Interciencia
versión impresa ISSN 0378-1844
INCI v.33 n.9 Caracas sep. 2008
¿Panacea biotecnológica?
En un reciente editorial de la prestigiosa revista Nature Biotechnology resultan llamativas la claridad y la valentía con las que el editorialista afronta la cuestión del cacareado papel de la biotecnología en la solución de cuanto problema afronta la humanidad. El lugar preponderante de esa disciplina en el abanico de opciones de progreso la ha convertido, junto a la nanotecnología, en un gran negocio. De hecho, son muchos los cuestionamientos posibles acerca del alcance verdadero de la biotecnología, las poblaciones beneficiadas y la realidad o factibilidad de los agigantados avances que se proclaman.
Para cada nuevo paso dado por el hombre en el desarrollo de su capacidad tecnológica, y han sido muchos, se ha anunciado con bombos y platillos mejoras sustanciales en la calidad del ambiente, en la salud humana y en la calidad de vida del hombre. Si tales mejoras fuesen verdaderas, estaríamos mucho más cerca de lo que parecemos estar de solucionar el hambre a menudo extrema, las epidemias y endemias que aún persisten, la creciente crisis energética, el incontenible calentamiento global y, por qué no, la miseria que todavía padece una parte insólitamente grande de la humanidad.
La desconfianza, no solo por parte de agrupaciones que velan, a veces con celo exagerado, por el bienestar del planeta y del espíritu, sino también de gobiernos y pueblos enteros, no es gratuita. La preocupación existente por el balance de virtudes entre la utilización de cosechas masivas para el desarrollo de nuevas fuentes de energía o de alimentos no es algo banal, como no lo es el riesgo posible de severos e insospechados trastornos como consecuencia del consumo de productos genéticamente modificados cuya inocuidad, tanto para el consumidor como para el ambiente, no haya sido clara y definitivamente demostrada. Tampoco es trivial la preocupación por la muy incierta accesibilidad de los más pobres a las nuevas y prometedoras posibilidades de una vida mejor que ofrecen las terapias genéticas.
El hecho que el más importante medio de difusión del nuevo conocimiento que emerge de los laboratorios de biotecnología que hoy existe en el mundo se haga eco de cuestionamientos a esta disciplina y haga un llamado a la cordura en sus practicantes y comercializadores es sin duda una actitud que refleja valentía. Es obvio que, en este caso también, la razón sustenta la valentía. El punto central, cual es la denuncia que la publicidad anticipada y exagerada resulta contraproducente para el progreso de la biotecnología, es más que racional. El editorialista de Nature llama a la cautela al pronunciarse sobre lo que la biotecnología puede hacer en el presente y al hacer promesas exageradas sobre lo que podría lograr en el futuro, al tiempo que critica lo mucho que, sin verdaderas razones ni apoyo factual, se dice al respecto. Lamentablemente, a menudo para quienes fomentan la inversión de capitales en el mercado de acciones de empresas de biotecnología, sin embargo, la bulla y las expectativas, con o sin asidero, cuentan más que la razón.
Aunque se trata de una disciplina que avanza con una velocidad sorprendente en el primer mundo, muchos de los países en desarrollo están igualmente involucrados en investigación, protección ambiental, producción industrial, comercialización, legislación y otros muchos aspectos de la biotecnología que tocan a la racionalidad de las expectativas y las posibilidades de un progreso tangible para nuestros ciudadanos. Es menester proyectar y financiar adecuadamente los trabajos en esta disciplina, pero sin tratar de convencer a ultranza a las audiencias de que la biotecnología resolverá nuestra existencia, de manera de evitar crear opiniones negativas que a la larga impiden el progreso en muchos aspectos donde este campo de la ciencia y la tecnología es ciertamente capaz de aportar mejoras sustanciales a la salud y bienestar de nuestros pueblos.
Miguel Laufer
Director