Interciencia
versión impresa ISSN 0378-1844
INCI v.27 n.1 Caracas ene. 2002
IMPACTOS AMBIENTALES GENERADORES DE BIODIVERSIDAD: CONDUCTAS ECOLÓGICAS DE LOS HOTÏ DE LA SIERRA MAIGUALIDA, AMAZONAS VENEZOLANO
Egleé L. Zent y Stanford Zent
Egleé L. Zent. Ph.D. en Etnobotánica, Universidad de Georgia, EEUU. Postdoctorante, Departamento de Antropología, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, (IVIC). Dirección: Apartado Postal 21827, Caracas 1020A, Venezuela. e-mail: elopez@medicina.ivic.ve
Stanford Zent. Ph.D. en Antropología, Columbia University, EEUU. Investigador Asociado, Departamento de Antropología, IVIC.
Resumen
La hipótesis de que vastas porciones del Amazonas son de origen antropogénico y no ecosistemas prístinos ha ganado adeptos recientemente, aunque existen pocos casos de estudio que la sustenten. Este trabajo explora empíricamente esta hipótesis centrándose en aspectos controversiales acerca de la contribución de los forrajeros humanos en la modificación substancial del paisaje. Se documentan las conductas de alteración ecológica de los Hotï de la Sierra Maigualida, Amazonas venezolano, quienes tradicionalmente han ocupado la región selvática interfluvial. Los Hotï son indígenas fundamentalmente forrajeros, practicantes de recolección, caza, pesca, y en menor grado agricultura incipiente, están poco aculturados y han sido contactados recientemente. Se describen cinco de sus conductas alteradoras: cosecha y dispersión de frutos arbóreos, explotación y manipulación de palmas, manejo de gusanos de seje, cultivo de claros naturales y extracción de miel. Un análisis de estas alteraciones, y en virtud de los largos períodos de ocupación que los Hotï han ocupado esta región, permite inferir que sus conductas han tenido un impacto considerable en la composición, diversidad y estructura de los bosques de Maigualida. Tales conclusiones tienen implicaciones en los planes de conservación biológica al mostrar que las actividades de subsistencia de los indígenas forrajeros contribuyen a la creación y mantenimiento dinámico de la diversidad en los ecosistemas amazónicos.
Summary
The hypothesis that vast portions of Amazonia are made up of anthropogenic rather than pristine ecosystems has gained wide acceptance in recent years, yet empirical studies of this phenomenon are still few. One unexplored aspect of this hypothesis concerns whether aboriginal human foragers have contributed to landscape modification. The present article addresses this gap by documenting the ecological disturbance behaviors of the Hotï people of the Sierra Maigualida, Venezuelan Amazon. The Hotï are a recently contacted group who traditionally inhabited an interfluvial forest region, were very nomadic, and subsisted mainly from hunting and gathering and secondarily from swidden horticulture. Although some contemporary Hotï groups have experienced cultural changes following contacts with westerners foraging continues to be a dominant part of the subsistence system. Five disturbance behaviors observed among the Hotï are described: harvest and dispersal of edible fruit trees, exploitation and manipulation of palms, management of palm grubs, gap cultivation, and honey extraction. Based on an analysis of these types of disturbance and taking into consideration the long period of time they have occupied this region, we infer that they have probably had a considerable impact on the composition, diversity and structure of the Maigualida forests. The findings are potentially significant for conservation planning by showing empirically how the subsistence activities of indigenous human foragers contribute to the creation and dynamic maintenance of biodiversity in Amazonian ecosystems.
Resumo
A hipótese de que vastas porções do Amazonas são de origem antropogênica e não ecossistemas prístinos tem ganho adeptos recentemente, ainda que existem poucos casos de estudo que a sustentem. Este trabalho explora empiricamente esta hipótese centralizando-se em aspectos controversiais sobre a contribuição forraginosos humanas na modificação substancial da paisagem. Documentam-se as condutas de alteração ecológica dos Hotïs da Serra Maigualida, Amazonas venezuelano, os quais tradicionalmente têm ocupado a região selvática interfluvial. Os Hotïs são indígenas fundamentalmente forraginosos, praticantes da colheita, caça, pesca, e em menor grau agricultura incipiente, estão pouco aculturados e têm sido contactados recentemente. Descrevem-se cinco de suas condutas alteradoras: colheita e dispersão de frutos arbóreos, explotação e manipulação de palmas, manejo de gusanos de seje, cultivo de claros naturais e extração de mel. Uma análise destas alterações, e em virtude dos longos períodos de ocupação que os Hotï têm ocupado esta região, permite inferir que suas condutas têm tido um impacto considerável na composição, diversidade e estrutura dos bosques de Maigualida. Tais conclusões têm implicações nos planos de conservação biológica ao mostrar que as atividades de subsistência dos indígenas forrajeros contribuem à criação e manutenção dinâmico da diversidade nos ecossistemas amazônicos.
PALABRAS CLAVES / Ecosistemas Antropogénicos / Alteración Ecológica / Forrajeros Humanos / Amazonas / Bosque Tropical / Hotï /
Recibido: 21/08/2001. Modificado: 08/11/2001. Aceptado: 15/11/2001
Varios autores han señalado que porciones significativas de las cuencas del Amazonas y el Orinoco son eminentemente antropogénicas en lugar de ecosistemas prístinos (Smith, 1980; Posey, 1983a; Eden et al., 1984; Denevan y Padoch, 1987; Clark y Uhl, 1987; Balée, 1988, 1989, 1993; Anderson y Posey, 1989; Irvine, 1989; Denevan, 1992; Roosevelt, 1992; Gragson, 1995; Junk, 1995; Zent, 1997). Según ello, la intervención humana se evidencia históricamente en aspectos del paisaje contemporáneo tales como vegetación, fauna, suelos, topografía e hidrología. López-Zent (1998) reseña casos de estudio registrados en la literatura donde se evidencia que las poblaciones indígenas que mantienen un estilo de vida tradicional (i.e. bajas tecnología y densidad poblacional, énfasis en subsistencia) han tenido un impacto beneficioso y no detrimental sobre los ambientes naturales que ocupan. El presente estudio continúa la exploración de tales ideas en torno al polémico debate acerca del carácter destructivo versus constructivo de la compleja cadena de relaciones naturaleza-hombre.
La representación del Amazonas como un hábitat antropogénico es todavía una idea muy controversial, en especial por la insuficiencia de estudios de campo e históricos sobre las consecuencias de las interacciones hombre-ambiente. Este trabajo proporciona aportes empíricos a la hipótesis de trabajo de que grupos humanos con orientaciones de subsistencia tradicionales actúan como agentes ecológicos creativos modificando y configurando dinámicamente los ecosistemas. Se describen prácticas ecológicas de los indígenas Hotï de la Sierra Maigualida del Amazonas venezolano, que no redundan en efectos ambientales perjudiciales y que generan incrementos en la biodiversidad regional, constituyendo aportes vitales para su mantenimiento dinámico.
Contactos entre el mundo occidental y los Hotï se establecieron sólo a finales de la década de los sesenta y no se conocen estudios específicos de la historia natural de Maigualida. Las publicaciones previas (en las que se refiere a los Hotï como Hoti, Joti, Jodi, Chicano, Shikana, Yuana, Yowana, Rua, Rue, Orechicano, Waruwarú y Waruwadú), aunque valiosas, están basadas en breves experiencias de campo (Bodin, 1969; Bou, 1970; Dye, 1970; Jangoux, 1971; Corradini, 1973; Eibl-Eibesfeldt, 1973; Guarisma, 1974; Coppens y Mitrani, 1974; Coppens, 1975, 1983; Guarisma y Coppens, 1978; Vilera, 1985). Robert Storrie hacia un estudio paralelo a éste (1999) acerca de la definición de persona entre los Hotï.
