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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.24 n.52 Maracaibo ene. 2006

 

Tiempo y memoria
Un capítulo de gramática wittgensteineana*

Time and Memory
A Chapter of Wittgensteinian Grammar

Sabine Knabenschuh de Porta
Universidad del Zulia
Maracaibo - Venezuela

Resumen

Las “investigaciones gramaticales” de Wittgenstein presentan un muy peculiar aporte a la discusión acerca de la vivencia y la conceptualización del tiempo. Partiendo de una diferenciación entre las manifestaciones conceptuales de dos maneras esencialmente distintas de registrar la realidad empírica (el lenguaje de la “experiencia inmediata” y el lenguaje “físico”), las concernientes consideraciones wittgensteineanas desembocan en la idea de que también disponemos de dos vías de registro temporal y, en consecuencia, de dos modos de relacionar tiempo y memoria. El presente artículo trata de aclarar esta curiosa concepción, la cual apunta a un desdoblamiento de la temporalidad en lo que Wittgenstein llama “tiempo-memoria” y “tiempo-información”, conectados gracias a una doble dimensionalidad del “instante presente”.

Palabras clave:

Tiempo, memoria, experiencia, gramática, Wittgenstein.

Recibido: 15-11-05 • Aceptado: 01-02-06

Abstract

The Wittgensteinian “grammatical investigations” present a very particular contribution to the discussion on the experience and conceptualization of time. Based on a distinction between the conceptual manifestations of two essentially different ways of recording empirical reality (the language of “immediate experience” and “physical” language), Wittgenstein’s considerations on that matter lead to the idea that we handle as well two kinds of temporal recording and, consequently, two manners of relating time and memory. This paper seeks to clarify that peculiar conception, which points to a splitting of temporality into what Wittgenstein calls “memory-time” and “information-time”, connected by virtue of a double dimensionality of the “present moment”.

Key words:

Time, memory, experience, grammar, Wittgenstein.

I

El tiempo, categoría fundamental de la experiencia humana del mundo, no sólo ha sido un tema de la filosofía occidental desde sus mismos inicios, sino que, además, constituye uno de sus enigmas más inquietantes. Ante la incómoda sospecha de que el tiempo “no exista”, los eruditos de Occidente se han esforzado, durante siglos, en evidenciar de alguna manera la ostensibilidad de lo temporal; desplegando al respecto una gran diversidad de perspectivas, inseparables tanto de la cosmovisión reinante en el respectivo contexto histórico como de las doctrinas filosóficas establecidas dentro de dicho contexto. En vista de ello no es de extrañar que, tal como –en su momento– la filosofía analítica se constituyó en torno al lenguaje como núcleo de toda filosofía, también se había gestado –ya antes– el así llamado “temporalismo” del pensamiento occidental con iguales pretensiones de exhaustividad para el tópico del tiempo. Todo esto no es ningún secreto. Lo que, en cambio, sí representa una auténtica curiosidad es que en los textos wittgensteineanos de principios de los años 30 ambas pretensiones parecen encontrarse ocasionalmente bajo el denominador común de una muy peculiar filosofía –o mejor, gramática– de la experiencia. Dicho lo cual conviene introducir el tema específico del presente trabajo mediante unas breves consideraciones preliminares.

Según ya he tratado de mostrar en otros lugares1, las “investigaciones gramaticales” de los mencionados textos radican en preocupaciones eminentemente epistemológicas. Preocupaciones que Wittgenstein –el (según las palabras de Jaakko Hintikka) “más impaciente de los seres humanos” en lo que respecta a “explicar adecuadamente cuáles eran los problemas que sus ideas pretendían solucionar”2– no suele molestarse en identificar expresamente como tales, pero que –a mi juicio– no pueden pasarle inadvertidas a un lector atento. Pues bien, como también detectará sin mayores dificultades tal lector, uno de los problemas clave –y, en última instancia, el problema central– que nuestro impaciente filósofo aborda dentro del marco de lo que, en este orden de ideas, quisiera llamar su gramática epistemológica, es el de la articulación3 y del status cognoscitivo4 de la experiencia. El tema resulta ser tanto más importante cuanto que la preocupación por dicho tópico bien puede considerarse un hilo conductor que determinó una buena parte de su búsqueda filosófica a través de todas sus etapas.5

Desde luego, Wittgenstein nunca se aventura a contestar la pregunta socrática (en todo caso, una pseudo-pregunta para él) acerca de qué es la experiencia; limitándose a subrayar que la noción misma de experiencia es un “concepto lógico”, y que “[l]a experiencia no se diferencia, de lo que no es experiencia, mediante predicados”.6 Su aporte a la aclaración del concepto se canaliza, como de costumbre, a través de los casos ejemplares que –a menudo implícitamente– maneja. Él mismo insiste –como tantas veces– en este su procedimiento, al referirse, en una clase del año académico 1933/34, a la articulación de la experiencia inmediata (aquella faceta de la experiencia que le interesa especialmente, y la que ejemplifica aquí con la articulación proposicional ‘Veo una mancha clara en un entorno oscuro’):

“¿Qué entiendo por descripción de la experiencia inmediata? … Procedo observando la aplicación [Verwendung] que se hace de la idea [Vorstellung] proposición que describe la experiencia inmediata. El cómo esa idea se aplica, se explicó mediante ejemplos… Los ejemplos proporcionan una idea lo suficientemente clara.”7

Esto mismo es lo que, a su vez, cualquier lector se ve obligado a hacer para captar el sentido que el término ‘experiencia’ [Erfahrung] adquiere para Wittgenstein: observar cómo se aplica en sus textos. Y es de subrayar que nada hay en esas aplicaciones que vaya más allá de una referencia o alusión a lo que podríamos sintetizar como el trato epistémico con los objetos en tanto que se traduce en una captación articulable de realidades y posibilidades.

