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Argos

versión impresa ISSN 0254-1637

Argos vol.30 no.58 Caracas jun. 2013

 

La ansiada apariencia de lo real. Sobre la no anulable pretensión de objetividad de la experiencia en la epistemología de McDowell

Reynner Franco

Universidad de Salamanca. rfranco@usal.es 


Resumen
La epistemología disyuntivista de John McDowell ofrece una respuesta al escepticismo sobre el conocimiento perceptual del mundo, a partir de un argumento a favor de la no anulable pretensión de objetividad de la experiencia. Propuesta que resulta plausible desde el punto de vista epistemológico. Adicionalmente, McDowell insiste en la necesidad de incorporar un argumento trascendental (“depurado de idealismo”) para refutar definitivamente dicho escepticismo. Paul Snowdon ha esclarecido el alcance de este planteamiento –y del disyuntivismo en general– y ha formulado las preguntas oportunas acerca los presupuestos y compromisos empírico-teoréticos de McDowell, cuya relación con su enfoque epistemológico no queda del todo clara. Este artículo parte de las preguntas de Snowdon, procurando mostrar que uno de los principales presupuestos del “punto de vista trascendental”, pretendido por McDowell, descansa en su recepción de una “radicalización” del trascendentalismo kantiano, tal como se plantea en el concepto hegeliano de “objetividad”. Se sostiene la observación de Snowdon de que el recurso (trascendental) de McDowell no parece fortalecer el alcance de su teoría disyuntivista del conocimiento perceptual.

Palabras clave disyuntivismo, conocimiento perceptual, pretensión de objetividad, apariencia, trascendentalismo.

The Desired Appearance of the Real. On the Non-Defeasible Objective Purport of Experience in McDowell’s Epistemology

Abstract McDowell’s disjunctive epistemology offers a response to skepticism about perceptual knowledge of the world, starting with an argument from objective purport of experience. This proposal is plausible from the epistemological point of view. Additionally, McDowell insists on the need to incorporate a transcendental argument (“without suspicious of idealism”) to refute definitively the skepticism. Paul Snowdon has illuminated the scope of this approach –and in general of disjunctivism– and has made the appropriate questions about McDowell’s experience-theoretical assumptions and commitments, whose relationship with his epistemological approach is not entirely clear. This paper is motivated by Snowdon’s questions, seeking to show that one of the main assumptions of the “transcendental standpoint”, intended by McDowell, rests on his receipt of a “radicalization” of Kantian transcendentalism through Hegel’s concept of “objectivity”. It supports Snowdon’s observation that the (transcendental) resource  of McDowell seems not to strengthen the scope of his disjunctive theory of perceptual knowledge.

Key words disjunctivism, perceptual knowledge, objective purport, appearance, transcendentalism.

Der begehrte Schein des Realen. Über den nicht-annullierbaren Objektivitätsanspruch der Erfahrung in McDowells Erkenntnistheorie

Zusammenfassung Aus einem Argument für den nicht-annullierbaren Objektivitätsanspruch der Erfahrung bietet John McDowells Disjunktive Erkenntnistheorie eine Antwort auf den Skeptizismus über Wahrnehmungserkenntnis der Welt. Vom erkenntnistheoretischen Standpunkt aus ist dieser Ansatz eventuell plausibel. Zusätzlich besteht McDowell auf die Notwendigkeit, ein transzendentales Argument („gesäubert von Idealismus“) zu übernehmen, um endgültig solchen Skeptizismus zu widerlegen. Paul Snowdon hat die Reichweite dieses Ansatzes –und des Disjunktivismus in allgemeinen– aufgeklärt und hat die entsprechenden Fragen über den empirisch-theoretischen Voraussetzungen  und Verpflichtungen von McDowell gestellt, dessen Beziehung zu seinem erkenntnistheoretischen Ansatz nicht ganz klar bleibt. Dieser Beitrag ist von Snowdons Fragen motiviert, und versucht zu zeigen, dass eine der wichtigsten Annahmen des von McDowell bestimmten „transzendentalen Standpunkts“ in seiner Rezeption der „Radikalisierung“ des Kantischen Transzendentalismus liegt, die besonders bei Hegels „Objektivitätsbegriff“ sattfindet. Es wird Snowdons Beobachtung unterstützt, dass den (transzendentalen) Rückgriff von McDowell die Reichweite seiner disjunktive Wahrnehmungserkenntnistheorie nicht zu verstärken scheint.

