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Revista de Pedagogía

versión impresa ISSN 0798-9792

Rev. Ped v.25 n.74 Caracas set. 2004

 

La educación de la afectividad en los escritos de Augusto Mijares Education of affectivity in Augusto Mijares

María Jesús NIETO y OTERO

Facultad de Humanidades y Educación Universidad Central de Venezuela. ChusNieto@cantv.net

 

RESUMEN

Es evidente que la afectividad es un elemento a tomar en cuenta en el proceso de educación. Algunas investigaciones recientes muestran la necesidad de armonizar la educación intelectual y la educación de la afectividad para alcanzar una mejor educación del carácter (Goleman, 1996; Nieto y Otero, 2004). En este sentido, puede resultar oportuno buscar antecedentes en los pensadores humanistas venezolanos. En esta investigación me pregunto: ¿Qué aportes ofrece Augusto Mijares a la educación de la afectividad? ¿Cuál es la caracterización de la afectividad del venezolano según A. Mijares? ¿Cuál es la propuesta de Mijares para educar mejor la afectividad en Venezuela? Para responder a estas preguntas sigo la metodología del Análisis del Discurso (Van Dijk, 1985; Bolívar, 1995). El corpus está formado por artículos de Mijares publicados en prensa, y los dos discursos de incorporación a las Academias de Ciencias Políticas y Sociales, y Venezolana de la Lengua –correspondiente de la Real Academia Española-. Las categorías de análisis son los conceptos de afectividad, virtud de la constancia, educación y perfectibilidad del ser humano; estas categorías se definen desde la perspectiva del Romanticismo según Augusto Mijares. Las categorías se analizan principalmente en las descripciones de personajes históricos, venezolanos, que Mijares relata en sus escritos. Al final de este trabajo, encuentro que Mijares formuló una propuesta para la educación de la afectividad de los venezolanos, y es: Educar en la virtud de la constancia. Pareciera conveniente considerar hoy, en Venezuela, esta alternativa educativa como un medio para armonizar razón y afectividad. La propuesta de Mijares en este corpus invita a continuar profundizando el estudio de la educación de la afectividad en sus obras completas.

Palabras clave: Educación del carácter, Augusto Mijares, afectividad, virtud, constancia, historia de la educación venezolana.

ABSTRACT

Affectivity is a relevant element in the educational process. Multidisciplinary international research on character education shows the need for harmonizing intellectual education and the education of affectivity (Goleman, 1996; Nieto y Otero, 2004). In order to find precedents to improve Venezuelan education of affectivity, we must look to teachers that have made a mark in the nation's history. In this article, we explore the contributions of Mijares to the concept of education of affectivity, how he characterizes Venezuelan affectivity, and what is his proposal for improving Venezuelan education for affectivity. Mijares' proposal and his conception of the human being are studied within his Possitivist background and considering the effects of previous Romantic ideas. We conclude that Mijares states a viable alternative for the education of affectivity by educating in the virtue of constancy. It seems convenient to consider this educational alternative today in order to harmonize reason and affectivity.

Keywords: Character education, Augusto Mijares, affectivity; virtues, constancy; history of Venezuelan education.

1. Introducción y contexto

La transmisión de valores morales ha sido una preocupación constante en la mayoría de las culturas, y en los últimos años la educación del carácter se ha vuelto a poner en primer plano (Gordillo, 1992; Ibáñez-Martín, 2004; Carr, 2004; Pring, 2004). La necesidad de este tipo de educación es un hecho tan reconocido que no parece necesario argumentarlo. La ausencia de principios morales en gran parte de nuestra sociedad, de nuestro mundo, nos llega casi a diario por los medios de comunicación. Por esto, resulta sorprendente que habiendo un acuerdo casi unánime en la necesidad de educar moralmente el carácter, el consenso desaparezca cuando se trata de definir cómo hacerlo y, concretamente, qué valores transmitir (Goleman, 1996; Nieto y Otero, 2004).

La presencia fuerte de los sentimientos, y hasta del sentimentalismo, destaca en la vida venezolana. La afectividad ha sido señalada incluso como un rasgo de nuestra manera de ser o de nuestra situación cultural, que resulta evidente en la experiencia cotidiana (Caldera, 1980).

Esta investigación indaga acerca de la propuesta educativa que subyace en el pensamiento de Augusto Mijares1 (1897-1979) en torno a la afectividad. Considero que la educación en general -más para la persona de este tiempo, y más aún para el venezolano- no puede limitarse ni al razonamiento ni a la acción. La educación debe llegar a otra importante dimensión del ser humano, a la afectividad, que ya Augusto Mijares -como veremos- destacó. MacIntyre (1988: 189) afirma que la educación moral es una educación sentimental, pues actuar virtuosamente no es actuar contra la inclinación; es actuar desde una inclinación formada por el cultivo de las virtudes. Para que esta inclinación sea eficaz es preciso que la voluntad haya desarrollado los hábitos convenientes. Por lo tanto, parece necesario investigar cuáles son los hábitos, las virtudes que más inciden en la regulación de los sentimientos. Y así, la investigación educativa respondería a la necesidad de educación moral y cívica de los venezolanos.

Este artículo pretende mostrar cómo Mijares, un hombre de la Historia y la Pedagogía venezolanas2, cumplió esta misión. Considero que investigar los mejores medios para educar a los venezolanos exige conocer las propuestas educativas de los grandes pensadores venezolanos; y Mijares aporta una visión original sobre el movimiento romántico, su influencia en los venezolanos y las lecciones que podemos extraer para la educación y para la construcción de un nuevo orden social. Como mostraremos en este artículo, su propuesta es educar la afectividad a través de la virtud de la constancia.

