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Letras

versión impresa ISSN 0459-1283

Letras v.52 n.81 Caracas abr. 2010

 

Capriles, Ruth. (2008). El libro rojo del resentimiento. Caracas: Debate.p.120.

En los últimos diez años, el ensayo político ha sido un género que ha tenido un crecimiento importante en Venezuela. La dinámica nacional -que ha variado de un apoyo masivo al teniente coronel Hugo Chávez, luego de su triunfo electoral en 1998, a la polarización del país en casi dos mitades- ha favorecido la publicación de investigaciones sobre el tema, desde varios enfoques. El texto que nos ocupa, El libro rojo del resentimiento, presenta una peculiaridad: aborda el asunto desde una perspectiva psicológica. Se plantea que el componente emocional ha sido determinante en dos sentidos: para que un mayoritario sector de la población, hasta ahora ignorado y carente de relevancia en la vida pública venezolana, se identifique con el caudillo, y para alimentar la polarización, necesaria en aras de mantener dicha influencia.      

La investigación consta de cinco capítulos, además de prólogo, prefacio, conclusiones y bibliografía. En el primero se define y caracteriza al resentimiento; el segundo ubica el tema en el contexto nacional; la relación entre el resentimiento y el proceso político de la Venezuela actual, se revisa en el tercero, con especial énfasis en los vínculos entre el líder resentido y la masa; los escenarios que permiten analizar la fuerza destructiva del resentimiento durante los últimos diez años se presentan en el cuarto de los capítulos. Estos son: el sistema educativo, el sistema de partidos, el poder sindical, la descentralización, el sistema de justicia, la capacidad productiva, la industria petrolera, la libertad de expresión, las fuerzas armadas y la disolución moral. Por ultimo, en el número cinco, la autora aborda algunas salidas o "antídotos" contra el resentimiento.       

Las siguientes líneas no pretenden resumir el contenido del trabajo, sino reflexionar en torno a algunos de los tópicos que en él se desarrollan.

Un tema polémico como el tratado por Capriles ha de comenzar por la definición del término, y así ocurre en el capítulo uno donde la autora se apoya en Nietzche (1887) y en Scheler (1915) para elaborarla: "el resentimiento es una emoción que consiste en una experiencia repetida de sentimientos básicos negativos, como odio y envidia, que han sido reprimidos por sentirse en situación de impotencia. Es un revivir de una respuesta emocional reprimida, negativa y reactiva contra otros y/o contra sí mismo" (p.23). El origen de dicho sentimiento se halla, según leemos, en una agresión ante la cual el agredido se siente impotente, o en una condición de inferioridad, coyuntural o permanente. Cuando tal condición domina la personalidad  –sentencia Capriles-, el resentido no se dirige a los posibles culpables de la agresión o de la condición de inferioridad: "la hostilidad es dirigida a todos y a ninguno" (loc.cit.).

Otro aspecto relevante se vincula al diagnóstico de la enfermedad. Se asume en el libro que tanto los teóricos (Nietzsche, Scheler, García Pelayo, Marañón) como los dramaturgos y novelistas (Shakespeare, Balzac, Naipaul, Rand) que han tratado el tema afirman que esta no posee cura "porque aunque haya cambiado la situación de impotencia o inferioridad [de la persona], el odio o la envidia reprimidos (…) no tienen, no pueden tener satisfacción. Es un ansia insaciable, (…) una emoción continuada, de larga duración, [que] se vuelve hacia un objetivo difuso cuya desgracia nunca redime, restituye o venga la experiencia original. Por esto, cuando un resentido llega al poder su reacción es totalitaria; nada sino la destrucción total" (p. 26).

Llegados a este punto, cabe destacar que en esta investigación se presenta al teniente coronel Hugo Chávez Frías como personaje paradigmático del resentimiento. Para ello la autora se apoya en trabajos en torno al personaje, entre los que podrían citarse dos: el de Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyska, y los de Agustín Blanco Muñoz

A fin de situar el tema en el contexto venezolano actual, Ruth Capriles presenta una panorámica de los cuarenta años previos a la llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela, con especial énfasis en los años 80 y 90, por considerar que durante esas dos décadas se cometió la mayor cantidad de errores políticos y económicos que favorecieron el resultado electoral de 1998. Asevera Capriles que el mensaje de Chávez Frías desde su aparición, luego del fracaso del golpe de estado del 04 de febrero de 1992, fue el de un individuo resentido que destaca la igualdad por encima de la libertad, valor que había predominado en el discurso político precedente. A juicio de la autora, el contenido de sus intervenciones públicas evidencia tres rasgos: la inversión de los significados, el lenguaje escatológico y la manipulación simbólica.

