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versão impressa ISSN 1012-1587
Revista de Ciencias Humanas y Sociales v.21 n.46 Maracaibo jan. 2005
El lago de los sueños.
El Lago de Maracaibo en la cartografía y cronistas tempranos (1499-1540)
Emanuele Amodio
Escuela de Antropología. Universidad Central de Venezuela.
E-mail: eamodio@reacciun.ve
Resumen
La elaboración de geografías es una tarea fundamental en cualquier acción de conquista de nuevos territorios. En el caso del Lago de Maracaibo y golfo de Venezuela, la cartografía temprana y las relaciones de los primeros exploradores reportan imágenes contrastantes, donde la península de la Guajira fue representada como isla. A esto hay que añadir el contraste entre diferentes fecha de entrada en lago de Maracaibo y el problema del fechado del primer mapa americano, el Portulano de Juan de la Cosa. Todos estos elementos llevan a estudiar nuevamente los datos para enfocar mejor los eventos de la primera llegada de los españoles a la región lacustre.
Palabras clave:
Lago de Maracaibo, cartografía, golfo de Venezuela.
The Lake of Dreams
Lake Maracaibo in Early Cartography and Chronicles (1499-1540)
Abstract
The elaboration of geographies is a fundamental task in any action of conquest of new territories. In the case of Lake Maracaibo and The Gulf of Venezuela, early cartography and accounts of the first explorers report different images, in which the Guajira Peninsula was represented as an island. It is necessary to add to this differentiation, the contrast between the different different entry dates into Lake Maracaibo and the date on one of the first American maps, the Portulano of Juan de la Cosa. All these elements should be studied again in order to better focus the events related to the first arrival of the Spanish in the lake region.
Key words:
Lake Maracaibo, cartography, Gulf of Venezuela.
Recibido: 21/01/2005 Aceptado : 31/03/2005
INTRODUCCIÓN (1)
La conquista de un nuevo territorio implica siempre el despliegue de un saber geográfico destinado a producir una imagen manejable del nuevo espacio, lo que hace posible la ocupación y su defensa frente a las legítimas pretensiones defensivas de sus habitantes. En el caso de tierras lejanas, es decir, sobre las cuales no se ha acumulado un saber histórico, resultado de la frecuentación pacífica o bélica, la percepción inicial y el conocimiento temprano deriva en gran parte de los presupuestos míticos que sobre los otros mundos cada sociedad ha producido (cf. Amodio, 1993). Sin embargo, esta geografía mítica, que puede mantener su valor identitario a lo largo de los siglos, necesita ser adecuada a la realidad material de los territorios descubiertos para hacer factible la conquista o, por lo menos, su control directo o indirecto. Por esto, gracias a la mirada tendencialmente realista de militares, funcionarios y comerciantes, a los mitos geográficos del primer contacto se sobreponen y substituyen saberes empíricos que dibujan nuevas imágenes cartográficas y descripciones que sirven de referente para el anclaje territorial de la intención colonial. Cómo escribe Ponce Leiva:
Controlar un espacio, un territorio o una nación, no es sólo ocupar, dominar y utilizar; de hecho, existen mecanismos más sutiles (y hasta cierto punto más cómodos) que posibilitan un dominio eficaz del espacio. Desde este punto de vista, controlar un territorio sería también una forma de «delimitar» el espacio: no se trata necesariamente de una delimitación física, señalando fronteras geográficas, sino del establecimiento de áreas de influencia política, cultural y económica que en muchos casos supera ampliamente las líneas fronterizas. Esta interpretación no vincula el concepto de control ni a una dominación política directa, ni a una ocupación física, ni a la implantación de un sistema administrativo peculiar: se trata, como queda dicho, de señalar áreas de influencia propias y reivindicarlas como exclusivas ante posibles intrusos (Ponce Leiva, 1988: XXIX).
El caso que pretendemos examinar, la conformación temprana de la imagen geográfica del Lago de Maracaibo y Golfo de Venezuela, se enmarca dentro de estos procesos culturales e históricos, siendo la aparición de esta región en la percepción europea el resultado del impacto de los conquistadores europeos con un mundo completamente diferente e inesperado.
Aunque las necesidades ideológicas del presente han exaltado sobremanera el acontecimiento en Venezuela, en consideración del valor que en la actualidad está atribuido a la región, no cabe duda de que haya que esperar el siglo XVII y, sobre todo, el XVIII para que la región lacustre ocupara un espacio importante en la definición geopolítica regional (2). De cualquier manera, en 1499, el descubrimiento de tierras nuevas ya no era una novedad, pero tampoco se había vuelto rutina: si bien se había desvanecido la idea de encontrar los monstruos y las sirenas colombinas, aún se mantenía las expectativas de descubrir tierras nuevas y nuevas riquezas. En este sentido, no es por azar que es Vespucio, proveniente de una cultura ya definitivamente post-medieval, quien por primero tuvo conciencia de que no habían llegado al Katay o a Çipango, sino a un nuevo continente, un Nuevo Mundo que tomará su mismo nombre: América.
Dos imágenes se sobreponen y contraponen en la construcción auroral de las costas de Tierra Firme e islas del mar Caribe: la discursiva y la iconográfica. De alguna manera, la descripción de Vespucio es literaria y, por esto, se presta a las elipsis y al uso de las metáforas. Un poco más realistas son las imágenes producidas por algunos conquistadores españoles y, naturalmente, por los funcionarios, cuyos intereses eran explícitamente de tipo descriptivo con fines económicos (cf. Amodio, 2002). Por su parte, las imágenes cartográficas elaboradas por los marinos, a partir del mismo Juan de la Cosa, parecen articularse entre un registro empírico (el mundo conocido directamente) y un registro mítico (el mundo imaginado), resultado de los relatos geográficos europeos. Es así como, en general, a esta articulación entre registros representativos, el gráfico y el discursivo, es necesario agregar otra duplicación especular: los registros derivados de la experiencia directa y los producidos en Europa, a partir de textos e imágenes elaboradas por otros (viajeros, conquistadores, marinos, misioneros, etc.). De esta manera, nos encontramos con cuatro categorías diferentes de representaciones del lago: dos categorías de imágenes gráficas y dos de imágenes discursivas. En ambos casos, unas son completamente europeas y otras derivadas de la experiencia directa.
1. LAS IMÁGENES TEMPRANAS DEL LAGO
Al comienzo, en ese agosto del año de 1499, las primeras imágenes, tanto discursivas como gráficas de la región lacustre, derivan de la experiencia directa: el italiano y el español están allí, el 9 de agosto, frente a las aguas del golfo, tomando notas, elaborando croquis, discutiendo si la tierra que a estribor observan es una isla o un promontorio. Sólo después, de vuelta a Europa, en la quietud de sus casas, volverán a examinar el problema y cada uno lo resolverá a su manera.
