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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.22 n.48 Maracaibo sep. 2004

 

De Wittgenstein a Ricoeur. La visión de aspectos
y la mirada historiográfica

Rafael Balza García
Universidad Católica Cecilio Acosta
Maracaibo – Venezuela

Resumen

    El presente trabajo expone las similitudes –o coincidencias– entre las obras filosóficas de Paul Ricoeur y Ludwig Wittgenstein. Se establece un marco de comparación entre las categorías memoria-habito y memoria-recuerdo (cuya oposición analiza Ricoeur desde una fenomenología de la memoria en su obra La Memoria, la historia, el olvido) y las categorías ver y ver aspectos (cuya oposición analiza Wittgenstein desde una filosofía del lenguaje en su obra Observaciones sobre la filosofía de la psicología). De estos pares de oposiciones se extraen puntos de comparación que permiten entender la funcionalidad del trabajo historiográfico.

Palabras clave: Ricoeur, Wittgenstein, hermenéutica filosófica, visión de aspectos, historiografía.

From Wittgenstein to Ricoeur. The vision of aspects
and the historiographical viewpoint

Abstract

    This paper presents the similarities –or coincidences– between the philosophical works of Paul Ricoeur and Ludwig Wittgenstein. A comparative framework is established between the categories habit-memory and remembrance-memory (the opposition to which Ricoeur analyses from the perspective of a Phenomenology of Memory in his work Memory, History, Forgetfulness) and the categories to see and to see aspects (the opposition to which Wittgenstein analyses from the perspective of a Philosophy of Language in his work Observations on Philosophy of Psychology). From these two pairs of oppositions, points of comparison can be extracted, which allow us to understand the functionality of historiographical work.

Key words: Ricoeur, Wittgenstein, philosophical hermeneutics, vision of aspects, historiography.

Recibido: 08-09-04 

Aceptado: 10-12-04


La imaginación es voluntaria,
la memoria es algo involuntario;
pero rememorar es algo voluntario
.
Ludwig Wittgenstein

I

    Sin duda alguna el tema de la historia1 atrae la atención de muchos pensadores, y en Ricoeur, un interés por entender su relación con el momento objetal de la memoria: el recuerdo2. Entender la empresa historiográfica3, como nos señala el mismo Ricoeur a lo largo de su libro La Memoria, la historia, el olvido, y entender su momento cumbre, la configuración literaria o escrituraria, implican, para el autor, desarrollar en primer plano una fenomenología de la memoria y en segundo plano, una hermenéutica de la condición histórica. Este orden permite a Ricoeur dejar al descubierto la pertinencia de una fenomenología de la memoria en los estudios epistemológicos de la historia. Así como también, mostrar que es en el marco de esta ultima (la hermenéutica de la condición histórica) “donde puede llevarse a buen término la confrontación entre el objetivo de verdad de la historia y el objetivo de veracidad o, si se quiere, de fidelidad de la memoria”4. Por tanto, Esta fenomenología de la memoria, que en Ricoeur se adhiere a la tradición husserliana, permite entender en la intención historiadora, las implicaciones epistemológicas de la memoria y el recuerdo.

    El objetivo de la primera parte del texto de Ricoeur es discernir lo que implica una fenomenología de la memoria, cuáles son sus alcances y conceptos, y su correlato intencional, así como su correlato temporal, además del alcance veritativo que tienen las propiedades de la memoria. Trataremos de buscar algunos elementos de coincidencia entre esta parte de la obra de Ricoeur y los últimos escritos de Wittgenstein. Colocarlos frente a frente y contrastar el tema de la memoria, el recuerdo y la imaginación, tanto desde una fenomenología de la memoria como a su vez desde una filosofía del lenguaje. Si bien las respectivas intenciones, objetivos y contenidos de ambos son disímiles en relación al tema de la memoria, podemos hallar elementos en la obra de Wittgenstein que enriquecen los argumentos de Ricoeur, y también problemas con los cuales Ricoeur no se enfrenta, y que obras como Observaciones sobre la filosofía de la psicología dejan al descubierto, a veces de manera clara, a veces de un modo menos evidente. Nuestro propósito entonces es crear una tensión entre posiciones filosóficas en relación al tema de la memoria, la imaginación y el recuerdo. Aclarado esto, pasemos a revisar el primer par de oposiciones que plantea Ricoeur al final de la página 44 de su texto La Memoria, la Historia, el Olvido, que como tal, sólo muestra el carácter temporal de la memoria dispuesta o fragmentada en múltiples formas.