Durante 22 meses, desde mayo 96 a octubre 99, los autores condujeron un trabajo de campo en la Sierra Maigualida, centrándose en etnobotánica y ecología del comportamiento entre los Hotï de cuatro comunidades seleccionadas por representar parte del amplio rango de diversidad ecológica, demográfica y sociocultural del grupo étnico y su entorno: 1) Caño Mosquito, comunidad independiente muy pequeña (12 personas); contacto infrecuente con otros grupos étnicos; bosques húmedos, premontanos, submontanos, semideciduos y siempreverdes. 2) Caño Majagua, comunidad independiente pequeña (25 personas); contacto intermitente con otros grupos indígenas (Eñepa, Piaroa, Yabarana); bosques de tierras bajas húmedos, ribereños (estacionalmente inundados), semideciduos, siempreverdes. 3) Caño Iguana, comunidad nucleada de misión (165 personas); contacto diario con misioneros protestantes norteamericanos; bosques húmedos, basimontanos y premontanos, semideciduos y siempreverdes. 4) San José de Kayamá, comunidad nucleada de misión, multi-étnica (población total >500 personas) co-residencia con indígenas Eñepa; contacto diario con misioneras latinoamericanas católicas; ecotono sabana-bosque.
Entre los métodos usados en esta investigación se encuentran: colección de formas lingüísticas y análisis fonémico del Hotï, estudios florísticos (4 parcelas de 1ha cada una) y análisis de vegetación utilizando diámetros a la altura de pecho (DAP) de 10cm, colecciones generales de especímenes botánicos, entrevistas etnobotánicas estructuradas, entrevistas formales e informales, estudios de repartimiento de tiempo, observación y seguimiento cuantitativo de individuos realizando actividades de subsistencia, registros de los recursos alimenticios cosechados (espacial y temporalmente, peso y cantidad), además de observación participativa de un diverso rango de actividades e interacciones de conversación cotidiana y registro de datos meteorológicos.
Parámetros Biofísicos
La Sierra Maigualida es una formación montañosa que constituye el límite natural entre los Estados Amazonas y Bolívar al sur de Venezuela, entre 5-6ºN y 65-66ºW (Figura 1). Los principales ríos que drenan el área incluyen Cuchivero y Caura en Bolívar, los cuales desembocan al norte en el Orinoco medio, y el Parucito y Asita-Iguana en el Amazonas, que fluyen al sur hacia la cuenca del río Ventuari. La Maigualida abarca unos 7000km², se extiende 300km con una anchura promedio de 30 a 40km y alcanza su mayor altitud en el Cerro Yudi (2400m snm). Despliega una considerable variación geológica, geomorfológica, y ecológica. Geológicamente, la región está dominada por granitos moderadamente tectonizados, con extensiones menores de roca volcánica acídica piroclástica y sectores de gneis y esquisto verde metasedimentario (MARNR-ORSTOM, 1988). La región incluye formaciones de altas mesetas rocosas irregulares (>1000msnm), laderas montañosas, farallones, cerros y valles (400-1000msnm), planicies convexas y en media naranja (300-600msnm), y superficies planas (150-200msnm) (MARNR-ORSTOM, 1988). Maigualida está extensamente cubierta por bosques densos y altos (pluviales, ribereños, premontanos, montanos y de galería), excepto sobre los 2000m, donde domina la flora tepuyana. A altitudes inferiores se observan también mosaicos de pequeñas formaciones transicionales de matorrales, de sabanas graminosas inundables y no inundables, y de plantas acuáticas.
La composición florística a nivel de especies de las 4ha de bosques estudiadas es muy diferente entre ellas pues comparten sólo de 16,3% a 32,6% según el coeficiente de similaridad de Sørenson y reflejan altos índices de diversidad con valores de Shannon-Wiener de 6,31 a 6,86. Presentan entre 125 a 182 especies, 74 a 112 géneros, entre 38 y 48 familias, densidades absolutas de 355 a 563 individuos, áreas basales entre 21 y 41m² y dos estratos arbóreos a alturas entre 15 y 30m con emergentes de unos 30 a 40m (Zent y Zent, 2001).
El clima se define por el sistema de Köppen como húmedo tropical (Am) con una estación seca (dic-mar) y otra de lluvia (abr-nov). Los rangos de pluviosidad están entre 2389 y 2724mm/año, con una distribución tropical esperada (desviación de 27mm en enero y 292,7mm en mayo). Un modelo de isotermia anual típico describe el régimen de temperatura. La oscilación anual es mínima (0,14 a 5,1°C de desviación standard) variando los valores entre 19,9 a 44°C. La húmedad relativa osciló en un rango de 21 a 99% (desviación standard 1,5 a 23%).
Parámetros Culturales y Poblacionales
La afiliación lingüística y la historia cultural Hotï han sido materias de debate debido a la carencia de datos precisos. La lengua Hotï se ha clasificado como aislada, sugiriendo que podría tratarse de un grupo étnico relictual cuyos ancestros fueron probablemente los habitantes originales de las Guayanas (Durbin, 1977). E. Mosonyi (citado en Coppens, 1983) sugiere una posible afiliación del Hotï con el Yanomami, y Henley et al. (1994-96) lo relacionan con el Makú, otra lengua no afiliada del Vaupés de Colombia y Brasil. La conexión genética propuesta entre las lenguas Hotï y Piaroa de afiliación Sáliva (Jangoux, 1971; Eibl-Eibesfeldt, 1973; Guarisma 1974; Vilera 1985) se sustenta en nuestras bases de datos por numerosas similitudes en léxico, morfología, fonología y sintáxis entre ambas lenguas, además de cognados en los nombres de plantas. Contactos históricos con los Eñepa (lengua Caribe) se evidencian en la cultura material Hotï.
La población Hotï parece estar en franco crecimiento. Estimados poblacionales durante los primeros años de contacto van desde 300 a 500 personas (Guarisma, 1974; Coppens y Mitrani, 1974; Guarisma y Coppens, 1978). El primer Censo Indígena de Venezuela registró 398 Hotï (OCEI, 1985) y el censo subsecuente 643 Hotï distribuídos en alrededor de 25 comunidades (OCEI, 1993). Nuestros datos censales al inicio del trabajo de campo en 1996-97 cuentan 750 Hotï, número que se elevó a 826 en febrero 99, a partir del incremento natural (nacimientos menos muertes) conocido. Los cuidados médicos sanitarios ofrecidos en las misiones pueden explicar el rápido crecimiento poblacional de las últimas dos décadas.
Asentamiento y Orientación de
Subsistencia
Tradicionalmente los Hotï tienen una fuerte orientación adaptativa interfluvial y terrestre, evidente en su incipiente o nulo conocimiento al fabricar y usar curiaras o canoas (pequeñas, crudamente acabadas, inestables), experticia reciente aprendida de los Yekuana y otros grupos amazónicos, según su testimonio. Una amplia combinación de caza, recolección, pesca y horticultura forman el sistema de subsistencia. La importancia relativa de cada práctica varía según la comunidad, su hábitat y grado de aculturación. Los instrumentos de caza principales son cerbatana y lanza de punta de metal, siendo los animales de presa más comunes: danta (Tapirus terrestris), báquiro (Tayassu pecari), lapa (Agouti paca), picure (Dasyprocta leporina), mono marimonda (Ateles belzebuth), mono araguato (Alouatta seniculus), mono capuchino (Cebus olivaceus), venado (Mazama americana, M. gouazoubira), pava rajadora (Pipile pipile), úquira (Penelope jacthacu), paují (Crax alector) y guacamaya roja (Ara chloroptera). Los campamentos y salidas de forrajeo por días, semanas o meses, son prácticas comunes en todos los asentamientos, e incluyen la cosecha de gusanos de seje, miel, orugas, termitas, hormigas y numerosas especies de frutas. Todos los miembros del asentamiento toman parte en las salidas de forrajeo. La pesca no es una actividad tradicionalmente importante aunque hoy se practica más en los asentamientos aledaños a cursos de agua mayores. Los principales cultígenos de los conucos Hotï son plátano (Musa paradisiaca x.), ñames (Dioscorea alata y D. trifida), maíz (Zea mays), batata (Ipomea batatas), yuca dulce (Manihot esculenta), ocumo (Xanthosoma spp.), lechosa (Carica papaya), caña (Saccharum officinarum), curagua (Ananas ananasoides) y tabaco (Nicotiana tabacum).