De Américo Vespucio nos quedan fundamentalmente dos descripciones de su acercamiento al lago de Maracaibo: una, muy corta, está contenida en la Carta que envió el 18 de julio de 1500 desde Sevilla a Lorenzo Pier Francesco de Medici, en Florencia (Vespucio, 1985); la otra, más extensa y de estilo literario, redactada en Lisboa y fechada el 4 de septiembre de 1504, está contenida en una Relación enviada a Pier Soderini, Gonfalonero y Perpetuo de Florencia, la cual se publicó un año después con el título de Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente trovate in quatro suoi viaggi (cf. Vespucio, 1985: 71-72; Amodio, 1992) (3). Veamos el primer texto:
Desde esta isla fuimos a otra isla vecina de aquella a diez leguas, y encontramos una grandísima población que tenía sus casas construidas en el mar como Venecia, con mucho arte; y maravillados de tal cosa, acordamos ir a verlas, y al llegar a sus casas, quisieron impedir que entrásemos en ellas. Probaron cómo cortaban las espadas y se conformaron con dejarnos entrar, y encontramos que tenían colmadas las casas con finísimo algodón, y las vigas de sus casas eran también de brasil, y les quitamos mucho algodón y brasil, volviendo luego a nuestros navíos. Habéis de saber que en todas partes donde saltamos a tierra, encontramos siempre gran cantidad de algodón, y los campos llenos de plantas de él, tanto que en esos lugares se podrían cargar cuantas carabelas y navíos hay en el mundo, con algodón y brasil (Vespucio, 1985: 23).
Se trata, prácticamente, de la primera descripción de un poblado indígena del occidente de Venezuela, aunque claramente la percepción del italiano, coherente con la experiencia recién adquirida del mar Caribe, le lleva a identificar a la península de la Guajira como una isla. Aparece también, en el mismo texto, el parangón que dará nombre a todo el país: las casas palafíticas de los indígenas le recuerdan Venecia y, de allí, derivaría el nombre de Venezuela. Considerando que había, como todavía hay, Pueblos de agua en la laguna de Sinamaica y en el golfo, la identificación con la costas de la Guajira parece evidente, aunque será importante determinar cuán adentro en el golfo penetraron en ese primer viaje (4).
La segunda descripción condensa algunos elementos, como el derrotero de la expedición, mientras que extiende otros que podían satisfacer la curiosidad del futuro lector, sobre todo los relatos de las batallas y las prácticas culturales de los salvajes, en gran parte imaginarias, con explícita referencia a los aspectos sexuales de su vivencia y a las mujeres indígenas. También aquí describe la aldea parecida a Venecia, agregando otros detalles:
Bajamos a tierra en un puerto donde encontramos una población edificada sobre el agua como Venecia; eran cerca de cuarenta y cuatro casas grandes, en forma de cabañas, asentadas sobre palos muy gruesos y teniendo sus puertas o entradas de las casas a modo de puentes levadizos, y de una casa se podía ir a todas, pues los puentes levadizos se tendían de casa en casa (Vespucio, 1985: 84).
Aunque muy repetido por los Cronistas del siglo XVI, la atribución del nombre de Venezuela por semejanza con Venecia, poco parece haber llamado la atención de los pintores e ilustradores de libros de la época, y será necesario esperar el final del siglo con los dibujos de De Bry (1599, 1992) en su De América (Figura 1) (5).
Figura 1 Indegenas añù y pueblo palafìtico (De Bry ,1599)
Sin embargo, las hazañas de Colón y Vespucio, es decir, las que fueron oficialmente publicizadas a través de publicaciones, fueron inmediatamente percibidas como un acontecimiento fundamental para la historia del Occidente europeo y, por ende, para su visión geográfica del Mundo. Aunque algunos cartógrafos, siguiendo más a Colón que a Vespucio, por unos años más continuaron representando las nuevas tierras como una prolongación del Asia, la mayoría de ellos asumió rápidamente la idea continental de las nuevas tierras. Claramente, las primeras representaciones son más o menos imaginarias o, por lo menos, derivadas de los relatos míticos que circulaban en Europa. Sin embargo, aún así, entre imaginación, intuición y experiencia mediatizada por los cuentos de los marinos, el continente, y con ello la costa de Venezuela, comenzaba a adquirir forma y significado.
2. LA INSULARIDAD DE LA GUAJIRA
De los esfuerzos perceptivos de los primeros exploradores deriva una de las primeras representaciones geográficas que asume la continentalidad de las nuevas tierras. Se trata del Toto Orbe de Pietro Coppo conservado en la Biblioteca Marciana de Venecia, que contiene una plancha dedicada al Nuevo Mundo (cf. Vannini de Gerulewicz, 1989: 169-190). En ella se representa la costa de Venezuela atestada de golfos y ensenadas profundas y con indicaciones genéricas, como Paira (en lugar de Paria) (Figura 2). Es posible identificar la zona correspondiente al Golfo de Venezuela, como un gran ensenada con tres islas en frente, probablemente las islas de los Monjes, resultado del relato de Vespucio; además del rotulo Curiana, situado a sureste del mismo golfo (cf. Laurencich Minelli, 1992: 63 y 130). No aparece el lago.
Figura 2 Toto Obre (detalle) (Prieto Coppo,1505-1506)
Este tipo de representaciones geográficas, más o menos imaginarias, tuvieron corta vida en consideración de los relatos de los viajeros que comenzaron a llegar rápidamente a Europa. Se trata sobre todo de imágenes discursivas, aunque gran parte de ellas son de tipo oral y pocas las que circularon a través de las publicaciones de los primeros años de la conquista. Sin embargo, hay que tomar en cuenta un otro registro discursivo poco conocido por el gran público de literatos y cartógrafos: el registro burocrático. Volvemos así nuevamente al lago y a los protagonistas de la primera entrada: se trata de las Reales Cédulas de 1501 que conceden a Alonso de Ojeda el asiento relacionado con sus descubrimientos en Tierra Firme.
Antes que nada, hay un problema que atañe a los nombres atribuidos al nuevo territorio y, en segundo lugar, a la necesidad de aclarar si, en la percepción geográfica de Ojeda, la tierra descubierta era una isla o la costa de un nuevo continente. El nombre de Venezuela no aparece todavía en los registros discursivos, pero sí Coquibacoa, nombre con el cual Ojeda llamó a la tierra descubierta. Entre los otros nombres que se pueden atribuir a Ojeda está el de Cabo de San Román, el de Cabo de la Vela y el de San Bartolomé, para el lago y el puerto recién fundado en el día del santo (24 de agosto de 1499).
