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Archivos Venezolanos de Puericultura y Pediatría

versión impresa ISSN 0004-0649

Arch Venez Puer Ped vol.75 no.3 Caracas set. 2012

 

Discuerso pronunciado por la Dra. Michelle López de Liendo en el Acto inagural del LVIII Congreso Nacional de Pediatría

Queridos amigos todos

En enero de 2011, hace ya 18 meses y estando en Madrid a la espera de la llegada de mi cuarto nieto, recibí de mis amigos Armando Arias, Nelson Orta y Huníades Urbina la inesperada y naturalmente grata noticia de que había sido escogida como Epónimo del LVIII Congreso Nacional de Pediatría. Es inútil tratar de describir la emoción que se siente al recibir un reconocimiento de esta naturaleza, más aún cuando siendo yo una especialista en nefrología pediátrica, recibo este inmenso honor por parte de la comunidad entera de los pediatras de mi país.

Sé, porque por ahí se cuela todo, que mis amigas, compañeras de especialidad y discípulas “adquiridas” Ricnia Vizcaíno e Isis Lunar, en complicidad con mi también dilecto amigo y compañero Nelson Orta, fueron los promotores de esta idea, y por ello les agradezco inmensamente, al igual que a los directivos de nuestra Sociedad quienes la acogieron y llevaron adelante.

Cuando uno recibe estos honores tan invalorables, no tiene más opción que reflexionar acerca de las razones que pueden haber motivado a las personas que toman esas decisiones. En ese reflexionar recordé a ese gran escritor y poeta de origen portugués, José Saramago, quien en la ocasión de recibir su Premio Nobel de literatura dedicó su discurso a sus abuelos, ambos analfabetas y con quienes pasó parte de su infancia en la pequeña aldea de Alzinahga en una provincia de Portugal. Utilizó en esa ocasión el símil de la savia que nutría su árbol genealógico como las personas reales y ficticias (los personajes de sus historias) que a lo largo de su vida fueron construyendo la persona que ese día recibía tan alto honor.

Pues en mi caso, y naturalmente salvando las distancias, puedo decirles que la savia de mi árbol ha sido extraordinaria y generosa porque la he recibido a raudales de quienes durante toda mi vida han venido moldeando paso a paso a la persona que soy. Por ello es que hoy recibo este inmenso reconocimiento con gran emoción y satisfacción en nombre de muchísimas personas, comenzando con mis padres que siempre me trataron y me siguen tratando, al igual que a mis hermanos, como verdaderas piedras preciosas, y continuando con mi familia que me ha acompañado amorosamente en las buenas y en las malas, con mis maestros, los de aquí y los de otras tierras, tantos que sería muy difícil nombrarlos a todos, con el padre de mis hijos con quien compartí años de alegría en unión de nuestros dos niños, con mi esposo Pablo Liendo con quien he alcanzado una plenitud que creo muy cercana a eso que la gente llama felicidad, con mis amigos de antes, de ahora y de siempre, con mis compañeros de trabajo, cómplices y testigos de nuestro eterno batallar por la salud de los niños, con mis discípulos quienes algo habrán aprendido de mí, aunque mucho más es lo que me han enseñado ellos, con las enfermeras, bioanalistas, secretarias, camareras de mi querido Hospital de Niños J.M. de los Ríos, con mis pacientes y sus familiares, fuentes inagotables de sabiduría, y muy especialmente con quienes me han dado la savia más nueva y nutritiva, mis hijos de quienes he recibido y sigo recibiendo día a día invalorables enseñanzas, y mis nietos, esas maravillosas bendiciones por las que no me alcanzarán los años de mi vida entera para dar gracias a Dios.