Un asentamiento es el espacio físico natural y cultural ocupado por una unidad de asentamiento, o el grupo de individuos Hotï que convive durante un período prolongado utilizando los mismos asentamientos. La unidad de asentamiento tiene una duración mayor en el ambiente espacio-temporal que aquella de sus miembros humanos individuales. Escisiones, inmigraciones, emigraciones, muertes o nacimientos de los miembros, modifican la composición de los asentamientos. Los asentamientos ofrecen caracteres perceptuales de ocupación análogos pero no son homogéneos. Se observaron dos tipos de asentamiento: base (con duración estimada de cinco años, a los que se regresa luego de frecuentes salidas de forrajeo de explotación/exploración forestal, intercambios comerciales, ritos, búsqueda de medicinas, etc. y donde se mantienen conucos de diversas edades) y campamento (alpendes que actúan como asientos de la población humana durante las salidas de forrajeo por períodos de duración y ocupación variables). La duración de los recorridos y la permanencia en las viviendas son flexibles por excelencia y parecen estar motivados por criterios ecológicos y sociales (distribución de recursos bióticos, estación del año, intercambios comerciales, ritos, encuentros con otras unidades de asentamiento, etc.). Los asentamientos Hotï son muy perecederos, estando su duración física relacionada a la durabilidad de los materiales usados en la construcción de las casas y la intencionalidad potencial de uso de los mismos. El asentamiento es abandonado por diversos motivos, como la muerte o el agotamiento relativo de recursos aledaños.
Posterior al contacto, los asentamientos Hotï se localizaron entre 250-1000msnm, con una distribución modal entre 500-650msnm (Corradini, 1973; Coppens, 1983), a fines de los noventa se registraron comunidades a altitudes entre los 150 a 950msnm, indicando movimientos hacia elevaciones inferiores. Excepto en las dos comunidades de misión, los rasgos tradicionales de los asentamientos han prevalecido: ocupados por 5 a 30 personas, dispersos y en constante movimiento, situados a considerable distancia y aislados de las fronteras de contacto con la sociedad criolla; están además localizados cerca de pequeños cursos de agua no navegables, bajo una cerrada canopia dentro del bosque, lo que hace difícil visualizarlas desde el aire. Varían en tamaño, sedentarización, distancia entre ellas, contactos interétnicos, composición interna, estilo arquitectónico y zona ecogeográfica habitada. La ocupación del espacio es muy flexible signado por gradientes de nucleación y sedentarización, desde comunidades relativamente permanentes y pobladas (Kayamá y Caño Iguana) a aquellas altamente nómadas y dispersas compuestas por una sola familia nuclear. La variación en los modos de asentamientos es el resultado de la gran flexibilidad Hotï para agregarse o disgregrase (tamaño, integración y duración de los grupos residenciales) así como a sus formas de ocupar la tierra, lo cual depende significativamente en la disponibilidad de recursos naturales (distribución, estacionalidad) y sociales (lazos de parentesco afinal y cognáticos).
La distribución espacio-temporal de las actividades de subsistencia depende del conocimiento de la fenología y geografía de recursos botánicos y la conducta ecológica y demografía de ciertas especies zoológicas. La fluctuación de modos de asentamiento está determinada por la abundancia y disponibilidad de recursos silvestres y en menor grado por las demandas de trabajo agrícola, aunque éste a menudo se transfiere u olvida (los grupos más nomádicos no poseen conucos o los atienden poco). La estrategia de subsistencia Hotï está signada por una orientación forrajera dominante, aunque la horticultura pueda proveer importantes insumos dietéticos energéticos en algunas comunidades como las misiones (Zent et al,. 2001).
No se conocen términos Hotï que designen el concepto de forrajeo de recursos forestales, aunque la idea genérica se expresa con la frase cõ balebi, que traduce explorar el bosque adentrándose en él. Este flexible concepto de la interacción con el bosque se corresponde con los patrones de conducta, siendo a menudo caza y colección actividades sincrónicas. Plantas y animales son recursos comestibles, o sirven para hacer artefactos utilitarios, decorativos, viviendas, medicinas, parafernalia ritual, señuelos, carnada, leña, etc.
No se cuestiona la dependencia de los Hotï en la recolección de productos silvestres para satisfacer algunas de sus necesidades. Lo que resulta difícil de determinar es si la dependencia humana en plantas y animales no ha condicionado o estimulado respuestas de comportamientos dependientes en algunas especies botánicas o zoológicas que han sido manipuladas por los Hotï desde hace décadas o siglos (Zent, 1999). Cabe preguntar ¿hasta qué punto los Hotï han domesticado su ambiente selvático? Sin minimizar la importancia de la agricultura de tala y quema como alteración humana (actividad probablemente poco practicada antes de la reciente introducción de los metales entre los Hotï), el discurso se centra aquí en las alteraciones asociadas con la explotación de los recursos o espacios naturales en virtud de la tendencia forrajera de los Hotï. Las manipulaciones de recursos practicadas por los Hotï alteran el ambiente ya que causan la muerte a individuos, cambian la estructura y composición de una comunidad biótica, o liberan e incrementan la disponibilidad de recursos a otros organismos. Los efectos de las alteraciones pueden observarse a diferentes niveles de organización ecológica como individuo, población, comunidad, ecosistema y región (cf. Barbour et al., 1987; Pickett et al., 1992). Se asume que el impacto ecológico acumulativo de las actividades forrajeras es mayor desde una perspectiva histórica y se exploran cinco tipos de alteración humana: cosecha y dispersión de frutos, explotación y manipulación de palmas, manejo de gusanos de seje, cultivo en claros naturales, y extracción de miel.
Cosecha y Dispersión de Frutos
Comestibles
La actividad alteradora más común entre los Hotï es la cosecha y dispersión de frutos comestibles. La colección y consumo de frutas silvestres son eventos flexibles, en los que participan activamente personas de todas las edades. La frecuencia de la colecta de frutos depende de la abundancia y distribución de especies arbóreas comestibles, la estación del año, los patrones de movilidad del asentamiento y otras actividades a las que se dedican sus miembros. Mientras que algunas expediciones de forrajeo de frutas silvestres son consideradas conscientemente planeadas (los forrajeros saben de antemano el tiempo exacto en el que las plantas serán explotadas y dónde están ubicadas), otros eventos de cosecha son oportunísticos en virtud de que los Hotï explotan frutos comestibles si se los encuentra a su paso aunque no se los buscó intencionalmente. El primer tipo de estrategia se reserva para especies preciadas por su sabor o debido a que proveen una cantidad mínima (alrededor de 3kg) de fruta cosechable durante un evento de colecta. El motivo de algunas salidas de campamento consiste en el deseo de consumir la fruta de especies estacionales, como Humiria balsamifera, Dacryodes spp. y Chrysophyllum sanguinolentum. Las especies oportunísticas tienen menor prioridad de cosecha, aunque en períodos de escasez el gran conocimiento fenológico que de ellas poseen los Hotï (estacionalidad, fructificación, floración, etc.) ayuda a modular estrategias de aprovechamiento traducidas en prácticas sociales de movilidad y aprovisionamiento. Períodos de escasez o fluctuación social verán reforzada la validez de los recursos oportunísticos. Se registró un total de 265 especies botánicas consideradas comestibles por los Hotï listándose en la Tabla I las más explotadas (Zent, 1999).
La cosecha de frutos involucra las siguientes técnicas: 1) recoger los frutos caídos directamente desde el suelo; 2) trepar árboles o lianas con la ayuda de un aro, hutibu (hecho con plantas como Guatteria foliosa Benth, Cordia sericicalix A.D.C., Lecythis corrugata Poiteau, Brosimum utile [Kunth] Pittier, Phenakospermun guyannense [L.C. Rich.] Endl. ex Miq.) que fija, impulsa y sostiene el escalador al tronco; 3) construir andamios cuando la base del tronco del árbol es muy grueso; 4) remover ramajes de árboles; y 5) talar troncos. La fruta colectada puede comerse en el lugar descartando la semilla allí mismo. Los excedentes de frutos se transportan al asentamiento al tiempo que los colectores continúan comiendo la fruta a lo largo de las trochas y arrojan las semillas a medida que regresan. Cuando la fruta se consume en el asentamiento, las semillas se depositan en pilas a lo largo de los márgenes de los claros al exterior de las casas o bien en corrientes de agua cercanas. Algunas veces, la fruta colectada de la canopia arbórea no es consumida ni transportada por los Hotï (por ejemplo si no está aun madura), en cuyo caso puede ser dispersada por otros predadores. Estas prácticas de colección y dispersión de frutos arbóreos son eventos de alteración de bajo impacto en tanto que afectan un organismo, el entorno inmediato del sitio de cosecha, la ruta desde los asentamientos al lugar de colecta, y los alrededores del asentamiento. Al tomar en cuenta las frecuencias y densidades con las que tienen lugar tales eventos espacio-temporalmente, es significativo el potencial impacto a niveles de organización ecológica superiores, como se ilustra con el caso del walikye hyai (Ec-clinusa guianensis Eyma).
