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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.26 n.58 Maracaibo abr. 2008

 

Reflexiones en torno al pensamiento marxista de Ludovico Silva

Reflections on the Marxist thought of Ludovico Silva

Lino Morán Beltrán, Yohanka León del Rio

Universidad del Zulia Maracaibo - Venezuela

Instituto de Filosofía de La Habana La Habana - Cuba

Resumen

Ludovico Silva fue uno de los intelectuales marxistas más influyentes de la Venezuela del siglo XX. Él recogió de la obra de Marx aquellos elementos que le permiteron enjuiciar al capitalismo desde el contexto latinoamericano, sin olvidar los errores que los pueblos de la Europa del Este cometieron en su camino al socialismo. Las ideas que guían el presente estudio recogen su postura sobre conceptos como el de ideología, plusvalía, alienación, capitalismo, iglesia, utopía, cultura, entre otros, desde los cuales procura vitalizar el marxismo fosilizado por los manuales elaborados por los intelectuales soviéticos.

Palabras clave: Ludovico Silva, marxismo, alienación, ideología, cultura.

Abstract

Ludovico Silva was one of the most influential Marxists intellectuals in XXth century Venezuela. He took from Marx’s works those elements that enable him to judge Capitalism in a Latin-American context, without forgetting the errors which eastern European peoples made in their way to socialism. The ideas studied in this article deal with his position on concepts like those of ideology, plusvalue, alienation, capitalism, church, utopia and culture, among others, from which he tried to enliven a Marxism fossilized by the manuals elaborated by the soviet intellectuals.

Key words: Ludovico Silva, Marxism, alienation, ideology, culture.

Si los filósofos quieren estar a la altura de los tiempos, tienen que acompañar su necrofílica manía de interpretar textos pretéritos con una minuciosa investigación de las condiciones sociales de nuestro tiempo.

Ludovico Silva.

Recibido: 25-05-07 Aceptado: 07-11-07

Introducción

Volver la mirada y pensar sobre el socialismo, es una necesidad imperante en todo el continente. El auge de los movimientos sociales en nuestra América vuelve nuevamente a desafiar el paradigma capitalista, por lo que, en Venezuela, donde se intenta construir una alternativa fundada sobre el protagonismo de los excluidos, se hace necesario retomar las reflexiones que durante el siglo XX fueron expuestas por nuestros intelectuales, con el fin de hacer de la experiencia actual, un socialismo que recupere la identidad amasada por nuestro pueblo desde los mismos días de la independencia.

Ludovico Silva (1937-1988) fue uno de los intelectuales venezolanos más importantes del siglo XX. Enfrentado al dogmatismo marxista, mantuvo siempre la idea de poner a vibrar al ritmo de los terremotos de la cordillera andina la obra de Marx y así actualizarla, impregnándola del espíritu fresco del continente latinoamericano. Este marxista venezolano formuló duras críticas al socialismo soviético para deslastrarse de los dogmas sobre los cuales se intentó edificar ese proceso social y reivindicar el sentido revolucionario de la teoría de la emancipación de “los condenados de la tierra”. En el presente trabajo se intenta presentar una panorámica de su teoría, destacando su humanismo, su concepción del socialismo, el papel de la religión y la ideología, que entre otros temas son hoy en día de obligatoria reflexión para los que trabajan en pos de “un mundo mejor posible”.

Luis José Silva Michelena: breves datos de su vida

Considerado como uno de los intelectuales más importantes del siglo XX en Venezuela, dedicó su vida a la reflexión filosófica, la literatura y el ejercicio de la docencia. Teniendo como eje fundamental de sus planteamientos la obra de Marx, se constituye en figura fundamental del marxismo venezolano.

Nace en Caracas en 1937, período en el cual se gestan en el país apremiantes debates en torno a la estabilidad política y la transformación petrolera de la nación. En este ambiente inicia sus estudios en la ciudad capital, viajando luego a Europa, después de culminado el bachillerato, donde cursa estudios de filosofía y letras en Madrid, literatura francesa en la Sorbona y filosofía romántica en Alemania, retornando luego a Venezuela donde en 1969 egresa Summa Cum Laude de la Universidad Central.

Se inicia en la docencia en 1970, siendo el ámbito universitario el escenario desde el cual sostuvo que las ciencias eran la materia prima de la filosofía, aunque el terreno propio de la misma era la lógica. Para él, la filosofía no debía centrarse en preguntas sobre el ser, sino ocuparse de los entes. De esta manera sentenció como falsas las pretensiones, de los sistemas filosóficos cerrados que procuran explicar el universo en su totalidad.

Su obra, de inspiración marxista, se mantuvo distante y contraria a los manuales de los teóricos soviéticos que, según su opinión, fosilizaron la obra de Marx haciendo de sus principios fundamentales meros dogmas, que lejos de permitir reconocer en ellos aportes de una ciencia viva y transformadora, edificaron una religión estática, absoluta y reaccionaria.

De su amplia obra es necesario destacar: Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos (1976); La alienación en el joven Marx (1979); La plusvalía ideológica (1977); Contracultura (1980); Humanismo clásico y humanismo marxista (1982); La alienación como sistema: teoría de la alienación en la obra de Marx (1983); entre otros.

Siempre presente en su obra está la crítica al capitalismo, así como vehementes objeciones a la experiencia histórica del socialismo soviético. Por ello sus reflexiones son lectura obligada para aquellos que desde el horizonte latinoamericano procuran construir una alternativa al capitalismo sin repetir los errores del socialismo histórico.

