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Archivos Venezolanos de Puericultura y Pediatría
versión impresa ISSN 0004-0649
Arch Venez Puer Ped v.72 n.4 Caracas dic. 2009
Discurso del Dr. Nelson Orta Sibú en acto de inauguración del LV congreso venezolano de pediatría Dr. Nelson Orta Sibú Maracaibo, 30 de agosto de 2009
Mi corazón rebosa de gratitud hacia todas las personas que hicieron posible que se me concediera el altísimo honor de ser homenajeado en este LV Congreso Nacional de Pediatría, magno evento de la especialidad, organizado por nuestra querida Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría.
Para quienes formamos parte de esta comunidad o familia pediátrica, recibir este homenaje constituye un máximo honor y nos hace sentir legítimamente orgullosos de pertenecer a la misma, y a través de ella a la Pediatría Latinoamericana y a la Mundial, y como consecuencia a la sub especialidad de Nefrología Pediátrica, a la cual he dedicado más de 30 años de trabajo. Hoy puedo afirmar que en total son casi cuatro décadas de actividad hospitalaria pública a favor de mis pequeños pacientes.
Alcanzar un reconocimiento de esta naturaleza, refuerza el compromiso personal de hacer cada día más efectiva la labor académica y social en nuestro ámbito, para continuar dando el mejor manejo posible a los niños que requieren atención y seguir contribuyendo con la formación de recursos humanos en la especialidad.
Sin embargo, no puedo recibir este homenaje como algo exclusivamente personal, quiero y debo compartir este honor y este orgullo con todos los aquí presentes y los aquí representados: con mi esposa, Sioly, artífice fundamental de mi carrera y de mis éxitos profesionales, con mis 4 hijos: Rafael, Nelson, Ana Beatriz y Cristina, mis 3 hijos adquiridos: Mónica, María Alejandra y Alirio, mis 2 nietos: Andrea y Daniel, y demás familiares; con las autoridades de la SVPP, y el Consejo Nacional, con todos ustedes colegas, compañeros de ejercicio en el hospital, en la universidad y en la clínica, alumnos de pre y postgrado, profesionales de otras ramas y áreas que forman parte de equipos multidisciplinarios de trabajo, en los cuales hemos estado involucrados, con mis apreciados compañeros en el Capítulo de Nefrología Pediátrica de la SVPP y de la Sociedad Venezolana de Nefrología, en la Asociación Latinoamericana de Nefrología Pediátrica (ALANEPE) y en la Asociación Internacional de Nefropediatría (IPNA).
Mención especial, por supuesto, merecen los integrantes del equipo con el que me he desempeñado durante más de 30 años en la especialidad: algunos como residentes en formación, quienes dejan siempre huella indeleble en las salas de hospitalización y en nuestro espíritu, otros como adjuntos y docentes, el personal de enfermería y administrativo, con quienes compartimos en el día a día la satisfacción de lograr la recuperación de la mayoría de los pacientes o el intenso dolor que ocasiona la pérdida de alguno de ellos. Ese duro trabajo en nuestros servicios hospitalarios que forja en el espíritu una mayor vocación por la tarea iniciada cuando obtuvimos el título de médico en la Universidad de Los Andes de Mérida hace más de 38 años.
A todos, se lo agradezco con sinceridad y sencillez, con cariño y afecto, y con la promesa de seguir entregando lo mejor de mí para el bien de mi familia, mi Universidad de Carabobo, mi Hospital, las Asociaciones que nos agrupan -a nivel nacional e internacional-, mi comunidad y mi patria.
El ser humano, como individuo y como colectivo, siembra las bases del acontecer histórico de los pueblos e instituciones; por ello, además de agradecer a la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría este altísimo honor que me ha concedido, deseo hacer un breve recuento acerca de esta ejemplar sociedad científica, en un día tan importante como el de hoy, cuando esta institución inicia las deliberaciones de su LVcongreso. Deliberaciones que con sus respectivas conclusiones, como es habitual, darán luces a cada uno de nosotros, para mejorar el manejo de los problemas de los niños y adolescentes en el ámbito en el que nos desempeñamos.
