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Gaceta Médica de Caracas

versión impresa ISSN 0367-4762

Gac Méd Caracas v.113 n.4 Caracas dic. 2005

 

CONTRIBUCIONES HISTÓRICAS

José Gregorio Hernández, su faceta médica. (1864-1919)

Dr. Leopoldo Briceño-Iragorry

Individuo de Número

En el mundo médico venezolano no existe persona de la que se haya escrito más que de este ilustre trujillano; la exaltación de sus virtudes y la aureola de santidad creada en torno a su existencia, realizada por el fervor popular, groseramente abultado por los programas de cine, radio y televisión, han desfigurado la señera silueta del maestro, su vida y su obra, creando como un mito que poco armoniza con la realidad de su imagen de médico eminente, de reconocida santidad. Fue un hombre excepcional lo cual no lo eximió de defectos y por tanto de críticas, sólo Jesucristo estuvo exento de debilidades y flaquezas. El entusiasmo de sus apologistas transformados en hagiógrafos en lo que respecta a su espiritualidad, los han llevado al punto de deificar su vida, ignorando su condición humana y olvidando la responsabilidad de quienes escriben la historia; de ahí que su figura se nos presenta asfixiada por montañas de escritos, falsas anécdotas y huecas historietas, que habrá que arrojar lejos para obtener la verdadera imagen de su persona, y una estimación cabal de su obra y actuación especialmente como médico y docente, faceta a la cual me dedicaré en adelante, dejando su parte espiritual a otros más idóneos en la materia (1,2).

De la unión de Benigno Hernández y Manzaneda de una parte, y Josefa Antonia Cisneros y Monsilla de la otra, romántica unión de unos refugiados en el pueblito de Isnotú del Estado Trujillo, nace un hermoso niño a quien se dio el nombre de José Gregorio. Bautizado en Escuque por el padre Victoriano Briceño, fueron sus padrinos don Tomás Lobo y doña Perpetua Henríquez. Fue confirmado en 1867 por el señor arzobispo Juan Hilario Boset y apadrinado por el presbítero Francisco de Paula Moreno en el pueblo de Betijoque, cuya representación habría de llevar más tarde al Congreso de Municipalidades reunido en Caracas, en 1911. Aunque venido al mundo en humildes condiciones era de prosapia ilustre, de alcurnia y abolengo proveniente de linajudos solares cantábricos, una de cuyas ramas vino a Venezuela en el segundo tercio del siglo XVIII y echó raíces en la ciudad de Boconó (3-5).

Baja de la montaña a los catorce años y viene a Caracas a comenzar sus estudios en el Colegio Villegas graduándose de Bachiller en Filosofía en 1884. Relata el Doctor Villegas, fiel amigo de entonces y de siempre, que Hernández poseía un carácter taciturno y callado, serio y reflexivo, poco jugaba con sus compañeros y en los recreos prefería estudiar música y leer. Leía a Plutarco, Kempis y "La vida de los santos". Su primera vocación fue estudiar derecho pero su padre lo hace desistir y se decide por medicina; una vez decidido enrumba su mente por los caminos de la biología y no hay quien lo detenga, estudia con voracidad, como impulsado por una fuerza interior, llegó a poseer una cultura enciclopédica, era erudito y sabio, sometido a una recia disciplina; hablaba inglés, alemán, francés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología. Su formación científica fue sólida, labrada desde los primeros años de estudios médicos por maestros de gran talla, entre los que se contaban Adolfo Ernst y Adolfo Frydensberg.

Se doctoró en Medicina en la Universidad Central de Venezuela el 29 de junio de 1888; en esos días en presencia del Rector, como era costumbre sacó dos temas o ponencias que luego debía de desarrollar ante un jurado examinador, estos fueron 1º) La doctrina de Laennec, que asienta la unidad del tubérculo, frente a la escuela de Virchow, que sostiene la dualidad; y 2º) La fiebre tifoidea típica de presentarse en Caracas, es solo excepcionalmente. Curiosamente estas estaban relacionadas con enfermedades bacterianas, campo en el cual se verá centrada su profesión médica ulteriormente, ya que es considerado el fundador de la bacteriología en Venezuela.