De don Augusto Mijares se ha escrito y se ha hablado algo3, aunque quizás no lo suficiente aún4. En general, lo que se ha escrito sobre Mijares encuadra las más de las veces en la perspectiva de la Historia de Venezuela, alguna vez en el ámbito de la política y las menos –contradictoriamente- en el ámbito de la educación. En justicia, si un rasgo caracteriza el pensamiento de Mijares es el de educador, siempre atento a las necesidades de formación de la juventud de su tiempo. Conocedor de la idiosincrasia del venezolano, como se manifiesta en sus múltiples escritos sobre personajes de nuestra historia, propone objetivos concretos para la educación del venezolano.

Mijares se forma, a juicio de Arturo Uslar Pietri, en una época en que la actitud predominante entre los pensadores venezolanos estaba teñida de pesimismo. Pesimismo que concebía el proceso histórico nacional de forma negativa. El siglo XIX había sido de luchas y el siglo XX, en el que crece y trabaja Mijares, ofrece un panorama educativo y político donde todo está por hacer; en palabras de Mijares, "yermo material e intelectual, que es lo que hemos heredado después de media centuria de negligencia y mixtificaciones". Pero nuestro investigado se rebela ante la actitud negativa de su tiempo y aporta una nueva visión de la condición venezolana. Halla razones para confiar, y una de ellas es la fuerza moral de la historia de Venezuela. Encuentra abundantes testimonios de la fe del venezolano en un ideal moral, y presenta en sus escritos un amplio elenco de virtudes cívicas venezolanas: el respeto a los principios, el amor a la justicia, la condena de la fuerza, el culto a la magnanimidad. Recoge estos relatos en sus libros, especialmente en el conjunto de artículos publicados bajo el título La luz y el espejo que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Es la misma línea que atraviesa su obra Hombres e Ideas en América, en la cual reivindica a América de los juicios negativos "demasiado rápidos y superficiales de los románticos y las hipótesis demasiado improvisadas de los positivistas. Lo que él trae son los hechos y los testimonios para fundamentar una teoría de lo afirmativo venezolano" (Uslar Pietri, 1960: 59). La invocación de lo afirmativo venezolano que inspira la obra de Mijares está basada en hechos y testimonios de la historia. El hilo que da unidad a su obra es así lo afirmativo venezolano; y en lenguaje educativo, lo traduciremos más adelante en la educación de la afectividad del venezolano.

En lugar del desolado panorama de héroes sin pueblos que vieron nuestros románticos (…) Mijares encuentra en nuestro pasado todo un conjunto de hechos favorables, y la continuidad preciosa de un legado moral que puede y debe servirnos para reconstruir la Patria. (Uslar Pietri, 1960: 60).

La estructuración social que propuso Mijares se fundamentaba en el pensamiento de Bolívar sobre la igualdad y la justicia social. Es para Mijares un requerimiento, una convicción y el medio que propugna para el proyecto de América. Es una suerte de revolución basada en la educación de la afectividad del venezolano: Mijares invita a reconstruir la Patria no en el sentido de hacer una constitución, una escuela o un hospital; sino además de todas las tareas materiales necesarias, en el sentido de afirmar una voluntad colectiva educada en la constancia y en la afectividad.

Mijares expresa en sus obras un ideario educativo, un ideario venezolano en el cual el telón de fondo es su contenido positivo. Una de sus propuestas consiste en educar en virtudes cívicas a partir del ejemplo de personajes, sucesos, anécdotas de la historia que enaltezcan y emulen a los venezolanos hacia un querer ser mejores, más perfectos. El título de su trabajo de incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales en 1961, El proyecto de América, presenta tanto los antecedentes históricos de los pueblos suramericanos como un plan de trabajo para el porvenir. El foco central del trabajo es formar una sincera conciencia democrática y ofrecer caminos de renovación política; para ello, propone a la democracia venezolana no esclavizarse a doctrinas europeas que, en su criterio, corresponden a otra realidad. Es una repropuesta de un propósito revolucionario de la independencia: la igualdad social. Enfoca el discurso desde una visión esperanzadora para Venezuela fundamentada en la educación: una respuesta afirmativa de lo venezolano y de la educación, para afrontar el proyecto de América y avanzar hacia la perfección de los venezolanos, que les permitirá alcanzar la reconstrucción social:

Insisto, pues, en que nuestro primer deber es recuperar esa salud mental que sin ocultarnos las dificultades las aprecie en su natural transitoriedad, que sin desconocer los defectos de nuestro carácter sepa verlos como defectos humanos comunes a todos los pueblos y épocas, algunos de ellos susceptibles de enmienda, y otros que debemos sobrellevar con valor y paciencia, como cada pueblo soporta los suyos, sin el cómodo entreguismo de considerar que nuestra índole es incorregible y que la patria no tiene salvación.(Mijares, 1960: 8).

  1. Metodología
  2. La metodología que sigo en esta investigación se centra en aplicar el análisis del discurso (Bolívar, 1995; van Dijk, 2000) a la obra de Augusto Mijares. El procedimiento incluyó inicialmente descartar del análisis otras obras de educadores venezolanos en los que se buscó respuesta a la pregunta ¿Qué propuesta ofrecen para la educación de la afectividad de los venezolanos? La ausencia de propuestas sistemáticas en numerosos pensadores de nuestro país y la coincidencia del centenario de don Augusto Mijares me llevó a conocer la obra de este autor en la que inicialmente se encuentran referencias explícitas al tema5. El análisis del discurso me llevó a seleccionar los artículos, ensayos y discursos de Mijares más relevantes para el análisis del tema. En los documentos identifiqué las corrientes de pensamiento que influyeron en la ideología de Mijares, su concepto de educación, y los aspectos relativos a la afectividad. Analicé las relaciones que subyacen en su pensamiento en torno a la educación de la afectividad y la búsqueda de perfectibilidad humana.

    Las categorías de análisis que aparecieron como recurrentes en la obra de Mijares y que constituyeron los conceptos clave para el análisis del discurso fueron: educación y perfectibilidad del ser humano, afectividad, virtudes, virtud de la constancia. Estas categorías se identificaron tanto en las descripciones de personajes y anécdotas históricas que narra Mijares en sus artículos, como en las propias definiciones que elabora Mijares y que se encuentran principalmente en los discursos de incorporación a las academias. Tras encontrar las definiciones que propone el autor, se contrastaron con las definiciones de las corrientes romántica y positivista de la época, reconociendo la novedad de la visión de Mijares. Novedad que mostró similitudes con la concepción clásica, aristotélica, del hombre y de la educación.

