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Agroalimentaria

versión impresa ISSN 1316-0354

Agroalim v.16 n.30 Mérida ene. 2010

 

EL CAPITALISMO RENTÍSTICO Y EL SISTEMA ALIMENTARIO VENEZOLANO (SAV) 1

Gutiérrez S., Alejandro 2

2 Economista (Universidad de Los Andes, ULA, Venezuela); M.Sc. en Economía Agrícola (Iowa State University, EE.UU.); Doctor en Estudios del Desarrollo (CENDES-Universidad Central de Venezuela). Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales-ULA e Investigador del Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL), Universidad de Los Andes. Dirección Postal: Núcleo Liria, Edificio G «Leocadio Hontoria», 2º piso, CIAAL. Mérida 5101, Venezuela. Teléfono-fax: +58-274-2401031; +58-274-2403855; agutie@ula.ve

 RESUMEN

En este artículo se analizan los mecanismos a través de los cuales la condición de Venezuela como economía de capitalismo rentístico afecta el desempeño del Sistema Alimentario Venezolano (SAV). Una vez que se define y caracteriza el capitalismo rentístico, así como la forma cómo éste determinó la evolución de la economía venezolana, se procede a explicar los efectos de la renta petrolera sobre los principales macroprecios de la economía (tipo de cambio real, tasa de interés real y salarios reales) y, a través de ellos, sobre el SAV.

Palabras clave: renta petrolera, capitalismo rentístico, macroprecios, sistema alimentario, SAV, Venezuela.

ABSTRACT

This article analyses the mechanisms trough the condition of Venezuela as an economy of rentistic capitalism affects the Venezuelan Food System (VFS). Once the rentistic capitalism is defined and characterized, as well as the way that influenced the evolution of the Venezuelan economy, the main effects of the oil rent on the main macro prices of the economy and trough those on the VFS were analyzed.

Key words: oil rent, rentistic capitalism, macro-prices, food system, VFS, Venezuela.

RÉSUMÉ

Dans cet article on analyse les mécanismes à travers lesquels la condition du Venezuela comme étant une économie du type capitalisme rentier affecte la performance du Système Alimentaire Vénézuélien (SAV). Dès qu’il est défini et caractérise le capitalisme rentier, ainsi que la forme dont il a déterminé l’évolution de l’économie vénézuélienne, nous procédons à expliquer les effets des revenus pétroliers sur les principaux indices macro-prix de l’économie (taux de change réel, taux d’intérêt réel, salaires réels) et, à travers eux, sur le Système Alimentaire Vénézuélien (SAV).

Mots-clé: revenu pétrolier, capitalisme rentier, macro-prix, système alimentaire, SAV, Venezuela.

1. INTRODUCCIÓN

En este artículo se presenta una reflexión sobre la economía venezolana, su condición de economía de capitalismo rentístico y sobre cómo ésta afecta al funcionamiento del sistema alimentario venezolano (SAV).

La primera parte del artículo analiza el concepto de renta y su aplicación al caso de la explotación de los hidrocarburos. Posteriormente se define el capitalismo rentístico, se aborda el estudio de las características de Venezuela en su condición de economía de capitalismo rentístico y cómo se fue conformando un modelo de acumulación basado en la renta petrolera, que finalmente entra en crisis, sin que la misma sea superada.

En la parte final se analizan los efectos que el capitalismo rentístico tiene sobre los principales macroprecios de la economía y consecuentemente sobre el funcionamiento del SAV.

2. SOBRE EL CONCEPTO DE RENTA Y LA CUESTIÓN PETROLERA

El concepto de renta de la tierra fue abordado, antes que David Ricardo, por otros pensadores (Smith, Malthus, Anderson). No obstante, en la historia del pensamiento económico se le da relevancia al desarrollo del concepto propuesto por Ricardo (en 1817) en su obra «Principios de economía política y tributación», así como al desarrollado por Marx (1894) en el Tomo III de «El capital».

La renta de la tierra la definió Ricardo como: «(…) aquella parte del producto de la tierra que se paga al propietario por el uso de las fuerzas originales e indestructibles del suelo» (Ricardo, 2007: 49).

La teoría Ricardiana de la renta es básicamente una teoría de la renta diferencial. Ricardo partió de la premisa de que las tierras fértiles son escasas. Entonces, la renta tiende a ser mayor en la medida que la fertilidad del suelo sea mayor y la sociedad requiera, debido al crecimiento de la población, incorporar tierras marginales de menor fertilidad a la producción3. Esto se 1 Al respecto Ricardo (2007: 51) afirmó que: «Es, pues debido únicamente a que la tierra no es limitada en cantidad y de calidad uniforme y a que, por el aumento de la población, la tierra de calidad inferior, o menos ventajosamente situada, es abierta al cultivo, que se paga por su uso. Cuando a causa del progreso de la sociedad, la tierra de segundo grado de fertilidad se abre al cultivo, comienza inmediatamente la renta en la tierra de primera calidad, y el importe de esta renta dependerá de la diferencia de calidad de esos dos terrenos…Cuando los terrenos de tercera calidad se toman para cultivo, la renta comienza inmediatamente en los de segunda y se regula, como antes, por la diferencia de sus facultades productivas. Al mismo tiempo se elevará la renta de los terrenos de primera calidad, ya que la renta de éstos debe ser siempre mayor que la renta de los de segunda, por la diferencia de producto que conceden con la misma cantidad de capita y trabajo. Con cada paso en el progreso de la población, que obligue a un país a recurrir a tierras de peor calidad, para que le sea posible elevar su provisión de alimentos, la renta de todos los terrenos fértiles se elevará».

debe a que el precio de mercado de los productos termina por definirse con base en los costos de producción de las tierras de menor fertilidad (tierras marginales), pues la actividad productiva que se desarrolle en estas tierras (las menos fértiles) deberá garantizar una tasa de ganancia normal para mantenerse en la producción.

Por lo tanto, las tierras más productivas o fértiles terminan por obtener una ganancia extraordinaria (por encima de la tasa de ganancia normal), ya que operan con costos de producción inferiores a los del precio del mercado. Esta ganancia extraordinaria que sólo se deriva de la mayor fertilidad de las tierras no tiene contrapartida en esfuerzo productivo y el propietario de la tierra tratará de apropiársela como renta.

Según Ricardo, el crecimiento poblacional ejerce presión para la incorporación de tierras menos fértiles para la producción de alimentos. Esto genera rendimientos decrecientes (productividad marginal decreciente) y mayores precios en el mercado, aumentando así el nivel de la renta diferencial para las tierras más fértiles, mientras que las tierras marginales incorporadas a la producción deberán sólo cubrir sus costos de producción incluyendo la tasa de ganancia media. Así, la renta de la cual tratará de apropiarse el terrateniente, surge por las diferencias en la productividad de la tierra.

Para Marx (1894), la renta de la tierra incluye todo lo que se le paga al terrateniente por la explotación de la tierra que le pertenece y se considera parte del plusvalor generado por el capital, que simplemente se transfiere al terrateniente o propietario de la tierra. Marx analiza la renta del suelo desde dos perspectivas: la renta diferencial y la renta absoluta. La primera se refiere a las tierras que pagan renta respecto a sus fertilidades diferenciales con respecto a las tierras menos fértiles (renta diferencial I) y el uso intensivo del capital en una misma tierra (renta diferencial II). Para Marx todas las tierras pagan renta, incluyendo la tierra marginal, que sólo pagará la renta absoluta. La renta diferencial tiene su origen en el monopolio de la tierra por parte de los arrendatarios sobre los diferentes terrenos como objeto de explotación, y la renta absoluta en el monopolio de la propiedad privada sobre la tierra (Marx, 1894).

La renta diferencial es el excedente de la ganancia sobre la ganancia media (g´´)4 obtenida en las tierras explotadas en condiciones más favorables. Así lo afirma Marx (1894), citado por Mora (1989: 177):

«La renta diferencial surge de la diferencia dada en la fertilidad natural del tipo de suelo..., según el grado de desarrollo del cultivo dado en cada caso,vale decir de la extensión limitada de las mejores tierras, y de la circunstancia de que deben invertirse capitales iguales en tipos de suelos desiguales, que,por consiguiente, arrojan un producto desigual para el mismo capital».

La renta diferencial I, de acuerdo con Marx (1894), se determina con base en la diferencia de fertilidad de la tierra. La tierra es limitada y no puede extenderse su superficie. En consecuencia, los arrendatarios que disponen de los mejores terrenos y los de calidad media se hallan en situación más favorable que los arrendatarios de las peores tierras. Por lo tanto, el precio de los productos agrícolas está determinado por las condiciones de la producción en las peores tierras. Pero la fertilidad de los suelos no es la única variable que determina la variación de la renta, porque las tierras ubicadas en la cercanía de la ciudad (con mejor ubicación geográfica por su cercanía al mercado) arrojan una renta más alta que otra de fertilidad igual localizadas en una zona más alejada.

La renta diferencial II surge de las inversiones sucesivas de capital de diferente productividad en la misma extensión de tierra. En éste caso, según afirma Marx (1894),

«(…) se presentan dificultades para la transformación de plusganancia en renta… Pues la renta se fija al arrendar los terrenos, por lo cual las plusganancias que surgen de la inversión sucesiva de capital fluyen hacia los bolsillos de los arrendatarios mientras dure el contrato de arrendamiento…De ahí la lucha de los arrendatarios por contratos de arrendamiento prolongados y, a la inversa, a multiplicación de los contratos rescindibles cada año en virtud de la supremacía de los terratenientes ».

En cuanto a la renta absoluta, para Marx ésta se establece independientemente de la calidad del suelo, lo que implica abandonar el supuesto de que «el suelo de la peor calidad no abona renta». Esta circunstancia (el suelo de peor calidad) no es razón para que el arrendatario pacte un préstamo gratuito de la tierra con el capitalista arrendador. La renta absoluta tiene su origen en la propiedad privada sobre la tierra que no permite la movilidad de capital de una actividad económica a otra, por ejemplo de la industria a la agricultura.