    Si entendemos la memoria como memoria del pasado, hay que entender, según Ricoeur, que ésta puede recordar su objeto temporal de muchos modos. Un primer modo en los que puede categorizarse la memoria como fenómeno mnemónico es en el par oposicional hábito /memoria5. Este primer par, que constituye una unidad en relación al tiempo, se puede entender como los dos modos básicos por los cuales se recuerda y, consecuentemente, se aprehende el pasado en cuanto percibido y vivido.

    Estos dos modos que definen, por un lado, en el caso del hábito, un proceso de repetición, en su mayoría inconsciente, por el que “recitamos la lección sin evocar, una por una, las lecturas sucesivas del periodo de aprendizaje”6, y por otro lado, en el caso de la memoria, un proceso de recreación y representación constante del pasado, en el cual es necesario un mínimo de creación imaginaria, nos llevan a la noción de Wittgenstein, relevante en su texto aquí citado, de ver y ver aspectos7.

    Este primer par de conceptos, que podíamos tomarlo también como un par oposicional en relación al primer par señalado por Ricoeur, sólo especifica los modos por los cuales podemos conocer, reconocer y comprender algo. El ver, que es el modo básico por el cual reconocemos y tenemos una sola mirada del fenómeno observado, define una continuidad en nuestro reconocimiento de las cosas, y dirige nuestra atención y aprehensión de los fenómenos hacia un sólo sentido. El ver es una acción básica de nuestras potencialidades cognoscitivas que no genera interpretación, ya que, esto ultimo, es decir, las posibilidades de comprender y reconocer de múltiples formas un objeto (en el caso de Ricoeur, de rememorar un pasado de múltiples formas), sólo existe donde se da la visión de aspectos, es decir, en el poder ver algo de diferentes modos. Contrario al ver, el ver aspectos se aproxima a un proceso de interiorización en el cual se colocan en tensión imágenes diferentes de un fenómeno. Por el contrario, en el simple ver, mi imagen, o mi recuerdo, están en tensión directa con el objeto, se contrastan con él, y son exteriorizados.

    En este sentido, podemos entender que en la obra de Ricoeur, una memoria-hábito no es más que el actuar sin recurrir al recordar; es dirigir nuestros procesos mnemónicos en un solo cauce sin detenernos a contrastar posibilidades. En la memoria-hábito no existe la interiorización del recuerdo. Por el contrario, la memoria-recuerdo es un acto pleno en el que se colocan en tensión dentro de mi conciencia posibles modos de recordar. En otras palabras, como lo presenta Ricoeur, la memoria-hábito es una actuación y la memoria-recuerdo, una representación, y lo destaca además, con referencias al pensamiento de Bergson:

    “Mientras que, como acabamos de decir, la lección aprendida es “actuada” mas que representada, es privilegio del recuerdo-representación permitirnos remontar «la pendiente de nuestra vida pasada para buscar en ella cierta imagen» (op. cit., p. 227). A la memoria que repite se opone la memoria que imagina: «Para evocar el pasado en forma de imágenes hay que poder abstraerse de la acción presente, hay que saber otorgar valor a lo inútil, hay que querer soñar. Quizás, sólo el hombre es capaz de un esfuerzo de este tipo» (op. cit., p. 227)”8.

    En palabras de Wittgenstein, al ver, que se nos muestra como continuidad, se opone el ver aspectos, que es creación.

