Saber
versión On-line ISSN 2343-6468
Saber vol.27 no.4 Cumaná dic. 2015
INFECCIÓN POR Toxocara canis: SEROEPIDEMIOLOGÍA EN ESCOLARES DE CIUDAD BOLÍVAR, ESTADO BOLÍVAR, VENEZUELA
Toxocara canis INFECTION: SEROEPIDEMIOLOGY IN SCHOOL CHILDREN FROM CIUDAD BOLIVAR, BOLÍVAR STATE, VENEZUELA
Rodolfo Devera, Ytalia Blanco, iván amaya, Ixora Requena, Rosario Tutaya, Angélica González, José Nastasi-Miranda, Yulette Lizardi, María Madrid, Yennifer Rivero, Jorgis Rodríguez, José Cárdenas, Cindy Carvallo, Reanna Wells, Rebecca Sherman, Carlos Pavón, Egleemar Rivas
Universidad de Oriente, Núcleo de Bolívar, Escuela de Ciencias de la Salud, Departamento de Parasitología y Microbiología, Ciudad Bolívar, Venezuela E-mail: rodolfodevera@hotmail.com
RESUMEN
La seroprevalencia de infección por el nematodo, Toxocara canis es elevada en algunos grupos poblacionales de Venezuela. Sin embargo, en escolares hay pocos estudios, por lo que la situación clínico-epidemiológica real es desconocida. Entre abril y junio de 2013 se evaluaron 475 niños entre 5 y 14 años de edad (8,85 ± 1,78 años), 234 (51,2%) femeninos y 223 (48,8%) masculinos, pertenecientes a cinco unidades educativas de Ciudad Bolívar, estado Bolívar, Venezuela, para determinar la prevalencia de anticuerpos IgG contra Toxocara canis. Con el consentimiento del representante de cada niño participante, se llenó una ficha epidemiológica y se tomó una muestra sanguínea para aplicación de prueba serológica (ELISA IgG, RIDASCREEN® Toxocara IgG, Laboratorios R-Biopharm). La prevalencia global de anticuerpos anti-Toxocara canis en la población evaluada fue de 58,9% (269/457). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas según la edad (χ2 = 5,82; g.l.: 4; p = 0,21) y el género (χ2 = 0,81; g.l.: 1; p = 0,37). Al estudiar algunos factores (bióticos, socio-económicos y ambientales) relacionados a la infección por Toxocara canis se encontró que ninguno de ellos resultó significante estadísticamente ( p > 0,05). En conclusión, se determinó una elevada seroprevalencia de infección por Toxocara entre los escolares evaluados, por lo que se hace necesario realizar estudios clínicos adicionales así como implementar campañas de prevención y control.
Palabras clave: Toxocariosis, seroprevalencia, niños.
ABSTRACT
The seroprevalence of infecions by the nematode, Toxocara canis is high in some population groups in Venezuela. However, there are few studies in school children, so the actual clinical-epidemiological situation is unknown. Between April and June of 2013, 475 children between 5 and 14 years old (8.85 ± 1.78 years), 234 (51.2%) females and 223 (48.8%) males, from five schools in Ciudad Bolívar, Bolívar State, Venezuela, were evaluated to determine the prevalence of T. canis antibodies. With the consent of the representative of each participating child, an epidemiological data sheet was filled up and a blood sample was taken to apply a serological test (ELISA IgG, IgG RIDASCREEN® Toxocara, Laboratories R-Biopharm). The prevalence of antibodies to T. canis in the population evaluated was 58.9% (269/457). There was no statistically significant difference according to age (χ2 = 5.82; d.f.: 4; p = 0.21) or gender (χ2 = 0.81; d.f.: 1; p = 0.37). Some factors (biotic, socioeconomic and environmental) related to infections with T. canis were studied but none was statistically significant. In conclusion, we determined a high seroprevalence (58.9%) of T. canis infection in school children without differences regarding age or gender. It is necessary to perform additional clinical studies and to implement prevention and control campaigns.
Key words: Toxocariasis, seroprevalence, children.