Ahora bien, la pregunta wittgensteineana por la articulación de la experiencia –o, si se quiere, por los modos de concordancia entre lo experiencial y su organización conceptual– es, fundamentalmente, una pregunta doble. Y esto resulta ser bastante plausible si se considera que el lenguaje de la experiencia (que también cabría llamar “lenguaje empírico”, en oposición a los lenguajes abstractos como los de la matemática) puede presentarse de dos maneras harto distintas: a modo de simple manifestación de una experiencia puntual (‘Hace frío’, ‘Siento irregularidades en esta superficie’, ‘Tengo sueño’, ‘Esa ventana está iluminada’), o mediante una aseveración que conlleva la necesidad de relacionar experiencias de diversa índole (‘Mi hermano está en casa’, ‘Esta barra es de hierro’, ‘El cuadrado que dibujaste no es exacto’, ‘Aquí hay 1400 libros’). Diferencias de este tipo en mente, Wittgenstein dedica una buena parte de sus textos de principios de los años 30 a la distinción entre el lenguaje de la “experiencia inmediata” y el lenguaje “físico”, y consecuentemente a la –como ya se mencionó, doble– pregunta por las posibilidades de concordancia de uno y otro con la experiencia misma. Su móvil es de suponer: consiste en la preocupación por las confusiones que pueden –y, de hecho, suelen– ocurrir en el manejo de las concernientes gramáticas; tanto en el uso cotidiano del lenguaje como –y sobre todo– en su empleo con fines filosóficos. “Los errores filosóficos más graves…” –subraya (basándose en la observación de que el lenguaje físico es, a fin de cuentas, nuestro lenguaje común, es decir, suele tener un papel prioritario en nuestra comunicación)8– “…siempre surgen cuando se pretende emplear nuestro lenguaje ordinario –físico– en el campo de lo inmediatamente dado.”9

Ciertamente, lo que para Wittgenstein podrá haber constituido un móvil evidente y urgente, no dejará de ser un mero acertijo para su lector mientras que no se adentre en el fundamento (epistemológico) que subyace a la citada afirmación. En otras palabras, a fin de entender de qué índole pueden ser las confusiones a las cuales se alude en este contexto, es preciso visualizar la diferenciación misma entre ambos (grupos de) lenguajes, fundamentada en la concepción de dos (tipos de) “espacios (lógicos)” –vale decir, dos ámbitos de registro experiencial y organización conceptual–10 esencialmente distintos: el espacio físico y el espacio de la experiencia inmediata.

En el terreno de los sucesos visuales (los cuales constituyen para Wittgenstein, al igual que para la mayoría de los epistemólogos, el caso paradigmático de lo experimentable), las señaladas dos maneras de registrar y articular lo dado responden a la posibilidad de insertarnos, respecto de la misma realidad empírica, bien sea en el espacio euclideano (físico)11, bien sea en el espacio (meramente) visual; con el resultado de manejarse, en virtud de una suerte de desdoblamiento de nuestros dispositivos lingüístico-conceptuales, dos gramáticas –y, por ende, dos “geometrías”12– diferentes. Wittgenstein lo formula de la siguiente manera:

“Si por ‘espacio’ entiendo el espacio visual, entonces la geometría es la gramática de las palabras mediante las que describo los fenómenos. – Si en cambio entiendo por ‘espacio’ el espacio físico, entonces la geometría es, al igual que la física, una hipótesis; se refiere a las experiencias de la medición.”13

Aquí se revelan, comprimidos en unas pocas líneas, dos de los (tres) factores clave que –siguiendo los textos wittgensteineanos de principios de los años 30– son extrapolables a todo terreno experiencial, por cuanto marcan en general la diferencia entre el espacio de la experiencia inmediata y el físico, es decir, entre sus respectivas gramáticas: el tipo de proposición [Satz] que en nuestras prácticas lingüísticas empleamos en uno y otro caso, y el tipo de patrón-medida [Maßstab] que correspondientemente nos es dado aplicar. (Como ya sospechará el eventual lector, el tercer factor es precisamente el que pretendo tematizar en este trabajo y, a tal fin, contextualizar por medio del presente capítulo introductorio).

En lo que respecta al tipo de proposición, la distinción entre ambos espacios equivale a la distinción entre proposición genuina [eigentlicher Satz] e hipótesis: solamente el lenguaje de la experiencia inmediata –así lo presentan los mencionados textos wittgensteineanos– proporciona proposiciones genuinas, mientras que el lenguaje físico no puede sino constar de hipótesis; o, dicho a la inversa, solamente el uso de proposiciones genuinas nos ubica en el espacio de la experiencia inmediata, mientras que todo empleo de hipótesis se inserta en lo que Wittgenstein llama el espacio físico. Tal categórica diferenciación –en virtud de la cual cabe hablar, efectivamente, de configuraciones [Gebilde] gramaticales distintas14– descansa en la particularidad de la hipótesis de no ser, como la proposición (genuina) o aserción15, susceptible de ser verificada concluyentemente en la experiencia.16 Desde luego, ello debe entenderse a partir de los peculiarísimos criterios wittgensteineanos de “verificación” (empírica), los cuales se traducen, o bien en una actualización de “facetas” (de hipótesis), o bien en una fusión experiencial de pregunta y respuesta (inmediatas), y que se derivan directamente del respectivo tipo de experiencia: hay una experiencia –podríamos decir– del revisar, y otra, del percatarse.

Referente al tipo de patrón-medida aplicable en cada caso –en tanto que segundo factor decisivo en la diferenciación entre los dos ámbitos de incertidumbre empíricos–, cabe subrayar que un “patrón-medida” wittgensteineano no es exclusivamente la unidad de medición de una escala numérica (vinculada en general con instrumentos materiales, tales como reglas, termómetros o básculas, por ejemplo), sino todo baremo o instrumento conceptual de diferenciación que pueda acompañar nuestro encuentro con la realidad.17 He aquí el ángulo desde el cual también los patrones-medida se evidencian, en efecto, como esencialmente distintos conforme se trate del lenguaje del espacio físico o el del espacio de la experiencia inmediata. La correspondiente fórmula wittgensteineana –tan sencilla como convincente– reza como sigue: el primero de dichos espacios es, en virtud de su multiplicidad, susceptible de un lenguaje de medición exacta, el segundo, no; o, expresado nuevamente a la inversa, al decidirnos por un lenguaje de medición exacta, insertamos nuestras proposiciones en el espacio físico, y al renunciar a tal pretensión de exactitud, las inscribimos en el espacio de la experiencia inmediata.

Pero, a pesar de disponer ya en este punto de toda una estrategia para reconocer la pertinencia de un enunciado empírico, Wittgenstein aún no se da por satisfecho, sino que –en vista de la temporalidad de toda experiencia– se ve impulsado a dar un paso más. “¿Es el tiempo de los fenómenos ‘visuales’…” –se pregunta– “…el tiempo de nuestro habitual modo de expresión [Ausdrucksweise] físico?”18 En otras palabras, ¿sería concebible, no obstante la esencial duplicidad de nuestros mecanismos de registro experiencial y organización conceptual, que dispongamos de una sola manera de vivir y articular lo temporal? Y su respuesta –como es de suponer, negativa– a tal interrogante revela finalmente, ante el doble trasfondo descrito, el tercer factor que marca la diferencia epistémico-gramatical entre los dos espacios de incertidumbre empíricos: la función (o el status) del tiempo según se trate de uno u otro contexto. Ésta es la idea que trataré de aclarar a continuación.

