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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.26 n.59 Maracaibo ago. 2008

 

La intelectualidad venezolana en el siglo XX: Julio César Salas

Venezuelan intellectuality in the XXth century: Julio César Salas

Antonio Tinoco Guerra

Universidad del Zulia Maracaibo - Zulia

Resumen

Este trabajo brinda un panorama de la vida y obra del pensador venezolano Julio Cesar Salas, resaltando sus análisis sociológicos, antropológicos e históricos de la realidad venezolana y continental. El liberalismo impregna sus planteamientos económicos y políticos, y le llevó a ser acérrimo opositor al gobierno de Juan Vicente Gómez. Por libre pensador, positivista y evolucionista militante, seguidor de las ideas de Augusto Comte y Herbert Spencer, fue excomulgado de la iglesia católica. Ello hizo de Salas un pensador crítico ante la política, la economía, la sociedad, la historia, y de toda la realidad venezolana y latinoamericana de su tiempo.

Palabras clave: Julio Cesar Salas, positivismo en Venezuela, liberalismo en Venezuela, antropología venezolana

Abstract

This article gives a panoramic vision of the life and work of the Venezuelan thinker Julio César Salas, outlining his sociological, anthropologic and historical analysis of Venezuelan and continental reality. Liberalism impregnates his political and economical proposals, and led him to be a vigorous opponent of Juan Vicente Gomezs government. Being a freethinker, positivist, and militant evolutionist, as follower of the ideas of Auguste Comte and Herbert Spencer, he was excommunicated from the Catholic Church. This made of Salas a critical thinker in the face of politics, economy, society and history and all Venezuelan and Latin-American reality of his time.

Key words: Julio Cesar Salas, Positivism in Venezuela, Liberalism in Venezuela, Venezuelan anthropology

Recibido: 11-09-07 Aceptado: 15-05-08

Introducción

El primer tercio del siglo XX en Venezuela tiene en su haber una cantidad de intelectuales que brillaron como pléyades, no tanto por la originalidad de sus ideas, sino por el denso debate que se estableció entre ellos en torno al destino del país y del continente Latinoamericano.

Las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez fueron el marco político de referencia que tuvieron los pensadores nacionales de aquel momento. Estar en pro o en contra de la dictadura, conformar o no el séquito de los acólitos del régimen separó en dos a los intelectuales que vivieron en aquella Venezuela rural de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Sería una mezquindad afirmar que durante aquellos años de dictadura la vida intelectual en Venezuela fue pobre. Todo lo contrario, durante los regímenes de Castro y Gómez la actividad intelectual fue intensa, aparecieron, entre otras, las revistas Cosmópolis (1894-1895) y El Cojo Ilustrado (1892-1915), publicaciones de la más alta calidad, que lograron una gran proyección en el ámbito continental. Estas revistas recogieron la diversidad cultural y las inquietudes intelectuales de la época.

La aparición de escritores como José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, Rufino Blanco Fombona, Teresa de la Parra, Manuel Díaz Rodríguez, César Zumeta, Pío Gil, Pedro Manuel Arcaya, Pío Tamayo, José Rafael Pocaterra, Tulio Febres Cordero, Jesús María Semprúm, Laureano Vallenilla Lanz y Julio César Salas, por mencionar solo los más conocidos, demuestra lo rico que fue para Venezuela aquél momento histórico.

Si la política fue el marco de referencia para la discusión intelectual de entonces, la filosofía positivista fue la ideología que guió el proyecto de reconstrucción nacional, junto a la corriente literaria llamada modernismo que sirvió de referencia estética a los autores. Ambas tendencias se impusieron en el ámbito continental. Para unos, el positivismo fue la doctrina oficial de los gobiernos, para otros, una metodología que permitiría detectar el origen de los males que confrontaba el país y el continente; para todos, el positivismo fue una esperanza, lograr el tan anhelado progreso nacional. Por otra parte, el modernismo permitió un llamado a la conciencia nacional y continental para forjar una identidad cultural soberana, frente a la madre patria y totalmente distinta del norte anglosajón.