INTRODUCCIÓN
La toxocariosis humana es una infección accidental causada por larvas de helmintos nematodos del género Toxocara spp. Las especies reconocidas como causantes de esta infección en el humano son T. canis, T. cati y T. vitalorum, encontrados naturalmente en perros, gatos y bovinos, respectivamente. La primera de estas especies ha sido relacionada con mayor frecuencia en la etiología de esta parasitosis. La enfermedad se conoce también como síndrome de larva migrante visceral (LMV), y fue informado por primera vez en 1952 por Beaver, quien identificó a T. canis como su agente etiológico; posteriormente, se le reconoce como una enfermedad multisistémica (Magnaval et al. 2001, Despommier 2003, Chen et al. 2012).
En el caso de T. canis, los perros son los hospederos naturales; en ellos, la vía de infección oral es por ingesta de huevos infectantes o accidentalmente al ingerir hospedadores de transporte (paraténesis). Una vez presentes en el intestino, las larvas realizarán su migración por el organismo (pared intestinal, torrente sanguíneo, corazón, pulmón, tráquea) hasta llegar nuevamente al intestino donde alcanzarán su madurez sexual. Los perros hembra pueden infectar a sus crías a través de la placenta o por vía galactógena (Overgaauw 1997, Despoimmer 2003).
La infección humana es una zoonosis adquirida principalmente a través el suelo, donde la geofagia y hábitos higiénicos deficientes, incrementan el riesgo para padecerla. Otro mecanismo para la dispersión de los huevos es el consumo de aguas y/o alimentos contaminados. Asimismo, las lluvias y el viento, también pueden ser una forma de dispersión. Finalmente, existe la posibilidad que ocurra la transmisión mediante trasplante de órganos (Despommier 2003).
Para que la infección humana ocurra es necesario ingerir huevos con larvas de este nematodo, sin embargo, existen informes de personas con la parasitosis que nunca han tenido perros en sus domicilios, lo que ha llevado a considerar la importancia de la contaminación con materia fecal canina en áreas de recreación pública, lugares de juego de niños y calles de la ciudad donde abundan estos animales, especialmente en los países en vías de desarrollo de América Latina, como Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela (Minvielle et al. 2003, Scaini et al. 2003, Capuano y Rocha 2005, Cazorla et al. 2007, Devera et al. 2008, Martínez-Barbabosa et al. 2008, Manini et al. 2012).
En los humanos (hospedador paraténico), cuando los huevos de estos parásitos son ingeridos accidentalmente, las larvas del segundo estadío (L2) son liberadas en el intestino, atraviesan la mucosa y migran a través del cuerpo, quedando enquistadas en diversos órganos y/o tejidos, siendo incapaces de completar su ciclo biológico (Despommier 2003). Según la localización, origina un síndrome característico, el cual puede variar en severidad desde casos asintomáticos hasta la muerte del individuo, cuando hay compromiso cerebral, pasando por la ceguera en las formas oculares de la infección e inclusive por manifestaciones cardiovasculares. Ello dependerá de diversos factores como número de huevos embrionados ingeridos, la frecuencia de ingestión, el sitio de la migración larval, y la respuesta inflamatoria del hospedero, siendo la infección más severa en niños (Overgaauw 1997, Despoimmer 2003, Delgado y Rodríguez-Morales 2009, Bolívar y Rodríguez 2013).
En el caso particular de los niños en edad escolar, la toxocariosis puede afectar su capacidad cognitiva, causar epilepsia y/o meningoencefalitis (toxocariosis cerebral), pero también puede llevar a trastornos oculares diversos (toxocariosis ocular), que pueden incluso terminar en ceguera. Finalmente, se describen crisis asmatiformes que pueden ser confundidas con otras etiologías (Despoimmer 2003, Delgado y Rodríguez-Morales 2009, López et al. 2010).