Marx explicó la formación de la renta absoluta afirmando que la composición orgánica del capital de la agricultura es inferior al promedio de la industria o del capital social medio porque se pagan más salarios (capital variable) que lo que corresponde a la ganancia (correspondiente al capital constante: maquinarias, equipos, etc.), lo que significa que un capital igual en la agricultura genera más plusvalía que en la industria.

En consecuencia, la renta absoluta es el excedente del valor por encima del precio de producción o una parte del mismo (Marx, 1894).

En síntesis, debe quedar claro que la renta absoluta se deriva del monopolio de la propiedad privada sobre la tierra y que aún aquellas tierras menos fértiles deberán pagar renta absoluta al propietario, si el arrendatario pretende acceder a dichas tierras para explotarlas.

Es un excedente del valor que supera al precio de producción, que encarecerá los productos agrícolas (y mineros) en el mercado.

Para entender el funcionamiento de la economía venezolana resulta primordial el concepto de renta, pues al fin y al cabo, como lo afirma Angelier,

«(…) la renta petrolera es plusvalía procedente de otras esferas de producción diferentes a la industria petrolera que se realiza en el momento de la venta de los productos petroleros». Y en consecuencia, «esa renta es apropiada en parte por el capital petrolero, bajo la forma de ganancias  extraordinarias y en parte por los Estados petroleros y por los Estados consumidores» (1976; citado Mora Contreras, 1990: 185).

Históricamente puede afirmarse que el Estado venezolano ha tratado por diferentes medios legales de apropiarse la mayor parte de esa renta, la cual se capta internacionalmente porque el precio del petróleo en el mercado nacional es subsidiado (Mommer y Baptista, 1986; Mommer, 2002).

Para Angelier (1976, citado por Mora Contreras, 1990):

• El precio de producción del petróleo está determinado por los productores de costos individuales más elevados y, por lo tanto, los productores de costos menores obtendrán una renta diferencial en forma de ganancias extraordinarias.

• En el caso del petróleo existe una renta diferencial de tipo I, dada por la fertilidad del yacimiento y la calidad del petróleo (crudos pesados, medianos, livianos según su contenido de azufre y de pureza). También existe la renta diferencial de tipo II originada por la cercanía a los mercados (costos de transporte diferentes) lo que da origen a una renta de situación. La renta diferencial tipo II también se origina por la utilización de tecnologías. Los productores que utilicen las tecnologías más eficientes y modernas pueden reducir sus  costos medios de producción en relación con aquellos productores que no incorporen ese progreso tecnológico.

• El propietario del subsuelo, podrá apropiarse de la renta diferencial o de una parte de ella.

• La renta absoluta marxista no existe en la industria petrolera porque la composición orgánica del capital de la industria petrolera es muy elevada. El capital constante (c) es muy elevado en relación con el capital variable (v). Es decir, la industria petrolera presenta una composición orgánica del capital [c/(c+v)] que es mayor que el capital social medio. Pero, es posible la existencia de un ingreso creado (Angelier, 1976, no lo considera una renta) por el precio de monopolio (de la tierra), que le permitiría a los propietarios de los yacimientos petroleros exigir el pago de una renta por ejecutar la primera etapa, extracción del crudo sobre la tierra que le pertenece.

Este ingreso de los propietarios o renta de monopolio puede interpretarse como el pago de la regalía, es decir, el pago por la recuperación del activo (costo de reproducción del crudo extraído) que se está explotando (petróleo, gas natural) y que yace en el subsuelo5.

En el caso venezolano, el análisis y la cuantificación de la renta realizados por Mommer y Baptista (1986) y Baptista (1991), considera renta a la diferencia entre el precio del barril de petróleo en el mercado internacional y los costos de producción (incluyendo la tasa media de ganancia de la industria petrolera y los impuestos normales del Estado). La diferencia representa la renta petrolera, la cual se capta internacionalmente donde los demandantes pagan un precio superior a su costo de producción. En el país no se capta renta porque el precio del petróleo es subsidiado.

3. EL CAPITALISMO RENTÍSTICO: ALGUNOS ELEMENTOS CONCEPTUALES Y EMPÍRICOS REFERIDOS AL CASO VENEZOLANO

De acuerdo con Mommer (1997), el capitalismo rentístico tiene tres elementos definitorios:

a) Se trata de una forma de desarrollo capitalista; esto es, de una economía de mercado, donde existen propietarios de medios de producción y una masa infinitamente mayor de trabajadores que venden su fuerza de trabajo y reciben en contraprestación salarios. Por su parte la propiedad se ejerce sobre medios de producción producidos (maquinarias, equipos, herramientas, estructuras no residenciales, etc.) y sobre medios de producción no producidos. La propiedad sobre los medios de producción producidos recibe en recompensa beneficios y la que se ejerce sobre medios de producción no producidos (tierra y minas) recibe en recompensa una renta de la tierra.

b) Es de carácter nacional y se sostiene con base en una renta de la tierra que es captada internacionalmente. Es decir, se trata de una renta internacional de la tierra que la capta un país que está vinculado al mercado mundial. La renta surge del excedente que existe entre los precios del producto rentístico (en este caso el petróleo) en el mercado internacional y los costos de producirlo (incluyendo la tasa media de ganancia del negocio petrolero)6. La renta captada internacionalmente adquiere permanencia y alta importancia relativa en relación con el producto total de la economía7. Dicha renta se agrega a lo producido anualmente por el esfuerzo nacional (valor agregado anual). En consecuencia,

«(…) la sociedad dispone de manera continua de un ingreso de origen internacional que es significativo respecto de la magnitud de ingreso creado internamente.

Este último ingreso que no tiene como contrapartida ni el trabajo ni el capital domésticos, sino sólo la propiedad sobre un medio de producción no producido, es también objeto de distribución entre los diferentes ingresos particulares percibidos de manera normal en la sociedad capitalista» (Baptista, 1997: 13).

Y entonces, «las consecuencias económicas de estas diferencias vistas desde las perspectivas de los dueños de los yacimientos, no se traducen en cosa distinta de la aspiración por cobrar una renta de la tierra con cargo a su propiedad» (Baptista, 1997: 29). Es esto lo que tratará históricamente de captar, cada vez en mayor cuantía, el Estado venezolano -propietario-, en nombre de la nación, de los yacimientos de petróleo y de las minas.

En otras palabras, esa renta captada internacionalmente (Ri) termina por distribuirse nacionalmente en salarios (S), Beneficios (B) y renta de la tierra nacional (R)8, pero es un ingreso no producido por los factores de producción nacionales. Es decir, la renta internacional (Ri) representa un ingreso adicional al valor agregado nacional (VA), sólo que sin contrapartida de esfuerzo nacional. De manera tal que:

Ri + VA =  Ingreso. Total = S + B

Como bien lo expresa Baptista (1997: 12), la condición rentística de una sociedad capitalista se expresa como:

Ri + VA > S + B +R

Ri es un ingreso adicional captado en el intercambio con otros países, con cargo a la propiedad nacional sobre un medio de producción no producido. Esa renta (Ri) se distribuirá en calidad de beneficio (B), salarios (S) y renta nacional (R).

c) En el caso venezolano, la renta internacional tratará de captarla el Estado en la mayor cuantía posible.Es el Estado el que ejerce la propiedad sobre la tierra y lo que se encuentra en el subsuelo9. La captación de la renta por parte del Estado venezolano tiene importantes consecuencias. En primer lugar, deberá distribuirla, de acuerdo con su voluntad política, entre los privados por diferentes medios (gasto público corriente, inversiones públicas y privadas, subsidios, apreciación real del tipo de cambio, tasas impositivas bajas entre otros),lo cual le da un importante poder discrecional. En consecuencia, el Estado es primeramente un agente distribuidor de la renta y por ello «(…) agotará primero las posibilidades que ofrece la renta petrolera, antes de pasar a una política de redistribución propiamente dicha» (Baptista y Mommer, 1989: 16).

El proceso de distribución de la renta ha sido denominado «distribucionismo». Y este «distribucionismo» puede adoptar diversas formas:

«La distribución toma formas directas (transferencias, subvenciones, compra de bienes, contrato de obras públicas) e indirectas (servicios públicos de bajo costo, bajo impuestos, sobrevaluación de la moneda, etc.). Esta distribución puede ser realizada por distintos tipos de gobierno y en diversas formas y esto tiene diversas consecuencias económicas, sociales y políticas. Por otra parte, esta distribución y, más exactamente, sus efectos sobre la riqueza, es desigual, favoreciendo a ciertos grupos, desigualdad que sostiene la inversión privada y se amplifica por la actividad privada apoyada por la renta» (Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre Venezuela, 1999: 3)10.

En segundo lugar, la renta le permite al Estado tener autonomía al no depender de los impuestos que pagan los ciudadanos para financiar sus actividades.

Esta autonomía del Estado rentista lo diferencia de los Estados capitalistas normales, los cuales dependen de los ciudadanos para financiar sus actividades mediante el cobro de impuestos. Tal condición, como se mostrará más adelante tiene importantes consecuencias. En tal sentido Baptista (2004: 322) concluye que « (...) la conjunción en el Estado venezolano de la condición de terrateniente aunada a su autonomía económica, amen del monopolio del poder político que de suyo le pertenece, determina una situación grandemente sui generis que impide de modo insalvable el curso normal del crecimiento económico capitalista».

En las sociedades capitalistas no rentistas el Estado no goza de la autonomía de la cual dispone el Estado venezolano, pues depende de las contribuciones de los ciudadanos para su funcionamiento. En suma, depende del crecimiento económico y de los impuestos que éste permite cobrar para financiar sus funciones relevantes. En consecuencia, en las sociedades de capitalismo normal, «(...) a menos que la economía crezca-y para que esto suceda el Estado ha de cumplir muchos cometidos-el Estado no puede subsistir, puesto que los recursos que lo financian provienen del proceso mismo de crecimiento» (Baptista, 2004: 320).