Ya vimos que, en el caso de Vespucio, las tierras encontradas fueron consideradas parte de una isla. Esta percepción era compartida por Ojeda, quien la trasmite a los funcionarios que elaboraron las Reales Cédulas del Asiento y su nombramiento como Gobernador de Coquibacoa en 1501. Véase los encabezados:
Reales cédulas en que se contiene el asiento hecho con Alonso de Hojeda para que vuelvan diez navíos a hacer descubrimientos en atención al poco provecho que tuvo en el viaje anterior; dándosele entre otras mercedes al gobierno de la isla de Coquibacoa...
Item: Que vos el dicho Alonso de Hojeda, por servicio de Sus Altezas, entréis en la isla e en las otras que allí están cerca della, que se dicen Quiquebacoa, en la parte de la tierra firme donde están las piedras verdes, de las cuales trujistes muestras, e traigáis dellas las más que pudiéredes, e ver así mismo de las otras cosas que trujisteis en este camino en que las muestras... (en Gabaldón Márquez, 1962: 317-318).
Real nombramiento de gobernador de la isla de Coquibacoa, expedido a Hojeda a consecuencia de la capitulación precedente, y en que se le declaran todas sus facultades.
Don Fernando e Doña Isabel, etc. A vos los vecinos e moradores que sois o fuéredes de aquí en delante de la isla de Coquibacoa, que de las islas que por nuestro mandado se han descubierto en la parte del mar Oceano, e a otras cualesquier personas que están e estovieren en la dicha isla salud e gracia... (en Gabaldón Márquez, 1962: 321).
A una primera aproximación, resulta contradictoria la referencia a Coquibacoa como isla, si demos por descontado el conocimiento previo del lago por parte de Ojeda ya que, de ser así, no hubiera dejado que se registrara como tal la tierra que había descubierto. Así que: o el conquistador no había todavía llegado al lago y, por ende, estaba convencido de que Coquibacoa era una isla; o, conocía el lago, pero escondió este hecho a los funcionarios, declarando de haber descubierto una isla.
En consideración del relato de Vespucio y de la primera cartografía de Tierra Firme, la primera hipótesis tiene más posibilidad de ser la verdadera, sobre todo si consideramos que lo mismo pasó con la península de Paraguaná. Como escribe Navarrete, Pasaron luego [después de la isla de Curazao] a una que juzgaron ser isla, distante diez leguas de la de Curazao, y en ella vieron el cabo que forma una península y llamaron de San Román... (Fernández de Navarrete, en Masia, 1971: 327).
La contradicción puede ser resuelta haciendo alusión al segundo viaje que Ojeda hizo al Golfo en 1502 (sobre los viajes de Ojeda, ver Bessón, 1973: 24-28). Sugiero que la entrada verdadera al lago se realizó durante este segundo viaje, cuando navegó por nueve días lago adentro. Es en este momento cuando funda, además de Santa Cruz y extiende el nombre de San Bartolomé al mismo lago, que acaba de percibir como tal gracias a su nueva experiencia directa. De hecho, si en el primer viaje hubiera llegado por lo menos a la isla de Toas, se hubiera percatado de que el agua se volvía dulce y, por ende, que se trataba de un lago o de un grande río, como ya había sucedido a Colón en el viaje al delta del Orinoco. Así que, en 1499, lo que fue descubierto por los europeos no fue el lago de Maracaibo sino el golfo de Venezuela y los indígenas palafíticos, en una de las costas anegadizas a norte de Sinamaica (6).
Aparte de las reconstrucciones plasmadas por los cronistas posteriores (cf. Navarrete, en Gabaldón Márquez, 1962: 250-251, nota 4), la primera vez que aparece el nombre de San Bartolomé es en la orden que Ojeda le da en 1502 a Juan de Vergara, su socio en la expedición, para que fuera a adquirir pan en Jamaica. Veamos el texto:
Que vais con la buena ventura de rota batida a Jamaica, sin tocar en otras tierras ni perder tiempo por ninguna cosa que sea, excepto por reparo de vuestras vidas o guarda del navío, y allí en Jamaica compréis a los indios, pues lleváis bien con qué, todo el más pan que podiéredes, y estéis en haberlo quince o veinte o treinta días, y si menos tiempo pudiere ser, menos, y allí non se haga cosa en deservicio de Sus Altezas, y desde allí vos vais sin reparar en parte ninguna de rota batida al puerto que se llama el lago de San Bartolomé, porque allí fallaréis navío nuestro o señal cómo estamos más adelante en el cabo de la Vela... (en Gabaldón Márquez, 1962: 333).
Así, la idea de Coquibacoa como isla desaparece del registro discursivo, aunque continuará por algunos años en la cartografía (7). De hecho, el registro iconográfico de la construcción geográfica de la región lacustre, dejando por un momento de lado el mapa de Juan de la Cosa, continuará manteniendo por algunos años más la idea de la isla, especialmente en la cartografía derivada del texto de Vespucio, como es el caso de los mapas de Caverio (1502), Cantino (1502), Contarini Rosselli (1506) y Waldsseemüller (1507), entre otros (cf. González Oropeza, 1987: 23-25). El mapa Cantino, del cual reproducimos el detalle que nos interesa (Figura 3), fue elaborado bajo la influencia del genovés Nicolás Caverio y, de manera explícita, del relato publicado de Vespucio, como demuestra justamente su título: Carta di navigar per le isole nuovamente trovate.
La Carta de Navegación, es decir, una especie de portulano pero destinado a la consulta en la corte del Duque de Ferrara, Ercole dEste, -a quien le fue obsequiado por el embajador ferrarés Cantino en Lisboa (actualmente se encuentra en la Biblioteca Esténse en Modena)-, muestra una elaborada y decorada imagen del mundo, con una espléndida representación de selvas y loros en correspondencia con el territorio sudamericano. Por lo que se refiere a Tierra Firme, la costa occidental está representada hasta la Guajira, reflejo de las exploraciones que se habían realizado para ese momento. La península de la Guajira es una isla:
Figura 3 Carta di navigar per le isole nuovamente trovate (detalle) (Nicolàs,Caverio,1502)
Llama la atención, escribe el padre Hermann González Oropeza, que en los mapas de Cantino y de Caverio se le otorgue carácter insular a la Península de la Guajira, más en conformidad con la concepción geográfica de la capitulación que obtiene para sí Alonso de Ojeda de 1501 como «Gobernación de la isla de Coquivacoa», y que sin embargo en el mapa de Juan de la Cosa, que corresponde al viaje que este efectúa precisamente con Ojeda, se le otorgue definitivo diseño peninsular a la Guajira objeto de la Capitulación Ojediana (González Oropeza, 1987: 23).
