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Interciencia

versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.32 n.1 Caracas ene. 2007

 

Examen de la conservación y el aprovechamiento de los recursos vivos

Pablo del Monte-Luna, Daniel Lluch-Belda y Francisco Arreguín-Sánchez

Pablo del Monte-Luna. Licenciado en Biología Marina, Universidad Autónoma de Baja California Sur; Maestro y Doctor en Ciencias, Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas, Instituto Politécnico Nacional (CICIMAR-IPN), México. Investigador, CICIMAR-IPN, México. Dirección: Departamento de Pesquerías, CICIMAR. Avenida Instituto Politécnico Nacional S/N. Colonia Playa Palo de Santa Rita. Apartado Postal 592. Código Postal 23000. La Paz, Baja California Sur, México. e mail: pdelmontel@ipn.mx

Daniel Lluch-Belda. Licenciado en Biología, Doctorado, Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB-IPN), México. Investigador, CICIMAR, México. e mail: dlluch@ipn.mx

Francisco Arreguín-Sánchez. Licenciado en Biología, Doctorado, ENCB-IPN, México. Investigador, CICIMAR, México. e mail: farregui@ipn.mx

RESUMEN

En la actualidad, un sector muy amplio de la sociedad habla de conservación. La noción más básica que [aún] se tiene del concepto implica mantener intacto un sistema natural de manera indefinida sin otra finalidad que la de asegurar su existencia misma. Esta idea se contrapone al concepto de conservación consensuado a nivel internacional, que implica obtener sostenidamente el mayor beneficio posible de los recursos naturales renovables para beneficio del hombre. En el presente ensayo, discutimos los conceptos relacionados de preservación, conservación, aprovechamiento y explotación desmedida. Concluimos que aprovechamiento óptimo y conservación debieran ser considerados sinónimos. El corolario es que es necesario replantear los modelos de uso de los recursos naturales renovables para incrementar la eficiencia de utilización y cumplimentar los propósitos de la conservación.

Conservation and sustainable use of living natural resources

SUMMARY

Nowadays, a wide sector of the society talks about conservation affairs. The basic notion that still prevails implies maintaining untouched a natural system indefinitely, with no other purpose than to assure its existence. This idea differs from the definition of conservation agreed at international level, which entails the maximum sustainable use of natural resources in benefit of humankind. In the present essay, the concepts of preservation, conservation, sustainable use and over-exploitation are discussed. It is concluded that conservation and maximum sustainable use should be regarded as synonyms. The corollary is that there is an urgent need to reassess current models of exploitation of living natural resources in order to increase the utilization efficiency and to fulfil the purposes of conservation.

Exame da conservação e o aproveitamento dos recursos vivos

RESUMO

Na atualidade, um setor muito amplo da sociedade fala de conservação. A noção mais básica que ainda se tem do conceito implica manter intacto um sistema natural de maneira indefinida sem outra finalidade que a de assegurar sua existência mesma. Esta idéia se contrapõe ao conceito de conservação consensuado a nível internacional, que implica obter sustentadamente o maior benefício possível dos recursos naturais renováveis para benefício do homem. No presente ensaio se discutem os conceitos relacionados de preservação, conservação, aproveitamento e exploração desmedida. Conclui-se que aproveitamento ótimo e conservação deveram ser considerados sinônimos. O corolário é que é necessário replantar os modelos de uso dos recursos naturais renováveis para incrementar a eficiência de utilização e cumprir com os propósitos da conservação.

PALABRAS CLAVE / Desarrollo Sustentable / Explotación / Preservación / Sobrepesca / Uso Sostenido /

Recibido: 15/09/2006. Modificado: 04/12/2006. Aceptado: 06/12/2006.

