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versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.26 n.10 Caracas oct. 2001

 

CONSERVACIÓN DE LAS ÚLTIMAS FRONTERAS FORESTALES DE LA GUAYANA VENEZOLANA: PROPUESTA DE LINEAMIENTOS PARA LA CUENCA DEL RÍO CAURA

Mariapía Bevilacqua y José Ochoa G.

Mariapia Bevilacqua. Licenciada en Biología, Universidad Central de Venezuela (UCV). Candidato a Doctor en Ciencias Biológicas, Universidad Simón Bolívar. Coordinadora de Proyectos, Asociación Venezolana para la Conservación de Áreas Naturales (ACOANA). e-mail: mariapia@cantv.net 

José Ochoa G. Ingeniero Agrónomo, UCV. Doctor en Ecología Tropical, Universidad de Los Andes, Venezuela. Presidente, ACOANA. Investigador Asociado de Wildlife Conservation Society (New York). Dirección: ACOANA, Apartado Postal 69520, Caracas 1063A. Venezuela. e-mail: jochoa@reacciun.ve

Resumen

Venezuela contiene una fracción importante de los ecosistemas más amenazados a nivel mundial y una extensa superficie de áreas naturales en condición prístina, la mayoría de las cuales corresponde a ecosistemas boscosos considerados como las últimas fronteras forestales del mundo tropical. Muchas de estas áreas presentan conflictos sociales y ambientales, además de estar incorporadas a figuras administrativas que contemplan la extracción de recursos o la ejecución de proyectos de desarrollo a gran escala. La cuenca del río Caura, en la Guayana Venezolana, es una de las fronteras forestales de mayor relevancia a nivel mundial, por su extensión (45336km2), altos niveles de diversidad biológica y la presencia de una fracción significativa de la población indígena de Venezuela. La mayor parte de su territorio corresponde a unidades de ordenamiento pertenecientes al conjunto de Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE). De ellas, la Reserva Forestal El Caura (decretada con fines productores de maderas) y el Monumento Natural Sierra de Maigualida (destinado a la protección estricta de ecosistemas y bellezas escénicas) ocupan la mayor superficie, además de presentar un alto grado de solapamiento e incompatibilidad en sus objetivos. Por otra parte, ambas figuras, así como el resto de las ABRAE existentes en la región, carecen de planes de manejo y otros instrumentos que promuevan su conservación, además de coincidir con los territorios tradicionales de la población indígena. El uso de la tierra en la cuenca está asociado principalmente con la agricultura de conuco, la ganadería extensiva, el establecimiento de plantaciones forestales, el desarrollo de centros poblados y la presencia de comunidades indígenas. Además, para el área han sido propuestas diversas iniciativas de desarrollo a gran escala. Entre las oportunidades para la conservación de la cuenca del río Caura resaltan su extensión, la condición prístina de sus ecosistemas, la disponibilidad de información básica, la aceptación social y los programas adelantados para la integración de alianzas institucionales. Cualquier estrategia de conservación a largo plazo de esta región debe ser abordada sobre la base de: 1) protección y manejo de los recursos naturales; 2) inventario y caracterización de la diversidad biológica; 3) restauración de hábitats y ecosistemas; 4) desarrollo de liderazgos y voluntad política que promuevan el diálogo y la participación de los diferentes actores; 5) educación y capacitación del poblador local; y 6) identificación del balance entre la conservación y el desarrollo, en función de las realidades ecológicas de la región.

Summary

Venezuela includes an important proportion of the world´s threatened ecosystems and an extensive surface of natural areas in primary conditions. Many of these areas correspond to forest ecosystems considered as the last frontier forests of the tropical region. Social and environmental conflicts occur in these areas, as result of their value for natural resources use, their potential for extractive activities and the proposal of large scale environmental projects. The Caura watershed, in the Venezuelan Guayana Region, is one of the most important frontier forests in the world, due to its extension (45336km2), high level of biodiversity, and the presence of a significant proportion of the Venezuelan indigenous population. The highest proportion of its territory is included in geographic units corresponding to the Areas Under Special Administrative Regime (ABRAE). Among them, the Caura Forest Reserve (with wood production objectives) and the Natural Monument Sierra of Maigualida (with restrictive protection objectives) embrace the largest surface. These units show a high level of overlapping, in addition to opposite objectives. Furthermore, management plans and other conservation tools are lacking in the ABRAE from the Caura region and many of their boundaries correspond to traditional indigenous territories. Land use is mainly associate with shifting cultivation, extensive cattle raising, small forestry plantations, the development of towns, and the presence of indigenous communities. In addition, several large scale projects have been proposed for this area. Among the opportunities for the conservation of the region are: its territory extension, the pristine condition of its ecosystems, the availability of basic information, the social acceptance and the presence of institutional webs. Any strategy focused to the long-term conservation of this region must be conducted taking into account: 1) the protection and management of natural resources; 2) the inventories and evaluations of biodiversity, and the sustainable use of its components; 3) the restoration of habitats and ecosystems; 4) the promotion of leaderships and politic incentives with the interaction and participation of different stakeholders; 5) the education and training of local people; and 6) the identification of the balance between conservation and development, based on the ecological realities of the region.