Muere en Caracas en 1988, dejando tras de si una obra que espera ser descubierta por las nuevas generaciones.

Humanismo, revolución e ideología

Consciente de la primacía del mercado y el capital sobre la vida de los hombres y la naturaleza, que caracteriza a la sociedad capitalista, difícil sería ocultar el acentuado humanismo que recorre la médula teórica y práctica de los intelectuales que han optado por propuestas que procuran construir alternativas a la hegemonía del pensamiento burgués. Este es el caso de Ludovico Silva.

El profundo humanismo que distingue su obra está marcado por la reflexión acerca del proceso de formación integral del ser humano.1 Para él, ser humanista implica la adopción del punto de vista de la totalidad, el cual niega todo saber parcial y técnico, en virtud de que éste fragmenta la naturaleza humana en diversas secciones en nombre de la superespecialización. “Sólo es humanista –afirma Ludovico– el punto de vista de la totalidad y su conocimiento”.2

Centrado en las críticas a la sociedad capitalista considera que en una sociedad donde se privilegia el capital, sobre todo lo existente, es artificial, dado que no alcanza a todos los individuos, sino tan solo a grupos privilegiados. Para Ludovico, “el hombre común y corriente de la sociedad capitalista vive en una atmósfera de constante deshumanización, en una alienación que separa al hombre de su propia actividad productiva y vuelve en contra suyo todos los objetos creados por él.”3

Él considera que el verdadero humanismo se corresponde con la tesis comunista, a saber, que el camino está indicando solo el movimiento real, la válvula concreta y revolucionaria para cambiar las condiciones en que vive actualmente el ser humano. Su humanismo es el mismo que proclaman revolucionarios como Ernesto Che Guevara de la Serna en su obra El socialismo y el hombre en Cuba, donde se habla de la urgente necesidad de crear un hombre nuevo.4

Sin ocultar los errores cometidos por el modelo de organización socialista experimentado durante el siglo XX indaga acerca del humanismo que sería propiamente el que correspondería a una sociedad socialista plena, exenta de las diversas alienaciones propias de las sociedades en transición en procura del desarrollo pleno de los individuos y de su conciencia a través de la satisfacción de todas sus necesidades y más allá de su subordinación al dinero.

Ludovico observa que las sociedades socialistas existentes durante el siglo XX cayeron en un exacerbado colectivismo que no recoge el sentido del humanismo marxista y por el contrario “aspira a una robotización de la vida humana que castra la individualidad en nombre de la sociedad.”5 Repasando las posiciones de Marx, Ludovico considera que la única manera de superar la alienación universal manifiesta en la hegemonía del valor de cambio, el cual convierte todo en una simple mercancía, es el desarrollo universal del ser humano. Además, justipreciando el humanismo de Marx, precisa que esta apreciación –aparentemente sólo económica– implica una teoría crítica raigal sobre la vida humana capitalista, la que está basada esencialmente en la conversión universal de todos los valores en valores de cambio.

Desde una crítica al mercantilismo acendrado en las relaciones sociales capitalistas, para Ludovico, no solo los valores de uso cotidianos se convierten en mercancías, sino también otros valores como la conciencia, la dignidad, las relaciones entre géneros y la vida humana misma, son vistos a través de la relación mercantil.

En esta sociedad, haciendo referencia a la dominación patriarcal, Ludovico afirma lo siguiente:

“La mujer nunca podrá liberarse y dignificarse, porque siempre será explotada como un objeto de consumo, como una mercancía más, destinada a consumir mercancías y a hacer vender mercancías a través de la imagen de su cuerpo, independientemente de si la mujer está dotada de un espíritu.” 6

El humanismo es un principio no sólo teórico-epistemológico de las reflexiones de Ludovico acerca de la lucha a favor de los oprimidos, sino que además, apostando por la vida, brinda instrumentos teóricos y prácticos a la superación de la encrucijada entre la vida o el capital planteada por el capitalismo.

Ludovico indaga acerca de aquellas relaciones de producción, que conforman la totalidad sistémica del dominio capitalista, y que contribuyen hoy en tantas regiones del mundo a la fabricación de un tipo de ser humano enfermo, reprimido, aplastado por un peso ideológico que desconoce, esclavizado por una turba de objetos que consume irracionalmente, vorazmente. La vida del hombre y la mujer común y corriente, sin conciencia revolucionaria, concurre sin saberlo, impregnada de la ideología capitalista, por sobre todas las cosas, debido al suministro agenciado por los grandes medios de comunicación e información de una ideología que intencionalmente induce a la conservación, preservación y presentación del capitalismo como el mejor de los sistemas posibles. El enfrentamiento al capitalismo tiene para Ludovico una trinchera particularmente peculiar: el terreno de las ideas, de los deseos, las aspiraciones, los fines, los sentidos comunes. Por esa razón sostiene que para elaborar una teoría de la ideología capitalista desde el marxismo, es necesaria la teoría de la comunicación. Se ha afirmado por el pensamiento social crítico contemporáneo, en los últimos años, que el neoliberalismo ha alcanzado victorias pírricas en la esfera cultural, precisamente por el control y la manipulación de los grandes consorcios de la información y la comunicación. Ya en los años setenta del siglo XX Ludovico apostaba por la profundización de los mecanismos preconscientes del dominio de esta ideología, que preacondicionan no solo los resortes de la reproducción de la dominación sino los dispositivos del arribo a una consciencia revolucionaria. Esto hace de sus reflexiones una contribución significativa al pensamiento latinoamericano.