Siguiendo con mis reflexiones, también he pensado mucho acerca de cuál podría ser el mensaje que traería para ustedes en esta ocasión. Son muchos los aspectos que nos preocupan en cuanto al ejercicio de la medicina en nuestros tiempos y, especialmente, de la pediatría en las circunstancias que hoy vivimos en nuestro país. La situación de los hospitales públicos es cada día más preocupante, tanto en lo que se refiere a la infraestructura como a los recursos humanos y a la dotación de medicinas, equipos y suministros; la formación de los nuevos médicos llamados “integrales” adolece de carencias importantes que más pronto que tarde traerán graves consecuencias; la deserción de los cursos de post grado pone en peligro el desarrollo de las subespecialidades que han contribuido durante los últimos años a mejorar la atención de nuestros niños; la crisis alimentaria se agudiza cada vez más con el consecuente efecto sobre la incidencia de la desnutrición infantil; la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil son flagelos que constituyen un indicador más del deterioro de la situación social que vivimos. Casi todos estos aspectos han sido analizados por quienes me han precedido como Epónimos en años anteriores y no está en mi ánimo ahondar en ellos ahora, aunque eso sí, hago votos por que estemos muy cerca de emprender ese nuevo camino que nos lleve a implementar proyectos y políticas sociales que tengan como norte el solucionar estos graves problemas.

Quiero más bien centrar mi mensaje en otros aspectos mucho más básicos de nuestro ejercicio como pediatras. Más básicos, pero mucho más cercanos y por ello más susceptibles de ser intervenidos por nuestras acciones. Me refiero a nuestro papel como pediatras puericultores. Siempre me ha llamado la atención que nuestra Sociedad de Pediatría es de las poquísimas Sociedades o Asociaciones pediátricas en el mundo que no se llama sólo Sociedad de Pediatría sino Sociedad de Puericultura y Pediatría. Es decir que quienes bautizaron a la SVPP quisieron reivindicar su marcada y específica vocación por el cuidado y la atención integral del niño y no sólo del niño enfermo.

Investigando sobre este tema he descubierto que al contrario de lo que yo pensaba: que la Puericultura era una rama de la Pediatría, lo cierto es que la Pediatría es una rama de la Puericultura. Ese término fue introducido en el año 1865 por el pediatra francés Pierre Caron y tiene sus raíces etimológicas en los vocablos latinos “puer” que significa niño y “culture” que significa cuidado. O sea que Puericultura es el cuidado del niño en todos sus aspectos, e incluye el cuidado del niño sano y del niño enfermo, siendo este último del dominio de la Pediatría. Lo que podemos derivar de esto es que debemos ser excelentes pediatras, pero mejores puericultores, ya que podemos ofrecer para nuestros niños un beneficio mucho mayor mejorando el cuidado del niño sano que invirtiendo más y más recursos en el tratamiento de enfermedades que bien hubiesen podido ser evitadas con medidas preventivas.

Quiero contarles que mi preocupación por este tema viene de años relativamente recientes, quizás de los últimos siete años, durante los cuales he venido tomando conciencia de que la mayoría de los pacientes que recibo en mi consulta de nefrología pediátrica no están primariamente enfermos y mucho menos de alguna patología renal. Los problemas por los cuales me son referidos generalmente tienen su origen en una alimentación poco balanceada y regida por el paradigma que hoy domina nuestras sociedades que privilegian el consumo de proteínas por encima del resto de los nutrientes. Esto se agrava aún más por el exceso en el consumo de sal y el muy escaso hábito y hasta el rechazo que tenemos por el consumo de frutas y hortalizas. La suma algebraica de estos excesos y deficiencias resulta en una malnutrición como resultado de una carga ácida exagerada que ha sobrepasado toda capacidad homeostática de nuestro organismo y que trae como consecuencia innumerables condiciones y patologías que tienen su inicio en la infancia pero sin duda constituyen la génesis de un porcentaje muy significativo de enfermedades de la edad adulta. Les puedo citar entre otras: la hipercalciuria, hiperuricosuria, hiperoxaluria, hiperfosfaturia, acidosis metabólica, urolitiasis, osteopenia y osteoporosis, obesidad, síndrome metabólico, diabetes mellitus, hiperlipidemias, hipertensión arterial, coronariopatías, accidentes cerebrovasculares y hasta enfermedades malignas. A nosotros los pediatras nefrólogos nos preocupa especialmente que las dos causas más importantes de insuficiencia renal crónica terminal en el adulto, aquí en nuestro país y en todo el mundo, son la hipertensión arterial y la diabetes mellitus, ambas patologías con un reconocido origen en una alimentación inadecuada.