Los Hotï colectan y consumen grandes cantidades de la fruta arbórea del walikye hyai durante los dos primeros meses de la estación de lluvia (abril-mayo). Esta Sapotaceae se encuentra especialmente en bosques montanos y premontanos; los Hotï atribuyen su presencia en bosques de altitud inferior a la conducta dispersadora de los predadores humanos y animales. Por ejemplo, la presencia de E. guianensis es común a lo largo de las trochas alrededor de la comunidad de Kayamá aunque los Hotï no la consideran una especie nativa a este ambiente de ecotono sabana-bosque. El período de fructificación no es extenso, pero estimula salidas de colección por demás interesantes social y ecológicamente tal como sucedió en mayo del 98 en Caño Iguana. En ella intervino el mayor número de Hotï (37 personas, 25% de la población de la comunidad), observado agrupado en torno a una actividad económica comunal. Las asociaciones para organizar la expedición de búsqueda y colección del fruto evidencian la importancia del suceso, su antigüedad y complejidad. Grupos de 2 a 7 personas (de infantes a ancianos) participaron en las colectas. El fruto se colectó trepando los árboles, cortando ramas y recogiendo los frutos del suelo directamente. Algunos pocos individuos maduros de árboles de walikye se talaron con hacha para acceder a la fruta. La mayor parte de la fruta se consumió en el lugar de colecta aunque algunas cestas se transportaron al asentamiento. La frecuencia de individuos E. guianensis refleja un manejo humano que trasciende la edad de los Hotï del asentamiento.
Las consecuencias ecológicas de este patrón intensivo de explotación son múltiples. La Tabla II muestra los valores censales para E. guianensis en las parcelas de 1ha levantadas en las cuatro comunidades de estudio. Esta especie está presente en tres de las parcelas de bosques altos (Caño Iguana, Caño Majagua y Kayamá), con densidades absolutas y relativas que van de 0 a 7 individuos/ha >10cm dap, (en un universo muestreado de 25 cuadrantes/ha). En contraste, la densidad de E. guianensis en la zona de colección mencionada arriba es mucho mayor y opaca a la de cualquier otra especie: 47 individuos/ha >10cm dap. Se observaron numerosos individuos más pequeños de la misma especie. Las diversas alturas y grosores de los troncos evidencian que la población local está balanceada según grupo etáreo lo cual constituye un indicador de la exitosa colonización de la especie. El manejo humano a través de las prácticas de cosecha durante largos períodos de tiempo parece ser la explicación más razonable de la alta densidad de E. guianensis en ciertas áreas del bosque. Incluso si los Hotï no actuaran conscientemente, sus técnicas de colección parecen fomentar la dominancia y mantenimiento de esta especie localmente.
Otras consecuencias ecológicas son: a) incrementar los bancos locales de semillas (al descartarlas luego de ingerir la pulpa); b) dispersar las semillas regionalmente; c) crear claros al talar individuos arbóreos grandes maduros, que eventualmente permiten el desarrollo de individuos tolerantes a la luz; d) liberar nutrientes al cortar ramajes o troncos de árboles; y e) estimular el crecimiento de nuevos miembros a través de la remoción selectiva de ramas con frutos. La cosecha de walikye tiene también consecuencias sociales: 1) constituye una suerte de festival al ser una actividad comunal que refuerza los lazos cohesivos entre los miembros del asentamiento; 2) actúa como ítem de intercambio social ya que al llegar a la comunidad los frutos se distribuyen entre aquellos que no participaron en la colecta; 3) es una práctica de socialización o entrenamiento para los miembros jóvenes del grupo que aprenden las sutilezas del manejo de la especie en cuestión.
Consecuencias análogas pueden también observarse en la colecta de otras frutas arbóreas por los Hotï tales como tuwiyu hyai (Chrysophyllum sanguinolentum) y tau ate hyai (Humiria balsamifera). La fructificación de ambas especies tiene lugar durante la estación seca (enero-marzo) y estimula expediciones de campamentos. Ambas especies crecen normalmente en las cimas pedregosas de cerros de bosques montanos y premontanos (>400msnm), y su presencia a alturas inferiores es explicada por los Hotï como el resultado excepcional de las conductas dispersatorias de personas o animales. El tau ate hyai es especialmente abundante en los alrededores de Caño Iguana y constituye el objeto de frecuentes expediciones de colección. Cuando está madura esta fruta cae al suelo, es colectada, ingerida y su semilla dispersada.
Explotación y Manipulación
de Palmas
Las palmas ocupan un sitial especial en la gama de estrategias de manejo de las culturas de tierras bajas suramericanas (Balick, 1984). Estudios en el Amazonas colombiano, muestran que las palmas han sido usadas por los humanos desde el Holoceno temprano (Morcote-Ríos et al., 1998) hasta hoy en día cuando es casi imposible encontrar grupos tropicales que no dependan de las palmas de alguna manera. La Tabla III muestra diez especies de palmas explotadas por los Hotï por diversas razones: alimento, medicina, medicina de cacería, cebadas de pesca, materiales de construcción, fabricación de muebles, cestas, vestidos ceremoniales, materiales de cacería, utensilios domésticos, parahuso para hacer fuego, y huso de algodón entre otros. La contribución de las palmas a la dieta Hotï es muy significativa. En efecto, la colección de cuatro especies de fruta de palma (Attalea maripa, A. butyracea, Oenocarpus bacaba y Bactris gasipaes) estimulan campamentos.
La palma de cucurito, ulu hi (A. maripa), es especialmente importante, siendo el alimento fundamental de los Hotï (a veces exclusivo) durante el período de cosecha (mayo-julio). Quizás por ello se la considera como una de las primeras plantas creadas en el remoto pasado mitológico. Los campamentos durante la estación de lluvia están determinados y regulados en gran medida por oportunidades para cosechar la fruta de ulu, y es común encontrar asentamientos temporales cercanos a grupos de individuos de esta palma. La fruta de ulu puede ingerirse cruda o cocida en cuyo caso se elaboran jugos (hyu) o sopas (hta hta). La palma de seje, hãli bah te (O. bacaba) constituye otra especie muy importante para la subsistencia Hotï, aportando frutas y larvas comestibles (véase más adelante). Esta palma erecta se encuentra especialmente en laderas o lugares bien drenados.
Las cifras de la Tabla IV ejemplifican la conspicua presencia de palmas a todo lo largo del paisaje de Maigualida. La mayor dominancia y densidades de palmas aparece en los bosques ribereños de Caño Majagua, donde O. bacaba resulta particularmente notable, con 59 individuos (más del 10% de todos los individuos en la hectárea). Fue igualmente la especie más densa en bosques altos del Amazonas brasileño (Ferreira y Prance, 1998). A. maripa presenta 6 a 7 individuos/ha en tres de las cuatro parcelas, cifras significativas en el contexto de las densidades totales de las especies donde ocurren dado que el 86% (Kayamá), el 88% (Caño Majagua) y el 89% (Caño Mosquito) de los taxa si presentan cinco o menos individuos/especie/ha. Así que A. maripa es una de las especies más abundante.
