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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.25 n.56 Maracaibo ago. 2007

 

¿Cómo leer a Wittgenstein? El lugar de los “textos transitorios”*

How to Read Wittgenstein? The Place of the “Transitional Texts”

Sabine Knabenschuh de Porta

Universidad del Zulia Círculo Wittgensteineano Maracaibo - Venezuela

Resumen

Este ensayo intenta persuadir a su lector a adoptar una manera específica de acercarse a la filosofía de Wittgenstein y superar, así, la tradicional bisegmentación de la misma. La propuesta consiste en releer la obra wittgensteineana desde los textos provenientes de los años 1929 a 1933/35 como centro de atención y punto de partida, a fin de poder visualizar la continuidad orgánica del pensamiento en cuestión. Se muestra que sólo el mensaje epistemológico de aquellos “textos transitorios” revela la paulatina modificación de la idea de contextualidad en tanto que única vía hacia la perspicuidad epistémico-conceptual, meta declarada del propio Wittgenstein.

Palabras clave

Perspicuidad, contextualidad, epistemología wittgensteineana, continuidad de la filosofía wittgensteineana.

Abstract

This essay seeks to persuade its reader to adopt a specific manner of approaching Wittgensteinian philosophy, overcoming in this way the bi-segmentation traditionally applied to it. What is suggested is a re-reading of Wittgenstein’s work, focussing on, and taking as a starting point, the texts which date from the period 1929-1933/35, in order to visualize the organic continuity of the thought in question. It is shown that only the epistemological message of those “transitional texts” reveals the gradual modification of the idea of contextuality, this being the sole approach towards epistemic-conceptual perspicuity, the professed goal of Wittgenstein himself.

Recibido: 24-04-07 Aceptado: 21-07-07

Key words

Perspicuity, contextuality, Wittgensteinian epistemology, continuity of Wittgensteinian philosophy.

“Podría decirse: en todos los casos, con ‘pensamiento’ se apunta a lo que hay de viviente en la oración”.

[Ludwig Wittgenstein, Gramática filosófica, I 65]

I

Han sido muchas ya las ocasiones1 en las cuales he expresado el malestar que suelo sentir, en el encuentro con la literatura secundaria, respecto a la tradicional bisegmentación del pensamiento wittgensteineano. Malestar éste cuyo origen se halla en el sencillísimo hecho de que en ningún momento (ni siquiera cuando aún leía a Wittgenstein más por gusto literario que con el propósito de comentar su obra) he percibido, a través del diálogo hermenéutico con ese ilustre y excepcional austríaco, la insalvable ruptura que supuestamente se produjo entre su “primera” y su “segunda” filosofía. Pues bien, espero que las páginas que presentaré a continuación a modo de rescate, revaloración, reivindicación –o cómo prefiera llamarse– de los “textos transitorios” wittgensteineanos (vale decir, aquellos textos de principios de los años 30 en que se empieza a desarrollar la peculiarísima noción wittgensteineana de gramática, con las Observaciones filosóficas como obra clave)2 logren contribuir de manera decisiva a erradicar tal simplificación; precisamente porque la (propuesta de) lectura de Wittgenstein que aquí trataré de esbozar no pretende –no puede pretender–, por mucho que resalte una fase específica, un blindaje artificial de la misma frente a los demás elementos pertenecientes al desarrollo de la filosofía en cuestión. Todo lo contario: las conexiones existen innegablemente, y trabajos como el presente ensayo no están sino al servicio de la elucidación de justamente esas conexiones. Ciertamente –y ésta es la faceta que unos cuantos comentadores de Wittgenstein llamarían (o al menos considerarían) con toda seguridad una manera no-ortodoxa de acercarse a aquella filosofía de la cual muchos creen, aun reconociendo su oscuridad y difícil accesibilidad, que ya nada nuevo cabe decir acerca de ella–, según mi criterio es preciso ver y evaluar las referidas conexiones desde el pensamiento wittgensteineano de los años 1929 a 1933/35 como centro de atención y punto de partida.

A tal respecto he de subrayar que la idea de (o, si se quiere, la creencia en) la evolución orgánica de la filosofía wittgensteineana, la cual evidentemente tiene que contemplar la existencia de diferentes etapas de dicha evolución, no significa, de modo alguno, que las conceptualizaciones y argumentaciones representativas de semejantes etapas deban entenderse como posturas opuestas y excluyentes, ni que las posteriores invaliden automáticamente las anteriores. Así sea probable que el mismo Wittgenstein haya considerado –naturalmente– sus ideas de madurez como la expresión más lograda (o menos malograda) de su propio pensamiento, su filosofía nos guarda lecciones sumamente ricas y reveladoras en todas las fases de su desarrollo. No aprovecharlas equivaldría a renunciar deliberadamente a un considerable número de valiosísimos impulsos de pensamiento.3

En este sentido, el hecho de que –digamos– las anotaciones sobre el conocimiento publicadas bajo el título Sobre la certeza pertenezcan a los últimos años de la vida de Wittgenstein, no convierte dicho texto necesariamente en la única obra wittgensteineana que pueda tener relevancia epistemológica; y si ciertos conceptos manejados en las Investigaciones y/o demás escritos tardíos –como la noción de forma de vida, por ejemplo– mantienen una estrecha relación con otros tal como se presentan en los textos de los años 30 –en este caso, el de espacio lógico–, ello no implica de ninguna manera una superación en el sentido de quedar borrados los rasgos filosóficamente interesantes que éstos puedan contener. De modo análogo, si en las Observaciones filosóficas Wittgenstein sigue hablando, por ejemplo, de multiplicidad, no se trata de un simple residuo tractariano aún no eliminado, sino de una idea que el autor considera valiosa y digna de una elaboración ulterior; y el hecho de que a raíz de ello decida renunciar a su anterior concepción de las proposiciones elementales, no significa que, desde un punto de vista lógico, éstas dejen de constituir un factor interesante.

Corolario de todo ello es que el análisis de los conceptos clave de cualquiera de las épocas en cuestión ha de realizarse con vista a la dinámica de su evolución. El caso del espacio lógico, por ejemplo,4 muestra claramente que de nada sirve separar artificialmente las distintas fases de desarrollo experimentadas por este y otros conceptos, y que precisamente las modificaciones a las cuales han sido sometidos nos dicen mucho sobre la constitución del pensamiento wittgensteineano en general. El principio es sencillo: si existe una continuidad en la configuración de una filosofía (y en el caso de Wittgenstein –insisto– existe indudablemente), entonces hay que procurar dar cuenta de ella. Sólo así –pienso– será posible detectar, primero, las inquietudes principales que subyacen, cual movientes subterráneos, a las cada vez nuevas preguntas concretas que se tratan de resolver, y segundo, la lección que de tales movimientos comprensivos podemos sacar.

II

Sirvan como ilustración de lo hasta aquí bosquejado las siguientes reflexiones acerca de lo que considero los rasgos esenciales de dicha continuidad.5 Como veremos, no será sino tomando en cuenta muy en especial los así llamados “textos transitorios” que tales rasgos esenciales siquiera se evidencian, de modo que el lugar temático en que esos textos se ubican dentro del marco de la obra de Wittgenstein en su totalidad vendrá siendo un lugar clave- o, dicho en otras palabras, la función que el pensamiento wittgensteineano de principios de los años 30 adquiere con respecto a las diferentes fases anteriores y posteriores, vendrá siendo una función clave dentro de la evolución de toda su filosofía.

El argumento central es, a tal respecto, éste: a mi modo de ver, el pensamiento wittgensteineano se ha desarrollado, en torno a una pregunta constante –la pregunta por la relación articulada hombre-mundo–, desde cuatro ángulos variables (interconectados y sólo parcialmente correspondientes a determinadas épocas) que, en último término, representan diferentes modalidades de la idea de contextualidad.

