SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.29 número8Investigación agropecuaria: ¿especie en extinción en venezuela? índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

Compartir


Interciencia

versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.29 n.8 Caracas ago. 2004

 

El Fuego en la Gran Sabana

Nelda Dezzeo, ndzzeo@ivic.ve

Horst Fölster, hfoelst@gwdg.de

Lionel Hernández, lionelher@yahoo.com

Apreciado Sr. Director,

Los investigadores del Proyecto "Dinámica bosque-sabana en la Gran Sabana" queremos expresar nuestro punto de vista sobre algunas de las afirmaciones hechas en el artículo "Conocimiento indígena vs científico: el conflicto por el uso del fuego en el Parque Nacional Canaima, Venezuela", por Iokiñe Rodríguez (Interciencia 29(3): 121-129, 2004).

En ese artículo se nos ha denominado de una manera global como el grupo de científicos y técnicos, el cual incluso fue catalogado como racista. No es posible mezclar de manera indiferenciada resultados de investigaciones científicas recientes con opiniones de técnicos y exploradores de finales del siglo 19 y principios del 20. Tal simplificación burda y reduccionista se aprecia en la Tabla I, donde se afirma que ese grupo tiene una visión del fuego como un componente ajeno al paisaje. Esto es falso. Hemos expresado que la sabanización ha estado ocurriendo en el área desde hace miles de años, y que el paisaje ha sido modelado por el proceso de degradación boscosa (Fölster, 1992; Dezzeo, 1994).

El uso mínimo o controlado del fuego por pobladores tradicionales de regiones con clima húmedo tropical es un hecho conocido y documentado (Del Valle, 1995; UNESCO, 1980). Por ello, cuando se aborda el tema del uso del fuego en la Gran Sabana por el pueblo Pemón, la interrogante básica es ¿de dónde proviene el uso excesivo del fuego por los Pemón? No se tiene una respuesta concluyente, y tampoco la hay en el artículo objeto de la presente réplica, donde se mencionan, entre otras, dos razones para tal uso: promover el rebrote de nuevas hierbas y prevenir la ocurrencia de grandes incendios. La primera razón tendría sentido si las gramíneas predominantes en esas sabanas tuviesen valor nutritivo forrajero que las hiciera útiles para el pastoreo, tal como ocurre en algunos lugares de África. La segunda tendría sentido si las quemas se realizaran de manera controlada en pequeñas superficies o franjas, lo que lamentablemente no ocurre, sobre todo en el caso de los bosques, donde los Pemón establecen sus conucos.

Aunque nuestro trabajo no fue dirigido al estudio del uso del fuego, se realizaron observaciones al respecto, y en algunos casos se estudió su impacto con bases sólidas. Por ello rechazamos la afirmación que "...la visión dominante sobre el uso del fuego y su impacto está basada en un gran desconocimiento de la lógica cultural y ambiental local, y que en algunos casos carece hasta de bases científicas válidas." La observación de incendios por más de 20 años ha ofrecido, entre otras cosas, la posibilidad de constatar patrones de ocurrencia del fuego (Dezzeo, 1994; Hernández, 1999). Tales patrones contradicen en parte las afirmaciones de los ancianos Pemón sobre el uso de la quema para prevenir grandes incendios. Un ejemplo palpable es precisamente la quema iniciada en matorrales, que representa una amenaza para los bosques circundantes.

Desde el inicio del proyecto hemos procurado entender este dilema y aprender de los Pemón. Durante muestreos de campo en Paraitepuy de Roraima, una comunidad con crecimiento acelerado, observamos una alta concentración de conucos productivos, un débil crecimiento de vegetación secundaria en los conucos abandonados y una reducida superficie boscosa apta donde establecer nuevos conucos, lo cual evidenciaba insuficiencia de recursos para alimentar la población. Se preguntó a algunos ancianos locales cómo percibían ese problema, y respondieron que ellos habían escogido su camino y los criollos otro. Se contrapuso como argumento que posiblemente ellos no se hubiesen concentrado de esa forma en su poblado de origen, ya que el sistema tradicional de agricultura migratoria implica el desplazamiento de las nuevas generaciones a otros lugares. El maestro de Paraitepuy presente indicó luego que los ancianos evadían el problema y que él compartía nuestra opinión. A esto se agrega que la selección tradicional de sitios para conuco la hacen los Pemón de manera sofisticada, según lo explicó un anciano al decir que un sitio era seleccionado por un olor de tierra negra. Podemos expresar tal selección en términos de suelos con características químicas favorables, asociados a rocas ígneas básicas (diabasa). A pesar de los diferentes enfoques coincidimos con el anciano en el diagnóstico final.