Estamos bien conscientes de la importancia de estas conclusiones y, por esto, ulteriores investigaciones deberían confirmarlas o negarlas (8). En este sentido, vale la pena insinuar que no es de descartar completamente la segunda hipótesis, es decir, que Ojeda escondió su entrada al lago a los funcionarios reales.
En la licencia de navegación y descubrimientos para Ojeda, firmada solamente por el Obispo Fonseca, en ese momento responsable del Despacho de Indias, y no por los Reyes, como críticamente hace notar Las Casas (II, 1992: 115), se decía explícitamente que Ojeda no debía tocar las tierras descubiertas por el Almirante hasta 1495, incluyendo toda aquella tierra que se llama Curiana (cf. Pardo, 1975: 285 y 303) (9). Ahora, la Tierra Firme había sido oficialmente descubierta por Colón durante el tercer viaje mientras Ojeda estaba en España. Aquí, habiendo tenido la posibilidad de ver el mapa que Colón había enviado a los Reyes (10), Ojeda no podía anunciar de haber descubierto otra parte de esa misma región, ya que implicaba transgredir la orden de Fonseca. Tal vez por esto, elaboró la artimaña de anunciar el descubrimiento de una isla. Por otro lado, el mismo Colón, después de haber planteado contra Ojeda una Pesquisa donde intentaba averiguar si éste había o no tocado la tierra por él descubierta (cf. Nectario María, 1978: 11), afirmaba en una Carta a los Reyes del 10 de septiembre de 1499, es decir, a menos de un mes del descubrimiento del Coquibacoa: Dizen estos marineros que, según la brevedad del tiempo que partió [Ojeda] de Castilla, que no puede aver descubierto tierra (Colon, 1984: 262, también en Las Casas, II, 1992: 118) (11).
Esta segunda hipótesis parece menos fuerte de la anterior si consideramos la existencia de la versión de Vespucio que corrobora la declaración de Ojeda de que Coquibacoa era una isla, conscientes como estamos que el italiano no se hubiera callado, una vez en Europa, el descubrimiento de Tierra Firme occidental que confirmaba su intuición de estar frente a un continente y no a una serie de islas. Sin embargo, las dos versiones pueden no ser contradictorias, sino que siguieron derroteros informativos diferentes: público e italiano, el uno; privado, administrativo y español el otro.
3. VISIONES ENCONTRADAS
Permanece todavía por resolver el problema de la contradicción entre la visión de Ojeda y Vespucio y la de Juan de la Cosa, en cuyo mapa Coquibacoa es una península y no una isla, sobre todo si consideramos que los tres estuvieron en el mismo barco, frente al mismo escenario geográfico. El Portulano de Juan de la Cosa, actualmente en el Museo Naval de Madrid, según lo que en el mismo se afirma, fue elaborado en el Puerto de Santa María (España) hacia la mitad de 1500. Juan de la Cosa había ya viajado con Colón tanto en el primer viaje realizado en 1492, siendo el propietario de la nao Santa María, como en el segundo, pero sin tocar las costas occidentales de Venezuela, las que conoce primeramente en viaje con Ojeda de 1499. De hecho, Juan de la Cosa continúo presente en la región hasta su muerte durante la expedición de Ojeda al Golfo de Urabá en 1510 (12). Sin embargo, la fecha de 1500 marcada en el mapa no parece corresponderse con los datos geográficos que contiene, particularmente con los que se refieren a la costa de la actual Colombia, conocida por el mismo Juan de la Cosa durante su cuarto viaje a América como Capitán de la expedición de Rodrigo Bastidas de octubre de 1500 (13). Así que el portulano no pudo ser completado hasta después de su regreso a España en 1502, después de haber nuevamente explorado la región lacustre (cf. Pardo, 1975: 300) (14).
Quedaría resuelta, así, la contradicción entre las diferentes construcciones geográficas de Coquibacoa como isla y como península y, por ende, de la identificación del lago. En 1499 Coquibacoa fue percibida como isla y se tuvo idea alguna del lago ni de la barra por parte de los tres navegantes; en 1502, después de haber atravesado la barra, encontrado las aguas dulces y visitado las costas internas del norte del lago, Ojeda llegó a la conclusión de que Coquibacoa era una península, que la tierra firme continuaba más allá de ella y que la gran extensión de agua que habían encontrado detrás del golfo y del estrecho canal que mediaba entre las dos costas, era un lago: el lago de San Bartolomé, el lago de Nuestra Señora y el lago de Maracaibo, entre los tantos otros nombres que recibirá (Figura 4) (15).
Figura 4 Portulano (detalle) (Juan de la Cosa,1500-1502)
En el Portulano de Juan de la Cosa la península de Coquibacoa mantiene algunos elementos de la anterior concepción. De hecho su peninsularidad está definida por un estrecho corredor de tierra que no se corresponde con la realidad geográfica, determinado de alguna manera por el descubrimiento de otro gran golfo, al oeste de la península, que se retuerce hacia adentro de la tierra firme. Una bandera española marca definitivamente la conquista de las nuevas tierras y, por lo que parece, muestra los límites occidentales de la capitulación de Ojeda. Por su parte, la forma del lago es imaginaria, aunque la presencia de un río que en él desagua ha hecho afirmar al padre Hermann González Oropeza que impresiona la semejanza con la realidad de ese golfo, y más que hacia el Sur se dibuje el Lago de Maracaibo y lo que pareciera ser el río Zulia. No parece posible que La Cosa y Ojeda hubieran penetrado al interior, sino que reflejan informaciones indígenas (González Oropeza, 1987: 182). Si recordamos el mapa de Pietro Coppo y, además, miramos el resto del mapa de Juan de la Cosa, resulta evidente que para el cartógrafo todos los golfos tienen ríos que en ellos desembocan. Así que, el río que en el mapa surte al lago no es el Zulia sino otro imaginario.
