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Revista de Obstetricia y Ginecología de Venezuela

versión impresa ISSN 0048-7732

Rev Obstet Ginecol Venez v.62 n.2 Caracas jun. 2002

 

Gestación y nacimiento en el Antiguo Egipto

Drs. Alberto Ramos, Dulce Mata

Departamento de Pediatría, Maternidad "Concepción Palacios"

Recibido: 16-04-02 Aceptado para publicación: 30-05-02

El conocimiento sobre la medicina egipcia nos ha llegado a través de los llamados papiros médicos que llevan los nombres de sus descubridores, del lugar donde fueron hallados o de los museos donde se encuentran, en los que se describen cientos de diagnósticos de todo tipo y se establecen numerosos tratamientos que mezclan los conocimientos médicos con la magia y la religión. La ginecología y obstetricia es tratada en el papiro de Kaun y la pediatría en el papiro de Berlín. Otras fuentes son fragmentos de piedra caliza donde se tomaban apuntes, cartas privadas y también encontramos valiosa información mediante el estudio de las momias y otros restos humanos (1).

La anatomía y fisiología del aparato sexual femenino sólo se conoció a grandes rasgos. Hay documentos que mencionan al útero y los labios mayores como sus <labios>, los ovarios eran desconocidos, suponían que la matriz flotaba libremente en la cavidad abdominal y que estaba conectada a secciones del aparato digestivo; esta idea originó la creencia que relaciones sexuales no genitales, especialmente las orales, podían generar la concepción; también les permitió darse una explicación lógica de la esterilidad, si una mujer no podía concebir, debía haber un bloqueo en esas uniones. Se hacían test prácticos de fertilidad consistente en colocar determinadas sustancias, tales como cebolla en la vagina y comprobar si su olor podía detectarse en su aliento al día siguiente, de igual manera se administraban por vía vaginal preparados herbáceos o harina de dátiles disueltos en cerveza, si la mujer vomitaba no era estéril. Otras pruebas se basaban en observaciones externas: si una mujer padecía de estrabismo era considerada incapaz de concebir, igualmente se tomaba en cuenta el estado de los senos, si eran firmes significaba que era posible la concepción, si eran fláccidos se pensaba que era muy difícil o imposible (2).

La fertilidad era el bien más preciado para un matrimonio y ocupaba el centro de atención de todo el mundo egipcio. Cuando los escribas evocaban períodos dramáticos expresaban: "Las mujeres son estériles, no quedan embarazadas, la alegría se ha extinguido". La esterilidad era considerada una maldición o desgracia, no había mayor terror para la joven esposa que padecerla e inmediatamente la llevaban a consultas médicas y magos que intentaban remediarlas con terapias que consistían en la introducción por vía vaginal de dátiles y otras sustancias o masajes en los muslos y vientre con sangre menstrual, a su vez ellas suplicaban ayuda a los dioses o espíritus de los muertos (1-4).

Los médicos egipcios eran muy famosos, sobre todo en especialidades tales como la ginecología. Disponían de test de embarazo que se basaban no en nociones científicas, sino en analogías. Así, si un ser viviente se desarrollaba dentro del cuerpo de una mujer, su orina debía contener materia creativa capaz de estimular igualmente el crecimiento de maíz u otras plantas. Se colocaba cebada y trigo en dos bolsas de tela que debía regar a diario con orina, si ambos germinaban, es señal que dará hijos. Si la cebada germina en primer lugar será un niño (ya que en egipcio la palabra "cebada" es del género masculino), si en cambio el trigo es el primero en germinar será una niña (ya que la palabra "trigo" es del género femenino), si no germinan ni uno, ni otro, no tendrá hijos (2,3,5).

Disponemos de poca información sobre el curso del embarazo y sus complicaciones. Las mujeres se pasaban la preñez cubiertas de amuletos, ya que este período era considerado como muy peligroso, generalmente proseguían su vida normal, frecuentemente extenuante hasta momentos antes del parto. Daban a luz en el «pabellón del nacimiento» que consistía en un sencillo cobertizo hecho de ramas que contenía tapices, cojines, cama, taburetes, objetos de aseo; situado en el jardín o en el tejado de la vivienda, donde también permanecían las dos semanas siguientes al parto. Este tiempo servía para la «purificación», porque se le consideraba impura durante su estado de gravidez. Los relieves la muestran completamente desnuda, con el busto erguido, sentada sobre un "taburete de nacimiento" que era un asiento con un agujero suficientemente grande para que pasara el bebé, otras veces las vemos agachadas sobre cuatro ladrillos rituales. El parto era dirigido por las comadronas que disponían de métodos mágicos y médicos para el desempeño de su trabajo, sujetaban a la parturienta por la espalda y los brazos, pronunciaban fórmulas encantatorias, colocaban alrededor del vientre compresas hechas con cañas para acelerar el momento del nacimiento, recogían al neonato en sus manos, facilitaban la expulsión de la placenta con duchas de aceite tibio que contenía trozos triturados de una vasija hecha recientemente e intentaban mitigar los dolores mediante el suministro de bebidas embriagantes, principalmente cerveza o con la aplicación de masajes con polvo de azafrán disuelto en cerveza o polvo de mármol disuelto en vinagre. Se invocaban dioses benefactores como Bes, representado como un enano feo, la diosa Ipet Tauret, una hembra hipopótamo preñada sostenida sobre las patas traseras, la diosa gata Bastest y la diosa vaca Hator y sobre la madre se colocaban cuchillos mágicos de marfil en forma de medialuna, decorada con figuras de deidades tutelares, serpientes, leones, cocodrilos y animales fabulosos (1-3,6-9).

