Interciencia
versión impresa ISSN 0378-1844
INCI v.27 n.2 Caracas feb. 2002
0378-1844/02/02/084-04
Recibido: 18/12/2001. Aceptado: 15/01/2002
DE LAS FUENTES AL PÚBLICO
Lisbeth Fog
PALABRAS CLAVE / Reportaje Científico / Fuentes Periodísticas /
Lisbeth Fog. Comunicadora Social, Universidad Jorge Tadeo Lozano, Colombia. Ms.C. en Reportería Científica, Universidad de Boston, EUA. Presidente de la Asociación Colombiana de Periodismo Científico. Dirección: Calle 90 No. 11a34, Oficina 408, Bogotá, Colombia. e-mail: elefog@colomsat.net.co
Resumen
La responsabilidad social del periodista científico se inicia con el abordaje de sus fuentes, pasa por la redacción de su texto y termina con el impacto que éste genera en su audiencia. Sus fuentes son la materia prima. Hacer las preguntas adecuadas a las fuentes adecuadas, para conseguir la información que más se acerque a la realidad, es el desafío del reportero que divulga la ciencia. El texto discute los conceptos de verdad científica y verdad periodística, y habla sobre las diferencias y las semejanzas entre científicos y periodistas, para concluir haciendo una reflexión al ejercicio de la reportería en ciencia, donde tanto las fuentes como la necesidad de conocer el perfil del público que tiene acceso a nuestra información son elementos clave.
Summary
The social responsibility of the science journalist starts with the approach to the sources, runs through the writing of the text and ends with the impact that the latter generates in his audience. His sources are the raw material. The challenge of the reporter diffusing science is to make the adequate questions to the adequate sources, in order to obtain the information that comes the closest to reality. The text discusses concepts of scientific truth and of journalistic truth, and deals with the similarities and differences between scientists and journalists, to conclude with a reflexion on the practice of reporting in science, where the sources as well as the need to know the profile of the public with access to our information, are key elements,
Resumo
A responsabilidade social do jornalista científico se inicia com a abordagem de suas fontes, passa pela redação de seu texto e termina com o impacto que este gera em sua audiência. Suas fontes são a matéria prima. Fazer as perguntas adequadas às fontes adequadas, para conseguir a informação que mais se aproxime à realidade, é o desafio do jornalista que divulga a ciência. O texto discute os conceitos de verdade científica e verdade jornalística, e fala sobre as diferenças e as semelhanças entre científicos e jornalistas, para concluir fazendo uma reflexão ao exercício da reportagem em ciência, onde tanto as fontes como a necessidade de conhecer o perfil do público que tem acesso a nossa informação são elementos chave.
Si hay algo que diferencie al periodista científico del resto de sus colegas es el tipo de fuentes con las que debe enfrentarse al hacer su labor de reportería. No me refiero sólo a aquellas personas, miembros de la comunidad científica principalmente, que tienen el conocimiento, sino a los temas que debemos cubrir: superconductividad, clonación, radiación cósmica de fondo, organismos modificados genéticamente (OMG), bioseguridad y nanotecnología, entre otros. Generalmente se trata de tópicos que aparentemente no son cotidianos, y cuya audiencia necesita cierto grado de alfabetización cultural para poder entender los mensajes que le estamos entregando.
El primero que debe tener un nivel aceptable de conocimiento es el propio periodista; no se trata de que sea un amplio conocedor de todas las disciplinas científicas, sino que conozca algunos antecedentes culturales que le permitan abordar los diferentes temas con cierta destreza, o que, en caso de no tener idea sobre su próxima historia, cuente con los elementos suficientes que lo lleven a buscar donde toca para encontrar aquellos conocimientos básicos que finalmente le permitirán abordar a sus entrevistados con mayor propiedad, y ser de alguna manera un interlocutor válido.
El periodista, de todos es bien sabido, actúa como el intermediario de la noticia: en el caso del periodismo científico, su labor consiste por un lado, en saber extraer de su fuente aquello que interese a la sociedad en general, y por otro en satisfacer con altura esa necesidad que tiene la ciudadanía de estar enterada de los avances científicos y los desarrollos tecnológicos, así como de los procesos, los debates, la evolución de la política científica nacional, regional y mundial.