II

A fin de mostrar que –y de qué manera– cada uno de los dos registros empíricos adquiere, por así decir, su propia temporalidad, Wittgenstein recurre a la metáfora (o, como él mismo gusta de expresarse, el símil [Gleichnis]) de la “linterna mágica” o proyección cinematográfica:

“Si comparo los hechos de la experiencia inmediata con las imágenes en la pantalla y los hechos de la física con las imágenes en la [cinta de la] película, entonces en la [cinta de la] película hay una imagen presente, [e] imágenes pasadas y futuras; en la pantalla, en cambio, está sólo el presente.”19

Esta reflexión, en principio (dentro del marco del pensamiento wittgensteineano) muy lograda y nada problemática, insinúa sin embargo, para el lector desprevenido, una paradoja epistémica: la simultánea disponibilidad e inconmensurabilidad de un presente en última instancia atemporal, y de una temporalidad en la cual el presente no constituye sino uno de los puntos de una sucesión. Paradoja ésta que –según creo y trataré de mostrar– no puede ser resuelta sino precisamente en estrecha relación con el –ya arriba manejado– constructo wittgensteineano de espacio (lógico) y los conceptos afines.

La observación citada representa, en realidad, tan sólo uno de los pasos en el ataque de Wittgenstein a otra metáfora, a saber, la tradicional idea del “flujo del tiempo” que en su momento había desconcertado a pensadores como Agustín de Hipona en la búsqueda de entender la “naturaleza” del tiempo y específicamente del instante presente. Como es de esperar, Wittgenstein (des)califica aquella sensación “de que el presente desaparece en el pasado sin que podamos evitarlo”20 como engañosa y, por lo demás, sintomática del pensamiento especulativo, descontextualizado y –por ende– vacío que (según no se cansa de repetir) caracteriza la filosofía tradicional; con lo cual la pregunta por el tiempo –en tanto que imaginado tiempo substantivo, un “algo” que fluye en una determinada dirección– se revela como uno de los pseudoproblemas filosóficos que la terapia wittgensteineana procura eliminar.21 Pues –escribe Wittgenstein– “está ... claro que … no se puede decir ‘el tiempo fluye’ si con ‘tiempo’ se quiere significar la posibilidad del cambio.”22

Esta aclaración, a su vez, si bien disuelve los aspectos problemáticos de la idea de un tiempo substantivo (generada, en última instancia, a partir de la célebre definición aristotélica del tiempo como número numerable del movimiento)23, es susceptible de un nuevo “enredo” filosófico, a saber, la eventual interpretación de la posibilidad –en tanto que infinita– en el sentido de una infinitud actualmente realizable. Siendo, desde luego, tal interpretación –la cual desembocaría en una acepción extensional de la noción de infinitud y, por tanto, en un reacercamiento a la concepción substantiva de lo temporal– completamente inaceptable desde el punto de vista wittgensteineano, no es de extrañar que, en los textos de marras, la citada caracterización básica del tiempo –como “posibilidad del cambio”– se amplíe ocasionalmente en los siguientes términos (curiosamente emparentados, por cierto, con las argumentaciones de los lógicos terministas en torno al “infinito sincategoremático”):

“El que concebimos el tiempo, no como realidad infinita, sino como intensionalmente infinito, se muestra en que, si bien no podemos pensar un intervalo infinito de tiempo, vemos sin embargo que ningún día puede ser el último, que, por tanto, el tiempo no puede tener ningún fin. – También se podría decir: La infinitud es propia a la naturaleza del tiempo, no es su extensión casual. – A fin de cuentas, sólo conocemos el tiempo –por así decir– a partir del trozo de tiempo [Stück Zeit] que se halla ante nuestros ojos. Sería extraño si de este modo pudiéramos captar su extensión infinita (esto es, en el sentido en que la captaríamos si nosotros mismos fuéramos sus contemporáneos por un lapso infinitamente largo). – ... El tiempo realizado [erfüllte] que conocemos, es limitado (finito). La infinitud es una cualidad interna de la forma temporal.”24

Aquí convergen –conforme ya se insinuó– dos importantes líneas de argumentación pertenecientes al pensamiento wittgensteineano de principios de los años 30: la que concierne a la noción de posibilidad y –junto con ella– la idea de infinitud, y la que atañe específicamente a nuestro presente tema, la vivencia de lo temporal. El núcleo de la primera argumentación consiste en resaltar que –según parafrasea Waismann– “posibilidad infinita no significa: posibilidad de lo infinito”25, en virtud de no tener la infinitud –en palabras del maestro mismo– “el lugar de un número”26 (es decir, de no ser una magnitud)27, y que, en consecuencia, la captación de lo finito y la de lo infinito han de ser –en general– esencialmente distintas.28 Es precisamente a partir de este punto que Wittgenstein dispone de los instrumentos conceptuales para establecer –con la ayuda adicional de la metáfora de la proyección cinematográfica– la arriba mencionada diferenciación entre el tiempo de la experiencia inmediata y el físico. Si, por un lado, “la infinitud del tiempo [= tiempo físico] no es una extensión”29 (lo cual revela la conexión pasado-presente-futuro como lo que Wittgenstein suele llamar una “relación interna”)30, y por otro lado, “nuestras proposiciones [= aserciones] sólo son verificadas en el presente” (de modo que deben tener “de alguna manera la conmensurabilidad con el presente”)31, la idea de que disponemos de distintas vías de registro temporal se ofrece por sí sola. En una conversación del año 1930, Wittgenstein puntualiza cuál es, propiamente, su alcance:

“Parece que se puede decir que sólo el presente posee realidad. Aquí hay que preguntar: ¿en oposición a qué? ¿Significará que mi madre no existió o que esta mañana no me he levantado? No puede ser eso lo que queremos decir. ¿Significará que los eventos que no puedo recordar ahora no existieron? Tampoco. – El instante presente del cual se está hablando aquí, ha de significar algo que no está en un espacio, sino que es, ello mismo, un espacio.”32

Esto es ciertamente interesante. Pues no sólo se indica que la función epistémica (y el status gramatical) del tiempo varía según los espacios empíricos en que podamos insertarnos33, sino que el tiempo mismo es configurado en espacios temporales 34 distintos conforme se trate de la experiencia inmediata o la(s) experiencia(s) física(s). En vista de que los espacios lógicos y sus dimensiones se constituyen por igual desde nuestras potencialidades registradoras y la registrabilidad de la realidad, ello implica que, en concordancia con la manera de acercarnos a lo empíricamente dado, varía también nuestra propia temporalidad en tanto que vivencia de lo temporal.

