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Agroalimentaria

versión impresa ISSN 1316-0354

Agroalim v.20 n.10 Mérida ene. 2005

 

Agroalimentaria: un ejemplo a seguir

Luis Miguel Albisu

España: Centro de Investigaciones Agrarias y Alimentarias de Aragón (CITA)

Escribo estas líneas con gran placer, acerca de una revista en la que he participado desde su inicio y, por lo tanto, he tenido el honor y la satisfacción de haber vivido todas las etapas que hasta ahora ha desarrollado. Voy a tratar de explicar el por qué del título de esta reseña, sin ánimo de triunfalismo sino argumentando qué es lo que he visto en el proceso de su evolución, así como algunas indicaciones sobre su futuro.

Tengo necesariamente que poner mis opiniones en cierto contexto para que el lector comprenda que, por mi dedicación a otras revistas en labores editoriales y la experiencia acumulada a lo largo de los años, puedo hacer estas observaciones, que no son sólo producto de la emoción sino de una reflexión pausada. Tuve la experiencia de dirigir la revista «Investigación Agraria - Economía», editada por el INIA en España durante sus últimos doce años, hasta que dejó de existir cuando se encontraba en un momento álgido de reconocimiento profesional nacional e internacional. Decisiones burocráticas hicieron que, de manera repentina y sin capacidad de reacción por parte de los investigadores que alimentaban la revista y de los muchos lectores que tenía en diversos países, se dejara de publicar aduciendo que suponía un costo excesivo para la administración española. Actualmente me honra estar en el consejo editorial de revistas que se editan en Argentina, Estados Unidos, España, Francia, Holanda, Méjico y Venezuela. A través de este quehacer profesional convivo con muchos de los problemas que tienen las revistas científicas y eso me permite escribir, con objetividad, sobre la revista Agroalimentaria.

La revista tuvo muchos aciertos desde sus comienzos. El título fue importante ya que la mayoría de revistas similares, en esa época, normalmente incluían sólo la palabra agricultura ligada a la economía o a los negocios. El considerar la agroalimentación ya dio un claro mensaje de la amplitud de la revista, que tiene por objetivo el estudio de la agricultura, el ambiente y la alimentación apoyándose en las ciencias sociales. No es una casualidad que su primer editor, Rafael Cartay, tuviera una amplia formación profesional internacional y una visión que pocas personas igualan. Esta orientación no ha sido sólo una intención sino una realidad constante a lo largo de la vida de la revista.

Es común también en las revistas tratar de empezar de manera localista, con artículos del núcleo más cercano al comité editorial, a veces por sacar provecho del esfuerzo realizado, o por falta de conocimiento de otros investigadores del propio país o de otros países. Sin embargo, desde el inicio, esta revista contó con un comité editorial que reunía personas de diferentes países, con lo cual se transmitía la idea de querer actuar en un marco amplio, dentro de las difíciles circunstancias en las que se mueve cualquier revista cuando empieza. La vinculación con Europa y con los países de Norteamérica ha sido patente, aunque son desarrollos que necesitan varios años para consolidarse.

Una de las principales dificultades de cualquier revista, cuando comienza, es tratar de elevar el nivel científico propiciando, a su vez, la obtención de trabajos originales del colectivo investigador. Es, en definitiva, casar la oferta con la demanda para elevar el nivel de calidad. Muchas veces el editor jefe no se encuentra con suficientes originales o éstos no tienen la calidad deseada. La revista Agroalimentaria entró desde un principio en el proceso de revisión profesional que ha ido perfeccionando con el paso del tiempo, y también este aspecto fue cuidado desde el comienzo.

En muchos países todavía no existen grandes exigencias profesionales para publicar y parte del colectivo investigador no considera apropiado pasar sus trabajos por filtros de evaluación, ya que presupone que sus trabajos tienen la calidad suficiente como para ser juzgados por otros profesionales. Las personas ya consolidadas profesionalmente son las más reacias a seguir el proceso de revisión. Vencer estas barreras lleva su tiempo, pero es una labor importante la que se hace desde las revistas científicas para contrastar, de la manera más rigurosa posible, la calidad de los análisis y la claridad en la exposición de los mismos. En los países de habla hispana los editores de revistas científicas se enfrentan a esta situación con mucha mayor asiduidad que en los países anglosajones.

Una labor de este tipo necesita continuidad a lo largo del tiempo y supone contar con un equipo que crea en la idea original y que sepa tomar el relevo, en un momento determinado. Las personas que se encargan de continuar esta tarea tienen que vivir esas experiencias y deben tener la determinación de mejorarlas. El equipo del Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL) de la Universidad de los Andes ha sabido cumplir con esa misión y ha seguido firme en el camino proyectando su labor a muchos países de habla hispana.

Mi propia experiencia me indica, además, que los mayores problemas surgen con la financiación de las revistas. Se necesita de una institución o instituciones que crean en el proyecto, que lo valoren y que generosamente otorguen su ayuda financiera. Esta labor de búsqueda de financiamiento muchas veces sobrepasa las habilidades y conocimientos del equipo editorial, resultando en una labor imprescindible pero molesta, ya que se aparta de las labores profesionales convencionales. La financiación puede ser cubierta desde el ámbito privado, como lo ha hecho la Fundación Polar, o desde instituciones públicas venezolanas. Este apoyo es trascendental porque una revista de esta naturaleza no puede vivir del dinero recogido con las suscripciones. Es conveniente encontrar vías de financiación múltiples para evitar excesivos riesgos y las asociaciones profesionales suelen ser un apoyo importante.

La ayuda financiera no ha de estar condicionada al contenido de la revista porque los bienes más preciados de la investigación deben ser la independencia y el rigor. Flaco favor harían aquellos que traten de interferir en ese proceso, que suele ser nefasto si tiene condicionamientos y que necesita, en todo caso, del contraste de opiniones y de análisis.

Está claro que, en todo caso, un recordatorio acerca de los análisis personales desvincula a la revista de los autores que escriben en ella. Los países más desarrollados tienen claro este proceso pero no siempre sucede en otros países y momentos históricos.

La dificultad de la financiación y la de obtener originales de buena calidad, a su debido tiempo, condicionan la salida de las revistas con la puntualidad deseada. En los análisis de impacto científico, también se tiene en cuenta la regularidad de la edición de los números prometidos, con la periodicidad especificada, para que una revista pueda ser incluida en las más prestigiosas listas. Esta labor es difícil y es uno de los retos que constantemente tienen hasta las revistas consolidadas. Ante la posible avalancha de trabajos que puedan recibirse no hay que decaer en la observancia de los plazos, tanto para responder a los autores como para presionar a los revisores.

Agroalimentaria tiene un gran camino recorrido, posiblemente el más difícil, salvo el tema financiero, pero se necesitan grandes dosis de ánimo para continuar en la labor, que debiera verse compensada por un amplio reconocimiento nacional e internacional. Es ya la mejor referencia en Latinoamérica en su tema. No son palabras generosas sino el reconocimiento que, año tras año, transmito a los participantes latinoamericanos que vienen a mi institución para seguir el Curso Internacional sobre Economía Agroalimentaria. Como cierre, quiero dejar claro que tanto el equipo editorial, de una manera directa, así como Venezuela, país que la alberga, tienen que estar orgullosos de contar con una revista como Agroalimentaria.