Como todo periodista, busca aquellas historias novedosas, pertinentes, actuales y sorprendentes, que de una u otra manera afecten a la sociedad para la cual está dirigiendo su mensaje. Para ello, es necesario pulir y refinar el arte ¿o la ciencia? de preguntar.
Si en la búsqueda de respuestas, los científicos le preguntan a la naturaleza, dice mi compañero de páginas Manuel Calvo Hernando, los periodistas le preguntamos al ser humano, en este caso a los científicos. Y si la base de nuestro trabajo es la reportería, una cualidad indiscutible que debe tener todo periodista es la actitud decidida a la hora de tomar el teléfono para iniciar el diálogo con la fuente. Parece una tontería, pero ese es quizá el primer obstáculo al que se enfrenta un periodista joven, recién egresado, cuando debe iniciar el proceso de reportería. Para ellos valdría la pena mencionarles, como queda planteado en la publicación Whos misunderstanding whom?, que "ser ignorante y ser consciente de ello, es realmente una buena ayuda en periodismo. Así el profesional sabe cuáles son las preguntas que debe hacer y qué es lo que hará que su lector se siente a leerlo" (Hargreaves, 2000).
Sin embargo, no es tan simple como parece. Una preocupación constante del reportero es la falta de manejo de los temas de ciencia. Resulta, por ejemplo, que el gobierno acaba de expedir una resolución por medio de la cual regula "la introducción, producción, liberación, comercialización, investigación, desarrollo biológico y control de calidad de los OMG de interés en salud y producción pecuaria, sus derivados y productos que los contengan". ¿Cómo enfrentar a la fuente, si es quizá la primera vez que el periodista oye hablar de OMG, o si ya ha escuchado la sigla, es posible que aún no esté completamente enterado de su significado y de sus posibles aplicaciones, riesgos y posibilidades? Quizá lo importante no sea solamente saber buscar en Internet, en los centros de documentación, en los archivos de los mismos medios, sino hacerlo rápida y eficientemente.
Las fuentes en periodismo científico no se limitan a la comunidad científica. Toda historia de ciencia tiene además un ángulo económico, político y social, que incide en la presentación de la noticia. De tal manera que se complica aún más la consecución de fuentes, por la variedad en las posibles respuestas, aunque, y precisamente por eso, se enriquece la historia.
No hay duda; quienes hacemos reportería científica tenemos que destinar un buen periodo de tiempo a enterarnos del tema antes de llegar con nuestra libreta de apuntes, o nuestra grabadora, a hacerle preguntas a nuestro entrevistado.
La red Internet es un buen comienzo para tener una idea general del tema. La página del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, en el ejemplo presentado, será un excelente antecedente para iniciar la búsqueda y llegar preparados, con preguntas concretas y una actitud decidida, dispuestos a contrapreguntar en caso de que nuestra fuente responda con datos o elementos que no habíamos contemplado en la preparación de la entrevista.
Cuando el Científico es Nuestra Fuente Principal
En el ejercicio del periodismo científico hay una larga historia de mutuas recriminaciones tanto en países desarrollados como en aquellos en vía de desarrollo: los científicos sienten que son representados en los medios de comunicación de una manera injusta y descontextualizada. Los periodistas por su parte sentimos que, en líneas generales, los científicos no saben comunicar.
El éxito de un buen artículo de divulgación científica reside en conseguir la mejor entrevista o las mejores entrevistas, las fuentes más idóneas, y en entregar un mensaje preciso, confiable, balanceado, legítimo y responsable al público receptor.
Y resulta que la importancia de la labor del periodista científico no reside exclusivamente en publicar; cumplirá con sus funciones si proporciona una información veraz, en un lenguaje comprensible, que informe, forme y entretenga, y si logra captar y plasmar las ideas de su fuente en el mensaje que entrega a la ciudadanía a través de los medios masivos de comunicación.