Ahora bien, semejante idea de que vivimos el tiempo de (al menos dos) maneras diferentes según el respectivo tipo de experiencia –inmediata o física–, exige alguna diversificación también en lo que respecta a nuestras posibilidades o modos de recordar. Es así como Wittgenstein llega a su –a primera vista más que sorprendente– idea de que disponemos de dos tipos de memoria en el ámbito de lo empírico: la memoria (de la experiencia) inmediata y la memoria física. Tratemos de ilustrar esto. ¿Por qué, por ejemplo, nos parecería no pertinente pedir una fundamentación para la aserción ‘Despúes de escucharlo, me sentí mejor’, pero completamente legítimo pedirla para la proposición (hipotética) ‘La reunión se realizó después de la sesión inaugural’? O también: ¿por qué no estaríamos inclinados a cuestionar la aserción –digamos, de un pintor en una tertulia con sus admiradores– ‘Éste es el mismo color que usaba en todas mis pinturas de juventud’, pero probablemente sí la proposición (hipotética) –de un arquitecto en una conversación con su cliente, por ejemplo– ‘Esta madera es del mismo color que la madera de roble que le mostré ayer’? ¿Por qué estaríamos generalmente más dispuestos a confiar, respectivamente, en la memoria del primer hablante que en la del segundo? Wittgenstein contestaría –y, así, disolvería semejantes casos de aparente tensión– de la siguiente manera:

“Tal vez toda [la] dificultad radica en el traslado del concepto temporal del tiempo físico al curso de las vivencias [= experiencias] inmediatas. … Pues ‘el tiempo’ tiene distinto significado cuando entendemos la memoria como fuente del tiempo, y cuando la entendemos como retrato [Bild] conservado del suceso pasado. – Cuando entendemos la memoria como retrato, entonces éste es un retrato de un suceso físico. El retrato pierde nitidez [verblaßt], y noto su pérdida de nitidez [Verblassen] si lo comparo con otros testimonios de lo pasado. Aquí la memoria no es la fuente del tiempo, sino una más o menos buena conservadora de lo que ha sido ‘realmente’; y esto es precisamente algo de lo cual también podríamos tener otro tipo de noticias, [es decir,] un evento físico. – De algo totalmente diferente se trata, en cambio, cuando consideramos la memoria la fuente del tiempo. Aquí [la memoria] no es ningún retrato, y tampoco puede perder nitidez – en el sentido en que pierde nitidez un retrato, de tal modo que representa su objeto cada vez menos fielmente. Ambas maneras de expresarse están en orden y tienen los mismos derechos, pero no pueden ser mezcladas.”35

La clave principal de este pasaje se encuentra –según mi lectura– en la idea de que podríamos tener (y, generalmente, buscamos como corroboración) “otro tipo de noticias” sobre un evento pasado, la articulación del cual ubicamos en el espacio físico; mientras que tal información adicional o alternativa no está en cuestión si es el espacio de la experiencia inmediata el que determina la articulación de una experiencia pasada: en este caso sencillamente no buscamos “otro tipo de noticias”, y si las buscáramos ya habríamos convertido la aserción en una hipótesis (y su patrón-medida en uno cuantitativo). En este orden de ideas, el primer enunciado en cada uno de los dos pares de ejemplos arriba planteados ilustra una –según el caso, doble o simple– relación antes-después (entre un ahora y una sucesión de experiencias anterior a éste, o entre un contenido experiencial actual y otro pasado) que no necesita sino la memoria misma para establecerse; el segundo, en cambio, una relación aparentemente análoga que sin embargo parece exigir, aparte de la memoria, alguna fuente adicional.36 O, dicho de otra manera, en el primero se articula el “pasado inmediatamente dado” por medio de lo recordado mismo; mientras que en el segundo se articula un hecho pasado que lo recordado señala y del cual no es sino un “síntoma”.37

Hay, a este respecto, una curiosa diversificación de lo que podríamos llamar la relación entre memoria y tiempo: en las gramáticas pertenecientes a la experiencia inmediata –espacios del presente– es la memoria misma la que determina nuestra percepción temporal, mientras que en las gramáticas físicas –espacios del pasado-presente-futuro– es la captación del tiempo la que determina la memoria. Ello explica por qué Wittgenstein, aparte de hablar de dos tipos de memoria (aquella que funge como “fuente” del tiempo, y aquella que entendemos como “retrato” de un evento temporalmente conectado), llega a diferenciar también –en sus clases dictadas a principios de los años 30– entre dos tipos del tiempo mismo: el “tiempo-memoria” [memory-time] y el “tiempo-información” [information-time].38 Ciertamente, este último paso en su intento de evidenciar que, en efecto, nuestras gramáticas empíricas se configuran en concordancia con dos maneras diferentes de vivir el tiempo y la temporalidad, no parece haber sido demasiado exitoso entre sus discípulos. Al menos Moore, asiduo asistente a las clases en cuestión, expresa en sus apuntes más desconcierto que comprensión:

“[Wittgenstein] hizo una distinción, la significación de la cual no tengo clara, entre lo que llamaba ‘tiempo-memoria’ y lo que llamaba ‘tiempo-información’, diciendo que en el primero hay sólo antes y despúes, no pasado y futuro, y que tiene sentido decir que recuerdo lo que en el ‘tiempo-información’ es futuro.”

“[M]ás adelante … volvió a introducir la frase ‘tiempo-memoria’, diciendo que un cierto orden de eventos podría ser llamado así, y diciendo a continuación que todos esos eventos ‘se aproximan a un punto de manera que no tendrá sentido decir ‘B ocurrió después del presente en el tiempo-memoria’’; que ‘ahora’ ‘debería ser un punto en un orden’; y que cuando decimos ‘el reloj suena ahora’, ‘ahora’ significa ‘el presente de nuestro tiempo-memoria’, y no puede significar, p.ej., ‘a las 6:07’ porque tiene sentido decir ‘son las 6:07 ahora’.”39

Jaakko Hintikka, quien –en un artículo sobre el desarrollo de la concepción wittgensteineana del tiempo40– parte de esas mismas anotaciones de Moore, dedica unas cuantas páginas a la tarea de desenredar el nudo conceptual que allí se presenta. Haciendo por el momento caso omiso de algunas particularidades terminológicas del texto de Hintikka (las que –según creo– implican incluso un cierto riesgo de tergiversación)41, cabe subrayar que su manera de interpretar la idea wittgensteineana de la (doble) experiencia temporal es bastante reveladora.