    Una vez identificadas las categorías de análisis y definidas éstas, se rastrearon en toda la obra de Mijares. La alta frecuencia, recurrencia y sistematicidad con la que dichas categorías aparecen en sus escritos, permitió descubrir la presencia de una propuesta orgánica sobre la educación de la afectividad. Y también, descubrir la originalidad que supone educar en la virtud de la constancia como consejo autorizado para que los venezolanos puedan alcanzar sus metas no sólo educativas sino sus proyectos de renovación social.

  3. Educación y afectividad

3.1. Educación y perfección

El peso de la acción educativa en la época de Mijares, sobre todo la institucional, se dirigía hacia el aspecto intelectivo; probablemente por la identificación de éste con la razón, lo que bien podría ser influencia del positivismo, o bien porque la razón se entendía como la esencia específica de lo humano. Sin embargo, la educación para Mijares persigue una meta global respecto a la persona: que el sujeto sea el que realmente es (Carmona, 2004), y que plasma reiteradamente en la siguiente frase: lo que es y lo que debería ser. Esta meta global de perfeccionamiento del ser humano abarca todas las dimensiones de la vida humana. No hay contradicción, necesariamente, entre razón y sentimientos, ni parece justificada la exclusiva atención prestada por la educación formal a la promoción de lo "intelectual". Es más, nuestro autor dirá que es absolutamente necesario revisar la acción educativa, jerarquizando los aspectos que mayor influencia van a tener en la configuración de la persona; y en este sentido, la vida afectiva adquiere rango de primer orden.

La crítica educativa de Mijares se dirige hacia la necesidad de no ser espectadores del sucederse social de Venezuela, sino que por pertenecer a Venezuela, somos conmovidos y alterados por el mundo que vivimos. La afectividad expresa nuestra pertenencia al mundo, y valoramos esa realidad por el modo como esa realidad nos afecta. Por esto, la formación afectiva en la escuela nace de atender íntegramente a la persona; y descuidar la vertiente emocional quizás sea una de las causas de la desorientación vital que denuncia Mijares.

Ya hemos comentado que este autor recoge su visión del hombre en la expresión lo que es y lo que debe ser, y glosa su sentido en numerosos ensayos. En Longitud y Latitud explica:

Lo verdaderamente característico del hombre y de las sociedades humanas es que en él y en ellas lo que es y lo que debe ser forman un complejo indestructible. Todo hombre es su yo y las posibilidades de su yo, a un mismo tiempo; toda sociedad humana es, simultáneamente, lo que existe y lo que debe venir, un conjunto de limitaciones concretas y un emerger de fuerzas que pugnan por romper esas limitaciones; una realidad y una utopía. (Mijares, 1971:26).

Reiteradamente plantea Mijares que el ideal romántico de la educación, expresado en la historia y la literatura, se plasma en la reclamación empecinada de lo que debe ser contra las imposiciones de lo que mezquinamente es (Mijares, 1971: 82):

Pero es que esas perspectivas que señalo son precisamente para el caso de que un hombre, o un grupo de hombres quieran separarse de aquella realidad, y hoy o mañana, dentro de pocos o muchos años, en uno o en otro país del continente, se aventuren a intentar algo nuevo. ¿Puede existir una mística superior a ésta? (Mijares, 1961:13).

La nueva mentalidad que propone Mijares se refiere a buscar una concepción más ajustada a la realidad completa de la dignidad del hombre. Cuando se refiere a la finalidad de la escuela se pregunta: "¿No podrá la escuela prepararnos para admitir una concepción superior de la justicia, más realista y también más digna y más consoladora? (Mijares, 1988: 16). Es esa búsqueda de perfección la que habíamos resaltado en su reclamo lo que es y lo que debe ser el hombre. Esta expresión muestra su concepción de la perfectibilidad del hombre, romántica sí, pero también común al planteamiento aristotélico y socrático.

(…) existe en el maestro y en el padre, y existe también en la Humanidad, un propósito de Justicia, un anhelo constante de perfeccionarla. (Mijares, 1988).

Esta idea aparece una y otra vez en sus descripciones de personajes de la Historia. Así, por ejemplo, una de las máximas de Don Simón Rodríguez que cita y que más le sorprendió dice:

(…) el camino de la perfección se compone de modificaciones favorables… y así se llega a transformar el niño irascible y testarudo en el hombre paciente y sufrido, que con estas virtudes realiza una empresa de veinte años de lucha. (Mijares, 1988: 143).

Perfección y virtud: disciplina, carácter y voluntad

Todo el planteamiento que hasta aquí se ha señalado se refiere a la búsqueda de perfección como finalidad de la educación. Ahora veremos cómo Mijares muestra la educación en virtudes como un medio para alcanzar la perfección. La propuesta de educar en virtudes le lleva a reivindicar conceptos como disciplina, carácter, voluntad (Mijares, 1998b). Esta necesidad de educación la evidencian las palabras que dirigiera el 31 de Julio de 1964 a los graduandos del colegio "Santiago de León de Caracas":

Hoy (…) se proclama como un derecho juvenil la despreocupación y el ímpetu, pero sin observarles que si esas tentadoras prerrogativas se prolongan demasiado, el hombre llega a ser un simple retrasado mental; tendrá de hombre la apariencia, pero en realidad no será sino un niño caprichoso y desordenado. (Mijares, 1998c).

