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Gaceta Médica de Caracas

versión impresa ISSN 0367-4762

Gac Méd Caracas v.109 n.4 Caracas oct. 2001

 

Los índices económicos, la calidad de vida y los estudios

del crecimiento y desarrollo de poblaciones humanas

Dr. Hernán Méndez Castellano

Individuo de Número

La ciencia de la economía ha dedicado ingentes esfuerzos a la construcción de modelos —Teoría Económica— que permitan explicar el desempeño económico. La intención declarada es que dichos modelos den origen a procesos metodológicos que conduzcan a la construcción de variables e indicadores —Econometría— que permitan medir, con algún grado de precisión, los resultados económicos. Esto permite que dichos resultados sean comparables, longitudinalmente, a lo largo de la historia económica y transversalmente, al contrastar las economías de los diferentes países.

Una contribución importante de la Economía es obviamente el proporcionar herramientas para la planificación económica, enmarcada ésta, dentro de un modelo proporcionado por la Teoría Económica. De importancia es también su aporte a la construcción de variables de predicción que permitan avizorar posibles crisis coyuntrales y atenuar el impacto de las mismas sobre la economía.

Dentro de este contexto las llamadas variables macroeconómicas, son un medio para medir el desempeño actual de una economía determinada e inferir el comportamiento futuro de la misma. Sin embargo, la frecuencia de estos aciertos, no es, todo lo alta que los economistas desearían. El tramado complejo de las relaciones entre las diferentes economías nacionales, conocido hoy como el fenómeno de "la globalización", conspira para que a despecho del progreso de la ciencia económica, las predicciones y las políticas basadas en ella, no tengan el éxito deseado.

Un fenómeno interesante de estudiar es aquel que se presenta, en los llamados "países emergentes", cuando se aplican políticas diseñadas desde los centros internacionales de planificación financiera; léase en el caso venezolano FMI, BM, y BID. Independientemente del resultado de estas políticas, las condiciones sociales y la calidad de vida, de la población objeto de dichas políticas, se deteriora. Si bien fue cierto en el pasado que un crecimiento económico de determinado nivel, durante un período lo suficientemente prolongado, trae inexorablemente como consecuencia un "'aumento del nivel de vida de la población'", no lo es más. Ejemplos cercanos en el tiempo dentro del entorno latinoamericano pueden ser analizados.

Adicionalmente comienza a aparecer el fenómeno de las economías que no crecen, o lo hacen forma marginal. Esto sucede aun en casos donde, de acuerdo a las variables macroeconómias, se podría hacer una predicción en contrario. En Venezuela hemos observado este último fenómeno durante las últimas conyunturas favorables petroleras. A despecho de lo esperado, una favorable balanza de pagos, un aumento significativo de las reservas internacionales y una balanza comercial positiva, no han generado un crecimiento considerable ni mucho menos un aumento tangible del bienestar general de la población.

Una primera inferencia podría ser la siguiente: la guerra a la pobreza es tan importante, que no la podemos dejar solamente en manos de la ciencia económica. El objetivo obvio de toda política es el ser humano; pero la complejidad del proceso de elaboración de la misma, nos lleva a perder de vista el objetivo y conformarnos con resultados un tanto abstractos para las mayorías, tal es el caso de las modificaciones porcentuales de las variables macroeconómicas.

Por años los profesionales de la salud, la educación y los investigadores sociales nos hemos preocupado por llamar la atención del conjunto de la sociedad, con datos concretos, acerca de lo que se dio en llamar "desarrollo sin rostro humano" —desarrollismo—. A través de diferentes índices y variables profesionales e investigadores (en verdad luchadores sociales) alertaban al colectivo sobre problemas concretos y planteaban soluciones a los diferentes problemas. Los altos índices de morbilidad ocasionados por endemias como el paludismo, la gastroenteritis, la tuberculosis y otras enfermedades, movilizaron al país, a mediados del siglo XX, en una cruzada, en una virtual guerra, contra diversas plagas. El estado de postración era tal que en el resultado de dichas campañas sanitarias iba la supervivencia de Venezuela como nación. Este reto hizo que los programas de salubridad, que incluyen en ellos a la lucha contra la "enfermedad del analfabetismo", se constituyesen en sí mismos en proyecto político: los programas de vivienda rural, clocas y acueductos, las campañas de alfabetización, los programas de escolarización, de puericultura, fumigación, la construcción de escuelas, los programas de formación de maestros, entre otros, condicionaron la inversión pública durante muchos años, redistribuyendo en alguna forma los altos ingresos petroleros del Estado. Estos programas de intervención pública nos ha llevado alguna vez a decir que Venezuela sólo amanece al siglo XX al fundarse el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social a la muerte de Juan Vicente Gómez.