En síntesis, el capitalismo rentístico se refiere a una sociedad donde la mayoría de sus habitantes vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario, produce bienes y servicios que son el resultado del esfuerzo productivo, pero también obtiene permanentemente un ingreso adicional, de magnitud significativa en relación con el producto total, sin contrapartida de esfuerzo productivo nacional11. Este ingreso (la renta) se capta internacionalmente con cargo a la propiedad del Estado de unos medios de producción no producidos .Y finalmente, esta renta es también distribuida o privatizada, de acuerdo con la voluntad política del Estado, entre los diferentes ingresos (salarios y beneficios) que se perciben normalmente en una sociedad capitalista (Baptista (1997). En definitiva, la renta representa recursos adicionales y extraordinarios que facilitará mayores niveles de consumo e inversión sin que para ello se haya producido un incremento de la productividad y del ahorro según Mommer (1988: 43): «Es esta posibilidad, indudablemente positiva, de invertir la lógica del desarrollo capitalista normal lo que caracteriza el capitalismos rentístico».

4. CAPITALISMO RENTÍSTICO: ELEMENTOS CARACTERÍSTICOS DE SU ESTRUCTURA CON BASE EN LA EXPERIENCIA VENEZOLANA12

La captación de una renta internacional, sin contrapartida de valores o de esfuerzo nacional, genera rasgos característicos que terminan por establecer diferencias con lo que sería el comportamiento de una economía capitalista normal (no rentística). Así, el capitalismo rentístico, referido al caso específico de Venezuela presenta los siguientes elementos característicos:

a) La importancia del empleo público

El Estado es el ente que capta la renta internacional generada por la explotación de los yacimientos petroleros, lo que en consecuencia lo dota de un ingreso adicional al que hubiera percibido en condiciones de capitalismo normal. La consecuencia es que el Estado puede emplear a más ciudadanos de los que requiere, o que el grado de desarrollo económico o el nivel de la actividad económica privada le exigen13. Este tamaño excesivo del empleo público, para el caso de Venezuela, no es más que un mecanismo distributivo de la renta, que luego incidirá sobre la demanda agregada de la economía, sobre el mercado de trabajo al poder tener empleado a más ciudadanos de los que requeriría. Pero también incidirá sobre el alza de los precios (tasa de inflación), puesto que ese empleo excedentario no se financia con impuestos, sino con una masa de dinero (renta) que no tiene contrapartida en la producción de bienes y servicios pero que posibilita una mayor demanda de los mismos (entre ellos los alimentos), efecto que finalmente presionará para el alza de los precios.

Para el caso venezolano se ha encontrado que el nivel de empleo público, durante el lapso 1950-2002, superó en 56 % a aquel que hubiera sido necesario para dotar de servicios públicos y burocráticos a la sociedad venezolana según su nivel de desarrollo económico (véase Baptista, 2005: 104). Al respecto, Baptista concluye que: «Por ello cabe afirmar que antes que un mero exceso, tal y como se ha puesto de relieve, los órdenes de magnitud dan cuenta de la existencia, en las condiciones propias de una economía capitalista rentísticas, de una realidad distinta en algo fundamental» (1997: 1908).

b) La baja presión tributaria

En una economía capitalista normal, el gasto público se tiene que financiar con los impuestos que pagan los ciudadanos. Y esta presión tributaria aumentará en la medida que aumenta el crecimiento económico. Siendo el Estado -en el caso de la economía venezolana quien  capta la renta, ésta puede utilizarse para financiar parte importante de sus actividades. Entonces no se requiere aumentar la presión tributaria con la misma intensidad que sucede en una economía capitalista normal para financiar las actividades propias del Estado.

Así, la baja presión tributaria se convierte en un mecanismo de distribución de la renta. Y consecuentemente, les permite a los habitantes del país tener un ingreso adicional al que hubieran devengado si no existiera la renta. Este factor tiene implicaciones en la demanda de bienes y servicios (entre ellos los alimentos) y sobre los mecanismos que utiliza el Estado para financiarse, con impactos sobre la masa de dinero que circula en la economía y, en esa medida, sobre la tasa de inflación.

En consecuencia, se concluye que:

«(…) los mayores ingresos reales que muestra la economía venezolana, tanto los que remuneran el trabajo a título de salarios, como los que hacen lo suyo con la propiedad en calidad de beneficios son, en lo inmediato, consecuencia de mínimas tasas tributarias, pero estas últimas, en su turno, son uno de los efectos fundamentales de la renta cobrada por el Estado con cargo a su petróleo. De modo que la baja o inexistente presión impositiva se constituye, a lo largo del desarrollo de la economía, en otro de los mecanismos eficaces para la distribución del ingreso captado por razón de la propiedad petrolera» (Baptista, 1997: 112).

c) La relación entre productividad laboral y salarios reales (relaciones en el mercado de trabajo)

La dinámica de crecimiento de la economía capitalista sólo es posible si se invierte continuamente en bienes de capital (maquinarias, equipos, estructuras no residenciales, etc.). Para ello se requiere producir un excedente que surge de la diferencia entre la productividad laboral que produce bienes de consumo (Prqc) y los salarios reales. Se puede demostrar que en el largo plazo, el proceso de acumulación se da si se cumple que la tasa de crecimiento de Prqc es mayor que la tasa de crecimiento de los salarios reales (Anexo 1).

En Baptista (1997, 2005) se muestra que en una sociedad capitalista madura (como sucede por ejemplo, en el Reino Unido y en Estados Unidos), existe una tendencia clara a que se dé la relación antes mencionada.

Esto es, que la tasa de crecimiento de la productividad en los sectores que producen bienes de consumo (industria manufacturera y agricultura) sea superior a la tasa de crecimiento de los salarios reales. No obstante, este no es el caso de la economía venezolana.

Al analizar lo sucedido durante el período 1950-1978 en el caso venezolano, Baptista (2005: 105-106) concluye que, en esas cuatro décadas:

«(…) la productividad creció a una tasa anual del 1,5 por ciento, en tanto que los salarios reales aumentaron en un 3,8 por ciento… salvo por la presencia de un excedente rentístico, cuyo carácter internacional implica que nada le cuesta a la economía producirlo, resulta muy difícil disponer de un argumento que reconcilie este resultado con la práctica normal de la economía contemporánea, y, en lo particular, con el desempeño mismo de la economía venezolana.

Este es, en breve, un rasgo sobresaliente del capitalismo rentístico». Adicionalmente, en otro trabajo (Baptista, 2004:300) el autor agrega que: «De una parte la circulación y distribución de una renta internacional en la economía doméstica aflojan y hacen perder severidad a las prácticas laborales que aseguran siempre la generación de los excedentes necesarios para financiar el crecimiento. Ha de tenerse presente aquí que la renta es de por sí un excedente, y que, al ser ella cuantiosa respecto del tamaño global de la economía, facilita y justifica que pueda relajarse el extremo rigor de la relación entre la productividad y los salarios reales de donde se originan los excedentes productivos. Esta limitación hace que el mercado capitalista sufra de graves impedimentos para su desarrollo pleno, o que adolezca, a la postre, de la vitalidad que se requiere para sostener firmemente el crecimiento en marcha».

d) La apreciación del tipo de cambio real

La renta se capta en el mercado internacional y ella se expresa en las divisas que recibe el país, una parte de las cuales no tiene como contrapartida el esfuerzo productivo nacional. La decisión por parte del Estado de privatizar estas divisas (US$, dólares de EE.UU.) puede cumplirse a cualquier tasas de cambio (Baptista, 1997). En consecuencia, gracias a la renta petrolera, la sociedad puede disponer de una cantidad adicional de divisas a las ya obtenidas por las exportaciones no rentísticas. Si lo que se exporta hacia el resto del mundo son básicamente productos del sector rentístico, éste se convierte en decisivo para la obtención de divisas.

Este es el caso de Venezuela, cuyas exportaciones petroleras tienden a representar alrededor del 90% del total exportado, evidenciando su condición de país monoexportador. Tal característica se ha reafirmado durante la primera década del siglo XXI, pues el valor de las exportaciones petroleras contribuye con alrededor del 94-95% al valor total de las exportaciones venezolanas.

La oferta adicional de divisas (i.e., US$) al confrontarse con la demanda en el mercado cambiario, crea condiciones para que el tipo de cambio se aprecie. Es decir, para que se entreguen menos unidades de moneda nacional (i.e., Bolívares) por unidad de moneda extranjera que las que se hubieran entregado en condiciones de no captar la renta en el mercado internacional.

La apreciación del tipo de cambio real (TCR) tendrá consecuencias negativas sobre la competitividad de la producción nacional no rentística de bienes transables (entre ellos, los bienes agrícolas y agroindustriales), pues abarata las importaciones, en tanto que encarece la producción nacional y le resta posibilidades para exportarla a otros mercados.

La apreciación del TCR abarata las importaciones y encarece las exportaciones de bienes producidos en el sector no rentístico. Es por ello que la apreciación cambiaria termina por estimular la producción de bienes no transables en relación con la de los transables, determinando una particular estructura productiva14.

En la medida que el tipo de cambio apreciado abarata las importaciones, por esta vía se produce una distribución de la renta, pues los nacionales pueden obtener a un precio menor los bienes y servicios importados, bien sea para el consumo, en cuyo caso se tiende a incrementar el salario real y la demanda, o para la inversión, en cuyo caso la acumulación de capital puede crecer a una tasa superior a la que correspondería a los excedentes que genera una economía capitalista normal.

A sí, en el caso venezolano, la tendencia persistente a preciar el tipo de cambio real debido a su condición de capitalismo rentístico, terminará por: a) Incidir en la estructura productiva por cuanto la producción nacional deberá competir con importaciones baratas o se hará más difícil exportar bienes producidos por las actividades no rentísticas. La razón es que por cada unidad de moneda extranjera captada el exportador recibirá una cantidad de bolívares inferior a la que existiría en condiciones de no existencia de la renta.

b) Estimular las importaciones tanto de bienes de consumo como de inversión. Es decir, la apreciación del tipo de cambio termina por ser un mecanismo de distribución de la renta tanto para los consumidores (que comprarán alimentos y otros bienes más baratos) como para los propietarios de medios de producción (que podrán invertir más en bienes de capital). Y consecuentemente, se acelera tanto el consumo como la acumulación de capital, a la par que condiciona una particular estructura de la producción. Para decirlo con palabras de Baptista (1997: 100):

«La entrega de dólares a cambio de bolívares, sea cual fuere el procedimiento institucional que sirva de puente para tal fin, no es otra cosa que la dación recíproca de capacidades de compra externa e interna.

