SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.29 número56Invenciones del olvido: autoficciones de Luis Barrera Linares, Fedosy Santaella y Francisco SuniagaPosibilidades de la memoria: las entrevistas de Francisco Massiani índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Argos

versión impresa ISSN 0254-1637

Argos vol.29 no.56 Caracas jun. 2012

 

Dirigiendo el devenir: pasado e identidad en Bajo las ruedas del tiempo (2008), de Carmen Vincenti

Mariana Libertad Suárez

Universidad Simón Bolívar marisuarez@usb.ve

Resumen: Partiendo de la concepción de la novela histórica venezolana, editada en el siglo XXI, como una genealogía que –gracias a las movilizaciones sociales y políticas presentes en el país en la última década– pretende dar cuenta del pasado y negociar la existencia de ciertas identidades de la Venezuela actual, se propone una lectura de Bajo las ruedas del tiempo (2008), de Carmen Vincenti. Una novela escrita por una mujer ilustrada, cuyo tránsito dentro del campo intelectual venezolano ha estado marcado por la singularidad y, como consecuencia de ello, ha abierto espacios para la visibilización de subjetividades y circunstancias pocas veces consideradas en los registros históricos y literarios contemporáneos a su publicación.

Palabras clave: Novela histórica venezolana, identidad, singularización, subjetividad femenina, sujeto intelectual

The Direction of Becoming: Past and identity in Bajo las ruedas del tiempo (2008), by Carmen Vincenti.

Abstract: This paper begins with the conception of Venezuelan historical novel, published in the XXI century, as a genealogy that claims to narrate the past and negotiate the existence of certain identities of today’s Venezuela. This genealogy is born thanks to the social and political mobilization in the country in the last decade. It is the novel Bajo las ruedas del tiempo (2008), by Carmen Vincenti. A book written by an erudite woman, whose transit within the Venezuelan intellectual field has been marked by the singularity. As a result, she has opened spaces for the visibility of subjectivities and circumstances not considered in the historical record and contemporary literary publication of his novel.

Keywords: Venezuelan historical novel, identities, singularity, female subjectivity, intellectual subjectivity.

Dirigendo il divenire: passato e identitá in Bajo las ruedas del tiempo (2008), di Carmen Vincenti

Riassunto: Partendo dalla concezione del romanzo storico venezuelano, edito nel secolo XXI, come una genealogia che –grazie alle mobilitazioni sociali e politiche presenti nel paese nell` ultimo decennio– pretende di narrare il passato e negoziare l’esistenza di certe identitá della Venezuela attuale, proponiamo una lettura di Bajo las ruedas del tiempo (2008) (Sotto le ruote del tempo), di Carmen Vincenti. Un romanzo scritto da una donna istruita, il cui cammino dentro il campo intelettuale venezuelano é sempre stato singolare e quindi, ha aperto spazi alla visualizzazione di soggettivitá e circostanze scarse volte prese in considerazione nei registri storici e letterari contemporanei alla sua pubblicazione.

Parole chiave: romanzo storico venezuelano, identitá, particolarizzazione, soggettivitá femminile, soggetto intelettuale

A esta implosión del sujeto individual, corresponde un paralelo del colapso del sujeto histórico. En la estética moderna, tanto el artista como sus obras o sus personajes encontraban sentido por su inserción en una causa o proceso en los cuales cumplían etapas consecutivas o anhelaban momentos culminantes.

El decreto postmoderno de muerte de la Historia intenta dar fin a esta concepción.

La moda de esta doctrina coincide, sin embargo, con un paradójico auge de la novela histórica y de una pluralidad de géneros narrativos cuyo tema común es la reminiscencia. Comprenderemos esta aparente contradicción si consideramos que lo que la postmodernidad postula no es la muerte de la Historia como disciplina académica, sino como proceso dinámico dirigido hacia el devenir.

Luis Britto García, "La vitrina rota", 2004

Esta reflexión de Luis Britto García, que intentaba comprender la función de la novela histórica dentro del campo intelectual venezolano del siglo XXI, incita a vislumbrar un grupo de publicaciones nacionales –entre las que posteriormente se podrían incluir: Falke (2005), de Federico Vegas; Rocanegras (2007), de Fedosy Santaella o El pasajero de Truman (2008), de Francisco Suniaga– como espacios de negociación. Territorios en cuyo interior se impregna la historia de subjetividad y de experiencia para, con ello, reemplazar el saber positivista instituido desde las Ciencias Sociales, como único vínculo legítimo con el pasado. En otras palabras, para Britto García, estos textos literarios constituirían formas alternativas de rememoración, y su finalidad clara sería ampliar las imágenes, los sujetos y las prácticas sociales que circulaban en el imaginario venezolano.