Al graduarse se va a su tierra natal y allí recibe el llamado de uno de sus profesores, Calixto Gonzáles, quien mucho lo distinguía y apreciaba, para que regrese de inmediato a Caracas, pues lo había recomendado al gobierno para una beca de estudios en Europa. El presidente Rojas Paúl, por falta de médicos especialmente dedicados a la experimentación en 1889, decreta que, por cuenta del gobierno, se nombre al joven médico venezolano, de buena conducta y reconocidas aptitudes, para que se traslade a Francia, a estudiar teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental, con la asignación de seiscientos bolívares mensuales. Trabajó en los laboratorios de Charles Richet, (Premio Nobel 1913), fisiología experimental en la Escuela de Medicina de París que había sido colaborador de Etienne Jules Marey y a la vez discípulo del sabio Claude Bernard máximo exponente de la medicina experimental en Francia; con Mathias Duval histología y embriología y con el eminente Isidor Strauss que había sido discípulo de Emile Roux y Charles Chamberland quienes lo fueron a la vez de Louis Pasteur, bacteriología (4,5).

Terminados sus estudios en esa ciudad, solicita permiso y se traslada a Berlín a estudiar histología y anatomía patológica y seguir un nuevo curso de bacteriología. En París compró un laboratorio de fisiología por instrucciones del gobierno. Terminada con brillo y éxito su misión en Europa, regresa a la patria en 1891, y el gobierno de turno bajo el mando de Raimundo Andueza Palacios tomando en cuenta la adquisición del laboratorio por Hernández, decreta la creación de los estudios de histología, fisiología experimental y bacteriología, a cargo del mismo catedrático quien fungirá como director; simultáneamente es nombrado catedrático de las asignaturas y en noviembre en presencia del ciudadano rector Doctor Elías Rodríguez, toma posesión del cargo y presta el juramento de ley. Pocas personas para esa fecha podrían haber alcanzado tal grado de disposición para emprender esa amplia tarea científica. La cátedra de bacteriología fue la primera que se fundó en América.

Su obra cumbre en el terreno de la ciencia, aquella que lo coloca en el solio de los grandes maestros de la medicina nacional, fue su obra docente, la de maestro insigne que supo ser inspiración y símbolo para legiones de discípulos que enaltecieron su memoria llevando sabiduría, decoro y honestidad a todos los rincones de Venezuela. Es entonces, cuando comienza la enorme y fecunda labor del Dr. Hernández. Sus actividades son desde entonces múltiples, como variadas sus actuaciones. Supo ser a la vez, sin dejar de ser él mismo, científico connotado, profesor erudito, médico eminente y sapientísimo, investigador infatigable, filósofo profundo, artista de refinada sensibilidad, ciudadano intachable y sobre todo, hombre, de envidiables cualidades y excelsas virtudes. "Era un sabio casi niño" según Rísquez.

Este bien logrado conjunto de su peculiar personalidad, lo llevaron con sobrada razón, a ocupar puesto prominente entre sus contemporáneos y a dejar después de su muerte, una luminosa estela de imperecedera recordación. Las diferentes y variadas facetas de su proteiforme personalidad, hacen de su vida un raro complejo, preñado de no pocas interrogantes; pero en medio de esa complejidad, Hernández se presenta siempre uno mismo, en la fina agudeza de su ingenio y en la permanente ejemplaridad de su conducta, sin cambios acomodaticios, hipocresías, ni mentiras. Fue siempre un gran sincero, tanto cuando investiga los misterios del mundo infinitesimal, como cuando responde tajante sin evasivas: "Yo soy creacionista", a la formal encuesta académica de Razetti, acerca de la teoría del transformismo en el origen del hombre y la evolución de las especies. Fue siempre adversario sincero y declarado de la doctrina evolucionista, cuyos postulados, por demostrativos que fueren, no aceptó nunca como verdades confirmadas. Adscrito fielmente a la tradición bíblica, no creyó nunca en la evolución y transformación sucesiva de las especies; fue creacionista en el sentido más amplio de la palabra y jamás admitió transacción alguna entre las demostraciones de la ciencia, especulativa o experimental, y la palabra sagrada de los profetas, por cuya voz se trasmitió a la humanidad la revelación divina y la historia original de los seres que hoy viven en la tierra.