Venezuela en su actual proceso bolivariano muestra este desafío que las fuerzas revolucionarias deben enfrentar. En este sentido la experiencia bolivariana ha expuesto la importancia de esta línea de lucha, y ha afirmado aquello que en sus reflexiones planteara este marxista venezolano: “Por eso nada hay tan subversivo, a los ojos del capitalista, como la toma de conciencia del engaño, el desenmascaramiento de la ideología”7.

Siguiendo a Lenin, Ludovico advierte sobre aquel discurso revolucionario que se queda en las consignas, la doctrina o en el activismo irracional, identificándolo con falsa conciencia, ya que están entregados ideológicamente al capitalismo sin saber que lo están; la razón de esto es la falta de formación teórica y en la veneración de dogmas sin ser concientizados. Así dirá Ludovico:

“Todo aquel que, en su taller interior de trabajo espiritual, obedezca a una conciencia falsa, ilusoria, ideológica, y no a una conciencia real y verdadera, será eso que llamamos un productor típico de plusvalía ideológica para el sistema capitalista. Y tanta más plusvalía ideológica producirá cuanto más revolucionario sea, si lo es solo en apariencia.”8

Para Ludovico, el arma principal del proletariado no es hacerse de una ideología revolucionaria al estilo de los socialismos utópicos; al contrario, cree que su arma fundamental es adquirir plena conciencia de clase, una conciencia que sustituya a esa falsa conciencia que es la ideología. Y es que para nuestro autor, la visión ideológica del mundo se remite a las apariencias sociales; ella confunde, por ejemplo, la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir una mercancía, con su precio que es algo determinado por el mercado. 9

Inspirado en el legado leninista, Ludovico afirmará que la revolución pedagógica será una de las alternativas que permitirá darles a los hombres y mujeres enfrentados al desafío de cambiar el mundo y construir un mundo mejor posible, la vocación de lucidez permanente, es decir la conciencia revolucionaria.

Para este marxista venezolano, la ideología es un sistema de valores, creencias representaciones que auto generan las sociedades en cuya estructura haya relaciones de explotación a fin de justificar idealmente su propia estructura material de explotación, consagrándola en la mente de los hombres como un orden natural e inevitable o filosóficamente hablando como una nota esencial al ser humano. Por esto es absurdo hablar de ideología revolucionaria, dado que una revolución no puede genuinamente ser impulsada por prejuicios, fetiches o catecismos sino contra ellos.

Para Ludovico, la ideología no es inocente. Se trata de mensajes omniabarcantes científicamente planificados, los cuales conforman una región de la superestructura social, la cual a su vez configura la cultura, siendo ésta última susceptible de ser ideologizada.

Es así como para nuestro autor, ideología designa un sistema de valores y representaciones que tienden a preservar la estructura social existente. Por ello, no admite se hable de ideología revolucionaria, proponiendo en su lugar hablar de conciencia y teoría revolucionaria10.

En este sentido, la relaciones sociales establecidas por el capitalismo, en el ámbito de lo material que dan lugar a la plusvalía, tienen su referente en el plano de la acción psíquica que se imprime en el trabajo, teniendo como resultado una plusvalía ideológica que engrosa en el capital ideológico del imperialismo.

Para Silva, “las relaciones de producción capitalistas producen una determinada ideología, y esta a su vez preserva a aquellas relaciones de producción”11.

Según este marxista venezolano, el capital se apodera de una parte del valor de la fuerza de trabajo del obrero, de la misma manera en la cual, a través de los medios de comunicación y la industria cultural, se apodera de la mentalidad de los hombres con el propósito único de preservar al capitalismo.

Esa plusvalía ideológica es la que ha permitido a hombres aceptar la esclavitud ante la fábrica y su subordinación ante la mercancía. Esta justificación ideológica que se hace de la explotación no es exclusiva de los capitalistas. Aún los revolucionarios que se quedan en meras consignas, están entregados al capital, ignorándolo. Actitud que refleja falta de formación para la revolución a lo interno de cada ser humano.

En este sentido afirma Ludovico Silva:

“Todo aquel, que en su taller interior de su trabajo espiritual, obedezca a una conciencia falsa, ilusoria, ideológica, y no asuma conciencia real y verdadera, será eso que llamamos un productor típico de plusvalía ideológica para el sistema capitalista. Y tanta más plusvalía ideológica producirá cuanto más revolucionario sea, si lo es sólo en apariencia”12.

De allí que no exista algo tan subversivo, a los ojos del capitalismo, como la toma de conciencia ante el engaño y el desenmascaramiento de la ideología. Labor esta que –según Ludovico– debe ser asumida por los intelectuales y científicos de los diversos ámbitos del conocimiento.

Es decir, para que una filosofía o pensamiento cualquiera contribuya a la transformación revolucionaria del mundo, es preciso que logre una unión entre los postulados teóricos y la práctica social que pretende interpretar y transformar13.

La religión como instrumento de opresión o de liberación

Los temas de la religión y de la iglesia fueron arduamente analizados por nuestro autor. Ante ambos emitió vehementes críticas cuando éstas confundieron su rol profético en pos de una humanidad más justa, por el convertirse en instrumentos ideológicos de los regímenes que justifican la pobreza y la explotación de los seres humanos en beneficio del capital y la propiedad privada, transformándose así en meras ideologías al servicio del sistema capitalista.