Ciertamente, el señalamiento del crítico puede resultar muy iluminador para pensar –en calidad de genealogía– un grupo de obras escritas desde la centralidad del campo intelectual; no obstante, Britto García deja de lado las particularidades expresadas en aquellos textos donde el sujeto del discurso no se corresponde con la imagen más convencional de un escritor. Es decir, el crítico no plantea qué ocurre cuando la revisión del pasado es llevada a cabo por un(a) autor(a) que, por ejemplo, se vale de la expresión oral como fuente de conocimiento, que no pertenece a ninguno de los grupos étnicos naturalizados por la sociedad venezolana o bien por una mujer narradora, cuyo tránsito dentro del campo cultural no ha obedecido a las directrices de ingreso seguidas y demandadas por los autores más reconocidos.

En este último grupo bien podría inscribirse a la voz de Carmen Vincenti1, una intelectual venezolana que si bien, hoy por hoy, es reconocida como escritora de ficción, en un primer momento y durante años, se dedicó a la docencia universitaria, publicó una gran cantidad de artículos académicos y una serie de textos de investigación, para posteriormente incursionar en la narrativa. Una autora que pasó de la teoría a la praxis y, en medio de su recorrido, debió echar mano de algunas figuras pasadas que permitieran explicar y comprender su posición individual en los registros de la literatura venezolana actual.

Sin duda, en su novela Bajo las ruedas del tiempo (2008), Vincenti escenifica este proceso de agenciamiento histórico, acompañado de un sorteo de dispositivos de la memoria que habían servido para preseleccionar determinados sucesos "historiables", a lo largo y ancho de la vida nacional; no obstante, en esta novela, también se trasluce una necesidad de autodefinición y autoinscripción en un mapa unívoco de rememoraciones donde la mujer intelectual –que, en este caso concreto, ha acumulado un capital cultural en el marco de la institución académica, con la validez suficiente para teorizar en torno a la escritura literaria, pueda buscar y/o construir las prácticas originarias que definieron su participación pública.

La primera señal que aporta la obra para comprender este tránsito bidireccional está en la estructura. Según expone Rafael Osío Cabrices: "Carmen Vincenti logra un canal narrativo doble en el que los acontecimientos colectivos corren junto a los privados […] y así ambos ejes se relacionan y se enriquecen"2, es decir, Bajo las ruedas del tiempo es una novela que le aporta, como mínimo, dos dimensiones a cada una de las anécdotas que construye, va de lo individual a lo colectivo, de la política teórica a la contingente y del pasado al presente, sin detenerse. Lo que estimula a reflexionar en torno a la violencia epistémica, subyacente a cualquier proceso de negociación con el pasado.

Las escenas que se suceden en los siglos anteriores al momento de enunciación, nunca son relatadas por sus protagonistas, sino que se encuentran en una serie de documentos que, a su vez, son leídos, interpretados y reescritos por la voz narrativa del texto; sin embargo, desde las primeras páginas, esta "mujer reconstructora" establece una relación tensa con las posiciones de autoridad y, al tiempo que se asume como organizadora de la memoria y de los personajes que la generan, permite que su identidad se contamine emocionalmente con los acontecimientos recuperados. A partir de entonces, la voz narrativa del texto renuncia a la racionalidad como forma de defensa.

Una señal interesante a este respecto está en el encuentro accidental de la protagonista con un fragmento de la Historia venezolana poco o nada estudiada, un tropiezo que –al igual que el resto de los acontecimientos relatados en Bajo las ruedas del tiempo– es referido en el marco de un correo electrónico firmado por el personaje femenino con una "Ă", única grafía que lo define:

Viviana, a raíz de la muerte de su mamá, decidió irse a Nueva York ( ) antes de irse, y entre los millones de papeles que tuvo que revisar, encontró una caja entera de cartas y documentos de sus ancestros corsos. Imagínate, ella ni siquiera sabía que existían, y su mamá probablemente tampoco porque nunca se lo mencionó. Para mi investigación, estoy segura, serán probablemente fundamentales pues le darán el "toque" que le faltaba, es decir, el tono íntimo que tan difícil es de encontrar en enciclopedias y libros de historia. Estoy contentísima, ahora sí creo que voy a poder dar al trabajo el rumbo que deseaba (p. 13).

Evidentemente, ya desde las primeras páginas de Bajo las ruedas del tiempo, emerge una propuesta documental alternativa, que si bien se basa en el testimonio como productor del mundo político y social, también sugiere el diálogo contenido en la expresión epistolar, como un camino para acceder a la experiencia del pasado y asumir la Historia como una sistematización de sentidos, más que como un descubrimiento de verdades. El encuentro circunstancial de una experiencia pasada desencadenará dentro de esta novela una identidad femenina posible en la Venezuela del siglo XXI, que tratará de sobrevivir a pesar de la incomunicación y el aislamiento que sufre a lo largo de la obra.