Es así como el Estado terrateniente cumple la voluntad de poner en manos privadas la renta de su propiedad, a través de la entrega de más poder de compra del que recibe a cambio. Por ese intercambio desigual en el mercado de cambios, en breve, el Estado-propietario transfiere el provento rentístico».

En resumen, la tendencia a apreciar el TCR, derivada de la existencia de la captación de una renta internacional, incide en la conformación de un modelo de producción semiabierto. Abierto para las importaciones (entre ellas las agroalimentarias), las cuales se abaratan por la apreciación del tipo de cambio; pero cerrado para las exportaciones de bienes producidos por las actividades no rentísticas (entre ellas la agroalimentaria), los cuales tienen una baja competitividad (Mommer, 1988; Baptista y Mommer, 1989). Esta característica incide para que la producción no rentística tenga como límite, independientemente de la capacidad productiva instalada o del capital acumulado, el tamaño del mercado doméstico. La razón es que el mercado externo le está negado a la producción de los sectores no rentísticos (entre ellos el sector agroalimentario) debido, entre otros factores, a la baja competitividad derivada de la apreciación del TCR.

Otra consecuencia de la apreciación del TCR es que debido a la desventaja cambiaria se requiere de una mayor protección, mediante la política comercial, para la producción nacional no rentística, a fines de reducir su desventaja competitiva. La limitante que impone el tamaño del mercado doméstico para la producción nacional no petrolera (incluyendo la agroalimentaria) tendrá repercusiones sobre la división del trabajo y, consecuentemente, sobre la productividad y el crecimiento económico. Recuérdese que Adam Smith planteó que la productividad depende de la división del trabajo y, éste, a su vez, depende del tamaño del mercado; por lo tanto, si el mercado es pequeño, la productividad también será pequeña. Mientras el mercado nacional se está expandiendo, esta limitante no se observa; pero cuando el mercado doméstico cesa de crecer y le es imposible absorber todo el potencial de producción que genera la acumulación de capital que permite la renta petrolera, la tasa de beneficios declina, se reduce la inversión y la tasa de crecimiento económico. La economía entonces termina por acusar los síntomas de la enfermedad holandesa («Dutch disease»)15.

e) La estructura productiva: la importancia de los servicios y de los bienes no transables

En una economía capitalista normal, el crecimiento de la importancia relativa en la estructura productiva del sector terciario o de los servicios es consecuencia del crecimiento experimentado por las actividades productoras de bienes (agricultura, minería, manufactura).

En una economía de capitalismo rentístico, la existencia de un ingreso adicional, sin contrapartida en la producción de bienes, obliga a que se desarrollen las actividades terciarias (servicios públicos, comercio, transporte, almacenamiento y actividades financieras) para distribuir las importaciones adicionales que estimula la renta, etc.). Baptista (1997: 133) explica este proceso así:

«Una economía, en cuyo interior se halla presente una renta internacional, por fuerza de las cosas recompone su estructura para darle una posición predominante a la prestación de servicios, asegurándose de este modo su circulación… en la explicación de tal anomalía estructural, por lo visto, cumple un papel determinante su condición rentística, que conduce a asignar recursos privilegiados hacia la circulación y el intercambio antes que a la producción».

Esto explicaría la deformación de la estructura económica que se expresa en un peso exagerado de los servicios, que no se corresponde con el desarrollo de las actividades productoras de bienes. En Venezuela, la proporción de los servicios con respecto a la producción de bienes materiales es superior al 100%, mientras que para América Latina es de menos del 70%. Y para la mayoría de las economías desarrolladas es inferior al 100% (ver Baptista, 1997: 132-133).

Por su parte Mommer (1988) concluye que la renta, al invertirse y consumirse, termina por imponer una cierta especialización productiva tendencial que favorece al sector productor de bienes no transables (donde se encuentran los servicios) en contra de la producción de transables. Dicha tendencia se ve reforzada -como se analizó antes- por la tendencia a apreciar el TCR, que en definitiva estimula la producción de bienes no transables, mientras que la producción de bienes transables (entre ellos los bienes agroalimentarios) se dirige en casi su totalidad al mercado doméstico, pues el mercado externo les está negado por su falta de competitividad. Al respecto Mommer (1988: 44) afirma que:

«El capitalismos rentístico tiende a especializarse hacia los sectores menos dinámicos que son los no transables, al mismo tiempo que le resta impulso a los sectores normalmente más dinámicos que son los transables para atrofiarlos y aislarlos».

f) La dinámica de la acumulación de capital público y privado

La existencia de la renta internacional del petróleo -como ya se ha expuesto- es una masa de recursos adicionales, sin contrapartida de esfuerzo productivo nacional, que le permite a la sociedad rentística consumir e invertir (acumular capital) por encima de las posibilidades que brinda el ingreso generado por la producción no rentística. En el caso venezolano, la renta internacional es captada por el Estado, quien ejerce la propiedad de los yacimientos y luego la puede privatizar por diferentes medios. Pero también el Estado utiliza la renta para financiar su gasto corriente y acumular capital16.

En la historia económica de Venezuela se observa cómo, en la medida que el Estado obtenía parte del provento rentístico, pudo incrementar su gasto corriente mediante la creación de empleo públicos y el aumento de la oferta de servicios públicos (salud, educación, hábitat, electricidad, comunicaciones, etc.). También, en el contexto de la decisión de destinar la renta petrolera a la «siembra del petróleo», el Estado Venezolano se esforzó en crear las instituciones que demandaba el proceso modernizador y en la acumulación de capital mediante la provisión de bienes públicos (externalidades positivas), así como la construcción de obras de infraestructura (carreteras, electricidad y comunicaciones, represas-sistemas de riego, saneamiento de tierras, etc.)17.

A partir de la cuarta década del siglo XX se intensificó la acción del Estado como empresario, con el desarrollo de las industrias básicas como siderurgia, aluminio, petroquímica, electricidad y otras en la agroindustria, el turismo y los servicios. Paralelamente, el Estado venezolano definió espacios para el sector privado y estimuló mediante políticas proteccionistas (sustitución de importaciones) y privatizadoras de la renta (crédito subsidiado-tasas de interés reales negativas, baja presión impositiva, apreciación del tipo de cambio real, venta de servicios públicos y materias primas producidas por el Estado con precios subsidiados, entre otras), la acumulación de capital privado. De manera tal que Venezuela vivió, hasta bien entrada la década de 1970, un proceso de profundización del capital (aumento del capital fijo por trabajador).

Venezuela pudo adquirir, dada la disponibilidad de divisas, la apreciación del tipo de cambio real y los estímulos del Estado maquinarias, equipos y tecnologías que por haber sido diseñados para mercados de gran tamaño, en la mayoría de los casos terminaron por crear industrias que no podían aprovechar las economías de escala (pues su producción sólo se vendía en el estrecho mercado nacional), con elevados costos de producción y que vendían su producción en el mercado doméstico gracias a la protección y a los subsidios del Estado. Es decir, el país pudo ampliar su potencial de producción hasta alcanzar, en medio de la bonanza petrolera de la década de 1970, niveles de stock de capital por encima de las posibilidades que brindaba el tamaño del mercado nacional para absorberlo productivamente, lo que finalmente se evidenció en la baja productividad del capital (alta relación capital/producto).

En ese mismo orden, la posibilidad de exportar la producción excedentaria estaba negada por la baja competividad del aparato productivo nacional, causada principalmente por la apreciación del TCR y la baja productividad.

La sobreinversión, o la incapacidad para absorber productivamente el capital acumulado, no se manifestó sino hasta el momento cuando la relación capitalproducto reveló los bajos niveles de productividad del capital acumulado. Entonces (en la década de 1970) se evidenció el colapso de un modelo cuya dinámica se sustentaba en la renta petrolera captada internacionalmente.

En la fase previa al colapso, el país presentó, entre las décadas de 1950 y de 1970, una tasa de crecimiento económico de las más elevadas del mundo, con un fuerte dinamismo para la industria y la manufactura.

Estos fueron los años de expansión del mercado nacional18. Ya a finales de la década de 1950 un reconocido economista latinoamericano (Furtado, 1990: 184) planteaba que, a diferencia del resto de países de América Latina donde la escasez de capital y la baja capacidad para importar prevalecía y limitaba el desarrollo, «(…) en Venezuela la situación es prácticamente opuesta: el sistema tiende a ahogarse en exceso de capacidad para importar y de recursos financieros…

ese desequilibrio está en la raíz de lo que hemos llamado las «peculiaridades» del desarrollo de la economía de este país, es la causa última del proceso creciente y general de la sobremecanización y de la lenta absorción de la población del país en actividades de más elevada productividad».

En todo caso, debe llamarse la atención que en la primera fase de desarrollo de la economía de capitalismo rentístico, la acumulación de capital que se deriva de la existencia de la renta generó crecimiento económico y la productividad del capital (reflejada por el valor de la relación capital-producto) se aproximaba a valores normales. No obstante, en la medida que maduró la economía de capitalismo rentístico y se agotó la posibilidad de colocar en el mercado nacional toda la producción potencial, la relación capital-producto adquirió valores elevados, por encima de los normales19. Al no poder tampoco realizarse la producción excedente en el mercado externo (exportaciones), debido a la baja competitividad de la misma, entonces declina la rentabilidad del capital y cesan los incentivos para nuevas inversiones privadas. Este desequilibrio es el que a decir de Baptista (1997: 139) «(…) anuncia el colapso del rentismo en cuanto forma de organización económica». Pero, de ninguna manera eso significa que la renta internacional desaparece totalmente, pues el colapso no se da por la desaparición de dicha renta, sino porque ella permitió acumular más capital, esto es, generar un potencial de producción que ni el mercado nacional ni el externo pueden absorber.