Dr. José Gregorio Hernández. Boceto de la pintora Magda Andrade

Considerando en la historia de los estudios médicos en Venezuela tres fechas importantes, diremos que Lorenzo Campins y Ballester en 1763 funda la primera cátedra para la enseñanza de la medicina en la entonces Real y Pontificia Universidad de Caracas; en 1827 Vargas crea nuestra Facultad de Medicina y, en 1891 funda Hernández los estudios experimentales de forma científica. Es con él cuando comienza la verdadera docencia científica y pedagógica, a base de lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. Introdujo el microscopio y enseñó su uso y manejo; coloreó y cultivó microbios; hizo conocer la teoría de Virchow. Fue además, un gran fisiólogo y un biólogo eminente, pues conocía a fondo la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal. Las aplicaciones prácticas de esas experiencias, las supo poner al servicio de la finalidad suprema de nuestro arte, que no es otro que curar enfermos y proteger la vida.

Fue también por temperamento e inclinación, un verdadero filósofo. De carácter reflexivo, poseedor de un espíritu selecto, con admirable sentido crítico y pensador de alto vuelo, sintió siempre honda preocupación por los grandes problemas humanos. Su contribución humanística quedó plasmada en su obra Elementos de Filosofía (1912), en donde expone la visión personal que tenía sobre el mundo y sobre las relaciones que vinculaban a los hombres entre ellos y con el Ser Supremo. A la vez la obra representa un testimonio sobre las reflexiones más íntimas del autor.

Era investigador por vocación. Su metodología científica y su curioso espíritu, siempre ávido de la verdad, lo llevaron desde un principio, al campo de la experimentación. Comienza por comprobar los hechos aprendidos en la teoría y ejecutados más tarde en escuelas extranjeras, con los obtenidos ahora por él en nuestro medio, algunos de los cuales, como la numeración globular roja, en franca discrepancia con las cifras europeas, son presentadas por él, al I Congreso Médico Panamericano de Washington en 1892. En el resumen de este trabajo expresa:"Creemos que el número de los glóbulos rojos es menor en los habitantes de las regiones intertropicales que en los de las regiones templadas, y suponemos que esta hipoglobulia depende del organismo que teniendo menos pérdidas de calor por la irradiación, disminuye la producción globular. Y por este hecho está perfectamente de acuerdo con la opinión antigua de que los países cálidos son los países anemiantes por excelencia" (6).

Escribe sobre la angina de pecho de naturaleza paludosa junto a Nicanor Guardia, como catedrático de patología experimental, en un estudio dedicado a la Facultad de Medicina de Madrid, con observación de tres casos… "cuya etiología creyeron haber dilucidado y que les sirvió de base para el estudio de una enfermedad poco conocida y mal estudiada para entonces; el estudio de sus casos no les permitió dudar de que se trataban de individuos bajo la potencia del impaludismo; la observación del pigmento melánico en la sangre,… sin embargo no observaron el hematozoario de Laveran, pero la circunstancia de haberse transformado los accesos de angor en accesos de fiebre paludosa, es tan demostrativa como la presencia misma del pigmento… describen los tipos de anginas de pecho, por ateroma, por simple neuralgia del plexo cardíaco o por obstrucción de arterias coronarias por el protozoo y las granulaciones pigmentarias y la acción curativa de la quinina en estos casos…" (7).

En 1893 publica en varios números de la Gaceta Médica y luego en un libro en 1906 su obra escrita quizás más importante, "Elementos de Bacteriología", calificado por los conocedores como prodigio de concisión y claridad y que representa el primer texto de esa especialidad presentado en el país (8). En ella define la bacteriología, los microbios, microbios vegetales, animales, sus formas, coccus, bacilos, spirillus, clasificación de Pasteur, etc.