Del mismo modo, este crecimiento de un "yo-narrador" se produce a partir de la humanización de los testigos. Ni Viviana, ni su madre, ni tan siquiera la voz narrativa que jerarquiza el hallazgo de estos documentos, está en capacidad de edificar un testimonio para el momento en que comienza la acción, lo que obliga a la protagonista a interrogar a las subjetividades que ya no están y a solicitarles algunas posibles interpretaciones de los hechos. La respuesta, si bien es cierto, se generará en el acercamiento de la subjetividad presente con las voces del pasado, se mantendrá inconclusa a lo largo de toda la obra.

Este ejercicio que lleva a cabo el personaje central de Bajo las ruedas del tiempo equivaldría al que se ejecuta al contemplar una fotografía. Si tal como propone Roland Barthes "Toda foto, en efecto, jamás se distingue de su referente (de lo que ella representa) (…) sobrecargada de entrada y por estatuto por la forma de estar simulando el objeto): percibir el significante fotográfico es imposible" (Barthes, 1999, p. 30) podría decirse que estos documentos encontrados de manera accidental en las primeras páginas de la novela, están inhabilitados para suministrar información sobre una existencia, aunque sí podrían encarnar afectividades que han sido silenciadas y que, curiosamente, desde su "no ser", interpelarán a la protagonista hasta convertirla en un sujeto de la enunciación.

Otro punto interesante a este respecto está en que "Ă" ha sido presentada como una investigadora social que pretende reconstruir la "Historia del Cacao en Venezuela", mientras que Viviana, quien lega los documentos que desatarán el proceso de subjetivación, es perfilada como escritora. Es decir, en un primer momento, la mujer que "cuenta" y la mujer que "sistematiza racionalmente" las expresiones literarias se presentan como dos entidades separadas; no obstante, a medida que le texto avanza, los personajes se van superponiendo hasta confundirse. De hecho, cuando evalúa la obra de su amiga, "Ă" pareciera describir el ejercicio intelectual que lleva a cabo al momento de negociar su identidad con el pasado:

Viviana querida: ( ) El fragmento que mandas de tu novela me encanta, te siento invariable bajo las palabras y a la vez retándote en la transformación de un discurso que nombre desde dentro las "nuevas realidades" que explora la acción. De todas formas te sugiero que no descartes la gaveta de los cuentos, por la muestra que tengo creo que podrías montar hasta dos volúmenes, o uno solo si quieres ser muy purista y quedarte con los más acabados o los que más te gusten. Me has dicho que quieres abrirte paso con novela y no con cuentos pero sigo pensando que eso te podría ir franqueando senderos. En todo caso, cuenta conmigo siempre que necesites otra mirada. Besos, Ă (p. 19).

El hecho de que este lazo afectivo sea (re)presentado en una plataforma digital, le aporta un sentido adicional al proceso de edificación del "yo" que experimenta la protagonista, dado que si bien la elección del correo electrónico podría estar señalando hacia una mundialización del afecto y del sujeto, hay también en esta plataforma una reanimación de la intimidad: la recuperación de vínculo social (re)emergente, que por sus características requerirá de un pasado compartido. O, lo que es lo mismo, la construcción de un territorio supraidentitario, que permita dar cuenta de la endoidentidad contenida en esta comunicación epistolar.

Así pues, el tránsito de la tendencia analítica a la narrativa que sufre "Ă", si bien pareciera darse en un marco expresivo universal, moderno y frío, no consigue integrar esta identidad naciente al entorno inmediato, sino que –por el contrario– muestra una tendencia a la (des) integración, que recupera el espacio privado como plataforma para la evaluación política del presente y su inscripción en determinados momentos del pasado. Por ello, no sería arriesgado aseverar que "el yo" de la científica social sólo existe en su relación con la creadora.

La identidad de "Ă" se crea en un espacio físico y temporal delimitado –un apartamento dentro de Caracas, en el año 2002– pero se construye a partir de la relación especular con una entidad remota, que habita en una ciudad tan cosmopolita como Nueva York, aunque "en más de una oportunidad había pasado semanas sin salir a la puerta del apartamento más que a botar la basura" (p. 211). Las dos mujeres solo pueden dar cuenta de ellas mismas cuando intercambian correos electrónicos, por tanto, resultan imposibles de comprender de forma independiente. Ambas se presentan como el resultado de un choque de fuerzas –inertes y sin dirección clara– producido por la modernización de los vínculos emocionales.