Schlüsselworte Disjunktivismus, Wahrnehmungserkenntnis, Objektivitätsanspruch, Schein, Transzendentalismus.

De los principales planteamientos (o explicaciones) actuales en torno al soporte y contenido del conocimiento humano, uno de los más interesantes, desde mi punto de vista, es el que recientemente ha propuesto John McDowell, especialmente en el contexto de una respuesta al escepticismo sobre el conocimiento perceptual. Su obra Mind and World (1994) provocó –y sigue provocando– muchas reacciones, más en contra que a favor, sobre la tesis de que nuestra experiencia (incluso la perceptual) es “conceptual”. Tesis que puede resultar extrema, pero que no parece sencilla de refutar, al menos en los términos en los que McDowell la sitúa, a saber: en el marco del punto de vista de la “espontaneidad” en un sentido kantiano (desde nuestra facultad de sensibilidad), que McDowell considera como una “etiqueta para denominar el hecho de que ahí se hallen implicadas las capacidades conceptuales”1, junto con la crítica al Mito de lo Dado –siguiendo las claves de diagnóstico que ofrece principalmente Sellars–, como posiciones enfrentadas al supuesto de que el mundo tiene una apariencia más allá de la que nuestra experiencia de él alcanza a percibir o concebir. La posición contraria –los intentos de esclarecer los soportes de nuestra experiencia del mundo más allá de nuestra experiencia, o desde lo que hay antes de nuestra experiencia– está representada (en Mind and World) fundamentalmente por las teorías de “estados de sistemas informativos” que defienden la posibilidad de poseer “contenidos no conceptuales” (no espontáneos o no articulados ya en la sensibilidad) que exceden los únicos contenidos con los que puede operar la experiencia sensible y que incluso la regularían (como proponen G. Evans y, sobre todo, Peacocke). Problema que recae, en último término –como intentaré mostrar–, en una discusión sobre si es posible o no refutar los presupuestos trascendentales de nuestra experiencia del mundo sin acudir necesariamente a otros presupuestos trascendentales.

Expresado desde los argumentos de la teoría de la percepción que se deriva del concepto mcdowelliano de experiencia, el problema podría plantearse del siguiente modo: si nuestras experiencias (perceptuales) son comprendidas como premisas desde las que extraemos conclusiones del mundo (como observa McDowell contra Peacocke), la creencia de que nuestra experiencia accede realmente al mundo permanecería sin duda dentro de una opacidad2 que inspiraría explicaciones igualmente opacas o extremadamente especulativas, pues, si interpreto bien a McDowell, parece clara la distinción entre una descripción de lo que se considera necesario para creer o hacer algo, y una descripción de las razones por las que un sujeto cree o hace algo (creencias o acciones para las que el sujeto necesita tener razones) en relación con el mundo externo3. En este punto, la posición disyuntivista de McDowell se enfrenta a un fiabilismo (o justificacionismo fundacionalista) que incurre en mayores dificultades al intentar evitar la circularidad de la explicación de nuestra experiencia perceptiva (p. ej., entre “ser de un color” vs. “tener el aspecto de un color”), cuyo centro de la disputa sería el problema de si son posibles las explicaciones transversales entre descripciones (o definiciones) y contenidos. Desde el planteamiento de McDowell esto no es posible, y ello se debe a que la “transversalidad explicativa” –p. ej., intentar explicar lo que tiene lugar en una percepción o un concepto determinado a partir de una definición de lo que es tener esa percepción o concepto determinado– no puede dar razón del contenido de nuestras percepciones o prescribir lo que ha de percibirse en las condiciones adecuadas que hacen posible nuestra experiencia perceptual, con lo que la circularidad permanecería, por tanto, intacta, incluso como escenario explicativo menos especulativo; además tampoco queda claro –como critica McDowell– que sea posible explicar lo que significa “poseer conceptos” aplicando un requerimiento de no-circularidad, como sugiere Peacocke4. La argumentación de McDowell puede quedar ilustrada con la siguiente afirmación: “no es inteligible lo que es «ser de color rojo», digamos, a menos que se acompañe de la comprensión de qué es «tener el aspecto del color rojo»; la idea de «ser de color rojo» no va más allá que la idea de «tener el aspecto que las cosas rojas tienen cuando estamos en las circunstancias adecuadas»”5.