Julio César Salas, abogado, antropólogo y sociólogo merideño, miembro de esa generación privilegiada, fue un intelectual que confrontó al régimen de Juan Vicente Gómez desde el plano de las ideas, dejando como legado al país una obra de gran magnitud, en su mayor parte inédita, donde se destaca su labor como etnólogo y lingüista, estudioso de las culturas aborígenes americanas y sobre todo su visión sociológica, la cual recoge su preocupación por explicar el atraso y los males imperantes en la sociedad latinoamericana y venezolana de aquél momento.

Julio César Salas es, relativamente, un escritor poco conocido en nuestro país, aunque su obra ha sido estudiada mayormente en Europa y otros países latinoamericanos, esto debido a su posición política de rechazo a las dictaduras venezolanas, quienes lo combatieron y silenciaron su obra al no procurar su difusión.

El presente trabajo pretende presentar una visión panorámica del pensamiento de Salas, fundamentalmente su visión del hombre y la sociedad, plasmada en tres de sus más importantes obras como son Tierra Firme, Lecciones de Sociología y Civilización y Barbarie. En la elaboración de este trabajo no se contemplaron las investigaciones de Salas referentes a lingüística, dialectos autóctonos, estudios sobre mitología propia de los pueblos aborígenes, etc. Sin duda alguna, sus investigaciones de las culturas indígenas americanas son muy ricas, probablemente, en esos estudios encontraremos nuevos elementos que puedan definir mejor su visión del hombre y la sociedad, razones de tiempo y espacio nos obligan a limitarnos a las obras ya mencionadas.

La finalidad que nos ha movido a escribir este ensayo es la de divulgar las ideas de un eminente venezolano, que ha principios del siglo XX se aproximó con ojo crítico a la realidad nacional y continental, y a pesar del paso del tiempo, sus reflexiones y sus enseñanzas hoy se mantienen vigentes.

Reseña Biográfica

Julio César Salas es uno de los personajes más interesantes del primer tercio del siglo XX venezolano. Su labor intelectual lo presenta como un polígrafo, ya que su trabajo profesional va desde la teorización del derecho, hasta la investigación económica, pasando por el estudio de la sociología, antropología, etnología, hasta abordar la investigación histórica y la lingüística.

Salas nació en la ciudad de Mérida, Venezuela, en el año de 1870 y murió en Caracas en 1933. Es importante recordar que para el momento en que Salas nace, la ciudad de Mérida era un emporio cultural. Desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX se desarrolló en los Andes Venezolanos, y particularmente en Mérida un fuerte movimiento intelectual de inspiración positivista, lo cual permitió a Ángel Capelletti hablar de un positivismo andino1.

Salas procedía de una familia tradicional de los Andes Venezolanos. Su padre fue el doctor Federico Salas, médico y literato, quien lo introduce tempranamente en el mundo de los libros. Su madre fue Adelaida Uzcátegui, dama perteneciente a la alta sociedad merideña.

Gran parte de la infancia de Salas transcurrió en la rica biblioteca de su padre, donde adquiere una vasta cultura que le permitió una temprana entrada a la universidad. Realizó sus estudios formales en la Universidad de Mérida, hoy Universidad de los Andes, allí estudia jurisprudencia y se gradúa con las más altas calificaciones; en 1893 recibe el título de Doctor en Leyes.

Su actividad como jurista se redujo a varias publicaciones, conferencias y a una actividad de articulista en varios periódicos nacionales, donde abordó temas vinculados a problemas legales. Creemos que algunos desencantos en el ejercicio profesional procuraron el temprano abandono del ejercicio del derecho por parte del joven merideño. Esto lo confirman las propias palabras de Salas quien en páginas autobiográficas afirmó: “Habiendo desistido de ejercer la carrera de abogado, que en ciertos países no significa ciencia sino intriga, me consagré por entero a los estudios sociológicos e históricos al mismo tiempo que cultivé la hacienda de mi padre y fundé por mi cuenta dos haciendas de café, cuyos productos me proporcionaron una situación independiente”2.

Las palabras del autor nos insinúan su aproximación a los estudios humanistas, su vocación por la sociología y por la historia. De esta vocación surge su incursión en la docencia universitaria. En 1912 regenta la cátedra de Economía Política en la Universidad de Mérida y ese mismo año funda la cátedra de Sociología en esa Casa de Estudios.