Aún más, en el proceso mismo de rememoración y negociación con la Historia, la protagonista replantea la paradoja tejida entre lo público y lo privado, lo que si bien pareciera conducir a una polarización de las identidades aquí inscritas, poco a poco, va a tender más a la contaminación subjetiva del pasado epopéyico:

Mientras más leo más me convenzo de que lo mejor será concentrarme en Carúpano, la inmigración corsa y el cacao, y remitir el resto de la bibliografía sobre el tema, ¿no te parece? Entre otras cosas porque pienso que, a menos que se profundice rigurosamente, la época luce mucho más caótica, en panorámica, que si se la mira en el detalle de la vida del ciudadano común. De hecho, sucede siempre con los recuentos oficiales de fechas y eventos que sólo toman en cuenta la dimensión militar y política. Prueba de esto es que Mauro y Eugenia se casan ya declarada la revolución Libertadora y a pocas semanas antes del asedio de Gómez a Carúpano, y más, el primer embarazo de Eugenia transcurre mientras los bandos opuestos siguen guerreando (p. 31)

Tras leer este fragmento, se hace obvio que el deslizamiento desde la ausencia absoluta de memoria, hasta el exceso de intervención en el proceso de reconstrucción de la misma –manifiesto en la capacidad del personaje femenino para elegir los límites temporales de su pasado, su declaración de los diversos enfoques a los que tiene acceso y la selección de la intesubjetividad como materia a recuperar– erigen la voluntad de la mujer intelectual y, por tanto, su posicionamiento político, como una condición ontológica, demandante un modo de teorizar alternativo, que vislumbra como un sistema contentivo de las lógicas de la alteridad. Según se muestra en la obra, sólo tras la pluralización de este marco de pensamiento, se pueden leer los cambios y agenciamientos que han constituido la Historia nacional.

A propósito de ello, no deja de ser curioso que las reflexiones de "Ă" sólo se hagan inteligibles bajo la alianza política que establecen Viviana, la familia de corsos que arriba a Venezuela varios siglos atrás y ella misma. Un pacto por medio del cual consiguen exponer la posibilidad (o imposibilidad) de una agencia colectiva. Una negociación que les permite "ser parte" del espacio geográfico venezolano, sin necesariamente pasar por un proceso previo de homogenización. Todo ello dará pie, aunque con cierta dificultad, a la superviviencia de las singularidades "étnicas, sociales, culturales y genéricas" en este replanteamiento de los límites de Venezuela.

Si, siguiendo a Giorgio Agamben, se asume que la "singularidad" supone una existencia que se desprende de lo conceptual –o, lo que es lo mismo, de lo universal y trascendente– pero, al mismo tiempo, no llega a ser del todo individual3, quizás podría pensarse la intervención que escenifica Carmen Vincenti por medio de su personaje, como una defensa de la singularidad de la Historia. Así pues, tanto la llegada como la experiencia de los corsos en Venezuela habrían existido más allá de las (re)construcciones que formula "Ă" y, sobre todo, al margen de lo esencial y lo accidental del devenir; no obstante, la mirada de este sujeto, identitariamente conflictivo, además, le atribuye a los episodios del pasado toda una gama de propiedades que harán surgir esa alternativa teórica "para leer la Historia" antes mencionada.

Ahora bien, este diseño no depende sólo de la expresión lingüística, sino que a la vez exige, por su propia naturaleza, la intervención de otras voces y otros códigos. Por ello, en un correo que dirige a un personaje con quien parece sostener una relación de pareja, "Ă" propone:

Gracias, mi amor, por ese primer bosquejo genealógico, me va a servir de mucho. Lo iré rellenando y te lo enviaré de vuelta para que lo montes en forma en tu programa. Por ahora creo que me conviene elaborar un mapa inicial de desplazamientos de los diferentes miembros de la familia para orientarme en el contenido de las cartas, ¿no te parece? (p. 55).

Asimismo, señala:

no me queda más que suplicarte que me diagrames también un mapa de desplazamientos. En cualquier caso, sí empiezo a vislumbrar los personajes que se destacan como importantes y los que puedo dejar de lado, al menos por el momento. Román, en primer lugar, por la prolijidad de su escritura; el viejo Mauro, fundador de la estirpe y "representante máximo de la problemática del cacao", que es supuestamente el origen y sentido de todo esto; Eugenia, la madre, destinataria de buena parte de la correspondencia; Antonio, cuyas cartas a Román deberán ser la clave de la década de los treinta; Paola, la tercera de los hermanos porque es, de las mujeres, prácticamente la única que escribe, y porque su diario es el solo testimonio que conserva cuando cesa la correspondencia cruzada (pp. 57-58).