El desequilibrio señalado parece que se agudizó en las dos décadas que siguieron a las denuncias hechas por Augusto Mijares. Sin embargo, el señalamiento no se refiere a que la sociedad actual carezca de ideales de mejora. Lo que se echa en falta son los resortes morales para alcanzarlos. Los hijos de esta sociedad tenemos el alma muy débil y frágil porque no estamos acostumbrados a soportar carencias ni tampoco a vencernos. La experiencia indica y el sentido común confirma que la voluntad se ejerce y se desarrolla cuando hay que exigirse mucho a sí mismo ante las dificultades y durezas de la vida, pero queda atrofiada cuando todo son comodidades. Lo explica así Mijares:

Y aquí está el punto central de la cuestión: no puede esperarse mucha altura moral de quienes se rigen por la ley del mínimo esfuerzo... La confirmación más clara de que se rehuye por principio, ejercer la voluntad la tenemos en la pedagogía moderna. Si analizamos los profusos programas de educación del niño, encontraremos una cantidad inmensa de objetivos y de técnicas, pero apenas se hace referencia alguna a la formación de la voluntad. Palabras tan elementales como "disciplina", "virtud" o "deber" han desaparecido por completo en el vocabulario pedagógico moderno: ocupan su lugar los términos "estímulo", "motivación", "realización" u otros parecidos... El mundo en el que hoy vivimos favorece muy poco el ejercicio de la razón y de la voluntad: es el reino de las sensaciones que nos arrastra a todos en su dinámica. Como es bien sabido, vivimos hoy en la cultura de la imagen cuyo fin no es ejercer la reflexión y el discernimiento, sino suscitar reacciones más o menos instintivas... El hombre de hoy tiende a comportarse como un mecanismo de deseos que se puede tentar, dirigir y manipular a través del mundo de sensaciones y de imágenes en que vive sumergido. (Mijares, 1998c).

Es preciso matizar, porque el planteamiento de A. Mijares sobre la perfección –siendo ideal romántico- no decae en romanticismo iluso puesto que conceptualmente establece diferencias entre escalar un "estado de perfección" y recorrer un "camino de perfección". En este sentido, dirá que no podemos aspirar a un "estado de perfección" pero sí que debemos imponernos un "camino de perfección", porque el concepto activo y práctico de la perfectibilidad es el único capaz de regir el desarrollo espiritual de cualquier ser humano. Para Mijares la juventud aspira a la vida plena, fuera de toda alienación. Y por lo tanto, pertenece a la naturaleza humana buscar continuamente lo mejor. Aunque para no caer en el ilusionismo es necesaria la práctica de la virtud. Y en especial recomendará la constancia:

El camino de la perfección se compone de modificaciones favorables. Aquella lección puede, además, acompañarlo toda la vida. Porque es la mejor explicación –y la esencia- de la virtud que el hombre debe cultivar como base de todas las otras: la constancia. (Mijares, 1988: 143).

Educación en virtudes mediante la historia

El afán de Mijares por acercar a la historia es un recurso para emular en la educación virtuosa. En sus acciones y en sus escritos está presente esta intención. Los decretos, leyes y reglamentos que por sus cargos debe elaborar también lo reflejan. Por ejemplo, Mijares propuso incluir la asignatura de "Educación moral y cívica" en los programas de Educación Normal4. Dispuso que se impartieran cuatro horas semanales de "Historia de Venezuela, documental y crítica" en el segundo ciclo para el curso de Filosofía y Letras. También es obvio su afán por dar a conocer la historia de Venezuela en sus escritos. No sólo en su obra "El Libertador" sino en breves ensayos como los de "Un chelín de oro" acerca de Soublette; o "El caudillo de gran corazón" sobre el general Páez; o "La Patria" con anécdotas sobre Miranda, Cagigal, Andrés Bello, etc. Estos ensayos están recogidos en gran parte en Lo afirmativo venezolano (Mijares, 1998). En estos relatos históricos, el "héroe" aparece como hombre virtuoso. ¿Podría ser en Mijares una muestra de su afán por educar en la virtud? La necesidad de identificarse con el protagonista surge a raíz de anécdotas narradas por la historia; que tienen una finalidad positiva, pues presentan ejemplos de virtud.

Por todo lo anterior, el planteamiento educativo de Mijares es sin lugar a dudas un planteamiento moral. De hecho, su idea de transformación hispanoamericana se basa en la transformación espiritual de dichos países: "como paso previo a cualquier otro intento" (Mijares, 1960: 12).

3. 2. Romanticismo y afectividad

Hemos ido viendo cómo Mijares considera al hombre ser perfectible, y por esto, educable. Esta concepción podría parecer el rastro de la corriente romántica en su pensamiento, una influencia tardía de los siglos XVIII y XIX. El mismo Mijares expone la influencia que el romanticismo supuso en su pensamiento en el discurso de incorporación a la Academia de la Lengua (Mijares, 1983). Este matiz romántico de su pensamiento educativo se refleja en la creencia en la perfectibilidad indefinida del hombre. Aunque la propuesta de Mijares es concebir un nuevo romanticismo, no es un simple romanticismo, pues como Luis Beltrán Guerrero lo califica en su bienvenida a Mijares a la Academia Venezolana de la Lengua es sobre todo un impulso vital, valor existencial que a la moral, a la ciencia, a la acción, otorga un dinamismo transformador de la sociedad (Mijares, 1971:129).

Cabe aclarar que la concepción de Mijares sobre el movimiento romántico va más allá del romanticismo puramente literario, incluso no debe confundirse con éste. Según el planteamiento de Mijares, la manifestación literaria a partir de 1830 se produce cuando ya, en realidad, el romanticismo ha perdido vitalidad y se hace frívolo. Mijares encuentra influencias románticas aún en los intelectuales más alejados del romanticismo. Para él, el Libertador, Don Simón Rodríguez, Humboldt muestran una concepción romántica en sus ideales. Y de estos ideales de perfección se hacen eco sus escritos y su vida.