La autora se equivoca cuando menciona, utilizando la opinión de un entrevistado, que las características de los suelos varían considerablemente en la región. Los Pemón y nosotros conocemos bien este asunto, que ha sido documentado. Según la tesis de Dezzeo y García (1986, Universidad de los Andes) suelos relativamente ricos (diabasa) como en San Francisco de Yuruaní posibilitan el rápido crecimiento de la vegetación secundaria de rastrojo, y al cabo de pocos años es posible talar el bosque secundario para recultivar el conuco. Sin embargo, en suelos pobres, como en los alrededores de Kavanayén, no se puede aplicar ese procedimiento. Allí los Pemón utilizaron un período de 2-3 años de cultivo y 12 años de rastrojo, como tradicionalmente hacían en su sitio de origen sobre suelos de diabasa, y como resultado la vegetación de rastrojo colapsó en 30 años (Dezzeo, 1994; Kingsbury, 2001). La permanencia de los Pemón en sitios inadecuados se asocia con su deseo de obtener beneficios como carretera, escuela, dispensario médico, etc. Por ello es fácil entender que no se desee hablar del problema de sitios no apropiados para conucos.

En su artículo la autora demuestra una posición muy crítica hacia EDELCA y su programa de control de incendios. Aún cuando no deseamos polemizar sobre ese aspecto, y EDELCA tendrá sus comentarios al respecto, esta empresa apoyó por muchos años nuestro proyecto en la Gran Sabana, no porque "compartiéramos su visión institucional del fuego", como señala la autora, sino porque estaba y está interesada en conocer el funcionamiento ecológico de la cuenca.

La autora justifica el uso del fuego por los Pemón con varios argumentos que no cabe cuestionar, y comenta que "... en contraste con la visión antiestética del fuego que tienen los técnicos y científicos, para los abuelos Pemón es a través del fuego que la sabana se mantiene verde y bonita". Nuestra preocupación por el fuego en la Gran Sabana no es asunto de estética. Tal comentario evidencia un desconocimiento supino de los impactos biológicos, biogeoquímicos y sociales de los incendios de vegetación (iniciados o no por los Pemón), no sólo a nivel local y regional sino también nacional y global. Es evidente que la autora no comprendió las conclusiones y hallazgos presentados en nuestras publicaciones. Se limitó a extraer de algunas de ellas los aspectos que le convenían y respaldaban su percepción del problema de los incendios forestales en la región. Al respecto, queremos precisar:

1- No hemos afirmado que la frecuencia de los incendios ha aumentado con el transcurso del tiempo. Lo que sí hemos dicho es que la sabanización ha tenido lugar por miles de años, afirmación sustentada con resultados de dataciones con 14C (Fölster, 1992) y por estudios palinológicos realizados por Rull (1991).

2- No hemos afirmado que el fuego ha sido siempre iniciado por el hombre, aunque es evidente que hoy es el hombre el principal causante de incendios en la región. Hemos afirmado que el ecotono sabana-bosque es relativamente estable. Pero eso no se debe a la actitud "cuidadosa" de los Pemón, sino a que los fragmentos de bosque donde hicimos las observaciones están en partes bajas e intermedias de las laderas, y el fuego iniciado en la sabana se propaga en dirección cuesta arriba, no cuesta abajo donde se encuentra el bosque.

3- Hemos mencionado en publicaciones que los grandes incendios ocurridos en años excepcionalmente secos arrasaron extensas superficies boscosas. Sin embargo, no sabemos (ni lo sabe la autora) si tales incendios fueron iniciados por rayos, por los Pemón durante la quema de la sabana o por extraños. Por lo tanto, sugerir una reconsideración de la interpretación que se ha dado al origen de esos incendios es algo que la autora debe sustentar con una argumentación más sólida que "culpabilizando" a foráneos. Es conocido que los bosques húmedos tropicales pueden regenerarse luego de un incendio. Por ello, el principal problema en la Gran Sabana no son los incendios forestales, sino la regeneración arbórea posterior. El fuego actúa como factor desencadenante de un proceso originado internamente en el sistema. Las causas de que el sistema reaccione con baja elasticidad ante el fuego han sido objeto de nuestro estudio y están relacionadas, entre otras cosas, con condiciones edáficas limitantes que permiten un enraizamiento muy superficial de las plantas y causan baja estabilidad y resiliencia en la vegetación, incrementando su vulnerabilidad ante el fuego. Que la autora afirme, utilizando el comentario de un entrevistado, que nuestros estudios son puntuales y muy localizados y que los suelos varían considerablemente de un lugar a otro, demuestra su incomprensión de los ecosistemas y la errada interpretación de sus procesos, y evidencia que no leyó nuestros trabajos y que utilizó la información de su entrevistado para sustentar una percepción preconcebida del asunto.