Resumo

A Venezuela contém uma fração importante dos ecossistemas mais ameaçados a nível mundial e uma extensa superfície das áreas naturais em condição primitiva, a maioria das quais corresponde a ecossistemas de bosques considerados como as últimas fronteiras florestais do mundo tropical. Muitas destas áreas apresentam conflitos sociais e ambientais, além de estar incorporadas às figuras administrativas que contemplam a extração de recursos ou a execução de projetos de desenvolvimento a grande escala. A bacia do rio Caura, na Guayana Venezuelana, é uma das fronteiras florestais de maior relevância a nível mundial, por sua extensão (45336km2), altos níveis de diversidade biológica e a presencia de uma fração significativa da população indígena da Venezuela. A maior parte de seu território corresponde a unidade de ordenamento pertencentes ao conjunto de Áreas Sob Regime de Administração Especial (ABRAE). Delas, a Reserva Florestal El Caura (decretada com fins produtores de madeiras) e o Monumento Natural Serra de Maigualida (destinado à proteção estrita de ecossistemas e belezas cênicas) ocupam a maior superfície, além de apresentar um alto grau de solapamento e incompatibilidade nos seus objetivos. Por outra parte, ambas figuras, assim como o resto das ABRAE existentes na região, carecem de planos de manejo e outros instrumentos que promovam sua conservação, além de coincidir com os territórios tradicionais da população indígena. O uso da terra na bacia está associado principalmente com a agricultura de conuco, com a criação de gado extensiva, com o estabelecimento de plantações florestais, com o desenvolvimento de centros povoados e a presencia de comunidades indígenas. Também para a área foram propostas diversas iniciativas de desenvolvimento a grande escala. Entre as oportunidades para a conservação da bacia do rio Caura ressaltam sua extensão, a condição primitiva de seus ecossistemas, a disponibilidade de informação básica, a aceitação social e os programas adiantados para a integração de alianças institucionais. Qualquer estratégia de conservação ao longo do prazo desta região deve ser abordada sobre a base de: 1) proteção e manejo dos recursos naturais; 2) inventário e caracterização da diversidade biológica; 3) restauração de habitat e ecossistema; 4) desenvolvimento de lideranças e vontade política que promovam o diálogo e a participação dos diferentes atores; 5) educação e capacitação da população local; e 6) identificação do balanço entre a conservação e o desenvolvimento, em função das realidades ecológicas da região.

PALABRAS CLAVE / Diversidad Biológica / Fronteras Forestales / Conservación / Río Caura / Guayana Venezolana / Neotrópico /

Recibido: 03/04/2001. Aceptado: 19/09/2001

Venezuela se ubica entre los países con mayores niveles de diversidad biológica (Mittermeier et al., 1997 y 1998). Esta característica está determinada por la presencia de gradientes ecológicos altamente complejos y contrastantes, los cuales incluyen algunos de los ecosistemas considerados como megadiversos (McNeely et al., 1990). Como resultado de esta condición, existe en el país un número considerable de especies de plantas y animales, muchas de ellas endémicas (Aguilera et al., en prensa; Huber et al., 1998). Adicionalmente, Venezuela contiene una fracción importante de los ecosistemas más amenazados a nivel mundial: p.e. bosques de tierras bajas de la Guayana, bosques montanos andinos y arrecifes coralinos (Bryant et al., 1998; Mittermeier et al., 1998), así como una extensa superficie de áreas naturales en condición prístina, la mayoría de las cuales corresponde a ecosistemas boscosos considerados como las últimas fronteras forestales del mundo tropical (Bryant et al., 1997).

Aún cuando en años recientes han sido resaltados los valores asociados con las fronteras forestales existentes a nivel mundial (Bryant et al., 1997; Miranda et al., 1998), en el caso de Venezuela las mismas se encuentran insertas en áreas de conflictos socioeconómicos y ambientales, en virtud del creciente interés por la instrumentación de macroproyectos de desarrollo y la utilización de recursos estratégicos (p.e., agua, minerales, maderas y fauna silvestre). Las políticas de ordenamiento territorial adelantadas por el gobierno han colocado una proporción importante de estas áreas dentro de figuras extractivistas, predominando entre ellas las reservas forestales como sitios destinados al aprovechamiento de maderas con fines industriales (MARNR, 1992). Esta asignación de uso, establecida de manera arbitraria en décadas pasadas, ha experimentado en los últimos años algunos cambios que atentan aún más contra la integridad ecológica de los ecosistemas boscosos, debido fundamentalmente a la existencia de intereses por la explotación de otros rubros como los minerales preciosos, en sectores previamente zonificados para la extracción de maderas (Hernández et al., 1997; Miranda et al., 1998), además de los impactos generados sobre las poblaciones humanas tradicionalmente asentadas en estas áreas.