La labor intelectual de Salas fue de gran alcance, no se limitó al ejercicio docente universitario, sino que acompañó éste de la investigación. Producto de largas horas de trabajo en diferentes archivos históricos dieron origen a las siguientes obras: Historia de la Conquista y Población de Mérida y otras ciudades de Venezuela, Biografías de los Conquistadores, Historia General de Venezuela, estas obras continúan inéditas.

Salas publicó en 1908 su célebre libro Tierra Firme, que lleva por subtítulo Venezuela y Colombia, estudios sobre Etnología e Historia, obra que tuvo gran difusión entre los etnógrafos de su tiempo, con la cual logró ser Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Historia. En la actualidad esa obra es una de las más estudiadas por historiadores y antropólogos de Venezuela.

En 1911 publicó el ensayo titulado Sobre la necesidad de adaptar la Legislación de Venezuela al medio etnológico. Este trabajo es de las pocas páginas que Salas dedicó a temas jurídicos, resaltando su afinidad con el positivismo en boga para aquél entonces.

En 1914, consecuencia del ejercicio docente universitario, pronuncia una serie de conferencias en torno a la sociología, que van a ser publicadas en diferentes periódicos franceses y posteriormente editados en España bajo el título de Lecciones de Sociología aplicada a la América. Esta obra es un curso introductorio a la sociología, escrito dentro de un estilo netamente positivista, siguiendo la inspiración de Augusto Comte y Herber Spencer. Es conveniente recordar que casi todos los positivistas europeos publicaron cursos introductorios a distintas materias. Con la misma finalidad Salas publica este libro que va a ser un manual de sociología dirigido a todo público.

En 1919 apareció Civilización y Barbarie, que lleva como subtítulo Estudios Sociológicos Americanos, esta va a ser la gran obra de Salas. El libro recorrió en su tiempo toda América Latina y fue alabado por el gran positivista argentino José Ingenieros. Esta obra ha sido ampliamente difundida en Venezuela y el resto del continente y cuenta con más de cinco ediciones, es sin duda, el texto mas estudiado de Salas.

En 1920 vio luz el libro Los Indios Caribes, este opúsculo es una defensa al indio americano y una refutación contundente contra el mito de la antropofagia en nuestros aborígenes.

Para 1925 publica Estudios Americanistas, en el cual se recogen una serie de trabajos sobre lenguas, religión y culturas indígenas americanas. Este libro, parece ser, un fragmento de una obra hasta ahora no editada del autor, ya que se presenta como un trabajo no acabado.

Las inquietudes intelectuales de Julio César Salas lo llevaron a incursionar en el campo editorial; como editor funda un periódico que llevó el sugestivo título de Paz y Trabajo; posteriormente, funda la revista De Re Indica. En el periódico publicó artículos de agricultura, comercio, economía e historia regional; en la revista, considerada el primer órgano difusor de temas etnológicos de Venezuela, publicó artículos sobre etnología y antropología.

Salas fue Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Colombia, Individuo de Número de la Sociedad Americanista de París, fundador y director de la Sociedad Venezolana de Americanistas, Miembro Correspondiente de la Sociedad de Geografía e Historia de Costa Rica, además fue Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Argentina y Cuba. La mayoría de los reconocimientos a Julio Cesar Salas y a su obra se produjeron fuera de las fronteras patrias, el dicho que señala “nadie es profeta en su tierra” refleja perfectamente lo ocurrido con este pensador merideño.

Salas tuvo destacada participación en los Congresos de Americanistas de La Haya y Nueva York, realizados en 1924 y 1928 respectivamente. En el primero, llevó como ponencia un trabajo titulado Estudios Americanistas, para el segundo presentó como ponencia el Catálogo de Lenguas Indígenas Comparadas, ambos trabajos son fragmentos de su gran obra, hasta hoy inédita, titulada Diccionario de Lenguas Indígenas, obra que consta de 16 volúmenes.

En vida Salas recibió, muchos reconocimientos de la intelectualidad continental y europea, sin embargo, su obra tuvo poca difusión en Venezuela, esto se debió a su posición política, su rechazo total a la dictadura gomecista y a cualquier forma de totalitarismo político. Su no-complacencia con las tiranías lo hizo permanecer como un desconocido en su propio país. La obra de Salas no disfrutó del beneplácito gubernamental, por ello no se tiene aún una edición de sus obras completas, beneficios que tuvieron otros positivistas venezolanos como José Gil Fortoul y Lisandro Alvarado. Tal vez, sea Salas de los positivistas venezolanos el menos conocido en el país, siendo su obra tan extensa o más que la de Pedro Manuel Arcaya o César Zumeta.