En un acercamiento tan perspicaz como persuasivo, Hintikka caracteriza la diferencia entre el “tiempo-memoria” y el “tiempo-información” como un contraste entre dos métodos de referencia o identificación temporal: uno basado en cronologías públicamente determinables mediante instrumentos de medición (tales como relojes, calendarios, etc.), y otro que se centra en el ahora enfocado desde una perspectiva específica.42 Desde luego, lo más interesante de esta concepción no es –según señala el mismo Hintikka– la diferenciación en sí, sino la pregunta acerca de una posible primacía de uno de los dos métodos en nuestra vida, y, en definitiva, la (como tantas veces, doblemente matizada) posición de Wittgenstein a tal respecto. Por un lado, al rechazar la idea de una jerarquía epistémico-gramatical entre un lenguaje “primario” y otro “secundario”, y en vista de que, en última instancia, el lenguaje físico resulta ser prioritario o dominante en todo nuestro intercambio lingüístico-conceptual con el mundo43, Wittgenstein también se decide –así lo expone Hintikka– por “sólo una conceptualización básica del tiempo, a saber, el tiempo (-información) físico”.44 Pero por otro lado –continúa la argumentación–,

“[t]ambién hay que recordar que incluso después de su rechazo de la primacía y autosuficiencia de los lenguajes fenomenológicos seguía considerando el mundo en que vivimos un mundo de objetos fenomenológicos, aunque en nuestro lenguaje podamos hablar sólo de objetos físicos. En este mismo orden de ideas, la realidad temporal seguía siendo para él fenomenológica, a pesar de que sólo podamos hablar de ella en términos fisicalistas. Sus afirmaciones sobre el tiempo en obras como las Observaciones filosóficas han de entenderse a la luz de este hecho”.45

Hasta aquí concuerdo, en líneas generales, con las dos vertientes (respecto a la función paradigmática del tiempo-información, y el carácter fenoménico del mundo vital) de la visión de Hintikka. Hay, sin embargo, una faceta en su interpretación que no puedo compartir del todo. Tal vez debido a su tendencia de operar con dicotomías, Hintikka llega a afirmar –a pesar de lo dicho en el pasaje citado– que las observaciones wittgensteineanas acerca de la preeminencia del lenguaje físico implican en último término “una victoria total del tiempo físico”.46 Pero –cabe preguntar aquí– ¿cómo se supone que se manifestaría semejante “victoria total”? ¿En la negación de nuestra capacidad de recordar e identificar, por ejemplo, un color visto, un sonido oído o, más en general, una experiencia vivida? ¿En el desconocimiento de todos nuestros recuerdos y relaciones temporales (antes-después) no medibles con patrones-medida exactos? Evidentemente, semejantes presunciones serían absurdas, y Wittgenstein nunca insinuó tal cosa; de manera que –sospecho (o espero)– no pudo ser esto lo que Hintikka quiso plantear al tratar de fundamentar su tesis de la “victoria total del tiempo físico” con una observación de Wittgenstein según la cual “[e]l momento temporal del cual digo que es el presente que contiene todo lo que me es dado, pertenece, él mismo, al tiempo físico”47.

Creo que la disonancia puede resolverse si tenemos en cuenta que, después de todo, la preeminencia o primacía del lenguaje físico (en las culturas occidentales)48 no implica sino la necesidad de tener que desdoblar nuestros dispositivos lingüísticos en el momento de querer articular los contenidos de la experiencia inmediata, y de estar conscientes de tal desdoblamiento a fin de evitar enredos entre elementos de diferentes gramáticas. Lo mismo vale, según mi criterio, para la preeminencia, primacía o “victoria” del tiempo-información perteneciente al espacio físico y –por tanto– a la gramática de hipótesis y medición, frente al espacio de la experiencia inmediata y su gramática de aserciones y patrones-medida sólo cualitativos y/o comparativos. Si bien es cierto que se nos hace inevitable emplear, según el caso, las mismas palabras para señalar distintas pertinencias, logramos no obstante captar –volviendo a nuestros ejemplos anteriores– en cuál de los dos espacios temporales nos estamos moviendo (o hemos de orientarnos) cuando alguien manifiesta ‘Despúes de escucharlo, me sentí mejor’, o cuando alguien asevera ‘La reunión se realizó después de la sesión inaugural’ (y, análogamente, al afirmar el pintor ‘Éste es el mismo color que usaba en todas mis pinturas de juventud’, o el arquitecto ‘Esta madera es del mismo color que la madera de roble que le mostré ayer’); y estamos igualmente en capacidad de rechazar como no pertinente la pregunta ‘¿Está seguro?’ para el respectivo primer caso y aceptarla para el segundo. El mismo Hintikka parece retomar esta perspectiva cuando puntualiza que

“no podemos … esperar en general que haya un único sistema público que haga las veces de [to serve as] la realidad de la cual trata nuestro lenguaje. Y esto a su vez sugiere que el sistema público no puede ser el primario epistemológicamente, a pesar de que pueda ser el básico en la semántica de nuestro lenguaje efectivo [actual].”49

Sólo que Hintikka entiende esta observación final como una crítica a las exposiciones wittgensteineanas, mientras que –según mi lectura– es esto mismo lo que Wittgenstein quiso (y logró) indicar en sus textos de los años 30, ilustrando un desdoblamiento de la temporalidad que, efectivamente, forma parte de nuestra vida.

III

En este orden de ideas, las referidas consideraciones en torno a tiempo y memoria culminan, finalmente, en una interesante perspectiva para disolver la arriba planteada paradoja (y resolver así el viejo problema) del “instante presente”, mostrando que, en realidad, también la idea del presente es una idea doble, por participar en dos dimensiones temporales diferentes y adquirir dos distintas naturalezas (o mejor, funciones) vitales – sin que (y esto es lo más importante) la resultante inconmensurabilidad devenga en incompatibilidad. Pues, por un lado, el espacio de la experiencia inmediata no contiene el presente como único punto determinable en una coordenada temporal, sino que coincide con el ámbito unidimensional del presente experiencial, así como el espacio físico no contiene, a su vez, ese espacio del presente, sino el presente como una de las coordenadas pertenecientes a la triple dimensión de la sucesión temporal. Y por otro lado, es precisamente esa coordenada del presente la que, en última instancia, establece y garantiza tanto la diferencia (e inconmensurabilidad) como la consonancia (y compatibilidad) entre ambos espacios: la diferencia, por constituir en un caso la dimensión del espacio-registro mismo, y en el otro, integrarla; la consonancia, por pertenecer a los dos. Wittgenstein lo formula de la siguiente manera:

“Tiempo-memoria. Éste es (al igual que el espacio visual), no una parte del gran tiempo [großen Zeit], sino el orden específico de los eventos o situaciones en la memoria // en el recuerdo //. En ese tiempo no hay, p.ej., ningún futuro. Espacio visual y espacio físico, tiempo-memoria y tiempo físico, se relacionan [verhalten sich zueinander], no como un segmento [Stück] de la serie de los números cardinales con la ley de esa serie (‘de // para // toda la serie numérica’), sino como el sistema de los números cardinales con el de los números racionales. Y esta relación también explica el sentido de la opinión de que uno de esos espacios incluya, contenga, al otro.” 50