    Así como el ver es una conexión directa con el fenómeno y el ver aspectos, una conexión directa con mi pensamiento y mi imaginación (y por lo tanto, ambos son dos modos de encontrarnos epistémicamente con los fenómenos), asimismo, hábito y memoria son dos polos epistemológicos con los cuales nos enfrentamos al mundo, o mejor, recordamos el mundo. El primero es una acción, una actuación, una repetición, y el segundo es una representación, un remontarnos a la conciencia para buscar imágenes en un conjunto de posibilidades; aquél alcanza su realización en el plano objetivo y éste en el plano subjetivo. El primero sucede como si dirigiéramos nuestra mirada desde afuera de nosotros hacia el objeto, y el segundo sucede como si dirigiéramos nuestra mirada desde nosotros hacia nosotros mismos. Creo interesante resaltar que en este asunto, tanto Ricoeur como Wittgenstein llegaron a reflexiones similares desde puntos de vista diferentes en cuanto a reconocer la interiorización de muchos de nuestros procesos intencionales.

    Un ejemplo, que lleva aún más lejos esta similitud entre las obras de ambos autores, puede ser el siguiente: alguien habituado a ejecutar una acción de una misma manera, sin percatarse de otras posibilidades de realizarla de manera distinta, sería alguien que no ve aspectos y solamente ve (lo que en el caso de Ricoeur podría aplicarse a alguien que solo tiene memoria-hábito y no memoria-recuerdo). Por lo tanto, esa persona no podría decir “¡Ay, ahora lo veo de otra manera!”. Pues la posibilidad de recordar “imaginariamente”, sin convertirlo en hábito, es poder buscar (anámnesis) y evocar un pasado de diferentes formas. Alguien que vive sólo en la memoria-hábito, o en el caso de Wittgenstein en el sólo ver, no genera interpretación, pues no pone en funcionamiento, como señala Ricoeur, un proceso de búsqueda y de contraste.

II

    En otro sentido, llevado al plano de la operación historiográfica, que es el punto que interesa a Ricoeur, el par oposicional ver/ver aspectos de Wittgenstein nos permite también entender el modo como Ricoeur aborda el problema de la intencionalidad historiográfica. Para ello veamos por ejemplo el parágrafo 39 del segundo tomo de las Observaciones sobre la filosofía de la psicología.

    Alguien que no perciba el cambio de aspecto no tendría la inclinación a decir: “¡Ahora se ve completamente diferente!”, ni: “¡es como si la figura se hubiera modificado y, sin embargo, no lo ha hecho!”, o bien: “¡la forma es la misma y, sin embargo, algo ha cambiado, algo que me gustaría llamar la concepción, algo que uno ve!”9.

    O también:

    La expresión del aspecto es la expresión de una concepción (esto es, de una manera de tratar [las cosas], de una técnica), pero usada como descripción de un estado10.

    Ahora bien, contrastemos esto con una aserción hecha por Ricoeur al comienzo del capitulo dos en el que se refiere a los niveles en los que se estructura el discurso histórico11.

    A mi entender, hay interpretación en los tres niveles del discurso histórico, en el documental, en el de la explicación/comprensión y en el de la representación literaria del pasado. En este sentido, la interpretación es un rasgo de la búsqueda de la verdad en historia que recorre los tres niveles: la interpretación es un componente de la intención misma de la verdad de todas las operaciones historiográficas12.

    El contraste de esta cita con las anteriores nos permite extraer dos cosas: la primera, que las operaciones historiográficas y la intencionalidad historiadora así como el ver aspectos son procesos interpretativos. En el caso de Wittgenstein se muestra al señalar que la visión de aspectos es un espacio de concepción; en el caso de Ricoeur se ve cuando él afirma que las operaciones historiográficas y sus diferentes niveles son espacios de interpretación. La segunda, que tanto el ver aspectos como el realizar operaciones historiográficas, son procesos mnemónicos, esto es, que reflejan la necesidad de introducir la memoria y el recuerdo como espacios de contraste y como lugares de presencia de la cosa ausente. ¿Qué quiere decir esto?, que la visión de aspectos y las operaciones historiográficas sólo son posibles en la medida en que se apartan del objeto mismo y se ubican en un plano de representaciones que tienen como sustrato el tiempo, pues en último caso, como veremos, la visión de aspectos y las operaciones historiográficas son representaciones, y éstas últimas, recuerdos, un volver a presentar. Para aclarar esto último, que de algún queda sobreentendido en las citas anteriores, expliquemos en primer lugar la relación de la visión de aspectos con su objeto, así como también, la relación de las operaciones historiográficas con su objeto de operación, y luego, observemos las coincidencias.