Es decir, «(…) no hay domésticamente ingresos con los cuales se puedan comprar los adicionales bienes producidos con la colaboración de aquellos instrumentos de producción importados. En tal sentido, no hay una condición predecible de equilibrio para este aumento de la oferta. Es así como el capitalismo rentístico, en líneas generales, no es viable en el largo plazo, entendiéndose, por supuesto, que la economía bajo consideración aspira a tener una base productiva propia con fundamento en el uso de la renta producida». Tampoco se puede vender ese exceso de oferta en el mercado internacional exportándola debido a su bajo nivel competitivo. Ese exceso de oferta aumenta la relación capital-producto, reduce la tasa de beneficios y termina por paralizar el proceso de acumulación de capital privado, planteándose en el largo plazo la inviabilidad del modelo de capitalismo rentístico

 En conclusión, debe destacarse, en primer lugar, que el proceso de acumulación de capital en Venezuela se intensificó gracias a la existencia de la renta petrolera, hasta que alcanzó un máximo del nivel de capital por trabajador en la segunda mitad de la década de 1970.

En segundo lugar, debe señalarse que el Estado, ente que capta y distribuye la renta internacional del petróleo, ha participado activamente acumulando capital mediante la creación de bienes públicos (externalidades positivas), participando como empresario productor de bienes y servicios y orientando las acciones de los privados en la acumulación de capital. Es decir, el Estado ha jugado un rol decisivo en el proceso de acumulación de capital en la sociedad venezolana, hasta tal punto que a partir de cierto momento es el capital público (sin incluir el petrolero) el que hace el mayor aporte al stock de capital existente, mientras que la importancia relativa del capital privado tiene una marcada tendencia decreciente; ésta es reveladora de la baja rentabilidad existente y de las dificultades de la economía para absorber productivamente el nuevo stock de capital (valor elevado de la relación capital-producto).

La mayor importancia del capital público en relación con el capital privado es un rasgo relevante del capitalismo rentístico, pues en las sociedades capitalistas normales el rol principal en el proceso de acumulación de capital lo ejerce el sector privado (Baptista y Mommer, 1989; Baptista, 2005).

5. EL CAPITALISMO RENTÍSTICO Y LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA VENEZOLANA EN EL LARGO PLAZO

La Venezuela de comienzos del siglo XX no presagiaba el destino que le esperaba. Transcurridas las primeras dos décadas del siglo pasado, las características económicas y sociales de Venezuela no dejaban dudas sobre la existencia de un país atrasado en todos los órdenes de la vida. Las secuelas de las guerras del siglo XIX, la dependencia de las exportaciones de materias primas (café y cacao) con precios volátiles, altamente dependientes de las condiciones de la demanda de los países más avanzados, aunado al mal manejo de las finanzas públicas dejaban como legado un país pobre, endeudado, rural, plagado de epidemias y atrasado. En 1920 Venezuela ocupaba el penúltimo lugar entre los países latinoamericanos en cuanto al PIB per cápita (PIBPC) y presentaba una esperanza de vida de 31 años, inferior al promedio latinoamericano (33 años), mientras que apenas el 32% de la población mayor de 15 años sabía leer y escribir (Astorga, Berges y Fitzgerald, 2003). Venezuela era, para aquel entonces, a decir de Baptista, «(...) una sociedad inmóvil, detenida, estancada, carente de la vitalidad necesaria para encarar la gran tarea de hacer el progreso material y económico» (1984: 22).

El destino de Venezuela cambió con el descubrimiento y la posterior explotación del petróleo, la fuente de energía más importante durante la mayor parte del siglo XX y hasta el presente. Esa riqueza mineral, por leyes que venían desde los tiempos de la Colonia, le pertenece al Estado venezolano. Y éste tratará por diferentes vías de obtener la mayor cuantía de la renta, dado el derecho que le confiere su condición de propietario del recurso. Esa renta, como ya se ha analizado, se capta en el mercado internacional. Y, por lo tanto, no es producto del esfuerzo productivo nacional. A través del tiempo y gracias a las reformas de la legislación dicha renta es captada crecientemente por el propietario de los yacimientos (el Estado venezolano), logrando finalmente su control a partir de 1976 cuando se nacionalizó la industria petrolera (ver Mommer, 2000).

Con la intensificación de la explotación del petróleo por parte de las compañías petroleras transnacionales, luego del descubrimiento del pozo petrolero «Los Barrosos 2» en 1922, se rompieron las tendencias de comienzos del siglo XX que condenaban  a Venezuela a vivir en la pobreza. Gracias a la explotación y exportación del petróleo se aceleró en el país el proceso de acumulación de capital, de urbanización y de expansión del mercado interno.

La condición capitalista rentística de la economía venezolana permitió ampliar el consumo y la acumulación de capital, por encima de las posibilidades del país, si éste hubiese funcionado como una economía de capitalismo normal. Este proceso sostenido de aumento del stock de capital lo tuvo Venezuela durante gran parte del siglo XX, llegando en algunos años de la década de 1970 a tener tasas de inversión por encima del 30%. Son los años en que se produce un aumento de la densidad de capital por trabajador o de profundización del capital, hasta llegar a niveles tales que hizo posible una capacidad para producir superior a la capacidad de absorción de dicha producción por el mercado nacional.

Hasta 1984 Venezuela vivió un proceso de profundización del capital, en tanto que el acervo de capital fijo aumentó a un ritmo más rápido que los trabajadores que ocupaba la economía. Con base en una densidad de capital por trabajador creciente, relativa estabilidad macroeconómica, estímulos y subsidios por parte del Estado al sector privado, expansión y protección del mercado nacional para industrializar el país (modelo de industrialización sustitutiva de importaciones) se impulsó el crecimiento económico nacional.

Este modelo de acumulación de capital, basado la obtención de una renta internacional del petróleo colapsó en la segunda mitad de la década de 1970. La brutal caída de la inversión -sobre todo de la privada- que se manifestó desde la década de 1980 y que se tradujo en la tendencia decreciente de la densidad de capital por trabajador, evidenció el agotamiento del modelo basado en el reparto de la renta petrolera.

La no recuperación de la inversión en un contexto de inestabilidad institucional, alta volatilidad económica y de decrecimiento de la importancia relativa de la renta, ahora insuficiente para mantener la dinámica de acumulación y de dinamismo económico del período de expansión, obliga a pensar que más allá de un simple cambio de políticas macroeconómicas se requieren cambios estructurales profundos. Se trata de modificaciones sustanciales, que eviten la salida de capitales y promuevan un aumento sostenido de la inversión y del crecimiento económico. Se trata de lograr crecimiento económico en un contexto de mayor equidad, contribuyendo de manera importante a la disminución sustancial de la tasa de pobreza.

En la fase de expansión económica, el país logró importantes avances en materia de construcción de infraestructura, de prestación de servicios públicos, de crecimiento económico y de mejoras en los indicadores de la calidad de vida de la población (educación, salud, acceso a servicios básicos, etc.). Así, el PIB per cápita (PIBPC) a precios de 1997 creció de manera sostenida, en un contexto de estabilidad de precios, hasta 197720. En el período 1950-1977 el PIBPC creció a la tasa media anual del 3,2%. En 1977 alcanzó su valor máximo para luego iniciar un proceso de declinación, apenas con leves parpadeos, que de ninguna manera dejan dudas sobre la clara tendencia decreciente del PIBPC hasta el presente, a una tasa en el orden del -0,08% como promedio anual para el período 1977-2008. Tal tendencia decreciente se ve amortiguada por el alto crecimiento del PIBPC del lapso 2003-2008, el cual fue de 8,5% como promedio anual, debido fundamentalmente a la fuerte expansión del gasto público, que a su vez tuvo origen en la bonanza petrolera que se vivió en ese período. La crisis económica mundial que se inició en 2007 aunada a la fuerte caída de los precios del petróleo desde mediados de 2008 en un contexto institucional y de políticas que exacerban los desequilibrios macroeconómicos, han afectado negativamente el ritmo de crecimiento en el año 2009 (la reducción del PIB se estimó en 2,9%), mientras que se proyecta de nuevo un decrecimiento del PIB para 2010 entre 2 y 3%.

Por su parte el PIB no petrolero per cápita (PIBNPPC), cuyo dinamismo ha sido estrechamente dependiente del ciclo petrolero, también aumentó al ritmo promedio anual del 1,9% durante el período 1950-1977, para luego caer a la tasa media anual del - 0,03% durante el período 1977-2008, resultado también amortiguado por la extraordinaria alza del PIBNPPC durante el período 2003-2008, el cual fue de 1,7% como promedio anual (Gráfico 1 y Gráfico 2).

El crecimiento del PIB no petrolero durante la fase de expansión, especialmente los sectores agrícola y de la industria manufacturera, fue posible gracias a la privatización de la renta, a las políticas del Estado que permitieron crear externalidades positivas y desarrollar servicios públicos e industrias básicas que subsidiaban al sector privado. Entre tanto, las políticas proteccionistas a que dio origen la aplicación del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones y los subsidios a la producción (crédito, insumos, etc.) garantizaba el mercado nacional para una producción que debido a su baja competitividad no hubiera podido ser exportada.

Al privatizarse, la renta petrolera también sirvió para expandir el consumo privado, específicamente el de alimentos. Las estadísticas del Instituto Nacional de Nutrición y de sus Hojas de Balance de Alimentos (varios años) y de Calvani (2003) muestran que la disponibilidad para consumo humano (DCH) de energía alimentaria (calorías/persona/día), utilizada como variable «proxy» del consumo de alimentos, creció a la tasa media anual de 1,4% durante el período 1970-1981.

Una vez que el modelo de acumulación basado en la renta petrolera muestra sus debilidades, el ritmo promedio del crecimiento del consumo de alimentos se revierte y muestra tasas negativas. Así, la DCH de energía alimentaria muestra una tasa media de crecimiento anual negativa para el lapso 1981-2007 de -0,1% (Gráfico 3).