El diagnóstico definitivo (parasitológico) de la toxocariosis se logra con la localización de las larvas migrantes en biopsias de los tejidos afectados del paciente (un hecho casi excepcional) o en necropsias (Despoimmer 2003). Pero ante esta dificultad, el diagnóstico inmunológico (serología) suele ser el más empleado. Las pruebas serológicas usadas se basan en la detección de anticuerpos por diversas técnicas, siendo las de tipo inmuno enzimático, especialmente la ELISA (Enzyme-Linked ImmunoSorbent Assay-Ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas) una de las más empleadas. Éstas usan antígenos de excreción/secreción de larvas L2/L3 de T. canis que tienen diferentes especificidades (90-92%) y sensibilidades (75-86%), según la calidad del antígeno utilizado y que detectan inmunoglobulinas totales (Espinoza et al. 2003, López et al. 2005a, Fernández et al. 2009, Nieves et al. 2012). La especificidad puede mejorar si se determina la avidez de la IgG (Marino et al. 2011). Cuando un resultado de ELISA es positivo se puede confirmar por Western- Blot, que es tan sensible como el ELISA, pero es más específico cuando se consideran las bandas de bajo peso molecular (de 24 a 35 kilodaltons) (Nieves et al. 2012).
En Latinoamérica se han realizado varios estudios seroepidemiológicos y clínicos sobre toxocariosis, que han demostrado la importancia de esta enfermedad (Alderete et al. 2003, Espinoza et al. 2008, Tinoco- Gracia et al. 2008, Colli et al. 2010, Manini et al. 2012). De acuerdo con esos estudios, la prevalencia serológica es muy variable y puede oscilar entre 2 y 67%, siendo marcadamente mayor entre la población escolar (Delgado y Rodríguez-Morales 2009).
En Venezuela, los estudios sobre T. canis y su infección no se limitan solo a evaluaciones seroepidemiológicas en humanos; también se ha determinado su presencia en perros (Vallee y Lunar 1985, Ramírez-Barrios et al. 2004, Flores y Rojas 2008, Tortolero Low et al. 2008), plazas públicas (Cazorla et al. 2007, Devera et al. 2008), patios de viviendas (Flores y Rojas 2008, Gallardo y Camacho 2012) e incluso se han realizados ensayos terapéuticos (Delgado et al. 1989, 2008) y pruebas para diagnóstico (Nieves et al. 2012, Mosquera et al. 2014).
Los estudios serológicos para toxocariosis se iniciaron en nuestro país a partir de los trabajos pioneros de Lynch y Pifano a finales de los años 80 del siglo pasado. En el primero se demostró que la seroprevalencia era mayor en el medio rural (Lynch et al. 1988); mientras que en el segundo se señaló una elevada prevalencia serológica de 66,7% en niños de 2-7 años de Caracas (Distrito Federal) (Pifano et al. 1989).
En 2007, se encontró una prevalencia de anticuerpos contra el parásito de 29,5% en una comunidad rural del estado Anzoátegui, región nor-oriental (Houda y Salvador 2007). En la comunidad Agua Azul del estado Yaracuy, región occidental, se obtuvo 25,9% de sepositividad en la población infantil; además, 25,7% de los caninos resultaron positivos a este parásito y 81,8% de los patios examinados estaban contaminados por huevos del nematodo (Gallardo y Camacho 2012). En el año 2010, se evaluaron 110 habitantes de una comunidad de indígenas de la Sierra de Perijá, estado Zulia, región noroccidental, encontrándose una seroprevalencia de 21,7% (Díaz-Suárez et al. 2010). Específicamente en población escolar los datos disponibles son escasos. En este grupo etario, la seroprevalencia oscila entre 9,7% para el estado Zulia (García-Pedrique et al. 2004), 19% para el estado Anzoátegui (Fernández et al. 2009) y 34% para el estado Lara (De Abreu et al. 2011).
En el caso del estado Bolívar, en la Guayana Venezolana, se ha reconocido desde hace muchos años el riesgo potencial para la salud que representa el género Toxocara spp. Varios aspectos del ciclo biológico del parasito han sido estudiados mediante infección experimental en ratones (Rodney y Siverio 2003). También se ha demostrado el riesgo potencial de las plazas y parques e incluso de los patios de las casas en Ciudad Bolívar, al encontrarse una elevada prevalencia de huevos de Toxocara spp. en muestras de tierra y heces caninas de estos sitios (Devera et al. 2008, Flores y Rojas 2008).