(…) Por consiguiente, en el hombre plenamente civilizado y normal ya, para siempre, las adquisiciones íntimas hacia lo que debe ser tienen que considerarse tan naturales –tan indestructibles y fundamentales- como lo son los impulsos y sentimientos que en él persisten de su originaria bestialidad. Cerrar, pues, los ojos a la influencia de los imperativos que han llegado a ser parte inseparable de nuestra personalidad, no es respetar la realidad sino mutilarla. (…) Los hombres superiores (…) a los placeres y dolores que tocan a sus puertas, ellos responden siempre en función de lo que debe ser (…) en todos los hombres encontramos en una forma u otra el sacrificio de lo que es para lograr lo que debe ser (…) Y toda la historia de la especie humana está subordinada a esa ambivalencia que es el dolor y la gloria del hombre; la causa de muchos de sus errores y decepciones, pero también lo que hace de él un ser sin igual en medio del ciego universo. (Mijares, 1998c: 267-8).

Consideremos otra referencia que aparece en el discurso que pronunció en 1964 bajo el título "Ayer eran niños, hoy son hombres":

(...) aparece una malsana propaganda (…) se empeña en complacer los apetitos primarios de la juventud como si ellos fueran la única forma de felicidad posible y el fin humano por excelencia. Categóricamente debemos declarar que tal interpretación de la vida no sólo es cobarde y vil, sino también absolutamente falsa. Sin privarse de ninguno de los placeres que debe tener, el joven puede y debe poner por encima de ellos una finalidad superior que demuestre la nobleza de su espíritu y el valor de su voluntad. No es cierto que nuestra vida tenga que ser triste y estrecha para ser moral y útil (…) el hombre que sabe equilibrar la libre expansión de su sensibilidad con un ideal de trabajo, de bondad o de belleza, ese ideal será elevación y alegría de su vida en todo momento. (Mijares, 1988: 261-2).

El cambio social es una necesidad y aspirar a una forma de vida mejor es romanticismo si tiene como meta esa vida mejor, si infunde vitalidad a la acción, si impregna de afectividad el esfuerzo diario por superarse y ser mejor.

El Romanticismo que se ubica entre mediados del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se corresponde con el Romanticismo Literario que los críticos consideran que se inicia con el estreno del drama de Víctor Hugo, Hernani, en 1830. El Romanticismo literario "es un colofón en el que el sentimiento degenera en sensiblería, la angustia interior en queja artificiosa, la gloria en gloriola, la pasión –sin la cual nada grande puede hacerse, según el Evangelio- en melancolía, estéril mal del siglo" (Guerrero, 1971: 91).

Según Mijares, el nuevo Romanticismo no es el demarcado por una escuela literaria, moda y modo, manierismo al cabo, sino el que le antecede inscrito en la pasión creadora de Goethe, en la aventura científica de Humboldt, en la voluntad constructiva de Miranda, en los sueños de Bolívar, el que espera libertar a los pueblos de América. El nuevo romanticismo es una reacción sustantiva y fecunda, no una regresión a lo adjetivo del pasado romántico.

Por otro lado, Mijares no es un romántico en cuanto mentalidad centrada en lo sentimental. Tan no es puramente romántico el pensamiento de Mijares, que critica la leyenda negra sobre Venezuela al incorporarse como individuo de Número a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. A su juicio, la leyenda negra "ha prosperado sobre una base sentimental y no crítica, repitiendo a cada momento observaciones depresivas, anécdotas malsanas convertidas en símbolos, y chismes o calumnias elevadas a la categoría de datos históricos" (Mijares, 1960: 9). Y por eso se propuso insistir en el sentido contrario –como denotan sus obras completas-: "Arraigar nuevos hábitos mentales, convertir en sentimiento y en convicción profunda lo que de afirmativo podamos encontrar en nuestra historia y en nuestro carácter" (Mijares, 1998c).

Mijares distingue el periodo que llama "de la vida romántica" del "romanticismo literario" y además propone que se le dedique más atención porque esta distinción cree él que es el origen de lo que después se consideraría por lo externo, por simples exterioridades, romanticismo. Estos dos momentos del romanticismo, estudiarlos e ilustrarlos con ejemplos, son el objeto del discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua de Augusto Mijares:

    1. La primera etapa llamada Vida Romántica. Iniciada a fines del siglo XVIII como fenómeno espiritual.
    2. La segunda etapa conocida tradicionalmente como Romanticismo Literario. El Romanticismo es para Mijares sobre todo un impulso vital, valor existencial que a la moral, a la ciencia, a la acción, otorga un dinamismo transformador de la sociedad (Guerrero, 1971:91).

Mijares al analizar las ideas de fines del XVIII y principios del XIX, eminentemente románticas, niega que la diferencia entre el siglo XVII y el XVIII sea el haberse regido el primero por la razón y el segundo por la pasión (Mijares, 1988: 85). Nuestro autor no es un radical separatista de la razón y del sentir, sino que establece relaciones entre la razón preponderante durante el XVII y la pasión del XVIII: "la propia razón se hace generosamente romántica, ella también se apasiona, en el sentido literal de la palabra" (Mijares, 1971:85). Es consciente de las críticas que tal planteamiento recibe. Y, por eso, en sus escritos trata de justificar la aparente contradicción entre la posición de Kant, para quien la razón tiene una función liberadora, y la postura de Boileau, para quien la misión de la razón es refrenar. Mijares resuelve la contradicción con el recurso a la máxima de Schopenhauer.

"No queremos una cosa porque razonamos, encontramos razones para una cosa porque la queremos". La mente inventa lógica para los propósitos de la voluntad. (Mijares, 1971: 85).

Al analizar las relaciones entre el mundo pasional y el mundo racional, Mijares observa la imbricación de ambos mundos en la ideología política de Bolívar, en la cual descubre un predominio del espíritu romántico en el análisis de la realidad social. En Bolívar, escribirá Mijares, triunfa la apasionada razón. Este es el tono vital de aquella época, pues es también la pasión con la que Andrés Bello realiza tareas inconcebibles en el campo intelectual; es la propuesta educativa de Mijares: unir la actividad de la razón al quehacer del corazón, impregnar de amor los ideales, hasta llegar a la apasionada razón. Nos lo confirma el siguiente análisis de Fernández Heres,

La filosofía que inspira al movimiento de la Escuela Nueva o Activa que era la novísima expresión de la modernidad pedagógica, que da la razón de ser a la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (S.V.M.I.P.) y que a partir de 1936 se correspondía con el clima democrático del país, es en el fondo, la misma que motiva a Mijares, o sea, el movimiento filosófico que surgió a fines del siglo XIX y comienzos del presente, de signo vitalista y voluntarista, como respuesta sustitutiva al fijismo o determinismo que sembró el positivismo y que si buscamos más amplios antecedentes, encontraremos su matriz en el romanticismo, que es reivindicación del sentimiento, del impulso, de la voluntad, del hacer y de la espontaneidad. (Fernández Heres, 1997: 3).