Al revisar estos fragmentos, se hace obvia la presencia de cuando menos tres lógicas que atraviesan la nueva propuesta de lectura. Por un lado, se podría hablar de la lógica de la diferencia, que pasa por el reconocimiento de más de un modo de producción de la subjetividad. Ciertamente, parece haber en esta novela una resistencia casi absoluta a asumir que existe algo de auténtico o de original en las identidades; sin embargo, la incompletitud de las mismas no las convierte en superficies anárquicas, sino en redes obligadas a captar y a reconstituir las experiencias y los diálogos con los que se enfrenta. Ante lo cual, resulta indispensable conocer –o, al menos tratar de sistematizar– los desplazamientos físicos y simbólicos que lleva a cabo cada personaje, para mapear sus diversos procesos intersubjetivos y, por medio de ello, encontrar parte de la especificidad de cada voz.

De igual forma, dado que la identidad –al menos en este caso– es leída por "Ă" como un efecto temporal y finito, el conocimiento del "aquí y el ahora" de cada uno de los personajes reconstruidos en su proceso de investigación, se tornará imprescindible para pensar las individualidades desde más de una diferencia. Al tratar de reconocer a cada uno de los corsos radicados en Venezuela desde su posicionamiento socioeconómico, su nivel de formación, su género o la actividad laboral que desempeñaban, la protagonista de Bajo las ruedas del tiempo deslindará estas reflexiones de la división nítida de la población que suele presentar la historiografía.

Esta propuesta conduce a la segunda de las lógicas en juego: la de la individualidad. La incapacidad de leerse y escribirse como una estructura simple, semejante a la del hombre central del humanismo –es decir, a un varón, ilustrado, racional e higiénico– hace del sujeto de la enunciación cimentado en la novela, un narrador polimorfo. Pues si bien, hay un abandono –o cuando menos un replanteamiento de la centralidad discursiva– "Ă", inevitablemente, se apodera de la maquinaria de producción de identidades y, algunas veces incluso en el proceso de descripción de los cuerpos, acaba por describir la naturaleza de cada uno de los personajes que halla y/o exhibe en su indagación. La delineación de los atributos definidores de cada subjetividad que la protagonista presenta, le permite a ella, desde la distancia temporal, articularse como individuo.

El conflicto remite entonces a la lógica de la temporalidad, el tercer sistema de pensamiento en juego. Si sólo en el instante en que "Ă" escribe existe en condición de autora, su identidad bien pudiera ser comprendida como un proceso temporizado; no obstante, el contenido de su discurso juega también un papel fundamental que evoca –de algún modo– la escisión nacida entre la unidad del sujeto y la unidad del tiempo. El "aquí y ahora" de la voz narrativa y el "aquí y ahora" de Román, el viejo Mauro, Eugenia, Antonio y Paola, se han filtrado recíprocamente, por tanto, el mapa territorial presentado por Vincenti acabará por constituirse al margen de la sincronicidad.

A partir de aquí se establece la "sobrehistorización" de la identidad como vehículo para negociar con el pasado y así conseguir un lugar simbólico en el imaginario nacional. En este caso concreto, tanto la lógica de la diferencia como la lógica de la individualidad se construirán desde un cruce de temporalidades, que se verá potenciado con la búsqueda de una memoria propia, compuesta por los personajes que escriben. Por ejemplo, al leer una de las cartas que Román Salvini dirige a su padre, "Ă" le escribe a Viviana:

Sólo de vez en cuando [Román hace] una mención a otras dimensiones del lugar: las ruinas romanas en la Arena (donde ahora se hacen festivales de Jazz), por ejemplo, o el hechizo de la mezcla de estilos en la vielle ville con sus tonos provenzales, genoveses, medievales, barrocos: "no te imaginas papá, cuánto desearía ir ahorita mismo a curiosear tantas cosas que hasta ahora creo que no he apreciado". Pero esta carta, dirigida al padre y en ocasión de que alguien le prestó un libro sobre la historia de Niza y la intervención de Bonaparte, que era el ídolo del viejo, es prácticamente una excepción. De resto, están llenas de asalto de la cotidianidad. Ni siquiera muestra el más mínimo interés en una ciudad como Aix, repleta de historia, de cultura, de preciosa arquitectura y jardines extraordinarios (p. 71).

Resulta sugestivo que, cuando ya ha sido perfilada la saga con la que trabajará la investigadora social, "Ă" no sólo modifique el método y el soporte teórico de la reconstrucción histórica, sino que también se dé cuenta de que la materia memorable siempre ha sido plural y heterogénea. De hecho, la queja que atraviesa este fragmento y que cuestiona el predominio de lo íntimo por encima de lo político, va a servir como un anticipo de lo que será el relato de un viaje epopéyico realizado por la protagonista. Una aventura donde la ciudad de Nueva York se verá reducida a una casa, un intercambio afectivo y una lectura a solas de un texto inédito. Es decir, de algún modo esta referencia a Román devela la misma mutación del objeto de la Historia que "Ă" mostrará en su proceso de investigación.