La conservación

En la actualidad, un sector muy amplio de la sociedad habla de conservación: políticos, economistas, intelectuales, académicos, artistas y actores. La idea más básica que aún se tiene del concepto implica mantener intacto un sistema natural (población, especie, hábitat, ecosistema o región) de manera indefinida, sin otra finalidad que la de asegurar su existencia misma, y si acaso se contempla algún tipo de aprovechamiento, éste normalmente es muy limitado (v.g., un parque nacional). Sin embargo, existe una definición producto de consenso de expertos, que proviene de una fuente con autoridad en la materia a nivel mundial: El Programa de las Naciones Unidas, que es la voz de los Estados independientes, para el Medio Ambiente (PNUMA) define conservación como "la gestión de la utilización de la biosfera para el ser humano, de tal suerte que produzca el mayor beneficio sostenible para las generaciones actuales, pero manteniendo su potencialidad para satisfacer las necesidades y aspiraciones futuras" (Caddy y Griffiths, 1996).

Claramente ambas ideas, la noción más básica de conservación y aquella propuesta por el PNUMA, tienen principios encontrados. Mientras una se refiere al carácter intocable de la naturaleza, de cuyo seno el hombre debe mantenerse al margen, la otra supone una utilización tal que produzca el máximo beneficio posible. Si bien esta última definición de conservación es aceptada por una buena parte de la comunidad científica, y debiera ser la directriz de las acciones gubernamentales e internacionales en cuanto a manejo de recursos vivos, aquella que se refiere al carácter intocable de la naturaleza sigue teniendo un peso específico muy importante en la sociedad. Como ejemplo, basta citar el Greenpeace Internacional Annual Report (GIAR, 2006).

Hasta este punto, infortunadamente, este hilo de razonamiento resulta en una posición incómoda. A un mismo término (conservación) se le asignan dos acepciones diametralmente opuestas entre sí. Pero es necesario usar ambas a lo largo del escrito, por lo que para aliviar el problema, se usarán sendas etiquetas para los diferentes significados. A la conservación, en su sentido más básico, el de mantener un sistema natural aislado de la influencia humana, se la llamará preservación; y la conservación en el sentido del máximo uso sostenido (sensu PNUMA), será referida como aprovechamiento óptimo.

El fin fundamental de la ciencia, incluyendo el manejo de los recursos naturales y el aprovechamiento como uno de sus propósitos, es el beneficio del hombre. Los científicos deben velar porque este objetivo se cumpla no solo manteniendo informada a la sociedad sino también orientándola, sobre todo cuando la opinión pública se encuentra sesgada por campañas masivas, incisivas y constantes de desinformación.

A este respecto, considérense algunos aspectos de un tema actual, foco de intensa controversia, como lo es la pérdida de diversidad biológica o biodiversidad (se habla de riqueza específica). Se ha estimado que el número de especies descritas en el mar y en la tierra asciende a más o menos un millón y medio (Mann, 1991) y si este se suma a las que no han sido descubiertas, el total calculado oscila entre cinco y cien millones (Lovejoy, 1997; Ehrlich y Wilson, 1991). La magnitud del rango de estas estimaciones invita a reflexionar sobre el grado de desconocimiento acerca de una cuestión tan fundamental como es el número de formas de vida que habitan la tierra.

Se calcula que cada 60 minutos desaparecen en promedio tres especies de flora y fauna en el planeta, y muchas dejan de existir incluso antes de ser conocidas (El Mundo, 2006). Si bien una especie que se extingue es una especie menos, independientemente de cuantas haya, resulta inútil plantear algún tipo de escenario razonable con esta información, ya que a esa tasa de desaparición y asumiendo una tasa de especiación igual a cero, de haber millón y medio de especies, la tierra quedaría desprovista de vida en los próximos 60 años; y si fuesen cien millones, el mismo resultado se obtendría en alrededor de 3000 años. Cualquier decisión de manejo que se sugiera con tal grado de incertidumbre carece de sentido práctico.

Por otro lado, asegurar categóricamente que el último representante de una especie ha desparecido de la faz del globo es una tarea bastante más complicada de lo que parece. Por ejemplo, en 1994 se redescubrió en Australia una especie de conífera (Wollemia nobilis) que se creía extinta desde el tiempo de los dinosaurios, hace 65 millones de años (Jones et al., 1995); en 2001, en los bosques de la Costa de Marfil y Ghana se reportó la presencia de un primate (Procolobus badius waldroni) supuestamente extinto desde 1978 (McGraw, 2005); en el estado de Arkansas, EEUU, hace apenas un par de años, reapareció un pájaro carpintero (Campephilus principalis) que había sido avistado por última vez en 1944 (Fitzpatrick et al., 2005). Como estos, existen muchos otros ejemplos de descubrimientos y redescubrimientos taxonómicos recientes (Fernández y Fernández-Arroyo, 2000).