Para Ludovico Silva, la iglesia expresa un mensaje religioso que pretende santificar la pobreza, amparada en la promesa de que la verdadera riqueza no es de este mundo sino aquella que nos depara la fe en gozar de la eterna presencia de Dios, una vez se realice el juicio final. Paralelamente a este mensaje, y de manera paradójica, ciertas “organizaciones religiosas mantienen grandes negocios –en especial en el ámbito educativo– en los que ganan gruesas sumas de dinero, se recuestan en los brazos de los poderosos y no admiten en sus colegios selectos a los estudiantes pobres”.14 Podríamos por analogía afirmar que esta situación los hace similares a los mercaderes a quienes Cristo echó a latigazos del templo.

Esta acertada crítica a numerosos miembros de la corte eclesial, que desvirtúan la idea de Dios, no le impide reconocer los aportes que los grandes Padres de la Iglesia han hecho al pensamiento cristiano sin poner en riesgo la fidelidad a la palabra auténtica de Cristo.

Entre ellos destacan –afirma Ludovico– las figuras de San Jerónimo y San Agustín, quienes libres aún del dogmatismo religioso, escribían libremente, y sus doctrinas no eran aún una ideología al servicio de los poderosos, sino al servicio de los humildes, los desamparados, los desterrados de este mundo, tal como lo quería Cristo.15

Para este marxista venezolano, el error en el cual ha caído la iglesia es similar a lo ocurrido con la obra de Marx en manos de muchos marxistas, dado que ambas doctrinas – la de Marx y Jesús– han sido convertidas en “un amasijo de dogmas, en una ideología.”16

Por suerte, considera Ludovico, en medio de la circunstancia latinoamericana, propia de la década de los años 60 del siglo XX, han surgido diversos movimientos cristianos heterodoxos, apegados a la palabra original de Cristo, y francamente revolucionarios. Muchos de sus integrantes son sacerdotes y se proclaman abiertamente marxistas.17

Este movimiento cristiano, conocido como teología de la liberación surge a la luz de las innumerables injusticias a las que el sistema capitalista mundial ha sometido a los pobres de la tierra. Se trata de una nueva manera de hacer teología que requiere un clima de libertad y creatividad que ningún tribunal eclesiástico o civil debería sofocar, so pena de sofocar a su vez el dinamismo del evangelio y su fuerza transformadora.

Esta perspectiva teológica hace énfasis en la figura histórica de Jesús, destacando de él su postura política en contra de las injusticias del imperio romano y la inclinación preferencial de su obra a favor de los pobres, para luego, desde el contexto de nuestro continente extraer del evangelio las orientaciones necesarias para un proyecto emancipador y liberador del sujeto latinoamericano. Es una teología que se construye al lado de los excluidos y explotados por el sistema capitalista, que interpreta los signos de nuestro tiempo e intenta encontrar luz en las enseñanzas de Cristo. Es una propuesta que toma conciencia de la situación de dependencia y subordinación de los pueblos habitantes al sur del río Grande y que asume el compromiso de acompañarlos en el peregrinaje a su liberación. Se trata en definitiva de una iglesia capaz de escuchar el clamor de un pueblo, el cual día a día padece las injusticias de un sistema construido sobre el sacrificio y la muerte de millones de seres humanos.

Esto es –según Ludovico Silva– la única forma que él conoce en que el factor religioso, el mensaje religioso, deje de ser ideológico, para convertirse en un sistema de denuncias, de apertura de la conciencia hacia los verdaderos problemas sociales. Para ello es ineludible la ayuda del método marxista. En este sentido dirá:

“… creo que puede concebirse la verdadera religión, la religión revolucionaria y no ideológica, como un sistema de pensamiento, o mejor, una actitud vital que se aferra o ata a la instancia divina como suprema idea para luchar, en este mundo y cuerpo, por la liberación de los oprimidos y la justicia social. En este sentido, es comprensible que un número cada vez mayor de sacerdotes católicos, hablo de América Latina, adopten el método marxista de lucha, en cuyo eje funciona la misma ética de Cristo: la lucha contra el poder del dinero.” 18

Si bien es cierto que en su obra Teoría y Práctica de la ideología, Ludovico califica a toda religión como elemento netamente ideológico, en su obra Humanismo Clásico y Humanismo Marxista, afirma que tal caracterización es injusta en ciertos casos. Ahora reconoce que la religión puede ser, en determinadas circunstancias, un agente anti-ideológico, un agente creador de conciencia social. Esta manera de entender y releer el evangelio se viene haciendo en nuestro país y para él esto no pasa desapercibido:

“En mí país, Venezuela, existe por ejemplo un nutrido grupo de sacerdotes católicos revolucionarios y marxistas, que entienden su misión evangélica como el llevarle a los miserables de la sociedad la buena nueva (eso significa evangelio en griego) de que tienen que luchar, adquirir conciencia de clase para poder exigir, violentamente si es preciso, su derecho a participar de la riqueza social. Pero lamentablemente, estos sacerdotes marxistas son una minoría, que a cada minuto se estrella contra el aparataje de las altas dignidades eclesiásticas, esas que hacen frecuentes viajes al Vaticano y emiten homilías bíblicas sobre el demonio del comunismo.” 19

A pesar de estas nobles manifestaciones de la iglesia en América Latina, Ludovico Silva está consciente de la oposición que estos teólogos de la liberación deben enfrentar por parte de la oficialidad jerárquica del Vaticano, quienes siempre han sido socios del poder temporal, para lo cual se han ofrecido a sí mismos como la ideología que los poderosos necesitan para consolidar sus imperios y reinados.20