    En cuanto a la visión de aspectos, tomemos una cita de José Gianotti quien señala que “el lenguaje del aspecto retira del lenguaje su referencia directa al estado de cosas existentes, mientras que el problema acerca de su referencia se resuelve en la estructura interna de sus partes”13. Esto es, que la visión de aspectos no tiene como objeto directo la cosa de la cual se habla. Como señala el mismo Wittgenstein, si se especificara una cosa como el sustrato del ver como, entonces la visión de aspectos ya no sería tal visión de aspectos sino un simple ver, en el que se marca una sola coordenada entre la figura y lo que se figura, porque anteriormente el ver era el señalamiento directo de una cosa:

    Todos sabemos que un cubo claramente pintado se ve de manera tridimensional. Tal vez uno no pueda ni siquiera describir lo que ve de otra forma que no sea tridimensionalmente. Y es claro que alguien podría ver esta figura como algo plano. Ahora bien, alguien que ve la figura alternativamente de una u otra forma tiene una vivencia del cambio de aspecto. ¿Qué es entonces, lo sorprendente en relación con esto?– precisamente esto: que aquí la información “ahora veo”. No puede ser ya una información del objeto percibido, porque, anteriormente, “veo en esta figura un cubo” era una información del objeto que ahora estoy viendo”14.

    La marca del objeto se pierde y en su lugar aparecen maneras de interpretación que son ya en sí mismas el modo particular de percibir el objeto, es decir, modos de representación de ese objeto. De modo, que cuando se ven aspectos “lo que resulta incomprensible es que nada haya cambiado y que, no obstante, todo lo haya hecho”15; el objeto deja de tener un sentido y se convierte en una alternativa en un mundo de múltiple visiones. Cuando esto sucede, se tiene, más que al objeto, a un entramado de relaciones internas entre visiones de aspectos, que dicen, no obstante, lo mismo, bajo algo diferente. Esa es la paradoja que, según creo, muestra Wittgenstein al afirmar que no se trata de ver la figura “como uno entre una infinidad de cuerpos de los que esa figura es proyección” sino que “Más bien, la veo alternativamente como uno y como otro cuerpo”16 sin tener un elemento perceptual fijo.

    Esta comprensión de lo que implica una visión de aspectos a nivel de su referencia, nos hace entender que la visión de aspectos no se explica señalando que ella es un diverso modo de ver un objeto, por ejemplo una silla, una figura geométrica etc., sino que ella es un modo alternativo en el que se dice algo sobre una misma cosa en común pero de manera diferente, dejando en claro que no se trata de tener una referencia directa del objeto sino una relación de concepciones acerca de ese mismo objeto.

    Ahora bien, en el caso de la mirada historiográfica y su objeto de referencia, Ricoeur es bastante explicito al afirmar, de modo análogo a la idea anterior de Wittgenstein, que el objeto privilegiado de la dupla explicación/comprensión y de la operación historiográfica es la representación, y por ello, se propone contrastar “el tipo de inteligibilidad propia de la explicación/comprensión con una clase de objeto de la operación historiográfica, a saber, las representaciones”17. Lo que el historiador hace cuando escribe historia es remontarse en un tiempo hacia un conjunto de representaciones, que son ya, modos de interpretación. Por lo tanto, la referencia al objeto es ilusoria y lo que queda son una serie de referencias internas a la imagen que se tiene del pasado. Así, las operaciones historiográficas y la visión de aspectos, que son representación, son también recuerdo. Pues representar es volver a presentar a nuestra conciencia, una imagen, y esto sólo se hace cuando se introduce como categoría fundamental el tiempo, y con esto, una de las dimensiones temporales mas importantes –o tal vez la única– de la memoria, que es el pasado.