Es de la siguiente manera que presumo se constituyó tal desarrollo:

-Partiendo de la convicción de que su objeto de estudio había de ser el lenguaje (lo cual dio lugar a una visión abstracta de la relación lenguaje-mundo - sea como doctrina a impartir, sea como ilusión a develar6), Wittgenstein llegó a percatarse de que,

-para superar las limitaciones –¿o frustraciones?– de esa visión, era necesario ampliar sus reflexiones a lo que constituye propiamente nuestro lenguaje (en respuesta a una preocupación por el trasfondo epistémico de dicha relación)7;

-enfoque éste que a su vez le proporcionó los suficientes elementos nuevos como para interesarse, primero, en el mismo lenguaje como actividad (acercándose así a la praxis desarrollada delante de tal trasfondo)8,

-y segundo, en la historicidad que de alguna manera ha de co-determinar ésta (lo que equivale a preguntarse por los valores epistémicos dentro del marco de dicha praxis y por el rol que en la atribución de éstos adquiere el acervo cultural9).

Todo ello, entendible como un movimiento de lo estático a lo dinámico, de lo sistémico a lo (sistémico-)vital y de la organización conceptual a los mecanismos tanto sincrónicos como diacrónicos que influyen sobre ésta, desemboca –como queda dicho– en una visión de contextualidad modulada en cuatro frecuencias diferentes: la combinatoria, la epistémica, la situacional y la epistémico-histórica.

Un intento de presentar esquemáticamente tal evolución podría verse como sigue10:

Esquema 1

En este orden de ideas, las Observaciones filosóficas, por ejemplo (junto con los demás “textos transitorios”), pertenecerían –según los resultados de varios estudios ya efectuados11– básicamente al segundo de esos apartados; así como, en principio, el Tractatus logico-philosophicus pertenecería al primero, las Investigaciones filosóficas y las Observaciones sobre la filosofía de la psicología al tercero, y Sobre la certeza al cuarto.

Lo cual no significa –habrá que insistir en ello– que quepa hablar de límites fijos, ni, mucho menos aún, de contenidos excluyentes: las Observaciones sobre los colores por ejemplo retoman, no obstante su coincidencia cronológica con Sobre la certeza, los planteamientos del ángulo B para los lenguajes empíricos, así como las Observaciones sobre los fundamentos de la matemática, temporalmente más cercanas a las fechas de redacción de las Observaciones sobre la filosofía de la psicología y las Investigaciones filosóficas, efectúan sin embargo un análogo movimiento de replanteamiento para los lenguajes abstractos; mientras que, por otro lado, las “Observaciones sobre La rama dorada de Frazer”, si bien provienen de la misma época de las Observaciones filosóficas, adelantan no obstante consideraciones que más bien pertenecen al ángulo D; y así sucesivamente. Lo que sí se puede afirmar a partir de tal visualización (con todo lo tosca y esquemática que ésta pueda resultar) es que, de desconocerse y/o subestimarse el ángulo (o la época, según se quiera) de los así llamados “textos transitorios”, la interpretación de la obra wittgensteineana será inevitablemente incompleta, y la búsqueda de elementos de continuidad poco menos que ilusoria.

En tal sentido, el quid del presente ensayo es el intento de mostrar que los textos en cuestión (con –repito– las Observaciones filosóficas como su obra central) constituyen todo menos unos insignificantes escritos de transición entre la filosofía del Tractatus y la de las Investigaciones. Son, a todas luces, representativos de una época clave en la cual surgen concepciones que explican muchas de las ocurrencias que, a pesar de una larga tradición interpretativa, aún mantienen, al menos parcialmente, tanto las obras primeras como las últimas en la penumbra de los misterios aforísticos. Aseveración ésta que se tratará de ejemplificar en lo que sigue.

III

En la época “transitoria”, decíamos, surgen concepciones que explican muchas de las ocurrencias que se encuentran, bien sea en las obras primeras de Wittgenstein, bien sea en las últimas, y que sin tal explicación se mantendrían, muy probablemente, en la –permítaseme citar mis propias palabras– “penumbra de los misterios aforísticos”. Esto se manifiesta de muy variadas maneras.

Por un lado, dichas concepciones aclaran a menudo el trasfondo implícito de ideas anteriores, en tanto que fuente de la cual dimana, en última instancia, la necesidad (necesidad intelectual surgida de las inquietudes del autor, y no necesidad lógica, por supuesto)

-de convertir el objeto analítico en objeto epistémico,

-de diversificar la forma lógica en multiplicidades de espacios de incertidumbre, y

-de ampliar la idea de patrón-medida desde la proposición al sistema de proposiciones;12

por mencionar solamente algunos de los rasgos más resaltantes.

Por otro lado, las concepciones de los “textos transitorios” también iluminan el contexto explícito de ideas posteriores, cimentándose

-la idea del juego de lenguaje (de las Investigaciones filosóficas y los escritos precedentes) mediante la del cálculo gramatical,

-la concepción de forma de vida (de las Investigaciones y los textos posteriores a éstas) mediante el constructo de espacio lógico,

-la idea del ver aspectos (de la Filosofía de la psicología, por ejemplo) mediante la visión operacional –según multiplicidades– de los patrones-medida, y

-la distinción entre certeza y saber (de Sobre la certeza) mediante la diferenciación entre proposición gramatical, hipótesis y proposición genuina;13

enumeración ésta que, al igual que la anterior, pretende ser tan sólo ilustrativa y de ninguna manera exhaustiva.

Pero el rol de los textos de principios de los años 30 no se limita a la citada fuerza explicativa: a menudo, los contenidos de las Observaciones filosóficas, la Gramática filosófica y demás escritos del mismo grupo adquieren una auténtica función puente, y precisamente, no en el sentido de representar una suerte de pensamiento “transitorio”, sino por lo contrario en virtud de que es sólo a partir de este eje que ciertas relaciones entre ideas anteriores e ideas posteriores se hacen visibles (función ésta que –dicho sea de paso– hasta se extiende ocasionalmente a la misma época a la cual los textos de marras pertenecen14); de manera que en tales casos las obras en cuestión proporcionan la única clave confiable para visualizar la coherencia orgánica del pensamiento wittgensteineano.

Claves de esta naturaleza son, por ejemplo,

-la idea de lo inexpresable (o –utilizando el término predilecto de unos cuantos comentadores– de lo inefable), la cual, a través de la noción de esencia –fundamental especialmente en las Observaciones filosóficas–, conecta ideas presentadas en el Tractatus y en las Investigaciones, respectivamente;15

-la concepción de entorno gramatical en tanto que contexto elemental, la cual constituye la pieza faltante entre el contexto combinatorio enfocado por los escritos tempranos y el situacional (y/o epistémico-histórico) al cual se dedican los tardíos, evidenciando así que el desarrollo del pensamiento wittgensteineano es –conforme dijimos– sobre todo una evolución de la noción de contextualidad; y

-la clara postura fenomenológica de las Observaciones filosóficas y textos afines, la que hace ver cuáles inquietudes epistemológicas se preparaban pero aún se suprimían en la consideración formal del Tractatus, y cuál fue la posición desde la que se respondieron diversas nuevas inquietudes en los textos posteriores a 1935.16

Más aún: en ocasiones, la mencionada función puente incluso se acentúa debido a que, justamente en los textos aquí enfocados, ciertos conceptos compartidos, en el sentido de estar presentes también en (algunas o todas) las demás etapas del desarrollo, se despliegan con una claridad de la cual –dado el respectivo ángulo– las obras pertenecientes a estas últimas carecen. Cabe resaltar al respecto:

-la –un tanto inesperada– reaparición del término tractariano ‘lógica’ en Sobre la certeza, a la cual sólo la comprensión del concepto de gramática (º sintaxis º lógica) salva de malinterpretaciones;17

o también

-la –en toda la obra wittgensteineana sumamente importante– noción de posibilidad, respecto a la cual no es sino el manejo en textos como las Observaciones filosóficas y afines, el que revela cuáles son las conexiones (y las oposiciones) entre lo posible en el caso de la forma lógica (tractariana) y lo posible dentro del marco de un juego de lenguaje (núcleo de las consideraciones de Wittgenstein sobre todo en los años 40).18

En resumidas cuentas, resulta evidente que efectivamente los “textos transitorios” revisten una especial importancia para la comprensión de toda la filosofía wittgensteineana, por cuanto, a través de su función conectora, proporcionan precisamente las –en las interpretaciones tradicionales– piezas faltantes sin las cuales el rompecabezas de dicha filosofía seguiría siendo, después de todo, poco más que eso: un rompecabezas. Su función es por ende, tal como ya se había adelantado, una verdadera función clave; y dicha función clave aporta un considerable contingente de elementos epistemológicamente relevantes los que, por ende, también atañen a las obras anteriores y posteriores.