Nuestra Sociedad es una institución que ha crecido en forma integral desde su fundación, hace ya más de 70 años. Los primeros vestigios de su existencia los encontramos hacia finales del siglo XIX, cuando el pionero de la atención infantil en Venezuela, el Dr. José Manuel De Los Ríos, funda la Clínica de Niños Pobres, en la esquina de Miracielos de Caracas y edita la primera publicación pediátrica especializada publicada en Latinoamérica.
En la década de los años 20, del siglo pasado, un estudiante de medicina, alumno del Padre de la Medicina, Dr. Luis Razzeti, muestra liderazgo y alcanza la presidencia del Centro de Estudiantes de Medicina, logro político que conjuga con el hecho de ser junto con Pastor Oropeza, Padre de la Pediatría Nacional, los más aventajados estudiantes de Ciencias Médicas en la UCV; ese venezolano preclaro se llamó Gustavo H. Machado. Ambos pertenecen a la generación de médicos que transformaron la atención de salud en Venezuela en la prevención, curación, formación de capital humano y atención social a los niños a riesgo, con graves deficiencias nutricionales e higiénico-ambientales y familiares. Son, pues, los padres fundadores de la medicina contemporánea y dejaron un legado inconmensurable; reconocer esto nos obliga hoy más que nunca a esforzarnos para ser verdaderos herederos de ese legado.
En la década de los años 30 ocurre la creación de Ministerios y una Oficina de Salubridad, encargada de los asuntos de Salud, adscrita al Ministerio de Agricultura y Cría (MAC). En 1936 asume la Presidencia de la Republica el General Eleazar López Contreras, y entre otros hechos relevantes desde el punto de vista de Salud Pública, el Presidente López Contreras separa los aspectos sanitarios y se crea el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), y coloca al frente del mismo al sabio Dr. Enrique Tejera, quien a su vez crea la División Materno Infantil y se la encarga al Dr. Pastor Oropeza; se decreta la fundación del Consejo Venezolano del Niño (CVN) y su primer presidente, fue el Dr. Gustavo H. Machado, quien promovió un conjunto de leyes que condujeron a la creación de jardines de infancia, casas cuna y, posteriormente el CVN es transformado en el Instituto Nacional del Menor, y así sucesivamente hasta nuestra historia reciente.
En Diciembre de 1936, por iniciativa de los doctores Machado y Oropeza se inaugura el Hospital de Niños J.M. de los Ríos, el cual entra en actividad en febrero de 1937; su primer director fue el Dr. Machado, quien impulsó la conducta de hospitalizar a la madre y al niño, de forma que fue el creador de la figura ahora perdurable denominada Binomio Madre-Niño y, coherentemente, con toda esta concepción, no era partidario de los retenes en las maternidades. El 20 de enero de 1939 ocurre por iniciativa de 39 médicos -19 pediatras y 20 especialistas en otras ramas-, la fundación de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría.
A esta sociedad, tan prestigiosa y enaltecida por los altos valores de sus fundadores y de las sucesivas generaciones que la han conducido y le han dado la permanencia que hoy ostenta, le he dedicado 32 años de mi vida, coincidencialmente ingresé a la misma en agosto de 1977. Por la SVPP tengo un acendrado sentido de pertenencia, con ella he establecido un compromiso ineludible de servicio a los niños y a mis colegas, aportando todo lo que puedo para contribuir con la formación de numerosas cohortes de médicos y pediatras, en las aulas de clase y también a lo largo y ancho del país en numerosas conferencias, talleres, simposios y reuniones clínicas de toda índole.