A pesar de la tendencia estructural de la economía venezolana a apreciar su tipo de cambio real, a especializarse en la producción de bienes no transables y al fomento de un aparato productivo con bajos niveles de eficiencia que negaba la posibilidad de competir en el mercado externo, las políticas proteccionistas y de fomento a la producción permitieron reservar para la producción nacional un mercado que crecía en la medida que se incrementaba el ingreso por habitante y que la población migraba del campo a la ciudad. Durante el lapso 1950-1977 el PIB Agrícola per cápita (PIBAPC) y el PIB manufacturero per cápita (PIBMANPC) crecieron al ritmo promedio anual de 2,4% y 5,8%, respectivamente. En la fase de declinación del modelo de capitalismo rentístico 1977-2008, se estima que el PIBAPC y el PIBMANPC apenas crecieron a las tasas medias anuales de 0,17% y 0,64%, respectivamente. Esta última corresponde a una dinámica de crecimiento claramente inferior a la de la fase de auge del capitalismo rentístico.

Durante muchos años no se manifestó el síndrome de la enfermedad holandesa, pues el crecimiento del mercado debido a los procesos de urbanización, crecimiento poblacional y del PIBPC permitía absorber los aumentos de la producción. Los problemas derivados de la baja capacidad de absorción del capital acumulado y la marcada tendencia a especializarse en la producción de bienes no transables se presentan, según Mommer (1988), en el lapso 1960-1977. Para Mommer (1988: 46), en ese período las tasas de crecimiento del PIB no transable superaron a la del PIB de transables, por lo que concluye que es en el lapso 1960-1977 cuando comienzan a manifestarse los síntomas de la denominada «enfermedad holandesa», evidenciándose el colapso del modelo de capitalismo rentístico.

El crecimiento del mercado interno permitió durante mucho tiempo que el sector privado realizara sus ganancias y contara con suficientes estímulos para continuar invirtiendo y acumulando capital. El colapso sucedió, como ya se ha planteado, porque a partir de cierto momento la capacidad de producción instalada - como resultado del aumento de las inversiones en bienes de capital que permitía la captación de la renta petrolera- resultó superior a lo que podía absorber el mercado interno. De otro lado, la baja competitividad de la producción no petrolera y la tendencia a apreciar el tipo de cambio real impedía que la realización de la producción se resolviera vía exportaciones. Ante la reducción de la tasa de ganancia, los capitales prefirieron salir del país, dándose la paradoja de un país con tasas de ahorro superiores a las tasas de inversión y una reducción del acervo de capital por trabajador. Esto afectó negativamente la productividad y las posibilidades de tener crecimiento económico sostenido.

En la fase de expansión económica el país logró importantes avances en materia de desarrollo humano (DH), los que se intensificaron con el  advenimiento de la democracia en 1958 y su posterior consolidación.

Según las estimaciones de Astorga, Berges y Fitzgerald (2003), para 1980 la tasa de alfabetización de Venezuela era del 80%, por encima del promedio latinoamericano (71%). Igualmente, la esperanza de vida se estimaba en 68 años, también superior al promedio latinoamericano (ubicado en 67 años). Las estimaciones del PNUD del índice de Desarrollo Humano (IDH) ubicaban en 1975 a Venezuela en el cuarto lugar entre los países de América Latina y el Caribe, sólo superado por Argentina, Uruguay y Costa Rica (PNUD, 2002:228).

La clara tendencia decreciente del PIBPC después de 1977, obviamente ha tenido repercusiones negativas en los niveles de empleo, de pobreza, así como en el desarrollo humano con sus consecuencias sobre la conflictividad social y la estabilidad política del país.

Aunque Venezuela continúo avanzando en componentes del desarrollo humano como la esperanza de vida y la tasa de alfabetismo (los denominados componentes estructurales), otros países de la región tuvieron un mejor desempeño durante las últimas dos décadas. De manera tal que para el año 2000 el PNUD (2002: 229-230) incluía a Venezuela junto a Nicaragua y Argentina entre los que habían experimentado un progreso más lento en materia de desarrollo humano durante el período 1975-2000. En consecuencia, Venezuela descendió desde el cuarto al noveno lugar en materia de desarrollo humano entre los países de la región. El auge rentístico del período 2003-2008, al presentar crecimiento económico positivo y continuar mejorando los índices de esperanza de vida y de educación, ha permitido mejorar el IDH, de manera tal que para 2005 -según las estimaciones del PNUD (UNDP, 2007)-Venezuela se encontraba en el 8º lugar de América Latina y el Caribe en materia de desarrollo humano.

En síntesis, en Venezuela, el modelo de acumulación de capital basado en el excedente rentístico ha colapsado. Esto se evidencia en los problemas para mantener tasas de inversión altas y crecimiento económico sostenido en el tiempo. El país no ha logrado superar su dependencia del petróleo, al tiempo que el marco institucional y las políticas económicas no estimulan el crecimiento de los sectores que producen bienes transables, entre éstos el sector agroalimentario.

Desde finales de la década de 1970 y como se evidencia en el Gráfico 1, el crecimiento económico es inestable y sólo se logra en años donde las bonanzas petroleras permiten expandir el gasto público y dinamizar la economía. No obstante, una vez que la bonanza finaliza, la economía se contrae de nuevo hasta que se inicia un nuevo ciclo de crecimiento dependiente de los precios y del ingreso petrolero. El decrecimiento del PIB en la economía venezolana en 2009 (-2,9%) y los que se proyectan para 2010 (entre el 2% y el 3%) evidencian esta realidad.

La creación de un entorno macroeconómico e institucional que permita generar excedentes internos con base en el sector no rentístico de la economía y/o el aprovechamiento de la denominada cara productiva del petróleo es necesaria para reanudar el crecimiento sostenido del stock de capital. Baptista (1999: 133) ha planteado que:

«El curso de la inversión en general a lo largo de las últimas décadas muestra una sostenida tendencia declinante. Luego de ciertos niveles muy altos, sin duda excepcionales en los años 70, la acumulación de capital ha venido cayendo en los últimos veinte años. Si como se argumenta, aquellos niveles produjeron un desequilibrio mayúsculo en el arreglo de las cuestiones económicas, también es cierto que las cosas no han logrado emparejarse. Y lo que quizás es más serio, el estado de cosas actual muestra sin equívocos la acelerada pérdida de posición de la inversión privada, incluso dentro de la ya muy menguada inversión total»

Y en un trabajo posterior, Baptista (2003: 65) plantea que:

«(...) Venezuela se ha venido quedando rezagada en el mercado mundial; valga decir, su capacidad para producir es hoy casi la misma de que treinta Fuente: INN (varios años); Calvani (2003); INN-Fundación Polar (varios años); INN-ULA (varios años).

años atrás cuando en los otros países hay un frenético proceso de expansión. Ese rezago se expresa también en la edad de los equipos, que son muchos más viejos, y por tanto obsoletos, que los de sus potenciales competidores. Si se fijara la meta de renovar los equipos para alcanzar la «frontera tecnológica » en un plazo, por ejemplo, de diez años, la tasa de inversión de Venezuela debería entonces ser en promedio cincuenta por ciento mayor que la de los otros países a lo largo de este período».

Enrumbar el país por la senda del crecimiento económico sostenido implica la reversión del proceso de desinversión de capital que enfrenta el país. Esto demanda cambios en la política económica, pero por sobre todo modificaciones profundas en el marco institucional y político que permitan superar la condición de país de capitalismo rentístico, así como el desequilibrio estructural entre el inmenso poder del Estado frente al menguado que tienen los ciudadanos. Así, «(…) mientras más rentista la política relativa al petróleo, y mientras mayor el influjo posible de renta, mayor terminará por ser la incapacidad de la economía para crecer y desarrollarse de una manera sostenida» (Baptista, 2004: 299).

6. EL CAPITALISMO RENTÍSTICO, LOS MACROPRECIOS DE LA ECONOMÍA Y EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA ALIMENTARIO VENEZOLANO (SAV)

Como ya se ha expuesto en las secciones anteriores, la renta petrolera es una masa de recursos adicionales que se capta internacionalmente, sin contrapartida de esfuerzo productivo nacional, que al circular en la economía permite consumir y acumular capital en montos superiores a los que se habrían dado sin su existencia.

Esta condición de capitalismo rentístico incide sobre el desempeño y los elementos característicos del sistema alimentario venezolano (SAV). La renta y su circulación en la economía nacional inciden de manera determinante en la formulación de las políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria) y sobre  la formación de los principales macroprecios (Timmer, Falcon y Pearson, 1985): tipo de cambio real (TCR), tasa de interés real (ir) y salarios reales (sr)21.

Estos tres macroprecios sirven de orientación para la asignación de recursos en los diferentes sectores de la economía, para la formulación y ejecución de políticas públicas y para la toma de decisiones de los actores que participan en el SAV (Gráfico 4). Consecuentemente, al incidir la renta petrolera en la determinación de los macroprecios, se ejerce influencia sobre los componentes y las relaciones entre los actores que actúan en el SAV.

El TCR define la relación entre los precios de la producción nacional y los bienes y servicios importados.

El TCR también puede definirse como la relación entre el precio de los bienes transables y el de los no transables. En páginas anteriores se ha señalado que, debido a la existencia de la renta petrolera, la economía venezolana presenta una característica estructural como lo es la tendencia a apreciar el TCR. Esto tiene consecuencias para la producción, el consumo y el comercio exterior agroalimentario. En primer lugar, un TCR apreciado favorecerá la producción de bienes no transables (por ejemplo, servicios, construcción) en detrimento de la producción de bienes transables (por ejemplo, bienes agrícolas y agroindustriales, manufacturas en general). En segundo lugar, la apreciación del TCR le resta competitividad a la producción nacional, estimula las importaciones de alimentos y obstaculiza las exportaciones agroalimentarias pues las encarece o impide que los exportadores reciban más unidades de moneda nacional por unidad de divisa recibida al exportar22. Esto significa que la renta permite comprar bienes de consumo importados (por ejemplo, alimentos) a precios atractivos, gracias a la apreciación del TCR, que ejerce el efecto equivalente de un subsidio a las importaciones agroalimentarias. Pero, al mismo tiempo, la renta petrolera y su efecto sobre la apreciación del TCR inhibe el desarrollo de un sector exportador de bienes agroalimentarios. En consecuencia, al igual que para el resto de la economía no petrolera, para la producción de bienes agroalimentarios se genera la existencia de un modelo de producción semiabierto (Mommer, 1988): abierto para las importaciones de bienes agroalimentarios y cerrado para las exportaciones de éstos. Así, Venezuela tenderá a presentar estructuralmente un saldo deficitario de la balanza comercial agroalimentaria (Gráfico 5). Las importaciones agroalimentarias declinarán (en valores reales), sólo en la medida que la renta pierda importancia en relación con el PIB total y se reduzca el poder de compra internacional que ella garantiza. De todos modos, las importaciones tienen un rol muy importante en las disponibilidades alimentarias de los venezolanos, pues su importancia no es la de un simple complemento a la producción nacional, como sucede en la mayoría de los países no desarrollados del mundo y esta característica estructural se explica por la existencia de la renta petrolera y las distorsiones que ella genera en el tipo de cambio real23.