Ahora bien, declarar la desaparición local de una o varias poblaciones de una misma especie como sinónimo de extinción (un término más adecuado sería erradicación; Carmona y Correa, 2003) se está volviendo una práctica cada vez más frecuente (la extinción tiene solo una escala) lo cual tiende a inflar las cifras anuales. También debe tomarse en cuenta que muchos de los datos de extinción a nivel global se basan en la pérdida de diversidad en los trópicos, donde se concentra un mayor número de especies, pueden resultar poco representativos, ya que no tiene el mismo significado perder 10 especies en un ecosistema que alberga 1000 que en uno que alberga 100. Algunos análisis sugieren que si bien existe pérdida de biodiversidad a nivel global, en las escalas local y regional, ésta va en aumento por el establecimiento exitoso de especies introducidas, por ejemplo, y que no obstante los riesgos potenciales asociados a la introducción de especies, una vez establecida el efecto de esta tendencia es, en el mejor de los casos, incierto (Sax y Gaines, 2003).

Las situaciones mencionadas, lejos de restarle importancia a las repercusiones que tiene y tendrá el recorte sistemático y acelerado de diversas formas de vida en los ecosistemas que las albergan y en la sociedad humana, sugieren que el conocimiento científico acerca de cuántos tipos de organismos habitan el planeta y a qué velocidad están desapareciendo es lo suficientemente impreciso como para establecer la necesidad de revisar y verificar cuidadosamente la información recibida a través de los medios masivos de comunicación y de fuentes que no son confiables desde una perspectiva científica.

El aprovechamiento

Hasta la década de 1960 el desarrollo mundial estaba fuertemente inclinado hacia el dominio económico, ajeno a la ecología, y la única finalidad era maximizar la explotación de los recursos. Los riesgos ambientales asociados a este tipo de desarrollo no pasaron inadvertidos. En la Conferencia de las Naciones Unidas celebrada en Estocolmo en 1972 se retomó el incipiente proceso de defensa del entorno natural y se habilitó el discurso ambientalista sobre la base de la ecología, pero uno de los aspectos más significativos de la reunión fue la preocupación manifiesta de las condiciones de vida de los humanos en el futuro. A lo largo de más de 30 años de maduración, esta plataforma ideológica se convirtió en lo que ahora se conoce como desarrollo sustentable (del Monte-Luna et al., 2004).

En la actualidad, la Asamblea General de la ONU a través de órganos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el PNUMA y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) ha declarado como objetivos prioritarios lograr el mejoramiento de la calidad de vida de la humanidad y garantizar la seguridad alimenticia, con especial énfasis en los grupos más vulnerables, a través de la modificación de las pautas actuales de producción y consumo y la protección y ordenación de la base de recursos naturales.

Dicho lo anterior, se puede apreciar en pleno el contexto de conservación propuesto por el PNUMA y, en virtud de las prioridades mencionadas, también es posible advertir que la obtención del mayor beneficio, según la definición, se relaciona estrechamente con la obtención del máximo rendimiento sostenido de los recursos, cualquiera que sea el nivel natural de las existencias. Pero ¿Cómo aprovechar óptimamente un recurso y al mismo tiempo minimizar el impacto sobre el capital natural? A continuación se exponen brevemente bases teóricas que ayudan a abordar el problema.