IV

En este orden de ideas, no estará de más subrayar que una de las grandes ventajas de resaltar y aprovechar específicamente el papel conector de los textos de principios de los años 30 reside en vislumbrar una integración plausible también del Tractatus en el cuadro de conjunto del pensamiento wittgensteineano - habida cuenta de que éste constituye el texto más frecuentemente reconsiderado de toda la producción filosófica de Wittgenstein, y sin embargo el que sigue considerándose el más difícil de ubicar como elemento de una evolución orgánica.

Es cierto que, desde hace algo más de dos décadas, se ha venido elaborando en la literatura secundaria una nueva visión del Tractatus bajo la perspectiva de levantar tal aislamiento19 (sustituyéndose la imagen de un Wittgenstein que pretende impartir –dogmáticamente– una enseñanza positiva de corte lógico-conceptual, por la de “otro” Wittgenstein quien busca comunicar a sus lectores –por la vía de la comprensión– una experiencia crucial para evaluar las potencialidades del pensamiento humano), pero es igualmente cierto que dicha reinterpretación cayó muy pronto bajo la influencia del indiscutible boom de rescatar, descubrir y exponer el aporte ético (y estético) de los escritos wittgensteineanos, apareciendo éste como el giro principal que se ofrece también para la (re-)comprensión de su obra primera20. En otras palabras, hasta el momento la “Nueva Lectura” del Tractatus 21 no ha considerado expresamente la apertura hacia la vía epistemológica que los “textos transitorios” revelan y que en el presente ensayo estoy tratando de resaltar.22

En todo caso, hemos visto que también el Tractatus se integra de cierta manera en el paulatino desarrollo de la perspectiva epistemológica de Wittgenstein; no, ciertamente, en el sentido de que allí el tópico del conocimiento ya se tematice, sino por cuanto las reflexiones tractarianas preparan el terreno para tal tematización. En este orden de ideas, el mismo Tractatus entraña lo que bien cabría llamar los impulsos para su propia superación23 y constituye así un indispensable ejercicio de ubicación que siquiera permite los pasos posteriores tal como se encuentran plasmados en los llamados “textos transitorios”. Pero, precisamente debido a este tipo de relación, no será sino a través de una relectura del Tractatus desde esos últimos, que los elementos de continuidad (y su naturaleza) se harán evidentes. Es –a mi modo de ver– en esta dirección, y sólo en ésta, que puede entenderse en su justa medida, por ejemplo, el paralelismo entre el isomorfismo tractariano y el binomio gramática - espacio lógico en las Observaciones filosóficas y textos afines, o la conexión funcional u operacional entre espacio lógico y multiplicidad en tanto que conexión válida también para el Tractatus.24

Aparte de semejante posibilidad de evidenciar el rol del Tractatus en cuanto punto de partida sin el cual la evolución ulterior del pensamiento de Wittgenstein –me atrevo a decir– no se hubiera producido tal como se produjo, el discernimiento de ciertos elementos de continuidad como resultado de una relectura de la obra wittgensteineana desde los “textos transitorios” también ayudaría a eliminar, como queda dicho, unos cuantos desconciertos que fácilmente conlleva la interpretación de los textos tardíos. Trátese de ideas o posiciones ya plenamente desarrolladas a principios de los años 30 y mantenidas (implícita o expresamente) en épocas posteriores –tales como la conceptualización de las reglas en tanto que factores siempre subordinados a ciertos dominios (lógicos y/o gramaticales primero, pragmáticos y/o históricos después)–; trátese de conceptos que no empezarían a adquirir un papel especial sino en los textos posteriores, pero que ya se están gestando en la época de las Observaciones filosóficas –como por ejemplo la (crítica a la) idea del lenguaje privado, prefigurada en las reflexiones en torno al uso gramatical de la primera persona singular–: en ambos casos la lectura exegética de los textos escritos después de 1935 gana en (y en ocasiones25 –según creo– siquiera ofrece alguna perspectiva de) coherencia y claridad si se efectúa a partir de la comprensión del mensaje wittgensteineano perteneciente a su mal llamada “etapa intermedia”.

V

Quisiera redondear el presente ensayo –el cual, convendrá repetirlo, no pretende sino ofrecer una propuesta de relectura en tanto que impulso para estudios específicos posteriores– con dos ejemplos concretos.

El primero es el caso de la distinción entre saber y certeza, aparentemente un tema surgido tan sólo muy tardíamente en los escritos wittgensteineanos. Pero las apariencias engañan, pues la mencionada distinción está ya muy claramente encaminada y prefigurada en la idea de la gramática especial de las proposiciones “genuinas” frente a la de las hipótesis, por cuanto las primeras transmiten una suerte de certezas vitales y no solamente, como las segundas, tentativas de conocer mediante “cortes” de siempre diferente naturaleza (de manera que negarle a la concientización de lo inmediatamente experimentado el status de un saber no equivale, para Wittgenstein, a señalar algo así como un defecto epistémico de la misma, sino por lo contrario una clara ventaja epistémico-vital: la ausencia de duda)26. Es este mensaje wittgensteineano respecto de la experiencia inmediata y su articulación (que, en los años 30, toma cuerpo a partir de sus “investigaciones gramaticales”) el cual es replanteado –y ampliado–, con un entusiasmo que revela la importancia que tales inquietudes seguían teniendo para su autor, unos veinte años más tarde en las anotaciones publicadas póstumamente bajo el título Sobre la certeza. Y cabe subrayar que es retomado de una manera que, por un lado, muestra un mayor grado de madurez de pensamiento y seguridad terminológica (dado lo cual la lectura de la obra tardía ayuda a entender, ciertamente, la anterior), pero que, por otro lado, carece de la coherencia conceptual y fuerza persuasiva de un texto como las Observaciones filosóficas (lo cual indica que también la comprensión de la obra tardía requiere, a su vez, de una atenta lectura de la anterior).