En otras áreas del Amazonas la presencia de bosques dominados por palmas se ha asociado directamente con el manejo humano (Balée, 1988; Anderson et al., 1991; Heinen y Lizarralde, 1991; Heinen et al., 1995), relacionando la abundancia de palmas con la intervención humana. Las alteraciones humanas relevantes en este ejemplo, incluyen fuego, talado, transporte, y cocción. Tanto O. bacaba como A. maripa son especies resistentes al fuego. Durante la estación seca de 1998, al abrir un conuco cercano, la parcela de Majagua fue parcial y accidentalmente quemada. Como resultado 23 individuos de O. bacaba resultaron severamente quemados pareciendo muertos durante la observación inicial, pero cinco meses más tarde todos se habían recuperado. La plasticidad de O. bacaba ilustrada puede estar asociada con un contenido de agua más alto en su tronco, comparado con las áreas lluviosas o las especies de árboles dicotiledóneos (Schroth et al., 1999). La resistencia al fuego de A. maripa es evidente por su capacidad de sobrevivencia a las quemas de conucos nuevos, siendo una especie pionera y con larga expectativa de vida. Vale señalar que en un recorrido hacia las cabeceras del río Cuchivero (el núcleo del área tradicional Hotï), se observaron numerosos grupos de ulu, o ulu cõ bosque de A. maripa. Los Hotï explicaron que algunos de los ulu cõ son los remanentes vivos de antiguos sitios de conuco y asentamiento, recordando incluso algunos de sus dueños. Los ulu cõ ubicados en filos de laderas (donde no se abren conucos) pueden haberse establecido con la ayuda de fuegos antropogénicos iniciados durante el período más álgido de la estación seca según los Hotï. Las numerosas palmas como O. bacaba y A. maripa por doquier en Maigualida, sustentan la tesis de que el fuego está en todas partes en la historia natural de la Amazonia (Pyne, 1998).
Al cosechar el fruto de la palma o sus hojas, el colector trepa su tronco o uno adyacente y corta lo deseado, pero en ocasiones tala el tronco completamente, una práctica en apariencia destructiva, aunque sólo se talan individuos muy maduros o viejos que pasaron ya su pico de fertilidad. Los Hotï afirmaron que talan individuos de O. bacaba y A. maripa cuando son "muy altos y viejos" para crear espacios a los más jóvenes y permitirles "crecer más rápido y más fuertes". Esta información es consistente con la reportada en la literatura, donde se registra que individuos de O. bacaba acercándose a la senescencia exhiben una reducción en la tasa de crecimiento, potencial reproductivo y generación de biomasa (Balick, 1988). Aunque la palma senescente tiene menos hojas, su estructura abierta y orientación horizontal sombrea a las plantas que crecen bajo ella. Al talar la planta no sólo se libera nutrientes sino que se permite una insolación más directa que beneficia a las plántulas e individuos jóvenes. Así, la remoción selectiva de individuos improductivos, facilita el desarrollo de nuevas plantas productivas, que a su vez se benefician de los nutrientes liberados por los troncos caídos. Consecuentemente, los grupos de O. bacaba observados estaban compuestos de individuos de diversos tamaños, edades y etapas fenológicas. La literatura no proporciona estimados de expectativas o etapas de vida para el Oenocarpus sp. (Balick, 1988), debido a su alta plasticidad y a la incapacidad de hacer correlaciones entre tamaño y edad de esta especie (Balick, 1986), pero se considera a la morfología de la hoja como un buen indicador de la etapa de vida de las palmas (Balick, 1988), carácter reconocido por los Hotï al tasar la longevidad de palmas, incluso mediante una serie de marcadores fenológicos formales a partir de las hojas (hya plántula, hwa hwa juvenil, hkohko adulto, hi palma madura) del individuo en cuestión.
Los Hotï podrían influenciar la distribución y regeneración de las palmas al cosecharlas, manipularlas y consumirlas. La colección y transporte de grandes cantidades de frutos a los asentamientos y lugares de campamentos implica la formación de grandes bancos de semillas en localidades particulares. Por ejemplo, en mayo 96 se visitó el campamento de una familia nuclear Hotï cercana a una arboleda de ulu en la región del Alto Cuchivero. Esta familia habría permanecido en el lugar por al menos 3-4 semanas y reportaron que la fruta del ulu había constituido su principal alimento durante este tiempo. Un par de árboles altos maduros de ulu habían sido talados recientemente y vastas pilas de conchas y semillas del fruto consumido pocos días atrás yacían alrededor del pequeño claro donde construyeron sus alpendes o casas de una sola vertiente. El procesamiento del fruto de palma, especialmente la cocción, puede agilizar la germinación y crecimiento de la semilla, como en el caso de O. bacaba, que al remojar las semillas en agua caliente o hervirlas antes de ingerirlas incrementa su porcentaje global de germinación desde 42 a 98% (Balick, 1988). Las semillas del fruto de A. maripa, contienen larvas (ulu abiye) que se ingieren o usan como carnada de pesca. En resumen, las estrategias Hotï de manipulación y explotación de palmas influencian sus patrones de distribución, densidad y regeneración.
Manejo del Gusano de Seje
Los gusanos de seje corresponden en realidad a las larvas de dos especies, hãli bahtebohã y uli ba htebohã (Rhinostomus barbirostris y Rhynchophorus palmaarum, Curculionidae, Coleóptera), siendo muy comunes en la dieta Hotï. Inicialmente se consideró que constituían recursos silvestres, pero es evidente ahora, que los Hotï manipulan conscientemente la producción y reproducción de esas larvas mediante una forma de manejo que podría considerarse pseudo-domesticación. La estrategia de manejo Hotï se sustenta en el conocimiento de la relación entre estos insectos y especies de palma, especialmente hãli ba htehi (O. bacaba). La complejidad de tal manejo se esboza aquí y será objeto de futuros trabajos.
Basados en un conocimiento específico de las etologías reproductivas de R. barbirostris y R. palmaarum, los Hotï recrean las condiciones ambientales necesarias para criarlos. Estas especies depositan sus huevos en los troncos caídos en descomposición de O. bacaba y en una menor extensión, de O. bataba, A. maripa, y A. butyracea. Los Hotï saben que la madera de estas especies es muy fibrosa, de suave a media en dureza, y sufre un proceso de descomposición relativamente rápido luego que el tronco es talado y cae al suelo, creando las condiciones ideales de incubación y cría para los coleópteros. Se aplica más esta práctica a O. bacaba pues las otras especies son consideradas menos confiables para la producción de los insectos. Los individuos seleccionados para la tala son aquellos cercanos a la senescencia que han pasado ya su etapa más productiva pues los Hotï afirman que si individuos más fértiles y jóvenes se talan, la madera no se descompondrá suficientemente rápido y los coleópteros no colocarán los huevos en sus tallos pues las rechazan instintivamente o, dada su más lenta tasa de descomposición, no permite que los huevos o las larvas prosperen. La tala de individuos maduros, grandes y más altos crean claros que benefician a los individuos más jóvenes y más fértiles.
La práctica de pseudo-cría y cosecha de gusanos de seje es más frecuente en las comunidades de Majagua y Mosquito, donde es más baja la densidad de población humana. Abundan en estas áreas pequeños claros o parches de canopia cerrada (20-40m2) donde yacen de dos a cuatro troncos caídos de O. bacaba, talados por los Hotï para que se inicie el proceso de descomposición natural y se recreen las condiciones para producir los coleópteros. Luego de tres o cuatro meses, se regresa al sitio para cosechar las larvas y ninfas abriendo el tronco longitudinalmente y entresacando las larvas. Una gran porción de ellas se comen crudas y vivas en el lugar de colección, y las restantes se transportan a las residencias, se cocinan y consumen en sopas o asadas. Si se espera más tiempo para cosechar las larvas, éstas maduran demasiado y no son comestibles desde la perspectiva Hotï. Es común durante la cosecha, encontrar e ignorar algunos huevos que han alcanzado la etapa adulta, siendo usual también que los colectores dejen a propósito algunas larvas comestibles dentro de los troncos. Según los Hotï, gran número de larvas y adultos morirían normalmente atrapados dentro del tronco si no se los libera mediante el proceso de cosecha, lo que permite que la población local de coleópteros experimente un incremento. En cualquier caso, el período fijo de maduración de las larvas aunado con los niveles de mortalidad natural imponen una oportunidad de cosecha razonablemente limitada, que vale interpretar en términos de salidas de colección como eventos conscientemente planificados desde el momento del talado.