Supóngase un grupo de organismos de la misma especie que coloniza un hábitat favorable. Al inicio, la suficiencia de recursos (i.e. espacio y alimento) les permite crecer en número e individualmente casi sin restricciones, de manera geométrica. Ya que cada unidad de peso ganado y cada individuo que se suma a la población significan una disminución en la disponibilidad de los recursos, la velocidad con la que venía creciendo la población se reduce paulatinamente hasta que todos los recursos son consumidos tan rápido como se producen, los nacimientos se igualan a las muertes y la población deja de crecer. Este punto se le conoce como capacidad de carga (K; Figura 1a). Si se considera solo el número de individuos (biomasa) que se agrega a la población de un tiempo a otro (producción excedente) aquel aumenta en las primeras etapas, alcanza un máximo y comienza a disminuir de manera simétrica a la parte inicial, llegando a cero cuando el tamaño de la población alcanza el valor de K. El mayor número posible de individuos que pueden sumarse a la población durante un lapso determinado (máxima productividad o máximo crecimiento neto) se tiene justo a la mitad de K (Figura 1b). El aprovechamiento óptimo consiste en extraer esta cantidad de un tiempo a otro, regularmente un año, sin modificar el tamaño de la población. Así pues, si una población virgen de peces comienza a ser explotada, ésta deberá ser reducida a alrededor de la mitad del tamaño inicial y para mantenerla en un mismo tamaño, cada año se pescará el excedente correspondiente. Por ello, la obtención del máximo rendimiento sostenido no implica depauperación. De hecho, este nivel es uno de los objetivos universales del manejo, no sólo de las pesquerías, sino de muchos otros recursos renovables sujetos a explotación (del Monte-Luna et al., 2004).

Con respecto a los recursos marinos, se estima que hoy en día el 24% de ellos se encuentran subexplotados o moderadamente explotados, 52% están en el nivel de mayor aprovechamiento, 16% se reportan como sobreexplotados y 8% colapsados o en recuperación (SOFIA, 2004). Estas cifras han sido consideradas como sintomáticas de que la pesca a nivel global está alcanzando niveles insostenibles (Pauly et al., 1998, 2002; Myers y Worm, 2003; Worm et al., 2005). Sin embargo, el hecho que más de la mitad de las poblaciones marinas de interés comercial se tengan en un estado de utilización deseable, situación congruente con los principios del aprovechamiento óptimo y el desarrollo sustentable, lleva a pensar que las cosas van en la dirección correcta. Dependerá del aprendizaje científico y de la disposición de los gobiernos que la cantidad de recursos pesqueros plenamente explotados aumente a costa de los otros porcentajes.

En cuanto a otros recursos renovables, se sabe que la tasa de deforestación en los bosques tropicales es de 14,2 millones de hectáreas por año y en los bosques no tropicales es de 0,4; mientras que la tasa de incremento anual de áreas forestales es de 1,9 y 3,3 millones, respectivamente. El cambio neto anual a nivel global en la cobertura de árboles es de -9,4 millones de hectáreas (FRA, 2000). Sin duda es lamentable que la cobertura perdida sea poco menos del doble de la que se gana cada año y que, según las proyecciones de mediano y largo plazo, pueda esperarse solo un crecimiento moderado de las áreas forestales. En este sentido, la reforestación se ha canalizado a través de plantaciones de especies comerciables cuyo crecimiento se estima en 1,4 millones de hectáreas cada año, con tendencia a incrementarse. Cabe mencionar, no obstante, que las áreas reforestadas poseen menor valor en cuanto a conservación y biodiversidad que las áreas prístinas, ya que éstas son sustituidas por plantíos que se componen de unas pocas especies, de manera que no se trata de una proporción 1:1 entre áreas removidas y reemplazadas. La certidumbre de que las proyecciones actuales se cumplan en el futuro estará en función de la soberanía de los Estados sobre sus propios recursos, en virtud de los principios definidos en la Agenda 21, y de un clima político internacional de verdadera cooperación.