Características del "nuevo romanticismo"

Mijares distingue tres elementos característicos de la etapa de la historia que denomina "vida romántica" en su discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua (Mijares, 1971: 83-84):

1. Un concepto trascendental de la vida que da audacia a las ciencias, a la moral, a la política, a la pedagogía, etc. Así como al deseo de transformar la sociedad.

2. La extensión de ideas y sentimientos en un plano horizontal (universalización) y en un plano vertical (democratización) con lo que, en muchos sentidos, el romanticismo unifica al mundo.

3. El movimiento romántico, en toda su extensión y profundidad, es mucho más importante que el romanticismo puramente literario y no debe confundirse con éste.

Algunas de estas características han estado presentes en numerosos pueblos y épocas; pero en el decir de Mijares nunca se unieron en tan fecunda simbiosis, ni adquirieron tanta fuerza y trascendencia, como en esos años que van desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX (Mijares, 1971: 84). Y tal vez por eso, Mijares la considera una de las épocas nucleares de la historia.

4. Afectividad

La afectividad, desde el punto de vista antropológico, es una zona intermedia de la estructura psíquica de la persona humana en la que se unen lo sensible y lo espiritual, zona en la que se constata que el hombre es unidad de lo biológico y lo espiritual, lo pasional y lo cognitivo (Tomás y Garrido, 2004). Por esto, educar la afectividad implica abarcar todas las dimensiones. Educar la afectividad es reafirmar o rechazar las respuestas afectivas que surgen espontáneamente e integrarlas en el hondón de la intimidad de la persona.

La vida afectiva es el conjunto de estados y tendencias que el individuo vive de forma propia e inmediata (subjetividad), que influyen en toda su personalidad y conducta (trascendencia), especialmente en su expresión (comunicatividad), y que por lo general se distribuyen en términos duales, como placer-dolor, alegría-tristeza, agradable-desagradable, atracción-repulsión, etc. (polaridad). (Vallejo Rubiola, 1999: 222).

La importancia que Mijares concede a la afectividad dentro del marco de la educación del pueblo venezolano queda puesta de relieve en la primacía que concede a la afectividad como medio para alcanzar la meta de darle "trascendencia popular a la nueva conciencia colectiva", por lo que dirá:

Y los políticos tienen allí un campo de acción amplísimo por su diario contacto con las masas y por el fondo pasional que tiene esa comunicación con el pueblo. (Mijares, 1960: 9).

Glosando las ideas de Mijares, podría decirse que conducirse como persona implica integrar la afectividad en la dinámica del orden interno de la persona educada. En quien la racionalidad -por tener en sí misma cierta preeminencia ontológica- tiene la misión de coordinar la actividad de las otras dimensiones de la persona. Adueñarse de la propia vida, desarrollar la fuerza necesaria para superar las limitaciones y los vaivenes internos y externos es lo que supone una personalidad madura. En cambio, la afectividad es cambiable y a ella no podemos, por tanto, confiar la conducción de nuestra vida. Una vida conducida exclusivamente por la afectividad es insuficiente porque nos obliga a supeditar aquello que por naturaleza es superior a lo que por naturaleza también, es cambiante, movible, no confiable. Por otro lado, excluir la afectividad de la acción deshumaniza al privar de una característica propia del ser humano. La armonía se alcanza en la educación.

Y la afectividad es perfectamente educable tal y como plantea Mijares. Mediante el enriquecimiento de la inteligencia y el fortalecimiento de la voluntad con pequeños actos cotidianos, las resistencias de la afectividad no educada van cediendo y dejan ver una personalidad madura, que decide cómo actuar y acompaña su actuación con la afectividad, sin dejarse llevar por ella. Mijares recoge esta explicación en la expresión de Simón Bolívar: actuar con una apasionada razón.

En la generación de los libertadores fue evidente aún aquella presencia exultante de lo venezolano, y es conmovedor observar como el amor a la Patria aporta insospechada frescura a hombres que podríamos suponer endurecidos por los años o por las penalidades. (Mijares, 1961).

Mijares ejemplifica cómo la afectividad es característica de los grandes personajes de la historia, como en el siguiente relato sobre Miranda quien al narrar cómo en el testamento lega sus posesiones a la ciudad de Caracas, dice de él:

(…) El amor, el agradecimiento y el respeto hacia lo venezolano son los sentimientos que acuden espontáneamente a su espíritu cuando en aquel documento debe pensar en su propia muerte. (Mijares, 1961: 14).

Igualmente destaca este amor a Venezuela en Bolívar, de quien llega a decir que este sentimiento

Adquiere el carácter de una apremiante apetencia corporal: necesidad física de volver a verla, de trabajar en ella y para ella, de retribuirle –dice- lo que ella ha hecho por él, de remediar las necesidades del pueblo venezolano, de que sus restos reposen para siempre en Caracas. (Mijares, 1961: 14).

El mismo sentimiento de amor a Venezuela se refleja en estas otras frases que Bolívar envió a distintas personalidades: al Marqués del Toro: "(…) Mi querida Venezuela que adoro sobre todas las cosas"; a Páez "en el día no tengo más mira: que servir a Venezuela"; a Palacios evocando a Venezuela dirá "todo lo que tengo de humano se removió ayer en mí". En julio de 1828 Bolívar escribiría: "deseo con ansia mejorar la suerte del pueblo de Venezuela… El pueblo está tan miserable, que es preciso mejorarlo a todo trance" (Mijares, 1960: 14-15).

