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Gen

versión impresa ISSN 0016-3503

Gen vol.68 no.3 Caracas set. 2014

 

En memoria de un amigo: Leopoldo Pérez Machado 19-11-1941 / 4-5-2014

El Dr. Pérez Machado nació en Caracas, ciudad donde vivió en su niñez y adolescencia, así como en Nueva York, donde pasó parte de su infancia. Se graduó de Médico Cirujano en la Universidad Central de Venezuela el 20 de Noviembre de 1964. No me cuesta ningún trabajo citar esa fecha exactamente, ya que somos compañeros de grado, al igual que otros gastroenterólogos entre quienes se cuentan el Dr. Vicente Lecuna, el Dr. Joel Pirela y el ya fallecido Dr. Antonio Rojas Bueno, de grata y sensible recordación.

Formado como especialista precoz en el Servicio de Gastroenterología de la Cruz Roja Venezolana durante sus dos años de internado, cuando terminó el mismo Leopoldo ya era gastroenterólogo. Quizás por eso le fue tan fácil su etapa posterior. Hizo su internado después de graduado en el Hospital Militar de Caracas y su residencia de Gastroenterología en el mismo hospital y paralelamente trabajó en el Servicio de Gastroenterología del Hospital Carlos J. Bello hasta el año 1967, cuando viajó a Estados Unidos de Norteamérica. En el Hospital general de la Universidad de Georgetown, en Washington, hizo su fellowship y llegó a ser Residente Senior en Medicina Interna.

Ese año 67 fue especial bueno para él, porque se casó con la mujer que le acompañó toda su vida. Tuvo la suerte, ya desde su época de la Cruz Roja Venezolana, de conocer a la Dra. Keyla Hoyer Rodríguez, quien para esa época también trabajaba en el servicio de Gastroenterología y que luego se formó como oftalmóloga, y con quien se casó. Fue la mejor elección que pudo haber hecho en su vida. De esa unión nacieron Leopoldo, el mayor, luego dos mellizos, Gonzalo, quien actualmente vive en España, Gisela, colega gastroenteróloga que sigue sus pasos, y Víctor Manuel, quien vive Tampa. Después vinieron los nietos…

Leopoldo fue un clínico brillante y un gastroenterólogo integral, conocedor profundo de la especialidad, y un endoscopista experimentado. Excelente conferencista, autor de diversos trabajos en la especialidad, fue responsable en parte del desarrollo de la Endoscopia en nuestro país, al desarrollar técnicas como la laparoscopia, la colangiografía transparietohepática, la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica con sus aplicaciones terapéuticas y la manometría esofágica. Junto con el Dr. José Angel Ortega Borjas y el ya fallecido Víctor Madureri, constituyó un trío de investigadores clínicos de calibre. Uno de sus trabajos, la miotomía endoscópica en el tratamiento de la acalasia, fue publicado en la revista de la American Society for Gastrointestinal Endoscopy. Fue uno de los promotores de la introducción de los bloqueadores H2 histamina en nuestro país, con sus trabajos sobre la cimetidina en el tratamiento de la úlcera péptica.

Fue una persona íntegra, muy competente como profesional, con cualidades que no siempre se consigue aprender en un postgrado: el criterio médico y una alta responsabilidad y ética profesional.

El Dr. Pérez Machado fue un consecuente trabajador por la Sociedad Venezolana de Gastroenterología. Entre 1982 y 1984 fue Presidente de la Sección de Endoscopia, y en 1984, tuve el placer de entregarle la Presidencia de nuestra Sociedad que desempeñé entre 1982 a 1984. No se alejó de ella después que cumplió su período en 1986, se desempeñó como miembro de la Comisión Asesora de la misma, así como Presidente de su Sección de Educación, entre otras actividades, y fue siempre un asiduo asistente a sus eventos.

