La medicina basada en la evidencia es una respuesta natural a la necesidad de crear un modelo de atención médica capaz de integrar a la práctica diaria, en forma consciente, racional y crítica, los resultados de los constantes avances que en materia de investigación clínica tienen lugar, ante el inmenso volumen de información existente. Sus orígenes filosóficos se remontan al siglo XIX en París y el término se le atribuye a Gordon Guyat. En la práctica diaria de la oncología en sus diferentes ramas tenemos que considerar que lo importante es el enfermo, no solo durante su proceso, es decir, desde la realización de un diagnóstico efectivo y eficiente, hasta la elección de su mejor opción terapéutica, también es preciso identificar y considerar sus derechos, sus principios y sus preferencias. Esta oncología basada en la evidencia es una respuesta a las necesidades y demandas para mejorar la calidad de la atención médica y oncológica, disminuir el tiempo transcurrido entre los descubrimientos y su implementación y facilitarle al profesional el aprendizaje de una metodología con la búsqueda y aplicación de información científica y de protocolos y guías desarrollados por otros; esto nos permite con el mínimo sesgo, buscar estudios científicos con la participación de varias instituciones, procurando obtener el máximo beneficio para nuestro paciente con la menor complicación y efectos secundarios. Para ello se requiere de la revisión sistemática y el estudio de la literatura médica y de la evidencia existente; sin embargo, si solo se busca restringir la práctica a tratamientos avalados por el “estándar de oro” de la evidencia, no dando cabida a los otros tipos de investigación, no estamos haciendo ni una buena medicina y mucho menos una buena oncología. Si solo permitimos que se desarrolle un proceso de toma de decisiones absolutamente tecnocrático traerá consecuencias negativas para el paciente, por asumir que se tiene la verdad verdadera, siempre un supuesto equivocado. La mejor oncología es la de un criterio clínico con experiencia, estudio y adaptado al medio donde vivimos, y sobre todo, que a un paciente se le dé el mejor tratamiento y que este no dependa del azar, en efecto, la realidad muestra que en oncología, no siempre la literatura médica tiene las respuestas para las decisiones que se deben aportar en la práctica. La oncología basada en evidencia no es “recetario de cocina” donde están todas las fórmulas. La evidencia clínica externa puede informar pero nunca reemplazar la experiencia clínica individual y es esta la que decide si aquella se aplica o no al paciente. Muchos de nuestros enfermos no pueden esperar la terminación de protocolos on going para que se decida sobre su caso. Es por ello que la aplicación de la mejor evidencia disponible en oncología no garantiza que las decisiones o los resultados sean acertados; solo se mejora la posibilidad de que así sea. La oncología basada en evidencia es un elemento más en que se conjugan tanto la experiencia, y la realidad del entorno con los recursos disponibles, los valores o preferencias del paciente y lo mejor proveniente de los estudios clínicos.