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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.23 n.50 Maracaibo mayo 2005

 

ARISTÓTELES: Poética. Edición en griego, latín y castellano. Traducción de Fernando Báez. Universidad de los Andes, Mérida, 2003, pp. 622.

Esta nueva traducción de la Poética de Aristóteles ha sido realizada en nuestro propio país por el profesor Fernando Báez de la ULA. Autor de varios libros, Báez ha hecho otras traducciones del estagirita, y la presente tiene como elemento atractivo que incluye fragmentos del segundo libro perdido de la Poética (en realidad, fragmentos de otras obras que aluden a ese segundo libro o lo citan) así como el Tractatus Coislinianus, que es un resumen del mismo segundo libro, y fragmentos relacionados con la obra Sobre los poetas, tomados de varios autores como Diógenes Laercio, Macrobio, y otros. Por último, también contiene esta edición breves trozos alusivos al texto perdido de Aristóteles titulado Problemas Homéricos.

La edición es de tamaño generoso (más de seiscientas páginas). Además de un extenso, exhaustivo y claro Estudio Introductorio escrito por Báez, el cual abarca cien páginas, y además de las obras mismas antes mencionadas, se incluyen abundantes notas, bibliografía, y un Index Verborum de las palabras en griego.

Sobre la traducción misma, el autor anota que “esta no es la traducción de un filósofo, ni de un filólogo: es la de alguien que ha hecho parte de su vida el estudio de Aristóteles. Nada más que eso. O nada menos.” (p. 113). El autor ha decidido no traducir ciertas palabras ya bastante familiares en nuestro idioma, como ‘catarsis’ o ‘mito’, las cuales vierte así y no como “purgación” o “fábula”. Pero otras palabras, como ‘mímesis’ (un término que al menos en castellano es más específico) parece que aun pueden ganar mucho más si se las traduce como “imitación”; De hecho, Báez plantea el uso del verbo “mimetizar” como una solución para recuperar la acción a la que se refiere la mimesis. Pero dicho verbo no figura en ningún diccionario castellano (al menos hasta hace una generación) y más bien parece relacionarse con algo como el mimetismo que con lo referido por Aristóteles.

Hay muchas versiones en castellano de la Poética (Báez da la cifra de catorce). Desde el punto de vista del estilo, las hay buenas y otras que no lo son. La de Valentín García Yebra parece seguir siendo la mejor hasta ahora, tanto por su tratamiento de las fuentes como por su clara y hermosa redacción. Báez reconoce la excelencia de esa versión, así como también, en la primera página de sus “Agradecimientos”, se refiere a la edición de la versión de la Poética de Aristóteles de Ángel José Cappelletti, publicada por Monte Ávila. Dice Báez que esa edición “aún contiene decenas de gravísimos errores”, aunque no precisamente por responsabilidad de Cappelletti, cuya versión aun se lee más agradablemente que otras. La presente edición no parece tener “gravísimos errores”, pero sí algunos aspectos desconcertantes, que sin embargo podrían ser disculpables, si no se es exigente. Sobre todo si se toma en cuenta el tremendo esfuerzo en nuestro medio de dar a la luz una edición en griego y castellano (la versión latina, muy sui generis, la comentaré luego).

Siempre representa una gran tarea la traducción de un texto de una lengua a otra, y más si se trata de una obra trasladada del griego de Aristóteles a la nuestra, en la que el traductor se verá, además, juzgado por una tradición en la que han caminado predecesores más o menos afortunados, todos dejando una referencia y el aporte a la posteridad de un método, una intención, y hasta unos rasgos estilísticos. Toda traducción es, además -hay que decirlo- un esfuerzo pocas veces reconocido como se debe, aunque implique tanto o más trabajo que el realizar una obra propia. Y por otro lado, el mismo hecho de que sea realizada en nuestro medio venezolano es un estímulo a quienes desean incursionar por la lid de la traducción filosófica, y un mentís a la conseja mezquina de que estas tentativas son para otras latitudes y otros intereses; son las mismas insidias que proclaman que no es de nuestro medio publicar escritos en lenguas clásicas, o que el mismo esfuerzo filosófico no cabe en nuestra realidad, ya plena de angustias existenciales demasiado graves e irremediables.

Con relación al texto mismo en castellano, lo hemos comparado con otros textos que tenemos a mano de la Poética, tanto en castellano como en inglés. Sinceramente, prefiero estos últimos, tanto en la versión de Golden (que Báez incluye en su bibliografía) como la de Ross. Las ediciones castellanas, en su amor o afán por una especie de heroica fidelidad al texto, se vuelven a veces impenetrables, generalmente muy pesadas al lector. Me temo que algo de esto sucede con esta edición, la cual, sin embargo, quizá pueda ser satisfactoria para algunos especialistas e investigadores, pues trata de apegarse lo más posible a una correcta versión de la palabra de Aristóteles. En cierto modo, cada trozo y cada párrafo, cada giro y cada uso de términos, constituyen una especie de ‘tesis’ que se contrapone a otros modos de interpretar, un esfuerzo que puede ser defendido y argumentado con profundidad y sutileza. Si esa discusión es lo que se busca o se requiere, posiblemente aquí pueda encontrarse.

La presente versión bilingüe aparece con los textos castellanos en las páginas a la derecha, y con los textos en griego a la izquierda. Hasta donde podemos juzgar, se muestra como un buen trabajo tipográfico, con abundante aparato crítico a pie de página. No se puede encarecer bastante lo conveniente que es la familiaridad con el texto original, para profundizar en el estudio de una obra. Pero no se nos escapa que es parte de nuestra realidad y de nuestra época de miseria que el griego y aun el latín son lenguas cada vez más difíciles de estudiar, inclusive en aquellas disciplinas que deberían hacer más énfasis en ese estudio -como la filosofía.

Habría sido muy deseable, y quizá el texto merecía, un mejor tipo de papel para imprimir la obra. Dicho sea con el ánimo de que las reediciones, si las hay, tomen en cuenta para los corrigenda la de editar el libro en un material más idóneo.

Por otro lado, luego de la versión bilingüe de la Poética sigue, como texto complementario, la versión de dicha obra en latín, en “edición facsímil” de la veneciana de 1542. A nuestro juicio, se trata de un texto -al menos como allí se presenta- bastante prescindible. Ello, porque, entre otras cosas, el trabajo de impresión del “facsímil” ha sido poco feliz. No creemos que ello tenga que deberse a la antigüedad del texto, pues tenemos fotocopias hecha de otras fotocopias de facsímiles de ediciones príncipes e incunables de Avicena, Averroes, y otros, textos aun más viejos que ese, que pueden leerse y apreciarse mejor. Además, éste “facsímil” es un texto paleográfico, y, a menos que se conozcan bien las abreviaturas, signos y marcas usuales para los textos del siglo XVI, solo lo podrán leer los especialistas que sepan paleografía, que si se quiere, son aún más escasos que aquellos que pueden leer griego. No queda claro cual es el sentido de que aparezca un texto así en esta edición.

Sin embargo, como decíamos antes, nos parece sinceramente que en la presente versión de la Poética los posibles traspiés cometidos son superados por el mérito del esfuerzo de renovar la palabra de Aristóteles en nuestra lengua. Tarea que no puede menos que encender nuestro entusiasmo y llenarnos de orgullo patrio ante este logro con relación a una de las obras favoritas de la filosofía.

Luis Vivanco
Universidad del Zulia - Venezuela