Estudia las lesiones anatomopatológicas de la pulmonía crupal, que es la neumonía fibrinosa o diplocóccica, considerada para la época como muy rara o excepcional pero por el estudio y análisis clínico minucioso demostró que era una enfermedad bastante común en Caracas y al final concluye:"…La muerte puede sobrevenir en cualquiera de los períodos de la pulmonía…la causa de muerte es por agotamiento del corazón por excesivo funcionamiento…y más adelante dice…de estas consideraciones podemos deducir la regla de conducta que debemos observar en presencia de un caso de pulmonía, fácil de sintetizar: en el tratamiento de la pulmonía lo primero es defender el corazón" (9).

En 1910 describe "De la nefritis en la fiebre amarilla", en colaboración con el Dr. Felipe Guevara Rojas; las lesiones encontradas "son aumento de volumen y congestionamiento, manchas equimóticas y sangre en la orina: lesiones en los glomérulos de Malpigio…apartando los casos fulminantes que destrozan el hígado por esteatosis sobreaguda podemos establecer para los demás la siguiente ley: en el tratamiento de la fiebre amarilla lo primero es defender el riñón, dice más adelante y al final el tratamiento a seguir" (10).

Investiga las relaciones que a su juicio, debían existir entre el bacilo de Koch y el de Hansen, basándose para ello, en su común carácter de ácido resistencia e inicia trabajos sobre el tratamiento de la tuberculosis con el aceite de Chaulmoogra (Ginocarda odorata), sustancia que sólo entonces era usada para tratar la lepra y en sesión de la Academia de Medicina en 1918, presenta una nota preliminar al respecto la cual finaliza así:"Aunque esta es una comunicación preliminar, pues no hemos tenido el tiempo suficiente para un estudio definido, podemos sin embargo deducir de nuestro trabajo las conclusiones siguientes: el aceite de chaulmoogra ciertamente mata al bacilo de Koch, los enfermos tratados mejoran su estado general después de la inyección… las inyecciones de uno o dos cc, separados por largos intervalos es lo mejor…" (11).

Hernández estudia el flagelo de la bilharziasis entre nosotros y le dedica un sólido trabajo, de gran importancia sanitaria, en el que alerta tanto al gremio, como al público, sobre la importancia de la terrible endemia, poniendo en evidencia que su extensión en Venezuela, era mucho mayor de lo que se creía generalmente entonces.

Como acota Puigbó (12): "Su capacidad como clínico de someterse al rigor del método anatomo-clínico, su capacidad de manejar los recursos derivados de las técnicas complementarias de diagnóstico y su capacidad para crear hipótesis novedosas, hace evidenciar su maravillosa obra científica, aunque no extensa en número, si en forma cualitativa por su trascendencia en la medicina de la época".

Fue por supuesto uno de los 35 Fundadores de la Academia Nacional de Medicina en junio de 1904, ocupando el Sillón XXVIII, formando el grupo de excelentes médicos de la época convocados por Razetti para normar la salud en Venezuela. En julio de 1913 cuando decide retirarse a La Cartuja renuncia en carta dirigida a el Dr. Pablo Acosta Ortiz, para ese entonces, Presidente de la misma y le contesta Razetti, Secretario Perpetuo: "Señor Doctor José Gregorio Hernández: Honorable colega, considerada por esta Academia la renuncia de Miembro de ella que usted se ha servido enviarle con fecha 18 de los corrientes, tengo la honra de decirle que la Academia no la ha aceptado, porque considera que el cargo de Miembro de una Academia no es renunciable. Soy de usted seguro servidor y colega" (13).

Apasionado de la literatura, escribió artículos, opúsculos y narraciones fuera de su producción científica, podemos citar: En un vagón, en el que argumenta sobre el libre albedrío; Los Maitines, donde hace referencia a la Cartuja, y Visión de arte, una graciosa fantasía literaria.