La cosecha y consumo de larvas ocurre durante todo el año, dependiendo su disponibilidad especialmente en el manejo humano. En Majagua y Mosquito, se observaron frecuencias promedio de cosecha de tres veces por semana. Este recurso aporta una contribución substancial a la dieta Hotï, siendo rico en proteínas (7,33g por 100g), grasas (10,9g) carbohidratos (9,4g), energía (165Kcal), vitamina A (85µg de retinol), E (9,82mg) y 11 aminoácidos esenciales (Cerda et al., 1999), siendo una fuente de nutrientes en períodos de escasez.
El manejo de gusanos de seje va mucho más allá del simple forrajeo de recursos naturales e implica pseudo-domesticación: la modulación de estrategias interdependientes entre poblaciones de animales, plantas y hombres. Sin duda, la práctica Hotï de talar troncos de palma maduros y cosechar los gusanos de seje de ellos, tiene una influencia directa en la abundancia y regeneración de las especies animales y vegetales involucradas. Igualmente los Hotï se benefician nutricional y materialmente de las palmas y las larvas. En el plano social, los grupos de O. bataba constituyen uno de los pocos tipos de recursos naturales investidos con un cierto "valor de propiedad" entre los Hotï, para quienes la propiedad privada es un concepto poco extendido. A las palmas se les reconoce por tener propietarios con derechos prioritarios de explotación y conocemos casos en los que las palmas se heredaban. Las palmas junto con otros recursos estratégicos (trochas de cacería, conucos viejos) parecen proveer las bases materiales de la conducta territorial entre los Hotï, que a su vez condiciona varios aspectos de sus patrones de asentamiento y relaciones sociales (Storrie, 1999).
Cultivo de Claros Naturales
El cultivo de ciertas plantas en los claros naturales en medio de bosques altos flanqueando caminos es otra conducta de alteración Hotï. Se observaron dos tipos de claros naturales así utilizados: los creados por las caídas naturales de árboles y áreas abiertas estacionalmente inundadas al margen de cursos de agua. Estas áreas de recursos son referidas por los Hotï como bãlã balo conuco de trocha o camino. Análogo a aquellos reportados para los Kayapó (Posey, 1983a) y Piaroa (Zent, 1992), los bãlã balo ofrecen a los caminantes abastos de alimentos extra que pueden usarse durante sus frecuentes actividades nomádicas y de campamento. Usualmente se los encuentra lejos de los asentamientos y según los Hotï fueron mucho más extensos y comunes una generación atrás. Algunos informantes reportan que el grueso de la dieta de sus ancestros consistía de frutas de palmas, animales de presa, miel y plantas cultivadas en los conucos de trochas. La mayoría de los cultígenos plantados en ellos son plantas de ciclos cortos que constituyen alimentos favoritos de los Hotï y que liberan nutrientes cuando mueren, tales como maíz, yuca, batata, ñame, ocumo y caña de azúcar. Otros cultígenos como cambur/plátano y papaya, pueden sobrevivir por más tiempo (registramos plátanos de más de 10 años), aunque eventualmente desaparecen cuando la vegetación aledaña crece y cierra la canopia. El pijigüao, lebã hi (Bactris gasipaes) puede encontrarse en los bãlã balo, aunque su explotación involucra aparentemente la interacción mutualística de la fauna silvestre puesto que los Hotï atribuyen al picure (Dasyprocta leporina) la responsabilidad de su abundante proliferación ya que comen la fruta y entierran las semillas en el suelo, plantando nuevas plantas. Según Schultes (1994), el pijigüao es desconocido en estado silvestre, aunque se cultiva a lo largo de la América tropical. No obstante, según los Hotï la mayoría de las cosechas que observamos en el campo provienen de plantas silvestres facilitadas por el picure.
Extracción de Miel
La búsqueda de miel es uno de los rasgos más distintivos del sistema de subsistencia Hotï, quienes invierten mucho tiempo al año buscando nuevos panales de abejas bãilã (Meliponinae, Apinae), pero la colectan especialmente durante la estación seca (diciembre-marzo) cuando es uno de los alimentos consumidos con más frecuencia y suple los requerimientos de carbohidratos cuando el acceso a los productos cultivados disminuye. Además de la miel bãilã helã, los Hotï consumen ciertos tipos de polen bãilã buhkehu y pupas bãilã ilibõ , y recogen la cera bãilã õ para manufacturar antorchas bãilã bõko. Se ofrece aquí una descripción superficial de las prácticas Hotï asociadas a la miel pues la ecología y biología apiarias no eran parte del proyecto de investigación, y no se las profundizó con la rigurosidad que merecen.
Los Hotï poseen un vasto y complejo conocimiento de la biología, etología, ecología y geografía de estos himenópteros. Se registraron 23 especies Hotï de bãilã, pero al no colectarse especímenes (por falta de permiso legal para hacerlo), no se puede determinar su correspondencia científica. La historia natural de cada una de las especies es bien conocida por los Hotï quienes al caminar los bosques perciben con agudeza la presencia de diferentes abejas. Sería ingenuo considerar que sus asiduas salidas al bosque en búsqueda de miel son aleatorias o exploratorias, pues todo el año los Hotï atisban la presencia de diversas especies de abeja, discuten sus hábitos, hábitats y calidades. La visualización de abejas en cualquier contexto nunca pasa desapercibida, al contrario, demanda un comentario o moción. La cartografía cognitiva de recursos silvestres en la mente Hotï dibuja sectorizaciones tempo-espaciales con sitiales de importancia a la presencia de colonias de abejas. La localización de nuevos panales o aquellos existentes se añaden diariamente a los inventarios de este renglón y en la época de verano, la exploración consiste en realidad en determinar el tamaño del panal, la cantidad de miel cosechable y los medios más efectivos de acceder al producto. Los Hotï conocen las especies arbóreas preferidas por las abejas para anidar como se muestra en la Tabla V, donde las abejas están asociados con árboles específicos. Esto puede sugerir procesos coevolucionarios interespecíficos potenciales que merecen estudiarse, en virtud de que la biología y ecología de las abejas nativas amazónicas son poco conocidas.
Los recorridos de colecta de miel son eventos flexibles que pueden durar de minutos a días, en cuyo caso se erigen asentamientos temporales y se los ocupa hasta que se agote la miel local. Las técnicas de extracción describen tres escenarios: 1) trepar el árbol donde anida el panal o un árbol cercano al mismo, 2) talar el árbol con el panal, o 3) abrir un hueco en el tronco que contiene el panal. Se trepa al árbol si el panal está adherido externamente al ramaje del árbol y es accesible. Si las abejas son especies con ponzoña agresivas, se elabora una antorcha (usualmente de las hojas secas de palmas, véase Tabla III) y se la enciende antes de acercarse al panal. Usando la antorcha, el trepador dirigirá el humo y la llama hacia las abejas enfurecidas. Cuando ha disminuido o se ha eliminado la amenaza de ser picado, el colector usará su cuchillo o una estaca para golpear y tumbar al suelo el panal donde puede cosecharse. La mayoría de las abejas explotadas por los Hotï son sin embargo sin aguijón, por lo que no es necesario usar el fuego. Se tala cuando el árbol es muy alto, de difícil acceso o si el panal está dentro del tronco.
En la estación seca de 1998 participamos de una expedición con tres unidades domésticas (9 personas en total) en el Alto Mosquito, donde tuvieron lugar varios episodios de extracción de miel, dos de ellos se describen aquí: 1) Un joven avistó un panal de ahtu bãilã, una especie agresiva preciada por su miel excepcionalmente rica, localizada unos 20 metros arriba en el árbol uli bãlu hyai (Trattinnickia lawrancei Sandl. ex Swart var. boliviana Swart., Burseraceae), reconocido comúnmente por los Hotï como lugar favorecido por esta especie de abeja para construir su panal (tal vez por la presencia de terpenos). Luego de trepar una liana aledaña, el joven expuso por 5 minutos una tea de hojas de ulu encendida directamente al panal y al salir las abejas, golpeó el panal con una estaca provocando su caída. El proceso extractivo ocupó menos de veinte minutos y produjo más de 10kg de miel líquida y polen. La bãilã hkalu o cera se colectó también para fabricar antorchas (bãilã bõko deke). Las abejas produjeron el polen a partir del néctar de la flor del árbol buhke hyai (Tachigali sp., Leguminosae) según los Hotï. 2) Una hora más tarde, 2km al norte del sitio anterior, el mismo individuo colectó 5kg de miel al talar un tronco del árbol ãbiye htawi (Diospyros vestita Benoist, Ebeneaceae) y excavar un orificio que puso al descubierto la miel depositada allí por las abejas hãli bãilã. Aunque se extrajeron porciones de la colmena, la caída del árbol produjo la dispersión de la miel dentro del tronco así que se emplearon los delgados tallos de individuos juveniles de bãlaya hi (Geonoma deversa [Poit.] Kunth) para absorberla ya que actúa como esponja y agiliza la colección de miel. Talar el árbol tomó menos de cuarenta minutos y todo el proceso extractivo menos de una hora. No toda la miel, polen y cera se cosecharon.
