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Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel

versión impresa ISSN 0798-0477

INHRR v.35 n.1 Caracas ene. 2004

 

Y el chimpancé interpela al hombre

Hacia los años 50, el eminente evolucionista George Gay-lord Simpson decía: "Los apologistas subrayan que el hombre no puede descender de ningún antropoide viviente  – una afirmación que de tan obvia ronda con la estupidez – y pasan luego a declarar o a deducir que el hombre no desciende realmente de ningún antropoide o mono, sino un antepasado previo común. De hecho, este antepasado común sería denominado en el lenguaje popular antropoide o mono por cualquier persona que lo viera. Puesto que los términos antropoide y mono están definidos por el uso popular, los antepasados del hombre eran antropoides o monos (o ambos sucesivamente). Cualquier investigador informado que diga otra cosa actúa de modo pusilánime o poco serio". Hoy, aún se escuchan los murmullos de esos apologistas que nos hacen recordar el grito del obispo Wilberforce ya ahogado por el "Bulldog" de Darwin, T. H. Huxley, en aquella célebre reunión de la British Association en Oxford (1860). Allí, Wilberforce intentó ridiculizar a Huxley preguntándole a éste si se consideraba heredero del mono por línea materna o paterna. Huxley, haciendo gala de una elegante y exquisita argumentación, le esgrimió que si él tuviera que elegir por antepasado entre un insignificante simio y un hombre brillante y dotado de gran influencia, pero que utilizaba una seria reunión científica para desacreditar a aquellos que buscan afanosa pero humildemente la verdad, entonces no dudaría en seleccionar al mono. 

Por tanto, desde el seno de la magna obra de Charles Darwin El origen de las especies, el espectro de lo simiesco nos ha acompañado a lo largo de la historia.Ya el mismo Darwin lo decía: "Si no nos tapamos voluntariamente los ojos, nuestros conocimientos actuales nos permiten reconocer de modo aproximado a nuestros antecesores; y no tenemos que avergonzarnos de ello ". Así, Darwin estaba convencido de que todas las especies han estado evolucionando desde los inicios de la vida sobre el planeta tierra y que las mismas se relacionaban entre sí por su descendencia, y que esas relaciones podían seguirse a través de los fósiles. Para cuando Darwin dejó caer su obra sobre la Inglaterra de entonces sólo se tenía un cráneo y unos pocos huesos de un espécimen homínido proveniente del valle de Neander (Alemania); el mismo es conocido desde entonces como el Hombre de Neandertal. Sin embargo,para los eruditos del siglo XIX éste era un hombre más o menos contemporáneo con deformaciones patológicas. Pero ya hacia la segunda mitad de ese siglo, los fósiles de unos homínidos denominados hombres de Cro-Magnon (Francia), indicaban que la especie Homo sapiens sapiens era relativamente reciente (100.000 –40.000 años), abriéndose de esta manera un calendario que sembraba sus raíces más profundamente en el pasado del hombre. En 1925, Raymond Dart describe un cráneo infantil simiesco excepcional (El niño de Taung), que data de unos 2,5 millones de años. El foramen mágnum (agujero en el cráneo por el cual ascienden los nervios de la columna vertebral hacia el cerebro) se encontraba situado en la base del cráneo, tal y como lo esperaríamos encontrar en un ser que camina erguido. El nombre de la especie: Australopithecus africanus. Así, a medida que nos adentrábamos en los sedimentos profundos de la tierra, los fósiles revelados nos arrojaban nuestro parentesco con lo simiesco. 

Esta reconstrucción de la historia evolutiva del hombre, muy recientemente ha comenzado a cosechar los resultados de la biología molecular. Basados en que las macromoléculas informativas contienen un registro considerable de información evolutiva, es posible estudiar a partir de dichas macromoléculas la diversificación de los linajes a través de la historia evolutiva (cladogénesis) y el grado de cambio genético que se ha producido dentro de un linaje dado (anagénesis). Así, estrategias moleculares para determinar las relaciones filogenéticas entre diversos primates (incluido el hombre) han sido realizadas. Hibridación de ADN, diferencias porcentuales nucleotídicas en el ADN, diferencias en la secuencia de proteínas, datos inmunológicos y análisis de proteínas por electroforesis en gel, ya admitían, con cierta reticencia de los investigadores, la profunda proximidad genética que el hombre tiene con el chimpancé. Después de diciembre de 2003, el "borrador" de la primera secuenciación del genoma del chimpancé ha sido obtenida. En general, la organización y el posicionamiento de los distintos genes es fuertemente similar a aquel encontrado en el genoma humano; y de los tres millares de pares de bases constitutivas, los dos ADN (humano y chimpancé) son 95% idénticos. Más sorprendente, las secuencias codantes (exones) de los mismos son en general conservadas en 99%. Por tanto, como dicen ciertos autores, es probable que el chimpancé (Pan troglodytes) sea reclasificado como Homo troglodytes.

DR.CARLOS APONTE

Instituto Nacional de Higiene "Rafael Rangel"

1. Olson MV, Varki A. Sequencing the chimpanzee genome: insights into human evolution and disease. Nat Rev Genet. 2003 Jan;4(1):20-8.