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Gaceta Médica de Caracas
versión impresa ISSN 0367-4762
Gac Méd Caracas v.111 n.2 Caracas abr. 2003
Academia y medicina 2002*
Juan Ramón de la Fuente**
*Discurso de apertura del CXXXIX año académico. Febrero 6, 2002.
**Presidente de la Academia Nacional de Medicina.
Correspondencia y solicitud de sobretiros: Academia Nacional de Medicina de México, Bloque "B" de la Unidad de Congresos del Centro Médico Nacional Siglo XXI IMSS. Tel: 5782044.
Por su importante contenido consideramos oportuno reproducir el discurso del Dr. Juan Ramón de la Fuente, Presidente de la Academia Mexicana Medicina. Agradecemos al Dr. Oscar Agüero el envío del documento tomado de la Gaceta Médica Mexicana.
Hace 138 años, apenas cuatro décadas después de haberse consumado nuestra Independencia, un puñado de médicos visionarios tomó la iniciativa de crear un organismo que contribuyera al progreso de la nación mediante el estudio y la difusión de los avances en el campo de la medicina. Así surgió la Academia Nacional de Medicina, en un país inestable que transcurría entre luchas intestinas y asaltos extranjeros.
Si la creación de la Academia en ese contexto fue una verdadera hazaña, más lo ha sido la capacidad que ha tenido para preservarse, y erguirse, por méritos propios, como la institución con mayor prestigio y autoridad en el ámbito de la medicina mexicana.
La fortaleza de la Academia dimana de la calidad profesional y humana de quienes la conforman, de su autonomía, del rigor intelectual con el que analiza los asuntos que en su seno se dirimen, de la independencia con la que emite sus opiniones y juicios, y de las contribuciones que sus miembros han hecho a lo largo del tiempo en los campos de la educación médica, la investigación científica, la salud pública y el ejercicio de la profesión.
La Academia es Órgano Consultivo del Gobierno Federal, es reconocida internacionalmente, y es nacional, no sólo por su cobertura territorial que cada vez es mayor- sino porque siempre ha estado al servicio de la nación mexicana.
Por todo ello, por lo que la Academia ha sido pero, sobre todo, por lo que la Academia significa, reconocemos la presencia del Presidente de la República en este recinto, no como un simple ritual sino como una muestra clara, que mucho valoramos, de su disposición a escuchar las voces de los académicos, sus preocupaciones y sus propuestas.
En el curso de la vida profesional de la mayoría de quienes somos miembros de la Academia, la medicina ha experimentado cambios más extensos y profundos que en cualquier otra época de su historia.
En el cuidado de la salud, el péndulo osciló de lo individual a lo social; del énfasis en la curación al énfasis en la prevención; del ciudadano y la comunidad como sujetos pasivos a su participación activa cada vez más informada y exigente.
En el ámbito de la medicina clínica, el laboratorio mucho más sofisticado y preciso, el mundo de las imágenes dinámicas y reconstituidas, y los refinamientos de la cirugía cada vez menos invasiva, son algunos de los avances que han enriquecido sustancialmente los recursos de los que dispone el médico.
Sin embargo, nada ha sido ni será tan trascendente como el desarrollo de las nuevas disciplinas emanadas de la biología molecular. Me refiero sobre todo a la medicina basada en el estudio de los genes y de las proteínas.
La posibilidad de reparar órganos enfermos mediante su regeneración biológica representa un avance formidable.
Lamentablemente, más por ignorancia que por mala fe, se ha desatado una tempestad absurda en torno a la clonación terapéutica que ciertamente es distinta de la clonación reproductiva. Clonar para generar tejidos útiles, para hacer crecer nuevos vasos sanguíneos en un corazón afectado, para crear órganos que puedan reemplazar a los que están dañados, debe ser permisible y su desarrollo debe alentarse, no inhibirse. La ciencia es nuestra aliada no nuestra adversaria. Por supuesto, habrá que seguir afinando los aspectos éticos y legales que nos permitan tener un marco adecuado para la operación correcta de estos desarrollos.