Aunque la polémica en torno a las deficiencias de la transversalidad explicativa requiere de una exposición más detallada –y resulta crucial para comprender el problema que trataré en este trabajo–, confío en que lo dicho hasta ahora al respecto pueda resultar suficiente para introducir la dificultad específica a la que la epistemología disyuntivista de McDowell intenta dar una respuesta satisfactoria. De momento podría añadir al respecto que conforma un argumento importante en su investigación (o programa más general), inspirada en su comparación de las concepciones de Strawson y Stroud6, sobre la aparentemente imposible anulabilidad de los argumentos trascendentales (incluso en la posición del escéptico sobre el acceso de nuestra experiencia al mundo) en lo referente a las afirmaciones y creencias que tenemos del mundo a partir de nuestra experiencia perceptual, y, lo que resulta más complejo e interesante aún, la posibilidad de circunscribir a la experiencia sensible del mundo este punto de vista trascendental, prescindiendo de un idealismo trascendental. Un enfoque que, a pesar de sobrepasar el ámbito epistemológico, no parece debilitarlo, aunque permanece la pregunta sobre si lo fortalece. Snowdon sostiene que no, por resultar poco clara la combinación mcdowelliana de presupuestos procedentes de distintos modos de argumentación (epistemológico y teórico-empírico), especialmente en el intento de dar respuesta al escéptico sobre si tiene sentido o no hablar de casos en los que nuestra experiencia perceptual del mundo resulta “exitosa” (casos en los que percibimos directa y realmente lo que hay en el mundo).

En este sentido, y en consonancia con la lectura de Snowdon (2009), lo que ofrece mayor dificultad en el planteamiento de McDowell es su especie de “amalgama” –si se me permite– de presupuestos teórico-empíricos y epistemológicos que no parecen encajar con suficiente claridad, aunque sí da lugar a un proyecto de su concepción disyuntiva de la experiencia como “material” para un “argumento trascendental”, en principio, no idealista, como he mencionado antes. Snowdon ha formulado las preguntas oportunas sobre los presupuestos o compromisos de McDowell7 y ciertamente puede observarse esta dificultad en Mind and World, “Criteria, Defeasibility and Knowledge” (1998) y –aunque en menor medida– en “The Disjunctive Conception of Experience as material for a Trascendental Argument” (2008 [2006]). No obstante, este último ensayo y otros trabajos de McDowell –especialmente “Hegel’s Idealims as Radicalization of Kant” (2009)– contribuyen a aclarar algo este aspecto y sus implicaciones en la epistemología disyuntivista. Hacia ello quisiera dirigirme ahora.

Diagnóstico de escepticismo

En efecto –como resalta Snowdon– McDowell aspira haber logrado contener algunas cuestiones cruciales del escepticismo sobre el conocimiento perceptual (y sobre el conocimiento empírico en general). Como afirma McDowell, “las preguntas escépticas carecen de un tipo de urgencia que es esencial para darnos problemas”8. Sin duda, se trata de una afirmación muy pretenciosa. La pregunta que sigue es: ¿cómo se logra esto?, ¿significa ello que aunque sean relevantes las cuestiones escépticas no consiguen alterar su argumentación (de McDowell) respecto a lo que afirmamos sobre el mundo externo? En principio se trata de algo así. Antes de analizarlo más de cerca, quisiera  observar aquí que en ello subyace, según creo, un planteamiento que considero un presupuesto clave de McDowell para su epistemología disyuntivista de la experiencia perceptual, presupuesto que a pesar de parecer muy claro ofrece no pocas dificultades al incorporar una lectura “radicalizada” de Kant, según el autor –y en la línea de Robert Pippin–, a través del idealismo absoluto de Hegel, lo que se supone que debería entrar en conflicto con la propuesta de McDowell. Volveré a ello más adelante.