Ahora bien, aunque la reconstrucción y fijación de su "aquí y ahora" ejecutadas por Román parezcan gestos aislados en el proceso de investigación que lleva a cabo "Ă", también podrían ser entendidas como un síntoma de la movilización de la historiografía escenificada en la novela. Establecer como fuente de conocimiento del pasado, a un personaje con un discurso contraintelectual, relativista y más retórico que pragmático, simplifica la remembranza como práctica y, por eso mismo, facilita el proceso de negociación con sus resultados. Desde esta perspectiva, resulta verosímil que los sentidos del pasado se hagan presentes en casi cualquier plataforma discursiva: diarios, cartas, libros y, algunos años después, correos electrónicos y notas al margen de los primeros textos.

Del mismo modo, esta imposibilidad para fijar el pasado en una única fuente y, lo que resulta más llamativo, la sentencia de que también hay historia en el espacio privado, da pie a que la protagonista argumente a favor de la flexibilidad de la experiencia. Con ello, Vincenti consigue minar la legitimidad de cualquier técnica o conocimiento positivo como medio para buscar una identidad cultural, nacional o genérica. La propuesta de una rememoración antidisciplinaria pasará entonces por la enunciación del presente desde la pregunta y no desde la respuesta, desde la intimidad –por aburrida que parezca– y no desde lo público, lo que dejará al descubierto la presencia de más semejanzas que diferencias entre los distintos momentos de la Historia nacional.

Este episodio constituye entonces una suerte de autoflexión: en la misma medida en que "Ă" renuncia a escribir un análisis de la cultura venezolana, asociado al cacao como bien mercadeable, y privilegia –como materia de estudio– a la subjetividad generadora los significantes que trascienden el tiempo y llegan a sus manos, es capaz de percibir a su alrededor una serie de registros que hasta entonces le resultaban intangibles, escrituras como las de Román Salvini que la ayudan a pensar formas otras de intercambio social. Nexos tan particulares e individuales que la obligan a renunciar a la generalización del conocimiento y la invitan a emplear la narración como herramienta expresiva.

Uno de los vínculos más explícitos se pone de manifiesto cuando, en un trayecto semejante al sufrido por "Ă", Román Salvini también se descubre ante sí mismo y ante la mujer que lo reconstruye, como un escritor: un hombre que deseaba "dedicar su vida a escribir poesía" (pp. 132). Precisamente, en ese viaje a Nueva York que realiza la protagonista y cuyas horas también recupera "llenas de asalto de la cotidianidad", relata:

En una de ésas, distraída mirando los títulos de una mesa de libros usados, llama mi atención un nombre: Román Salvini ¡Una obra escrita por MI Román Salvini Mayobre !!! ( ) Está escrita en francés y fue publicada en 1949 por la editorial Lucarne de París. Es un libro hermoso: papel de cebolla encuadernado en color vino, con ribetes dorados en el lomo y un listón jaspeado en la tapa delantera donde va el nombre del autor y el título: Un château en Espagne: una novela. Escrita, según las fechas anotadas en la última página, entre septiembre de 1927 y noviembre de 1928 (pp. 213-214).

Posteriormente, se pregunta:

¿Por qué no la menciona en ninguna de sus cartas?¿Por qué hay referencias sólo a los poemas? ¿Por qué al menos Paola no da noticia de ella? Me tienta hurgar en su diario pero me contengo (con esfuerzo ), será más adelante (p. 214).

En este episodio de la novela, se produce un movimiento envolvente que no sólo abarca a "Ă" y a Román, sino que también pareciera apuntar hacia la figura de la autora de Bajo las ruedas del tiempo. Ciertamente, la protagonista –quien se encuentra enclaustrada y, por tanto, a salvo de cualquier prescripción social– ya se ha planteado la posibilidad de "narrar" su identidad y su pasado; no obstante, hasta este momento de la obra, ella ha sufrido una serie de cuestionamientos provenientes de su entorno, sin duda equiparables a los que habían recaído sobre Román Salvini. Todo ello, unido al hecho simple de que tanto "Ă" como el escritor de Un chateau en Espagne gozarán –desde la emergencia de la obra en Nueva York– de la condición doble de autores y personajes, devela un guiño abierto de apropiación.

Tanto Román como "Ă" se posesionan de todos los prejuicios en torno a la narración de las identidades –como la falta verdad, el carácter improductivo o la imposibilidad de producir conocimientos– para transformarlos en marcas comunitarias. En rasgos que si bien pudieran ser entendidos como "inadecuados" desde los espacios de poder estatal, sirven para cohesionar ciertos ejercicios de rememoración ejecutados en esta novela. Al tiempo que podrán ser usados para que los autores reviertan la funcionalidad del marcaje y sobrevivan gracias al mismo.