La vida de Salas transcurre entre 1870 y 1933, momento en el cual Venezuela vive el pleno apogeo del positivismo. Esta doctrina filosófica nacida en Francia de la pluma de Augusto Comte marcó la segunda mitad del siglo XIX. En Venezuela el positivismo se entroniza a partir de 1870 con la primera presidencia del General Antonio Guzmán Blanco, mas conocido como el Ilustre Americano, un déspota culto que pretendió hacer de Venezuela la Francia de América. El final del positivismo en Venezuela se ubica hacia 1945 cuando esta doctrina es desplazada por nuevas tendencias de pensamiento importadas de Europa y por un manifiesto entusiasmo de la intelectualidad venezolana hacia el materialismo histórico, doctrina creada en Europa hacia mediados del siglo XIX, por Carlos Marx y Federico Engels.

Al igual que en muchos países de América Latina, en Venezuela, el positivismo se convirtió en doctrina oficial de muchos gobiernos. De Guzmán Blanco a Juan Vicente Gómez, es decir, desde 1870 hasta 1935 el positivismo fue la doctrina que inspiró a los gobernantes venezolanos. El lema comtiano de orden y progreso, de una u otra forma, impregnó la mentalidad de los caudillos haciendo de este lema una máxima gubernamental.

La doctrina positivista se caracteriza fundamentalmente por ser una filosofía cientificista que rechaza todo conocimiento de orden metafísico. El positivismo es una filosofía de corte materialista, vinculada a una posición extremadamente anticlerical. Sin embargo, muchos autores que cultivaron el positivismo no fueron ateos radicales, aunque en su mayoría, sí anticlericales.

Julio César Salas, positivista anticlerical

Salas fue un positivista consecuente, su visión de la religión y la vinculación de ésta con el desarrollo histórico-cultural de América Latina es evidente. La religión católica fue un factor que contribuyó al atraso de nuestros pueblos. La influencia nefasta del catolicismo sobre América Latina se remonta a la expulsión hecha por España de los judíos y moriscos, bajo el reinado de los Reyes Católicos en las postrimerías del siglo XV, esto continuó en el siglo XVI durante el reinado de Carlos V y Felipe II y se prolongó hasta el siglo XVII con el reinado de Felipe III. La expulsión de cientos de artesanos, comerciantes y labriegos, según Salas, crearon en España y en los hispanoamericanos, sus herederos, un desprecio por el comercio, la industria y la agricultura, que junto a los excesivos impuestos y a la legislación antieconómica dieron al traste con la monarquía española. España transformó a sus villanos y labradores en soldados que “...lanzados contra la libertad de Europa y de América a nombre de la cruz de Cristo...fueron causas de la decadencia de la metrópoli y del estancamiento de América"3.

La expulsión de los árabes y judíos de España fue un acto de intolerancia religiosa, propio de las cruzadas medievales, realizado en pleno Renacimiento, éste absurdo fanatismo cobró un alto precio a España y a sus colonias de América como fue el rezagarse en la Historia Universal.

El planteamiento señalado por el autor indica claramente el papel atribuido a la religión y su significado con relación al atraso latinoamericano. Salas explicita más su visión del hecho religioso y su relación con la conquista de América al afirmar que:

“Los hechos vinieron a demostrar, en efecto, que los blancos españoles, conquistadores de América, creían combatir a los indios, como combatieron a los musulmanes y a los protestantes; por tal causa, la conquista pacífica no estaba en su carácter, ni podía estarlo, considerándose evangelistas de aquellos idólatras que no proclamaban y recibían inmediatamente la fe de Cristo, y que, además, disponían de inmensos tesoros, riquezas que serían el premio o botín a su parecer justamente ganado”4.

Para Salas la conquista de América se hizo en nombre del rey, ser absoluto, representante de Cristo en la tierra, a quien el papa Alejandro XVI otorgó una bula que acreditaba tan enorme poder, por el cual se disponía de los indígenas como cosas y se sancionaba la conquista por la fuerza.