A tal respecto, la superioridad conceptual (o lo que considero tal) de los “textos transitorios” –en especial, de las Observaciones filosóficas– radica básicamente en el hecho de que allí la diferencia entre la certeza meramente gramatical y la certeza empírica (pero también normativa y por ende cuasi-gramatical) se percibe con toda nitidez, mientras que en Sobre la certeza tal diferencia (al igual que –de paso sea dicho– la distinción entre lo que podríamos llamar la certeza inmediata y la certeza histórica en el ámbito empírico) tiende a borrarse o al menos perder claridad debido a las múltiples analogías, fuentes de argumentaciones paralelas, que se establecen entre una y otra. El ya mencionado regreso (casi exclusivo) de Sobre la certeza al término tractariano ‘lógica’ (volviendo a sustituirse el de ‘gramática’) –que podría responder a un intento de contrarrestar semejante pérdida de nitidez conceptual (en el sentido de llamar ‘lógico’ todo lo que se relaciona con la organización conceptual, trátese de factores meramente gramaticales, empírico-gramaticales o empírico-históricos)– no logra, después de todo, evitar la sensación de que, al no conocer el pensamiento wittgensteineano de los años 30, el lector pueda perder una importante parte del mensaje contenido en Sobre la certeza. Por lo demás, se me hace que precisamente la decisión de Wittgenstein de preferir –en las Observaciones filosóficas y otros textos de la época– el término ‘gramática’ (ciertamente, como sinónimo tanto de ‘sintaxis’ como de ‘lógica’), había sido muy afortunada, puesto que muestra con especial claridad el papel activo que nosotros mismos cumplimos en tanto que articuladores (dispénsese el término) de nuestras experiencias

Frente a estas ventajas de los “textos transitorios” –respecto del tópico específico que aquí hemos retomado–, la superioridad que a su vez podría atribuirse a la compilación Sobre la certeza no parece ser, en última instancia, sino terminológica. La claridad con que Wittgenstein usa ahora términos como ‘saber’, ‘conocimiento’, ‘seguridad’ y ‘certeza’ es, sin lugar a dudas, decisiva para entender a cabalidad la diferencia entre conocimiento (º saber) y certeza y, así, la dinámica de nuestra vida epistémica. Y es en este sentido que –no me niego a reconocerlo– la verdadera “perspicuidad” de la gramática epistémica wittgensteineana no es alcanzada sino en ese mismo punto. Sin embargo estoy convencida de que dicha perspicuidad no se llega a percibir tal como –presumo– fue percibida por el propio Wittgenstein, si, como lectores, no partimos de precisamente los escritos de principios de los años 30 (y, en especial, las Observaciones filosóficas).

Otro caso, quizás el más drástico (y –según creo– epistemológicamente tan interesante como el de la diferenciación entre conocimiento º saber y certeza), es la aparición de la noción de visión de aspectos [Aspektsehen] en los textos wittgensteineanos de los años 40. También aquí pareciera como si, repentinamente, se hubiese introducido un tema nuevo; y una vez más nos engañan las apariencias. Pues, lejos de constituir una idea desconectada de los escritos de los 30 (e incluso del Tractatus)27, ese importante elemento de la filosofía de Wittgenstein guarda –a mi juicio– relaciones muy estrechas y muy claras con el constructo de espacio (lógico), eje de textos como las Observaciones filosóficas y sus consideraciones gramaticales; y precisamente, a través de los conceptos de patrón-medida y multiplicidad tal como son presentados dentro del marco de estas últimas.28

Con ambos intentos de hacer comprensible la relación hombre-mundo –bien sea al considerarse la disponibilidad de distintos espacios-registro, bien sea al diferenciarse el simple “ver” y la posibilidad de un “ver como”– se procura dar cuenta de una diversidad paraláctica de maneras de ver, vale decir, de diferentes modos de articular lo experiencial en concordancia con los ángulos específicos que se adopten; y sin embargo no se trata, en uno y otro enfoque, de la misma estrategia de conceptualización (ni de la misma inquietud), de modo que el reto –a ser enfrentado, evidentemente no en el presente trabajo, pero sí posiblemente en uno de los estudios posteriores a los que éste pretende abrir toda una serie de perspectivas– consistiría en revelar de qué naturaleza son las interconexiones epistémico-vitales entre esos dos tipos de organización experiencial y conceptual (o, si se quiere, en qué sentido se relacionan las dos tentativas de diferenciar entre maneras de ver). Sospecho que una distinción –según mi criterio, factible y muy prometedora– entre un plano sintagmático y otro paradigmático de la multiplicidad de un espacio lógico podrá encaminar una respuesta a este particular, pues es de esperar que el segundo de dichos órdenes podría incluir, entre sus proyecciones, la de “ver aspectos”.29 Si ello es cierto, la emergencia de este concepto ha de entenderse como resultado directo de un desarrollo ulterior del constructo de espacio lógico30.

Lo importante al respecto sería –así al menos me parece– que semejante lectura tendría que enlazar el factor imaginación con el propósito de propiciar representaciones perspicuas (de “relaciones internas”), pero evitando el inminente peligro de sobreinterpretar el llamado “anti-fundacionalismo” wittgensteineano. Pues no debe olvidarse que éste no constituye una crítica absoluta e incondicional, sino que simplemente se descarta la “mirada científica” para ciertos ámbitos de nuestra vida; en virtud de que, cuasi por definición, las representaciones perspicuas basadas en una captación (y articulación) de relaciones internas atañen en principio a todo nuestro acercamiento al mundo. Esto, sin embargo, no le quedará claro al lector de Wittgenstein si no encamina su interpretación de las Observaciones sobre la filosofía de la psicología o de las Investigaciones filosóficas, por ejemplo, desde una cabal comprensión de los “textos transitorios”.

Algo análogo sucede con la pregunta de si cabe o no hablar de un sentido literal de nuestros términos (vale decir, conceptos), pregunta ésta que se impone casi inevitablemente en un primer acercamiento a la concepción de la visión de aspectos. Y es, nuevamente, el mensaje wittgensteineano de principios de los años 30 el que ayuda a entender que no hay propiamente un “sentido literal” de las palabras, sino más bien diferentes ámbitos de significatividad (mezclados a menudo por falsas analogías). El que nos parezca generalmente que sí lo haya, y que al ver aspectos estemos superando tal nivel “literal”, no constituye sino otro fenómeno contextual: es –a mi juicio– a partir de su crítica a la sociedad occidental (allí cabe señalar la influencia de Oswald Spengler, por ejemplo) que Wittgenstein insiste en lo asombroso (o “no-literal”) de la visión de aspectos; y podría ser exactamente a la inversa si todo este asunto (la relación hombre-lenguaje y la concepción humana de la propia experiencia) se contemplara desde una cultura en la cual predominara, por ejemplo, la mirada afectivo-empática en vez de la científica. Visto así, habrá que admitir que lo “literal” no puede ser tal sino exclusivamente ad hoc, desde un ámbito o espacio entre muchos, pero que –por razones de índole histórica e ideológica– caracteriza la respectiva cultura. En consecuencia, nunca se trata sino de eliminar la confusión entre perspectivas mediante la determinación de pertinencias y de los correspondientes compromisos a los cuales acomodamos (o debemos acomodar) nuestros movimientos lingüístico-conceptuales.31

Es ésa una visión de equilibrio, inherente a la filosofía de Wittgenstein y la evolución de la misma, que –según mi criterio– no puede percibirse si, al abordar la idea de visión de aspectos, no se aprovecha también el mensaje de los “textos transitorios”. Pues sólo así se evidencia la completa naturalidad con la cual este “nuevo” tema nace en un suelo preparado ya a principios de los años 30, y con ello, todo el alcance vital que adquirió, a la postre, el complejo nocional espacio lógico - gramática en el pensamiento wittgensteineano.

VI

Sospecho que futuros estudios en torno a conexiones como las que se perfilaron por medio de los dos ejemplos aducidos en el capítulo anterior, arrojarían resultados muy interesantes en lo que concierne a los posibles trasfondos epistemológicos de los diferentes temas y conceptos de Wittgenstein. Trátese de nociones como “juego de lenguaje”, “forma de vida” o “lenguaje privado”; trátese de la peculiar visión wittgensteineana del lenguaje abstracto de la matemática (la cual no deja de aportar ideas interesantes, no obstante la conocida crítica de ser demasiado simplista); trátese del polifacético contextualismo que determina la filosofía entera de Wittgenstein (o, según algunos comentaristas, parte de ella): en todos esos –y otros– casos bien vale el esfuerzo acercarse a los “textos transitorios” y contemplar, así sea a título de experimento, los contenidos de sus demás obras –en particular, de las así llamadas “principales”– a la luz de aquéllos32. Pues así como, en 1969, K.T. Fann había atribuido muchas malinterpretaciones de la filosofía wittgensteineana a “una lectura errónea de las Investigaciones”33, así cabe afirmar ahora, treinta y ocho años después, que a su vez unas cuantas lecturas erróneas o insatisfactorias de las Investigaciones y de otras obras de Wittgenstein habrán surgido debido al desconocimiento o menosprecio de los mensajes que ofrecen las Observaciones filosóficas y demás escritos afines.

