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Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel

versión impresa ISSN 0798-0477

INHRR v.34 n.2 Caracas  2003

 

ADN: 50 AÑOS DE HISTORIA

El origen de las especies de Charles Darwin constituyó un hito en la historia de la ciencia y el conocimiento humano. Sin embargo, al momento de su publicación en 1859, se mantuvo en el centro de un intenso debate del cual aún los ecos se escuchan… Uno de los aspectos, de los muchos, que podríamos extraer de tan monumental obra es que la génesis de una especie descansa en la posibilidad de la mutación. Para Darwin, el problema se le planteaba de cara. ¿Cómo explicar la introducción y la subsecuente estabilidad de una variación, mientras que lo que se observa en apariencia en una especie cualquiera es una imperturbable invariación (p. ej. un perro siempre dará como prole perros)? Darwin, al momento de la publicación de El origen de las especies, desconocía los mecanismos intrínsecos de la genética. Fue Gregor Mendel (1865), un monje del monasterio de Brno, quien pacientemente demuestra que: los caracteres hereditarios de los seres aparecen en conjuntos separados; no se mezclan; se comportan según sencillas leyes matemáticas; unos son dominantes y “sobresalen”, y otros son recesivos y “se esconden”, a menos que se hallen en estado puro. Este descubrimiento es el sustento fundamental de la teoría darwiniana y el andamiaje básico de lo que será la revolución genética. Por los años de 1870 algo intrigaba a los observadores de la célula: el núcleo celular. Con técnicas de coloración adecuadas se detectaron hebras de intenso color (cromosomas) que parecían tener una estrecha relación con la división celular, y del cual cada especie parecía mantener un número constante. En 1910, Th. Morgan y su equipo, utlizando la mosca Drosophila melanogaster, demuestran que los genes están mutuamente ligados, pero a su vez éstos pueden ser intercambiables por los genes equivalentes situados en el cromosoma homólogo (recombinación). Con Hermann J. Muller los genes se convierten en blanco para los rayos X y así las mutaciones muestran ser la fuente de la variabilidad de la especie. En 1928, Fred Griffith identifica un factor transformante en la bacteria pneumococos, abriendo así la puerta hacia la identificación del ADN como el material de la herencia. Siendo Alloway, McCleod & McCarty en el laboratorio de Avery quienes asocian el ADN con el factor transformante bacteriano. En 1949, Edwin Chargaff afirma: a medida que aumentan los ejemplos de esas regularidades (respecto a las proporciones de las bases nitrogenadas en el ADN) quizás resulte pertinente preguntarse si se trata de un hecho meramente accidental o constituye la expresión de ciertos principios estructurales. En 1952, Alfred Hershey & Martha Chase presentan en escena a los bacteriófagos y con ellos muestran que es en el ADN donde reside la información genética del fago. En 1944, Erwin Schrödinger afirma que: la parte más esencial de la célula viva –la fibra cromosómica– bien podría considerarse un cristal aperiódico, sugiriendo con esto la posibilidad de una “escritura cifrada” en el cristal. El camino para la descripción de la estructura del ADN se abrió gracias a los elegantes y decisivos trabajos en difracción de rayos X realizados por Rosalin Franklin e interpretados por Francis Crick y James Watson. La doble hélice había nacido… En 1957, Francis Crick afirmó: la especificidad de un segmento unitario de ácido nucleico sólo la expresa su secuencia de bases, y que cuando la “información” se ha transferido a la proteína no puede ya salir de ella… El flujo de la información se había decretado y la genética molecular había nacido en todo su esplendor.

Carlos Aponte

1. WATSON J, La doble hélice. Biblioteca Científica Salvat. Salvat Editores, S.A. Barcelona. España. 1987

2. DARWIN Ch, El origen de las Especies. Librería RESEÑA. Ediciones del Serbal. Barcelona. 1994.

3. SCHWOERBEL W, Evolución. Biblioteca Científica Salvat. Salvat Editores, S.A. Barcelona. España. 1986.

4. EDEY M.A. & JOHANSON D.C. La cuestión esencial: preguntas y respuestas sobre la evolución. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. España. 1990; 135-156