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versión impresa ISSN 1012-1587

Revista de Ciencias Humanas y Sociales v.20 n.43 Maracaibo ene. 2004

 

La identidad en la posmodernidad: Lula y la descentralización del sujeto

Dina María Martins Ferreira

Universidad Mackenzie, São Paulo, Brasil.
Email: dinaferreira@terra.com.br

Traducción Magali de Lourdes Pedro

Resumen

Este trabajo pretende analizar y describir cómo la producción de la identidad del Presidente Lula, en sus primeros cuatro meses de gobierno, se manifiesta en el discurso mediático. La temática se organiza por un sendero metodológico que construye el sujeto-individuo Lula en el sujeto social Lula que refleja la identidad político-cultural de una nación. La discusión propuesta se atendrá al proceso categorial, desde una perspectiva pragmático-discursiva, o sea, la designación en lenguaje, posicionada en contexto histórico, como eje constructor de la identidad.

Palabras clave:Social, cultural, identidad, constructo.

Identity in Post-modernity: Lula and the De-centralization of the Subject

Abstract

This study attempts to analyze and describe how the identity formation of President Lula expresses itself in media discourse, in the first four months of his government. The theme is organized around a methodological process which constructs the subject-individual Lula within the social subject Lula that reflects the political-cultural identity of a nation. The proposed discussion serves as a categorical process, from a pragmatic-discoursive perspective, that is, the designation in language, positioned in a historical context, as the constructive axis of identity.

Key words:Social, cultural, identity, construction.

Recibido: 12 de enero de 2004 • Aceptado: 02 de marzo de 2004

CONSIDERACIONES GENERALES

Este trabajo pretende analizar y describir cómo la producción de la identidad del Presidente Lula, en sus primeros cuatro meses de gobierno, se manifiesta en el discurso mediático, más precisamente en diarios y revistas de circulación nacional. La selección del corpus se circunscribe a la dinámica de un lector atento a la política del país, o sea, un lector que separa material a medida que los discursos que le llegan a sus manos suministren datos y categorías que atiendan a la temática propuesta, por lo tanto no hay una sistematicidad tradicional, sino que se privilegia la muestra.

La temática -identidad del presidente Lula- se organiza por un sendero metodológico que construye el sujeto-individuo Lula en el sujeto social Lula que refleja la identidad político-cultural de una nación. Este recorrido, a pesar de lineal en su descripción, se hace por sobreposición, puesto que las fronteras entre el mundo individual, social y cultural-nacional no presentan una relación de causalidad.

La discusión propuesta se atendrá al proceso categorial, desde una perspectiva pragmática, o sea, la designación en lenguaje, posicionada en contexto histórico, como eje constructor de la identidad. Debe quedar claro que el juego de significación está construido en lenguaje y lenguaje es un medio entre sujeto y mundo, una lente del sujeto sobre el mundo, nunca el mundo independiente de la mirada del sujeto. De ahí la idea de que la identidad es un constructo y como tal nunca acabada, sino en continua construcción. El mundo es visto y construido solamente mediante el uso del lenguaje por un sujeto que se establece socialmente. Por tal posición, el “lenguaje es opaco, es el tertium quid entre la mente humana y el mundo” (Rajagopalan, 2002: 447, traducción de la autora), opacidad ésta que por la propia naturaleza nublada no pretende ser el vehículo de la verdad. Por consiguiente, este trabajo incide sobre la producción de la identidad construida en el discurso en cuya narrativa unas marcas lingüísticas materializan una significación identitaria y se ratifica la visión pragmática, porque ésta “permite usar un sistema de reglas de un modo flexible, ocasionalmente violando tales reglas, sin con todo sacrificar la inteligibilidad” (Rajagopalan, apud Dascal and Cremaschi, 2002:447).

Además de una perspectiva pragmática, se debe también aclarar sobre el significado identitario como un constructo “situado en circunstancias sociohistóricas particulares” (Moita Lopes, 2002:31), en el caso, la identidad del actual presidente de Brasil en 2003, la primera vez en que la oposición histórica del Partido de los Trabajadores sube al poder nacional.