El cordón umbilical era cortado con un cuchillo especial después de la expulsión de la placenta, ambos tenían asociaciones mágicas y se creía que estaban investidos de un alter ego espiritual o doble de la criatura. La placenta a menudo era enterrada en la casa o arrojada al Nilo para asegurar la supervivencia del niño, mientras que el cordón se dejaba secar y se conservaba para acompañar al individuo incluso a la tumba. La madre mordía su propia placenta ya que le otorgaba un gran valor simbólico (1,2).

Para eliminar las estrías formadas después de un parto, las mujeres se aplicaban ungüentos de varios tipos sobre el vientre, las de alto linaje preferían el dulce aceite de Behen, un extracto de las semillas de las especies Anábiga y Oleífera del género Moninga; mientras que para evitar prurito, grietas en los pezones, mastitis puerperal o abscesos mamarios, los médicos utilizaban productos a base de caña, fibras vegetales y juncos (2).

La prevención del parto prematuro se efectuaba trenzándole el cabello a la mujer con el fin de aplacar a los demonios del seno materno. Cuando era imposible la expulsión del niño por vías naturales se recurría a la cesárea, intervención quirúrgica que según parece alcanzó notable nivel (3,7,10).

La salud de la madre estaba en peligro durante el embarazo y el parto. Encontramos referencia de complicaciones en los textos médicos, si bien la evidencia directa se ha podido recoger de momias y otros restos, principalmente de mujeres con pelvis estrecha o deformada. En la tumba de Tutankamon se encontraron dos fetos, que probablemente pertenecían a dos de sus hijos, el estudio radiológico de uno de ellos demostró que era deforme ya que presentaba la clavícula derecha anormalmente alta, escoliosis y espina bífida; el esqueleto de una mujer negroide de la era bizantina en Nubia, mostró que murió dando a luz a un niño cuya cabeza estaba encajada en la entrada pélvica; también se han encontrado fetos con deformaciones óseas que probablemente padecieron osteogénesis imperfecta. No hay pruebas de defunciones debida a infecciones puerperales, pero deben haber existido, seguramente también se producían fallecimientos por hemorragias, retención placentaria o eclampsia. Los riesgos inherentes al parto se reflejaban en la esperanza de vida más corta para las mujeres egipcias que para los hombres. Censos hechos en tumbas del complejo de pirámides de Giza mostraron un promedio de vida de las mujeres de 30 a 35 años, mientras que los hombres vivían de 40 a 45 años; por otra parte, exámenes de momias conservadas en Checoslovaquia mostraron un promedio de vida para varones de 43,7 años y para hembras de 41,3 años (2,9,11-14).

Los egipcios desarrollaron métodos anticonceptivos temporales que limitaban el crecimiento de familias y disminuían los peligros representados por continuos embarazos, como la prescripción de untar en los labios y la vagina paja, leche agria y excrementos de animales, especialmente de cocodrilos o una mezcla de miel y carbonato sódico (natrón), también la ingesta de bebidas a base de apio y cerveza dulce. La receta 799 del papiro Ebers recomienda introducir en la vagina un tapón impregnado de una sustancia compuesta de acacia, coloquinto, dátiles y miel para evitar el embarazo por lo menos durante tres años. La goma de acacia fermenta produciendo ácido láctico con efecto espermaticida (1,3,5,15).

En el antiguo Egipto el aborto voluntario estaba castigado, expresando este juicio social negativo el respeto extremo que tenían por la vida humana y para impedirlo se recomendaban varios métodos como, por ejemplo, la aplicación en los genitales de una mezcla de cebollas, vinos o de hojas y frutas de distintas plantas unidas con aceite y miel (2,4).

A la felicidad del nacimiento sucedía inmediatamente la inquietud. Se calculaban las posibilidades de supervivencia del neonato por la expresión facial y la fuerza de su llanto, si había dudas de su estado se le sometía a una dieta de leche que contenía un trozo de placenta, si vomitaba el final estaba cercano, si no lo hacía, sobreviviría. En los papiros se señalaba que si al nacer grita «Hii» vivirá, mientras que si grita «Mbi» volverá el rostro hacia el suelo y morirá (2,3,16).