Si a ello añadimos, primero, el evidente paralelismo entre el enfoque de dichos escritos y al menos una de las propuestas expresamente epistemológicas que han surgido en la filosofía del siglo XX34, segundo, la (–según creo– muy fructífera) perspectiva de relacionar algunas facetas de la peculiar “fenomenología” de Wittgenstein tanto con la física fenomenológica de comienzos del siglo XX como con las tradiciones fenomenológicas (y hermenéuticas) propiamente dichas35, y tercero, la (al menos en principio existente) posibilidad de encontrar incluso ciertas implicaciones pertinentes para una filosofía de la mente36, entonces no me parece demasiado atrevido expresar en este lugar la esperanza de que la reinterpretación aquí propuesta ayude a preparar el terreno para toda una gama de futuras investigaciones comparativas - inscríbanse éstas dentro del marco de la filosofía wittgensteineana, de la fenomenología, o de la epistemología en general.37

Bibliografias

1. FANN, K.T.: El concepto de filosofía en Wittgenstein (1969, trad. M.A. Beltrán), Tecnos, Madrid, 1975, p. 126.        [ Links ]

Notas

* El presente trabajo sintetiza uno de los resultados generales de los Proyectos de Investigación N° CH-1059-02 y CH-0253-06, auspiciados por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES) de la Universidad del Zulia, Maracaibo.

1 Aparte de una serie de seminarios, conferencias y ponencias, tales ocasiones han sido, sobre todo, los artículos que en los últimos años he venido publicando en torno al pensamiento wittgensteineano. A fin de no sobrepasar el objetivo del presente trabajo repitiendo ideas ya detalladamente desarrolladas en otras contribuciones, me tomo la libertad de remitir en este lugar a esos mismos artículos (con la invitación de evaluar desde ellos los puntos que aquí puedan parecer en ocasiones meros postulados). Son éstos: “Apuntes epistemológicos al Tractatus wittgensteineano: el espacio lógico”, en Revista de Filosofía, 36, Maracaibo, 2000, pp. 31-46 [K:esp.lóg.I]; “Del espacio lógico a los espacios de incertidumbre. Wittgenstein, 1929-1933”, en Revista de Filosofía, 39, Maracaibo, 2001, pp. 7-24 [K:esp.lóg.II]; “En torno a la experiencia: L. Wittgenstein y C.I. Lewis”, en Areté. Revista de Filosofía, XIV/2, Lima, 2002, pp. 211-247 [K:exp.]; “Multiplicidad y conocimiento. Alcances y trasfondos de un concepto wittgensteineano”, en Ideas y Valores, 121, Santafé de Bogotá, 2003, pp. 3-39 [K:mult.]; “El mito de la ‘fase verificacionista’ de Wittgenstein”, en Revista de Filosofía, 48, Maracaibo, 2004, pp. 7-42 [K:verif.]; “La ‘fenomenología’ de Wittgenstein: cuestiones terminológicas”, en Episteme NS, Vol. 25, Nº 1, Caracas, 2005, pp. 1-28 [K:fenom.]; “Tiempo y memoria. Un capítulo de gramática wittgensteineana”, en Revista de Filosofía, 52, Maracaibo, 2006, pp. 7-28 [K:tiempo]; “Grammatik als Erfahrungsprinzip: Wittgensteins lebensweltlicher Holismus”, en Wittgenstein-Studien, Vol. 13 (eds. W. Lütterfelds / J. Padilla G.), Peter Lang, Frankfurt a/M, 2007, pp. 113-124 [K:hol.vit.I]; “Gramática como principio experiencial: el holismo vital de Wittgenstein”, en Padilla Gálvez, Jesús (ed.): El laberinto del lenguaje. Ludwig Wittgenstein y la tradición analítica / The Labyrinth of Language. Ludwig Wittgenstein and the Analytical Tradition, Cuenca, 2007, pp. 75-94 [K:hol.vit.II]. A lo largo del presente trabajo se hará referencia, en ciertos puntos concretos, a uno o varios de esos trabajos.

2 Son las siguientes publicaciones -escritos del propio Wittgenstein, y recopilaciones, apuntes y notas de sus alumnos e interlocutores- las que constituyen el núcleo de dicho grupo de textos: “Idealismus, etc.”, en The Big Typescript (TS 213), Ludwig Wittgenstein. Wiener Ausgabe, ed. Michael Nedo, Springer, Wien, 2000, tomo 11 [BT], §§ 101-107, pp. 325-353 [Ideal] -“Idealismo”-; “The Language of Sense Data and Private Experience” (1984; Rush Rhees), en Philosophical Occasions 1912-1951 (1993), eds. James C. Klagge y Alfred Nordmann, Hackett Publishing Company, Indianapolis / Cambridge, 21994 [PO], pp. 289-367 [LSDPE] -“El lenguaje de los datos de los sentidos y de la experiencia privada (Rhees)”-; MOORE, George Edward: “Wittgenstein’s Lectures in 1930-1933”, en PO, pp. 45-114 [M:L30/33] -“Las clases de Wittgenstein durante el período 1930-33”-; “Notes for Lectures on ‘Private Experience’ and ‘Sense Data’” (1968), eds. Rush Rhees y David Stern, en PO, pp. 200-288 [NPESD] -“Notas para las clases sobre ‘la experiencia privada’ y ‘los datos de los sentidos’”-; Philosophische Bemerkungen (1964), ed. Rush Rhees: Werkausgabe, Suhrkamp, Frankfurt a/M, 1984 [WA], tomo 2 [PB] -Observaciones filosóficas-; Philosophische Grammatik (1969), ed. Rush Rhees, WA, tomo 4 [PG] -Gramática filosófica-; “Phänomenologie”, en BT, §§ 94-100, pp. 293-323 [Phän] -“Fenomenología”-; “Philosophie”, en PO, pp. 158-199 [Phil] -“Filosofía”-; Wittgenstein’s Lectures. Cambridge, 1930-1932, ed. Desmond Lee, Basil Blackwell, Oxford, 1980 [WL30/32] -Lecciones en Cambridge 1930-1932-; WAISMANN, Friedrich: Logik, Sprache, Philosophie, eds. G.P. Baker y B.F. McGuinness, Reclam, Stuttgart, 1976 [W:LSP] -Lógica, lenguaje y filosofía / Principios de lingüística filosófica-; Ludwig Wittgenstein. Vorlesungen Cambridge 1932-1935 (1979, orig. en inglés), ed. Alice Ambrose, trad. J. Schulte, en Ludwig Wittgenstein. Vorlesungen 1930-1935, Suhrkamp, Frankfurt a/M, 21989, pp. 141-442 [WV32/35] -Lecciones en Cambridge 1932-1935-; Ludwig Wittgenstein und der Wiener Kreis (1967), ed. B.F. McGuinness, WA, tomo 3 [WWK] -Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena-.

3 En tal orden de ideas, la conveniencia de emprender una especie de trabajo de rescate no se limita a los textos de los primeros años después del regreso de Wittgenstein a Cambridge, en torno a los cuales gira el presente trabajo. Algo parecido señala, por ejemplo, Isidoro Reguera referente a las anotaciones publicadas bajo el título Observaciones sobre los fundamentos de la matemática, procedentes de finales de los años 30. “Las notas de este libro…” -subraya Reguera al respecto- “…son tanto o más interesantes… que las de las Investigaciones. No puedo comprender por qué Wittgenstein se olvidó de ellas, nunca volvió a ellas ni a un tema como el suyo que siempre le había interesado” [REGUERA, Isidoro: Ludwig Wittgenstein. Un ensayo a su costa, EDAF, Madrid, 2002, p. 157; cfr. también ibid., p. 209]. Cabe añadir, ciertamente, que -según mi apreciación- de ningún modo Wittgenstein se “olvidó” de aquellas reflexiones, sino que sencillamente las consideraba ya lo suficientemente aclaradas al escribir las anotaciones que darían lugar a sus últimos textos (Observaciones sobre los colores y Sobre la certeza), y que segundo, tampoco el escrito mencionado por Reguera carece de historia: unas cuantas ideas que allí se presentan habían aparecido ya, unos cuantos años antes, en--- las Observaciones filosóficas y otros textos de la misma época.