Finalmente, es interesante anotar la toponimia de la región contenida en el mapa de Juan de la Cosa, ya que representa la primera atribución de nombres españoles a la región y, por ende, su toma de posesión simbólica: Monte de Santa Eufemia, Punto desierto, Cabo de la Vela, Aguda, Lago, Cabo Almadraba, Cabo de Espera, Venezuela, Isla de Brasil, Gigantes, Monte alto. Se trata en gran parte de nombres descriptivos, aparte el de Santa Eufemia que indica la Sierra Nevada, incluyendo un Almadraba que se refiere a un método español de pesca con redes y estacas. El topónimo lago no correspondería a la Laguna de Cocineta, sino más bien a Bahía Honda en la Guajira occidental (cf. González Oropeza, 1987: 183). El nombre de Venezuela aparece por la primera vez en este mapa, mientras que desaparece el de Coquibacoa.
Esta representación, que terminará influenciando directamente los mapas posteriores, se anticipa completamente a las imágenes discursivas que continuarán por unas décadas citando el nombre de Coquibacoa, como es el caso de Las Casas con su Provincia y golfo de Cuquibacoa (cf. Las Casas, II, 1992: 129); y de Fernández de Enciso, quien en su Suma de Geografía se refiere al Cabo de Coquibacoa (cf. Nectario María, 1973: 13) (16).
Entre los mapas explícitamente influenciados por el Portulano de Juan de la Cosa, encontramos el Planisferio de Pesaro, generalmente fechado 1502-1503, que sin embargo debería volverse a datar en consideración de lo que acabamos de concluir sobre la forma de Coquibacoa (Figura 5). El Golfo de Venezuela se encuentra abierto y muy grande, habiendo incorporado el lago ya representado por Juan de la Cosa, e incluyendo el río que le daba origen. El lago no desaparece del todo, reapareciendo al centro de una crecida península de Coquibacoa. En esta misma dirección, se mueven Contarini-Rosselli, con su Mapamundi de 1506, y el Anónimo que elaboró el mapa para una de las obras de Mártir de Anglería, publicada en 1511, donde el golfo se hace más profundo hasta volverse lago. Aparecen las escritas Cabo de la vela y Coquibacoa (Figura 6).
Figura 5 Planisferio de Pesaro (detalle) (Anònimo,1502-1503)
Figura 6 Mapa Mundi (detalle) ( Anònimo, 1511)
La forma del Portulano de Juan de la Cosa se retoma en otros dos mapas de esta época, particularmente importantes por la circulación ampliada que tuvieron. Se trata de dos mapas publicados en diferentes ediciones de la Geographia de Tolomeo: el primero, por obra de Johannes Ruysch, con el titulo de Universalior cogniti Orbis..., en la edición de 1508 (Figura 7); y el segundo, elaborado por Martín Waldsseemüller, con el título de Tabula Terrae Nove, publicado en la edición de 1513 (Figura 8) (una reproducción de los mapas que citamos se pueden encontrar en González Oropeza, 1987). En ambos, la península está separada de la tierra firme por un estrecho corredor de tierra. Este desarrollo apegado al texto de los primeros cronistas y a la primera cartografía del Golfo de Venezuela, del lago de Maracaibo y de la península de la Guajira, parece de alguna manera completarse con la Carta marina navigatoria de Martín Waldsseemüller, elaborada en 1516, donde el lago se amplia redondeándose, manteniéndose la forma casi circular y semi-insular de la península (Figura 9). No aparece el río en el fondo del lago.
Figura 7 Universalior cogniti Orbis... (detalle) (Johannes Ruysch,1508)
Figura 8 Tabula Terrae Nove (detalle) ( Martín Waldsseemüller,1513)
Figura 9 Carta marina navigatoria (detalle) (Martín Waldsseemüller,1516)
La forma del Portulano de Juan de la Cosa se retoma en otros dos mapas de esta época, particularmente importantes por la circulación ampliada que tuvieron. Se trata de dos mapas publicados en diferentes ediciones de la Geographia de Tolomeo: el primero, por obra de Johannes Ruysch, con el titulo de Universalior cogniti Orbis..., en la edición de 1508 (Figura 7); y el segundo, elaborado por Martín Waldsseemüller, con el título de Tabula Terrae Nove, publicado en la edición de 1513 (Figura 8) (una reproducción de los mapas que citamos se pueden encontrar en González Oropeza, 1987). En ambos, la península está separada de la tierra firme por un estrecho corredor de tierra. Este desarrollo apegado al texto de los primeros cronistas y a la primera cartografía del Golfo de Venezuela, del lago de Maracaibo y de la península de la Guajira, parece de alguna manera completarse con la Carta marina navigatoria de Martín Waldsseemüller, elaborada en 1516, donde el lago se amplia redondeándose, manteniéndose la forma casi circular y semi-insular de la península (Figura 9). No aparece el río en el fondo del lago.
4. LA CONSTITUCIÓN DEFINITIVA DE LA IMAGEN
GEOGRÁFICA DEL LAGO
A partir de los años veinte del siglo XVI, se hace un poco difícil seguir la pista de las diferentes reproducciones, copias y nuevas elaboraciones de la imagen del lago, ya que cada uno de los mapas citados, y en relación con los diferentes países donde se elaboraron y/o circularon, fueron asumidos como primigenios y, por ende, verdaderos. Por otro lado, no hay que olvidar que España no fue una gran productora de mapas de América en las primeras décadas de la conquista (frente, por ejemplo, a Holanda) y, además, en la cartografía española de primera mano la imagen realística elaborada por los mismos conquistadores poco circuló en el resto de Europa y en la misma península, ya que fue considerada como documento de vital importancia para la continuación de la conquista (cf. Amodio, 1997: 12). De esta manera, mientras que en el contexto español las formas del lago se hacían cada vez más precisas, resultado de la penetración de las huestes españolas hacia el interior del continente, los grandes mapamundis europeos mantienen una representación genérica del lago y golfo, según las perspectivas muchas veces míticas o imaginarias de cada cartógrafo. Véase, por ejemplo, los portulanos elaborados por la familia Maggiolo de Génova, en las décadas de 1520-1530, como el de 1527, donde lago y golfo están fundido en una gran fisura que se abre en la tierra firme, arriba de la escrita: Toda esta tierra fue descubierta por Cristóbal Colón, de parte del rey de España (Figura 10). Llama la atención la presencia de gran número de topónimos, algunos imaginarios, otros desplazados.