Las críticas al socialismo real como garantías para la revolución

Cierto es que nuestro autor colocó en el epicentro de sus críticas al modelo de producción capitalista, pero también fue muy agudo en sus observaciones sobre la propuesta socialista organizativa llevada adelante durante el siglo pasado, con especial énfasis en torno a la orientación que Stalin diera a la revolución rusa. Consideraba que lo hecho por Stalin y la obra de los intelectuales que intentaron justificarlo habían fosilizado a Marx, convirtiendo su pensamiento en un amasijo de principios dogmáticos similares a los que sustenta la iglesia católica, olvidando que los conceptos fundamentales del marxismo son dinámicos y no estáticos.21

Este marxista venezolano considera que la manipulación de la obra de Marx por el estalinismo, usa al marxismo de modo acomodaticio, a fin de que sirva para la aplicación mecánica de un pensamiento dogmático, esclerosado, que sólo justificó las monstruosidades de las invasiones armadas a países que la URSS ejecutó sobre su zona de influencia. Para Ludovico, la invasión por el ejército de la antigua Unión Soviética alineada con el Pacto de Varsovia, a Checoslovaquia de 1968 y a Afganistán en la década del setenta, son acciones que distan mucho del espíritu humanista de la obra de Marx, dado que estos sucesos manifiestan una actitud imperialista que nada tiene que ver con el pensamiento de Marx.

Ludovico Silva considera que Marx era un pensador heterodoxo. Toda su obra es una constante e implacable crítica, tanto al orden capitalista establecido como de sus justificadores científicos o ideológicos. Su pensamiento se resiste –por su propia naturaleza dialéctica– a ser convertido en dogma, en iglesia. Convertir su obra en ortodoxia es, es convertir en justificación falsamente ideológica el pensamiento crítico práctico de Marx

Por ello afirma Ludovico, ser marxista no consiste en aplicar a Marx, como quien aplica un molde, sino por el contrario, consiste en asimilar y continuar críticamente su concepción de la historia y su análisis del capitalismo.22 Considera en fin que el dogmatismo sigue siendo uno de los grandes enemigos del pensamiento de Marx. Haciendo referencia a los manuales23 teóricos de marxismo producidos y distribuidos por la Unión Soviética, donde la obra de Marx es petrificada, afirma lo siguiente:

“Por ello mismo, es rechazable esa quietud, esa inamovilidad seráfica de los cuerpos doctrinarios exhibidos en el pensamiento manualesco. Un pensamiento que no se renueva a sí mismo es un pensamiento muerto. Su carácter de huesa teórica proviene de su separación de la práctica, que está en movimiento continuo. Ello es una forma de alienación, la alienación ideológica, que consiste en creer que las ideas machan independientemente del movimiento histórico real.”24

La referencia al carácter no sustantivo de los ideales en el proceso histórico presente en la critica de Marx a la ideología lleva a Ludovico a realizar una dura critica a aquella faena del manual de la vulgata marxista que identificaba el sentido critico teórico practico y científicamente revolucionario de la teoría de la emancipación social del marxismo, con la justificación demagógica de un estado de orden establecido como meta ultima de la historia humana y fin consagrado del proceso histórico. Por lo tanto, en lugar de un proceso constante de construcción critica del sujeto participativo, activo y consciente del cambio, coloca un discurso plegado de apotegmas y dogmas, que no son capaces de superar sus propios prejuicios, fetiches o catecismos. Lo que lo lleva a considerar que ciertamente, desde Marx, toda ideología era esencialmente reaccionaria.

Ella, lejos de ser una quimera o representación mental, tiene una función práctica, totalmente social, de preservar idealmente el orden establecido. Es esto lo que lo que los mencionados manuales sobre marxismo pretenden, dado que la experiencia socialista en la Unión Soviética se presenta, a través de estos textos, como una sociedad ideal, que supone, a su vez, estar hablando desde un paraíso terrenal. Olvidan pues –los autores de los manuales– la burocracia monstruosamente desarrollada, la división del trabajo, la existencia de una economía monetaria y mercantil, la represión ideológica, el antisemitismo descarado y la catástrofe ecológica que imperó en tierras de Stalin y sus zonas de influencia.

Cultura y arte para la emancipación

En su texto Humanismo clásico y humanismo marxista, Ludovico considera que cultura “es el modo de organización de la utilización de los valores de uso”; de allí que afirme que en una sociedad capitalista, enteramente cimentada en los valores de cambio, no exista propiamente una cultura, sino una contracultura; dado que el creador en una sociedad mercantilista, lo es pese al sistema y contra él; es así como se entiende que los valores de uso en una sociedad capitalista se transformen en valores de cambio, para poder circular y ser útiles25.

Para Ludovico todos los objetos culturales –entre los cuales se cuentan las fuerzas de trabajo físico y espiritual– entran en la orbita del capital y por ende están sometidos a la lógica del mercado. Esta unidireccionalidad de las actividades humanas es lo que les ha permitido a los teóricos burgueses establecer la estúpida dicotomía entre civilización y barbarie, como sí los grupos humanos que se oponen o resisten al capital y a sus regulaciones no fuesen portadores de una cultura.

Frente a este reduccionismo cultural, nuestro autor, concibe la cultura, “no como una parcela de las actividades y productos humanos, sino como todo aquello que el hombre haga en cuanto hombre”.26 De allí, lo intrínseco de la cultura a la condición humana.

Pompeyo Ramis27, considera que Ludovico Silva, sólo pretende una ampliación del concepto de cultura, a fin de que esta deje de ser un atributo exclusivo de una minoría. Esta afirmación a nuestro entender, lejos de suponer una superación del lastre clasista de las normas mercantiles que rigen la cultura, las globalizan,28 impidiendo así el reconocimiento a la diversidad contra cultural de los pueblos y movimientos sociales que se oponen al imperio del capital.