Hay pues una ilusión estratégica de autodefinición, que renuncia a las instituciones –familiares, etarias o de género– encargadas, tradicionalmente, de proveer las señas de identidad y –en la misma medida en que todos, incluso Paola, la mujer escritora, omiten los registros narrativos– reemplaza la repetición encargada de moldear y sostener a las diversas subjetividades, por desobediencias productoras de nuevas leyes. Un gesto cargado de rebeldía que, pese a serlo, no atenta del todo con la centralidad discursiva ni de "Ă" y ni de Salvini, pues no llega a desprenderse de la lógica legislativa regente en la modernidad.

El movimiento consiste en engendrar una posición desde donde decir colectivamente, un lugar que les diera nombre y posibilidades de trascender; no obstante, a medida que "Ă" se aboca más a la creación de esta plataforma narrativa, su individualidad va mermando, ella se proclama incapacitada para comprender su entorno político y social inmediato y, en una suerte de inversión especular, comienza a enrarecer a sus narratarios. En los últimos apartados de la novela, los personajes-narradores de Bajo las ruedas del tiempo se perfilan como centro discursivo y desplazan hasta el lugar indiferenciado de la comunitas, al resto de los actantes que los rodean.

El primer mecanismo de defensa desplegado por "Ă" consistirá en buscar a quienes exhiben de su propia marca –"Me llamo a la realidad (¿cuál?). Joaquín, amigo, su pudieras hablarme. Viviana Lorenzo Nicolás Ricardo. No los encuentro ¿Paola? ¿Román?" (p. 475)– para luego, en el último párrafo de la novela, confesarse sujeto errante, incapaz de dar cuenta de sí mismo dentro de una nación que se ha desdibujado:

Querida yo: ¿me escuchas? ¿Estás ahí?

¿Por qué no me veo? ¿Me estaré volviendo ciega, loca, enferma, lúcida, imbécil, vidente, torpe? Debo escoger.

Esta noche me voy a encontrar con José Luis Navarro y tengo que decidir cómo lo voy a tratar, qué identidad le voy a dar. Pero sobre todo tengo que definir cómo me voy a comportar yo, quién voy a ser para él. Qué narrativa voy a elegir. Y mañana se lo contaré todo a Ricardo corazón de león y le entregaré la versión definitiva de la novela de Viviana, lista ya para probar suerte editorial. Un beso y hasta pronto, "Ă" (p. 476).

Este fragmento si bien llama más a la suspensión que al cierre de la propuesta en torno al pasado y a la identidad establecida por Carmen Vincenti en Bajo las ruedas del tiempo, también trasluce algunas propuestas firmes de la autora con respecto a la Historia como disciplina y a la desaparición del sujeto histórico. En principio, el desplazamiento de la protagonista desde la centralidad de las Ciencias Sociales hacia un viaje en busca de un "yo" y la conciencia de tener a mano miles de posibilidades de ser, la edifica como una subjetividad de "intereses especiales"4. Como un ente con la flexibilidad necesaria para elegir a cualquier colectivo de los que integra –expatriados, mujeres, escritores o investigadores, por sólo dar algunos ejemplos– y producir una genealogía que soporte su identidad.

De la misma forma, la autora establece que esta movilización permanente de las individualidades puede crear algunas tensiones, pues en la construcción del personaje reitera que las limitaciones del conocimiento –particularmente de aquel que porta y (com)porta subjetividades–, no se instituyen como consecuencia de su teorización, sino del ejercicio –y, por extensión, de los intereses– de quienes ocupan los espacios de poder simbólico. Así pues, la universalización nunca pasará de ser un decreto, mientras que la singularización emergerá cada vez que se traslade el "ser" al espacio del "hacer".

Finalmente –aunque en muchas ocasiones, ni la literatura, ni el privilegio de los documentos no oficiales, ni el replanteamiento del archivo consigan demostrar la parcialidad del conocimiento positivista-, en esta novela se exponen una gama de herramientas útiles para contestar las verdades públicas y proponer una postura construccionista de la Historia, una concepción del pasado ante el cual sí es posible posicionarse. Por ello, más que afirmar la representación de un sujeto histórico socavado o de una individualidad colapsada, Vincenti visibiliza un(a) intelectual alternativo(a), generador(a) de una praxis necesaria y fiel a una parcialidad voluntariamente elegida.