En resumen, la tendencia natural de la economía venezolana de apreciar el TCR obstaculiza el desarrollo de la producción agroalimentaria nacional al restarle competitividad frente a las importaciones. También le resta competitividad a las exportaciones agroalimentarias y ello impide el desarrollo del sector exportador de bienes agroalimentarios para los cuales el país tiene ventajas comparativas debido a la dotación de factores. Esto se podría compensar, al menos parcialmente, a través del uso de la renta petrolera, por parte del Estado venezolano, para crear y ejecutar programas-políticas de subsidios y apoyo a la producción (por ejemplo, insumos y créditos subsidiados con tasas de interés reales negativas), inversiones públicas que crean externalidades positivas (vialidad, electricidad, riego, servicios públicos en áreas rurales, etc.).

La historia económica de Venezuela revela que hubo períodos en los cuales la transferencia de renta permitió un importante crecimiento de la producción agrícola nacional, gracias al esfuerzo de políticas compensatorias expresadas en subsidios a la producción por diferentes vías (crédito, insumos, construcción de bienes públicos y semi-públicos), combinada con políticas proteccionistas que restringían las importaciones y le aseguraban un mercado a la producción nacional24. No obstante, en la medida que el modelo de capitalismo rentístico se hace inviable, es cada vez más difícil sostener en el tiempo este tipo de políticas.

Otra consecuencia de tener un TCR apreciado es la necesidad de tener una política comercial con altos niveles de protección para poder garantizarle competitividad en el mercado doméstico, a la producción nacional. Esta política comercial tenderá a tener mayor efectividad para el caso de las importaciones agroalimentarias y muy poca en el caso de las exportaciones agroalimentarias, pues algunos estímulos que el Estado venezolano ha creado para promover exportaciones (como el subsidio a las exportaciones agrícolas, la devolución de impuestos, otros) terminan por no hacerse efectivos. Este tipo de políticas compensatorias de la apreciación del tipo de cambio real distorsiona la asignación de recursos y, en muchos casos, estimula la producción de bienes agroalimentarios para los cuales el país no tiene ventajas comparativas. Por lo demás, la viabilidad de este tipo de políticas se ha reducido a partir de la década de 1990, cuando el país se obliga formalmente a acatar las normas de organismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio (OMC), y/o decide participar de acuerdos de integración económica o de comercio preferencial que incluye entre los compromisos la liberación del comercio entre los países socios y la no utilización de subsidios a las exportaciones.

La apreciación del TCR también distorsiona el patrón de consumo, al promover la demanda de bienes agroalimentarios importados, pues la apreciación ejerce el efecto equivalente de un subsidio a las importaciones, por lo que termina abaratándolas. Por ejemplo, Venezuela es un importante consumidor de trigo, el cual no se produce en el país; también necesita importar gran cantidad de insumos (como maíz amarillo y tortas de soya) para producir alimentos balanceados para animales, especialmente en el caso de la carne de aves (alimento que es principal aportador de proteínas de origen animal para los venezolanos). Otros alimentos que tienen alta importancia relativa como aportadores de energía alimentaria o de proteínas presentan una alta dependencia de las importaciones en relación con las disponibilidades para consumo humano (DCH). Por ejemplo, según la Hoja de Balance de Alimentos del Instituto Nacional de Nutrición (2008), para 2007 las calorías de procedencia importada representaban en la disponibilidad para consumo humano (DCH), para varios grupos de alimentos, las proporciones siguientes:

en cereales, 41%; azúcares y miel, 30,4%; leguminosas, 79,1%; nueces y semillas oleaginosas, 95,7%; grasas visibles, 65,0%; leche y derivados, 49,3%; y carnes y huevos, 67,3%. En el caso de las proteínas, en la disponibilidad para consumo humano (DCH) para los principales grupos de alimentos aportadores (de proteínas), la dependencia de las importaciones era la siguiente:

cereales, 54,8%; leguminosas, 78,3%; nueces y semillas oleaginosas, 95,7%; grasas visibles, 65,0%; leche y derivados, 50,1%; y carnes y huevos, 67,7%.

Las cifras anteriores revelan los bajos niveles de autonomía del SAV. Esto es una característica relevante de un país como Venezuela, que aunque dispone de ventajas comparativas para la producción de algunos de los alimentos que importa, la disponibilidad de divisas provenientes de la renta petrolera termina por generar una alta dependencia de las importaciones de alimentos.

Este es un rasgo estructural del SAV, que se acentúa en los períodos de bonanza de ingresos petroleros La renta petrolera también incide en la determinación de la tasa de interés real, la cual, a su vez, define el costo de oportunidad de las inversiones. La disponibilidad de recursos rentísticos por parte del Estado permite que éste pueda utilizar parte de ellos para desarrollar programas de financiamiento con tasas de interés por debajo de las tasas de inflación (tasas de interés reales negativas). También la renta, al monetizarsey entrar en circulación, contribuye a incrementar la oferta monetaria y la liquidez bancaria. Es decir, la renta se monetiza e incrementa la liquidez monetaria, lo que permite la baja de las tasas de interés. La consecuencia es que por esta vía se puede abaratar el costo del factor capital en relación con el de la fuerza de trabajo25. Si a ello se agrega que existe una tendencia del capitalismo rentístico a apreciar el TCR y a disponer de divisas, con las cuales se pueden comprar maquinarias y equipos importados, se concluye que en una economía como la venezolana, su sistema alimentario podrá disponer de una masa de recursos y de políticas que estimularán la inversión en bienes de capital fijo, esto es, el uso intensivo del factor capital en relación con el factor trabajo.

Por otro lado, los salarios reales definen el poder de compra de los consumidores (capacidad para demandar bienes y servicios, entre ellos los alimentos). En el capitalismo rentístico la dinámica de los salarios reales no está relacionada directamente con la productividad laboral. Es decir, la existencia de la renta permite que se pueda contar con salarios reales que crecen sin contrapartida en el aumento de la productividad laboral (Anexo 1). Y esto hace que el consumo (de alimentos) tienda a ser superior al que existiría en condiciones de capitalismo normal26. Por supuesto que esta característica del capitalismo rentístico, en combinación con la apreciación del TCR que permite importar maquinarias y equipos a bajo costo, unido también a las políticas de subsidio a los créditos agrícolas y agroindustriales, determinan un uso de factores de producción con tendencia favorable para el uso del factor capital en relación con el trabajo.

Para el caso Venezolano y según lo reporta Baptista (2006), el salario real de los venezolanos tuvo una fase ascendente hasta 1977, lo cual se corresponde con el auge del crecimiento económico del capitalismo rentístico. Posteriormente, la tendencia es claramente decreciente, por lo que este resultado debe estarse reflejando en la tendencia decreciente del consumo de alimentos (Gráfico 3), medida por la disponibilidad de energía alimentaria para consumo humano (DCH) que ya se analizó previamente en este trabajo.

7. REFLEXIÓN FINAL

A lo largo de este artículo se ha mostrado el efecto que tiene la renta petrolera sobre el funcionamiento de la economía, en general y, del SAV, en particular. La renta petrolera incide en la formulación de las políticas macroeconómicas y sectoriales y, por ende, en los principales macro precios de la economía. Es con la información que emiten los principales macroprecios de la economía (TCR, ir y Sr) que los actores del SAV toman decisiones y obtienen unos resultados determinados.

En este artículo también se ha mostrado que el desarrollo del capitalismo rentístico, al incidir sobre el nivel de los macroprecios, condiciona el desempeño y los resultados del SAV. Así, las distorsiones y el patrón de producción, consumo y comercio exterior de alimentos que tiene Venezuela sólo podrán ser modificados en la medida que la renta pierda importancia relativa en el contexto de la economía nacional; o bien, en la medida en que alternativamente se adopten políticas macroeconómicas y cambios institucionales profundos que debiliten los efectos que causa la renta petrolera sobre los principales macroprecios de la economía.

Notas

1 El presente artículo se inserta dentro de un proyecto de investigación más amplio sobre el Sistema Alimentario Venezolano (SAV) a comienzos del siglo XXI, financiado por la Cátedra Universidad de Los Andes (de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Los Andes) y el Banco Central de Venezuela (BCV).

4 La ganancia media es la ganancia igual que corresponde a capitales de la misma cuantía, invertidos en distintas ramas de la producción (agricultura, industria, minería, otras). Una vez determinada la ganancia media, las mercancías se venden de acuerdo con el precio de producción y no de acuerdo con su valor: esto es, la suma del capital constante (c) más el capital variable (v) y la tasa media de ganancia (g´´); entonces, el precio de producción será igual a la suma de c + v + g´´, mientras que el valor de la mercancía viene dado por c + v + p, donde p = la plusvalía. La ganancia media surge por el traslado de capitales de una rama de producción a otra para nivelar las distintas cuotas de ganancia.

5 Generalmente se fija un porcentaje, que puede variar dependiendo de la rentabilidad del yacimiento, sobre el precio del barril de petróleo.