Según nuestro autor existía una íntima cooperación entre la autoridad política y la autoridad eclesiástica, las cuales tendían al mismo fin: supeditar la voluntad de los pueblos y hacer de los monarcas españoles amos de las tierras y de sus súbditos, quienes pecarían contra Díos y se harían dignos de los tormentos eternos si disentían de tales principios5.

Salas vio en la religión católica el germen destructor de todo individualismo y de la misma libertad; la religión católica es para nuestro autor la fuente primera de la injusticia imperante en América Latina. Solo de esta manera se puede explicar las conductas de hombres nefastos, como el obispo de Coro, Bastidas, quien se sirvió de la cruz de Cristo en los primeros tiempos de conquista para aumentar las depredaciones realizadas por los aventureros militares6.

Dentro de la visión del hecho religioso y su relación con la conquista de América, Salas presenta como significativos los siguientes datos:

“Existían en Mérida, para 1690, cinco conventos e innumerables cofradías, obras pías, capellanías y devociones que consumían la riqueza que no se llevaban los recaudadores del fisco; la agricultura, gravada por los censos y capellanías, arruinaba a los colonos en vez de desahogarlos... La iglesia y el Estado absorbían mas de las dos terceras partes del producto líquido del trabajo de los colonos, y como las mejores tierras estaban gravadas a favor de las iglesias, conventos, capellanías, obras pías y otras fundaciones eclesiásticas, los poseedores o propietarios no tenían ningún estímulo para mejorar sus fincas”7.

La visión que Salas tiene de la religión católica en América es la de una relación perniciosa e indisoluble entre el atraso colonial y el catolicismo oficial. Son reiterados los ejemplos donde el autor exalta la miseria y la pobreza en que vivían los colonos, la deficiente infraestructura como puentes, caminos, puertos, etc., y la proliferación de iglesias, capillas, adoratorios, ermitas y conventos. Mientras la pobreza aumentaba a causa de los impuestos y los diezmos, los monasterios se multiplicaban. Fuera de los inmensos bienes del clero secular, las congregaciones religiosas poseían tantas riquezas como el Estado8.

A lo largo de Civilización y Barbarie Salas va resaltando el testimonio de eminentes viajeros europeos que visitaron América durante el período colonial, cuyas declaraciones nos presentan al clero hispanoamericano como un clero decadente, hipócrita, explotador del pueblo y con una falsa devoción9.

Prácticamente en cada familia de España y de América existía un hijo sacerdote, quien otorgaba prebendas a sus respectivas familias, no importaba la vocación individual, era cuestión de puro prestigio social10.

A ciencia cierta, no podemos negar o afirmar, si Salas fue un agnóstico o si fue un ateo radical. Sólo nos atrevemos a decir que el sociólogo merideño, de remota extirpe sefardita, fue un vehemente anticlerical que como la mayoría de los positivistas de su tiempo vieron en el clero un grupo social inútil y parasitario, oscurantista y enemigos del progreso. Estas ideas le propiciaron la excomunión por parte de la iglesia católica, pagando así el precio de su enfrentamiento con el clero de su tiempo.

La educación en la formación de un nuevo hombre

Los positivistas comprendieron que su misión última era la transformación de la sociedad en aras del orden y del progreso. El instrumento transformador por excelencia de la sociedad es la ciencia, el logro y el cultivo de ésta era tarea de la educación. Es por ello, que el positivismo fue una forma de hacer pedagogía, siempre y cuando fuera la enseñanza un medio para lograr el cambio social. Los positivistas estaban convencidos del poder transformador de la educación y sus ideales de orden y progreso siempre estuvieron vinculados a ésta.

El positivismo latinoamericano heredó del europeo los mismos criterios en materia educativa. El orden y el progreso se lograrían, en cierto modo, por medio de la educación, entendida ésta en sentido lato. De allí, que sea durante el gobierno de Guzmán Blanco cuando se decreta la instrucción pública, obligatoria y gratuita el 27 de junio de 1870.