4 Cfr. al respecto los artículos mencionados en la nota 1; especialmente, K:esp.lóg.I, K:esp.lóg.II, K:mult.

5 Desde luego, no pretendo insinuar que con el presente ensayo se esté ofreciendo el primer intento de argumentar a favor de tal continuidad. Es bien conocido que se ha publicado ya un considerable número de artículos e incluso libros con objetivos parecidos; siendo tal vez la tentativa más cercana a la aquí presentada la interpretación que planteó, hace unos pocos años, José Medina en un libro dedicado expresamente a la “unidad” de la filosofía de Wittgenstein [cfr. MEDINA, José: The Unity of Wittgenstein’s Philosophy: Necessity, Intelligibility, and Normativity (Suny Series in Philosophy), State University of New York Press, New York, 2002]. No obstante, la diferencia está en el enfoque: así como la lectura de Medina, por ejemplo, se diferencia de la perspectiva aquí adoptada por limitarse básicamente a explorar las ideas de regla y contexto normativo (con el -a mi modo de ver aún más limitante- detalle adicional de entender los textos posteriores a las Investigaciones filosóficas como meros sufijos de las mismas), así también las demás contribuciones a favor de la continuidad de la filosofía de Wittgenstein se han resistido (y aún suelen resistirse), cada una a su manera y desde su ángulo específico, a darle al elemento epistemológico el status de factor principal de tal continuidad - status éste en el cual, por lo contrario, se insiste en el presente trabajo. -Y aquellos trabajos -cabe añadir- que procuran resaltar de una manera u otra el o los elementos epistemológicos en el pensamiento wittgensteineano, no suelen poner tal consideración al servicio de la idea de continuidad. Los ejemplos quizás más conocidos (y discutidos) a este respecto son, primero, las (mal)interpretaciones de Wittgenstein como neopositivista, y segundo, el célebre intento de Hintikka (& Hintikka) de entender el Tractatus como una elaboración ulterior de la teoría del conocimiento russelliana [cfr. HINTIKKA, Merrill y HINTIKKA, Jaakko: Investigating Wittgenstein, Basil Blackwell, Oxford, 1986; HINTIKKA, Jaakko: Ludwig Wittgenstein: Half-Truths and One-and-a-Half-Truths, Kluwer, Dordrecht, 1996].

6 Esta última es la versión del “New Reading” iniciado por Cora Diamond y James Conant, según la cual Wittgenstein invita al lector del Tractatus a experimentar a través del texto mismo las limitaciones de nuestro lenguaje y los autoengaños implicados en muchos de sus usos [cfr. p.ej. CRARY, Alice y READ, Rupert (eds.): The New Wittgenstein, Routledge, London / New York, 2000]. - El tema del “New Reading” se retomará en nuestro capítulo IV.

7 Cfr. los artículos mencionados en la nota 1; en especial, K:exp., K:verif., K:fenom., K:hol.vit.II.

8 De allí las conocidas interpretaciones de Wittgenstein como “pragmatista”, surgidas ya, en una primera vertiente, poco después de la publicación de las Investigaciones filosóficas, y resucitadas -pero ahora a modo de controversia- en los últimos años dentro del marco del llamado neo-pragmatismo [cfr. p.ej. SANFÉLIX VIDARTE, Vicente: “La mirada distante: Wittgenstein y el pragmatismo”, en ARENAS, L. / MUÑOZ, J. / PERONA, Á.J. (eds.): El retorno del pragmatismo, Trotta, Madrid, 2001, pp. 123-140]; de allí también la hoy en día frecuente mezcla entre las discusiones acerca de un Wittgenstein “pragmatista” y un Wittgenstein “filósofo de las ciencias sociales” [cfr. p.ej. CABANCHIK, S. / PENELAS, F. / TOZZI, V. (comps.): El giro pragmático en la filosofía, Gedisa, Barcelona, 2003, cap. II (“El legado wittgensteiniano”), pp. 73-145].

9 Uno de los pocos comentadores que se han ocupado específicamente con esta faceta histórico-cultural del pensamiento wittgensteineano es David Stern [cfr. p.ej. STERN, David G.: “Heraclitus’ and Wittgenstein’s River Images: Stepping Twice into the Same River”, en Monist, 74/4, 1991, pp. 579-604; ID.: Wittgenstein on Mind and Language (1995), Oxford University Press, New York / Oxford, 21996].

10 Estoy, desde luego, consciente de la excesiva simplificación que toda presentación gráfica de este tipo implica. Pero también estoy convencida de que en ocasiones una esquematización puede ayudar a alcanzar (empleando la terminología del propio Wittgenstein) una especie de “visión perspicua”. Lo que no se debe hacer, evidentemente, es tomar el esquema como propiamente representativo de tal visión.

11 Cfr. los artículos mencionados en la nota 1.

12 Cfr. K:esp.lóg.I, K:esp.lóg.II, K:exp., K:mult.

13 Cfr. K:esp.lóg.II, K:exp., K:tiempo, K:hol.vit.I, K:hol.vit.II. - Respecto del primer punto (el paso del cálculo gramatical al juego de lenguaje) es interesante observar que, en una especie de paso intermedio, Wittgenstein habla ocasionalmente de nuestra “praxis simbólica” [Bemerkungen über die Philosophie der Psychologie (1980), eds. I: G.E.M. Anscombe y G.H. von Wright, II: G.H. von Wright y Heikki Nyman, WA, tomo 7 [BPP] -Observaciones sobre la filosofía de la psicología-, I 147, p. 36]; quedando claro que, en cualquier caso, se trata de modos de organizar nuestro encuentro con el mundo y de orientarnos dentro de él en virtud de algún tipo de sistema y mediante algún tipo de reglas [cfr. p.ej. BPP I 1122, p. 202]. - En lo que concierne al segundo punto (el paso del espacio lógico a la forma de vida), cabe recordar que también la convicción de que lo esencial del lenguaje (en oposición a un mero juego) es su intervención en nuestras vidas, data ya de principios de los años 30. Y, así como la concepción de la “praxis simbólica” hace las veces de eslabón conector entre el cálculo gramatical y el juego de lenguaje, así cumple una análoga función la idea de los “hechos de la vida” [cfr. BPP I 630, p. 122] como paso intermedio entre espacio lógico y forma de vida. (El que el énfasis de Wittgenstein en la conexión lenguaje-vida no pertenece solamente a su filosofía tardía, ya había sido señalado ocasionalmente por van Peursen [cfr. VAN PEURSEN, C.A.: Ludwig Wittgenstein. Una introducción a su filosofía (1969, trad. J.A. Sirolli), Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1973, p. 81]; por cierto, uno de los pocos comentadores tempranos que al menos le dedican algunas líneas a los “textos transitorios”.) - Los puntos tres y cuatro (el origen de la idea de ver aspectos, y el camino hacia la distinción entre certeza y saber, respectivamente) se retomarán en nuestro capítulo V.

14 Así sucede, por ejemplo, con la noción de multiplicidad: es interesante observar los diferentes intentos de contextualización que Wittgenstein emprende, entre 1918 (fecha en que finaliza la redacción del Tractatus logico-philosophicus) y 1933 (culminada la revisión y reestructuración del Gran Mecanograma, base de la Gramática filosófica), respecto a dicho concepto siguiendo una línea que se inicia en lo lógico, pasa a lo fenoménico, y solamente de allí a lo epistémico-gramatical (desde lo cual se desvía ocasionalmente hacia lo meramente lingüístico-gramatical) [cfr. K:mult., esp. pp. 7s y 15 (n. 23)].