Para nosotros, los luchadores sociales, no todo termina con la consecución de mejores índices de salud y educación, bajos índices de mortalidad y morbilidad infantil, descenso en el índice de analfabetismo, mejoras sustanciales en las expectativas de vida, etc. Nuevos retos y metas se plantean: los niños que ahora no mueren reclaman una alimentación adecuada, los jóvenes que no perecen de paludismo reclaman empleo, los noveles lectores otrora analfabetas reclaman acceso a niveles educativos, cada vez mayores, que le permitan una adecuada profesionalización. Todos reclaman su boleto en el tren de la movilidad social.

La nueva lucha, la "nueva guerra" es más difícil de planificar. No es fácil sensibilizar al país y a la sociedad en su conjunto contra el nuevo enemigo: el hambre oculta, las carencias culturales, la desigualdad de oportunidades, no encuentran su novelista. "Las casas muertas" del hambre oculta no han sido escritas.

El papel entonces de los investigadores sociales durante estos años se hizo más importante y necesario para la sociedad; la lucha por una orientación adecuada del gasto público se constituyó en una batalla permanente por la supervivencia de la población venezolana. Una adecuada redistribución del ingreso es el nuevo paradigma por el que se combatía y se combate.

Para librar adecuadamente esta batalla los investigadores sociales carecían de una herramienta fundamental:

Un índice, un conjuto de variables que permitiesen confrontar los resultados expuestos por la economía sobre la marcha de la sociedad. A PNB, INB ingreso per capita, etc., había que oponer una variable, un índice que nos permitiese destacar el deterioro social, las carencias culturales; medirlos y plantear metas sociales en función de mejoras en la calidad de vida. Una economía dirigida al ser humano con una adecuada redistribución del ingreso.

Es esta inquietud la que lleva a un grupo de investigadores sociales a plantear, en la Venezuela de 1975, un estudio de crecimiento y desarrollo humanos. Este estudio inspirado en la naciente ciencia de la auxología iba más allá de ella y planteaba la necesidad de realizar un estudio completo sobre crecimiento y desarrollo humanos. Este proyecto de investigación, pionero en el ámbito mundial, se convirtió en el primigenio y auténtico Proyecto Venezuela, que luego vio pirateado su nombre por una facción política. Para la realización de este estudio se constituyó la fundación FUNDACREDESA, como un centro de estudios de población.

Esta visión integral de los grupos de población, estudiados desde un punto de vista biológico, educativo, psicológico y dentro de un determinado ambiente, constituyó una novedad planetaria. En 1978 investigadores venezolanos introducen el concepto de medir el desarrollo humano. Sólo en 1990 los organismos de la ONU comienzan a hablar de crecimiento y desarrollo humanos.

Los proyectos se hicieron realidades y luchando siempre contra las insuficiencias presupuestarias, dirigiéndose siempre a la conciencia social del colectivo, los investigadores lograron desde el primer estudio piloto realizado en Carabobo en 1978, culminar en 1985 el estudio nacional de crecimiento y desarrollo con una muestra de 65 000 sujetos. La magnitud del trabajo tuvo una importancia singular porque permitió elaborar patrones biológicos, de importancia desde el punto de vista científico y sanitario. Esa inmensa radiografía integral de la población venezolana permitió a los investigadores desarrollar una metodología propia, el ansiado "índice de calidad de vida" que los investigadores sociales siempre habíamos buscado.

Las cualidades buscadas del índice son las siguientes:

• Está basado en procedimientos empíricos.

• No se afecta por la inflación: permite su uso en forma longitudinal.

• Facilidad y bajo costo en su aplicación.