Al neonato se le asignaban nombres que revelaban un cariño ingenuo y maternal, desde este momento se le consideraba un ser completo, pero también una presa tentadora para la muerte. La madre proclamaba que cada parte del cuerpo de su hijo correspondía a una divinidad, en consecuencia ningún demonio podía tocarlo. Se hacía un llamamiento solicitando la protección del cielo y la tierra, del día y la noche, y de siete divinidades llamadas Harthores que permanecían invisibles en su cabecera; se repetían fórmulas mágicas cuando aparecía el sol y durante la noche sobre esferas de oro y fragmentos de amatista. Las madres recitaban: "¿has venido para abrazar a esta niña? te lo prohibo, ¿has venido a llevártela? no te lo permitiré, que la muerte que llega entre las sombras desaparezca, que vuelva su rostro, que se olvide para qué ha venido" (2,3,16-19).

La lactancia se iniciaba precozmente y duraba mucho más de lo que era costumbre en otros lugares, normalmente se alargaba hasta los tres años, esto quizás explica porqué nos es difícil hallar esqueletos infantiles con lesiones de raquitismo. La principal preocupación de la madre era tener la cantidad y calidad adecuada de leche, los médicos les aconsejaban frotar su espalda con aceite cocido con la aleta dorsal de un pez del Nilo para incrementar su flujo, y comprobaban su calidad oliéndola, «debía oler a plantas aromáticas o a harina de algarrobo, si olía a pescado no era asimilable». Se han encontrado jarrones de cerámica y esculturas que representan mujeres que exprimen sus senos o amamantan y cuya función, según su creencia, era incrementar la producción láctea cuando la cantidad era escasa o para concederle poderes mágicos. La leche materna era considerada como líquido sanador, fuente de vida, agua de protección; de hecho se usaba para tratar catarros, cólicos, quemaduras, infecciones oculares y aumentar el vigor y la potencia sexual. Las mujeres que amamantaban a sus hijos gozaban de gran respeto, estima y de una excepcional posición en la sociedad egipcia. El propio rey se mostraba en posturas propias del lactante, succionando de las ubres de las diosas maternas como tránsito a la entronización o como alimento para proseguir el viaje al más allá e incluso, se encontró un grabado en el que la reina Nefertiti amamanta a su hija, representaciones éstas poco comunes en el arte egipcio (2,3,5,16,19,20).

Si bien las familias eran numerosas, la mortalidad infantil era alta, gran parte de los lactantes sucumbían ante las enfermedades; especialmente infecciosas al haber poca higiene. La enfermedad infantil más frecuente era la gastroenteritis, también eran frecuentes afecciones de la piel, amigdalitis, neumonía, cólera, tuberculosis, paludismo; parasitosis como estrongiloidosis, filariasis y bilharziosis; pneumoconiosis, deficiencia de cinc, malnutrición, anemia, caries dentales, abscesos periodontales. Muchos mortinatos no se enterraban en sus propias tumbas en los cementerios oficiales; si morían junto con su madre, durante o inmediatamente después del parto, normalmente se inhumaban con ella, otras veces los cuerpos eran depositados en recipientes de arcilla y enterrados en el jardín de las casas. En las sepulturas infantiles se observa con frecuencia muestras de piedad paternal y de cariño, no se regateaban esfuerzos para preservar el cuerpo del niño con tanto cuidado como el del adulto a fin de asegurar una larga existencia en la otra vida. Las familias embalsamaban a sus pequeños, los colocaban en féretros separados y a veces los envolvían en lienzo y cubrían con una capa de yeso decorado con motivos policromos, sobre los cuerpos se colocaban amuletos de buena suerte, adornos personales, collares de perlas, corales o conchas, anillos, brazaletes, adornos de tobillos. Incluso si el equipo funerario del pequeño era relativamente modesto, incluían vasijas de diversos tipos y sobre todo juguetes (2,5,6).

REFERENCIAS

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2. Strouhal E. La vida en el antiguo Egipto. 1ª edición. Barcelona: Editorial Folio; 1994.        [ Links ]

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12. Reeves N. Todo Tutankamon. 1ª edición. Barcelona: Destino, S.A; 1991.        [ Links ]

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14. Quirke S, Spencer J. The British Museum book of ancient Egypt. New York: Thames and Hudson Inc; 1992.        [ Links ]

15. Pérez A. El antiguo Egipto. 3ª edición. Madrid: Acento; 1999.        [ Links ]

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20. Steedman S. El antiguo Egipto. 1ª edición. Barcelona: Molino; 1996.        [ Links ]

Agradecimiento al Dr. Oscar Agüero por su valiosa asesoría, orientación e instrucción en la realización de esta revisión.

Correspondencia: Alberto Ramos.

Dirección: El Junquito Km 14, Urb. Iberoamericana, Edificio Ramos, 1ª. Teléfono 4222051.

 

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