15 Ciertas anotaciones de las Observaciones filosóficas que anteceden -o desembocan en- la conocida afirmación acerca de la captación de la “esencia del mundo” (como por ejemplo ésta: “Lo que pertenece a la esencia [Wesen] del mundo, [eso] no lo puede expresar el lenguaje… [sino que]… debe estar expresado en la aplicación [Anwendung] del lenguaje… - Por aplicación entiendo… [l]a proyección del lenguaje sobre [Anlegen … an] la realidad.” [PB 54, pp. 84-85, trad. mía; cfr. también Phil 91, p. 188]) nos recuerdan, por un lado, ciertas ideas tractarianas [cfr. p.ej. TLP 4.121; 5.4711], y por otro lado, ciertos postulados de las Investigaciones [cfr. p.ej. PU 371, p. 398]; siendo precisamente pasajes de ese tipo los que muestran hasta qué punto las “investigaciones gramaticales” wittgensteineanas de los años 30 proporcionan una clave para visualizar la continuidad y coherencia orgánica de su filosofía como un todo.

16 Cfr. K:fenom., K:hol.vit.I, K:hol.vit.II. - La importancia del segundo punto aducido, sobre todo para los textos tardíos, queda clara si se toma en cuenta que es una auténtica visión holística la que constituye el marco de las ideas posteriores de juego de lenguaje y visión de aspectos - e incluso de la filosofía de la matemática de Wittgenstein. - En lo que concierne al tercer punto, hasta cabe afirmar, respecto a las obras posteriores, que es justamente la posición fenomenológica la que siquiera posibilita el paso subsiguiente a la praxis y a los valores epistémicos dentro del marco de ésta, y ello -también ello- debido en gran parte al carácter holístico de tal posición.

17 Es realmente curioso que Wittgenstein regrese en sus últimos escritos a su costumbre tractariana de emplear la palabra ‘lógica’, habiéndola sustituido durante mucho tiempo por el término -a mi parecer, más adecuado- ‘gramática’. La única explicación plausible para ello me parece ser que, en esa fase de desarrollo de su filosofía, ya el término ‘lógica’ en sentido tradicional (es decir, lógico-formal) había perdido toda importancia para él, había quedado, por así decir, vacío y por tanto libre para servir de sinónimo a las palabras, ya desde antes sinónimas para él, ‘gramática’ y ‘sintaxis’. - En el capítulo V se retomará brevemente este punto.

18 Tal vez conviene aclarar aquí que, en los textos “transitorios”, el viejo concepto tractariano de la forma lógica aparece -ahora expresamente, y desprovisto de cualesquiera connotaciones estáticas- bajo el nombre de posibilidad: “Lo que estamos contemplando aqu텔 -dice Wittgenstein, por ejemplo, con relación al tiempo- “…es propiamente la posibilidad del movimiento. Por tanto la forma lógica del movimiento” [PB 52, p. 84 (énfasis mío; trad. mía)]. Si a esto añadimos la clara conexión entre forma lógica y esencia [cfr. p.ej. ANSCOMBE, G.E.M.: “Grammar, Structure, and Essence”, en Areté, XII/2, Lima, 2000 (pp. 113-120), p. 120], no solamente se hace aún más evidente la importancia del concepto de posibilidad, sino que también se iluminan unas cuantas facetas de la posterior noción de juego de lenguaje [cfr. p.ej. REGUERA, op.cit., p. 206].

19 Cfr. especialmente DIAMOND, Cora: “Throwing Away the Ladder: How to Read the Tractatus” (1984/1985), en ID.: The Realistic Spirit. Wittgenstein, Philosophy, and the Mind, The MIT Press, Cambridge (Mass.) / London, 1991, pp. 179-204; CONANT, James, “The Method of the Tractatus”, en Reck, Erich H. (ed.): From Frege to Wittgenstein. Perspectives on Early Analytic Philosophy, Oxford University Press, 2001 [se utilizó el manuscrito original (104 pp.), respecto al cual agradezco al autor el habérmelo facilitado ya antes de ser publicado]. De hecho, fue la reinterpretación del Tractatus la que constituyó el principal impulso para la -desde finales del siglo XX cada vez más extendida- revisión general de las interpretaciones tradicionales del pensamiento wittgensteineano. - Cfr. también nuestra nota 6.

20 En efecto, hay especialistas que así lo afirman; así, por ejemplo, Victor J. Krebs quien alega que “[l]a enseñanza del Tractatus… le da a la lógica una nueva profundidad…, convirtiendo la tarea de acomodar lo lógico en un asunto éticamente imperioso” [KREBS, Victor J.: “Around the Axis of Our Real Need (On the Ethical Point of Wittgenstein’s Philosophy)”, en European Journal of Philosophy, 9/3, Blackwell, Malden (MA), 2001 (pp. 344-374), p. 357, trad. mía]. - Otros incluso han tomado la relectura como punto de partida para una interpretación del Tractatus en el sentido de una “iniciación mística” [cfr. p.ej. MARGUTTI PINTO, Paulo Roberto: “El Tractatus de Wittgenstein como obra de iniciación al silencio”, en FLÓREZ, A. / HOLGUÍN, M. / MELÉNDEZ, R. (comps.): Del espejo a las herramientas. Ensayos sobre el pensamiento de Wittgenstein, Siglo del Hombre / Pontificia Univ. Javeriana / Univ. Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, 2003, pp. 15-36].

21 Cabe anotar que, si bien esta tendencia ha ganado muchos seguidores en los últimos años, de ninguna manera cuenta con una aceptación unánime. De hecho, ocasionó unas cuantas críticas [cfr. p.ej. PROOPS, Ian: “The New Wittgenstein: A Critique”, en European Journal of Philosophy, 9/3, Blackwell, Oxford, 2001, pp. 375-404].

22 Cfr. también K:esp.lóg.I, esp. pp. 41-46.

23 Según mi criterio, el hecho de que el pensamiento de Wittgenstein se haya entendido tan a menudo como una actividad dirigida exclusivamente a la destrucción del (pseudo-) lenguaje filosófico y a la clarificación del lenguaje común, se originó en gran parte por no haberse captado tales “impulsos” tractarianos: sencillamente, se pasó por alto que los procedimientos de la filosofía wittgensteineana posterior obedecían con toda seguridad al deseo de aplacar unas cuantas inquietudes genuinas (llámense filosóficas o vitales) que -precisamente por relacionarse con “lo indecible”- atormentaban la mente del célebre terapeuta vienés. - En este orden de ideas, no niego que los referidos “impulsos” puedan señalar también en una dirección ética; de manera que mi propuesta no ha de entenderse necesariamente como opuesta a la anteriormente reseñada.

24 Cfr. K:esp.lóg.I, K:esp.lóg.II, K:exp., K:mult.

25 He aquí dos de tales ocasiones, estrechamente relacionadas entre ellas: (a) En los “textos transitorios” queda enteramente claro que es a la(s) gramática(s) a la(s) que, en última instancia, compete la asignación de significatividades (lo cual, como lamentable efecto secundario, ha llevado a varios comentadores a una consideración muy superficial de la idea de la “independencia de la gramática”); y no es ningún secreto -el mismo Wittgenstein lo adelanta eventualmente [cfr. p.ej. PG I 23, p. 60]- que tal competencia es trasladada posteriormente a los juegos de lenguaje. Pero al darse precisamente este paso, se pierden -a mi modo de ver- facetas importantes que el manejo anterior de la noción de gramática conlleva, de manera que la segunda acepción, tomada por sí sola, enrarece la concepción wittgensteineana de cómo, efectivamente, nos hacemos significativo el mundo (todo lo cual explica, por ejemplo, afirmaciones del tipo “son los juegos de lenguaje los que deciden qué son las cosas, es decir, qué significado tienen” [REGUERA, op.cit., p. 254]). - (b) El lenguaje (en cuanto episteme articulada) es, como todo cálculo provisional, en última instancia selectivo; lo cual constituye parte de su libertad conferida por la flexibilidad de la gramática. Aquí tenemos otra prefiguración de algo que más adelante aparecería como uno de los rasgos de funcionamiento de un juego de lenguaje, donde no obstante -al igual que en el caso (a)- la relevancia epistemológica se oculta en gran medida.