Y habrá que subrayar que ambos espacios, ambas gramáticas, ambos modos de ver, registrar y recordar –y, por tanto, ambos “presentes”–, esencialmente distintos y no obstante íntimamente relacionados (sin que uno sea un subconjunto del otro), se integran de tal manera en nuestros sistemas conceptuales que pueden, en principio, participar y actuar en todas las áreas vitales y culturales; trátese del ámbito científico, artístico, religioso o, sencillamente, práctico de la vida cotidiana. Dicho de otra manera, en todos esos ámbitos se oponen (y a la vez conectan a modo de articulaciones complementarias)51 las aserciones, constitutivas de la temporalidad unidimensional del tiempo-memoria y determinadas por patrones-medida sólo cualitativo-comparativos, y los enunciados hipotéticos, insertos en la tridimensionalidad del tiempo-información y susceptibles de criterios de medición exacta (o cuantitativa). Lo cual desemboca –dicho sea de paso– casi inevitablemente en una diferenciación epistemológicamente tan llamativa como reveladora, precisamente por involucrar por igual las diferentes áreas vitales en las cuales nos enfrentamos al mundo y procuramos organizarlo conceptualmente: la distinción esencial entre certeza (vital) y conocimiento o saber (racional) en el campo de lo empírico, en tanto que potencialidades epistémicas inherentes al espacio de la experiencia inmediata y al espacio físico, respectivamente. Pero esto será tema de otro trabajo.52

Siglas utilizadas para la citación de textos wittgensteineanos (o “cuasi-wittgensteineanos”)53:

BT

Big Typescript (TS 213), en Wittgenstein’s Nachlass. The Bergen Electronic Edition, The University of Bergen, Oxford University Press / The Wittgenstein Trustees, 2000 [Gran Mecanograma]

Ideal

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WV32/35
(1)/(2)

Ludwig Wittgenstein. Vorlesungen Cambridge 1932-1935 (1979), ed. Alice Ambrose, trad. J. Schulte, en Ludwig Wittgenstein. Vorlesungen 1930-1935, Frankfurt a/M, Suhrkamp, 21989, pp. 141-442; (1) : año académico 1932/33, cap. I+IV, pp. 147-198, 415-442; (2): años académicos 1933/34 y 1934/35, cap. II+III, pp. 199-414 [Lecciones en Cambridge 1932-1935]

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Ludwig Wittgenstein und der Wiener Kreis (1967), ed. B.F. McGuinness, WA, t. 3 [Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena]

* Este trabajo -un extracto del cual presenté, bajo el título “Curiosidades wittgensteineanas: la doble experiencia del tiempo”, como ponencia en el VI Congreso Nacional de Filosofía de la Sociedad Venezolana de Filosofía celebrado en la Universidad Católica Andrés Bello, Puerto Ordaz, del 27 al 30 de septiembre de 2005- sintetiza algunos resultados parciales del Proyecto de Investigación N° CH-1059-02, auspiciado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES) de la Universidad del Zulia, Maracaibo.

Notas

1 Cfr. p.ej. mis artículos “Del espacio lógico a los espacios de incertidumbre. Wittgenstein, 1929-1933”, en Revista de Filosofía, 39, Univ. del Zulia, Maracaibo, 2001, pp. 7-24, y “Multiplicidad y conocimiento. Alcances y trasfondos de un concepto wittgensteineano”, en Ideas y Valores, 121, Univ. Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, Colombia, 2003, pp. 3-39.

2 HINTIKKA, Jaakko, Ludwig Wittgenstein: Half-Truths and One-and-a-Half-Truths, Kluwer, Dordrecht, 1996, p. 2. - La traducción al castellano de los pasajes citados a lo largo del presente texto es de mi responsabilidad.

3 Tomo la noción de articulación en el sentido básico del término (común a sus diferentes acepciones en los ámbitos mecánico, biológico, sociocultural o -como en nuestro caso- lingüístico-conceptual): como disposición u organización de elementos interrelacionados en un complejo funcionalmente estructurado.

4 A lo largo de mi estudio “En torno a la experiencia: L. Wittgenstein y C.I. Lewis” [en Areté. Revista de Filosofía, XIV/2, Pontif. Univ. Católica del Perú, Lima, 2002, pp. 211-247] intento mostrar que, efectivamente, se trata de la pregunta por el status cognoscitivo de la experiencia (inmediata). En virtud de ello, se retomarán en el presente capítulo introductorio algunas consideraciones ya desarrolladas en dicho trabajo.

5 Esta última acotación no pretende ser -en sí- ninguna novedad. Alfonso García Suárez, por ejemplo, subrayó hace ya treinta años -aunque en otro contexto argumentativo- que “la investigación de la gramática de la experiencia fue una constante a lo largo del desarrollo del pensamiento de Wittgenstein” [GARCÍA SUÁREZ, Alfonso, La lógica de la experiencia. Wittgenstein y el problema del lenguaje privado, Tecnos, Madrid, 1976, p. 16 (énfasis mío)].

6 WL30/32 B Easter T. 31, p. 60. - Cfr. también BT §107, p. 528 (texto orig. cit. en STERN, David G., Wittgenstein on Mind and Language (1995), Oxford University Press, New York / Oxford, 21996, p. 198): “[La] experiencia no es algo que pueda delindarse, mediante determinaciones, de algo distinto [anderem] que no es experiencia; sino [que es] una forma lógica.”

7 WV32/35(2) II 15, pp. 232-233. (Es éste uno de los pocos lugares en que desisto de la -según me parece, en la mayoría de los casos pertinente- traducción de Vorstellung por ‘presentación’).

8 Cfr. p.ej. PB 57, p. 88; PB 75, pp. 103-104; PB 211, p. 263; PB 213, p. 266; WWK 25/12/1929, p. 59n (30/12). - Ciertamente, no estaría demás preguntarnos si no es principalmente en las culturas occidentales que existe dicho predominio del lenguaje “físico”, o -formulado de una manera más cautelosa- si no son principalmente los sistemas lingüísticos de dichas culturas los que procuran desplegar una diferenciación entre ambos registros (el de la experiencia inmediata y el “físico”). Esta necesidad de sopesar las facetas específicas de la expresión ‘nuestro lenguaje’ es generalmente olvidada por los comentadores del pensamiento wittgensteineano; en parte porque el mismo Wittgenstein se encuentra tan profundamente involucrado con su propio contexto cultural que en (ciertas) ocasiones no parece estar consciente de la no-exclusividad de éste.

9 PB 57, p. 88. - El pasaje citado es uno de aquellos en cuyo contexto aparece- referente a la consideración de la experiencia inmediata y su lenguaje- el peculiar uso wittgensteineano del término ‘fenomenología’ [Phänomenologie]. En mi trabajo “La ‘fenomenología’ de Wittgenstein: cuestiones terminológicas” [en Episteme NS, Vol. 25, Nº 1, Univ. Central de Venezuela, Caracas, 2005, pp. 1-28] he desarrollado algunas consideraciones al respecto.