Dada la gran diversidad de abejas y la complejidad de sus interacciones, ponderar los impactos ecológicos de extracción de miel no resulta sencillo. Sin embargo, basados en el testimonio Hotï y su íntimo conocimiento de las abejas y de múltiples observaciones de procedimientos de cosecha de miel, pueden darse conclusiones tentativas acerca de los impactos globales de esta actividad sobre el ambiente de Maigualida. El principal interés es ponderar las implicaciones de las prácticas de cosecha con relación a la conservación de las poblaciones de abejas y las plantas que polinizan y con las que interactúan.
En algunos de los eventos de extracción presenciados, los colectores dejaban pequeñas porciones de la colmena sin colectar, práctica a la que se atribuye la cualidad de hacer viable la conservación de la colmena (Posey 1983b). En otros eventos extractivos parecía que se cosechaban la totalidad de los recursos disponibles, miel, polen, pupas, panal y cera. En cualquier caso, la reina, sobre la que depende la sobrevivencia de la colonia, no se extermina. Según los Hotï, el acto de cosechar una colmena no destruye a la colonia sino al contrario la incita a abandonar el sitio y restablecer el panal en un lugar cercano. La conducta predatoria de los Hotï, según ello, funciona como un catalizador para la migración y renovación del panal. Tal movimiento puede beneficiar la producción en tanto que limita la instalación de parásitos o hongos en el panal a lo largo del tiempo. Puede también evitar la invasión de las agresivas abejas aloctónas africanizadas. Los Hotï insisten que al construir un nuevo panal se estimula la actividad colectora de néctar y polen de las abejas debido a la imperativa necesidad de restaurar los abastos de alimentos de la colonia. De la intensificación de la colecta de néctar y polen, deriva que las abejas estarán más aptas a polinizar un número mayor de flores. El establecimiento de un nuevo panal no toma mucho tiempo, y la misma colonia de abejas que sufrió la predación humana estará restablecida, reabastecida y la miel lista para ser cosechada de nuevo en uno o dos años, dependiendo de la especie. Los Hotï entonces, manejan las poblaciones de abejas y la miel que producen como recursos renovables, lo que puede explicar por qué esta actividad es sustentable cuando el nivel de presión predatorio es bajo. En resumen, la práctica extractiva de miel de los Hotï puede considerarse como ecológica y conservadora ya que: 1) no implica la inevitable extinción de la colonia; 2) acelera el movimiento de abejas dentro del ambiente local; 3) estimula un incremento de colecta de néctar y por tanto de la actividad polinizadora; y 4) es renovable luego de 1-2 años.
La práctica de talar árboles al extraer miel también deja su marca en el paisaje. La frecuente creación de claros en la canopia cerrada del bosque actúa como pequeños a medianos eventos de alteración que estimulan múltiples dinámicas en las poblaciones y comunidades de la biota local. Debe enfatizarse que la mayoría de árboles talados asociados con la colecta de miel son individuos viejos (parcial o totalmente huecos) o sufriendo procesos que derivarán en su muerte. La creación de claros acelera la regeneración, instalación y distribución de especies forestales, lo que contribuye a incrementar la biodiversidad local, al crear más y más diversos micro-hábitats. A lo largo de las trochas Hotï, es común observar huellas de episodios pasados de extracción de miel. La intensidad de este impacto, se ilustra al notar que en tres años, tres de los árboles marcados en la parcela de 1ha en la comunidad de Iguana fueron talados con el fin de acceder a la miel que contenían, abriendo claros que fueron rápidamente colonizados (i.e. por plantas de Cecropiaceae, Urticaceae, Piperaceae). Una extrapolación simplista indicaría que por su actividad extractiva de miel los Hotï talan un árbol/ha/año. El nivel de impacto real variará según determinantes ecológicas, económicas, sociales. No obstante, la frecuente creación de claros por los grupos humanos al acceder a recursos arbóreos debería tomarse en cuenta cuando se consideran las variables que definen el inventario florístico de la región de Maigualida. Aun, para definir en su justa medida el rol de la creación de claros por los Hotï, son necesarios estudios más sistemáticos.
Discusión
Este artículo ofrece una perspectiva esencialmente sincrónica de las conductas de alteración Hotï y sus efectos ambientales sobre la posible creación antropogénica del paisaje de la Sierra Maigualida. Ello impide que se extrapolen directamente a períodos históricos conclusiones contemporáneas. Es necesaria una perspectiva diacrónica para aprehender con mayor propiedad la magnitud de las modificaciones humanas al ambiente natural. Sin embargo, la historia cultural Hotï y su relación con la Sierra Maigualida son desconocidos. No existen trabajos arqueológicos ni palinológicos en la región, ni se conocen registros históricos acerca de los Hotï, y dado que el contacto con ellos data de apenas hace una generación no se los menciona en la literatura sino muy brevemente hasta ahora. Aunque es poca la información acerca de los Hotï en los últimos 30 años, es suficiente para evidenciar los cambios que han tenido lugar en este grupo (migraciones, mayor permanencia en sus asentamientos, etc.). Entre ellos, el mayor acceso a instrumentos de metal ha redundado en un mayor impacto ambiental pues los primeros registros acerca de los Hotï señalan que usaban instrumentos de piedra (Cruxent, 1961; Coppens, 1983). La tradición oral Hotï, la mayor fuente acerca de su historia, reporta que la región Maigualida, en especial el Alto Cuchivero, es su territorio ancestral de ocupación donde vivía mucha más gente en el pasado. Consideran que los Hotï del pre-contacto efectuaban salidas de campamento más frecuentes y prolongadas, dependían en un grado mayor en frutas de palma, gusanos de seje y miel, mantenían redes más extensas de conucos en claros naturales, poseían muchos menos instrumentos de metal, utilizaban el fuego para tumbar árboles y eliminar vegetación no deseada, y tenían lazos sociales y comerciales más estrechos con los Eñepa. La profundización y expansión de la investigación (arqueobotánica, paleoecología, florística, etc.) en esta fascinante región permitirían alcanzar una visión diacrónica comprehensiva del impacto humano en el ambiente.
Pese que la historia precisa de esta región y su gente no son bien conocidas, es probable que los impactos humanos a través del espacio y tiempo luego de una larga ocupación sean responsables en moldear y definir notablemente la estructura y composición florística de fragmentos significativos de los bosques. Este artículo proporciona ejemplos de cómo las actividades de subsistencia de un pequeño grupo indígena de la selva tropical ejerce impactos creativos en la composición, diversidad, configuración y función integral de su hábitat biológico. Los datos colectados hasta ahora sustentan la hipótesis de que las actividades humanas constituyen variables centrales en la formación y conservación del ecosistema amazónico. Ello estimula la reflexión acerca de las implicaciones para entender la relación entre indígenas amazónicos forrajeros de baja tecnología y los bosques culturales que ocupan, y la aplicación práctica y diseños de estrategias de conservación biocultural.