    Ver aspectos es la posibilidad de hacer que una representación no permanezca sino, como dice Wittgenstein, sólo se esboce, “Es como si el aspecto fuera algo que sólo se esboza, pero que no tiene permanencia”18, y esbozarse es traerlo de un pasado, esto es, recordarlo; tenerlo presente de un modo pero remontarme en el tiempo y hacerlo aparecer de otro. En este mismo sentido, se vuelve al pasado con el fin de no olvidar. La rememoración o búsqueda existe porque el pasado no permanece, sólo se esboza en la medida que se puede volver a él de diferentes modos. En esto creemos consiste la anámnesis o búsqueda como la define Ricoeur: en traer a re-presentación un pasado que no permanece como evocación presente en tanto que puede borrarse y aparecer de otro modo.

    La rememoración existe porque hay en ella algo de visión de aspectos, esto es, un volver al pasado de diferentes modos. Recuerdo mi niñez porque me veo en un parque o en un río, con mi familia o con mis amigos, pero nunca es necesario –ni posible– recordarla igual, ni tampoco de manera total. Existe el narrador de historias, el rapsoda que cuida, en un grupo étnico de tradición oral, de su memoria, el que canta al pasado y lo descubre o el escritor que juega con los recuerdos de una cultura, porque no sólo nos habituamos también imaginamos un pasado, vemos aspectos en nuestra evocación. Podemos remontarnos a un pasado porque tomamos partes de él a través de una memoria-recuerdo, y no a través de una memoria-hábito. En otras palabras, tenemos la capacidad de llenar nuestras representaciones pasadas dentro de un mundo de invención y producción de imágenes y de imaginación.

    En esto consiste la afirmación de Ricoeur cuando señala, citando a Bergson, que “el esfuerzo de rememoración consiste en convertir una representación esquemática, cuyos elementos se interpenetran, en una representación llenas de imágenes, cuyas partes se yuxtaponen”19. La rememoración es un complejo movimiento por el que se atraviesan diferentes planos de conciencia, desde lo más fácil, que implica un trabajo de reproducción, hasta lo más difícil, que implica un trabajo de producción o invención. Se puede separar el proceso de rememorización en dos etapas: una, la parte automática (o de hábito), de rememorización mecánica, otra, la parte propiamente reflexiva o de preconstitución inteligente. La primera, es lo que señalaríamos en la anterior cita como el esquema, la segunda, la representación llena de imágenes. De este modo, como señala el mismo Ricoeur citando nuevamente a Bergson, se trata de “descender del esquema hacia la imagen”20, Cómo, a través de un proceso de producción imaginaria.

    Si cotejamos esta idea con la anterior dicotomía wittgensteineana de ver y ver aspectos, encontramos algo muy similar, y es que para poder ver aspectos (rememoración reflexiva) es necesario partir de un base esquemática (o habitual) que de algún modo represente una guía primera; partir de una base paradigmática, como nos lo sugiere Wittgenstein en los parágrafos 326, 330 y 331:

    No tiene sentido empezar enseñando a alguien “esto parece rojo”. Más bien, esa persona debe decir esto de manera espontánea, una vez que ha aprendido lo que significa “rojo”, esto es, la técnica para usar la palabra.

    Tenemos la inclinación a imaginar este asunto como si la sensación visual fuera un nuevo objeto que el niño conoce, una vez que ha aprendido los primeros juegos de lenguaje primitivos con percepciones visuales. “me parece rojo.”– “¿y como es lo rojo?”– “así”. Al mismo tiempo debe señalar el paradigma correcto. (Desde “me parece rojo” en adelante).

    Si he aprendido a realizar una actividad determinada en cierto lugar (por ejemplo, he aprendido a ordenar el cuarto) y tengo un dominio de esta técnica, de aquí no se sigue que deba tener la capacidad de describir la disposición del cuarto, aunque notaria cualquier modificación que se hiciera en él y podría también describirla21.