Entonces díganme ustedes si no tenemos o deberíamos tener los pediatras un importantísimo papel como puericultores en la educación de los padres en cuanto a la alimentación de sus hijos. Les puedo contar que mis consultas se han convertido prácticamente en consultas de nutrición y dietética. Intento desmontar el mito de que mientras más proteínas ingiera el niño mejor, lo cual es bastante cuesta arriba cuando además tenemos que convencer a las abuelas, quienes muchas veces se encargan de preparar la comida de los niños… “mi mamá le prepara la sopa bien cargadita”. Cuando oímos esto, ya casi ni hace falta calcular las proteínas que está consumiendo el bebé porque seguro que están muy por encima de sus requerimientos. También reviso con los padres las mejores formas y recetas para consumir y preparar frutas y hortalizas; entonces me encuentro con la dificultad de que tampoco los padres tienen el hábito de consumirlas.

Me pregunto por qué las madres no obtienen esta información de sus pediatras. En un intento por responderme yo misma he pensado que quizás en nuestros post grados no se le está dando la importancia que en mis tiempos se le daba a la docencia de la puericultura. Sin embargo, me di a la tarea de visitar la Cátedra de Pediatría del Hospital de Niños JM de los Ríos y con la ayuda de mis amigos Alberto Hoeb y Olga Figueroa pude comprobar que el pensum de los tres años de pediatría dedica un porcentaje importante de las horas de docencia y práctica a la puericultura. No sé cuál será la situación en el resto de los post grados de pediatría en el país, pero creo que es un asunto que vale la pena atender. En todo caso, si en los post grados se dedica suficiente tiempo y esfuerzo a la enseñanza de la puericultura, pareciera que existe un divorcio entre lo que se enseña y lo que se practica en la atención de nuestros pacientes.

Otra razón por la cual las madres no obtienen la información relativa a la alimentación de sus niños por parte de sus propios pediatras puede ser que, después del año, las visitas pediátricas suelen limitarse a los episodios agudos de las condiciones patológicas frecuentes en el niño, y la consulta se limita a discutir el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, por lo cual no se dedica el tiempo necesario a revisar los aspectos nutricionales. Yo les hago un llamado como amigos y colegas a revisar y atender estos importantes aspectos con los padres de sus pacientes. Recuerden que muchas veces el tema de la alimentación de los niños se convierte en un verdadero drama para la familia. A veces porque no comen, a veces porque comen demasiado, a veces porque comen y no aumentan de peso, a veces porque dizque “no comen” y aumentan de peso, y casi siempre porque consumen lo que no deben y no consumen lo que deben. Las madres necesitan que las acompañemos en estos aspectos que para algunos pueden lucir triviales, pero que en realidad tienen una importancia muy especial para la familia y particularmente para el futuro del niño tanto en sus años de infancia como en su vida de adulto. De esta forma nos convertiremos en agentes de prevención de todas las patologías que les mencioné anteriormente, amén de que con toda seguridad lograremos incrementar la confianza que es tan importante en la relación con nuestros pacientes, con sus padres y sus familias.

