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Revista del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel

versión impresa ISSN 0798-0477

INHRR v.37 n.1 Caracas ene. 2006

 

Revista de Trabajos Regionales

La fiebre amarilla en Zaraza por el doctor Vicente Peña

Gaceta Médica de Caracas Nº 16, agosto 31 de 1908

Rafael Rangel

RESUMEN

Se realiza una revisión y análisis de las observaciones del doctor Vicente Peña sobre la epidemia de fiebre amarilla, de principios de año; desde los datos epidemiológicos, carácter estacionario de la Stogomia fasciata o calopus, y discriminación de los signos y síntomas observados o no en los pacientes, para terminar arengándolo a seguir observando la enfermedad.

Palabras clave: Fiebre amarilla, Stegomia sp.

ABSTRACT

Upon revising and analysing the observations of Dr. Vicente Peña on the yellow fever epidemic, at the beginning of the year, from the epidemic data, stationary character of the Stegomia fasfaciata o calopus and discrimination of the signs and symptoms observed in patients or not, we concluded encouraging him to continue observing the illness.

Key words: Yellow fever, Stegomia sp.

Fuente: “Boletín de los Hospitales”. Caracas, VII, 12:270-275, 1908.

El doctor Vicente Peña le ha hecho un bien a la ciencia nacional porque no ha dejado perder la epidemia de fiebre amarilla que invadió a Zaraza a principios de este año; sus observaciones han sido sucintamente expuestas a la Academia de Medicina. Si otro tanto hicieran los demás médicos del país, con respecto a las enfermedades de los pueblos donde ejercen, sin huir de la crítica y el control científicos, tan necesarios e ilustrativos, podríamos pensar en escribir la obra de la medicina nacional, de modo que por lo menos fuéramos leídos.

Primero nos da algunos datos epidemiológicos. Empezó en Abril, a fines del verano; tomó un carácter esporadiforme a principios del invierno y se acentuó en plena estación lluviosa, es decir, de Julio a Agosto; lo cual se explica por la moderna teoría, de que es durante esta estación húmeda y calurosa cuando las estegomias, huéspedes intermediarios del germen amaríllico, tienen mayores facilidades para su reproducción y desarrollo.

El doctor Peña tuvo ocasión de observar el primer caso, pero no se sabe si había estado en un foco amarillógeno y fue atacado dentro de los límites del período de incubación; y está en la disyuntiva para explicar la invasión de la epidemia de si sería debido a la exhumación de los cadáveres de fiebre amarilla de ahora doce años; o, lo que es más probable, al contacto con focos de endemicidad constante como Ciudad Bolívar. Interesaría saber a los cuantos días apareció el 2º caso y, así sucesivamente, cómo fue extendiéndose en la población.

Nosotros sabemos que en Píritu y Onoto ha aparecido también la epidemia. Convendría saber donde hubo el primer caso, si fue en Píritu, ya podemos darnos cuenta que la infección fue introducida por vía marítima, de ahí invadió a Onoto pasando probablemente por Clarines, y luego a Zaraza.

Es interesante pues saber si Zaraza fue el foco primitivo, en cuyo caso podríamos tomar en cuenta la exhumación de los cadáveres; o si fue secundario, proveniente por vía terrestre desde Soledad; o introducida por Píritu de los focos de la costa, donde cabría perfectamente la intervención del mosquito.

No tomamos en cuenta que a Zaraza hayan llegado mosquitos infectados desde Ciudad Bolívar, porque aun cuando al principio del invierno soplan fuertes vientos del sureste capaces de llevar los mosquitos a grandes distancias, la que existe entre estas dos poblaciones es suficientemente grande para que este factor sea de muy poca importancia.

Para explicar la propagación de la enfermedad, dice el doctor Peña, “presumo que se hará necesario modificar la doctrina americana, ya ampliando su concepto sobre el pa- pel del stegomia fasciata en la fiebre amarilla, concediéndoles igual función a otros mosquitos del mismo género ya admitiendo como medios de contagio el agua, los objetos que han estado en contacto con los enfermos, etc.”.

Encaja perfectamente en la doctrina de Finlay la primera parte de la proposición del doctor Peña; porque con la única especie del género Stegomia que se ha experimentado ha sido con el Stegomia calopus o fasciata. Todas las experiencias de contaminación negativas han sido hechas con mosquitos de otros géneros. En apoyo de su modo de ver el autor dice que en sus exámenes sobre los mosquitos de Zaraza no había encontrado uno que correspondiera a la descripción que del stegomia fasciata hace Theobald; que había encontrado anófeles y muchas estegomias de otras especies, descritas por Theobald; pero que del fasciata ninguno. Es muy interesante esta observación y ruego al doctor Peña extenderse más en ella, fijar todos los detalles, describir con la mayor minuciosidad y precisión las especies de estegomia que ha encontrado, porque es este un hecho de importancia capital que no puede pasarse desapercibido. Por nuestra parte le ofrecemos nuestra colaboración y al efecto puede enviamos ejemplares secos o en alcohol, larvas, huevos, que ademas de servir para tal fin, enriquecerían la colección del Laboratorio del Hospital Vargas.

En todos los focos amarillógenos de Venezuela y en muchos que no lo son existe en abundancia el stegomia calopus con todos sus caracteres macros y microscópicos; es el más común, el casero, el que con el culex pipiens o pungens, del cual se diferencia a la simple vista en sus estados adulto, larvario y en sus huevos, forman los mosquitos que podríamos llamar domésticos entre nosotros; para diferenciarlos de los otros géneros, mas bien silvestres. Existe en casi todas las casas de Caracas, desde las colocadas a mayor altura en la Pastora hasta las más bajas a orillas de “El Guaire”. Se observa en las dos estaciones del año y atacan al hombre ya en el día o en la noche, más frecuentemente durante la noche.