En resumen (14) su actividad docente se puede dividir en dos etapas de 1891 a 1912 donde crea las cátedras antes mencionadas de histología y bacteriología en primer año de medicina; fisiología experimental en segundo año y anatomía patológica práctica, dos cursos en tercer año. Dictó veintiún cursos universitarios más dos prácticos, duraban un año cada uno y los dictaba alternando las materias. En 1912 se agregó parasitología, enseñó en los microscopios que trajo y otros instrumentos mencionados. En 1906 obtuvo su jubilación pero siguió enseñando y se fue a La Cartuja en 1908 de donde se regresó en 1909. A la muerte del bachiller Rangel en 1909 fue nombrado Jefe del Laboratorio del Hospital Vargas hasta su muerte en 1919. Un segundo período de 1912 hasta 1919 donde debido al cierre universitario, viajó nuevamente al Colegio Pío Latino Americano en Roma, pero enfermó de tuberculosis pulmonar, suspende sus estudios religiosos en su tercer intento y tuvo que tratarse y regresó al país. Entre 1914 y 1915 junto a Inocente Carvallo dictó en forma privada y sin remuneración clases de medicina en el Colegio Villavicencio. Entre 1915 y 1917 cuando se reabre la Universidad con nuevas normas y cátedras, se realizaron cursos paralelos dictándose cursos alternos; en 1917 viajó a Estados Unidos a estudiar algunas nuevas técnicas de bacteriología, estuvo en Madrid con Ramón y Cajal, regresó en 1918 y fue el primero en mostrar la toma de la tensión arterial en sus alumnos. En este segundo período hubo un mayor rendimiento docente.

Tenía ejercicio privado de la medicina en su tiempo libre y contaba con un consultorio en su propia casa; las consultas las realizaban al mediodía, no se tiene suficiente bien la estadística de esta actividad, pero se tienen recabadas unas 7 000 recetas hasta la fecha.

REFERENCIAS

1. Travieso C. Homenaje a los grandes maestros de la medicina venezolana. Caracas OBE; 1964.        [ Links ]

2. Carvallo T. Tópicos históricos-científicos. Gac Méd Caracas. 1945;53(12):97-99.        [ Links ]

3. Rísquez JR. Homenaje a JG Hernández. Gac Méd Caracas. 1941;48(21-22):352-354.        [ Links ]

4. San Blas G. Un poco de historia y actualidad en la ciencia y la microbiología venezolana. Internatl Microbiol. 1988;1:7-9.        [ Links ]

5. Rísquez FA. Dr. JG Hernández: ante su tumba. Gac Méd Caracas. 1919;26(13):135-136.        [ Links ]

6. Hernández JG. Sobre el número de los glóbulos rojos. Gac Méd Caracas. 1893-94;1(15):84.        [ Links ]

7. Hernández JG. Sobre la angina de pecho de naturaleza paludosa. Gac Méd Caracas. 1984;1(21):129-131.        [ Links ]

8. Hernández JG. Lecciones de bacteriología. Gac Méd Caracas. 1893-94;1(11):53-54, 1(14):77-78, 1(9):73-74, 1(5):42-43, 1(6):48-49, 1(18):107-108.        [ Links ]

9. Hernández JG. Lesiones anatomo-patológicas de la pulmonía simple o crupal. Gac Méd Caracas. 1910;17:147-149.        [ Links ]

10. Hernández JG. De la nefritis en la fiebre amarilla. Gac Méd Caracas. 1910;17(3):17-19.        [ Links ]

11. Hernández JG. Nota preliminar acerca del tratamiento de la tuberculosis por el aceite de chaulmoogra. Gac Méd Caracas. 1918;25(12):127.        [ Links ]

12. Puigbó JJ. Discurso de toma de posesión de la presidencia de la Academia Nacional de Medicina. Gac Méd Caracas. 2002;110(3):401-422.        [ Links ]

13. Renuncia del Doctor Hernández. Gac Méd Caracas. 1913:20:133.        [ Links ]

14. Velez Boza F. La docencia médica del Dr. José G Hernández. Rev Soc Venez Hist Med. 1995;45(69):288-308.        [ Links ]