Durante la campaña electoral, en sus alocuciones y mitines, el militar suscitó un deseo de revancha contra los dirigentes partidistas que hasta ese momento habían detentado el poder. El mensaje encontró eco y comenzaron a rechazarse valores como la libertad, la propiedad privada, el esfuerzo individual, la competencia: "Quienes no tienen opciones de superación se sienten considerados, atendidos, poderosos. Seguirán al líder y el mensaje de rebelión en una senda de destrucción de aquello que envidian". (p.66).

El segundo rasgo del discurso chavista, "la ofensa verbal, el insulto como trato cotidiano, el lenguaje escatológico y el regodeo en materias fecales" constituyen otra característica típica del resentimiento (p. 67), ligada estrechamente a la inversión de valores. "Si la pobreza, la fealdad, el crimen y la muerte son ascendidos al rango de lo bueno, sube con ellos el lenguaje de las cloacas y del infierno" (loc.cit.).

Respecto a la manipulación simbólica, "las masas son movidas por la conexión emocional en un sentimiento colectivo mediado por los símbolos". (p.69). Al ser generales, cada quien los siente como propios, sólo varía el contenido y el uso que se les da. En el caso de Chávez, frecuentemente emplea el símbolo de Bolívar, común a los venezolanos, pero lo presenta como un "revolucionario igualitarista". (p.70). Otros símbolos propios del discurso presidencial se hallan en el uso de los colores (el rojo, especialmente), de los símbolos patrios (bandera, escudo nacional, himno), los personajes guerreros (Bolívar, Zamora, Maisanta) y la repetición de lemas (gobierno de los pobres; antiimperialismo; patria, socialismo o muerte). Entre las técnicas de manipulación simbólica se destacan en el libro: la repetición de mentiras, la devolución de la propia imagen y el apabullamiento.

Aunque los autores que han trabajado en el tema insisten en que el resentimiento no tiene cura, el aporte de Capriles consiste en proponer algunas salidas para que las sociedades se defiendan de los resentidos, generen antídotos y precauciones contra la expansión social de la pasión del resentimiento. Una de ellas es la generosidad, que podría convertirse en antídoto del resentimiento si el liderazgo emergente (dirigentes políticos, maestros, comunicadores sociales, escritores) no se deja hipnotizar por el mensaje del mal líder, si no funciona como masa irracional, si logra diferenciar el contenido genuino del falso contenido de los símbolos, si atiende a las demandas de quienes lo siguen y responde a ellas para evitar que un líder engañoso las manipule. Otro aspecto, no ajeno al anterior, consiste en alejarse de la antipolítica. Se necesita fortalecer a los políticos que como líderes pueden sacar del resentimiento al sector del país que se ha dejado ganar por dicho sentimiento.  Se puede evitar la reproducción del resentimiento y su generalización como reacción a la injusticia, cambiando las situaciones sociales que lo provocaron, sentencia Capriles. En el caso de Venezuela, estas son harto conocidas: incremento de la desigualdad social, deterioro progresivo de la calidad de vida, de la honestidad de la clase dirigente, de los términos de intercambio a lo interno y con el sistema económico internacional, entre otras. Es preciso atender estas condiciones y comenzar a cambiarlas. Quienes deseen contrarrestar el mensaje del odio deberán diseñar políticas públicas alternativas y positivas que respondan a las demandas de la población y le den esperanzas de cambio. Eso requiere manejar los símbolos que correspondan a los valores existentes en la población y que se puedan sustentar en sus proposiciones políticas, afirma la autora. Es responsabilidad de quienes tengan interés y vocación por la política buscar los contenidos simbólicos de "nuestras aspiraciones creativas y éticas para contraponerlos a los mensajes de odio y destrucción". P.104).

Por último, Capriles alerta contra el neoresentimiento. Manifiesta que este puede darse en virtud de que las acciones hostiles del resentido son ofensas y agresiones que causan nuevos resentimientos. Como agraviados en situación de impotencia podríamos reproducir el resentimiento al reaccionar contra él. "A través de la emoción, Chávez lidera tanto a sus seguidores como a sus opositores que tampoco pueden resistir su atracción, aunque sea del signo contrario. Los seguidores asumen las palabras del líder como propia venganza; sus opositores reaccionamos con igual emoción asimilándonos en el mensaje". (p.105). Al respecto apela a la calidad de los dirigentes o de quienes aspiran a serlo, y a su capacidad para invocar la generosidad y los valores positivos olvidando los viejos rencores y ansias de revancha. (p.106).

Thays Adrián