Por otro lado, los nuevos fármacos provenientes del estudio cada vez más sistematizados de los 40 mil genes o de los millones de proteínas que de ellos se derivan, empiezan a mostrar ya sus beneficios extraordinarios. No hay duda, se trata de fármacos más seguros, más poderosos, más selectivos y también más costosos. Esto último es un problema serio.
Los altos costos de todos estos avances constituyen una barrera que amenaza con acentuar todavía más las diferencias entre los países ricos que ya tienen acceso a ellos, y los países pobres. México no puede quedarse al margen de esta revolución biomédica.
En el contexto de la globalización en la que estamos inmersos, debe encontrarse la manera de que los países más poderosos y los organismos financieros internacionales, que son los que definen en buena medida la agenda económica mundial, establezcan también una agenda social, con compromisos explícitos para que la ciencia pueda contribuir a abatir las desigualdades que se han acentuado en los últimos años. Pero es igualmente importante que, a pesar de nuestras limitaciones económicas, no vacilemos en seguir impulsando el desarrollo de estos proyectos en nuestro país. Hay un compromiso de la Secretaría de Salud, del CONACyT, de la Universidad Nacional y de otras instituciones públicas y privadas para crear un Centro de Medicina Genómica. Frenar este proyecto aduciendo razones económicas sería un grave error, cuyo costo mucho más elevado- habrán de pagar las próximas generaciones de mexicanos. La medicina nunca más podrá ignorar a la biología molecular o quedará sepultada para siempre en el atraso.
Al lado de estos desarrollos tan trascendentes, hay que mencionar, así sea brevemente, otro avance importantísimo: la consolidación científica de la medicina preventiva, que implica no sólo la vacunación, en la que México ha sido desde hace varios años uno de los países que tiene mayor y mejor cobertura de vacunación infantil en el mundo, materia en la que habrá que profundizar para ampliar los esquemas vigentes y beneficiar también a la población adulta; me refiero sobre todo al valor incuestionable que tienen el ejercicio físico rutinario, una alimentación saludable, la abstención de sustancias altamente tóxicas y adictivas como el tabaco, el uso moderado del alcohol, la información y la protección necesarias para tener una vida sexual sin riesgos, en fin, todo aquello que hoy sabemos que permite que las personas se enfermen menos y que sigue siendo, desde el punto de vista de su costo/beneficio, la mejor inversión del Estado en sus políticas de salud pública.
A los nuevos retos como son la emergencia de ciertas enfermedades y el resurgimiento de otras que parecían ya controladas y no lo están, habrá que agregar nuevas amenazas que hoy se ciernen sobre nosotros como son el bioterrorismo y los graves problemas que enfrentan los servicios de salud públicos y privados por razones financieras, ante fenómenos tales como el envejecimiento de la población, la creciente prevalencia de las enfermedades crónicas y un proceso que mucho preocupa a los médicos: el intermediarismo entre quien presta los servicios y quienes los reciben, bajo el pomposo enunciado de «medicina administrativa», que no es más que una mala traducción del inglés de Norteamérica. Nuestros colegas de otros países ya se dieron cuenta de las consecuencias deplorables que tiene el que las decisiones médicas sean tomadas por otros, cuyo interés principal es ver cómo va el negocio y no cómo va el enfermo.
Concluyo: la Academia Nacional de Medicina es depositaria de un rico legado científico y humanístico que las generaciones han sabido preservar y acrecentar. Este legado constituye lo mejor de nuestra tradición médica, nutrida con el talento de sus miembros y su dedicación a la causa de la salud.
La Academia es un foro abierto a las diversas corrientes médicas y una tribuna para la crítica y la difusión de nuevos conocimientos. En ella tienen un sitio de honor quienes han impulsado a la medicina en nuestro país y han mantenido en alto sus valores inmutables, más allá de cualquier ideología.
La Academia procura, asimismo, mantener un equilibrio entre las innovaciones médicas y las necesidades e intereses de los enfermos, de los médicos y de la sociedad; un equilibrio en el que se decanta lo que objetivamente es un avance y se excluye lo que es superfluo y principalmente lucrativo. Son éstas algunas de las prendas que justifican cabalmente el respeto con que se le mira. (Gac Méd Méx Vol 138 Nº 3, 2002).