Es justo el concepto de “apariencia” en la concepción disyuntivista de McDowell lo que supone afirmaciones generales sobre el mundo que ha de admitir cualquier escéptico que niegue la adquisición de conocimiento perceptivo del mundo. La clave de la crítica de McDowell se encuentra en el diagnóstico de escepticismo. Este escepticismo presupone –según McDowell– la “incapacidad de dar sentido a la idea de acceso perceptual directo a hechos objetivos acerca del entorno”9. En otras palabras, el modo más plausible de negar que podemos tener una experiencia perceptiva auténtica (no ilusioria o velada por la subjetividad) del entorno, es mostrando que las experiencias ilusiorias “reproducen” o “imitan” en todo a las no ilusorias (el tradicional argumento de la ilusión, inspirado en el genio maligno de Descartes, o el cerebro en una cubeta):

Lo que da forma a este escepticismo es la idea de que incluso en el mejor de los casos, lo máximo que puede arrojar la experiencia perceptiva permanece cerca de un sujeto que tiene directamente a disposición de él un estado de relaciones de entorno. Considere [posibles] situaciones en las que una persona parece ver, digamos, que hay un cubo rojo frente a ella. La idea es que incluso si nos centramos en el mejor de los casos, su experiencia podría ser tal como es, en todos los aspectos, incluso si no había ningún cubo delante de ella. Esto parece revelar que la experiencia perceptiva provee, como mucho, de avales no concluyentes para afirmaciones sobre el entorno10 (McDowell: 2008).

Sin embargo, este modo de escepticismo no puede estar exento de dar por sentados los elementos disyuntos en la propuesta de McDowell y, por tanto de asumir sus presupuestos, ya que tales elementos (y todos los que puedan surgir de una misma apariencia) parten de la experiencia de la “mera apariencia”, siendo posible únicamente desde ella (desde una apariencia) el surgimiento  de distintos tipos de experiencias perceptuales: “las apariencias perceptuales son o estados objetivos de relaciones que se hacen manifiestas por sí mismas a un sujeto, o situaciones en las que sucede como si un estado objetivo de relaciones se hace manifiesto a un sujeto, aunque ese no sea el modo como son las cosas”11. Hay que advertir que esta formulación (general) ha sufrido diversas interpretaciones que se alejan de las implicaciones del problema que plantea, especialmente en lo que atañe a los elementos disyuntos12. Como bien aclara Snowdon, los correctos elementos disyuntos no se expresan en términos de una contraposición o negación simple (al modo de: o bien se ve algo externo, o bien no se ve algo externo; o se abarca algo del mundo o no se abarca algo del mundo), o en la refutación (y/o defensa) de un “factor común” entre las experiencias disyuntas, a fin de determinar cuál es el elemento disyunto “bueno” y cuál es el “malo”. También aquí la descripción de Paul Snowdon resulta pertinente: “Así, si tenemos los disyuntos correctos, cada uno puede ser un evento, cada uno es una experiencia, cada uno puede ser algo que sucede al sujeto S, cada uno puede producir cierto efecto en el sujeto, y así sucesivamente”13.

Como consecuencia epistemológica de esta concepción, McDowell sostiene que el escéptico (sobre la percepción directa del entorno) “reconoce” que en todo ello persiste una propiedad de la experiencia, a saber, que “pretende ser [una experiencia] de la realidad objetiva”14. El problema escéptico como tal parece surgir, por tanto, de la convicción de que ambas experiencias generales –ver algo y creer ver algo– son de la misma naturaleza15, sin que pueda encontrarse un modo de diferenciar ambas experiencias. Al respecto McDowell propone el siguiente argumento:   

Al menos implícitamente hay aquí un razonamiento que puede exponerse de la siguiente manera. A fin de encontrar inteligible [la idea de] que la experiencia tiene, después de todo, pretensiones objetivas, debemos ser capaces de dar sentido a una clase de experiencias diferenciadas epistémicamente, aquellas en las que (continuado con el caso visual) uno ve cómo son las cosas –aquellas en las que cómo son las cosas se hace visualmente accesible a uno–. Las experiencias en las que simplemente a uno le parece como si las cosas son así, son, por tanto, experiencias que engañosamente se presentan como pertenecientes a la clase diferenciada epistémicamente. De modo que si vamos a comprender la idea de que las experiencias tienen pretensiones objetivas, necesitamos la idea de experiencias que pertenecen a la clase diferenciada epistémicamente16.