4- El mito de Makunaima es bien conocido, pero usarlo como prueba para concluir que la sabana siempre ha existido en la región es inconsistente. No queremos refutar cada sabiduría contenida en los mitos de los pueblos, pero usarlos como argumento científico es equivalente a usar el mito de la creación divina para refutar la teoría de la evolución. No se sabe con certeza desde cuando habitan los Pemón en la Gran Sabana. Butt-Colson (1985) asume que la ocupación humana de la Gran Sabana es reciente, hace unos 300 años. Aunque hemos afirmado que por el clima húmedo reinante podría esperarse más bien una cobertura continua de bosques, nunca hemos negado la presencia de sabanas en la Gran Sabana antes de la ocupación Pemón, pues hacer eso sería llegar a conclusiones rápidas, como lo hace la autora cuando afirma "Vemos pues, que hay una marcada coincidencia entre el conocimiento Pemón y científico respecto a la presencia histórica de la sabana en la región".

5- Tampoco afirmamos que el fuego promueve la erosión. La erosión en la sabana es un fenómeno natural. La conversión de bosque o matorral a sabana desata un proceso de erosión, y los sedimentos resultantes de tal proceso se depositan en su mayor parte en las zonas bajas de las laderas. Para tranquilidad de EDELCA, ha sido difícil comprobar un incremento en la carga de sedimentos de los ríos. En este sentido, la autora ha intentado magnificar un problema que aparentemente no existe, posiblemente por no haber entendido nuestros estudios.

6- Pareciera que los ejemplos que la autora cita sobre las quemas en el parque Yellowstone y en los bosques de Eucalyptus en Australia son motivo de inspiración en el sentido que los científicos poseen también la capacidad de aprender, lo cual confirma que los Pemón tenían la razón. Lamentablemente la escogencia de esos ejemplos no fue la mejor, ya que el clima y los ecosistemas en esos lugares son muy diferentes a los de la Gran Sabana.

7- Llama la atención la forma como la autora maneja la información publicada para respaldar sus percepciones Por ejemplo, para sustentar la antigüedad de las sabanas en la región, la autora se apoya en la tesis de Picón (1995, Universidad de Missouri), quien asignó un elevado endemismo a la sabana abierta. Ella hizo una interpretación errónea de esa información, ya que Picón hace un análisis grueso del endemismo utilizando un mapa a escala 1:2000000 y concluye que la unidad cartográfica "sabana abierta" no corresponde siempre a este tipo de vegetación, y puede contener áreas pequeñas con comunidades donde se han reportado endemismos (arbustales, herbazales, bosques de galería).

Para finalizar recalcamos que el fuego, particularmente durante períodos muy secos, es un factor desencadenador y acelerador del proceso de degradación boscosa en la Gran Sabana, a lo que se debe sumar el impacto de la concentración de conucos sobre los fragmentos de bosques aún existentes. Un problema de tal complejidad, magnitud y múltiples implicaciones no se puede eludir con percepciones bucólicas o ingenuas, ni buscando culpables. Menos aún se puede solucionar aplicando experiencias importadas de regiones muy distintas a la nuestra. La solución la debemos buscar los Pemón, los científicos, los técnicos y todos aquellos interesados y afectados por el problema.

Referencias

Butt-Colson A (1985) Antropologica 63/64: 103-149; Del Valle JI (1995) Interciencia 20: 273-282; Dezzeo N (Ed., 1994) Scientia Guaianae 4. 205 pp.; Fölster H (1992) En Goldammer JG (Ed.) Tropical forests in Transition. Birkhäuser. Basel, Suiza. pp. 25-44.; Hernández L (Ed., 1999) Scientia Guaianae 9. 160 pp.; Kingsbury N (2001) Interciencia 26: 327-362; Rull V (1991) Scientia Guaianae 2. 133 pp.; UNESCO (1980) Ecosistemas de los bosques tropicales: Informe. UNESCO/ PNUMA/FAO/CIFCA. 771 pp.