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Letras
versión impresa ISSN 0459-1283
Letras vol.55 no.89 Caracas dic. 2013
Las puertas ocultas.
José Napoleón Oropeza (2011). Caracas: Editorial Bid& Co. Colección País Portátil. 260 páginas
José Rafael Simón Pérez.
¿Qué haremos ahora que ya todos saben quiénes somos? Es casi
seguro que nos están buscando debajo de las camas y cuando no
nos encuentren allí nos buscarán detrás del armario, y si no
estamos allí: se subirán al techo, y buscarán. Y registrarán. Y lo
revolverán todo. Y nos hallarán. No hay escapatorias ¡Y
todavía tú sigues escribiendo!
(Reinaldo Arenas, Celestino antes del alba, 1967)
En las líneas que siguen trataré de reseñar, aunque sin develar todas sus claves, para que el potencial lector no pierda un ápice de interés en su trama, la novela Las puertas ocultas, cuya autoría le pertenece al escritor barinés José Napoleón Oropeza. Cabe destacar que esta obra se hizo acreedora del Premio de la Crítica a la Novela correspondiente al año 2011, hecho que ayudó a que el libro ganara nuevos lectores en opinión del propio autor, además de ser la única obra nacional seleccionada como finalista de la XVIII edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, año 2013. Pero antes de desarrollar lo anunciado contextualicemos grosso modo el devenir existencial y la obra de esta destacada figura de las letras venezolanas.
De José Napoleón Oropeza podemos decir muchas cosas. Apuntamos algunas. Barinés de nacimiento, su llanto se escuchó por todos los recodos de Puerto Nutrias, profesor universitario egresado de la Universidad de Carabobo y del Kings College de la Universidad de Londres, escritor (ha incursionado con propiedad en el cuento, la novela y el ensayo), gerente y animador cultural. Entre sus títulos se cuentan Las redes de siempre (1976) y El bosque de los elegidos (1988), dos obras paradigmáticas de la novelística venezolana. Es autor también de El habla secreta, que data del año 2003, texto en el que plasma su visión acerca de la evolución de la poesía venezolana de la actualidad.
Avancemos en el objetivo de nuestro escrito. Es tiempo ya de descorrer los velos que se esconden tras esas puertas ocultas Se trata de una novela dividida en tres partes: La llegada; El hilo, el caracol; La ruta de fuego y un epílogo: La partida, que se sustenta en un viaje realizado a la ciudad de La Habana, capital de la isla antillana de Cuba, por un grupo de venezolanos, entre quienes se encuentran Eduardo y Gloria. El propósito: adquirir un ejemplar de la novela Celestino antes del alba, publicada en el año 1967, así como una entrevista o encuentro con su autor, el escritor Reinaldo Arenas, quien en la mencionada obra recrea sus propias vivencias infantiles y la incomprensión familiar a través de los ojos de un niño, Celestino, incapaz de dejar de escribir, como él mismo, en todas las partes de la casa que habita. Pero los dirigentes revolucionarios se han encargado de hacer desaparecer todo vestigio que recuerde a Reinaldo Arenas, en virtud de su disidencia y de su condición homosexual, (¿recuerdan la película Fresa y chocolate, del año 1994, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío?), lo que frustra el logro del objetivo de la travesía. Prácticamente nadie lo conoce, ni a él ni a sus libros, muy a pesar de que Eduardo visita, buscando alguna pista y presintiendo que muchos ojos siguen sus pasos, bibliotecas, librerías, museos, cementerios e instituciones como Casa de las Américas y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
Algo similar ocurrió con el músico Bebo Valdés, recientemente fallecido, permítanme la digresión. Tras su marcha de su terruño natal, su memoria fue prácticamente extirpada de la historia musical cubana, al punto de que en la industria radiofónica, vital para la promoción de todo artista, su nombre fue acallado como arreglista, compositor y director de orquesta. Tal parece que estas revoluciones de ahora, tal vez también las de antes, invisibilizan y enmudecen cualquier tipo de disidencia.
De igual modo, en el transcurso de las páginas de Las puertas Eduardo acude a una sesión con un babalao y palero, el padrino José Ortiz, quien le hace importantes revelaciones sobre lo que ha pasado con Arenas y le augura un encuentro con él en un futuro próximo, pero en una tierra fuera de Cuba, olorosa todavía a la caña de azúcar que se siembra en los campos. También es recibido por el escritor José Lezama Lima en su propia casa de La Habana. Cabe destacar que en las páginas finales de la novela, hay una breve alusión a la situación actual de nuestro país, protagonista a partir de 1998 de una serie de cambios vertiginosos en el marco de la denominada Revolución Bolivariana.
Antes de concluir, una suerte de confesión. Como se sabe, la literatura está muy ligada al séptimo arte: el cine. En mis últimas lecturas de volúmenes de relatos o novelas, he sentido que cada libro va como de la mano con una película, o con varias. En este caso particular, considero que puede establecerse una clara vinculación temática y desde el punto de vista de los personajes incluso entre la obra aquí reseñada y las cintas Santera de la venezolana SolveigHoogesteijn, del año 1996, y Antes que anochezca (2001) de JulianSchnabel En esta última, el protagonista no es otro sino el mismo poeta cubano Reinaldo Arenas, interpretado por el actor español Javier Bardem, quien por cierto fue nominado al Óscar como mejor actor principal. En Antes se muestra desde la infancia de Arenas en la Cuba rural, su participación en las primeras fases de la revolución cubana, su posterior persecución por su condición homosexual, hasta su exilio y suicidio acontecido el 7 de diciembre de 1990. Ahí les dejo esos datos que, como dije con antelación, pueden contribuir a una visión mucho más completa de Las puertas ocultas.
Al cierre de este texto-reseña, una invitación al lector para que se apodere de la llave que abre Las puertas ocultas, de José Napoleón Oropeza, figura destacada de las letras venezolanas, apunto aquí un dato anecdótico y revelador, ganador en dos oportunidades del Concurso de Cuentos de El Nacional: la primera vez en el año 1971 con La muerte se mueve con la tierra encima y más de treinta años después, corrían los convulsos días de 2002, con el relato Entre lacuna y el dinosaurio. Hecho que, sin lugar a ningún tipo de objeción, habla de la calidad de sus creaciones. Y es que leer a nuestros autores venezolanos permite, sin falsos nacionalismos, hoy día muy de moda, aprehender y comprender aunque sea discursivamente hablando la nación que tenemos y el país que somos. Y también, por qué no, hacia dónde vamos.