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Letras

versión impresa ISSN 0459-1283

Letras vol.53 no.85 Caracas dic. 2011

 

Augusto Cury. (2009). Hijos brillantes, alumnos fascinantes. No hay jóvenes difíciles, sino una comunicación inadecuada. Barcelona (España): Zenith / Planeta. 186 páginas

José Rafael Simón Pérez

Con toda seguridad, este psiquiatra brasileño no resulte muy conocido en nuestro país, por lo cual se imponen algunas líneas en relación con su vida e investigaciones. Se trata, como ya se indicó, de un psiquiatra brasileño que en la actualidad dirige la Escuela de Inteligencia del Estado de Sao Paulo, un centro académico acerca de la llamada psicología preventiva para educadores y profesionales de la salud mental. Sus planteamientos en el ámbito de la Psicología educativa, entre los que se encuentra la tesis de la denominada inteligencia multifocal, se han incorporado como asignaturas del nivel de Postgrado en aproximadamente quince universidades brasileñas de reconocido prestigio.

Su faceta como autor, muy prolífica en los últimos años, está destinada a todas las personas que deseen mejorar su calidad de vida en estos tiempos de globalización. Entre sus publicaciones, las cuales se han ubicado entre las más vendidas en su país de origen así como en Portugal, se encuentran Nunca renuncies a tus sueños, Padres brillantes, maestros fascinantes (comentada en una anterior oportunidad), Cambia tu vida y la que a continuación se reseñará.

Hijos brillantes, alumnos fascinantes… se compone de dos partes. En la primera de ellas, el autor habla de las diferencias entre los buenos hijos y aquellos que son brillantes. Los primeros se preparan para el éxito y las victorias, aprenden de sus propios errores y tienen sueños o disciplina, mientras que los segundos se van adiestrando progresivamente para enfrentarse a las derrotas y a las frustraciones que la vida depara, aprenden tanto de sus faltas personales como de las que cometen los demás y atesoran sueños, pero saben que se debe tener disciplina para poder alcanzarlos.

De igual modo, en esta primera parte del libro, el autor nos habla de por qué la escuela de hoy se encuentra en crisis, a través de las vivencias de un profesor llamado Romanov, que de alguna forma fue testigo de la lamentable masacre terrorista de la escuela de Beslan, ocurrida en Rusia años atrás.

Dicho profesor llega a una “Escuela de las Pesadillas” y empieza un lento proceso de transformación, mediante la implementación de una práctica docente diferente, en la que los alumnos se ubican en semicírculo en el salón de clase (la ubicación tradicional de los alumnos en filas lo que hace al parecer es bloquear las ideas durante una discusión), escuchan música clásica mientras aprenden (así se mejoran aspectos vinculados con la concentración y con la asimilación del conocimiento) y se cuentan historias periódicamente que le buscan una especie de sentido a lo que se está aprendiendo, generándose una educación pertinente.

La segunda parte se relaciona con las características de los buenos alumnos y de aquellos que son fascinantes. En este sentido, los buenos alumnos se hacen diestros en las matemáticas numéricas, son repetidores de información (para ellos la memoria es una especie de almacén de datos) y se preparan exclusivamente para recibir un diploma o un título. Muy por el contrario, los alumnos fascinantes aprenden las matemáticas numéricas y también las “emocionales”, son pensadores, críticos y reflexivos y se preparan para la vida.

Sin duda, este texto de Augusto Cury representa una valiosa herramienta para padres y maestros, pero también para el público en general, en estos tiempos de globalización, adelantos tecnológicos y producción y relativización del conocimiento, en los que la familia y la escuela, sorpresivamente, parecen atravesar una crisis sin precedentes en la historia de la humanidad. Se trata de una lectura ilustrativa y ampliamente recomendable para los educadores interesados en una praxis pedagógica mucho más participativa, pertinente y hasta humanizadora. Una práctica en la que el docente estimule la inteligencia de sus estudiantes mediante su capacidad para preguntar y hacer dudar, única vía para empezar a transitar caminos no recorridos.

En definitiva, ¿por qué tener una Escuela de las Pesadillas si podemos tener una Escuela de las Ideas y de los Sueños?