    Aprendemos primero a ver, y sobre eso, sentamos las posibilidades reflexivas de observar y confrontar visiones. Se va de igual modo del esquema a la imagen; de un ver –y de cierto modo una visión continua– a una interiorización de múltiples miradas. Como nos señala Ricoeur, por ejemplo, con la rememorización de un texto aprendido de memoria sucede que se fragmentan dos tipos de lecturas cuando se va del sólo aprendizaje a la lectura analítica, la cual privilegia o hace consciente una jerarquía entre el esquema y la imagen, que está por encima del esquema.

    En este orden de ideas podemos señalar que una fenomenología de la memoria, como la presenta Ricoeur en la primera parte de su texto, encaja muy bien con la mayor parte de las ideas que nos presenta Wittgenstein acerca del modo como producimos el lenguaje, y con él, visiones y aspectos del mundo. Ahora bien, a lo anterior también podemos señalar otro aspecto interesante que explica, desde la obra de Wittgenstein, tanto el modo de pasar de una mera memoria-hábito a una memoria-recuerdo de las que habla Ricoeur, o, como éste nos explica, el modo de pasar del esquema a la imagen. Para esto, revisemos lo que dice Wittgenstein acerca de la relación entre imaginación, ver y ver aspectos, que como tal, nos va a permitir entender la cita que aparece al comienzo de este trabajo, así como la afirmación de Ricoeur de que “la evocación voluntaria de un recuerdo consiste precisamente en esta travesía de los planos de conciencia”22.

    El asunto básico de Wittgenstein al relacionar estos tres elementos (imaginación, ver y ver aspectos), es hacer notar que el proceso de la imaginación está dirigido a establecer un nuevo vínculo entre la cosa que se ve y quien la percibe, todo esto, a través de un contexto vital, el cual, abre nuevas posibilidades de significación entre el interpretante y lo interpretado. Sólo en el proceso imaginario podemos encontrarnos en la posibilidad de ir del sólo ver al ver aspectos. Sólo podemos ver aspectos cuando podemos descubrir, imaginativamente, conexiones vitales o posibilidades fenoménicas nuevas. Por esto, se debe aprender a mirar los fenómenos como a un milagro, esto es, en un estado de perplejidad. Motivar la voluntad a no ser resistente a los cambios sino a asumirlos, es encontrarnos en un estado de sorpresa y de aceptación de esa sorpresa a través de la imaginación, pues la imaginación nos involucra más allá de un simple mirar, y, parafraseando a Ricoeur, no permite que el hábito se resista a la invención23.

    En primera instancia, de acuerdo a lo anterior, la imaginación esta sujeta a la voluntad debido a que ella es un proceso interno que involucra una acción, y no se trata de sólo recibir una sensación, como seria el caso del ver. Como señala Wittgenstein en el aforismo 111 “el concepto de imaginar es como el de hacer, más bien que como el de recibir” y por esto, “imaginar es un acto creativo”24. O, como se hace mas o menos claro en el aforismo 69, cuando diferencia entre una figura-visual y una figura-imagen: “uno se imagina algo de manera diferente de como esto aparece”, pues “en el primer caso, uno dice: “¡Mira exactamente allí!”; en el segundo: “¡cierra los ojos!”25. Por ello “imaginar algo puede compararse con una actividad. (Nadar)” pues “cuando nos imaginamos algo, no observamos”26. O, como señala mas adelante: “mas bien, uno de estos conceptos se asemeja a una acción, y el otro no. La diferencia es como la que existe entre ver que mi mano se mueve y saber que la estoy moviendo (sin verla)”27. Que las figuras visuales vengan y vayan no es algo que tenía que ocurrir en nosotros, pues están ahí, por lo que no nos sorprende y decimos “¡mira allí!”. Por eso Wittgenstein señala que “no ahuyentamos impresiones visuales; Ahuyentamos imágenes”28, pues las imágenes son producto de una acción que esta sujeta a una voluntad. O, en el caso de Ricoeur, podemos decir que el historiador no ahuyenta hechos, sino sólo representaciones.

