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Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel

versión impresa ISSN 0798-0477

INHRR v.34 n.1 Caracas ene. 2003

 

NUCLEAR

LLUEVE URANIO SOBRE LA ANTIGUA MESOPOTAMIA

    Mesopotamia etimológicamente significa "país situado entre los dos ríos", es decir aquella región localizada entre el Éufrates y el Tigris. Sin embargo, el término histórico es mucho más amplio geográficamente hablando; del Golfo Pérsico a los montes de Armenia y de Irán a Siria. Aún se escucha el bramar lejano de los ríos montañosos desbocándose y gestando en la mente de los hombres la milenaria idea del Gran Diluvio Universal. También nos llega el sublime código de Hammurabi nacido en el seno del imperio babilónico: "Yo, Hammourabi, rey atento y respetuoso de los dioses, para hacer brillar la justicia en el mundo habitado....". Los hermosos poemas míticos: el Enouma elish y la epopeya de Gilgamesh. La antigua ciudad persa de Harran, donde se consolidó un conocimiento científico-astrológico de origen caldeo impresionante. El nacimiento del estudio de Kalam (método dialéctico), siendo el enfoque por excelencia de la ciencia árabe. La Bayt al-Hikma, la casa de la sabiduría, la divina biblioteca real del califa Al- ma’mun en Bagdad donde se concentró toda la sabiduría del mundo conocido. En la misma Bagdad se concentraron traductores eminentes como Masaryawayh (las Pandectae medicinae de Aarón de Alexandreia), Abu Zayd Hunaym Ibn Isaaq al-Ibadi (la obra completa de Galeno), o Abu Zakaiyya al-Batriq (el Opus quadripartitum de Ptolomeo); de médicos notables como Yiryis Ibn Gibril Ibn Bujtisu, Yuhanna Ibn Masawayh, Abu Bakr Muhammad Ibn Zakariya’al-Razi (conocido como Rhazés) y su Kitab Mansuri o Abu’Ali al-Husayn Ibn’Abd Allah Ibn Sina al-Qanuni (Avicena) y su exquisita e inmensa obra Kitab al-Qanum fi-l-Tibb (Canon medicinae). En aritmética, la escuela de Bagdad en el siglo IX adopta la numeración decimal de posición y destaca la obra de Al-Juwarizmi, el gran iniciador de la ciencia matemática árabe. Y Al-Battani y su extensísima obra astronómica, entre otros muchos. Sí, ése es parte del legado histórico de Bagdad, Harran, Mosul, Basra, Nínive, Lagash, entre otras ciudades de Irak.

    Todos guardamos en la memoria el "hongo" alucinante que se levantó una vez que se hizo estallar la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a pesar de los efectos inmediatos reconocidos (área quemada, 73.116.000 pies2; casas destruidas, 30.163; víctimas, unas 140.000 personas), otros menos evidentes, debido a la radiación, son conocidos. A pesar de que la primera observación de los efectos biológicos detectados nos viene del mismo Henry Becquerel (1788-1878) y de Pierre & Marie Curie con sus experiencias con el radium, son los experimentos con animales, el seguimiento de personas expuestas por tratamiento médico y aquellas sobrevivientes del bombardeo de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, como también aquellas provenientes de las poblaciones de Tchernobyl, nuestras fuentes actuales de información. Se pueden distinguir dos tipos de efectos biológicos esenciales de la radioactividad: los efectos deterministas (dependientes de la dosis absorbida) y los efectos estocásticos (efectos aleatorios). Hoy sabemos que una dosis inferior a 0,7 gray no induce ningún signo clínico perceptible; por encima de 6 gray la posibilidad de supervivencia es nula (leer: Nowak, M & Foos, J. La Radioactivité en Bac to basic. La Recherche. 1999. No. 326: 66-69). En la actualidad, los progresos realizados en el campo de la miniaturización de las armas nucleares dibuja un horizonte muy diferente al de Hiroshima y Nagasaki. Así, en la guerra de los Balcanes, y aún más masivamente en la guerra del Golfo, obuses antitanque han sido utilizados con cargas de 300 gr (lanzado por aviones) y de 1-5 Kg (lanzado por tanques) de uranium empobrecido (depleted uranium). El 21 de marzo pasado y en adelante, un fuerte e intensivo bombardeo fue arrojado sobre Bagdad y otras ciudades de la antigua Mesopotamia (Irak). Ellos con carga de uranio empobrecido, definido por su pequeña proporción de U-235 (0.2%)/ U-238 (99%) y que siguen manteniendo 60% de su potencia radioactiva (Martínez, W. Últimas Noticias, 11/5/2003), se clavaron en el suelo, edificios y tanques. Así, por cada obús, la fracción de carga dispersada en polvo o ceniza del uranio en cuestión (1.33 Mbq = 37 mCi) son y serán aspirados en forma de aerosoles por los pulmones de la población que restará de esta nueva guerra. Estamos hablando de unas 300 a 3.000 veces el límite anual para inhalación y de 7 a 70 veces el límite de ingestión. Se estima que unas 300 toneladas de uranium fueron lanzadas sobre el terreno en la primera guerra del Golfo.

    Y atrás, destrucción, sólo destrucción, como aquella de la Biblioteca Nacional de Bagdad donde el fuego -a pesar de la "inmensa inteligencia" de las bombas utilizadas- no supo distinguir el Canon medicinae de Ibn Sina de los ideales de guerra…

Dr. Carlos Aponte