Con base en lo anterior, y ante la ausencia de estudios seroepidemiológicos de la toxocariosis en población escolar del estado Bolívar, se decidió realizar un estudio para determinar la prevalencia de anticuerpos contra T. canis en niños matriculados en cinco unidades educativas de Ciudad Bolívar, estado Bolívar, Venezuela.
MATERIALES Y MÉTODOS Tipo de investigación y área de estudio
Se realizó un estudio de tipo descriptivo y transversal en una muestra de la población escolar de cinco unidades educativas de Ciudad Bolívar, entre abril y junio de
2013. Ciudad Bolívar (08º 07 45 LN 63º 32 27 LO) es la capital del municipio Heres y también del estado Bolívar al sur de Venezuela. Cuenta con una población estimada de 340.000 habitantes. La región posee una zona bioclimática del tipo Bosque Seco Tropical (BST), con precipitación y temperatura promedio de 1.000-
1.800 mm y 22-29ºC (Ewel et al. 1976). El tipo de suelo predominante es el oxisol (= latosol), caracterizado por ser ácidos, rico en óxidos de hierro y aluminio, humus escaso y la máxima filtración de los materiales solubles hasta los estratos inferiores (USDA 1999).
Universo y muestra
El universo estuvo representado por todos los niños matriculados (n = 1759) en las cinco instituciones seleccionadas durante el periodo escolar 2012-2013. La muestra estuvo conformada por 457 niños (26%), que fueron seleccionados aleatoriamente de cada grado y sección en cada institución. No se realizó la evaluación de todos los niños en cada escuela debido a la limitante del elevado costo de adquisición del estuche comercial para realizar el ELISA.
Aspectos bioéticos
Cada uno de los seleccionados debía estar de acuerdo en participar y para ello cada padre o representante firmó el consentimiento informado respectivo, garantizándose además que se preservaría la confidencialidad de la información obtenida. Para motivar la participación se dieron charlas informativas previas en cada sección. Este trabajo en su fase de proyecto fue aprobado por el Comité de Bioética en Investigación de la Universidad de Oriente, Núcleo de Bolívar (expediente CDEI-No.
0004/13 del 11 de febrero de 2013).
Encuesta epidemiológica
De cada niño seleccionado se llenó una encuesta donde se recolectaron datos de identificación, epidemiológicos de interés y posibles factores asociados (bióticos, sociosanitarios y ambientales). Esta encuesta se llenó mediante interrogatorio individual tanto al niño como al representante. El estudio de las condiciones sociosanitarias y económicas del grupo familiar de los escolares se realizó mediante el método de Graffar modificado para Venezuela (Méndez-Castellano et al. 1986).
Estudio serológico
De cada individuo se tomaron 10 cc de sangre venosa usando tubos de ensayo sin anticoagulante. Este procedimiento se llevó a cabo en la escuela y los tubos con la sangre fueron etiquetados y transportados en cavas de anime hasta el Laboratorio de Virología de la Escuela de Ciencias de la Salud, Universidad de Oriente, Núcleo de Bolívar. Allí se procedió a separar el suero, luego
dividirlo en dos o tres porciones y congelarlo a menos de 70ºC hasta su uso. Las muestras fueron procesadas mediante el estuche RIDASCREEN® Toxocara IgG
10-01-04 7 de Laboratorios R-Biopharm (Alemania), el cual es un Ensayo Inmunoenzimático (ELISA) para la detección cualitativa de anticuerpos de la clase de IgG dirigidos contra Toxocara canis en muestras de suero o plasma humano. La sensibilidad y especificidad puede ser mayor a los de otros ELISA comerciales: 100% y 98,4%, respectivamente. Los niveles de anticuerpos pueden variar de un paciente a otro. Un resultado negativo no excluye una toxocariosis, debido a que en estadios iniciales de la infección puede que el contenido de anticuerpo sea tan bajo, que la prueba resulte negativa (Rivarola et al. 2009).