LO INDIVIDUAL SOCIAL

El tema de la diferencia entre individuo y social, en esta argumentación, tiene sus orígenes en el mito atribuido a Protágoras de que los seres humanos (racionales) pasan a existir por la adquisición de habilidades individuales que les permiten vivir en sociedad:

habilidades técnicas adquiridas para compensar las deficiencias naturales; esas habilidades aparecen individualmente como un carácter de la especie y los tornan miembros capaces de sobrevivir colectivamente como seres naturales (Lorenz, 2002: 273, traducción y cursivas de la analista) (filósofo de la Universidad de Saarlandes, Alemania).

Las habilidades prácticas nacen del reconocimiento mutuo entre seres humanos individuales. Estos sólo pueden ejercer tales habilidades prácticas a través de la distinción individual y de la coherencia social. Este tema lo plantea Platón al postular que actos no hacen del ser humano un ser racional, pues actos y sociedad no es exclusivo de los seres humanos, sólo el clamor de un conocimiento político y del conocimiento matemático permiten la existencia del ser racional.

Lo que nos importa en esta discusión es que el individuo se manifiesta en lo social, indicando que lo individual no linda con lo social; por el contrario, son dos dimensiones que se mezclan para que ambos puedan existir.

El texto de João Mellão Neto, Los pesados del PT, Estado de São Paulo, 7 de febrero de 2003, A2, deja claro la existencia de un individuo, en el inicio de su papel político, perdido en la multitud social; tanto que junto a su nombre “Lula” no se añadió ningún atributo político-social:

“Para los que están perplejos con los rumbos del nuevo gobierno, conviene advertir que Lula no es, en su origen, un izquierdista. El marxismo no forma parte de su DNA político. Lo incorporó después. Me acuerdo bien de la primera vez que oí hablar del “tal Lula”. Fue en 1977 ó 1978, época en que yo era universitario y participaba, con entusiasmo, del movimiento estudiantil. En ese entonces éramos todos comunistas. (...)” (cursivas de la analista).

Sin embargo, un tal Lula es aprehendido por sus dos aspectos: un hombre que actúa en el mundo, o sea, individuo en cuanto hombre y social en cuanto agente en el grupo. Él se muestra como individuo por la diferencia y como social por la coherencia. Diferencia porque actúa contrario al status quo, un período de régimen militar, actúa diferente del Otro y coherente con el grupo social en que actúa, el sindicalismo en la época de la dictadura militar. Para entender mejor el proceso de lo individual inserto en lo social, vale la argumentación sobre el proceso educacional de un individuo: el ser guiado es evaluado por sus actos individuales pues pone en uso sus conocimientos individuales ya adquiridos; en su crecimiento también invoca el conocimiento social de normas sociales ya adquiridas; lo individual se manifiesta por actividades compartidas:

“El Presidente evoca días de sindicalista. Fue el presidente Luiz Inácio Lula da Silva quien recordó que fotos de la visita de ayer a una montadora en la zona del ABC paulista podrían ser colocadas al lado de “varias otras” imágenes de su militancia en el Sindicato de los Metalúrgicos del ABC, donde proyectó su carrera política, a fines de la década del 70. En esa época, Lula era figura conocida en las puertas de fábricas de la zona comandando huelgas, lo que le significó, bajo el régimen militar, 31 días de cárcel en 1980. (...)” (Folha de São Paulo, 11 de marzo de 2003, A4) (cursivas de la analista).

Sindicalista, militancia, comandó muestran un ser en acción social, tanto que ya era una figura conocida del grupo. Era coherente junto al grupo sindicalista, era diferente en cuanto individuo, ya que estaba en posición de oposición al status quo; la individualidad es percibida por la diferencia ante las actividades comunes dominantes del régimen militar y la sociabilidad se manifestaba por la conciencia de evaluaciones diferentes dentro de determinada situación.

Incluso sin tener cargo político, el individuo sólo existe en el grupo:

“Cuando llegué a São Paulo, sólo tenía barriga y lengua, de tan barrigudito, de tanto tomar agua de embalse, con esquistosomosis. Muchas veces nosotros, los nordestinos, somos tratados como si fuéramos de segunda categoría; y yo fui víctima de eso durante toda mi vida” (Revista Veja, 14 de mayo de 2003, p. 49).