6 Baptista (1997: 24) afirma que los terratenientes no cederán su propiedad a cambio de nada y siempre presionarán para obtener mayores proventos; entonces: «El ejercicio monopólico que entraña la propiedad territorial fuerza un efecto marcador sobre el precio de manera que éste no sólo haya de cubrir las remuneraciones normales debidas al trabajo y al capital, sino que también sea suficiente a los fines de satisfacer las aspiraciones propias del terrateniente». Pero, la renta que se deriva de las diferencias en las fertilidades de las minas (o de los pozos de petróleo para el caso venezolano) se captará en el mercado mundial del petróleo. Así, el precio del petróleo en el mercado mundial arrojará una renta diferencial superior para los pozos de mayor fertilidad, los cuales generarán tasas de beneficio extraordinarias.

7 Según las estimaciones de Baptista (2005) durante el período 1936-2002 la economía venezolana captó en promedio, sin contrapartida de valores, una renta en el orden del 20% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta magnitud adquiere importancia si se la compara con la tasa de ahorro promedio de los Países de la Organization for Economic Cooperation and Development (OECD), calculada en el orden del 18%.

8 Dado que la renta de la tierra nacional (R) es de poca importancia económica, el ingreso nacional se asume que se reparte entre salarios (S) y Beneficios (B).

9 En el caso venezolano, la riqueza mineral, por leyes que vienen desde los tiempos de la Colonia, le pertenecen al Estado venezolano, que históricamente tratará por diferentes vías de obtener la mayor cuantía de la renta que le confiere su condición de propietario del recurso. Así, «(…) el 24 de octubre de 1829, el Libertador Simón Bolívar dictó en Quito el Reglamento sobre Minas reiterando la propiedad nacional sobre las ‘minas de cualquier clase’ de acuerdo con las condiciones expresadas en las Leyes y ordenanzas de 1783. El  Congreso de la República ratificó el decreto de Bolívar el 29 de octubre de abril de 1830 y aceptó su aplicabilidad a la nueva República» (Fundación Polar, 1998: 129). Inicialmente la renta era compartida entre el Estado venezolano y las empresas transnacionales, en una disputa permanente en la cual el propietario de las minas (el Estado Venezolano), mediante reformas en la legislación trataba de captar la mayor porción de dicha renta, hasta que finalmente se produce la nacionalización de la industria de los hidrocarburos en 1976. Para más detalles, ver Mommer (2002).

10 Para más detalles sobre el tipo de «distribucionismo» de la renta petrolera que ha tenido la sociedad venezolana en diferentes etapas, durante el siglo XX, véase Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre Venezuela (1999).

11 Para Baptista (1997) la magnitud de la renta petrolera en relación con el PIB no rentístico, para el caso venezolano, entre los períodos 1925-1930 y 1991-1995 fluctuó entre el 5,5% 18,3%.

12 Esta parte, salvo que se indiquen otros autores, se basa en Baptista (1997, 2005).

13 Se ha constatado que existe una correlación positiva entre la importancia relativa del empleo público en el empleo total con respecto al nivel del ingreso per cápita (Baptista, 2004, 2005).

14 En Baptista (2005) se muestra como durante la mayor parte del lapso 1934-2002 el tipo de cambio estuvo apreciado (sobrevaluado), pero ésta apreciación tiende a hacerse menor y eventualmente a desaparecer en la medida que colapsa el modelo de acumulación de capital basado en la renta petrolera. Además, durante los períodos de auge rentístico, Venezuela tiende a estabilizar el tipo de cambio nominal mientras que su tasa de inflación es mayor que la que presentan los socios comerciales. Al final se termina por apreciar el tipo de cambio real, o lo que es lo mismo, los precios de la producción no transable tienden a crecer a un ritmo superior que el de los precios de la producción de transables. Por esta vía se crean cambios en los precios relativos y en esa medida se conforma una particular estructura económica que no estimula la producción de bienes transables, en tanto que fomenta la producción no transable, por ejemplo los servicios

15 Dutch disease o «enfermedad holandesa» es el término utilizado por Corden y Neary (1982) y Corden, (1984) para referirse a los efectos que ejerció la apreciación del tipo de cambio real, originada por el descubrimiento de yacimientos de gas natural en Holanda durante la década de 1960. Los ingresos adicionales (renta) que se originaron por concepto de la explotación del gas natural apreciaron el tipo de cambio real y afectaron negativamente la producción de bienes transables, especialmente a la manufactura. Mommer (1988) señala que es sólo a partir de cierto momento, cuando ya el mercado nacional está creado en Venezuela, que surgen dificultades para absorber productivamente la renta y ésta se convierte en un obstáculo para el desarrollo de la producción de transables y para continuar acumulando capital. El período 1936-1960 es considerado como uno de efectos positivos de la renta para la producción de transables y es por eso que concluye afirmando que la «siembra del petróleo» durante ese lapso fue exitosa. A partir de 1960 se manifestarían, en el seno de la economía venezolana y debido a los efectos de la renta petrolera, los síntomas de la «enfermedad holandesa» al darse un crecimiento superior de la producción de no transables en relación con los transables.

16 En el pensamiento económico venezolano surge tempranamente una discusión sobre el destino de la renta. Termina por imponerse la opinión según la cual la renta petrolera debe dedicarse prioritariamente a la inversión. Para más detalles véase (Baptista y Mommer, 1987).

17 Astorga (2003) destaca el éxito que tuvo el Estado venezolano en construir infraestructura, expandir el mercado y mejorar el capital humano (educación y salud). Así, mientras en 1936 el 75% de la población vivía en áreas rurales, la esperanza de vida era de 39 años y el sector manufacturero (sin refinación de petróleo) apenas aportaba el 6,7 % del PIB; cincuenta años después el país se había urbanizado, la esperanza de vida se había elevado a 70 años y la manufactura aportaba el 18% del PIB no petrolero.

18 Según Astorga (2003) el Producto Interno Bruto (PIB) creció a las siguientes tasas promedio para diferentes períodos: 9,64% (1937-1947); 6,87% (1948-1958); 4,95% (1959-1973); 2,31% (1974-1983); 1,76% (1984-1989). Por su parte, tanto el sector agrícola como la industria manufacturera presentaron elevadas tasas de crecimiento entre 1948 y hasta comienzos de la década de 1980, aunque se observó una tendencia declinante del ritmo de crecimiento de ambos sectores productivos. También señala Astorga (2003) que, a pesar de la holgura de divisas, la naturaleza petrolera de la economía estimulaba la sobrevaluación del tipo de cambio que obligaba a una mayor protección de la producción nacional. Por su parte la disponibilidad de abundantes recursos rentísticos en manos del Estado generó, en el proceso de privatización de dicha renta, ineficiencias y distorsiones.

19 Tal y como lo plantea Baptista (1997: 137) la disponibilidad de divisas permite importar gran cantidad de bienes de capital, pero dichas divisas no tienen contrapartida de esfuerzo nacional por su condición de renta. Los bienes de inversión no son producidos en el país (son importados) y no tienen contrapartida de ingresos que puedan ampliar la demanda para el nuevo potencial de producción.

20 Venezuela fue el país de más rápido crecimiento económico en América Latina entre 1920 y 1980 (Hausmann, 2001) en un contexto de baja inflación, de fortalecimiento de la democracia y estabilidad política (a partir de 1958).

21 Para más detalles sobre la relación entre los macroprecios, las políticas macroeconómicas y sus efectos sobre el sistema agroalimentario véase Timmer, Falcon y Pearson (1985), así como Schiff y Valdés (1998, 2002).

22 Dornbusch y Téllez Kuenzler (1993: 92) llaman la atención sobre el efecto del tipo de cambio real sobre la competitividad de la producción nacional al expresar las cantidades de bienes extranjeros necesarios para comprar una unidad de bienes nacionales. Una apreciación del tipo de cambio real deteriora la competitividad de la producción nacional al encarecerla (se necesitarán más unidades de bienes extranjeros para comprar una unidad de bien nacional), mientras que la depreciación del tipo de cambio real ejerce el efecto contrario (mejora la competitividad de la producción nacional).

23 De acuerdo con las Hojas de Balance de alimentos (Instituto Nacional de Nutrición e INN-ULA, varios años), las calorías de procedencia importada representaron en promedio para el lapso 1999-2007 el 41% en la disponibilidad para consumo humano (DCH) de los venezolanos. En los primeros años de la década de 1980 esta cifra superó el 50%.

24 Pinto Cohen (1984) concluyó que a diferencia de lo que se cree, la agricultura venezolana, fue un sector de gran dinamismo hasta finales de los 1970s. Durante casi tres décadas la actividad agrícola se diversificó, se amplió en rubros producidos, ocupación territorial y sistemas de producción. Durante la década de 1960 la agricultura creció a un ritmo promedio de 5,8% y entre 1970 y 1980 lo hizo al 3,8%. Tal ritmo de crecimiento fue superior al de la población y representó uno de los crecimientos agrícolas más altos en el mundo durante esas décadas. Entre 1950 y 1970 se duplicó la producción de origen vegetal y más que se triplicó la de origen animal. Los cultivos tradicionales café y cacao perdieron peso en su contribución al PIB agrícola, pues tuvieron un dinamismo inferior al de los cereales, la leche, la carne de aves, el sector pesquero, caña de azúcar, frutas y otros rubros. Tales resultados evidencian que a pesar de los efectos negativos que ejercía el modelo de acumulación basado en al renta petrolera, particularmente la tendencia a apreciar el tipo de cambio real, el sector agrícola logró crecer debido al impacto positivo de otras políticas que compensaron el impacto negativo que en términos de competitividad  ejercía la apreciación real del tipo de cambio.

25 Los programas de subsidios y de financiamiento agrícola y agroindustrial con tasas de interés subsidiadas por parte del Estado también se alimentan de la renta petrolera y abaratan el costo del factor capital.

26 El consumo de alimentos también puede ser estimulado al utilizar parte de la renta para diseñar y ejecutar programas sociales de subsidios a los alimentos (comedores escolares gratis, comedores populares con comida subsidiada, entrega de alimentos a segmentos pobres, subsidios para lactantes, mujeres embarazadas y ancianos, venta de productos subsidiados para la población en general o con programas focalizados, etc.).

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