La conservación y el aprovechamiento

Hasta el momento hemos argumentado que la conservación y el aprovechamiento óptimo son (o debieran ser) exactamente lo mismo. Pero cuando esta idea se pervierte, desde su concepción hasta su aplicación, casi siempre termina polarizada en dos fracciones mutuamente excluyentes: la preservación y la explotación desmedida. Es decir, si un recurso no es objeto de la preservación, está destinado a desaparecer por sobreexplotación. Esta noción asume que no existen puntos intermedios entre uno y otro extremo, que es precisamente donde se optimiza el rendimiento. Si la explotación llegara a rebasar este nivel (sobreexplotación) las medidas de manejo pertinentes tendrían como objetivo regresar a la población al estado de aprovechamiento óptimo (más no al tamaño inicial). Sin embargo, la sobreexplotación no siempre es fácil de detectar. Por ejemplo, en las ciencias pesqueras la disminución de la biomasa y la reducción de la talla promedio de la población son medidas frecuentemente utilizadas como indicadores de sobreexplotación (Myers y Worm, 2003), pero al mismo tiempo éstas son dos condiciones obligadas si se desea llevar una población virgen o subexplotada al nivel de mayor aprovechamiento; esto es, debe reducirse la biomasa aproximadamente a la mitad de su tamaño inicial, extrayendo los individuos vulnerables al arte de pesca, que incluye a los de mayor talla.

Aludiendo a la definición de conservación propuesta por el PNUMA, un recurso vivo llevado al colapso por el uso descontrolado puede entrar a las filas de la conservación para que eventualmente vuelva a ser aprovechado, pero esto no siempre sucede; es decir, entran pero difícilmente salen. Un ejemplo de lo anterior son algunos mamíferos y tortugas marinas. Gracias a la aplicación efectiva de medidas de manejo, las poblaciones de ballena gris (Eschrichtius robustus) en el Pacífico noreste y de tortuga golfina (Lepidochelys olivacea) en México, tras haber sido fuertemente diezmadas, han mostrado signos importantes de recuperación (Márquez et al., 1998; COSEWIC, 2004) e incluso han alcanzado un tamaño potencialmente explotable. Al presente, la presión de pesca sobre estas especies es insignificante y las nuevas formas de aprovechamiento están básicamente relacionadas al ecoturismo.

Ahora bien, en el caso hipotético de que la ballena gris volviera a ser explotada comercialmente, siendo poblaciones relativamente pequeñas y de crecimiento lento, pudieran esperarse solo rendimientos modestos. Para fines didácticos, es posible hacer un cálculo muy grueso de qué tanto pudiera rendir esta pesquería. La relación entre las características biológicas de una población y su rendimiento puede obtenerse mediante la ecuación rK/4, derivada del modelo de biomasa dinámica (Hilborn y Walters, 1992) donde r es la tasa intrínseca de crecimiento poblacional y K el tamaño de la población virgen. Si la población de ballena gris en el Pacífico es de aproximadamente 27000 individuos, creciendo a una tasa de 0,04 (COSEWIC, 2004) entonces el rendimiento anual sería de 270 individuos. La pregunta es si a largo plazo pescar 270 ballenas cada año beneficiaría más a la sociedad que las actividades de contemplación. Posiblemente no.

Una vez habiendo puesto en perspectiva el concepto de conservación, resulta evidente que los objetivos de la preservación y del aprovechamiento son de carácter antagónico, particularmente en el caso de actividades extractivas como la pesca, la caza y la tala (del Monte et al, 2004). Para ilustrar este punto considérese el conflicto entre la pesca deportiva y la comercial de peces de pico (Istiophoridae). Por una parte, el sector de pesca deportiva debe aumentar al máximo las probabilidades de que los usuarios, que son una parte muy exclusiva de la sociedad, extraigan ejemplares de gran tamaño. Para ello la población debe llevarse a su tamaño virgen dado que en ese nivel aumenta la esperanza promedio de vida y la talla de los individuos. Este tipo de actividad se adapta bastante bien a la idea de preservación definida al principio. Por otra parte, la pesca comercial busca extraer el máximo rendimiento de manera sostenida llevando a la población a la mitad de su tamaño inicial, lo que obligadamente reduce el tamaño promedio de la población y la esperanza de vida; es decir, confrontados los dos intereses, se desea tener el mismo recurso en dos niveles poblacionales diferentes al mismo tiempo lo cual es, por supuesto, imposible. Dado que no existe un punto intermedio en el que ambos objetivos puedan ser cumplidos plenamente, el terreno ganado por uno será proporcional al que pierda el otro.