No es el hecho de no representar un cargo político que hace que el individuo pierda la naturaleza social que lo habita. Mientras era niño, el barrigudito no ejercía cargo sociopolítico; sin embargo, esa categorización también levanta la cuestión social, pues el ser barrigudito es un atributo que se manifiesta en el grupo social del nordestino, el grupo de segunda categoría, que vive una vida de hambre y dificultades. Él sólo es designado como barrigudo, porque es identificado como contrario al Otro, los no-barrigudos, los no-nordestinos. Lo que se percibe es que incluso al hablar de un yo-individuo, éste sólo existe en la relación compartida con la diferencia.

El individuo Lula es un sujeto constituido en el discurso, es un efecto del discurso. No se está descaracterizando al individuo Lula que vive fuera del lenguaje, sino que se presenta el sujeto discursivo con el atributo de barrigudito, es el sujeto permeado por el lenguaje. Ya que se constituye en el lenguaje, por principio es un sujeto social, construido por la imagen del Otro. La identidad se manifiesta tanto fuera como dentro del discurso. Lo que tenemos en manos es lo de dentro del lenguaje.

PRODUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SOCIAL Y EL PAPEL DE LA DIFERENCIA

El tema de la identidad social y no únicamente individual empieza por el propio tema de que el lenguaje discursivo es un “proceso de construcción social” (Moita Lopes, 2002:30). A pesar de que aquí no invocamos directamente la cuestión de la interacción, de los participantes del discurso que actúan en el mundo y construyen significados, estos aspectos están en el substrato de los significados construidos. El foco analítico es la construcción social de la identidad de Lula por el discurso mediático, es la construcción del significado identitario que actúa en el mundo por medio del lenguaje. Lo social se establece por la propia naturaleza social del lenguaje discursivo, que suscita dos problemas centrales: la alteridad y el contexto.

La alteridad aquí será entendida como la negación de lo que es nombrado, el otro que aparece en el momento en que el yo se manifiesta. En el texto de Paulo Moreira Leite, Revista Época, 5 de mayo de 2003,

“Lula y la moderación. Por circunstancias conocidas, la Presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva nace predestinada a producir eventos históricos. El más reciente tuvo lugar el jueves, cuando Lula compareció a una misa en São Bernardo do Campo, para festejar el 1º de mayo. Lula ya celebró la misma fecha en ambiente hostil, en que la política atacaba a los obreros con cachiporras, y helicópteros hacían vuelos rasantes. En 2003, el obrero-presidente se tornó el comandante en jefe de los helicópteros y, en última instancia, de toda la máquina de seguridad del país. Lula acostumbra ser señalado como el símbolo de los cambios que tuvieron lugar en las últimas décadas. Sin embargo, hay un rasgo permanente en el carácter del presidente que nos ayuda a echar luces sobre este inicio de gobierno. Es la moderación. Aunque hizo una carrera política en aquel mundo que genéricamente se llama de izquierda, Lula siempre fue menos izquierdista que la mayoría. (...)” (cursivas de la analista).

La identidad de obrero sólo se realiza por la negación del no-obrero, o sea, el significado de obrero sólo se operacionaliza por la diferencia. A Lula le dicen obrero, en determinado momento, porque existe otra clase que no es obrera. La cadena de la negación, o sea de la diferencia, es un punto fundamental para que se perciba la identidad que permea la categorización de los sujetos. Como la categorización en lenguaje se hace posicionada en la historia, y ésta es continua y transformadora por el hacer, el obrero-presidente es entendido como tal porque en la historia de Brasil la categoría no-obrero presidente existe/existió. Y así sucesivamente, en el caso de comandante y de moderación, negaciones existentes en la historia brasileña. “Desde esta perspectiva, la identidad es la referencia, es el punto original relativamente al cual se define la diferencia” (Tadeu da Silva, 2000:75-6). Es la diferencia la que está en primer lugar en el acto de la identificación que construirá la identidad.

Evidentemente esta cadena de referentes que aquí se postula como marca de diferencia está en un contexto. No se podría hablar de obrero, por ejemplo, en el tope del gobierno nacional, en un régimen de nobleza, ya que esta cuestión, en principio, no se establece en su historia. El proceso de categorización se curva, de alguna forma, ante los dictámenes históricos en que se inserta. Alteridad y contexto son niveles de construcción de identidades que se sobreponen en el proceso de categorización.