El positivismo cultivado en Venezuela partió de los mismos criterios del positivismo continental, la vasta difusión del pensamiento del educador y sociólogo argentino Domingo Faustino Sarmiento nutrió la visión educativa del positivismo venezolano. La lucha establecida por los positivistas europeos entre progreso y atraso se convierte en Latinoamérica en un dilema, hasta hoy insuperado. Lo que llamó Sarmiento civilización y barbarie, no es otra cosa que la relación americanizada entre progreso y atraso, donde la educación es la forma por excelencia que serviría para romper con este eterno dilema creado por la historia ó por la mentalidad obsesiva de nuestros positivistas.

En el capítulo X de Civilización y Barbarie, Salas resume y sintetiza su visión del atraso latinoamericano y la relación de éste con la falta de educación al decir:

“La polilla y carcoma española que se transmitió a las colonias, y que, virus mefítico, destruye aun naciones de origen español– lo afirmamos de nuevo–, fue la falta de individualismo, de libertad, la ignorancia, el fanatismo de las clases pobladoras y la preponderancia adquirida por el espíritu hidalgo y caballeresco, que, si produjo al Gran Capitán, determinó el menosprecio del villano productor. Es bien de notar que, donde las costumbres públicas adolecían de tal prejuicio, la nobleza misma no procuraba el fomento de las ciencias y de las artes, y privaron, junto con falsos principios económicos y religiosos, otros no menos errados relativos al cultivo de la inteligencia, pues se juzgaba conveniente la ignorancia misma de las mujeres, a quienes se creía necesario no enseñarlas a escribir para que no se comunicasen con sus amantes. Con tal criterio, no es de extrañar que la instrucción pública estuviese, en la América colonial, más atrasada que en España, pues es sabido que hubo monarcas españoles que implantaron, como medida política, no permitir la difusión de los conocimientos científicos entre sus súbditos de ultramar e impedir allí la introducción de la imprenta, para asegurar la conservación de sus vasta posesiones”11.

En medio del negativo escenario cultural de la colonia en nuestro continente, aparece, según Salas, el establecimiento de la Compañía de Jesús, pionera de la instrucción pública en América. Los jesuitas introducen las ideas ilustradas en el continente y su labor pedagógica se expande por todo el territorio americano, en un afán de echar luces sobre tanta ignorancia. Sin embargo, el esclarecimiento de los jesuitas en América duró poco, ya que el Rey Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas de España y de todos sus dominios, el 27 de febrero de 1767, predominando nuevamente un oscurantismo en la vida cultural americana12.

Salas insiste en la pobreza educativa de la época colonial; nadie procuraba la adquisición de conocimientos científicos; tanto en España como en América, las más ilustres familias solo tendían a hacer de sus hijos religiosos para obtener beneficios eclesiásticos, los cuales estaban ampliamente remunerados. Salas crítica que los padres determinaban los estudios de sus hijos en América, al hijo del labrador lo inducen a estudiar medicina, teología o leyes y mirar con desprecio las artes mecánicas y los oficios útiles a la República.

En 1691 se comenzó a edificar el Seminario Conciliar de Caracas, a principios de ese mismo año la comunidad de Caracas solicita permiso a España para introducir en este recinto estudios científicos y universitarios, los que fueron negados por real cédula del 30 de diciembre de ese mismo año. Treinta años más tarde, en 1721 el Seminario de Caracas es elevado al rango de Universidad Real y Pontificia. Se agregan a las cátedras tradicionales, los estudios de cánones, gramática y música, ampliando los estudios de derecho, teología y filosofía13.

Salas critica el estado en que se encontraba la instrucción pública en Venezuela durante todo el período republicano. A un siglo de la independencia la instrucción pública en Venezuela sigue siendo deficiente. El nombramiento de profesores para escuelas y universidades no depende de la competencia académica de los nominados, sino de su amistad o aproximación al gobierno. Esta situación se ha mantenido hasta nuestros días. En tiempos de guerra, frecuentemente, las escuelas y las universidades fueron convertidas en cuarteles, con nuestros ojos hemos visto rodar por sus claustros los globos geográficos y celestes y jugar con ellos los soldados14.

Lamentable este es el estado de la educación en Venezuela. Salas dice que, cuando nuestros hijos necesitan aprender alguna ciencia debemos recurrir al extranjero. Los conocimientos adquiridos en el exterior deben ser traídos a Venezuela y convertirlos en principales factores de desarrollo y múltiples creadores de riqueza.