Motivados por los aspectos señalados, se proponen una serie de lineamientos para el diseño de una estrategia orientada a promover la conservación de la diversidad biológica en una de las últimas fronteras forestales de Venezuela: la cuenca del río Caura. Los mismos se inspiran en los aportes e iniciativas surgidas de un conjunto de proyectos promovidos por consorcios institucionales liderados por organismos gubernamentales, universidades, ONG´s, asociaciones comunitarias de base y empresas privadas, los cuales se fundamentan en el estudio de la diversidad biológica de esta región y la instrumentación de acciones dirigidas a su conservación.

Área de Estudio

Ubicación y fisiografía

La cuenca del río Caura es una de las cuencas hidrográficas del mundo tropical con mayor extensión en condición prístina (Rosales y Huber, 1996). Está localizada en el sector occidental del Estado Bolívar, Guayana Venezolana (Figura 1) ocupando una superficie de 45336km2 que representa un 5% del territorio venezolano. El río Caura es el segundo afluente más importante a lo largo de la margen derecha del río Orinoco, con una descarga de agua promedio estimada en 3500m3/s (Vargas y Rangel, 1996). Asimismo, es clasificado como un río de aguas negras, en virtud de su coloración oscura, baja conductividad y baja concentración de nutrientes (García, 1996).

Figura 1. Ubicación geográfica de la cuenca del río Caura, incluyendo las Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE).

La fisiografía de esta cuenca es diversa y está dominada por cinco grandes paisajes (Peña y Huber, 1996): 1) Planicies aluviales en tierras bajas del sector norte, ubicadas en los sectores de menor elevación (aprox. 50m); 2) Penillanuras suavemente onduladas con desarrollo de colinas, localizadas en el sector medio (<500m); 3) Altiplanicies y plateau de arenisca (mesetas y tepuyes) del sector meridional (1500-2350m); 4) Colinas y montañas bajas de litología ígneo-metamórfica, en las serranías meridionales (500-1000m); y 5) Montañas altas ígneo-metamórficas del sector suroeste y oeste, con altitudes que superan los 2000m. De acuerdo a Peña y Huber (1996), la presencia de dos macizos montañosos de litología contrastante y relativamente cercanos: Macizo del Jaua (conformado por areniscas de la Formación Roraima) y Macizo Uasadi/Maigualida (de granitos del Grupo Cuchivero), constituye una de las característica fisiográficas más interesantes y exclusivas de la cuenca. Por otra parte, la región incluye el conjunto montañoso de litología no sedimentaria más extenso y elevado del Escudo Guayanés (complejo Uasadi-Maigualida-Nichare), lo que le confiere un alto valor biogeográfico en el contexto regional.

Diversidad Biológica y Servicios Ambientales

La cuenca del río Caura está caracterizada por una alta diversificación en sus tipos de vegetación, los cuales se desarrollan en climas húmedos, sobre suelos con bajo nivel nutricional y en un gradiente de paisajes determinado por los efectos de procesos erosivos prolongados y de una alta intensidad (Rosales y Huber, 1996). Esta particularidad, unida a la convergencia de cuatro provincias geológicas y a la presencia de un gradiente bioclimático condicionado por una amplia variación altitudinal (40-2350m), determinan la existencia de una diversidad biológica excepcional.

Aún cuando la vegetación ha sido relativamente poco estudiada (Huber, 1996; Huber et al., 1997; Marín y Chaviel, 1996), los datos existentes revelan que aproximadamente 90% de la superficie de esta cuenca está cubierta por bosques de tierra firme y montanos, mientras que el resto del área corresponde a bosques ribereños y vegetación no boscosa (CVG-TECMIN, 1994; Huber, 1996; Marín y Chaviel, 1996; Rosales, 1996; Aymard et al., 1997; Dezzeo y Briceño, 1997). En una escala de análisis de 1:2.000.000, los bosques de tierra firme pueden clasificarse en cuatro categorías: 1) bosques tropófilos macrotérmicos, 2) bosques ombrófilos macrotérmicos, 3) bosques ombrófilos submesotérmicos, y 4) bosques ombrófilos mesotérmicos. Los primeros corresponden a formaciones leñosas asociadas con un clima marcadamente estacional, propio de las tierras bajas del sector norte de la cuenca. Estos bosques son de carácter caducifolio a subsiempreverde, presentando una cobertura de dosel entre 25% y 75%, alturas de 12-22m y elementos emergentes que pueden alcanzar los 30m. Marín y Chaviel (1996) tipifican a esta unidad de vegetación por sus valores bajos de riqueza, densidad y área basal, en comparación con otros bosques de la cuenca.