10 Referente al constructo wittgensteineano de “espacio lógico”, cfr. los trabajos mencionados en la nota 1, así como el artículo (que de cierta manera constituyó un paso preliminar para aquéllos) “Apuntes epistemológicos al Tractatus wittgensteineano: en torno al espacio lógico”, en Revista de Filosofía, 36, Univ. del Zulia, Maracaibo, 2000, pp. 31-46.

11 Nótese que Wittgenstein no reserva el adjetivo ‘euclideano(a)’ para referirse al espacio abstracto de la geometría pura. Precisamente en los momentos en que le interesa comparar la “geometría visual” (o “geometría del espacio visual”) de la experiencia inmediata con la consideración espacial en tanto que susceptible de medición, su terminología oscila, respecto de esta última, entre ‘geometría física’ (o ‘geometría del espacio físico’) y ‘geometría euclideana’ (o ‘geometría del espacio euclideano’). [Cfr. PB 178, pp. 216-217; WWK 04/01/1931, p. 162].

12 Es interesante observar que, en ocasiones, Wittgenstein usa el término ‘geometría’ más bien en el sentido de ‘gramática’ [cfr. p.ej. PG II 9, p. 273; Phän 97, p. 463; WWK 30/12/1930, p. 133; PB 109, p. 131; PG I 14, p. 52].

13 WWK 04/01/1931, p. 162.

14 Cfr. WWK 01/07/1932, p. 210.

15 Wittgenstein emplea, en los textos de los años 30, el término ‘proposición’ [Satz] en dos acepciones: una genérica, que abarca todo tipo de articulación con estructura proposicional (incluyendo la hipótesis, la expresión matemática y la enunciación gramatical); y otra específica, referida exclusivamente a la proposición “genuina” (y que convendría traducir como ‘aserción’).

16 Cfr. WL30/32 B XI, p. 53. - Ya en este punto queda bastante obvio por qué se suele hablar, en gran parte de la literatura secundaria, de un “verificacionismo” wittgensteineano de los años 30, y por qué éste se ha interpretado -tan frecuente como erróneamente- como una marca neopositivista de dicho período. He tratado de abordar específicamente este -polémico- tema en mi trabajo “El mito de la ‘fase verificacionista’ de Wittgenstein”, en Revista de Filosofía, 48, Univ. del Zulia, Maracaibo, 2004, pp. 7-42.

17 Generalmente, la palabra Maßstab (que, en alemán, también puede significar -en un uso estricto- sencillamente una regla graduada para medir longitudes) se ha traducido al castellano por ‘instrumento de medición’ o ‘patrón de medida’, y al inglés por ‘yardstick’, ‘instrument of measurement’, ‘ruler’, ‘measuring rod’ o ‘standard’. A falta de una solución mejor, opto por emplear el término ‘patrón-medida’, acompañado de la explicación que arriba se ofrece.

18 PB 75, pp. 103-104.

19 PB 51, p. 83.

20 PB 52, p. 83.

21 Cfr. ibid.; también p.ej. WL30/32 C XVI, p. 98; WV32/35(1) I 12-13, pp. 161-163. - El que la ilusión del “tiempo substantivo” surge, en última instancia, del hecho de que nuestro(s) lenguaje(s) (occidentales) dispone(n) -fatalmente- del substantivo ‘tiempo’, también queda más que claro en esta ocasional anotación (-exclamación) del año 1931: “El poder [Gewalt] del lenguaje, igualándolo todo, el que se muestra en su forma más aguda [am krassesten] en el diccionario, y que hace posible que el tiempo pudo ser personificado, siendo esto no menos extraño que si tuviéramos deidades de las constantes lógicas” [VB 1931, p. 480]. -Por lo demás, cabe recordar que la crítica wittgensteineana a la idea del “flujo” o “fluir” del tiempo ya se expresa en el Tractatus: “No podemos comparar ningún proceso con el ‘decurso del tiempo’- éste no existe [gibt es nicht]-, sino tan sólo con otro proceso (por ejemplo, con la marcha del cronómetro)” [TLP 6.3611].

22 PB 52, p. 83; también (literalmente) en Phil 91, p. 190.

23 El que, por otro lado, tal lectura no es necesariamente la que más se adecúa a las intenciones del propio Aristóteles, mostró con toda claridad Javier Aoiz en su ponencia “El tiempo y los sensibles comunes en Aristóteles”, presentada recientemente en el VI Congreso Nacional de Filosofía de la Sociedad Venezolana de Filosofía [cit.].

24 PB 143, pp. 163-164. Cfr. también PB 140, p. 160.

25 WWK apénd. A, p. 229.

26 PB 138, p. 157.

27 Cfr. PB 138, pp. 157-158; 181, p. 223.

28 De hecho, el tema de la relación entre realidad y posibilidad (o, si se quiere, entre la experiencia de lo real y la experiencia de lo posible), incluyendo el resultante problema de cómo entender el concepto de infinito, es un tópico sumamente complejo respecto al cual los textos wittgensteineanos aportan unas cuantas reflexiones muy iluminadoras. [Tengo en preparación -y espero poder publicar en breve- un trabajo dedicado específicamente a esta temática.]

29 UM, p. 309.

30 En vista de que la “relación interna” es, para Wittgenstein, una “relación formal” entre proposiciones y, como tal, (fuente de una) regla esencial de una gramática determinada [cfr. p.ej. WWK 25/12/1929, p. 54], conviene aclarar que aquí apunto exclusivamente a la (posibilidad de) conexión entre lo pasado, lo presente y lo futuro dentro de un espacio hipotético, y no a la conexión concreta entre algo como pasado, algo como presente y/o algo como futuro. Pues en este segundo sentido habría que considerar -con Wittgenstein- la relación temporal una relación externa (dependiente, no solamente del sistema epistémico-gramatical, sino también de la contingencia de lo empírico inherente a los diferentes “cortes” de la respectiva hipótesis) [cfr. al respecto WWK 25/12/1929, p. 55].

31 PB 48, pp. 80-81.

32 WWK 25/09/1930, p. 107; también (casi literalmente) en PB 54, p. 85.

33 Desde luego, también varía según nos insertemos en un espacio empírico o uno abstracto, matemático (en cuyo caso su status queda reducido a formar parte de una regla gramatical); pero éste no es el punto que aquí estamos tratando de dilucidar.

34 Cabe subrayar que el propio Wittgenstein no tiene reparos en usar esa misma expresión ‘espacio temporal’ [cfr. p.ej. WL30/32 A II, pp. 5-6].