El adagio popular que afirma que se teme aquello que no se conoce, se adapta perfectamente a la relación entre el científico y el periodista. ¿En qué nos parecemos y en qué nos diferenciamos unos y otros? Son más conocidas las diferencias que las semejanzas. Claro, nos diferenciamos en la mirada que le hacemos al mundo que nos rodea. Donde nosotros vemos simplemente aire, el físico puede ver partículas elementales, quarks, electrones y protones. El botánico ve la arquitectura de las plantas, su relación con el medio ambiente que las rodea, la estructura de cada una de sus partes y conoce la razón de ser de sus formas y colores, mientras nosotros nos encargamos de admirar su belleza y colocarlas en floreros. Donde nosotros vemos un insufrible mosquito que perseguimos para matar y que nos deje en paz, el biólogo puede estarlo buscando para conocer los mecanismos por medio de los cuales al picar al ser humano le transmite enfermedades. Esa actitud profesionalizada del científico es justamente la que enriquece al periodista al escribir sus historias; su oficio no es volverse sabio en las diferentes disciplinas científicas sino saber extraer de su fuente la información que necesita.
La concepción del tiempo es diferente para cada profesional: los resultados de las investigaciones de los científicos pueden tardar veinte años, y es poco probable que los estén apurando diariamente. Los periodistas trabajamos bajo la presión de las horas, los minutos y los segundos. Diez mil años para un arqueólogo es muy poco tiempo, mientras que para los periodistas una semana puede ser una eternidad. Sus actividades difieren y los resultados de los segundos deben conseguirse mucho antes que los de los primeros.
El nivel de formación difiere notablemente: mientras es común que los investigadores cuenten con títulos de postgrado en medio de todo la universidad es uno de sus habitats más frecuentes, los periodistas a duras penas tienen un título de pregrado. La especialización del comunicador se está ofreciendo gradualmente en las universidades sólo en los últimos años, mientras que para los científicos la formación académica es un requisito fundamental, y lo ha sido a través de la historia.
Por supuesto que el lenguaje es una de las barreras que nos diferencian y nos apartan de nuestras fuentes científicas. Cuando el investigador habla de tensores y geodésicas tridimensionales para explicarnos la teoría de la relatividad, o de la secuenciación del ácido desoxirribonucleico en el código genético del ser humano, el periodista empieza a tener problemas. A medida que se especializa en su rama específica de la ciencia, el científico adquiere un metalenguaje que asume como cotidiano. Error. La jerga científica sólo la entienden sus colegas; y si el periodista no la entiende, menos la van a hacer los potenciales receptores de la información. El divulgador, por el contrario, tiene la capacidad de escribir en un lenguaje comprensible a todos los públicos. Su mensaje escrito de manera directa y literaria hace agradable su lectura.
Tenemos, finalmente, audiencias diferentes: si el científico tiene como objetivo escribir para sus colegas, en revistas científicas especializadas, el público del periodista es la gente de la calle, lo cual es un decir, porque además es imposible hablar de un "público en general". Incluso dentro de la misma ciudadanía de un país se encuentran sociedades y comunidades con sus propias características de formación educativa, de medio ambiente, de condiciones económicas y políticas diferentes. El reto es aún mayor. Una de las primeras tareas del periodista es definir y conocer a su audiencia, identificar el lenguaje más apropiado y llegar de manera efectiva con su mensaje.
Periodistas y científicos también comparten muchas características que los asemejan. Como decíamos anteriormente, tanto unos como otros viven y sobreviven de hacer preguntas: es su materia prima, su valor agregado, el inicio y la fundamentación de su labor. Sin preguntas, no hay curiosidad, y sin ese espíritu curioso no hay para qué intentar ser científico o periodista. Si no hay preguntas tampoco habrá respuestas.
¿Cuál es el sentido de preguntar? Quizá no sea solamente para encontrar respuestas, sino para aproximarse a la "verdad": ¿es que acaso hay verdades científicas y verdades periodísticas? El investigador busca aquellos comportamientos en la naturaleza y entre ella en el ser humano que pueda convertir en leyes y en verdades científicas. Pero recordemos que la humanidad vivió 1.400 años convencida de que el planeta Tierra era el centro del universo, como lo había "demostrado" Ptolomeo en sus observaciones celestes en el año 150 dC, y fue solamente en 1543 cuando Copérnico comenzó tímidamente a demostrar que no es la Tierra sino el Sol sobre el cual giran los demás planetas.