    Con todo esto, podemos así remontarnos a la obra de Ricoeur y entender expresiones como: a la memoria que repite se opone la memoria que imagina, o descender del esquema a la imagen; La memoria que repite, que es esquema, se convierte en memoria que imagina. En eso consiste el acto pleno de la rememoración creativa y no habitual, en poder atravesar, por medio de la imaginación, el umbral de la repetición y el hábito. La evocación voluntaria, la anámnesis o búsqueda, se precisa en eso, en poder re-crear, conscientemente, bajo diversas miradas imaginarias, un pasado; en atravesar planos de conciencia, como lo señala Ricoeur. Por ello es que Wittgenstein indica que la imaginación es voluntaria, pues es un acto que amerita conciencia sobrepuesta sobre actos solamente primitivos o instintivos, y la memoria involuntaria, entendiéndola como noesis, es un lugar que posibilita mas no necesita conciencia para ser. Y el recuerdo, no habitual sino creativo, es voluntario, pues está atravesado por la imaginación. Por esto es interesante cuando Wittgenstein dice: “uno extrae conclusiones enteramente diferentes a partir de un movimiento involuntario que a partir de uno voluntario”29. Pues no es lo mismo rememorar repetidamente algo, que rememorarlo creativamente, y en esto último se ubica el trabajo de las operaciones historiográficas. En remontarse creativamente por un pasado disuelto, en la medida que no aprehende todo el pasado sino sólo partes del mismo. En esto consiste pues, para Ricoeur, el papel del historiador, el de aquella persona que no tiene una visión total, sino por el contrario, una visión parcial e imaginaria del pasado. Si pudiéramos ver toda la historia humana no podríamos hacer historia, pues el que puede contemplar todos los hechos humanos se pierde de ver las partes y sus modos de comprensión. De igual modo como no se puede ver o interpretar una figura bajo un modo total sino sólo posible partes distintas de ella30. Vemos aspectos porque precisamente no vemos la totalidad sólo parcialidades posibles.

    En resumen, así como la imaginación permite pasar del ver al ver aspectos, así mismo se pasa de la memoria-hábito a la memoria-creativa, de la repetición a la representación historiadora. Por ello, la rememorización de las operaciones historiográficas no es más que una visión de aspectos, entendiendo ésta como aquí se ha expuesto.

Referencias

1. RICOEUR, Paul, La Memoria,la historia, el olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2003.

2. BERGSON, Henri, Obras Escogidas, traducción castellana por José Antonio Miguez, Aguilar, Madrid, 1963).

3. WITTGENSTEIN, Ludwig, Observaciones sobre la filosofía de la psicología. Universidad Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1997.

4. GIANOTTI, J. "Observar un aspecto", Dianoia Anuario de Filosofía. Núm. 35, Universidad Autónoma de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1989

1 Entiéndase historia no como narración de sucesos pasados sino, como disciplina científica que se enmarca dentro del campo de las ciencias humanas

2 El texto a citar en el presente trabajo respecto a éste tema es: RICOEUR, Paul: La Memoria, la historia, el olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2003. En adelante, citada como MHO.