Los bosques ombrófilos macrotérmicos son de carácter siempreverde y ocupan principalmente las grandes extensiones de tierras bajas de los sectores medio y alto de la cuenca, donde predominan temperaturas y precipitaciones elevadas (>24oC y >2300mm, respectivamente). Estos bosques tienen coberturas mayores de 75%, alturas de dosel entre 15 y 25m y elementos emergentes de 30-35m, siendo las palmas un componente característico de su fisonomía. Los valores de riqueza son altos (49-67 especies/0,5ha), evidenciando una relación con el gradiente de paisaje y la topografía. Asimismo, los valores de área basal son relativamente elevados.

Los bosques ombrófilos submesotérmicos y mesotérmicos están asociados al dominio fisiográfico de los paisajes de altiplanicie, montaña y plateau. Estos bosques cubren las vertientes inferiores y medias de las sierras de Maigualida, Uasadi y Aribana, así como el Macizo de Jaua- Sarisariñama. Son siempreverdes, con un estrato superior medianamente denso (50-70%) y alturas de 20-24m en los pisos submesotérmicos y de 10-20m en el piso mesotérmico. En la medida que estos bosques alcanzan el límite superior de su rango altitudinal, la altura del dosel disminuye e incrementa la densidad de epifitas.

Los bosques ribereños inundables cubren una extensión relativamente pequeña de la cuenca, con una distribución asociada a las planicies de inundación del bajo Caura y su canal de drenaje. No obstante, estos bosques cumplen un papel fundamental en los ciclos de energía y nutrientes de los ecosistemas acuáticos, además de su importancia como reservorios de diversidad biológica y como fuentes de recursos para la población indígena local (Rosales, 1996; Rosales et al., 1997; Knab-Vispo, 1998; Rosales, 2000; Chernoff et al., 2001). En el sector del bajo Caura, estos ecosistemas constituyen las áreas boscosas inundables de mayor extensión en la Guayana Venezolana (Rosales, 2000), presentando una lámina de inundación que alcanza una profundidad de 12m durante varios meses del año. La altura del dosel varía de 12-25m, las coberturas son de bajas a medias (25-50%) y los valores de área basal y densidad son similares a los registrados para los bosques de tierra firme. Rosales (1996) reporta un promedio de 10-20 especies/0,1ha.

La vegetación no boscosa de la cuenca está integrada por formaciones dominadas por arbustos y hierbas, así como comunidades acuáticas asociadas con ríos y lagunas. Este tipo de vegetación incluye las sabanas y morichales, cuyas distribuciones abarcan principalmente las tierras bajas colindantes con el río Orinoco, en suelos aluviales y arenosos (CVG-TECMIN, 1994; Huber, 1996). Asimismo, destacan los arbustales y herbazales asociados con las tierras altas tepuyanas, los cuales representan formaciones vegetales típicas del Escudo Guayanés y con un alto valor biológico (Steyermark y Brewer-Carias, 1976; Huber, 1995; Huber et al., 1997; Berry et al., 1995).

El conocimiento sobre la flora de la cuenca del río Caura es el resultado de exploraciones iniciadas en los siglos XVI y XVII y, más recientemente, de inventarios botánicos y forestales realizados en las últimas seis décadas (TECMIN, 1994; Huber, 1996; Huber et al., 1997). Hasta la fecha han sido registradas 2657 especies de plantas, agrupadas en 661 géneros y 172 familias de Pinophyta, Pteridophyta y Magnoliophyta (datos no publicados del proyecto CONICIT-98003392). Dentro de Magnoliophyta (angiospermas), las familias más diversificadas (representadas por al menos 40 especies) son: Orchidaceae, Rubiaceae, Melastomataceae, Fabaceae, Cyperaceae, Euphorbiaceae, Poaceae, Araceae, Bromeliaceae, Mimosaceae, Asteraceae, Caesalpiniaceae, Piperaceae, Bignoniaceae y Myrtaceae. Estos datos se ajustan a lo señalado por Gentry (1990) para bosques similares de la región neotropical. La riqueza de especies conocida para la cuenca del río Caura representa el 17% de la Flora de Venezuela y el 38% de la flora de la Guayana Venezolana.