El procedimiento se realizó siguiendo las instrucciones del fabricante. Al final, se midió la absorbancia a 450 nm en un lector óptico automático (Rayto RT2100 Microplate Reader). Siguiendo las instrucciones del inserto del producto se determinó el cut-off del ensayo. Se consideró positiva toda muestra con un valor de cut-off igual o superior al determinado según las instrucciones (Rivarola et al. 2009, Anónimo 2012).
Análisis estadístico
Con la información obtenida se construyó una base. Para determinar la asociación entre los factores asociados a toxocariosis y la seropositividad, se empleó la prueba Ji al cuadrado (χ2) de Pearson con un margen de seguridad del 95%. Todos los cálculos se realizaron con el programa SPSS 21.0 para Windows.
RESULTADOS
Se evaluaron 457 niños entre 5 y 14 años de edad (media de 8,8 años y una desviación estándar de 1, 8 años) pertenecientes a cinco escuelas de Ciudad Bolívar. Los grupos más evaluados fueron el de 7 a 8 años con 179 niños (39,2%) y el de 9 a 10 con 144 (31,5%). Con relación al género, se evaluaron 234 infantes (51,2%) del género femenino y 223 (48,8%) del masculino. La prevalencia global de anticuerpos IgG anti-Toxocara canis en la población escolar evaluada fue de 58,9%, lo que corresponde a 269 niños reactores.
En términos absolutos, en los niños menores de 10 años se encontró el mayor número de seropositivos, sin embargo, no hubo diferencias estadísticamente significativas entre grupos de edades (χ2 = 5,82; g.l.: 4; p = 0,21) (Tabla 1). Con relación al género, se encontró 49,4% (133/269) de seropositividad entre las niñas y 50,6% (136/269) en niños, sin diferencia estadísticamente significativa (χ2 = 0,81; g.l.: 1; p = 0,37).
Al estudiar otros posibles factores relacionados a la infección por T. canis (Tabla 2), se encontró que ninguno de ellos resultó estadísticamente significante (p > 0,05). Sin embargo, se observó que 77,2% de los niños tenían perros en casa, y 70,7% jugaban con ellos; también un porcentaje importante (73,7%) visitaba parques y tenían patios de tierra en sus casas (80,3%). El 61,5% indicó que había desparasitado a sus perros. La geofagia se evidenció solo en el 8,3% de los niños evaluados. Con relación al estrato socioeconómico de los grupos familiares de los escolares evaluados, según el método de Graffar modificado, en todos los estratos se diagnosticaron casos de niños reactores, aunque la mayor cantidad de seropositivos ocurrió en los estratos IV-V (60,2%), pero esa diferencia no fue estadísticamente significativa (χ2 = 0,44; g.l.: 4; p = 0,51). Aunque el 95,8% de los padres dijeron saber que sus hijos pueden adquirir enfermedades de los perros, apenas 8 (1,8%) conocían lo que es la toxocariosis. Ninguna de estas dos variables fue un factor asociado a una mayor prevalencia de infección por T. canis.
DISCUSIÓN
La seroprevalencia determinada (58,9%) fue mayor a la señalada en otros países latinoamericanos, especialmente cuando se consideran los estudios realizados en escolares: entre 12,1% y 51,6% en Brasil (Alderete et al. 2003, Lima Coelho et al. 2005, Colli et al. 2010); de 7,3% a 41,2% en Colombia (Acero et al. 2001, Mendoza-Meza et al. 2010); 32,4% en Perú (Espinoza et al. 2008); 10,6% en México (Tinoco-Gracia et al. 2008) y 38,8% en Cuba (Sariego et al. 2012). Aunque en otros trabajos, la seroprevalencia coincide con la aquí encontrada. Es así que López et al. (2005a) en Argentina, determinaron una seropositividad de 67% entre 182 niños evaluados mediante una prueba ELISA- IgG similar a la aquí empleada. Igualmente, Rivarola et al. (2009) en Paraguay, señalaron 76% de seropositividad en niños de dos comunidades rurales.