Así mismo, en todas las historias periodísticas de ciencia hay quizá varias "verdades" o tantas verdades como fuentes de un mismo tema consultemos. Se trata de las diferentes versiones que los investigadores pueden dar sobre un aspecto de la ciencia en particular. Para no ir muy lejos, detengámonos a reflexionar sobre la clonación de mamíferos como la oveja Dolly y la clonación humana. Independientemente de los aspectos éticos, morales, religiosos, jurídicos y legales, con los que ya tendríamos suficientes opiniones encontradas, los científicos no se ponen de acuerdo en los datos estadísticos que confirman o no la viabilidad del éxito de la clonación de seres vivos. Mientras unos, como Ian Wilmut, del Instituto Roslin de Escocia donde clonaron a la oveja Dolly, aseguran que es necesario hacer alrededor de cien ensayos para que finalmente entre tres y cinco sean exitosos, quienes están a favor de la clonación humana y pretenden llevarla a cabo en el corto plazo, como el italiano Severino Antinori o su compañero de trabajo Panos Zavos dan cuenta del éxito en el procedimiento en la mayoría de los casos, "gracias a un prudente proceso de diagnóstico pre y postimplantatorio permitido por las últimas tecnologías". ¿A quién creerle? ¿Quién tiene la verdad? ¿Cuál de los dos es más confiable, cuál de los dos está más acorde con la realidad? No hay verdades absolutas. Las mismas leyes de relatividad y de gravitación han sido corregidas y aumentadas a través de los años.
Así, científicos y periodistas están permanentemente buscando la verdad. Para hacerlo, llevan a cabo procesos similares: formulan hipótesis, investigan, generan datos y publican. El olfato periodístico, ese que nos hace ver una historia publicable donde otros no la ven, es similar a esa cualidad del científico que le permite encontrar alternativas diferentes y aproximaciones originales a los problemas que le plantea la naturaleza. Ese carácter escéptico tanto de uno como del otro, que nos hace preguntarnos insistentemente hasta llegar a lo más cercano de la realidad posible, es lo que genera las ideas a desarrollar: el científico a descubrir nuevas formas de aproximarse al mundo, el periodista a indagar hasta la saciedad, hasta que encaje todas las piezas del rompecabezas para poder armar su historia. Y así, ambos recorren el mundo de la investigación, de buscar aquí y allá, de volver sobre las pruebas y sobre los textos, de aplicar los ensayos y protocolos, y de escribir y volver a escribir, y tal vez volver nuevamente al lugar de la noticia, a consultar otra vez a las fuentes para aclarar conceptos, a buscar otras versiones. Con el objetivo, finalmente, de publicar, los unos en sus revistas especializadas de tal manera que reciban el aval de sus pares, los otros en sus medios de comunicación de masas para informar a la ciudadanía y generar opinión en ella.
Porque, finalmente, ambos compartimos un objetivo común, y es que tanto periodistas como científicos cumplimos una función social y nos debemos es al público que recibe los mensajes en el primer caso, como a aquel que aplica ese conocimiento en el segundo. Una información adecuada y pertinente a una sociedad que la necesita puede ayudarle a mejorar su calidad de vida, mientras que una sociedad con el conocimiento que produce su comunidad científica y las aplicaciones que pueda tener y la puedan beneficiar también le ayuda a elevar su calidad de vida. Los periodistas cumplimos con nuestra función social cuando la sociedad se entera de la actualidad científica, de las novedades en ciencia y en tecnología, de los procesos utilizados, de la misma manera como los científicos cumplen con su función social cuando realizan un descubrimiento, cuando corroboran la efectividad de una droga, cuando le dan forma a sus observaciones.
Finalmente, por ahora, compartimos una actividad diaria: la educación permanente. Tanto periodistas como científicos realizan una actividad en la cual no dejan de aprender jamás (Sullivan, 1988). Cada día adquirimos un nuevo conocimiento, corroboramos alguna teoría, nos surgen más inquietudes por resolver, tenemos más retos por cumplir.