El análisis fitogeográfico de la flora del Caura revela la presencia de aproximadamente 88% de los géneros endémicos registrados para toda la Guayana Venezolana, con un mayor nivel de endemismo en aquellas comunidades típicas de tierras altas (Berry et al., 1995; Huber et al., 1997; datos no publicados del Proyecto CONICIT-98003392). En el caso de los ecosistemas boscosos presentes en los pisos macrotérmicos, la proporción de elementos endémicos es menor y la riqueza de especies es relativamente alta, con valores similares a los registrados para otros bosques de tierras bajas de la Amazonía y Guayana (Klinge et al., 1995; Knab-Vispo, 1998; Rosales, 2000; ter Steege, 2000). Esta última formación vegetal contiene especies claves para la economía local y la subsistencia de los grupos indígenas asentados en el área (Knab-Vispo et al., 1997; Chernoff et al., 2001). La utilización por parte de la población indígena local de al menos 358 especies de plantas asociadas con los bosques de tierras bajas (Knab-Vispo, 1998), constituye un valioso indicador del papel fundamental de estos ecosistemas en el mantenimiento de sus culturas tradicionales.

La fauna silvestre de la región del Caura está integrada por al menos 475 especies de aves, 168 de mamíferos, 13 de anfibios y 23 de reptiles pertenecientes a 30 órdenes (datos no publicados del proyecto CONICIT-98003392), lo que corresponde al 30% y al 51,3% de las especies de vertebrados terrestres registrados en Venezuela y en la Guayana Venezolana, respectivamente. Por otra parte, la información disponible sobre la ictiofauna de esta región revela la presencia de 174 especies dulceacuícolas agrupadas en nueve órdenes (Machado et al., datos no publicados del Proyecto CONICIT-98003392, Chernoff et al., 2001). Estos datos corresponden en su mayoría a inventarios realizados de manera puntual y con énfasis en localidades del bajo Caura, con resultados que evidencian la presencia de corrientes faunísticas principalmente relacionadas con el Escudo de Guayana y la Amazonía. Es de esperar un incremento en los valores de riqueza antes señalados en la medida que se realicen esfuerzos de muestreo intensivos y en un área geográfica más amplia. Los mamíferos y las aves muestran el máximo grado de representatividad con respecto al total de especies registradas para cada uno de estos grupos a nivel nacional. Los órdenes con las mayores riquezas taxonómicas son Chiroptera, Rodentia y Carnivora para los mamíferos, Passeriformes, Apodiformes, Falconiformes y Psittaciformes para las aves, Squamata y Anura para la herpetofauna, y Characiformes, Siluriformes y Perciformes para los peces. Una proporción importante de los componentes de la fauna de la cuenca corresponde a especies endémicas de Venezuela o cuyas distribuciones están restringidas a ecosistemas boscosos.

En la región del Caura están presentes muchas de las especies animales consideradas como amenazadas en el contexto nacional y regional (Rodríguez y Rojas-Suárez, 1995; Bevilacqua y Ochoa, 2000), como resultado del efecto combinado de sus bajos niveles poblacionales y una alta presión extractiva condicionada en gran parte por el comercio y consumo de carne. Al menos un 5,2% de las especies de vertebrados terrestres existentes en esta área se encuentran amenazadas, predominando entre ellas los mamíferos, las aves y los reptiles.

Además de los valores biológicos antes señalados, los bosques de la cuenca del río Caura aportan una serie de servicios ambientales que incluyen el almacenamiento y secuestro de carbono, el mantenimiento de reservorios para la biodiversidad, la conservación de suelos, la producción de agua, la regulación climática y la preservación de recursos que sustentan a una población local en expansión (Rosales et al., 1997; Rosales y Huber, 1996; Silva, 1997; Centeno, 2000; Bevilacqua y Ochoa, 2000; Chernoff et al., 2001; Knab-Vispo, 1998). La importancia actual y potencial de estos servicios ha sido resaltada a través de un conjunto de iniciativas de conservación y desarrollo propuestas en los últimos años para esta región.

Población Humana

La población existente en el área es inferior a 15000 habitantes (Silva, 1996). Cerca de 11000 corresponden a la fracción no indígena o "criollos" (la mayoría inmigrantes de otras regiones o de países vecinos), 270 son de afiliación afro-americana y el resto está representado por indígenas pertenecientes a seis grupos étnicos con diferentes afiliaciones culturales y lingüísticas: Ye´kwana, Sanema, Hoti, Guajibo o Hivi, Pemón y Kariña (Silva, 1996); de ellos, los dos primeros integran la proporción mayoritaria de la población y su máxima representación es la organización comunitaria de base denominada Kuyujani.