35 PB 49, pp. 81-82. (Dadas las implicaciones epistemológicas contenidas en pasajes como éste, opto por traducir la controversial palabra Bild -para la cual circulan, como es sabido, varias traducciones diferentes en virtud de las múltiples connotaciones que dicha palabra efectivamente presenta en alemán- por ‘retrato’, y el término verblassen -que corresponde literalmente a ‘palidecer’, ‘desteñirse’, y metafóricamente a ‘desvanecerse’- por ‘perder nitidez’.)

36 Ciertamente, ambas gramáticas (la de la experiencia inmediata y la física) pueden -como señala acertadamente David Stern- referirse en principio a los mismos hechos [cfr. STERN, D., Wittgenstein on Mind…, cit., pp. 155-156], de manera que situaciones como las mencionadas son en cierto sentido -según el respectivo contexto- intercambiables. Así como ninguna proposición empírica pertenece por naturaleza a uno de los dos espacios, así tampoco indica ninguna por naturaleza la fuente de las relaciones temporales que establece. Es el respectivo contexto epistémico y vital el que determina en qué “se pone el énfasis” [Nachdruck; cfr. PB 53, p. 84]: en la memoria misma, o en su función instrumental.

37 Esta inusitada idea del “pasado inmediatamente dado” (frente al pasado “señalado”) aparece por ejemplo en el siguiente pasaje de “Idealismus”, breve capítulo del Gran Mecanograma: “Cuando describo el pasado inmediatamente dado, entonces describo mi memoria, y no algo que esa memoria indica. (Para lo cual esa memoria sería un síntoma”) [Ideal 102, p. 495].

38 Según mi lectura, es en este sentido que Wittgenstein trata de aplicar su diferenciación epistémico-gramatical entre “relación interna” y “relación externa” a las dos maneras de experimentar lo temporal; a pesar de que, en principio, cabe hablar de “relaciones internas” (la conexión pasado-presente-futuro y la conexión antes-después, respectivamente) en ambos sistemas [cfr. nota 30].

39 M:L30/33 G, pp. 110, 112.

40 HINTIKKA, J., …Half-Truths…, cit., pp. 241-174 (“Wittgenstein on Being and Time”).

41 Me refiero básicamente a lo que Hintikka llama la “dicotomía entre [los] marcos [frameworks] fenomenológico y fisicalista” [ibid., p. 243]. El riesgo que percibo en tal terminología es el de identificar el “marco fenomenológico” con una teoría fenomenológica al modo de Husserl o Heidegger, por ejemplo (lo cual sería a todas luces una sobreinterpretación), y de identificar el “marco fisicalista” con una posición neopositivista al estilo del Círculo de Viena (lo cual, vistas las diferencias entre, por ejemplo, el “verificacionismo” de uno y otros, sería más que cuestionable). [Cfr. también los trabajos mencionados en las notas 9 y 16.] Me parece por tanto claramente preferible hablar -como hasta ahora venimos haciendo- del espacio de la experiencia inmediata y del físico (y de sus respectivas gramáticas).

42 HINTIKKA, J., …Half-Truths…, cit., pp. 241-243. - La diferencia entre lo que Hintikka llama (en este y otros textos), los “modos perspectual y público de identificación” [perspectival and public modes of identification] constituye un importante instrumento en sus interpretaciones de Wittgenstein. Se trata, en pocas palabras, de los dos modos de los cuales disponemos -según Hintikka- de identificar objetos, o -en la terminología que hemos venido utilizando hasta ahora- de insertarnos en uno de los dos espacios empíricos. Para el caso de la experiencia visual, Hintikka explica tal diferencia de la siguiente manera: “En la cognición visual, podemos identificar objetos de percepción visual por referencia al espacio visual del perceptor, o [por referencia] a un marco de referencia impersonal y público. … [C]onsidérese, por ejemplo, una pregunta como ‘¿Quién por aquí es Alonzo Church?’, hecha por alguien quien sabe mucho sobre el famoso lógico y editor, pero quien nunca lo ha conocido, ni visto retratos de él. Aquí el que pregunta sabe quién es Alonzo Church en cuanto persona pública, pero está tratando de hallarle una ubicación [find a slot for him] en su espacio visual… A la inversa, alguien podría señalar a un corpulento caballero de cabello blanco y preguntar: ‘¿Quién es ese hombre?’. Aquí el que pregunta toma un ‘objeto visual’ plenamente incorporado [entrenched] en su espacio visual, tratando de hallarle una ubicación entre sus objetos públicos. … Consideraciones parecidas pueden hacerse sobre [la] memoria y [el] conocimiento.” [Ibid., p. 259.] - Es evidente que -en el caso del “modo perspectual de identificación”- se ofrece (y el mismo Hintikka lo señala [cfr. ibid., pp. 243-244]) un punto de contacto con lo que Wittgenstein llama, en sus textos de los años 40, el “ver aspectos”.

43 Cfr. nota 8.

44 HINTIKKA, J., …Half-Truths…, cit., p. 246.

45 Ibid., p. 253. - Respecto a los términos ‘fenomenológico’ y ‘fisicalista’, cfr. nota 41.

46 Ibid., p. 267.

47 Ideal 102, p. 494 (Hintikka traduce “…von dem ich sage, er sei die Gegenwart, die alles enthält…”, no tan literalmente, por “…which I call the present and which contains everything…” [cfr. HINTIKKA, J., …Half-Truths…, cit., p. 267]). - De hecho, la correspondiente argumentación de Hintikka [cfr. ibid., pp. 267-274], la cual gira en torno a su (¿excesiva?) insistencia en que -siguiendo a Wittgenstein- “la semántica de nuestro lenguaje descansa, en su funcionamiento, sobre [relies...on] el modo público de identificación” [ibid., pp. 268-269], me parece poco clara y -en consencuencia- nada convincente; posiblemente porque su lectura de -y crítica a- Wittgenstein se desarrolla, también aquí, ante el trasfondo de su conocido intento de adaptar importantes sectores de la filosofía wittgensteineana a la teoría del conocimiento russelliana - interpretación ésta que no comparto, pero cuya discusión sobrepasaría el marco del presente trabajo.

48 Cfr. nota 8.

49 HINTIKKA, J., …Half-Truths…, cit., pp. 273-274.

50 BT § 105, p. 521 (texto orig. cit. en STERN, D., Wittgenstein on Mind…, cit., p. 201); el subrayado de guiones marca las expresiones con las cuales el mismo Wittgenstein aún no estaba conforme.

52 He desarrollado algunas consideraciones sobre dicho tema en el artículo mencionado en la nota 4. Sin embargo, ese estudio aún no involucra el tópico de la temporalidad, ni presenta todavía en detalle todas las implicaciones epistemológicas que una diferenciación entre certeza y conocimiento –en sentido wittgensteineano– puede conllevar. Constituye, por tanto (al igual que el artículo presente), tan sólo un trabajo preliminar que espero poder completar en breve.

 

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