3 Bajo el concepto de “empresa historiográfica” entiende Ricoeur el conjunto de operaciones que lleva a cabo la historia para la reconstrucción de su objeto de estudio, que es el conjunto de los hechos del pasado. A este respecto, es bastante claro Ricoeur al afirmar su adopción de un modelo tripartito en el análisis epistemológico de las operaciones históricas. Según el autor, las operaciones historiográficas recorren tres fases operativas que definen su modelo metodológico de interpretación; la primera, que llama fase documental, es la que “se efectúa desde la declaración de los testigos oculares a la constitución de los archivos”(op. Cit. p. 179). Ésta fase tiene como programa epistemológico, “el establecimiento de la prueba documental” (ibidem). La segunda fase, que la define como fase explicativa/comprensiva, es la que atañe “a los usos múltiples del conector <porque> que responde a la pregunta ‘<Por qué?>: ¿Por qué las cosas ocurrieron así y no de otra manera?”. Ricoeur busca aquí enfatizar, con este doble titulo, que no trata de adoptar una dupla o separación entre dos modos de conocer sino, de señalar que los dos conceptos son un todo que permiten captar con mas amplitud y complejidad el <porque> histórico. Por ultimo, la tercera de las fases es la representativa, que es “la configuración literaria o escrituraria del discurso ofrecido al conocimiento de los lectores de historia”(ibidem). En ésta fase es donde se presenta enteramente la intención historiadora, “la de representar el pasado tal y como se produjo”(ibidem). Y es también en esta fase donde se establece el contacto entre la fenomenología de la memoria que lleva a cabo Ricoeur en su primera parte del libro y la hermenéutica histórica, pues es aquí “donde las aporías principales de la memoria vuelven con fuerza al primer plano, el de la representación de una cosa ausente ocurrida antes y el de la practica consagrada a la rememoración activa del pasado que la historia eleva al rango de una reconstrucción”(ibidem). Estas tres fases además, deben entenderse como instantes metodológicos engranados entre si, pues “nadie consulta un archivo sin proyecto de explicación, sin hipótesis de comprensión; y nadie intenta explicar un curso de acontecimientos sin recurrir a una configuración literaria expresa de carácter narrativo, retórico o imaginativo.”(op. Cit. p. 180). Ricoeur también utiliza el concepto de representación historiadora cuando la tercera fase se comporta como fase representativa; cuando se “trata de la exposición, de la mostración, de la exhibición de la intención historiadora considerada en la unidad de sus fases, es decir, la representación presente de las cosas ausentes del pasado”(op. Cit. p. 181)).

4 MHO, p. 178.

5 Ricoeur establece, a partir de esta oposición, una diferencia entre dos tipos de memoria: memoria-hábito y memoria-recuerdo, las cuales serán tratadas a lo largo del texto.

6 MHO, p. 45.

7 A lo largo del presente texto, nos referiremos a esta noción de ver aspectos también como visión de aspectos y ver como, entendiendo que se trata siempre de la misma noción.

8 MHO, p. 46. El texto de Bergson citado por Ricoeur es: Matière et Memoire. Essai sur la relation du corps à l´esprit (1896) en Oeuvres, introducción de H. Gouhier, textos anotados por A. Robinet, edición del centenario, PUF, Paris, pp. 225-235, citada de la traducción castellana por José Antonio Miguez, (BERGSON, H.: Obras Escogidas, Aguilar, Madrid, 1963).

9 WITTGENSTEIN, Ludwig: Observaciones sobre la filosofía de la psicología. Universidad autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 1997. Tomo II, § 39. En adelante: OFP. La cursiva es mía.

10 OFP, Tomo I, § 1025.

11 Véase cita nº 3.

12 MHO, p. 245.

13 GIANOTTI, J. “Observar un aspecto”, Dianoia Anuario de Filosofía. Núm. 35, Universidad Autónoma de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1989. pp. 43-56.

14 OFP, tomo II, § 473.

15 OFP, tomo II, § 474.

16 OFP, tomo II,§ 475.

17 MHO, p. 246.

18 OFP, Tomo I, § 1021.

19 MHO, p. 50.

20 MHO, p. 50.

21 OFP, Tomo II, § 326, 330 y 331 respectivamente.

22 Ibidem.

23 MHO, p. 50.

24 OFP, Tomo II, § 111.

25 OFP, Tomo II, § 72.

26 OFP, Tomo II, § 88.

27 OFP, Tomo II, § 116

28 OFP, Tomo II, § 89.

29 OFP, Tomo I, § 850.

30 Veamos, por ejemplo, la siguiente cita en relación a este punto: “En mi opinión, induce a errores describir, como hace Köhler, los aspectos espontáneos de la figura diciendo: las líneas que pertenecen al mismo brazo en un aspecto forman parte ahora de diferentes brazos. Esto suena como si se tratara aquí, nuevamente, de tomar en conjunto estos radios. Mientras que, por supuesto, los radios que antes formaban parte de lo mismo siguen formando ahora parte de lo mismo, sólo que ahora delimitan a veces un “brazo”, a veces un espacio intermedio”. OFP, Tomo II, § 1117.