Tanto los criollos como los afro-americanos se distribuyen de manera exclusiva a lo largo del sector norte de la cuenca, donde existen pequeños poblados o asentamientos dispersos (p.e., Maripa, Puerto Cabello, Jabillal, Trincheras y Guarataro) cuyos habitantes son en su mayoría producto del mestizaje entre kariñas, negros y blancos. Este mismo sector incluye las áreas donde se han establecido recientemente comunidades indígenas Guajibo, además de poblados mixtos Ye´kwana-Pemón (Silva, 1996).

Los territorios Ye´kwana y Sanema ocupan casi dos tercios de la cuenca, en un área continua que corresponde a las tierras bajas de los sectores medio y alto, donde se han establecido en comunidades relativamente pequeñas. Por otra parte, los Hoti constituyen el grupo de menos contacto con la cultura criolla, cuyo territorio coincide con el sector occidental de la cuenca, principalmente en la Serranía de Maigualida (Silva, 1996).

Ordenamiento Territorial

Casi toda la superficie ocupada por la cuenca del río Caura ha sido incorporada a figuras de ordenamiento pertenecientes al conjunto de Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE) establecido en Venezuela (Figura 1; Bevilacqua y Ochoa, 1996). La primera de estas ABRAE, creada en 1968, corresponde a la Reserva Forestal El Caura, diseñada para abastecer a la industria nacional con maderas provenientes de bosques latifoliados. La misma cubre aproximadamente 5 millones de hectáreas, con un 85% de su superficie ubicado dentro de los linderos de la cuenca (Bevilacqua y Ochoa, 1996), siendo la reserva forestal de mayor extensión en Venezuela (MARNR, 1992). En 1975 fue creada la Zona Protectora Sur del Estado Bolívar con el propósito de regular el uso y ocupación del territorio en un tramo de la frontera sur de este estado, incluyendo un área del sector medio de la cuenca del río Caura (Figura 1).

En 1978 fue decretado el Parque Nacional Jaua-Sarisariñama con el objetivo de proteger las formaciones tepuyanas presentes en el sector meridional de la cuenca, dentro de un gradiente altitudinal comprendido entre 400 y 2350m. Este paisaje geográfico de alto valor biológico y paisajístico, incluye las simas de colapso en arenisca más importantes del Escudo Guayanés. El Parque Nacional Jaua-Sarisariñama cubre una superficie de 330000ha y constituye la única figura de ordenamiento localizada en su totalidad dentro de la cuenca del río Caura. Finalmente, en 1991 fueron decretadas dos figuras adicionales bajo la denominación de Monumentos Naturales: Ichún-Guanacoco (900000ha) y Sierra de Maigualida (1350000ha), las cuales cubren aproximadamente 397487 y 1024000ha de la cuenca, respectivamente.

Algunas de estas figuras evidencian un solapamiento considerable de sus linderos, además de presentar un alto grado de incompatibilidad en sus objetivos (p.e. monumento natural, con fines de protección vs. reserva forestal, con fines de extracción). Asimismo, las ABRAE existentes en la cuenca carecen de planes de ordenamiento, reglamentos de uso, programas de manejo, infraestructuras y personal técnico a nivel de campo (datos no publicados del proyecto CONICIT-98003392). Adicionalmente, estas figuras administrativas se sobreponen parcial o totalmente con los territorios tradicionales de los pueblos indígenas de la región, lo que plantea la necesidad de revisar la viabilidad de algunas de ellas, sobre todo cuando los usos asignados contemplan la intervención de bosques primarios para el desarrollo de actividades como la extracción de árboles maderables con fines industriales.

Uso Actual y Planes de Desarrollo a Gran Escala

En términos generales, el uso actual de la tierra en la cuenca del río Caura está relacionado con la agricultura de conuco, la producción ganadera en forma extensiva y muy incipiente, el establecimiento de plantaciones forestales de pequeña escala, el desarrollo de centros poblados y la presencia de comunidades indígenas. La mayor concentración de actividades económicas y centros poblados consolidados se localiza en el sector norte, asociado con las llanuras aluviales próximas a la desembocadura del río Caura en el Orinoco. El uso agrícola constituye la actividad productora de mayor importancia en el área y ha impulsado la fragmentación y pérdida de cobertura boscosa. Esta actividad se basa en el cultivo de diversos rubros (principalmente raíces y tubérculos, maíz y algunos frutales) que suplen las necesidades alimentarias a nivel local o son comercializados en los principales centros urbanos de la región (p.e. Maripa, Guarataro y Ciudad Bolívar). En los sectores medio y alto de la cuenca la actividad agrícola está asociada a la presencia de comunidades indígenas, con una frecuencia y concentración de conucos y rastrojos que pareciera indicar una creciente necesidad de deforestación de áreas para la siembra de cultivos tradicionales (principalmente la yuca), inducida por una tasa demográfica en aumento y la consolidación de algunas comunidades. Asimismo, los productos no maderables de uso tradicional indígena han estado sometidos a una elevada presión de aprovechamiento, lo que ha comprometido su abundancia y disponibilidad en algunas áreas (Knab-Vispo, 1998).