Justamente esa relación médico paciente, que en el caso nuestro es la relación pediatra-paciente-familia, es otro de mis motivos de reflexión. Los médicos de hoy vivimos circunstancias cada vez más exigentes con el desarrollo vertiginoso de la información y la tecnología, lo cual ha llevado a la atomización de la medicina en especialidades y subespecialidades, con la necesidad de realizar esfuerzos importantes para intentar mantener al día nuestros conocimientos. Esta creciente demanda intelectual, aunada a la agobiante presión asistencial ha conducido, muy desafortunadamente, a la disminución del tiempo que tenemos disponible para dedicar a nuestra relación con el paciente y con sus padres o quienes hacen sus veces, la cual es la esencia del verdadero arte de la medicina, tan o más importante que la medicina como ciencia. Por ello, mi deseo para los médicos de hoy y del mañana es que logren encontrar el justo equilibrio entre la Medicina Basada en Evidencia con su certeza científica pura y dura y la Medicina Basada en la Afectividad con su afán por rescatar nuestra capacidad de empatía con el paciente y su familia. Recordemos a la famosa psiquiatra Elisabeth Klüber Ross quien decía “una realidad que no se enseña en la facultad de medicina es que un corazón compasivo lo puede sanar casi todo”.

Antes de terminar quisiera dedicar unos minutos para felicitar a nuestra Sociedad de Puericultura y Pediatría por la encomiable y tesonera labor que ha venido realizando durante los 73 años que cumplió en enero de este año. De la mano de sus miembros fundadores y de las generaciones de insignes pediatras que la han dirigido, ha venido creciendo continuamente en el número de sus afiliados y, de las filiales que ya alcanzan 22 y que promueven el desarrollo de nuestra especialidad a lo largo y ancho del país a través de las Jornadas Regionales que realizan anualmente con un éxito cada vez mayor. Este esfuerzo continuo por cumplir a cabalidad con uno de sus objetivos más esenciales: el de la Educación Médica Continua (ahora llamado Desarrollo Profesional Continuo), tiene su máximo exponente en los Congresos Nacionales como el que hoy inauguramos, los cuales reúnen año tras año lo más granado de la pediatría nacional e internacional para actualizarnos en todas las áreas de la pediatría.

También nuestra Sociedad ha crecido en cuanto a su proyección hacia la comunidad con actividades de todo tipo y con un acento muy especial en lo que se refiere a la promoción de la lactancia materna. En relación a la divulgación de información tanto para los padres como para los médicos ha reforzado su presencia a través de sus principales publicaciones, Mi Amigo el Pediatra, de gran valor educativo para los padres y las familias, y Archivos Venezolanos de Puericultura y Pediatría que publica con orgullo los trabajos de investigación de los pediatras de todo el país. Por último, y no por ello menos importante, quiero destacar el desarrollo y magnífica evolución que ha experimentado nuestra página Web bajo la dirección de las doctoras María Eugenia Mondolfi y Tita Quesada. Por todo esto eso felicito muy sinceramente a mi amigo el Dr. Armando Arias y al excelente equipo que lo acompaña en la JDC, a quienes les ha correspondido durante este período la conducción de nuestra querida SVPP.

Segurísima estoy de que la probada capacidad de esta directiva apoyada por el Comité Científico liderizado por el Dr. Huníades Urbina es el mejor augurio para el éxito de nuestro LVIII Congreso Nacional de Pediatría durante el cual, además de discutir e intercambiar ideas sobre temas de gran interés pediátrico, tendremos oportunidad de compartir nuestras vivencias con amigos y colegas incluyendo los invitados internacionales.

Quiero dejar testimonio ante ustedes que el haber sido escogida como Epónimo de este magno evento será un grandísimo estímulo que me acompañará a lo largo de los años que me quedan para continuar dando lo mejor de mí, a fin de que entre todos podamos brindar una atención cada vez mejor y más integral a nuestros pequeños pacientes.

A ustedes mis entrañables amigos les agradezco infinitamente que hoy nos hayan acompañado en esta memorable ocasión. Quiero expresarles mi deseo para todos que el camino que pronto comenzaremos a transitar los venezolanos sea uno de paz, reconciliación, reconstrucción y progreso para nuestra querida patria.

Muchísimas gracias y que Dios los bendiga a todos

Michelle López de Liendo