Por lo que se refiere a la nueva cartografía de la región lacustre que arranca en los años treinta, a partir de la conquista del interior de tierra firme, es útil recordar que el 27 de marzo de 1528 Carlos V firmó la cédula que creaba la Provincia o Gobernación de Venezuela, entregando a los Welseres una gran porción del territorio occidental para su exploración. Es a partir de esta capitulación que el territorio lacustre comienza a adquirir forma definitiva, tanto en lo administrativo como en el cartográfico. En septiembre de 1529, Ambrosio Alfinger comenzó la conquista, dando un nuevo nombre al lago: Nuestra Señora, y fundando la villa de Maracaibo (cf. Ocando Yamarte, 1986: 41-42). El relato temprano de esta penetración pertenece a Gonzalo de Oviedo y Valdés, en cuya obra Historia General y Natural de las Indias (1535) encontramos el primer mapa realista de la región lacustre. Veamos, antes que nada la descripción geográfica:
Figura 10 Portulano (detalle) (Maggiolo,1527)
Desde el río Curiana en aquella costa, sale una punta ó promontorio diez leguas en la mar, que se llama cabo de Sanct Roman, el cual está en algo menos de once grados desta parte de la equinoccial; y de allí torna la costa al Sur veynte leguas hasta la boca del golpho de Veneçuela, donde se haçe un embocamiento estrecho de la mar, y dentro de aquel se dilata el agua en forma de laguna redonda en que hay bien veynte leguas de longitud y otras tantas de latitud por cada parte dentro del embocamiento; é la parte mas austral de esta agua é golpho está en ocho grados y dos tercios, poco mas ó menos (Oviedo y Valdés, 1945: 294).
Para aclarar mejor su descripción, Oviedo anuncia la presencia de una Carta que, a su parecer, corrige y amplía la que Alonzo de Chavez había llevado a Madrid (ídem). La Lamina II de la obra nos muestra, así, una geografía precisa de la región, orientada norte-sur, incluyendo las montañas que rodean el lago y los ríos que en él desembocan (Figura 11).
Figura 11 Carta de la Laguna de Maracaibo ( Oviedo y Valdès, 1535)
La península se ha reducido dramáticamente, llevando sin embargo su nombre de Qoquibacoa; se indican algunos islotes en la barra y aparece a la derecha el nombre de Maracaybo. Este mismo nombre campea dentro de un cartillo al centro del lago: Laguna de Maracaybo. El resto de los topónimos se refieren claramente a los acontecimientos de la conquista de Alfinger, incluyendo la escrita Aqui mataron algunos Ambrosio, más los nombres de algunos pueblos indígenas. Es importante anotar que el mismo año de la elaboración del mapa de Oviedo, ya la villa de Maracaibo no existía, puesto que a causa de la reacción indígena, Spira había ordenado a Federman de abandonar la nueva fundación.
En esos mismos años, recorría la región coriana el italiano Galeotto Cey quien, a su regreso a Europa, elaboró una Relación de su estadía que solamente en tiempos recientes se ha traducido al español, gracias al interés e investigación de José Rafael Lovera. Se trata del Viaje y descripción de las Indias que relata los acontecimientos históricos regionales desde 1539 a 1553, año de regreso a Italia de Cey, más una gran número de descripciones de las costumbres indígenas (cf. Cey, 1995). En el texto encontramos una descripción del lago que, de alguna manera, resume la imagen discursiva que hasta ese momento se había ido elaborando:
Esta provincia de Venezuela fue dada a los Welser para descubrir, los cuales han gastado en ella 150 mil escudos y hoy está mas pobre que nunca. Llámanla Venezuela por un lago de agua dulce que hay en ella, entre el cabo de la Vela y dicha ciudad y puerto de Coro, situadas las bocas a 10 grados y 1/4 y la culata de ellas a 8 grados y 1/2, dicen que tiene un perímetro de 400 leguas de circunferencia; yo he estado en ella y no me parece que sea tanto. Allí los indios tienen sus casas casi sobre el agua y hay muchas barcas, es decir, canoas pequeñas y grandes, están siempre sobre el agua, y son muy diestros y valientes en ellas, y por eso los españoles dicen que es como Venecia y le dieron el diminutivo llamándola Venezuela, de donde ha tomado la denominación toda la provincia y descubrimiento hecho en ella (Cey, 1995: 55).
Mientras tanto, en Europa, había continuado la elaboración casi autónoma de la geografía de Tierra Firme, incluyendo la región lacustre. De esta cartografía, que con un término antropológico podríamos definir como resultado de una mirada lejana, vale la pena citar la Carta del golfo de México y del Caribe, elaborada por un cartógrafo anónimo hispano-portugués entre el 1538 y el 1540, que se encuentra en la Biblioteca Real de la Haya (Figura 12).
Se trata de un mapa con espléndidos dibujos ornamentales de vida cotidiana indígenas y de la conquista, donde el golfo y el lago están representados con bastante realismo. Llama la atención la presencia de un gran número de islas imaginarias en la sección norteña del lago, más una gran mancha redonda como montaña de donde fluye un río que desemboca en el lago. Esta mancha marrón redonda podría también representar un segundo lago. Esta interpretación parecería fuera de lugar, si no fuera que en algunos ejemplos de cartografía posterior vuelve a aparecer, como es el caso del mapa de Desceliers de 1550. Escribe González Oropeza:
Figura 12 Carta del golfo de México y del Caribe (A anónimo hispano-portugués 1530-1540)
...Lo más notable de este diseño es la configuración que le atribuye al lago de Maracaibo, formándolo por una doble extensión acuática intercomunicadas por un canal. Pareciera que la profunda penetración del lago procediera de dos informaciones: los que lo han penetrado por el Golfo de Venezuela y la de los que lo han visto desde las cumbres andinas de la Cierra de la Culata (González Oropeza, 1987: 92).
Por lo que se refiere a la toponimia, nos encontramos aquí con un nuevo nombre del lago: La laguna Poloda, más los topónimos de Portete y Río de la Hacha. De cualquier manera, se trata de un mapa elaborado a partir de informes o croquis de origen española, es decir, suficientemente informados sobre la región, que algún miniaturista (probablemente francés) reelaboró fundiéndolos entre ellos a partir de su imaginación geográfica.
A mitad del siglo XVI, un ciclo se cierra en la cartografía de la región lacustre. La conquista ha avanzado velozmente y necesita de instrumentos más realistas para representarla y, al mismo tiempo, para que puedan servir de guía para su establecimiento definitivo, en contra de un ambiente que se resiste todavía a ser penetrado y frente a la resistencia de los indígenas que se niegan a ser doblegados. A partir de esa mitad del siglo, nuevos proyectos concretos se adelantan y, con ellos, nuevas maneras de representar el lago. Es suficiente aquí citar la Relación de Juan Pérez de Tolosa, de 1546, con sus realísticos cuatro croquis y, unos años más tarde, los mapas de Diego Sánchez de Sotomayor (1573-1574) (cf. Amodio, 1997). Será en esa segunda mitad del siglo XVI, y más aún en el siglo XVII, que se irá conformando definitivamente lo que German Cardozo Galué ha llamado la región histórica de la cuenca del lago de Maracaibo (cf. Cardozo Galué, 1983).