Adicionalmente, la pesca y la caza representan actividades importantes que sustentan el consumo de proteínas para las poblaciones criolla e indígena, aunque en los últimos años han experimentado una transformación creciente hacia el comercio de carne en los principales centros poblados y ciudades (Vispo, 2000). Esta situación se manifiesta fundamentalmente en aquellos sectores más cercanos a la región norte de la cuenca, como resultado de una disminución en los niveles económicos de la población, así como el incremento en las dependencias de los indígenas por productos y servicios no tradicionales (alimentos procesados, motores fuera de borda, medicinas, etc.).

En relación a los planes de desarrollo a gran escala planteados hasta la fecha, la mayoría de ellos se han fundamentado en el potencial hidroeléctrico, forestal, turístico y minero de la región, así como en las oportunidades de fortalecer la red de asentamientos locales relacionados con el eje fluvial Orinoco-Apure. Aún cuando estas propuestas de desarrollo tienen como objetivo legítimo promover la activación y crecimiento de la economía regional, la mayoría se basan en esquemas operativos y paquetes tecnológicos instrumentados con muy poco éxito en otros países y regiones de Venezuela (Miranda et al., 1998). Las lecciones aprendidas de estas experiencias señalan severas limitaciones en el logro de los beneficios económicos y sociales esperados, mientras que los costos ambientales son extremadamente altos y están asociados con deforestación, contaminación y alteración de ecosistemas, agotamiento de recursos naturales, pérdida de biodiversidad y modificación de los patrones socioculturales del poblador local.

Oportunidades y Lineamientos para la Conservación

Los valores biológicos y ambientales de la cuenca del río Caura, unidos a la presencia de una amplia superficie sin intervención, su diversidad étnica y potencial para el desarrollo sustentable, le confieren a esta bioregión una alta relevancia para la conservación del patrimonio natural y cultural que caracteriza al trópico americano. La planificación y el manejo eficaz de las actividades asociadas con el uso de los recursos presentes en ella, constituyen prioridades y retos para la gestión ambiental nacional. En tal sentido, existen aspectos que constituyen oportunidades para instrumentar una gran iniciativa orientada a la conservación de esta región, entre los que resaltan:

1. La extensión y poca intervención de la cuenca. Este aspecto es fundamental en la estabilidad a largo plazo de los ecosistemas naturales, en función de su capacidad de sostener poblaciones viables y comunidades típicas, mitigar cambios climáticos y garantizar el mantenimiento de los ciclos naturales. La región forma parte del complejo biogeográfico de la Guayana y la Amazonía, donde se concentra una fracción importante de las últimas fronteras forestales del planeta.

2. Disponibilidad de información básica. Si bien es reconocido que una porción muy pequeña de la cuenca ha sido estudiada (apenas un 5% de su territorio), la información generada es confiable, rigurosa y en su gran mayoría está disponible. Los esfuerzos de investigación han sido constantes, incluyendo varias iniciativas de cooperación institucional a nivel nacional e internacional.

3. Aceptación social. Diversos sectores de la sociedad civil, pobladores de la región y principalmente los pueblos indígenas de la cuenca, han manifestado su compromiso con la demarcación, defensa y conservación de los territorios ocupados tradicionalmente.

4. Integración institucional. Existen iniciativas que involucran a grupos comunitarios de base, el sector académico, los entes de gobierno y las fuerzas vivas de la región, con la idea de consolidar alianzas entre instituciones nacionales para ampliar capacidades y conocimientos, minimizar la duplicación de esfuerzos y hacer más eficiente la inversión de recursos en favor de la conservación.

El desafío de la conservación y desarrollo sustentable de la cuenca del río Caura debe ser abordado en diferentes niveles, con la participación integral de todos aquellos grupos y sectores interesados en esta región. En tal sentido, en la Figura 2 se propone una síntesis conceptual de las escalas y lineamientos de gestión requeridos para una estrategia de conservación a largo plazo, desde la visión global ecosistémica hasta la organización local de la biodiversidad.

Figura 2. Lineamientos propuestos para una estrategia de conservación de la cuenca del río Caura (Guayana Venezolana), con base en los niveles de organización de la diversidad biológica y los diferentes escenarios de gestión (modificado de Miller, 1996).