No se ha pretendido compendiar y analizar las múltiples explicaciones que durante las últimas dos décadas han propuesto diferentes autores acerca de la alta biodiversidad y especiación en los trópicos (Pianka, 1966; Gentry, 1988; Foster et al., 1998; Givnish, 1999; Condit et al., 2001). Sin embargo, en virtud de que no se ha postulado una explicación, se pretende aquí en cambio, señalar que en el abanico de alternativas explicativas, debe tomarse en cuenta la función de las complejas interacciones bióticas, en términos de competencia y predación interactuando con los sucesos de alteración (Waide y Lugo, 1992; Sousa, 1984). Muchas de las actividades de subsistencia tradicionales de las poblaciones humanas indígenas amazónicas, como las descritas aquí, abarcan simultáneamente ambos procesos, es decir, constituyen sucesos de alteración enlazados con prácticas predatorias y de dispersión similares a aquellas de las especies no humanas. La gran importancia de los frugívoros en el mantenimiento de la heterogeneidad florística tropical es evidente en tanto que entre un 75 a 95% de las semillas de los bosques tropicales son dispersadas por animales (Janzen y Vázquez-Yanes, 1991; Julliot, 1997; Fragoso, 1997) siendo la viabilidad de algunas especies dispersadas por la megafauna de hasta el 98% (Fragoso y Huffman, 2000). La dispersión y manipulación humana del material reproductivo de las especies botánicas sin duda afecta entonces los patrones de distribución y composición florística de los bosques. Indígenas como los Hotï prestan un valioso servicio de dispersadores y como grandes vertebrados mantienen una serie de interacciones únicas con frutas y semillas. Se sostiene aquí que las semillas manipuladas por los Hotï tienen un impacto ecológico potencial mayor al compararlo con aquel de los animales, en virtud de que las actividades humanas de predación y dispersión ocurren a menudo en asociación directa o indirecta con sucesos de alteración como tala de árboles, iniciación de fuegos y cosechas de animales. Dado que la extinción o reducción significativa de frugívoros dispersadores deviene en cambios significativos en la demografía y estructura genética de los bosques neotropicales (Pacheco y Simonetti, 2000), produciendo además complejos mosaicos de bosques con diversos grados de cambio estructural (Roldán y Simonetti, 2001), la extinción de estas prácticas de subsistencia y la remoción de los indígenas puede tener consecuencias análogas.
La creación y manipulación de claros forestales están entre las alteraciones ecológicas más significativas atribuidas a grupos humanos. Al mismo tiempo los claros son centrales para el mantenimiento, estructura, y función de la alta riqueza de especies arbóreas en los bosques tropicales (Brokaw, 1985) y estudios a nivel mundial en diferentes bosques muestran que muchas especies dependen de claros para subsistir (Sutherland, 1998), como algunas emergentes que no alcanzarían la madurez en otros hábitats. La dispersión de semillas y los bancos de las mismas constituyen los parámetros determinantes para el mantenimiento de la diversidad en los claros de los bosques neotropicales (Dalling et al., 1998). Dado que los claros y sucesiones devenidos por procesos humanos no son sucesos al azar, el factor utilitario se añade como determinante. El caso Hotï ilustra cómo los claros culturales pretenden eliminar plantas menos útiles y estimular migraciones o sucesiones de aquellas más útiles para los hombres. Posey (1998) reporta una conducta análoga entre los Kayapó, pues el manejo de claros recrea islas de recursos para hombres y animales. Otros grupos tradicionales amazónicos (Denevan y Padoch, 1987; Irvine, 1989; Baleé, 1993; Zent, 1995; 1997) confirman esta inclinación utilitaria.
En función de escala, frecuencia e intensidad las conductas de alteración Hotï parecen confirmar que grupos indígenas relativamente no aculturados actúan como agentes ecológicos de pequeño a mediano impacto en el paisaje amazónico. Gran parte de las áreas alteradas o manipuladas por los Hotï son de escalas muy pequeñas (talado de un solo árbol, <200m²), pequeñas (caidas de múltiples árboles, <0,5ha), o medianas (conucos, <1ha), estando las diferentes escalas correlacionadas con diferentes mecanismos regenerativos y tiempos de recuperación (Uhl, 1983). La frecuencia de los sucesos de alteración Hotï es mediana, en tanto que los intérvalos de recurrencia varían (alrededor de 15-50 años) y los ambientes alterados están asociados con especies mixtas J y K donde se asumen existen los niveles más altos de biodiversidad, el rango más amplio de posibilidades de sucesión y la entropía más alta (Barbour et al., 1987; Pickett et al., 1992; Meffe y Carroll 1994; Savage et al., 2000). Las prácticas de conuco Hotï y la explotación intermitente de territorios de caza y recolección junto con cambios intergeneracionales de asentamientos son ejemplos de alteraciones intermedias. Las alteraciones Hotï son de baja intensidad pues son localizadas, reversibles y no demandan grandes inversiones energéticas al iniciar el proceso de recuperación ambiental (estimulando la colonización de especies J y eliminando algunas pero no todas las semillas de especies K). La conducta de alteración Hotï es consistente con el mejoramiento y mantenimiento de niveles de biodiversidad y por tanto debe incorporarse en planes de desarrollo para explicar y mantener la rica biota tropical (Goldammer, 1992; Balée, 1998), tanto más cuando se han reportado índices de endemismo más altos en bosques sometidos a niveles intermedios de alteración humana (Kessler, 2000) los cuales pueden jugar un papel importante en la conservación de la biodiversidad.
Los Hotï y otros indígenas amazónicos son valiosos componentes de la dinámica, estructura y función del ecosistema como se conoce hoy, pero estas etnias no siempre se conforman a los ideales o imágenes occidentales de la conducta ecologista. Esta investigación no acepta indiscriminadamente la hipótesis del buen salvaje ecológico, que asume los hábitos explotativos de los indígenas ajustados a los concomitantes de los recursos naturales haciendo prevalecer un supuesto estado de equilibrio (Redford, 1991; Grande y Anglás, 1999; Chicchón, 2000; Colchester, 2000; Schwartzman et al., 2000). Al contrario, desde nuestra perspectiva los indígenas son agentes de alteración ecológica volitivos y conscientes cuya intención es cambiar el ambiente a través de procesos de manipulación biológicos y culturales para satisfacer necesidades de producción de recursos. Enfatizamos la neutralidad subjetiva de los resultados: la conducta de alteración humana no necesariamente genera degradación ambiental o extinción de las especies, pero tampoco sugiere que el incremento potencial de la biodiversidad mejorará las condiciones de la biosfera (Baleé, 1998). Tal conducta independientemente de su legitimación por las ideologías ambientalistas contemporáneas, son significativas para la composición biológica y organización ecológica de los ecosistemas amazónicos de hoy.
Aunque los indígenas amazónicos han ocupado la región por largos periodos de tiempo, sería falso acusarlos de haber producido la degradación a gran escala de su hábitat o la erosión de su inmensa riqueza biológica. Obviamente, los indígenas poseen un íntimo conocimiento de su entorno biológico, son expertos manipuladores de procesos y relaciones ecológicos y tienden a adoptar prácticas de manejo de recursos sostenibles. Los resultados expuestos muestran que grupos como los Hotï prestan servicios que emulan los procesos naturales y contribuyen a incrementar la biodiversidad. Consecuentemente los indígenas pueden contribuir con mucho a los programas de conservación: sus creencias y prácticas etnoecológicas ofrecen modelos para una nueva ética ambiental, sus conductas de subsistencia aparecen vitales para el mantenimiento del ecosistema y la gente misma constituye un recurso humano estratégico para implementar iniciativas de desarrollo.
Agradecimientos
Sería muy difícil mencionar a todos los Hotï que colaboraron en esta investigación, por lo que es más justo expresar un gran agradecimiento a la etnia en conjunto por su colaboración y amistad. Especiales gracias van a Jlota, Awelau, Jlate, Lãwö de Iguana; Luis, Katalina, Tomás, Enrique, Kayupare de Majagua, Kãi, Hãli Yewi, Joaquín, Mateo, Abiebã hãiye de Mosquito, a Maliela, Gilberto, Efraín, Wabio, Alberto, Iván, Aula, Marcos, Noé, Rafael, Santiago de Kayamá, y a Carlos Quintero, quien elaboró el mapa. Ayuda financiera y logística provino de CONICIT, NSF, Wenner-Gren Foundation e IVIC. Las muestras botánicas están siendo procesadas en MYF, VEN PORT y TFA especialmente por A. Fernández, con la ayuda de G. Aymard, W. Carmona, E. Cotton, L. Dorr, R. Duno, R. Gonto, O. Huber, J. Kuitt, R. Liesner, S. Llamozas, E. Melgueiro, B. Milano, J. Ramia, C. Reyes, L. Rodríguez, F. Stauffer, y H.van der Werff.
Figura 1. Localización de algunos Asentamientos Hotï.
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