Notas

1 Carmen Vincenti nació en Caracas en 1943, es profesora jubilada de la Universidad Simón Bolívar desde el año 2001. Sus textos de investigación literaria fueron firmados con el nombre de “Carmen Bustillo” y entre ellos se encuentran Barroco y América Latina: un itinerario inconcluso (Monte Ávila editores, 1990), reeditado en el año 1997 junto al ensayo “Barroco y postmodernidad”; El ente de papel (Vadell Hnos. 1995); La aventura metaficcional (Editorial Equinoccio, 1998); y Una geometría disonante. Imaginarios y ficciones (eXcultura, 2002). La publicación de este último texto se solapó con la aparición de sus dos primeras novelas: En cristales de cuerdas de arena (Memorias de Altagracia, 2000); y La sombra como siempre detrás de sí misma (Alfaguara, 2001); posteriormente, siendo ya reconocida como novelista, salieron a la venta La noche oscura del alma (El otro el mismo, 2005); Cuentos de seducción (Ediciones Panamericana, 2005); Las muñecas y el Moloch (El otro el mismo, 2006). En el año 2008, publicó su libro Cuento de cuentos (Editorial Equinoccio) y la novela que aquí nos ocupa.

2 Los comentarios en torno a Bajo las ruedas del tiempo aquí aludidos aparecen en la contraportada de la primera edición del libro (Editorial Mondadori, 2008), pues –quizás por tratarse de un texto de reciente aparición– no fue posible encontrar estudios pormenorizados en torno al mismo.

3 En su texto, La comunidad que viene (1996), Giorgio Agamben establece que “La antinomia entre lo individual y lo universal tiene su origen en el lenguaje. La palabra árbol nombra de hecho a todos los árboles, indiferentemente, en cuanto supone el propio significado universal en lugar de los árboles singulares inefables (terminus supponit significatum pro re). Por tanto, la palabra transforma la singularidad en miembro de una clase, cuyo sentido define la propiedad común (la condición de pertenencia)” (p. 13). A partir de esta propuesta, podrá afirmarse que si bien la protagonista construida por Carmen Vincenti renuncia a su nombre de pila y, con ello, pareciera apartarse de cualquier codificación que pueda integrarla a una clase, posteriormente, incorpora en su comunidad virtual un grupo voluntariamente elegido de aliados, hecho que trasluce el poder que le adjudica el manejo de la palabra.

4 La categoría “intereses especiales” es tomada de Peter Burke, quien en su texto El auge del libro de referencia en Europa, 1500-1800, reflexiona sobre el contenido y la función del libro en el proceso de construcción de la Historia en Europa. Sugiere que ante los primeros intentos de totalizar el saber –como las enciclopedias o los diccionarios– aparecieron algunos textos especializados: “comenzó con el objetivo de convertirse en universal, al menos en el campo universitario (la Biblioteca Universales de Conrad Gesner ilustra este objetivo). Así, se produjeron las bibliografías nacionales, como la Bale en Gran Bretaña, La Croix y Sorel en Francia, Freher en Alemania, Schott y Antonio en España. Poco después llegó el auge de las bibliografías temáticas, organizadas en categorías como teología, leyes, medicina, historia y política. ¿Cuál era el público para esos libros? Es más realista pesar en términos de públicos múltiples, desde el momento en que los mismos libros llevaron signos en las cubiertas y en cualquier parte que los editores quisieran dirigir a grupos de intereses especiales, grupos como abogados, médicos o mujeres (…) Se han descubierto alrededor de un millar de manuales para comerciantes impresos antes de 1600” (p. 20). Es decir, para Burke, la especificidad contenida en la temática de ciertos libros obedecía a la necesidad de producir identidades y perfiles sociales determinados, con lo cual, en el caso de Bajo las ruedas del tiempo, este movimiento cumpliría una doble función: repensar el mapa subjetivo nacional que circundaba a la mujer intelectual del año 2002 y la autoinscripción de un sujeto ilustrado con “intereses especiales” en el imaginario y la puesta en escena del mapa social que ha diseñado.

Referencias

1. Agamben, G. (1996). La comunidad que viene. Valencia, Pre-textos.        [ Links ]

2. Barthès, R. (2005). La cámara lúcida. Barcelona, Buenos Aires, México, Paidós.        [ Links ]

3. Britto García, L. (2004). La vitrina rota. Narrativa y crisis en la Venezuela contemporánea. En Kohut; K. (ed.) Literatura venezolana hoy: historia nacional y presente urbano, pp. 37-66, Caracas, Fondo Editorial de Humanidades y Educación. Vicerrectorado Académico. Universidad Central de Venezuela.        [ Links ]

4. Burke, P. (2002). El auge del libro de referencia en Europa, 1500-1800. En VVAA, Transmisión de conocimientos de la Historia. Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca.        [ Links ]

5. Saraceni, G. (2008). Escribir hacia atrás. Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora.        [ Links ]

6. Spivak, G. (1998). ¿Puede hablar el sujeto subalterno? En Orbis Tertius, 6, 174-232.        [ Links ]

7. Vincenti, C. (2008). Bajo las ruedas del tiempo. Caracas, Literatura Mondadori.         [ Links ]