En esta misma perspectiva transformadora de la realidad, Ludovico Silva considera el arte “como expresión de lo real, interpretación creadora, inventora de una nueva realidad”.29 Acción utópica, podríamos agregar. Es decir como instrumento de la verdad, pero entendida esta no como adecuación al calco de la realidad, sino como su expresión y su transformación.

El arte en este sentido plasma una realidad transfigurada por el artista, que lejos de ser justificada exige ser superada. Esto quiere decir que el arte, en esencia, no es ideológico, pues no está al servicio de la opresión, sino en contra de ella. Tiene además su propia lógica, y aunque enfrentado a la realidad, se nutre de ella y es capaz de imaginar mundos mejores.

Aún cuando Ludovico no niega que exista un arte ideologizado, considera que este no es un arte verdadero. Para él, el verdadero arte es militante, rebelde y denunciador de la ideología imperante. Es decir un antiarte, expresión de una contracultura.30

De allí que, una vez desideologizado el arte, éste procura superar la alienación que se manifiesta en la deshumanización de las relaciones sociales, cuanto éstas se basan solo en el dinero. El único artista verdadero, según Ludovico, es el que asume su labor como una contracultura. Aquél que se inspira en la lucha de los oprimidos y les brinda instrumentos para liberarse.

En este sentido, suscribimos lo dicho por Ramis cuando afirma que cuando el arte refleja una ideología debe ser, por fuerza misma de la lógica socialista, rechazado de su sistema, como una cosas indigna. La indignidad del arte, en este caso, consiste en la capacidad de denunciar la realidad de la cual él nace31.

La construcción del socialismo como concreción de muchas utopías

En los antes mencionados manuales soviéticos sobre marxismo a los que se refiere Silva existen diversas definiciones sobre el comunismo, e incluso es fácil encontrar serias contradicciones, lo que lleva a Ludovico a intentar precisar éste término. Es así como sin vacilación nos dice que “El comunismo no es en sí mismo otra cosa que la realización particular, unilateral, del principio socialista.”32

El comunismo no se trata, como otros creen, de una fase superior del socialismo, sino que es, según nuestro autor, la práctica, la táctica, la tarea inmediata que busca la concreción de la idea, del modelo de sociedad que se esboza en el socialismo. Es decir, el comunismo debe ser entendido como combate y movimiento real hacia la conquista de la sociedad justa y respetuosa de la dignidad humana.

Esta reflexión lleva a Ludovico a plantearse la necesidad de conceptuar al socialismo como modelo y utopía concreta que, a pesar de considerar la imposibilidad de que pudiese darse una desaparición absoluta de las desigualdades sociales, posibilita un cambio cualitativo de la sociedad, como puede ser corroborado por la historia.33

Ahora bien, desde su perspectiva identifica dos tipos de utopías: absolutas y relativas. Las primeras son aquellas que por su propia naturaleza son irrealizables como las quimeras, fábulas o mitos; mientras que las utopías relativas son las realizables, son aquellas que partiendo del análisis y crítica de situaciones injustas procuran su superación y la instauración de una sociedad más justa e igualitaria.34 Para nuestro autor, la utopía niega el orden existente en su negación de la condición humana, y con esto plantea lo opuesto a lo reflejado por la ideología.

Considera Ludovico que, durante 1968, cuando los jóvenes de París escribían sobre los muros Seamos realistas: demandemos lo imposible, demandan en nombre de lo real lo imposible y con ello estaban formulando la teoría de la utopía concreta y revolucionaria.

Nuestro autor va más allá de una mera reflexión que pudiese estar alimentada por el hastío que le provocara la sociedad capitalista. Se concentra en la caracterización de ese mundo posible que tendrá lugar una vez superadas las más acuciantes contradicciones de la sociedad contemporánea.

Su utopía concreta de una sociedad socialista debe empezar por la desaparición de los tres grandes factores histórico – genéticos de la alienación humana a saber: la propiedad privada, la división del trabajo y la producción mercantil. Para él, la propiedad privada debe extinguirse, no sólo en su aspecto material relativo a los medios de producción y de distribución, sino también en el aspecto espiritual. El considera que en los países llamados socialistas –de su tiempo– se mantuvo una relación de privatización del trabajo espiritual que se expresaba en el control de la crítica y la disensión. Creía además que la división del trabajo debía ser superada por el desarrollo universal de las capacidades, de modo que aunque unos hombres se especialicen en determinados campos, la totalidad de los hombres conozcan lo que hacen los especialistas. Ludovico, siguiendo el análisis de Marx, señalaba que la producción mercantil debía superar la economía mercantil y monetaria, porque mientras el dinero y el valor de cambio sigan siendo el módulo del trafico humano, seguirá existiendo la explotación.35