CONCLUSIONES
La revisión cruzada de la cartografía histórica y del acervo documental a nuestra disposición nos ha permitido identificar los eslabones de la construcción temprana de la imagen del lago de Maracaibo y, al mismo tiempo, aclarar algunos problemas históricos relativos a la conquista de la región lacustre. Antes que nada, el resultado más importante tiene que ser considerado la conclusión sobre la efectiva fecha de llegada de los españoles al lago de Maracaibo. Como hemos demostrado, analizando la cartografía temprana, española e italiana, la presencia de una representación insular, confirmada por las fuentes documentales, ha abierto una nueva senda en las investigaciones clásicas de la región, las que han determinado las efemérides locales. De esta manera, la fecha de llegada de los españoles al lago debe desplazada a 1502, de la misma manera que el Portulano de Juan de la Cosa, en cuanto elaboración progresiva, debe ser fechado entre 1500 y 1502, siendo esta última precisamente la fecha de terminación más coherente con los datos que reporta.
Otro aspecto importante de nuestra historia cartográfica es haber resaltado la importancia de la primera representación de la península de la Guajira, tanto en el registro iconográfico como en el discursivo. Resulta interesante, resaltar los diferentes derroteros de esta producción de imágenes en Europa, sobre todo por lo que se refiere al desarrollo sucesivo de la cartografía: un recorrido italiano que no se basa sobre ulteriores experiencia de campo, sino que utiliza los relatos y las primeras imágenes como verdaderas, lo que lleva a los cartógrafos a mantener por un cierto tiempo la idea de la península como isla; y un recorrido español, basado sobre datos concretos, en gran parte administrativos, que favorecen la reestructuración progresiva de la imagen, aumentando su adherencia con la realidad geográfica. En verdad se trata del resultados de dos intereses distinto: el primero, determinado por una mirada lejana, donde la representación del mundo es producido bajo el empuje de intereses geográficos genéricos y la curiosidad de artista e intelectuales; el segundo, el español, más realista, determinado por intereses económicos y territoriales. En este sentido, vale la pena subrayar que es dentro de este secundo contexto que se produce la búsqueda de datos fehacientes, que hoy llamaríamos etnográficos, que permiten el superación de las imágenes míticas del territorio que habían sido producido durante los primeros años del contacto con las nuevas tierras. De hecho, la imagen mítica se desvanece o, mejor, se desplaza, para ceder su lugar a los planes brutales y realistas de la conquista, para los cuales era sumamente necesario saber si el territorio que se estaba conquistando era una isla o una península, si había o no un lago. Así, a las nuevas tierras se le impone un orden nuevo, el de los funcionarios de la conquista, los que deben redactar las Cédulas y los Decretos, y que llevará pocos años después al Consejo de Indias a elaborar sendos cuestionarios sobre la realidad indiana que los funcionarios locales, esta vez directamente in loco, debían obligatoriamente responder para rellenar los vacíos de información y deshacer las construcciones imaginarias. Duele un poco pensar que esa etnografía auroral haya nacido de esos intereses y de esas intenciones de conquista.
Notas
1.Los datos presentados en el presente artículo fueron producidos en el contexto de la investigación realizada para la Exposición La evolución cartográfica del lago de Maracaibo durante la época colonial, realizada en 1997 en el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez y financiada por FUNDACITE-Zulia, en el marco del Proyecto Museo Zuliano de la Ciencias, coordinado por la Dra. Olga Urdaneta, a quien se agradece el apoyo y las gratas conversaciones sobre el tema.
2.Resulta interesante, en este sentido, acotar que Mártir de Anglería, en su Décadas del Nuevo Mundo (escrito entre 1494 y 1525), no hace referencia explícita al viaje de Ojeda, de la Cosa y Vespucio. Mártir de Anglería cita a Vespucio, pero en relación al sobrino de éste, marino también (Anglería, 1989: 140 y 201). Ojeda y Juan de la Cosa están citados ampliamente, pero en relación a otros acontecimientos de la conquista. La únicas dos referencias al descubrimiento del Golfo son genéricas: una refiere sólo el nombre Cuchibacoa, entre otros que registran las conquistas de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa (Anglería, 1989: 441); la otra, un poco más extensa, se refiere a las conquistas posteriores a 1499: Prosiguiendo, pues, su camino, se encontró casualmente con el bachiller Enciso entre el puerto de Cartagena y la región de Cuchibacoa, en la desembocadura del río que los nuestros llaman Boio del Gato.... (Anglería, 1989: 101).
3.La edición impresa de la Lettera obtuvo un gran éxito en Europa, tanto que fue traducida rápidamente al latín y en los otros idiomas europeos. Sin embargo, es útil recordar que el primer texto impreso sobre el mundo americano debe considerarse la Carta de Colón publicada en Alemania en los años 1493/94 en una Zeytungen (cf. König, 1990: 136-137; Amodio, 1993).
4.En la descripción del derrotero anterior a la llegada en el Golfo, Vespucio anota que provienen de la Isla de los gigantes (Bonaire o Curazao) y que de isla en isla llegaron al sitio de la aldea palafítica. Sin embargo, la segunda descripción de Vespucio reporta que llegaron costeando de continuo la tierra, es decir, navegando desde Paria hasta el Golfo. Este derrotero, sin embargo, es improbable, ya que la relación no contiene ninguna descripción o alusión a toda la costa. De hecho, hubiera tenido que llamar la atención la península de Paraguaná con su característica forma. Así, pensamos que se trata de una elipsis narrativa, destacando los elementos más importantes para el narrador: los caníbales de Paria y los venecianos del Golfo.
5.La descripción del pueblo palafítico que elabora el bachiller Enciso es la siguiente: Y al cabo del a cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima della está un lugar o casas de indios que se llama Veneciuela. está en X grados (en Nectario María, 1978: 16). Esta descripción parece más bien referirse a un islote anegadizo sobre el cual se encontrarían las casas, frente al mar, con sus palos de madera Vera. Esto permitiría avanzar la hipótesis de que el tal pueblo Veneciuela podía estar situado en la Barra, como lo insinúa en mismo Nectario María (ídem). Sin embargo, como veremos más adelante, Enciso escribe en 1518, cuando la Barra ha sido ya traspasada, aunque no tenga clara idea del lago, y por ende utiliza sus conocimientos posteriores a los hechos para reconstruir el recorrido de los primeros descubridores.