¿Qué Sucede en la Práctica?
El escritor colombiano Germán Arciniegas decía alguna vez que cuando alguien le hablaba, más que oír lo que le estaban diciendo trataba de descifrar lo que le estaban ocultando. Si a los periodistas nos exigen precisión, ecuanimidad, balance y responsabilidad a la hora de entregar las informaciones, a los científicos les pedimos honestidad, claridad y paciencia al momento de entregarnos su conocimiento.
Un estudio realizado por la Asociación Colombiana de Periodismo Científico (ACPC, 2000), permitió concluir que con contadas excepciones, en general los periodistas a nivel mundial somos perezosos y nos conformamos con consultar si acaso una sola fuente. En ocasiones citamos dos fuentes, pero resulta que ambas provienen de la misma corriente ideológica y por tanto no estamos entregando posiciones diferentes que contrasten por la diversidad de sus comentarios.
Un año más tarde, una mirada que hicimos hacia las páginas de ciencia de los diarios colombianos nos confirmó que, con el pretexto de no tener el suficiente tiempo para escribir nuestras notas, rara vez nos desplazamos hacia el lugar de la noticia y pretendemos cubrirlo todo a través del teléfono, o de la Internet, o lo que es peor, citando a nuestros colegas como fuente para indicar "de acuerdo con la BBC de Londres", o "según reportó la CNN". Con mucha razón dice el Código de Ética periodística de Grecia: "No se debe sacrificar la exactitud por la rapidez o la verdad por el oportunismo". Hay fallas en nuestro trabajo de reportería que es necesario superar.
Y sin ir más lejos, ahora que la clonación humana ha sido pan de cada día en los medios de comunicación, primero por el debate político generado en los Estados Unidos, luego por el anuncio de Antinori de clonar humanos con fines reproductivos, y más tarde por la noticia generada por la empresa norteamericana Advanced Cell Technology en el sentido de haber realizado la primera clonación de un embrión humano, los medios colombianos han complementado la información internacional con la consulta a un genetista colombiano, Emilio Yunis, exclusivamente. Sin dudar de su idoneidad, existen en el país otras fuentes igualmente reconocidas que podrían haber dado una visión diferente y por tanto informar de una manera más complementaria al respecto.
Sucede además, afortunadamente no en la mayoría de los casos, que al cubrir constantemente un tema, el periodista tiende a tomar partido y es allí cuando nos salimos de nuestro verdadero papel y nos convertimos en portavoces de grupos interesados (Flaste, 1992). Pasa en el caso del cubrimiento de temas ambientales: nos volvemos en ocasiones periodistas con agendas establecidas, voceros de grupos de denuncia, generalmente convincentes y con excelentes estrategias de comunicación que nos vuelven ciegos con relación a las otras "verdades" que puedan tener las diferentes partes en el conflicto.
El periodista tiene la obligación de preguntar hasta la saciedad, consultar todas las fuentes posibles, los estudios realizados, porque trabaja por y para encontrar la verdad. El hecho de llamarse a si mismo "periodista científico", no significa que su función sea la de continuar mitificando a los científicos, ni colocarlos en sus torres de marfil, sólo por el hecho de pertenecer a la comunidad científica. La ciencia, como lo pueden ser los deportes, la economía o la política, son temas de trabajo de investigación periodística. Nada de agendas. Los lectores quieren la verdad y eso es lo que tenemos que entregar, con un fuerte componente de responsabilidad. Los periodistas científicos somos los ojos, los oídos y el cerebro de nuestra audiencia, y nunca debemos "ponernos en los pantalones de nuestras fuentes" (Hadorn, 2001).
¿Y qué hay de los científicos? Si los periodistas tenemos infinidad de Códigos de Ética, la comunidad científica tiene algunos principios que rigen su actitud frente a la naturaleza y al ser humano. La Declaración de Helsinki entrega unas recomendaciones para guiar la investigación en seres humanos, pero se refiere principalmente a la labor del médico.
Casos de engaño por parte de los científicos se han presentado a través de la historia, algunos de los cuales se deben a intereses económicos o buscando prestigio y reconocimiento social. No falta aquel individuo que llame a la redacción de los periódicos a anunciar su descubrimiento, su invento o la cura para combatir una enfermedad. ¿Cómo reconocer la validez de la investigación científica?