La utopía concreta del socialismo asimilada por Ludovico necesita, para poder iniciarse, de hombres cualitativamente nuevos, que son los revolucionarios que han sabido, dentro de la vieja sociedad, formarse de acuerdo a un principio humanista para poder construir el socialismo. Lo que implica el hecho de que tiene que desaparecer la mentalidad adquisitiva como móvil esencial del comportamiento económico de los individuos. A nivel de la conciencia, se deberá tomar una actitud revolucionaria y transformadora, íntimamente ligada con el conocimiento del funcionamiento de la sociedad, contrariamente a lo que ocurre en los niveles medios y bajos de la sociedad actual, para los que el Estado funciona como un ente incomprensible e inaccesible. El nuevo modo de vida solo puede nacer de la integración de un nuevo modo de producción y de un nuevo modo de distribución. La economía del socialismo que promueve Ludovico, deberá estar orientada hacia la satisfacción de las necesidades de todos los individuos.36 Para ello, ha de existir un desarrollo prodigioso de las fuerzas productivas, a fin de satisfacer todas las necesidades de los individuos. Solo resultará tal estado de cosas en el proceso de extinción del capitalismo desarrollado, es decir cuando las fuerzas productivas enormes entrarán en conflicto con las relaciones de producción, basadas en la obtención del máximo beneficio privado y en la expoliación de la fuerza de trabajo. 37

Para nuestro autor, la cultura, como segunda naturaleza humana que es, estará integrada de modo natural a la estructura biológica del ser humano y a su estructura psicológica. La cultura, que en la antigua sociedad era patrimonio de las clases pudientes, se socializará de tal modo que será de cada individuo. Por otra parte, en la sociedad socialista los intelectuales no sufrirán la separación entre la teoría y la praxis como una enajenación. Toda la sociedad deberá disponer de un tiempo libre o de ocio lo suficientemente grande como para que cada individuo pueda realizarse. El socialismo deseado que vislumbra Ludovico será aquel que haga posible la superación definitiva de la división del trabajo que, como coyunda al desarrollo multilateral del individuo, obliga a los seres humanos a ser seres desequilibrados, sometidos al diario desprecio de lo que aportan a la sociedad y que solo son considerados en la medida que fortalezcan al sistema en todas sus coordenadas de consumo y ganancia. 38

En la concreción de la utopía socialista, el Estado, que se define por su contenido de clase, desaparecerá con la desaparición de las clases mismas. Para ello es necesario concebir que el crecimiento económico, la expansión de las fuerzas productivas, no será un fin en sí mismo; es decir, no será un crecimiento ad infinitum, sino que se detendrá cada vez que sean colmadas las necesidades de todos los individuos y se acelerará cuando las necesidades lo exijan39. También se extinguirá la sociedad de clases. Tanto la burguesía como el proletariado, así como otros estratos sociales que hay en la sociedad contemporánea, llegarán a la igualación universal bajo el principio marxista de: a cada quien según sus capacidades; a cada quien, según sus necesidades.40 Igualmente, lograda la superación de la división de clases sociales, la guerra como solución a los problemas económicos y políticos desaparecería.

Para este marxista venezolano, el futuro se vislumbrará de paz y de un mundo humanizado realmente posible. El lugar irrevocable de Ludovico Silva en el pensamiento latinoamericano será necesariamente visitado por las generaciones del continente, que mantienen el compromiso de la liberación emancipadora, organizados en la identidad múltiple del movimiento social popular.

Muchos de los temas planteados por Ludovico son hoy en día recurrentes en el debate político venezolano; sea ésta reflexión una contribución para que alimentemos la polémica con las ideas de uno de nuestros marxistas mas insignes.

Referencias

1. MORIN, Edgar: Introducción al pensamiento complejo. Editorial Gedisa, México, 2004.        [ Links ]

2. RAMIS, Pompeyo: Veinte filósofos venezolanos (1946-1976). ULA, Mérida, 1978 pp. 110-131.        [ Links ]

3. SILVA, Ludovico: La plusvalía ideológica. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la biblioteca, Caracas, 1984, p. 218.        [ Links ]

4. SILVA, Ludovico: Humanismo clásico y humanismo marxista. Monte Ávila Editores, 1982, p. 91.        [ Links ]

5. SILVA, Ludovico: Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marcianos. Monte Avila Editores, 1975.        [ Links ]

Notas

1 SILVA, Ludovico: Humanismo clásico y humanismo marxista, Monte Ávila Editores, 1982, p. 37, citada en adelante como Humanismo…

2 Similares valoraciones encontramos en las elaboraciones de la teoría de la complejidad, desarrollada por Edgar Morin, el cual afirma que la ciencia occidental, surgida a raíz de la modernidad, se ha erigido sobre la aprehensión de la realidad fraccionándola, fundando así un conocimiento sobre los principios de disyunción, reducción y abstracción, que en conjunto constituye lo que se conoce con el nombre de paradigma de simplificación. Para Morin, esta epistemología prescinde del sujeto, al obligarlo –en nombre de la objetividad– a tomar distancia del objeto a fin de garantizar rigurosamente la implementación del método –requisito indispensable para alcanzar la verdad–. Cfr. MORIN, Edgar: Introducción al pensamiento complejo, Editorial Gedisa, México, 2004.

3 SILVA, Ludovico: Humanismo…, p. 223.

4 Para Ernesto Guevara de la Serna, la Revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen; es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales, aspectos estos que significarían un cambio radical de la conciencia que caracteriza al hombre alienado por el sistema capitalista.

5 SILVA, Ludovico: Humanismo…, p. 229.

6 SILVA, Ludovico: Humanismo…, p. 230.

7 SILVA, Ludovico: La plusvalía ideológica. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la biblioteca, Caracas, 1984, p. 218.

8 Idem. p. 214.

9 SILVA, Ludovico: Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marcianos. Monte Ávila Editores, 1975, p. 98, en adelante, citado como Antimanual….

10 SILVA, Ludovico: La plusvalía ideológica. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la biblioteca, Caracas, 1984, p. 80.