Con relación a Venezuela, es una de las seropositividades más elevadas que se han encontrado. La única excepción es el estudio realizado por Pifano et al. (1989), donde determinaron una prevalencia superior de 66,6%, pero en el resto de los estudios disponibles la seroprevalencia varió de un mínimo de 9,7% a un máximo de 34,4%; esto considerando varios grupos poblacionales no solamente niños: entre 1,8 y 20% en Caracas (Lynch et al. 1988); 29,5% en habitantes de una población del estado Anzoátegui (Houda y Salvador 2007) y 9,7% en niños escolares de esa misma entidad federal (Fernández et al. 2009); 25,7% en una comunidad de Yaracuy (Gallardo y Camacho 2012); 21,7% en indígenas de la Sierra de Perijá, estado Zulia (Díaz-Suárez et al. 2010) y 9,7% en niños preescolares de ese mismo estado (García- Pedrique et al. 2004) y 34% en niños del estado Lara (De Abreu et al. 2011).
Estos casos seropositivos requieren de una confirmación mediante Western Blot (López et al. 2005b). Posiblemente algunos de estos casos sean falsos positivos; además, que no es posible saber si se trata de infecciones agudas o crónicas debido a la limitante del estuche empleado que solo mide IgG.
Con relación a la edad, en todos los grupos, se identificaron casos aunque con mayor frecuencia serológica entre 7 y 10 años, pero sin diferencias estadísticamente significativas, coincidiendo con otros trabajos (Fernández et al. 2009). Este hallazgo pudiera explicarse porque los niños entre 5 y 14 años están expuestos a similares factores de riesgo. En otras investigaciones se ha observado que puede prevalecer en uno u otro grupo (García-Pedrique et al. 2004, Houda y Salvador 2007, Espinoza et al. 2008, Rivarola et al. 2009, De Abreu et al. 2011). Se esperaba que en los niños menores se encontrara el mayor número de seropositivos, debido a que ellos están más frecuentemente en contacto con los suelos, tienen el hábito de llevarse los dedos a la boca y suelen ingerir diversos elementos encontrados en el medio (Acero et al. 2001).
Similar a otros estudios, ambos géneros fueron afectados por igual (Alonso et al. 2004, García- Pedrique et al. 2004, Houda y Salvador 2007, Fernández et al. 2009). El género no parece ser un factor para toxocariosis, pues pareciera que sin importar el sexo, los niños se exponen a similares factores de riesgo (García- Pedrique et al. 2004, Chiodo et al. 2006, Espinoza et al. 2008, Tinoco-Gracia et al. 2008, Colli et al. 2010, Díaz- Suárez et al. 2010, De Abreu et al. 2011). Sin embargo, en algunos estudios el género masculino resultó más afectado, debido a diferencias en el comportamiento o los juegos que realizan los varones que los exponen más que a las niñas a ambientes contaminados (Schantz 1989, Alonso et al. 2000, Alderete et al. 2003, Espinoza et al. 2008, Sariego et al. 2012).
Cuando se evaluaron otros factores que pudieran favorecer la infección por T. canis, si bien varios fueron más comunes entre los seropositivos, ninguno fue estadísticamente significativo. Este hallazgo contrasta con los resultados de otros investigadores que sí encontraron relación con algunos factores como el contacto con perros y viviendas con patio de tierra (Wolfe y Wright 2003, Alonso et al. 2004, López et al. 2005a, Espinoza et al. 2008, Mendoza-Meza et al. 2010, Gallardo y Camacho 2012), visitar parques (Espinoza et al. 2008, Tinoco-Gracia et al. 2008), o la geofagia (Wolfe y Wright 2003, Alonso et al. 2004, Espinoza et al. 2008, Gallardo y Camacho 2012).