En estos pasajes, Mijares destaca la pasión idealizante por Venezuela en diferentes personajes históricos. En suma, es evidente la intencionalidad de mostrar las manifestaciones emocionales, espontáneas, ardientes de los grandes héroes de la Patria, con cierta finalidad didáctica, pedagógica. Se trata de enseñar presentando modelos a seguir. Muestra Mijares que quienes son grandes supieron impregnar su vida de afectividad. Moldearon su carácter sin suprimir los sentimientos. De los sentimientos sacaron fuerza para su exigente quehacer. Y fueron héroes. Así concluirá su discurso de incorporación a la Academia de la Lengua.

Quiero sobre todo insistir en lo que aquel amor a la Patria les hace ganar a ellos, cómo les refresca y engrandece el ánimo. (Mijares, 1971: 16).

5. La constancia

El camino de la perfección se compone de modificaciones favorables. Aquella lección puede, además, acompañarlo toda la vida. Porque es la mejor explicación –y la esencia- de la virtud que el hombre debe cultivar como base de todas las otras: la constancia. (Mijares, 1988: 143).

Mijares va engarzando un calificativo al concepto de perfección y de virtud –que se consigue con esfuerzo al procurar la perfección-: constante. Considera que el medio para alcanzar el ideal de perfección está en la práctica constante de las virtudes, que Mijares denomina también "persistencia" (Mijares; 1971: 82).

Nuestro autor destaca como cualidad de los venezolanos la virtud de la constancia con base entre otros textos en el siguiente de Humboldt:

Los caribes propiamente dichos, los que habitan las regiones del Cari en los llanos de Cumaná, (…) se distinguen por su estatura casi gigantesca de todas las demás naciones que he visto en el Nuevo Continente. (…) Conservan sorprendentes dotes de perspicacia, fortaleza y perseverancia. (citado en Mijares, 1998c).

La explicación de qué entiende por la virtud de la constancia aparece al comentar el consejo que Bolívar dará en 1823 a propósito de una operación militar:

"Las cosas para hacerlas bien es preciso hacerlas dos veces: es decir, que la primera enseña a la segunda". ¡No dos veces, muchas, muchísimas veces tuvo él que recomenzar su obra durante aquellos 20 años! No dos veces, sino muchas, muchísimas veces, tenemos los hombres que recomenzar la ejecución de nuestros propósitos, quizá recomenzar la vida misma, cuando el destino hostil, o nuestras propias flaquezas parecen habernos arrebatado para siempre el fruto de nuestros empeños. (Mijares, 1988: 143).

Merece la pena comentar, según recoge Mijares (1988: 145), la respuesta que don Simón Rodríguez da a quienes llaman ambición y soberbia a la persistencia de Bolívar: Él sabe que no puede SER más de lo que es, pero sí que puede HACER más de lo que ha hecho. Es una forma filosófica de centrar la virtud de la constancia en el terreno del "factum", del "hacer" del ser humano. Vuelve Mijares a explicar la virtud de la constancia al enumerar algunos rasgos del carácter de Humboldt:

(...) entusiasmo y desinterés con que escogió su destino y le fue fiel

-la constancia con que afrontó peligros y penalidades, a pesar de que los resultados de su empresa eran todavía inciertos, y para muchos quiméricos. Su trabajo alucinado y alucinante en medio de una naturaleza indiferente u hostil, que sin embargo no lo hastía ni lo fatiga, ni lo arredra. (Mijares, 1971:89).

También dirá de Humboldt (Mijares, 1971:92) que un rasgo de su personalidad es haber sabido integrar la afectividad en el orden interno del que antes hablábamos. Y esta integración se observa por el ejercicio de la virtud de la constancia en su vida que le lleva a que: "no se deje extraviar por falsos sentimentalismos". Así es como Mijares analiza la virtud de la constancia y su relación con la afectividad en muchos otros personajes de la historia de Venezuela. En el mismo ámbito, se encuentra el relato pintoresco de un indio, ya no un personaje grande de la historia. Este indio se sentía habitualmente fatigado, y durante la realización de sus trabajos en la tierra quería acostarse a cada paso. Dice Mijares que un día este indio "flojo" logra realizar algo extraordinario, y recorre un largísimo camino sin acostarse -a pesar de la fatiga- porque desea reencontrar a su familia. La conclusión de Mijares es que la "flojera", pereza o debilidad de aquel indio se debía solamente a que en las tareas que se le imponían no encontraba ningún interés (Mijares, 1971: 100). Mijares relaciona esta anécdota con la conducta de aquellas personas a quienes les falta una educación afectiva porque no han cultivado las virtudes y que explica así: inmaduros o poco educados son aquellos a quienes falta una educación adecuada para superar los vaivenes del corazón mediante el esfuerzo de la virtud. Una virtud que ayuda a la afectividad porque consiste en el esfuerzo de poner pasión en la razón. Es decir, levantarse con ímpetu como el indio de la anécdota, a pesar de la fatiga, porque tiene ilusión por alcanzar un ideal. Levantarse, una y otra vez, a lo largo del camino de la vida gracias al ejercicio de la práctica de la virtud de la constancia. Mediante el esfuerzo de poner pasión en la razón.