El ejemplo de muchos maestros de la medicina y académicos que he tenido la suerte de encontrar a lo largo de mi vida profesional, como son Jorge Lizarraga, Francisco Rada Guzmán, Rita Urbina de Villegas, Miguel Franco Palacios, Luís Guada Lacau, Luis Izaguirre Rodríguez, Gabriel Suárez, Jesús Eduardo Meza, Isaac Farache, Hugo Hidalgo, Nicolás Rueda Villasmil, José Luis García Zozaya, Francisco Castellanos, Marco Tulio Torres Vera, Nahem Seguías, Alberto Bercowsky, en Venezuela; Cyril Chantler y Stewart Cameron en Londres, así como mis condiscípulos Alberto Rotundo (+), Michelle López, Milagros Bosques, Rafael Scovino, Luis Fernando Domínguez, Tita Quesada, Nury Caviedes, Marcos Ariza, y muchos otros, a quienes tengo en un lugar especial en mi corazón, pero sería una lista interminable de mencionar, todos han dejado huellas indelebles y sembrado valores y principios para la ejecución de mi labor cotidiana en la asistencia, docencia e investigación, así como un profundo deseo por trabajar con el mayor ahínco para hacer de mi Servicio de Nefrología Pediátrica del Hospital de Niños de Valencia, un lugar de excelencia, donde reine la dignidad, el estudio, la investigación y que el equipo que conforman los adjuntos, residentes, enfermeras, personal administrativo y obrero, comparta, tal como lo hemos logrado, un propósito común: el amor y la dedicación al trabajo, siempre teniendo como norte que el centro de nuestro quehacer es el niño enfermo y su entorno familiar.
En ese pequeño espacio, al cual he dedicado mi mayor celo profesional, deseo permanecer hasta que la vida y las circunstancias me lo permitan, ya que no concibo la vida misma sin tener como parte de ella el devenir diario y permanente en el Hospital de Niños de Valencia, fundado por el Padre de la Pediatría Carabobeña, el Dr. Jorge Lizarraga y construido y dotado en 1948 por decisión de Don Carlos Stelling y sus hijos, y hoy día recibiendo soporte inmenso de naturaleza diversa de sus descendientes; en este centro donde se conjugan dos instituciones, el hospital y la universidad, las cuales son relevantes para que el médico sea un profesional consciente de sus responsabilidades, crítico e interesado en mantener los más altos estándares de formación, para volcarlos con responsabilidad y profundo amor sobre las necesidades y el dolor que aqueja al enfermo, especialmente si éste es un niño. Esos pequeños rincones, donde hacen vida estas extraordinarias instituciones, son lugares mágicos donde predominan los ambientes de amor, ciencia, sensibilidad y responsabilidad social. De allí que, en mi caso personal, sólo puedo tener un profundo agradecimiento por lo que la vida me ha dado y en particular por ese pequeño y, repito, mágico espacio donde he crecido en todos los sentidos y he conseguido todos los logros profesionales que he alcanzado.
Lo que he señalado anteriormente, en tan breve recuento histórico de la SVPP y el valor que le asigno a la vida hospitalaria, tiene como fin, como objetivo, tratar de trasmitir a todos, pero fundamentalmente a las nuevas generaciones de profesionales de la salud, que es necesario volver a los hospitales, y exigir que se nos dé un trato digno en cuanto a beneficios, acorde con los esfuerzos y desvelos que demanda el ejercicio de nuestra profesión. Que la peor decisión que podemos tomar como colectivo médico es abandonar nuestros sitios naturales de desempeño, dejando los espacios libres para que sean tomados por profesionales, o como dicen algunos, pseudo profesionales, que no han venido a nuestro país con el deseo de desarrollarse en esta geografía caribeña, sino como emisarios políticos, pues en su país no les está dado rebelarse sino sólo cumplir obedientemente lo que las instancias gubernamentales les ordenan. Ése no puede ser nuestro destino, y en nuestras manos está impedir que prosiga este avance denigrante para nosotros y para nuestra población.
Las nuevas generaciones de médicos y de pediatras, y particularmente las instancias de formación como las Facultades de Ciencias de la Salud, Facultades y Escuelas de Medicina y los diferentes postgrados, están llamados -yo diría que obligados-, a hacer un enorme esfuerzo en el sentido de iniciar la recuperación de una senda perdida que se está dilapidando a pasos agigantados en los contextos de la ética y bioética médicas.