26 Cfr. K:exp., K:verif., K:tiempo. - Quizás convendrá subrayar en este lugar que las mencionadas reflexiones wittgensteineanas sobre las articulaciones de la experiencia inmediata (o “proposiciones fenomenológicas”, como las llama a menudo), están en todo momento lejos de dar lugar a cualesquiera perspectivas psicologistas; siendo ésta precisamente una de las visiones que más enfáticamente ha combatido Wittgenstein a lo largo de todo su desarrollo filosófico.

27 Cfr. K:esp.lóg.I, pp. 38s. - Confieso que la en aquel lugar empleada expresión ‘espacios aspectuales’ (como designación de los ámbitos epistémico-conceptuales en tanto que determinados por un ángulo específico de acercamiento al mundo) fue creación mía y no aparece en ningún texto wittgensteineano. Sin embargo pienso que tal expresión refleja justamente una de las características que paulatinamente tomaría el espacio lógico en el desarrollo del pensamiento de Wittgenstein [cfr. también K:esp.lóg.II]. Debo señalar además que, al menos en un primer momento, no me refería con el citado término directamente a lo que nuestro polifacético autor llama, en sus textos de los años 40, “visión de aspectos”, pero que no obstante percibía -y sigo percibiendo- una importante relación entre ambos conceptos (lo cual, a su vez, justificaría el neologismo).

28 Cfr. K:esp.lóg.II, K:exp., K:mult.; también K:tiempo, p. 23 (n. 42). - De hecho, todo indica que la noción de patrón-medida podría convertirse en uno de los más importantes elementos de continuidad dentro del marco de la filosofía wittgensteineana en general, puesto que la concepción wittgensteineana de multiplicidad (directamente relacionada con la de patrón-medida) se amplía muy pronto -y muy visiblemente- hacia el ámbito de la captación y articulación de “aspectos”. - Cabe añadir que también la concepción de familiaridad [cfr. p.ej. PG I 115-116, pp. 165-166; 119, p. 168; 126, p. 174] es una de las que, dentro de la obra wittgensteineana, establecen un interesante puente entre el constructo de espacio lógico (y conceptos afines) y la idea -tan importante para Wittgenstein al menos a partir de las Observaciones sobre la filosofía de la psicología- de la visión de aspectos.

29 También cabría considerar, en este orden de ideas, la posibilidad (¿o necesidad?) de diferenciar entre espacios del percibir (incluyendo las sensaciones corporales) y espacios del sentir (= experimentar sentimientos), ambos por igual inmediatos y en principio jerárquicamente indiferenciados (como, por ejemplo, en el caso de articular la percepción de una superficie lisa y/o algún sentimiento -digamos, de agrado- que la acompaña); con lo cual (planteándose la pregunta por la mutua integración de ambas dimensiones) parece aumentar aún más la complejidad de las multiplicidades paradigmáticas

30 En tal orden de ideas, preveo un posible -y probablemente importante- enlace entre estudios que tratan de revelar la pertinencia epistemológica (como los señalados en la nota 1) y aquellos -de otros autores- que acentúan el mensaje “anti-intelectual” de la noción de visión de aspectos, como por ejemplo dos trabajos relativamente recientes de V.J. Krebs [cfr. KREBS, Victor J.: “Ver aspectos, imaginación y sentimiento en el pensamiento de Wittgenstein”, en Apuntes Filosóficos, 18, Caracas, 2001, pp. 103-12; ID.: “El problema de la subjetividad y la importancia de ver aspectos en Wittgenstein”, en FLÓREZ / HOLGUÍN / MELÉNDEZ 2003, op.cit., pp. 261-288]. Lo atrayente de semejante acercamiento sería el poder mostrar muy claramente que, en el pensamiento de Wittgenstein, lo epistemológico (lo que tiene que ver con el conocimiento) y lo ético (lo que tiene que ver con la autoconciencia) no son propiamente ámbitos separables. Pues en ambos enfoques se trata de nuestra relación con el mundo en tanto que relación vital, y en ambos adquiere especial importancia nuestra fuerza imaginativa en presencia del mundo (incluyendo el intento de contextualizar el rechazo wittgensteineano del fundacionalismo cognoscitivo).

31 En mi conferencia “Conocimiento e imaginación: en torno a las relaciones internas del mundo humano”, presentada en el 1er Congreso Nacional de Investigación y Postgrados en Humanidades y Educación (Univ. del Zulia, Maracaibo, 06-10/11/2006) e incluida en la edición electrónica (CD) de las correspondientes Memorias, expongo esos puntos con cierto detalle, y precisamente, a modo de discusión de los antes mencionados artículos de V.J. Krebs.

32 Uno de los (hasta ahora muy pocos) ejemplos de semejante procedimiento constituye el intento de Robert Arrington de releer ciertos pasajes de las Investigaciones filosóficas (relacionados con lo que este autor llama la “autonomía del lenguaje”) desde las Observaciones filosóficas y la Gramática filosófica [cfr. ARRINGTON, Robert L.: “La autonomía del uso en las Investigaciones filosóficas”, en FLÓREZ / HOLGUÍN / MELÉNDEZ 2003, op.cit., pp. 157-181]. Ciertamente, la reinterpretación de Arrington parte, no de planteamientos epistemológicos, sino más bien pragmatistas, por cuanto trata de relacionar la idea wittgensteineana de la “autonomía de la gramática” con su posterior concepción del “uso (del lenguaje)”.

33 FANN, K.T.: El concepto de filosofía en Wittgenstein (1969, trad. M.A. Beltrán), Tecnos, Madrid, 1975, p. 126.

34 Me refiero a la teoría del conocimiento de C.I. Lewis [cfr. K:exp.].

35 Ha de subrayarse, sin embargo, que a este respecto no cabe hablar de ningún tipo de “filiación”, sino más bien de algunas ocurrencias susceptibles de comparación [cfr. K:fenom.].

36 Es verdad que, por ejemplo, entender la peculiar “fenomenología” wittgensteineana como una filosofía de la mente [cfr. p.ej. STERN: Wittgenstein on Mind…, cit.], si bien es factible, no resulta ser demasiado fructífero. Pero también es verdad que cabría derivar de dicha posición “fenomenológica” ciertas implicaciones para una posible filosofía de la mente inspirada en Wittgenstein (y allí, considerando específicamente el desarrollo de su pensamiento de los años 40, en los cuales, partiendo de su fundamento “fenomenológico”, se dedica a los temas del “lenguaje psicológico”).

37 Es por ejemplo casi inevitable (y -además- sumamente interesante) preguntarse hasta qué punto existe un paralelismo entre ciertas ideas de Wittgenstein y Thomas Kuhn, respectivamente [cfr. p.ej. KOBER, Michael: Gewißheit als Norm. Wittgensteins erkenntnistheoretische Untersuchungen in ‘Über Gewißheit’, Walter de Gruyter, Berlin, 1993, pp. 338-341]. - Por lo demás, es prácticamente evidente que lo arriba dicho vale también para una posible comparación con filosofías como la de Michel Foucault (aunque en este caso específico habría que cuidarse de ciertas sobreinterpretaciones previsibles, relacionadas con la tentación de entender la metáfora de “espacio” en Foucault como equivalente al constructo wittgensteineano de “espacio lógico”).