Existe en todos los puertos principales de las costas que hemos visitado: La Guaira, Puerto Cabello, La Vela de Coro, Maracaibo, La Ceiba. Entre los mosquitos que hemos podido obtener de Carúpano, Cumaná, Guanta y Ciudad Bolívar figura en primera línea la especie en referencia. Los hemos reconocido en Cagua, Villa de Cura y demás poblaciones hasta Calabozo; en Valencia, Tinaquillo, Tinaco, hasta a orillas del Apure; en Coro y Paraguaná; en varias poblaciones de Trujillo desde Sabana de Mendoza hasta Valera.

Desde hace cinco años hicimos la clasificación del stegomia calopus en Caracas. Primero estudiamos unos ejemplares encargados de la Habana por el doctor Ayala y enviados a nuestro Laboratorio por los doctores Machado y Villegas Ruiz. Después de haber examinado en aquellos las escamas del occiputio y del scutellum, las franjas blancas de la cabeza, mesotorax y de los tarsos, la naturaleza de las uñas y de las escamas, nervaduras y células de las alas, etc., reconocimos que los nuestros eran completamente idénticos a aquellos, perfectamente clasificados. Respecto del otro género, el culex pipiens, ya había sido clasificado por nuestro inolvidable maestro doctor Santos A. Dominici, en sus investigaciones sobre los anófeles.

Primero creímos que habría varias especies de estegomias fundándonos en el simple examen macroscópico, porque había algunas negras, otras grises, unas grandes y otras muy pequeñitas; otras en las cuales las franjas blancas características del mesotonum han desaparecido en totalidad o en parte por el desprendimiento de las escamas. Por la diferencia de tamaño entre unas y otras creímos que por lo menos, habría dos variedades. Cuando entró a trabajar conmigo, en colaboración, el doctor Romero Sierra, para preparar su tesis de doctorado, acababa de aparecer la obra del Profesor Blanchard, entonces nos dedicamos, siguiendo sus técnicas, a estudiar la biología del parásito y me pareció oportuno dilucidar ese asunto. Están consignadas esas experiencias en el trabajo del doctor Romero por las cuales pusimos en claro que las diferencias de tamaño dependían de la alimentación en el estado larvario.

Comprobada pues la unidad de la especie, nos dedicamos a ver si entre los mosquitos silvestres habría estegomias. El doctor Romero encontró un culicinae negro, anillado de blanco, con escamas planas grandes en azada y escamas en horquilla en el occipucio, escamas planas y grandes en el scutellum, las principales características del género estegomia. En lugar de tener la franja blanca en casquillo en el mesonotum, como en el calopus tenía una serie de estrías blancas casi paralelas en número de seis. No encontramos entre las especies de estegomia descrita por Blanchard, entre las cuales estaban todas las descritas por Theobald hasta 1904, una que pudiera aplicársele, por lo que le dimos, condicionalmente, siguiendo las reglas de la nomenclatura zoológica, el nombre de stegomia Dominici en honor del doctor Santos Anibal Dominici quien había iniciado estos estudios en Venezuela.

Los hechos que anteceden son los que me mueven a excitar al doctor Peña a rectificar su clasificación, porque una epidemia de fiebre amarilla sin stegomia calopus, tiene en los momentos actuales de la ciencia una notable significación.

La 2ª parte de la proposición del doctor Peña está en completa contradicción con la profilaxia moderna de la fiebre amarilla, fundada exclusivamente en la proposición americana del mosquito, único trasmisor.

Yellow fever is not conveyed by fomites, ha sido la conclusión, dada por los autores americanos, después de muy rigurosos experimentos, en lo cual no hicieron sino repetir más correctamente los ya iniciados por Cathrall y Firth, con resultados también negativos, a principios del siglo diez y nueve. Para refutar estos hechos necesítanse observaciones muy precisas y concretas. Sanarelli, el más esforzado luchador en contra de ellos, no ha logrado imponer sus críticas a una doctrina sostenida hoy, no solamente por Finlay y los autores americanos, sino también, por todas las comisiones que han ido a controlarla o a estudiar las nuevas epidemias: Ross, Parker, Beyer y Pothier; Rosenau, Francis y Goldberger; Marchoux, Salimbeni y Simond; Otto y Neuman; Guiteras, Barreto, de Barros y Rodríguez, etc., etc.

Al lado de casos graves ha observado el doctor Peña otros benignos de fiebre biliosa inflamatoria, descrita entre nosotros por nuestro muy autorizado doctor Machado.

No ha observado, entre los síntomas del primer período, la raquialgia. Tampoco ha observado el velo gingival; ni el eritema escrotal, ni el olor a paja podrida en sus enfermos; y en el análisis de la orina ha revelado en unos casos el signo de Vidaillet y en otros no. No ha comprobado el retardo del pulso, debido quizás a la leve ictericia que han presentado la mayor parte de los atacados. Entre el período rojo y el amarillo no ha observado tampoco remisión. Soy poco versado en asuntos de sintomatología y me limito a exponer lo que dijo mi ilustrado maestro doctor Fonseca en una de sus magistrales lecciones de estos días, que la remisión en la fiebre amarilla, en muchos casos, era de corta duración y sucedía a altas horas de la noche, de manera que era desapercibida por el práctico.

No ha sido mi objeto en esta revista refutar el magnífico trabajo de mi condiscípulo y amigo el doctor Peña, sino simplemente excitarle a seguir observando, a fin de sacar el mayor partido científico posible de esa epidemia, para honor suyo y de la medicina nacional.