La gestión de manejo de la cuenca del Caura es un reto para Venezuela y las instituciones responsables de su política ambiental. Se debe desarrollar la capacidad de planificar, coordinar y ejecutar innumerables tareas y acciones articuladas a un plan de acción, con la visión de conservación de la diversidad biológica en un entorno que también debe brindar bienes y servicios con criterios de sustentabilidad. Experiencias a escalas bioregionales en otras partes del mundo reflejan el significado de este reto (Miller, 1996), el cual lleva implícito: a) proteger y manejar los recursos naturales; b) inventariar y caracterizar la diversidad biológica, promoviendo el aprovechamiento sostenible de sus componentes; c) restaurar ambientes degradados y hábitats críticos; d) crear incentivos políticos y fiscales, así como mecanismos financieros para impulsar mejoras tecnológicas y promover el desarrollo sustentable de la región; y e) impulsar la educación ambiental formal e informal. Algunos pasos críticos para avanzar en este reto incluyen:

1. Desarrollo de liderazgos para la instrumentación de una estrategia de conservación. Se requiere de un actor o grupos de actores con legitimidad para convocar un diálogo e impulsar el debate nacional y regional sobre la visión de conservación a construir.

2. Participación activa de los grupos interesados. Uno los desafíos más importantes es incorporar tempranamente, en cada uno de los procesos asociados con la estrategia, a todos los actores que de alguna u otra forma sientan que su bienestar, modo de vida y entorno ambiental dependen de las decisiones que serán tomadas.

3. Voluntad política para promover la cooperación, el diálogo y la participación. Es idealista pensar que todos los grupos de interés podrán constituir un equipo sólido de actores experimentados, bien intencionados y con una visión compartida. Esto requiere de una gran inversión de esfuerzos y, sobre todo, de la férrea voluntad de las organizaciones rectoras y autoridades de gobierno comprometidas con el éxito del proceso.

4. Equilibrio entre las metas de la conservación y el desarrollo. Es necesario articular las actividades e intereses de conservación con las necesidades y metas del desarrollo socioeconómico de la región.

5. Financiamiento. Es indispensable brindarle prioridad a la gestión financiera y a la sustentabilidad económica de una estrategia de conservación. En las primeras etapas es conveniente la búsqueda de cooperación internacional y multilateral para iniciar los programas y actividades. Sin embargo, en la medida que avanza la estrategia se plantea la necesidad de consolidar alternativas económicas de carácter nacional y con una visión de continuidad.

Los aspectos señalados marcan el escenario de una gestión con perspectivas globales y a largo plazo que está siendo promovida por un conjunto de actores comprometidos con la conservación del patrimonio natural y cultural de la cuenca del río Caura. Dicha gestión se fundamenta en el desarrollo de un conjunto de proyectos que buscan ampliar la base de conocimiento, con la confianza que los mismos contribuirán en la toma de decisiones cónsonas con las realidades ecológicas y culturales de esta región. La visión compartida, la corresponsabilidad y la cogestión son fundamentales en este proceso, para así anticipar los conflictos de intereses y brindar oportunidades para un modelo de desarrollo ecológicamente sustentable, con transferencias de beneficios económicos y sociales a escalas global, nacional y local.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se ha desarrollado junto con investigadores e instituciones en el marco de los proyectos "La Diversidad Biológica en la Cuenca del río Caura: Caracterización, Vocación y Prioridades de Conservación" (CONICIT-98003392 y Fundacite Guayana-000701), ejecutado por el consorcio ACOANA-Universidad Nacional Experimental de Guayana-Universidad Simón Bolívar-Fundación Instituto Botánico de Venezuela-Fundación Polar-Wildlife Conservation Society, Fundacite Guayana y Kuyujani, y "Conservación de Ecosistemas Boscosos en la Cuenca del río Caura", ejecutado por el consorcio PDVSA/BITOR-PDVSA/PALMAVEN-ACOANA-AUDUBON de Venezuela y Conservation International. Esta publicación fue posible gracias al aporte y la colaboración de José Francisco Acosta, Marco Angeli, Gerardo Aymard, Marina Bevilacqua, Francisco Bisbal, Oralyn Caldera, Hernán Castellanos, Julio Cesar Centeno, Gisela Cuenca, Rogelio Chovet, Astur Demartino, Rodrigo Duno, Arnaldo Ferrer, Armando Hernández, Lionel Hernández, Jimmy Ross-Jones, Luisa Himiob, Otto Huber, Enrique La Marca, Miguel Lentino, Celeste Lores, Silvia Llamozas, Antonio Machado-Allison, Franzo Marrufo, Marta Miranda, Franco Provensano, Judith Rosales, Alberto Rodríguez, Javier Sánchez, Asdrúbal Sarmiento, Nalua Silva, Nay Valero, Carlos Villoria y Conrad Vispo.

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