Como he comentado antes, las implicaciones epistemológicas de este argumento son notables: aunque no se conceda (por cualquier razón, en este caso por suponer que la percepción real y la ilusoria son de la misma naturaleza) que nuestra experiencia perceptual es capaz de acceder (siguiera en algunos casos) de modo directo al mundo, no puede no concederse que distinguimos tipos de experiencias del mundo, sobre la base, al menos, de una tendencia de la experiencia a diferenciar sus modos de relación con el mundo, impulsada por su pretensión de objetividad. La experiencia perceptual, de suyo, consiste en el intento de desempeñarse con éxito en el mundo, percibiendo las cosas tal como son en el mundo. Este presupuesto no resultaría anulable por el escéptico, según McDowell, porque el diagnóstico de su posición lo lleva implícito.   

McDowell, entre Kant y Hegel

Ahora bien, con esta diferenciación (de experiencias diferenciadas epistémicamente) McDowell entiende también que la pretensión de objetividad de la experiencia, desde su concepción disyuntivista, puede ser introducida como material para un argumento trascendental que ofrecería una respuesta definitiva al escéptico sobre el acceso directo (perceptual) al mundo. Ello porque, al parecer resulta menos convincente asumir tal pretensión simplemente desde el punto de vista epistemológico.

Que para McDowell un escéptico (sobre las afirmaciones que hacemos del mundo por experiencia perceptual) deba admitir, de algún modo, que la experiencia perceptual tiene pretensión de objetividad, se debe en gran parte –según mi lectura– a que asume que toda nuestra experiencia se sustentaría, de modo kantiano, en los resultados de la “unidad de la apercepción”. Al parecer, el principal presupuesto (en deuda con Kant) es que la experiencia surge de una subjetividad que, como resultado de la Deducción trascendental, posee dos funciones: intuir y juzgar, y ambas remiten a la “realidad objetiva” (o inseparabilidad epistemológica de mente y mundo, me arriesgo a interpretar en este contexto). La interpretación de McDowell subraya lo siguiente: “La Deducción [trascendental] desarrolla la idea de una subjetividad que es ambas cosas: [algo] intuitivamente en contacto con la realidad objetiva y [algo] capaz de hacer juicios acerca de ella”17. El punto central para McDowell, como anticipé al comienzo, es que la descripción kantiana del entendimiento (Verstand) desarrolla como concepto clave la espontaneidad, en tanto dicha facultad implica la puesta en marcha de nuestras capacidades de articulación de la experiencia posible y efectiva del mundo18. Esta interpretación de Kant, por parte de McDowell, podría dar razón, parcialmente –aunque no arroje de suyo respuestas esclarecedoras–, de algunas preguntas de Snowdon en torno a la novedosa incorporación de McDowell de un elemento trascendental en su concepción, que en realidad no parece aportar –como he apuntado antes– mayor explicación o fortaleza a su argumentación. Pienso que tal vez ello se debe a que lo que McDowell entiende por “trascendental” se encuentra bastante mediado por la reformulación –o ampliación– de Hegel de la Deducción trascendental de Kant.

Propondré, a continuación, algunas consideraciones iniciales a partir de la comprensión hegeliana del alcance de la Deducción trascendental, desde donde McDowell conforma una particular concepción “trascendental” de su disyuntivismo19. Recupero brevemente algunos pasajes clásicos de Kant y Hegel a los que acude McDowell:

La misma función, que da unidad a las distintas representaciones en un juicio, da también unidad a la mera síntesis de distintas representaciones en una intuición. Unidad, que expresada de modo general, significa el concepto puro del entendimiento20.

La unidad transcendental de la apercepción es la que une en un concepto del objeto todo lo múltiple dado en una intuición. Por eso se llama objetiva21.

Luego cita McDowell (siguiendo también la lectura de R. Pippin) el conocido elogio de Hegel al respecto:

Una de las opiniones más profundas y más correctas que se hallan en su Crítica de la Razón, es la que afirma que la unidad, que constituye la esencia del concepto, tiene que ser reconocida como la unidad originaria-sintética de la apercepción, es decir, como la unidad del: Yo pienso, o sea de la autoconciencia22.