11 Idem, p. 190.

12 Idem, p. 215.

13 SILVA, Ludovico: Humanismo…, pp. 192-195.

14 Humanismo…, 87.

15 Ibidem.

16 Humanismo…, p. 88.

17 El padre Camilo Torres, en Colombia, muerto en plena lucha guerrillera, o el padre Ernesto Cardenal, gran poeta y gran hombre, al frente de la revolución de Nicaragua, son dos ejemplos latinoamericanos de este nuevo cristianismo. En el libro del Cardenal el evangelio en Solentiname se respira un aroma evangélico tan puro como el de San Juan o San Mateo. La pequeña isla de Solentiname, situada en el lago de Nicaragua, se convirtió así durante años en una comunidad sencilla y humilde compuesta por agricultores, pescadores y poetas. Bajo la dirección espiritual de Cardenal, se reunían periódicamente para hablar del Evangelio, pero no para glosarlo según los consabidos dogmas, sino para recrearlo, para expresar cada cual su libre opinión.

18 Humanismo…, p. 89.

19 Humanismo…, p. 89-90.

20 SILVA, Ludovico: Humanismo…, 1982, p. 91.

21 SILVA, Ludovico: Antimanual…, p. 13-14.

22 Antimanual…, 27.

23 Para Ludovico Silva, el marxismo no está en los manuales. El estancamiento teórico y práctico del marxismo y su transfiguración en un sistema cerrado, en una sumatoria de formulas para predecir lo por venir fue resultado de la sustitución en la docencia, la investigación y el trabajo político de los textos clásicos marxistas por manuales. El catecismo marxista manualesco transformó la dialéctica materialista en leyes, categorías y conceptos abstractos universales que servían para explicar, de una vez, el desarrollo social al margen de su condicionamiento histórico concreto. Por este camino, se asumió la letra exacta de los textos clásicos y no su propuesta teórico-metodológica para interpretar y dialogar con la realidad.Con la extensa divulgación de los manuales la herencia filosófica marxista se redujo a un simple patrón de ideas y definiciones fijas, por el cual era posible dar respuestas a todas las interrogantes posibles. Desde esta perspectiva, la filosofía marxista se ocupaba más de las definiciones y conceptos para entender la realidad que de los cambios de la propia realidad, perdiendo así su carácter práctico y transformador. Para muchos, el auge del marxismo en América Latina se asocia a la divulgación de los manuales y con esto se legitima su valor. Sería oportuno poner las cosas en su lugar y hacer hablar a la historia de las luchas revolucionarias y sociales en el continente. Fueron estas luchas quienes acercaron el marxismo al pueblo, despertaron el interés por otra filosofía que acompañara sus desafíos emancipatorios. La crítica al manualismo es la crítica contra las formas de institucionalización de la educación y la cultura desde respuestas cerradas y construidas por alguien. Es el enfrentamiento a la aceptación acrítica de la verdad, los caminos y la propia vida. Los Manuales de Marxismo-Leninismo comenzaron a circular luego que Stalin aceptara definitivamente “el sistema materialista dialéctico” como la visión del mundo oficial para el movimiento obrero internacional. Varios fueron los manuales que circularon por el continente, traducidos directamente del ruso y alemán y otros de producción regional. Entre los autores más reconocidos están: ROZHÍN, V.P.: La dialéctica marxista leninista; KELLE, V. y KOVALSON, M.: Formas de la conciencia social; AFANASIEV, V.: Manual de Filosofía; ROSENTAL, M.: Categorías del Materialismo Dialéctico (traducido directamente por Adolfo Sanchez Vazquez y Wenceslao Roces y publicado por la Editorial Grijalbo en 1960) y HARNECKER, M.: Conceptos elementales de materialismo histórico.

24 Antimanual…, p. 56.

25 SILVA, Ludovico: Humanismo…, p. 29.

26 SILVA, Ludovico: Antimanual…, p.162.

27 RAMIS, Pompeyo: Veinte filósofos venezolanos (1946-1976), ULA, Mérida, 1978 pp. 110-131.

28 Globalizar las normas mercantiles constituye un proceso que se viene acentuando proporcionalmente a la implementación de políticas neoliberales en el planeta; estas normas imponen a todo ámbito del quehacer humano, incluyendo el arte y la literatura, pautas y reglas que obedecen sólo a la lógica de la acumulación de capital.

29 SILVA, Ludovico: Antimanual…, p.154.

30 Por contracultura entiende Ludovico toda obra que el hombre es capaz de realizar independientemente de las reglas impuestas por el capitalismo y contra este sistema. Es decir, es la obra de todo intelectual, poeta o artista que, convencido de las injusticias económicas impuestas por el mercado, asume la transformación de la realidad haciéndola más humana. La contracultura es revolucionaria e insumisa ante la pretensión de homogenizar el quehacer cultural impuesto por una economía de mercado al servicio de la burguesía.

31 RAMIS, Pompeyo: Veinte filósofos venezolanos (1946-1976), ULA, Mérida, 1978 p. 125.

32 SILVA, Ludovico: Humanismo…, 1982, p. 198.

33 Los hombres de la sociedad esclavista creían que su ordenamiento social era eterno, al igual que creen hoy los idólatras de la propiedad privada y el mercado que su régimen fue dictado por alguna divinidad que le confirió la condición de inmortales.

34 SILVA, Ludovico: Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marcianos. Monte Ávila Editores, 1975, p. 202.

35 SILVA, Ludovico: Humanismo…, p. 204.

36 Humanismo…, p. 205-206.

37 Humanismo…, p. 207.

38 Humanismo…, p. 208-213.

39 Humanismo…, p. 211.

40 Ibidem.