Es oportuno recordar que el éxito personal, los logros institucionales y en otros espacios son siempre una consecuencia de la presencia de hombres probos y dignos, dedicados, constantes, tenaces y comprometidos, pero, sobre todo, trabajadores honestos. Esto no ha cambiado a lo largo de la historia de la humanidad, pues si revisamos los conceptos del inicio de la práctica de nuestra profesión en la Grecia clásica, nos encontramos con que el ejercicio de la medicina estaba públicamente consagrado al bienestar individual y colectivo; significaba una entrega perpetua y absoluta, y se ejercía después de cumplir unjuramento, que tenía implicaciones morales, religiosas y jurídicas. De allí que, en la cuna de la filosofía occidental, la profesión médica surgió bajo un modelo de responsabilidad más ético que jurídico; óigase bien: más ético que jurídico. De igual manera, si nos interesamos en la historia de la medicina en nuestro país, encontraremos principios y valores similares a los conceptualizados en la Grecia clásica, como precepto de las ejecutorias de los maestros fundadores; no en vano unas breves palabras del Dr. Pastor Oropeza, admirado padre de la pediatría venezolana, que resumen de manera magistral lo antes dicho: cito, Antes que los hombres de ciencia están los hombres de bien.
En ese mismo orden de ideas, señalaba un gran luchador social, defensor y héroe de la minoría afro-americana en Estados Unidos, el Dr. Martin Luther King: La medida final de la valía de una persona no es dónde se encuentre parada o cuál es su actitud en momentos fáciles, sino cual es su actitud y respuesta en momentos de grandes retos Ante estas palabras, yo me pregunto, estimados amigos pediatras, ¿En la actual situación del sistema de salud en nuestro país, cómo estamos enfrentando los médicos venezolanos ese gran reto? ¿Cuál es nuestra actitud y respuesta frente a ese reto?
Como profesionales de la salud sabemos que sólo podemos intervenir con propuestas preventivas, o terapéuticas curativas o paliativas, después de tener un diagnóstico presuntivo o definitivo. Esos diagnósticos están hechos, los que trabajamos en los ámbitos de la salud pública conocemos el profundo deterioro del sistema de salud en Venezuela, acentuado de manera sistemática y casi planificada como una especie de genocidio en los últimos 10 años, sabemos que la situación de la salud en nuestro país indudablemente transita uno de sus momentos más fatídicos; las redes ambulatorias y hospitalarias y los programas de salud, además de estar en franco abandono y ser permanentemente descalificados tanto los servicios como los profesionales, compiten, en situación por demás desfavorable, con un sistema de salud paralelo, dirigido y coordinado por extranjeros y creado fundamentalmente con fines políticos.
Vemos con dolor e impotencia cómo se gastan ingentes sumas de dinero para transportar pacientes venezolanos con enfermedades incurables a una isla, que ha hecho del turismo de salud uno de sus valores, vemos como se juega con el dolor y la esperanza de estas personas débiles y deseosas de encontrar un remedio para su deteriorada salud. Cuántos servicios hospitalarios podrían ser adecuados dignamente si este dinero se invirtiera en el país y en sus verdaderos dueños: ¡Los venezolanos de las clases más desposeídas!
En este pobre país rico, en los primeros nueve años del siglo XXI, hasta instituciones íconos como la Maternidad Concepción Palacios, el Hospital Vargas, El Algodonal, El Oncológico Razetti y muchas otras, presentan grandes y graves carencias, no sólo de materiales e insumos, sino de capital humano, y así hemos visto con el corazón constreñido como en muchos casos es imposible inclusive la atención de parturientas no complicadas, hasta eso hemos llegado. Resurgen enfermedades desaparecidas hace tiempo, aparecen nuevas, y aumentan las tasas de morbimortalidad en patologías totalmente prevenibles. En este país, la tasa de desnutrición, dependiendo de los estados, puede alcanzar muchas veces hasta 20% de la población.
La desorganización actual en materia de salud sólo puede permitir prestar un mal servicio, y se llega al extremo de la falta de planificación al acometer de manera simultánea la remodelación de todos los hospitales en una ciudad como Caracas, con alta demanda y que arrastra deficiencias desde hace muchos años. Incluso, si uno observa la estructura de cargos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social, se da cuenta de que hay muchos más cargos para especialistas que para médicos generales o de familia.