Las poblaciones más deprimidas socio- económicamente suelen ser las más afectadas por la toxocariosis, como lo demuestra el hallazgo de elevadas prevalencias en comunidades o individuos que viven en esta situación (Alonso et al. 2004, Houda y Salvador 2007). Pero no siempre es posible establecer un relación entre el nivel socio sanitario y económico y mayor seropositividad (Minvielle et al. 2003). Eso justamente sucede en el presente estudio, donde si bien la mayor cantidad de casos seropositivos ocurre en el estrato IV con condiciones deficientes desde el punto de vista social y económico no se encontraron diferencias estadísticamente significativas, pues también se diagnosticaron casos en los otros estratos.
Varios factores pudieran explicar esta elevada seroprevalencia. Además de los ya discutidos, también se podrían considerar, entre otros, el hacinamiento y la geofagia indirecta. Esta última puede ocurrir por ejemplo cuando el niño juega en patios de tierra, ya sea en su casa o en parques (Nunes et al. 2000, Alderete et al. 2003, Guimarães et al. 2005, Cazorla et al. 2007, Oliveira et al. 2007, Devera et al. 2008, Flores y Rojas 2008, Neves y Massara 2009, Colli et al. 2010, Cassenote et al. 2011, Gallardo y Camacho 2012). En la zona estudiada se ha documentado la presencia del parásito en estos sitios, así que es factible que ello ocurra (Devera et al. 2008, Flores y Rojas 2008).
En otros países de Latinoamérica existen normas y ordenanzas municipales y estadales sobre el control de animales sin dueños en las ciudades; sin embargo, no siempre se aplican (Minvielle et al. 2003, Tinoco- Gracia et al. 2008). Desconocemos si estas normas existen en Ciudad Bolívar, pero no se aplican, como lo demuestra la gran cantidad de perros con y sin dueño, que frecuentemente se observan en las diferentes plazas y parques de la ciudad, y en cuyos suelos se ha verificado la presencia de Toxocara spp. (Devera et al. 2008). En estos sitios de recreación puede ocurrir una interacción importante entre los agentes etiológicos y los niños que puede llevar potencialmente al proceso infeccioso. En las visitas realizadas a las escuelas estudiadas se verificó la presencia de perros conviviendo junto con los niños en las áreas de juego y en los pasillos. Otro hecho resaltante en el presente estudio es que de los 353 casos que tenían perros, el 61,5% indicó que los animales habían sido desparasitado al menos una vez durante su vida. Si bien este factor no se asoció estadísticamente con la seropositividad en los niños, hay que tenerlo presente, pues muchos dueños no pudieron precisar el medicamento usado; además, esta desparasitación no necesariamente se realizó bajo control veterinario sino de forma empírica o por recomendación de alguna persona no capacitada.
Finalmente, aunque la mayoría de los padres y representantes (95,8%) dijeron saber que estos animales pueden transmitir enfermedades a sus hijos, solo ocho (1,8%) conocen la toxocariosis. Es por ello que esta parasitosis debe ser considerada dentro de los programas de salud e higiene escolar y se requieren de medidas de prevención. Éstas pudieran incluir el control veterinario de los perros, la reducción de la población de caninos sin dueños existentes en la ciudad, y un exhaustivo programa de educación sanitaria que permita cambiar las actitudes de los dueños de estas mascotas en lo relativo a su responsabilidad en el descarte adecuado de las heces de sus animales, y de esta forma evitar o disminuir la transmisión del parásito entre animales y personas.
CONCLUSIONES
Se determinó una elevada seroprevalencia (58,9%) de infección por Toxocara canis entre los escolares evaluados sin diferencias con relación a la edad ni el género. Aunque en algunos de los escolares seropositivos estuvieron presentes varios factores, potencialmente asociados con toxocariosis, ninguno fue estadísticamente significativo. Sin embargo, se hace necesario realizar estudios clínicos y epidemiológicos adicionales, así como implementar campañas de prevención y control.
AGRADECIMIENTOS
A todos los niños participantes, padres, representantes y personal docente de las escuelas evaluadas por su colaboración.
Trabajo financiado por el Consejo de Investigación, Universidad de Oriente, Proyecto (CI-5-040605- 1822/12): Seroepidemiología de la toxocariosis en escolares de Ciudad Bolívar, estado Bolívar.
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