Salas admiró la habilidad del Japón de aquel entonces, que nutriéndose de la ciencia y la tecnología occidental logró por medio de la educación un progreso tan esmerado por Europa y Estados Unidos, sin perder su fisonomía propia, importando solamente lo útil para el logro del progreso sin detrimento de lo cultural15.

El reconocimiento de Salas a la educación japonesa demuestra lo acertado de una política educativa bien concebida, al mismo tiempo, el progreso japonés se perfilaba ante nuestro autor como un ejemplo a seguir, ya que conducía a un estadio de desarrollo científico y tecnológico anhelado por los positivistas, sin prescindir de su milenaria cultura, respetable y honrosa para ese pueblo.

De la Antropología Filosófica a la Antropología Física

El positivismo en cuanto filosofía de la historia trató de descifrar los enigmas del progreso, ¿Porqué unos pueblos progresan y otros se atrasan? ¿Porqué unos pueblos van a la vanguardia en la historia universal y otros se rezagan en el desarrollo de la humanidad? Ya Augusto Comte en su Discurso sobre el Espíritu Positivo (1846) trató de explicar estos fenómenos a partir de la denominada Ley de los Tres Estados (teológico, metafísico, y positivo). Sin embargo, la inclusión de las ideas evolucionistas de Spencer y Darwin permitió a los positivistas posteriores explicar los diferentes grados del progreso en los pueblos a través del determinismo geográfico y del determinismo racial.

Salas, aunque fue un positivista consecuente con las teorías de Comte y Spencer, rechazó todo tipo de determinismo que sirviera para explicar la evolución de los pueblos. Es significativo que en tres de sus más importantes obras, como son: Tierra Firme, Lecciones de Sociología, y Civilización y Barbarie, haya rechazado las teorías deterministas positivistas y evolucionistas, dejando abierta una nueva explicación al fenómeno del atraso latinoamericano a través de lo que nosotros hemos denominado el condicionamiento histórico, que no son mas que acciones, situaciones y hechos del pasado de los pueblos que pesan sobre su presente, pero que sus consecuencias pueden ser modificadas por otras acciones, situaciones o hechos ejecutadas desde el presente.

En Tierra Firme, nuestro autor, alaba el proceso de mestizaje americano al decir: “Magna fecha en la historia de la humanidad fue el año de 1492, por haberse iniciado en dicha época la formación de una nueva raza humana...modificado el primitivo elemento étnico en su contacto con los blancos...resultando el híbrido criollo, quien participa en igual grado de las cualidades y defectos de sus componentes”16. Salas descartó la existencia de razas inferiores o superiores, como también la existencia de razas puras. Los pobladores de Norteamérica como los de Sudamérica fueron mestizos que continuaron de manera, más o menos intensa, la mezcla racial con los autóctonos americanos y los negros africanos.

Para rechazar el determinismo geográfico, el sociólogo merideño argumenta que el origen de las primeras civilizaciones se ubica en las tierras tropicales de Asia, mas precisamente, en la India y Ceilán, donde en tiempos antiguos florecieron artes admirables con majestuosas obras arquitectónicas, de allí la civilización se traslada hacia las regiones del Eufrates y el Tigris y a todo lo largo del río Nilo, para después irradiar cultura y civilización en toda la Cuenca del Mediterráneo. Mientras tanto los Germanos, Anglos, Galos y Celtas, habitantes de las zonas templadas de Europa vivían en cavernas y vestían rústicas pieles de osos; en tanto que en las zonas tropicales del Asia, la civilización y el progreso se desarrollaban a pasos agigantados, esto demuestra que el progreso no está determinado por el clima ni otros factores geográficos similares17.

La explicación del atraso de los pueblos, para Salas, es consecuencia de una forma de pensar, de una mentalidad, de una cosmovisión, propia de los individuos de esos pueblos, el progreso de otros es el resultado de otra manera de pensar, de una mentalidad diferente y de una cosmovisión distinta.