LO POLÍTICO Y EL JUEGO DEL PODER

Junto al tema del Otro y de la Historia donde se insertan, la identidad es un proceso político, político no sólo porque está en la esfera de movimientos partidarios, sino político porque se establece por el poder. Al indicar que Lula es un obrero-presidente, se está azuzando el tema de la izquierda, la gentuza está en el poder, representada por un político que salió del Nordeste, llegó a São Paulo niño y barrigudo.

Al definirse Lula como obrero, todavía en la fase de líder sindicalista, se hace una exclusión. El acto de nombrar es un acto de poder, pues al crearse la diferencia, al hacer aparecer la referencia negadora, se hace un acto de jerarquización en el cual las fronteras de los incluidos y de los excluidos se pontifican. Al definirse Lula como el obrero-presidente, se está excluyendo un posible presidente que no fue obrero y que no actuó políticamente a favor del pueblo, es una crítica excluyente en determinado momento gobernista.

El interés político está tan jerarquizado que afirmar que Lula no es de izquierda es mostrar que él sí fue de izquierda, o que es de centro, o que no se pelea con los intereses políticos de una sociedad capitalista. Al señalar que alguien no es de izquierda, el referente izquierda aparece. En este juego de diferencias, el espacio del poder actúa, comanda, subordina de alguna forma la cadena identitaria y privilegia los intereses utilitarios de un momento político. La identidad entonces no señala seres del mundo, sino que construye sujetos y sus respectivas identidades. El tertium quid, el lenguaje, medio entre mente humana y mundo, es opaco y a la vez es poderoso.

IDENTIDAD NACIONAL Y REPRESENTACIÓN CULTURAL

En un momento político en el que el gobierno de “izquierda” intenta mostrar a qué vino, dos posiciones identitarias pueden ser percibidas: la identidad de un gobierno que vino a desestabilizar un proceso político de derecha anterior y a la vez intenta estabilizarse y permanecer. Ningún movimiento excluye al otro, el proceso de fijación y de desestabilización se procesan mutuamente. En el fragmento del discurso de Lula,

“El mundo vuelve a creer en Brasil”. Mis amigos y mis amigas: Hace poco más de tres meses, asumí el mandato como presidente de la República. Y a pesar del muy poco tiempo, creo que ustedes ya empiezan a sentir que hoy Brasil tiene un gobierno diferente. Un gobierno que conoce muy bien la magnitud de nuestras dificultades, pero que cree en un futuro mucho mejor para nuestro país y para nuestro pueblo. A lo largo de mi gobierno quiero, de tanto en tanto, conversar con ustedes directamente, como lo hago en este momento. Quiero que ustedes siempre sepan, exactamente, lo que piensa su presidente en cada momento de la vida nacional. (...)” Folha de São Paulo, 8 de abril de 2003, A6),

ya se esboza un sujeto discursivo que ampara una identidad nacional que plantea una nueva configuración, ya que su representante pasa a conversar directamente con el pueblo y que, a pesar de las dificultades, es un gobierno diferente.

Es como si se diera inicio a otra fase con un nuevo mito fundador de una nación. De forma implícita se refiere a la historia anterior de Brasil, a momentos políticos criticados por la entonces oposición. Una figura “providencial” pasa a inaugurar las bases de una nueva identidad nacional que disloca identidades anteriores. Tanto que metáforas son utilizadas para que ese mito fundador gane el estatuto de un símbolo cultural que vino para permanecer; Lula es el nuevo comandante del Titanic, un navío que naufragó, pero que él viene a reerguir:

“El comandante Luiz Inácio Lula da Silva está diciendo que va a mover el “Titanic Brasil” despacito para evitar un desastre. Lamento informarle que el transatlántico ya chocó contra el iceberg, presidente y es más, hace tiempo que chocó. Tal vez usted no había nacido en la época. Tanto ya chocó que usted fue elegido como nuevo comandante exactamente porque buena parte de los pasajeros se sentía con el agua llegando a la boca después de probar los más diferentes tipos de capitanes” (Clóvis Rosi, Folha de São Paulo, 14 de febrero de 2003, A2).