Retos para el futuro

La administración de los recursos vivos a nivel de poblaciones se encuentra lejos de ser eficiente. En el caso de los recursos acuáticos son varios los factores que obstaculizan el tránsito del sistema pesquero hacia un ámbito de verdadera sustentabilidad. El carácter de propiedad común del recurso, los métodos de análisis poco robustos o francamente inadecuados que se utilizan para estudiar a las poblaciones, aunado a la poca disposición de los gobiernos para implementar medidas de manejo basadas en información científica y plural, y ajenas a intereses meramente políticos, son algunas de las razones que han llevado a sacrificar eficiencia en la actividad.

La tarea de los estados dentro del marco del desarrollo sustentable deberá enfocarse a incrementar el número de recursos plenamente explotados a costa de los que se encuentran sobreexplotados y colapsados, así como también de los subexplotados o moderadamente explotados, que actualmente representan un margen discreto pero significativo. Seguramente tal empresa demandará de medidas difíciles como reducciones significativas del esfuerzo de pesca o limitaciones en los volúmenes de captura, con los consecuentes costos sociales y económicos al corto plazo, que de manera paralela podrían ser paliados en parte reorientando el esfuerzo hacia recursos que se encuentran por debajo de su aprovechamiento óptimo (Lluch-Cota et al., 2006). Asimismo, el cumplimiento de dicha tarea implica explorar con mayor cuidado aquellos recursos que exhiban variaciones cíclicas u otros patrones de respuesta a cambios ambientales en distintas escalas, ya que estos atributos son especialmente valiosos en cuanto a la capacidad de pronóstico, la cual representa una de las herramientas técnicas más valiosas para el uso sostenido de los recursos vivos.

El manejo de recursos enfrenta otro problema, que es el efecto de las actividades extractivas sobre especies diferentes, a las del objetivo y sobre el ecosistema en general. Es bien sabido que el cambio de un nivel de organización a otro de mayor complejidad (de población a ecosistema) trae consigo la aparición de nuevos patrones propios del nivel en cuestión (diversidad, sucesión, conectividad, dinámica trófica, etc.) y un aumento exponencial en la incertidumbre. El reto entonces sería encontrar objetivos de manejo análogos al aprovechamiento óptimo o uso sostenido a nivel del ecosistema, lo que representa un excelente sustrato para el desarrollo de nuevas líneas de investigación. Algunos esfuerzos han sido realizados en este sentido, tratando de compatibilizar, por ejemplo, la existencia de especies en peligro de extinción con actividades pesqueras (Lercari, 2006) o la determinación del efecto de la pesca de arrastre de camarón sobre los ecosistemas bentónicos (Kaiser y de Groot, 2000).

Reflexiones finales

La tierra está habitada por más de 6500 millones de individuos y los pronósticos apuntan a que esta cifra se duplicará para el 2050 (USCB, 2004), con un aumento correspondiente en las necesidades de consumo. Con estas tendencias en mente, si la prioridad es proveer una calidad de vida decorosa para el mayor número posible de personas ahora y en el futuro, será necesario utilizar más recursos naturales que los que se utilizan actualmente, lo que tendría un impacto asociado. Esto es inevitable.

Un futuro así entraña varios peligros. Por ejemplo, se podría decidir preservar indiscriminadamente todo tipo de sistemas naturales con potencial de ser aprovechados; también se podría explotar los recursos hasta niveles tan bajos que dejen de ser rentables; o incluso tratar de conciliar ambas posiciones sin éxito previsible para ninguna. De ser este el caso, terminaríamos atrapados sin remedio en los puntos más alejados de la sustentabilidad. O bien, es posible enfrentar el futuro aumentando la eficiencia de las actuales pautas de desarrollo, con el objetivo claro de aprovechar al máximo los recursos, reduciendo al mismo tiempo los daños colaterales y su potencial de renovación. El camino hacia la sustentabilidad no ha sido ni será fácil de recorrer, pero tal vez un primer paso para lograrlo es haciendo un examen cuidadoso de la conservación y el aprovechamiento de los recursos vivos.

Agradecimientos

Los autores agradecen el apoyo del Sistema Nacional de Investigadores de CONACYT y el Instituto Politécnico Nacional a través de la Comisión de Operación y Fomento de Actividades Académicas (COFFA) y al Estímulo al Desempeño de los Investigadores (EDI, proyecto 20060626) del IPN.

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