Por si esto fuera poco, en los últimos años, nuestros recién graduados sufren vejaciones por parte de las autoridades, y en lugar de exámenes de evaluación de capacidades en el diseño e implantación de programas que precisamente ayuden a solucionar los problemas de los que estamos hablando, les hacen encuestas políticas para evaluar si están o no de acuerdo con el gobierno y en función de ello se asignan cargos. ¿Cuál ha sido la respuesta de un elevado grupo de jóvenes egresados? Abandonar el país, y podemos sentirnos orgullosos de su formación técnico-científica, pues son recibidos con los brazos abiertos en muchos países desarrollados, son competentes y dedicados, y seguro serán muy exitosos, nos congratulamos por ellos, y no está en nuestro ánimo emitir juicios de valor, sobre este aspecto. Pero, si a lo anterior le agregamos que los concursos de postgrado, para la formación de especialistas, quedan desiertos por falta de demanda, en algunos casos no se ofertan o, lo que es peor aún, se intenta asignarlos sólo por razones ideológicas, pues tenemos ante nosotros un panorama por demás sombrío. La fuga de cerebros no es solucionable en el corto plazo.
Con dolor, debo decir mi personal percepción: hemos abandonado la red ambulatoria y hemos abandonado la red hospitalaria, fortaleciendo la atención privada, pero, estamos abandonando el país, dejándolo en manos de quienes llevan a cabo un proceso diabólico, que no parece tener límites con tal de parir lo que eufemísticamente se ha llamado revolución o socialismo del siglo XXI.
Reitero que no hago juicios de valor, hago un llamado y me incluyo, pienso en nuestras omisiones, en nuestra indiferencia, en nuestra permisividad, en nuestra falta de acción colectiva, donde todos, repito, todos los que somos dolientes del sistema de salud y médicos vocacionales, sin distingos políticos o de ideologías, sólo actuando como el Dr. Gustavo H. Machado, quien decía a sus médicos: ustedes pueden tener cualquier inclinación política o ideológica, o ser militantes de cualquier partido, pero de las puertas del hospital hacia adentro se quitan el carnet, porque sólo la bata de médicos, el conocimiento y la sensibilidad hacen falta para tratar a los enfermos, esa máxima debemos recatarla y luchar todos juntos, con un propósito común: brindar la mejor atención de salud al pueblo venezolano; de otra manera, estimados colegas, estamos dejando morir la atención pública de salud en el país, en un país que fue modelo en Latinoamérica y que, como decía anteriormente, es tributario de un gran legado en la profesión médica.
Es cierto que vivimos por razones de política gubernamental, una época de colectivismo desenfrenado, sustentada en una intención de hiperideologización e hiperpolitización, donde todo parece estar orientado a lograr la adoración y la elegía al líder salido del cuartel, cuya formación evidentemente autoritaria, desprecia la civilidad y la civilización que le ofreció un marco de formación, y que paradójicamente ahora busca destruir a toda costa, en lugar de dar su mejor esfuerzo por mejorarla sin exclusiones, sin violencia, sin cinismo.
Mayor gravedad reviste, la intención de imponer una sola visión del mundo y de la humanidad, con desprecio al individuo, a su dignidad, a su capacidad, a sus iniciativas, a su potencial para ofrecer a la colectividad lo mejor de sí mismo. Después de 10 años, vivimos, insisto, en una mezcolanza de postmodernismo relativista donde no tiene cabida la ética, pues ésta sólo funciona en un discurso que ya ni siquiera guarda las formas, donde la implantación de un modelo de medicina proveniente de un país donde no se respeta la libertad y la dignidad del hombre, están acabando con el espíritu y propósito de una profesión, cuyas raíces más profundas invocan los más altos y nobles sentimientos del ser humano. Y sobre lo cual nuestros maestros tendrían mucho que decir.
Apreciados amigos, estas fallas y muchas otras son imputables a instancias como el Ministerio de Salud y Desarrollo Social y a los más altos niveles ejecutivos del Seguro Social, ambos producto del militarismo que ha ocupado todos los espacios de decisión en materia de políticas públicas en los últimos años.