Hay colegas periodistas que sólo valoran como fuente a las publicaciones científicas reconocidas a nivel internacional, para evitar que les "metan goles". En tal caso las notas de ciencia colombianas y de otros países en vía de desarrollo casi no existirían. Además también a esas publicaciones científicas les han metido sus goles, de tal manera que no hay garantía en un ciento por ciento.
¿Conocemos a Nuestro Público?
La mirada realizada por la Asociación Colombiana de Periodismo Científico (ACPC) a las páginas de ciencia de los diarios colombianos durante agosto y septiembre de 2001, nos permitió concluir que, con contadas excepciones, las historias publicadas son escasamente investigadas, y casi no mencionan a sus fuentes. No hay seguimiento a las noticias, es frecuente encontrar noticias "refritas" (sin actualidad), y podríamos decir que en líneas generales las páginas de ciencia colombianas son una colcha de retazos de noticias internacionales y en ocasiones trasnochadas. Esas páginas refuerzan aquella imagen del científico, del investigador que sólo entiende de dinosaurios o de estrellas. De ellas realmente la que se destaca es la de El País de Cali, por sus artículos balanceados, precisos e investigados, haciendo énfasis en la ciencia que se produce en Colombia.
Surge la pregunta: ¿Estamos entregando información que le interesa a nuestros lectores? ¿O se trata de páginas para llenar el ego de quienes están detrás de ellas? ¿Dónde están las historias reporteadas, investigadas, que dan cuenta de los problemas de la actividad científica nacional, de su financiación, de sus prioridades y del devenir de la política científica? ¿Es que acaso estamos allí sólo para informar sobre lo curioso, lo entretenido y lo positivo de la ciencia? ¿Estamos construyendo sociedad?
El economista Hernán Jaramillo, exsubdirector de Colciencias, insiste en que "la divulgación de la ciencia y el periodismo científico deberían preocuparse por la socialización y el uso social del conocimiento, entendiendo la naturaleza diferenciada de cada una de las áreas de la ciencia", como parte del papel que desempeña en la ciudadanía la entrega del conocimiento y su apropiación por parte de quien la recibe.
Quizá esa audiencia amplia y heterogénea esté ávida por saber más sobre las consecuencias, productos y efectos de la ciencia y la tecnología, que de tortugas de dos cabezas. Tiene interés en historias que afectan a la gente, como los peligros y los posibles beneficios de las nuevas tecnologías.
Hacen falta estudios que entreguen el perfil de los receptores de los diferentes canales de divulgación de la ciencia. Lo que si tienen muchos países, incluido Colombia, son investigaciones que aseguran que sus habitantes se informan de lo que sucede a su alrededor principalmente a través de los medios masivos de comunicación, y entre ellos, la televisión ocupa el primer lugar. Tenemos entonces ese poder de penetración y de influencia en la sociedad, razón de más para que científicos y periodistas seamos cada vez más conscientes de la necesidad de entregar profesionalmente la información, sin crear falsas expectativas ni generar ruidos que tergiversen el contenido. La clave es un trabajo en llave entre ambos transmisores del conocimiento: científicos y periodistas.
REFERENCIAS
ACPC (2000) Análisis del cubrimiento periodístico nacional e internacional de la Cumbre de Cartagena sobre el Protocolo de Bioseguridad. Asociación Colombiana de Periodismo Científico. 84 pp.
Flaste R (Ed) (1992) Artículos Científicos de The New York Times. McGraw Hill. Madrid. 392 pp.
Hadorn W (2001) Science in Society: Learning from History. Conferencia Internacional de Periodistas Científicos y Tecnológicos. Tokio, Japón. p. 11.
Hargreaves I (2000) Whos misunderstanding whom? Economic and Social Research Council. www.esrc.ac.uk/esrccontent/PublicationsList/whom/whofirst.html
Sullivan W (1988) La profesión del escritor científico. En Periodismo y Divulgación Científica. Colciencias y CPB. 155 pp. [ Links ]