferentes sujetos colectivos.

LA RENOVACIÓN: JÓVENES FEMINISTAS Y FEMINISTAS JÓVENES

François Collin, hace ya algunos años, habló de una “herencia sin testamento” para referirse al legado que las mujeres nos vamos dejando unas a otras como parte de la memoria subjetiva de una experiencia que ha comenzado a escribirse, en realidad muy recientemente.

Una herencia sin testamento, inscripta en los cambios de sentido común que hacen posible imaginar otra forma de estar en el mundo, y articula una voz colectiva a pesar de nuestras infinitas diferencias y singularidades. Las viejas y las jóvenes somos herederas de otras mujeres, y construimos nuestras historias en esas interacciones, diálogos y mutuas señales de transmisión de la que habla Bellisi, pero también con la tensión latente de la complejidad que marca el estar hoy en el mundo.

A pesar de las poderosas diferencias y desigualdades de clase, etnia o raza entre las mujeres, la pertenencia al género subordinado nos coloca en una relación social que permite establecer una cadena de equivalencias entre las mujeres. Estas diferencias y desigualdades por momentos generan abismos relacionales y sociales como la que se establece entre la patrona y la empleada doméstica (aunque las dos sin ser concientes están atadas a la división sexual del trabajo), sin embargo cuando se trata de la violencia de género, o de decidir sobre la capacidad reproductiva, la búsqueda de autonomía y la articulación de una voz que nace de la experiencia vital de las mujeres parece acercarnos unas a otras.

Las relaciones entre adultos y jóvenes siempre suponen un determinado grado de conflictividad, pero el conflicto no es de modo alguno el lugar indeseable que nos han enseñado, es por el contrario el espacio de cambio, de renovación de miradas, de reformulaciones y revisiones.

El feminismo ha abierto la posibilidad de que las mujeres nos construyamos como sujetos políticos constructoras de nuestra propia trayectoria y desde esa perspectiva también ha abierto el campo para la diversidad y la pluralidad.

Sin embargo, la gestión de esas diversidades muchas veces se ha colado en el movimiento como un elemento paralizante o al menos infecundo en el sentido de motivar el debate de ideas, las confrontaciones intelectuales, el enriquecimiento teórico y político.

Si debato con una joven corro el riesgo de ser acusada de adultocéntrica; si una joven discrepa conmigo tal vez no logre singularizarme y coloque a todas las “viejas” feministas en la misma bolsa. Y entonces aquellos senderos que abrimos y que constituyeron rupturas epistemológicas significativas, vuelven a cerrarse en nuestra práctica política. La diversidad no es el espacio despolitizado para que cada quien sea como le plazca en este mundo consumista y mercantilista. Pero tampoco es la caza de brujas de lo políticamente correcto.

Para mí, reconocer la singularidad de cada una, joven, negra, lesbiana, campesina, indígena, obrera y las infinitas combinaciones posibles entre cualquiera de estas categorías nómades, significa saber que cada una me retará a mirar con un ángulo que yo no tengo y que al considerar ese punto de vista, cambio toda la perspectiva. Sólo en estas interacciones complejas podremos construir nuevos horizontes emancipatorios.

François Collin dice que:

La ética del diálogo plural –y el diálogo solo se inscribe en la palabra – evita tanto los avatares del individualismo como los del comunitarismo y puede aclarar la cuestión de la relación entre las mujeres así como la de la relación entre los sexos. Pero también aclara, en primer lugar, la relación que cada uno/a mantiene consigo y enraíza la posibilidad del diálogo con el otro. Quizás, por otro lado, el diálogo pueda ser pensado como principio fundador a la vez de la ética y de lo político. Principio común que sin embargo, no implica la confusión de ambos registros, puesto que uno, el ético, asegura la regulación de las relaciones interindividuales, mientras que el otro, el político, trata de asegurar la viabilidad de un mundo común (Collin, Françoise; 2006: 103).

Donde no hay diálogo, no hay reconocimiento, ni singularidad, y por lo tanto las relaciones se vuelven instrumentales y de una sola vía. Pero tampoco hay política, ya que sin debate, sin confrontación y circulación de ideas plurales, no es posible refundar las ideas y la práctica.

En el diálogo los lugares no se confunden, cada uno/a es responsable de su lugar pero también de reconocer el lugar del otro o la otra. Todas sabemos que si no existe ese reconocimiento sólo podemos lograr monólogos que no conectan entre sí y por lo tanto, se vuelven improductivos.

Pero el diálogo, según Collin no es intercambio continuo, integra también lo discontinuo. Se trata entonces de volver a dar espacio a lo posible, contra toda evidencia, incluso si lo posible sólo sigue siendo posible en el alejamiento.

Dejar ir, ir: no hay relación interhumana que no precise ese gesto (Collin, Françoise; 2006:104).

Con las feministas jóvenes que buscan conformar su propia “casa” feminista, es decir, un espacio en el cual encontrarse y pensarse a sí mismas, siento que ese gesto de “dejar ir, ir” del que habla Collín es fundamental. Los espacios de poder, simbólicos y reales, funcionan como un vidrio oscuro que impide verse y da lugar a las más fantasiosas distorsiones de la realidad. La desigualdad entre mujeres se disfraza muchas veces de un adultocentrismo que opera como un calificativo que más que abrir el debate, tiende a fijar el problema donde en realidad no está, opacando la fragmentación y la debilidad política que a veces nos impide ampliar y renovar el movimiento feminista.

Notas

1 Maria Betânia Ávila. Ponencia presentada en el Encuentro de la Articulación de Mujeres Brasileras. Diciembre 2006. www.amb.org.br

2 “El pasado que no pasa: la larga sombra del estalinismo” en Sin Permiso Abril 2009.

3 Judith Butler; El marxismo y lo meramente cultural en New Left Review Nº 2 Matojunio 2000

4 Xosé Manuel Beiras; Glosa(s) respecto de la izquierda (imaginaria) Sin Permiso. Abril 2009

5 Judith Butler, 2003 Pag. 20

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