• Representa una visión integral del concepto de calidad de vida.

• Muestra y mide las consecuencias de la desigual distribución del ingreso por estratos sociales.

El método desarrollado —Graffar-Méndez Castellano— fue validado durante el curso de la investigación nacional de crecimiento y desarrollo y ha sido usado en el estudio "Condiciones de vida de la población venezolana", realizado anualmente, en forma continua e ininterrumpida desde 1989 a la fecha. Con la salvedad, que por razones presupuestarias se ha visto limitado, en algunas ocasiones, a las principales ciudades y en otras, al Área Metropolitana de Caracas.

La colección de los diferentes estudios anuales de condiciones de vida constituye un verdadero estudio longitudinal sobre la calidad de vida de nuestra población. En él se muestran los altibajos de las condiciones de vida de nuestra población, afectada por los factores económicos y sometida a los recurrentes "ajustes" recetados por los organismos internacionales.

Un valor de esta base de datos es que muestra de manera tangible y cuantificable las diferencias sociales, ya que la muestra es estratificada con el método Graffar-Méndez Castellano. Las consecuencias directas de la desigual distribución del ingreso y la consecuente desigualdad de oportunidades se hace evidente. El impacto negativo de las políticas del estado es mensurable en términos de calidad de vida. El despilfarro del gasto público social se mide igualmente en términos de su falta de efecto sobre el conjunto de variables que constituyen el estudio.

Si bien, para los investigadores de FUNDACREDESA, ha sido gratificante él haber podido luchar y sobrevivir en condiciones adversas, no lo es menos, que como luchadores sociales, nuestra frustración ha sido inmensa. El saberse reconocidos nacional e internacionalmente no es un verdadero logro para luchadores sociales que pretenden cambiar positivamente el ambiente en donde se desenvuelven. Aun cuando se había logrado esta vez confrontar con éxito las cifras de los "econométricos", no se pudo lograr inducir cambios importantes en las políticas del Estado.

Se han creado grandes expectativas sobre la oportunidad que significa el aprovechar el gran proceso de transformación que vive el país, para contribuir a introducir cambios en las políticas desarrolladas por el Estado. El más importante de estos cambios sería en la manera de autoevaluarnos y establecer las metas y objetivos sociales y económicos, de la acción de gobierno. Sólo esto permitiría un verdadero crecimiento y desarrollo humanos.

Si bien, el uso de los diferentes índices de calidad de vida y de pobreza usados por los organismos internacionales es a veces imprescindible, como consecuencia de la interacción de Venezuela con dichos organismos, no hay que perder de vista la necesidad de adoptar un método integral, que refleje nuestras propias metas y valores. Si estas son vencer la desigualdad social, mejorando la redistribución del ingreso, debemos medir con precisión la marcha de nuestros programas, de manera que los recursos siempre escasos puedan ser usados eficazmente en lograr nuestras metas, no las de otros (organismos internacionales, por ejemplo).

El mayor éxito del proceso de cambió sera el de lograr garantizar la movilidad social. Sólo una sociedad que suministre a sus miembros, especialmente a los niños y jóvenes en proceso de crecimiento y formación, una alimentación adecuada, acceso a la educación y bienes culturales y atención apropiada podrá realizar en alguna medida la tan deseada igualdad de oportunidades. Un pueblo educado y sano será indudablemente, capaz de realizar una actividad económica creciente y próspera. El reto de toda sociedad es el de gerenciar los recursos financieros que permitan el desarrollo en condiciones adecuadas de las nuevas generaciones. Esta carga económica, para la Venezuela actual, se ve aliviada por los ingresos petroleros. El éxito económico sólo será una consecuencia del éxito en impulsar el crecimiento y desarrollo humano: son los seres humanos sanos y aducados los que promueven grandes empresas con su trabajo eficiente.

Nuestra propuesta en forma sucinta es la de adoptar una metodología probada por 25 años en investigación de campo, para medir el impacto de los programas sobre la población y aprovechar la información acumulada sobre movilidad social, para imponernos metas concretas expresadas en términos de calidad de vida, de crecimiento y desarrollo humanos, de movilidad social y de desarrollo de una conciencia nacional.