Pero, creo que debemos estar de acuerdo en que las fallas del sistema de salud no son sólo imputables a los entes gubernamentales, también los integrantes del equipo de salud y en particular los médicos tenemos una alta cuota de responsabilidad. Así, la primera pregunta que puede surgir es: ¿Podemos afirmar que cumplimos fielmente con nuestras contrataciones? Creo que nuestro cumplimiento deja mucho que desear. El rendimiento o la eficiencia de una consulta externa de cualquiera de los hospitales de este país apenas alcanza 30%, también es verdad que somos capaces de suspender una consulta externa, a pesar de que las citas son ubicadas 6 meses después, en muchos casos bajo el argumento de que no hay quien haga una historia clínica, por ejemplo, pero en la clínica o en nuestro consultorio privado las hacemos, por decenas, todos los días. Es lógico, entonces, al menos en parte, que las emergencias hospitalarias estén totalmente abarrotadas.
Capítulo especial merece la realidad quirúrgica en el país, la suspensión frecuente de las intervenciones y la prolongación del tiempo de hospitalización es una constante; el promedio de intervenciones semanales de un cirujano, en nuestros hospitales públicos, puede ser de apenas 1 ó 2 casos por semana. Si bien es cierto que los médicos estamos mal remunerados, no gozamos de seguridad social y nuestras reivindicaciones no son las mejores, como ya mencioné; éstos no serían argumentos razonables para excusar nuestras omisiones, con mucha frecuencia las razones que se esgrimen para no cumplir el oficio son risibles. Más lógico sería luchar en contra de este estado de cosas, como hicieron nuestros antecesores.
Trabajamos pocas horas al día en los hospitales públicos, cuando nuestros contratos de trabajo exigen mucho más tiempo. Es fácilmente demostrable que nuestra presencia, en el hospital privado, es más prolongada que en el hospital público. Los hospitales de este país se paralizan, prácticamente, en horas de la tarde, salvo las secciones de emergencias.
Si nos comparamos con países del mundo desarrollado, en especial de la Europa Occidental, nos damos cuenta de que los hospitales públicos, en los mismos, son íconos, son símbolos del ser y el quehacer médico. En esas sociedades es un orgullo ser atendido en un hospital público, con sus grandes maestros, con sus excelentes servicios. Y, no son precisamente países comunistas, son simplemente países que se han de-sarrollado pensando en el bienestar del colectivo social, con un alto contenido humanista, con sensibilidad por el prójimo. ¿Podemos nosotros como colectivo médico hacer algo al respecto? ¿Tratar de imitarlos?
Esta realidad nos interpela en lo más profundo de nuestro ser y nos obliga a volver nuestros ojos hacia los valores éticos y morales propios del ejercicio pleno de la medicina, y, para ello, tenemos que regresar a las fuentes originales, a las raíces, a la razón de ser de nuestra profesión. ¡Esta realidad nos exige y demanda un cambio en nosotros mismos, como paso previo para cambiar la realidad que nos rodea!
Por ello, yo reafirmo ante ustedes, que nuestro primer gran deber: como médicos, dedicados a los niños, es ser hombres de bien, que contribuyan a orientar la formación de las nuevas generaciones de profesionales de la medicina con las buenas prácticas éticas y bioéticas en el ejercicio profesional, y con el más intenso amor por nuestros pequeños pacientes.
No puedo dejar pasar la oportunidad de compartir con ustedes, cuando estoy en los albores del otoño de mi vida, la inmensa satisfacción de haber estado ligado a nuestra septuagenaria sociedad desde hace más de 32 años, y desde entonces, asistir y atender casi todas sus actividades de carácter nacional, formar parte de Directivas, Comisiones, Capítulos, de-sempeñar la Presidencia Nacional hace 18 años. En este largo período hemos palpado el crecimiento de ésta, nuestra sociedad científica, creada, como ya mencioné, por 39 colegas en 1936, pero ya para los años 1991-1993, cuando me correspondió presidirla, afiliaba unos 4.000 pediatras, y en la actualidad más de 6 mil pediatras en todo el país forman parte de ella.