6.Es interesante citar el texto del Bachiller Martín Enciso, amigo de Ojeda, publicado en 1518, donde resulta claramente, y esto más de 15 años después del viaje de Ojeda, que el lago no aparece todavía bien asentado en la imagen geográfica española: Del cabo de San Román al cabo Coquibacoa hay tres isleos en triángulo, entre estos dos cabos se hace un golfo de mar en figura cuadrada, y el cabo de Coquibacoa entra desde este golfo otro golfo pequeño en la tierra 4 leguas. Y al cabo del a cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima della está un lugar o casas de indios que se llama Veneciuela. Está en X grados. Entre este golfo de Veneciuela y el cabo de Coquibacoa haze una vuelta el agua dentro de la tierra a la parte del Oeste. Y en esta vuelta está Coquibacoa (en Nectario María, 1978: 16). En esta descripción, los tres isleos son evidentemente los Mojes, mientras que ya Coquibacoa no es una isla sino que pertenece a la Tierra Firme, pero el lago está ausente. El segundo golfo podría indicar la zona de la barra; mientras que la vuelta del agua hacia el oeste, que identificaría el lugar de Coquibacoa, podría coincidir con la penetración del mar en la tierra más allá de la isla de Toas, donde se forma el golfo de Puerto Guerrero (Puerto Mara).
7.Isaac Pardo sugiere que cuando se habla de isla en las Cédulas para el asiento de Ojeda, en verdad se hace referencia a una acepción consignada por Covarrubias diferente de la moderna. Escribe Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana que no sólo se llaman islas las que están cercadas de agua, pero también las casas que están edificadas sin que otra alguna se le pegue. Es evidente aquí la confusión de Pardo entre esas casas y las palafíticas de Vespucio. Considerando la cartografía contemporánea, esta interpretación no tiene mucho sentido (cf. Pardo, 1975: 303).
8.El Hermano Nectario María, aunque no lo diga explícitamente, parece haberse percatado del problema, tanto que para demostrar que el lago fue descubierto en 1499, ya que no encuentra pruebas fehacientes, elabora un razonamiento deductivo, cuyas premisa da por descontadas, aunque hayan sido a su vez deducidas por él de manera imaginaria. Primero avanza la hipótesis de que la peña grande que es llana encima que Enciso cita para localizar Veneciuela, se podría haber encontrado en la Barra (en Nectario María, 1978: 16). Para confirmar esta localización utiliza el Portulano de la Cosa, donde sin embargo no está claro a cual lugar preciso se refiere la escrita Veneciuela o si indica simplemente el Golfo. Después, dando por cierta la primera hipótesis, la utiliza como referente para formular la segunda inferencia: Visto que el sitio de Veneciuela se hallaba, según la carta de la Cosa, inmediato a la Barra, apuntamos la particularidad de que probablemente el descubrimiento de Veneciuela y el del Lago de Maracaibo coincidieron en el mismo día, el 24 de agosto de 1499 (ídem). Ese probablemente de Nectario María justifica ampliamente nuestro esfuerzo de llegar a una versión diferente de la consignada por la historia oficial.
9.El texto de Las Casas dice: Dióla, empero, con esta limitación, que no tocase en tierras del rey de Portugal, ni en la tierra que el Almirante había descubierto hasta el año de 95 (Las Casas, II, 1992: 115).
10.El dato lo reporta Las Casas: Hojeda, en su deposición, tomado por testigo en favor del fisco, dijo, conviene a saber: que después que vido la pintura de la tierra que el Almirante había descubierto, en Castilla, vino a descubrir y halló ser así verdad la tierra como en pintura la había visto; pues esta pintura y relación envió el Almirante a los reyes el mismo año de 98... (Las Casas, II, 1992: 117). Evidentemente, se trata de unos croquis de las regiones orientales (Delta del Orinoco, Paria, etc.), y no de las regiones occidentales que Colón no había alcanzado.
11.Uno de los declarante en el pleito formado por Diego Colón, el piloto Andrés Morales, describe la llegada a Coquibacoa de la siguiente manera: ...Pasaron más abajo a la dicha isla Margarita, y de ahí a Maracapana, descubriendo la costa hasta el dicho cacique Ayarayte, y deste allí, de puerto en puerto, hasta la isla de los Gigantes, y deste allí descubrieron a la provincia de Cuquibacoa hasta el Cabo de la vela, el cual nombre le pusieron el dicho Juan de la Cosa e Hojeda, e que de allí se vinieron as la isla Española (Las Casas, II, 1992: 132). Evidentemente, la isla de Coquibacoa se ha trasformado en provincia, ya que la primera imagen se ha desvanecido frente a los nuevos descubrimiento del mismo Ojeda a partir de 1502.
12.La muerte de Juan de la Cosa está descrita por Pedro Mártir de Anglería (1989: 98 y 138) y Pedro de Aguado (II, 1987: 505).
13.Manuel Donis Ríos insinúa el mismo problema de fechas, cuando afirma que el portulano de Juan de la Cosa contiene los datos recolectados en la costa de Brasil por Vicente Yanez Pinzón, quien sale de España para su viaje en diciembre de 1599 (cf. Donis Ríos, 1987: 37).
14.Las fuentes del Portulano de Juan de la Cosa, a parte de sus observaciones directas, llevan directamente a Colón, quien entregó al vizcaíno sus anotaciones cartográficas (cf. Nectario María, 1978: 24). En este sentido, el portulano final fue el resultado de una superposición progresiva de datos y, de alguna manera, la suma de los conocimientos que Juan de la Cosa había acumulado a lo largo de los casi diez años de viajes. Por esto, el hecho de que existen testimonios, como los de los pilotos Pedro Ledezma y Juan de Jerez (ídem), quienes afirmaban de haber visto la carta que Juan de la Cosa trajo de vuelta a España después de su primer viaje con Ojeda, no implica necesariamente que el Portulano había sido completado en 1499. De hecho, su elaboración final solo podía ser completada en un laboratorio cartográfico y no en un barco.
15.Vespucio, quien no participa de este viaje, no conoce estos nuevos descubrimientos y, por ende, su Carta mantiene el error geográfico. De hecho, es el mismo Fernández de Navarrete que nos recuerda que Ninguno de nuestros antiguos historiadores tuvo noticias de este lago y puerto de San Bartolomé, y sólo se hace mención en las tres instrucciones que dio Alonso de Hojeda en su segundo viaje... (Fernández de Navarrete, en Masia, 1971: 328, nota 20).
16.Es interesante anotar que el lago de Maracaibo, aunque fuese con otro nombre, no aparece en la Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas, sino el Golfo y Coquibacoa.
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