Este conocido elogio de Hegel a Kant acusa una parte importante del pensamiento kantiano que sirve a Hegel de punto de partida para su concepto de concepto (Begriff), especialmente de lo que entiende Hegel como “singularidad del concepto”. Hegel reformula la “síntesis de la apercepción” propuesta por Kant como principio trascendental de los juicios sintéticos a priori. La conocida crítica de Hegel al respecto es que Kant considera una “unidad meramente regulativa del uso sistemático del entendimiento”23, lo que parece reducir –según Hegel– el concepto de objetividad que había logrado Kant a una mera formalidad. Hegel considera que la síntesis de la apercepción descubierta por Kant implica algo más, a saber, “uno de los más profundos principios del desarrollo especulativo”24. Con ello propone que la unidad de las intuiciones, o la posibilidad de los juicios sintéticos, conforma la naturaleza de una entidad cuya “objetividad” es constitutiva tanto del “concepto” que se “hace realidad” íntegra (ni meramente subjetiva, ni meramente objetiva) –en tanto conforma su “determinación progresiva” (Fortbestimmung)–; como de la realidad que se desarrolla de modo autodeterminante.

Para exponer esto, Hegel propone un avance hacia lo que entiende como singularidad (Einzelheit). El concepto, “sin lo múltiple de la intuición sería [algo] vacío o sin contenido”, y en ese sentido sería una “síntesis a priori”, con lo que tiene ciertamente la “determinidad” (¡del objeto, del contenido! según Hegel) en sí mismo25. Ahora bien, si esta determinidad de la síntesis es comprendida como “determinidad del concepto” (Bestimmtheit des Begriffs), entonces no parece haber problema –para Hegel– en comprenderla como “determinidad absoluta” (absolute Bestimmtheit), es decir como singularidad (Einzelheit). Este carácter (singular) haría que el concepto fuera: “fundamento y fuente de toda determinidad y multiplicidad finita”26. La principal consecuencia de ello la podemos encontrar en la más célebre y contundente afirmación de Hegel al respecto:

Antes se ha colegido de la deducción kantiana de las categorías que el objeto, como en el que es unificado lo múltiple de la intuición, es esta unidad sólo a través de la unidad de la autoconciencia. La objetividad del pensar es por tanto aquí ciertamente pronunciada, una identidad del concepto y de la cosa, que es la verdad27.

Una cita más categórica aún:

A través de la determinidad de su concepto, a saber, del ser-para-sí abstracto, el cognoscente se refiere ciertamente a un mundo externo, pero en la absoluta certeza de sí mismo para [...] elevar esa verdad formal a verdad real. Él tiene en su concepto la esencialidad entera del mundo objetivo28. 

La versión de Hegel implica supuestos que un escéptico no podría evitar dudar. Esto quizás requiere  una explicación más amplia que excedería el contexto de este estudio. Sólo quisiera mencionar aquí dos aspectos que podrían considerarse, provisionalmente, al respecto: uno que afecta buena parte de las lecturas tradicionales que separan considerablemente a Hegel de Kant en relación con el carácter trascendental de la unidad de la apercepción, y otro que afectaría directamente al proyecto de McDowell.

En primer lugar, no parece claro que este planteamiento –radical, como resalta McDowell– de Hegel tenga un mayor alcance que el carácter trascendental de la deducción kantiana, más aún, parece que sólo añadiría que los contenidos de la conciencia (y también de la percepción) son “objetivos” porque de suyo es posible que la experiencia realice y compendie las dimensiones de la realidad (objetividad y subjetividad) y esto sea comprendido, en último término, como “concepto” (o auto-concepción absoluta y libre, constitutiva de la realidad: concreta, subjetivo-objetiva, “viva”, “resultado de sí misma”, “consciente de sí”, etc.), cuya máxima expresión es la conciencia de sí, la cual es ambas cosas: causa y resultado de sí. Este punto de vista es, sin duda, más radical –que el kantiano– porque supone, como se ha dicho, que todos sus procesos (impulsos, momentos, figuras y resultados) son “constitutivos” de la realidad, en tanto totalidad dinámica. Ante este planteamiento sólo queda creer o no (especulativamente) que ello es realmente así, o situarnos nuevamente en el punto de partida de la deducción trascendental, reconociendo que hay una clara distinción entre “dimensiones” de la realidad que se solapan mutuamente. En fin, creo que el esfuerzo de Hegel por superar el formalismo ha planteado una certera crítica a los presupuestos de la concepción trascendental kantiana de “objetividad”29, sin embargo, no logra superar del todo el “punto de vista trascendental”, incluso lo fortalece en muchos momentos de su exposición.