En el discurso anterior, Mijares exhorta de modo diferente a la virtud de la constancia. Y apela a la constancia como un rasgo del espíritu caballeresco que proclama rasgo inmortal y propio de todos los tiempos y circunstancias. Aquí define la constancia como "reclamación empecinada de lo que debe ser contra las imposiciones de lo que mezquinamente es" (Mijares, 1971:121). La constancia es entonces la virtud que ayuda a mantener la afectividad como impulso vital del actuar. Una virtud que surge de los ideales, que brota con fuerza de las convicciones porque está en el núcleo de la relación de la razón con la afectividad. La frase de Bolívar lo expresaba acertadamente en su recomendación a los venezolanos de actuar con apasionada razón. Que viene a ser lo mismo que recomendar madurar en la afectividad, regular la afectividad que no es otra cosa que aplicar pasión a la razón. Lo cual conduce a afirmar con Mijares que el venezolano para ser constante debe primero tener un ideal, un motivo. Si el venezolano tiene una convicción, entonces la fuerza de su pasión lo conducirá a ser perseverante y le dará fuerza para cultivar un espíritu constante:

Se nos ha dicho que somos, los hispanoamericanos, inconstantes, engreídos, desordenados, imprevisivos, deshonestos, que carecemos de capacidad política, que nuestro porvenir es la violencia como anarquía o como despotismo. ¿Y si no fuera verdad? ¿Y si fuera solamente una verdad transitoria? (…) Quizás somos inconstantes, simplemente porque no tenemos convicciones profundas que defender (…) (Mijares, 1971: 12).

6. Conclusión

La frecuencia y la profundidad con las cuales Augusto Mijares trata los temas de la educación y la afectividad, en el corpus de su obra aquí analizada, son ciertamente mayores de lo que esperaba. La expresión acuñada por Mijares, lo que es y lo que debe ser, para explicar en qué consiste el proceso educativo, aparece reiteradamente en el corpus como manifestación de la necesidad teleológica de educar hacia la perfección. Mijares sintetiza en esta expresión una propuesta educativa; una propuesta de educación en virtudes que integren afectividad y razón. Considera la afectividad parte sensible de la naturaleza humana. Y junto a ello, una función, un rol de motor de la acción humana siempre que esté regida por las virtudes, y específicamente regulada por la virtud de la constancia.

La madurez afectiva requiere empeño, de manera que alcanzarla supone para la persona una tarea educativa. Mijares propone como medio para lograr la educación de la afectividad el ejercicio de la virtud de la constancia; y lo ilustra en su obra con palabra de Bolívar, con ejemplos biográficos, con anécdotas de la historia de Venezuela. La constancia para Mijares es un camino para trabajarse la persona y avanzar en consecuencia de lo que es a lo que debe ser. En esto ha de consistir la educación, en llevar a la persona a su mejor ser mediante la repetición de actos. Esa repetición de actos lleva a adquirir hábitos. Y estos hábitos cuando son estables y conducen a la perfección del ser humano son las virtudes. La adquisición de cualquier virtud exige entonces la repetición de actos conducentes a la perfección. ¿Y qué cosa es la repetición firme de un acto y otro, con perseverancia, sino la constancia? Mijares lo ilustra al comentar la cita que hemos señalado de Bolívar: "Las cosas para hacerlas bien es preciso hacerlas dos veces: es decir, que la primera enseña la segunda".

Concluimos que el pensamiento educativo de Mijares considera al ser humano perfectible, y que la educación es la tarea de ese hacerse a sí mismo. Estudia la afectividad como característica de varios personajes de la historia de Venezuela; y la concibe -influido por el pensamiento romanticista- como cualidad que impregna la razón. Plantea que se puede educar a través del ejercicio de la virtud de la constancia, la cual se desarrolla mediante la repetición de ciertos actos. Pero ante todo, la recomendación de Mijares para los educadores es que la educación completa es aquella que incorpora la dimensión de la afectividad, aquella que se ocupa también del cultivo del corazón:

Pero llegado el día de la reconstrucción, otro polen moral es indispensable para que en el joven combativo cuaje el hombre reflexivo y constante, para que en el líder se forme un estadista, para que la turba se transforme en un pueblo con saludable conciencia de responsabilidad, para que en el jefe de facción aparezca "un corazón todo venezolano" (Mijares, 1971: 16).

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NOTAS

 1  Augusto Mijares (1897-1979). Considerado uno de los grandes ensayistas venezolanos del siglo XX. Director de Educación Secundaria, Superior y Especial del Ministerio de Educación, y más tarde Ministro de Educación. En 1952 recibió el Premio Nacional de Literatura. Individuo de número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela, y de la Academia Venezolana de la Lengua correspondiente a la Real Española.

 2 Entre sus obras fundamentales destacan: Interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana (1938); Educación (1943); Hombres e Ideas en América (1946); Ideología de la revolución emancipadora (1956); El proyecto de América (1960); Evolución política de Venezuela 1810-1960 (1962); El Libertador (1964); Longitud y Latitud (1971); Vida Romántica y Romanticismo Literario (1971).

 3  Con ocasión del centenario de Augusto Mijares (1998), Monte Ávila Editores inició la publicación de las obras completas de Don Augusto. La introducción de cada volumen es un estudio serio a cargo de grandes escritores como Manuel Caballero, Alexis Márquez, etc.

La Universidad Católica Andrés Bello, con el mismo motivo, dedicó a Augusto Mijares un monográfico de la revista Cuadernos UCAB, Educación.

 4 Como pensador, educador e historiador contemporáneo Mijares posee claros planteamientos acerca del problema cultural y educativo de Venezuela. Se puede hacer un análisis mayor de su obra escrita, puesto que Mijares desempeñó varios cargos educativos de importancia en el país, y publicó numerosos ensayos sobre el acontecer venezolano. Fue Director de Secundaria del Ministerio de Instrucción Pública durante los años 40 e influyó en la Ley Orgánica de Educación de 1948. Después, al ser Ministro de Educación (1948-1951) elaboró y presentó el Estatuto Provisional de Educación del 25 de mayo de 1949. Se podría investigar también cómo plasmó su pensamiento en las políticas educativas de ese momento. Una tarea para futuras investigaciones podría ser buscar la influencia del pensamiento educativo de Mijares en leyes, decretos y planes de estudio de su época.

 5  “La educación sentimental de la mujer”, “Opinión pública y carácter nacional”, “Estampa romántica”, “Otra estampa romántica”, etc. Son escritos en los que desde una primera lectura se puede atisbar la necesidad de ahondar tanto en la cuestión de la afectividad como en la manera crítica de entender lo romántico y el romanticismo de Augusto Mijares