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Tiempo y Espacio

versión impresa ISSN 1315-9496

Tiempo y Espacio v.19 n.51 Caracas jun. 2009

 

Jorge Bracho, Globalización, regionalismo, integración. Caracas. Vicerrectorado de Investigación y Postgrado. Universidad Pedagógica Libertador. 2008.

Tomás Straka

UCAB-CEHHG, Caracas-Venezuela.

Con sentido histórico, Jorge Bracho aborda un problema de ineludible actualidad. Se trata de una de esas fronteras que atraviesa la última historiografía, refrendando el viejo aserto de que es una ciencia que ausculta el pasado con el objetivo de avizorar el porvenir.

Así, en estos momentos de “historia inmediata” y de amplia discusión en torno a los proyectos sociales y políticos –no en vano es un momento de historicismos, nacionalismos y fundamentalismos de toda índole- esta obra viene a dar una respuesta desde el enfoque teórico, general, antropológico y geohistórico, de esta hora que atraviesa la civilización.

Lo que nos trae Jorge Bracho en este libro es un llamado al orden y a la sindéresis; a atajar los entusiasmos desenfrenados y los temores atávicos por la novedad. Porque entre esos dos ámbitos estamos jalonados el día de hoy. Por un lado, la globalización, como estadio concreto de la historia de la humanidad debe ser vista con un optimismo más moderado sobre la versión unívoca que muchos han sentenciado para la vida social. Por la otra, en reacción a lo que muchos consideran un cambio avasallante venido desde afuera, han revivido los regionalismos, las identidades étnicas, raciales y religiosas, como corolario de lucha política.

La globalización es básicamente un estadio del sistema mundo capitalista, iniciado con la occidenatlización del mundo a partir del siglo XV, que se haría masiva en el XX. Las oportunidades tecnológicas que ofrece el mundo actual, ya hacen irresistibles las últimas barreras impuestas a este sistema mundo, uniformando –o aparentemente uniformando- los procederes y pareceres. El neoliberalismo impulsado desde la década de 1980 terminó de insertarse en las estructuras de prácticamente todas las sociedades, apuntalando más esta universalización del capitalismo que, en última instancia, constituye la globalización. Su asunción por los países de lo que fue el Bloque Socialista y por los países en vías de desarrollo, en donde ha sido recibida con grados diversos de trauma o de éxito (Venezuela y China pudieran ser, al respecto, los dos ejemplos emblemáticos de cada uno de estos casos, respectivamente) ayudó a esta uniformidad, en ocasiones más pretendida que real.

Se trata del alcance de un deseo presente desde el siglo XVI, primero entre los europeos y después también entre las elites europeas o europeizadas del mundo colonial: el sometimiento de todo el mundo a la civilización occidental, como forma superior de vida. Sin embargo, esto no ha podido socavar las otras formas de identidad que reclaman al “ciudadano del mundo” actual: su nación, otra forma de adscripción a la lógica europea, pero de mediados del siglo XIX, su religión, su idioma y en ocasiones hasta su tribu.

Porque la globalización, al ponernos a todos más o menos en un mismo saco (lo que no quiere decir que todos estemos igual dentro de él, porque unos ponen las pautas y el resto se encarga de seguirlas) también ha resaltado la multiplicidad cultural, que ya está conmocionando a las sociedades que parecían destinadas a imponer sus parámetros de forma unidireccional. Pero el proceso, más que bidireccional, es múltiple, y fenómenos como la gran migración del Tercer al Primer mundo, ya han obligado a que los países centrales redefinan sus ciudadanías en formas más complejas por la connotación multicultural que tienen.

Pero esto también tiene otra dimensión; como nos señala Bracho: “En virtud del debilitamiento de los Estados, en tanto aparatos de centralización, han reaparecido situaciones, fenómenos y prácticas silenciadas por los procesos de modernización ejecutados en el decimonono. La cuestión indígena, los reclamos de los afrodescendientes, la lucha por el respeto de los géneros y el regionalismo requieren ser analizados bajo la óptica del cambio estatal…” (p. 148). En efecto, dentro de la dinámica global, el Estado nación, como entidad intermedia de la modernidad entre los poderes universales –tales como lo fueron antes el Papado o el Imperio y los locales, se ha ido debilitando. Así, los nuevos agentes de la modernización, que ya no son nacionales (los nacionalismos propugnaron una inserción vernácula a una dinámica general de la modernidad), sino globales (ahora la inserción ni siquiera espera ser vernácula), ha llevado, por un lado, a formas de resistencia en los fondos de la sociedad, menos permeados y permeables, a la modernidad capitalista, y por el otro, a la reconfiguración de las banderas de reivindicación social, que han pasado de las decimonónicas –la defensa de una clase, que se creía homogénea en toda la nación: por ejemplo el proletariado- a las singularidades que la matizan a los hoy llamados excluidos, en suma, las batallas de la Nueva Izquierda.

Bracho, profesor del Instituto Pedagógico de Caracas y una de las voces más activas del pensamiento teórico en la historiografía venezolana, con este libro nos incentiva a seguir reflexionando. Autor de una obra, por ahora, en términos generales, lamentablemente dispersa en revistas y libros colectivos, pero que ya goza de un reconocimiento general, con el libro que presentamos (el tercero que lanza en individual) nos ratifica aquello que ya sabíamos: que es una de las cabezas más activas y brillantes de la academia nacional.