En segundo lugar –en lo que atañe al proyecto (en particular a la epistemología) de McDowell–, no está claro cómo, apelando a la radicalización de Hegel, pueda permanecer “libre de idealismo” su sugerente concepción disyuntivista de la relación de mente y mundo, sobre todo cuando se trata de buscar razones (o materiales de argumentos trascendentales) para hacer ver al escéptico que su posición asume presupuestos infundados acerca del posible acceso perceptual al mundo externo, aspecto que la posición disyuntivista de McDowell logra evitar. Como observa Snowdon, el asunto se complica al intentar sacar algo en común de dos modos distintos de argumentar (teorético–trascendental y epistemológico) –al que yo añadiría también un tercero: el especulativo– aunque no deja der plausible la descripción mcdowelliana de las implicaciones epistemológicas que motivan esa búsqueda, proponiendo desde un punto de vista trascendental (sin compromisos con algún modo de idealismo). Su planteamiento disyuntivista adquiere cierta forma dialéctica que asume la recepción hegeliana de la concepción estoica de la libertad del pensamiento y la idea kantiana de espontaneidad del sujeto y “coerción” del mundo externo30. Quizás estos sean dos de los principales presupuestos y compromisos teóricos de McDowell en su intento de darle sentido a la idea que la mente “accede” al mundo, incluso si se sospechara que esto no es posible. Una idea que parece no requerir de presupuestos extra-epistemológicos para que funcione el argumento que contiene en clave disyuntivista: la pretensión de objetividad de la experiencia no resulta fácilmente anulable y su alcance puede implicar, al menos epistemológicamente, la imposibilidad de negar –de alguna manera– que nuestra percepción acceda de modo directo al mundo.

Notas  

 
1     McDowell, Mind and World, Cambridge: Harvard University Press, 1996, p. 9 (en adelante MW); versión castellana: Mente y mundo, M. Quintana (trad.), Salamanca: Sígueme, 2003, p. 45, (en adelante MM). Incorporo la paginación de ambas ediciones, en algunas citas modifico ligeramente la traducción.

2     “Si el papel de la experiencia fuese el de ofrecer premisas para una argumentación acerca del mundo, entonces esa experiencia sólo podría quedar como algo opaco” (McDowell, MW, p. 165; MM, p. 255).

3     MW, p.163; MM, p. 252.

4     MW, p. 168s; MM, pp. 258ss.

5     MW, p. 29; MM, p. 72.

6     McDowell 2008, p. 376.

7     Snowdon 2009, pp. 138ss

8     MW, p. 113. Snowdon 2009, p. 133.

9     McDowell 2008, p. 378. Para un análisis detallado del argumento, véase Snowdon 2009, pp. 146ss.

10   McDowell 2008, p. 378.

11   McDowell 2008, pp. 380s.

12   Una detallada aclaración de la correcta comprensión de los elementos disyuntos en la epistemología de McDowell, en respuesta a los malentendidos de Blackburn, se encuentra en Snowdon 2009, p. 140ss.

13   Snowdon 2009, p. 141.

14   McDowell 2008, p. 382.

15   Sugerencia de Snowdon 2009, p. 144, para explicar la razón por la que el escéptico no le encuentra sentido a la noción de “acceso perceptual directo a hechos objetivos”.

16   McDowell 2008, p. 380.

17   McDowell 2009, p. 71. [Añadidos míos].

18   McDowell 2009, p. 71.

19   McDowell 2009, pp. 69ss. Sobre la alusión a Hegel, acude a Pippin 1989.

20   Kant, KrV B104-5

21   Kant, KrV B139

22   Hegel, GW 12, pp. 17-18; CL, p. 517.

23   Hegel, GW 12, p. 23.

24   Hegel, GW 12, p. 23.

25   Cf. Hegel, GW 12, p. 23

26   Hegel, GW 12, p. 23.

27   Hegel, GW 12, p. 23.

28   Hegel, GW 12, p. 199.

29   En otro lugar he examinado esta opinión, véase Franco 2004.

30   He comentado en otro lugar la recepción, por parte de McDowell, de este y otros “elementos” o “materiales” del pensamiento de Hegel. Véase Franco 2010.

Referencias

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