La creación de la diferencia se establece en el contacto con la mismidad política, pues la nueva identidad nacional parece invocar un pasado identitario de muchos otros comandantes, con los cuales mantiene correspondencia. La diferencia negocia con las rutas políticas ya vividas. La identidad nacional se hace entonces como un punto de sutura (Hall, 2000:111), como dice Stephen Heath (apud Hall, 2000:112) “una intersección” entre momentos históricos, fruto de articulaciones de lenguaje.

La identidad nacional de alguna forma se fija en los parámetros culturales de esa sociedad, que a su vez se utiliza y se alimenta del imaginario simbólico:

“Lula se queda en el Palacio y frustra turistas. Presidente no sale del palacio para saludar a las personas que lo esperaban en la puerta. En el tercer día del feriado de Carnaval, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva permaneció dentro del Palacio de la Alvorada con su familia frustrando las expectativas de centenares de turistas que esperaban en la entrada para hablar con el presidente o sólo fotografiarlo. La cearense Maria de Lourdes de Oliveira, 48, era una de ellas. Ella pasó cinco horas delante del Palacio para entregar una carta a Lula en la que pedía una jubilación– ella dice ser “enferma del corazón”. “Tengo fe en Lula. Quienes lo critican no saben lo que dicen. Hay gente que no cree en nada, pero Lula es diferente. Él va a gobernar con mucho amor en el corazón”, dice Oliveira, que trajo un paraguas para protegerse del sol” (Folha de São Paulo, 4 de marzo de 2003, A6).

Como todo imaginario, éste se manifiesta por símbolos, símbolos que no se atienen a clases sociales, tanto que una nordestina como un empresario rico manifiestan, por significantes diferentes, el proceso de lo imaginario en la constitución de la identidad nacional:

“Máscaras del presidente han tenido éxito en este Carnaval; Pedro Jereisati se divirtió con este “Lula” de camiseta descotada, también en Bahia (Folha de São Paulo, 7 de marzo de 2003, Ilustrada, E2).

Esperanza del nordestino, alegría y complicidad de la primera clase; en todos los niveles, la figura simbólica de Lula se expresa en la espera y en la diversión. El yo nordestina y el yo Jereissati representan yos-colectivos, sociales y culturales de un Brasil de ahora. O sea,“Un yo colectivo capaz de estabilizar, fijar o garantizar la pertenencia cultural o una “unidad” inmutable que se sobrepone a todas las otras diferencias, presumiblemente superficiales” (Hall, 2000:108).

La representación de una pseudo unidad no es nada más que una articulación del poder, que por prácticas de significación que construyen supuestas similitudes, hacen que el excluido parezca incluido y que el incluido reciba al excluido. Pero de todos modos la diferencia muestra un desplazamiento de identidad, uno espera y el otro juega; divisiones y desigualdades sociales se siguen mostrando e incluso estigmatizan las partes. La representación se desplaza hacia la identidad. Representación e identidad son caras de un proceso de significación. Mesías y el Carnaval.

En fin, lo que parece fijo, no es nada más que una construcción política, un proceso de producción, un acto performativo de lenguaje y de mundo, pues como los propios ejemplos sobre la nordestina que espera el mesías y el empresario despreocupado con la izquierda, muestra cómo el constructo identitario es fragmentado e inestable. La representación creada en el lenguaje, ratificada por lo imaginario cultural, no aloja lo real o su significado, sino que crea significaciones en determinado tiempo y espacio. “Representar significa, en este caso, decir: ‘ésta es la identidad’, ‘la identidad es esto” (Hall, 2000:90).

La identidad nacional se teje en lo cultural que muestra la representación de un sujeto social que se refleja en lo individual del pueblo y del propio sujeto construido:

“Cuando miro mi propia vida de retirante nordestino, de niño que vendía maníes y naranjas en el muelle de Santos, que se hizo tornero mecánico y líder sindical, que un día fundó el Partido de los Trabajadores y creyó en lo que hacía, que ahora asume el puesto de supremo mandatario de la nación veo y sé, con toda claridad y con toda convicción, que nosotros podemos hacer mucho más” (Revista Veja, 14 de mayo de 2003, p.49).

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