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Interciencia

versión impresa ISSN 0378-1844

INCI v.32 n.7 Caracas jul. 2007

 

SISTEMA INMUNITARIO Y SOCIEDAD

A finales de 2006, el grupo liderizado por Tamás Laskay, en Alemania, demostró que para infectar células con Leishmania se requiere de parásitos muertos por apoptosis y de parásitos vivos. Concluyeron que los parásitos que mueren permiten en forma altruista la supervivencia de los parásitos viables. La existencia de parásitos muertos en una población de Leishmania es un factor crítico en la determinación de la virulencia.

La conducta altruista de humanos y otros primates fue el sustento de la sociobiología de los años 80, cuyo auge comenzó cuando Edward O. Wilson demostró que los organismos altruistas sobreviven por reproducción a favor de sus genes altruistas y si su estrategia no favorece la supervivencia, predominan los no altruistas.

La aplicación de la sociobiología a la especie humana causó gran controversia entre quienes sostenían que la conducta humana está determinada genéticamente y quienes la condicionaban a la cultura o al medioambiente. La sociobiología fue acusada de ser una forma más de determinismo biológico, una perspectiva que anula el libre albedrío del ser humano y lo sujeta al mandato de los genes. Stephen Jay Gould y Richard Lewontin argumentaron que el determinismo sociobiológíco justifica el control del poder por las élites y legitima políticas autoritarias, el genocidio, el racismo y el sexismo.

La batalla acerca de la sociobiología fue señalada como un problema político entre investigadores de distintas tendencias. Para Ernest Mayr los frecuentes debates en el campo de la evolución suelen tener profundas raíces históricas y culturales. Sin embargo, una cosa es el entrecruzamiento entre ciencia y política, y otra aquel entre ciencia e ideología. Los horrores de una ciencia comprometida con una ideología fueron vividos en la Alemania nazi con la "limpieza étnica" basada en la supremacía aria propuesta por Karl Haushoffer, fundada en el odio, sin basamento racional alguno.

¿Podrán descubrimientos como los observados recientemente en Leishmania aclarar la controversia sobre la sociobiología?

Una condición genéticamente establecida, tal como la susceptibilidad o la resistencia a una enfermedad, puede ser modificada por el medio ambiente. Ratones resistentes a infección por Leishmania, al ser sometidos a estrés modifican drásticamente sus mecanismos de defensa frente al parásito; modifican su respuesta inmunitaria genéticamente determinada.

El sistema inmunológico es organizado, redundante y equilibrado, y refleja en muchas maneras a la conducta humana. Su función no reside únicamente en defender al organismo frente a invasores, como un ejército. Su principal tarea es vigilar para mantener el equilibrio del organismo, en estrecha unión con el sistema neuroendocrino. Esta vigilancia no funciona como un esquema policial, no es agresiva ni punitiva. Actúa como lo hace la prensa libre en una sociedad democrática, vigilando los errores de juicio y entendimiento.

Dos componentes caracterizan al sistema inmunológico, la discriminación de señales de peligro y la determinación de una respuesta efectora. La función efectora la realiza induciendo inmunidad o tolerancia. La inmunidad, como la producida por vacunas, sirve para eliminar agentes invasores. La tolerancia limita o suprime la respuesta inmunitaria para evitar daño a los tejidos, impide que la madre rechace al feto, o que reaccionemos frente a alimentos o cosas que respiramos. Como en la sociedad, los mecanismos de alerta y tolerancia son necesarios para el equilibrio y la convivencia.

La inmunidad puede ser innata o adquirida. La innata reconoce señales de peligro altamente conservadas en microorganismos y genera respuestas rápidas y vigorosas que eliminan a más del 90% de los agentes invasores. La adquirida gira alrededor de los linfocitos, que son altamente específicos, variados y eficientes, pueden ser muy jóvenes y activos, y se educan en la universidad inmunológica, que es el timo, preparándose para trabajar en los ganglios. Allí maduran y se convierten en células con memoria inmunológica, necesarias para el ejercicio de la fase efectora y para enfrentar segundas infecciones.

Igualmente, entre los humanos, los jóvenes se educan, participan activamente, maduran y trabajan para vivir en una sociedad equilibrada. Reclaman respeto a la libertad y a los derechos civiles y políticos. Frente al discurso rotulador y descalificador, y ante las violaciones y amenazas a la libre expresión y al derecho a estar informado, hacen llamados a la tolerancia y la reconciliación de los diversos sectores. Como los linfocitos, los jóvenes son distintos, tienen personalidad propia y encarnan una posibilidad diferente de enfrentar los problemas.

Si el sistema inmunológico se basa en mecanismos de alerta y tolerancia similares a los que la sociedad democrática y libre debe defender y mantener, las células dendríticas, a las que se les ha adjudicado el rol de director de orquesta por ser las que desencadenan la respuesta inmunitaria, enseñan acerca del liderazgo. Ellas guían el tipo de respuesta inmunitaria y para ello requieren permiso del medioambiente, que las provee de señales para generar inmunidad o tolerancia. No son autoritarias y dependen de la interacción de un complejo sistema de células, sustancias y códigos para poder actuar, tal y como se aspira en democracia para lograr una sociedad libre, armónica y con progreso.

Felix J. Tapia. Presidente, AsoVAC, Venezuela