Asimismo, he tenido el honor de representarla en múltiples actividades internacionales, incluyendo mis recientes designaciones como Presidente de la Asociación Latinoamericana de Nefrología Pediátrica (ALANEPE) y como integrante del Consejo Mundial de esta especialidad (IPNA). Es, por tanto, mucho lo que debo a esta nuestra amada institución pediátrica, convertida en una gran familia cuyo norte es la formación médica continua, como un instrumento para la mejor atención y bienestar social de los niños venezolanos.
Nuestra sociedad es una de la instituciones científicas más importantes del país y una de las que tiene mayor solidez desde el punto de vista organizativo, ha crecido cualitativa y cuantitativamente desde el punto de vista científico, administrativo y en muchos otros ámbitos. Este momento de madurez debe ser muy bien aprovechado, para que desde esta privilegiada situación nuestra voz profesional, sustentada en el conocimiento, sensible y humana, se haga sentir a favor de los niños y adolescentes venezolanos, aunque sepamos que en muchas ocasiones hablamos para oídos sordos. Hagámoslo siempre desde cualquier lugar de trabajo donde estemos insertados, como los líderes de la comunidad que nos otorga la profesión médica.
Colegas pediatras, esta fructífera Sociedad de Puericultura y Pediatría no sólo nos brinda oportunidades en materia profesional, también nos ofrece la posibilidad de forjar amistades entrañables, plenas de afecto y admiración, como la que siento hacia quienes me acompañaron cuando presidí la Directiva Nacional: los Drs. Humberto Gutiérrez (Vicepresidente) -ulteriormente Presidente- Rafael González Fuenmayor (Tesorero), Coromoto Méndez, (Secretaria), Víctor Siegert (Bibliotecario), Miriam Amador y Héctor Soto (Vocales), de igual manera todos mis colegas pediatras de Valencia y Carabobo, con quienes he compartido a lo largo de los años; pero, debo enfatizar con inmenso regocijo el reconocimiento cariñoso a dos destacadas damas de la pediatría valenciana y a sus equipos de trabajo en la filial Carabobo de la SVPP, ellas indudablemente han conducido de manera acertada y exitosa en los últimos años nuestra filial y fueron promotoras y artífices, con tenacidad, de mi postulación para este eponimato; me refiero y con el mayor de los afectos agradezco a las Dras. Aracelis Valera de Magdaleno y Odalys Suárez de Márquez. Gracias por su generosidad queridas amigas y amigos, todos de la Filial Carabobo. Con especial orgullo y un gran sentimiento de afecto, debo mencionar y agradecer a mi querida amiga, condiscípula y compañera de grandes luchas, quien con mucho cariño aceptó la decisión familiar de presentarme esta noche: la Dra. Mercedes Ramírez de Materán y, también al Dr. Huníades Urbina, eficiente Presidente de la SVPP, mi dilecto amigo, y a su formidable equipo de trabajo en la Junta Directiva Central de la SVPP. A todos infinitas gracias.
Es buena la ocasión, entonces, para decirles que nos demos la mano, que nos dispongamos con todo nuestro esfuerzo a defender los espacios de la medicina venezolana, a plantear sobre la base de nuestras experiencias y conocimientos el modelo de salud que merece nuestro país, a cumplir con nuestros deberes profesionales con alegría y mucho amor, y a exigir nuestros derechos y reivindicaciones... Yo sé que podemos, tenemos muchas reservas morales e intelectuales para hacerlo. No permitamos que continúen depreciando y despreciando a nuestra profesión. Porque la medicina es entrega y devoción, es esperanza y armonía, es arte y filosofía, hagámosla con pasión.
Rescatemos con las palabras de Enmanuel Kant el valor de la dignidad. Cito: lo que tiene precio puede ser reemplazado por otra cosa equivalente, por lo contrario, lo que es superior a cualquier precio, lo que no admite equivalentes, es lo que se llama dignidad .
Muchas gracias.