Podría seguir citando aspectos de su actividad profesional, pero prefiero hacer énfasis ahora en algunos aspectos de Leopoldo como persona y como amigo. Debo decir que no era de fácil trato, y no a todo el mundo le caía bien (nadie le cae bien a todos), lo que creo atribuir a su manera directa de decir las cosas y de defender sus puntos de vista cuando estaba en lo correcto, sin hacer concesiones, pero cuando entregaba su amistad, era un excelente amigo, como muchos cuya amistad cultivaron pueden aseverarlo. Era un conversador ameno, agradable, y un insigne “echador de bromas”, de las cuales alguna vez fui víctima.

Más que un gourmands, el Dr. Pérez era un buen gourmet. Apreciaba tanto una buena comida en una mesa bien puesta, como un buen vino, y sin ser dipsómano, le agradaba tomarse unos buenos tragos en grata compañía. Jugador de softball en sus años mozos, de golf posteriormente, así como bolas criollas y dominó, eran un buen aficionado taurino y mas de una vez compartimos juntos corridas de toros en Caracas, Maracay y Valencia con su antesala en una buena tasca o restaurante, su celebración posterior y la inevitable compañía durante la corrida de una buena bota con manzanilla, jerez y algo de brandy, que era como la preparaba Leopoldo.

Cuántos buenos momentos, viajes y ciudades para recordar, en asistencia a Congresos en el exterior, o en simples viajes de placer. Le recuerdo con especial agrado tomándonos una caipirinha en Copacabana, montando bicicleta en la isla de Paquetá, en ocasión de un Congreso Mundial de Gastroenterología en Sao Paulo, en Bariloche, compartiendo un buen asado con una copa de Malbec, o pasando agradables momentos en Estocolmo, durante otro Congreso Mundial de Gastroenterología, y comiendo en el Opera Kallaren de esa ciudad, degustando su famoso smörgasbord…Le recuerdo en Viena, asistiendo junto con Vicente Lecuna y nuestras esposas, a un concierto en el Koncerthaus, oyendo la 2ª. sinfonía de Mahler, o Resurrección, como es mejor conocida, y compartiendo luego un carro para irnos de Viena a Praga, pero no por la autopista, que son sólo 45 minutos, sino por caminos secundarios, con paradas en varios pueblos como Telch, donde pernoctamos y que todavía está como era en la Edad Media, para después de pasar unos agradables días en esa bella ciudad, regresar bajando por Freistadt y Mariezeller, atravesar Austria y Hungría y llegar a Budapest, donde, entre otras cosas, una noche saboreamos unas buenas copas de Tokay de 5 putonios acompañando a un excelente foie gras húngaro (mejor que el foie gras de Perigord, debo decir) en el restaurante Alabárdos, que era uno de los mejores en aquella época, para regresarnos luego a Viena bordeando el codo del Danubio, parándonos en cada pueblito, comiendo venado y cosas de la gastronomía húngara como el goulash, y en fin en tantos otros ratos y sitios que la memoria atesora como Salt Lake City, Buenos Aires, Nueva York, Washington, y que se haría largo el seguir mencionándolos.

Voy a lamentar especialmente que nos haya dejado cuando este país se encuentra como está, en un despeñadero económico, político, y sobre todo, social y moral. Mi amigo merecía haber seguido entre nosotros para volver a ver la Venezuela que él conoció y vivió antes de que se convirtiera en lo que es ahora…. Ojalá hubiera estado presente para asistir al cambio que él quería y que necesariamente, viene en camino, pero tristemente, no fue así….

A pesar de ser venezolano, y de querer mucho a su país, y de dolerle como me consta que le dolía, le gustaba también mucho España, donde vive su hijo Gonzalo. En su recuerdo, voy a citar una estrofa de una sevillana que se titula El Adiós: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va…Cuando un amigo se va, se va dejando un vacío, que no se puede llenar”.

Leo, compañero de ruta, después de dejarte para que reposes en el sueño de la eternidad, de donde te vamos a recordar siempre, vamos a brindar por tí, para compartir contigo ese trago, donde sea que te encuentres. Leopoldo, amigo y hermano, compañero de promoción y de especialidad, descansa en paz…!!!

José Ramón Poleo

Mayo de 2014