La visión imperante en España, del hidalgo, hijo de algo o de alguien, persona que vive de sus rentas y que menosprecia el trabajo manual, fue la causa originaria de la aversión del hombre latinoamericano ante el trabajo, al igual que los españoles de aquél entonces, los latinoamericanos de ayer y de hoy quieren vivir de las rentas o del Estado. Salas insiste, una y otra vez, que la expulsión de los árabes y judíos de España trajo como consecuencia la ruina de ese país, al mismo tiempo que legaba a los hijos de la Metrópolis y de sus colonias un menosprecio hacia el trabajo, el comercio y las manufacturas que son el verdadero origen de la riqueza.

Los elementos históricos, son elementos condicionantes del progreso, que se pueden modificar, al cambiar las mentalidades, las actitudes y las cosmovisiones. Mientras que los elementos deterministas de la historia, tales como la raza y el clima, no pueden ser modificados.

En la obra de Salas se contraponen los determinismos y los condicionamientos históricos, ésta es una variante y una posición distinta a la que tenían la mayoría de los positivistas latinoamericanos de su tiempo. La visión de este autor no es la de un optimista empedernido, pero tampoco la de un pesimista a ultranzas, al estilo del sociólogo argentino Carlos Octavio Bunge y de otros positivistas locales.

En busca de los orígenes del Hombre Americano

Una de las preocupaciones fundamentales del ser humano en todo los tiempos, ha sido el buscar y el tratar de encontrar sus orígenes. El pensamiento humano nos revela para ello dos caminos: el mito y la ciencia. Salas exploró ambos para tratar de explicar el origen del hombre americano. Los mitos indígenas fueron estudiados por nuestro autor en múltiples trabajos, entre otros, Estudios Americanistas. (1925) La preocupación científica sobre éste tema fue abordada fundamentalmente en Tierra Firme.

La primera mitad del siglo XX albergó el debate en torno a los orígenes del hombre americano, este debate involucró a gran cantidad de antropólogos, etnólogos, sociólogos e historiadores de diferentes países del mundo, quienes a lo largo de cincuenta años, aproximadamente, elaboraron múltiples teorías sobre los orígenes de los primeros pobladores de América.

Para el momento en que Julio César Salas escribe Tierra Firme (1908), se daba por hecho que el hombre americano procedía de Asia, la simple observación de los pobladores originarios de América y su similitud con los pueblos mongoles de Asia, bastaba para confirmar lo planteado. Más tarde Alex Hrdlicka, postuló su teoría sobre el poblamiento de América (1917), sustentando ésta en la hipótesis del poblamiento unidireccional, donde afirmaba que el hombre no era oriundo de América, sino que procedía de Asia y llegó a nuestro continente a través del estrecho de Bering. Sin embrago, Salas refiriéndose a este punto sostiene en la obra ya mencionada que el origen de la especie humana no fue único como sostenía la teoría creacionista de procedencia religiosa, donde una pareja, hombre y mujer, dieron origen a toda la especie humana. Salas descarta que el clima, la geografía, la alimentación, etc. hayan podido diversificar y formar la raza negra, la blanca y la amarilla. Un grupo negroide que viva por cientos de años en climas templados no perderá sus características raciales, igualmente podría decirse de un blanco o de un amarillo que al trasladarse a otros ámbitos geográficos distinto al de origen, seguirán transmitiendo a las generaciones venideras las mismas características raciales18.

Para Salas existen tres familias o razas primigenias: blanca, negra y amarilla. Cabría preguntarse ¿a cuál pertenece el hombre americano? Sin duda que el hombre americano pertenece a la raza amarilla, ya que ninguna nación de América precolombina presenta una tipología racial como la blanca o negra. El aborigen americano tiene la misma filiación que el chino o japonés. Sería imposible dudar de esta familiaridad étnica, ya que a nuestro pensar son más parecidos un chino y un indígena americano que un alemán y un francés19.

De la cuestión anterior se desprende un interrogante sumamente interesante para nosotros los americanos: “¿Cuál de los dos miembros de la familia racial amarilla, el americano o mongol, gozaría en todo caso de la preeminencia o privilegio de ser considerado como el prototipo originario de la raza amarilla?”20.

Para responder a esta pregunta, Salas realiza un estudio detenido del desarrollo cultural de los pueblos asiáticos y los pueblos americanos originarios, analiza las teorías antropológicas y sociológicas en boga sobre ese tema y concluye que es tan válido en el plano de la hipótesis sostener que el origen de la raza amarilla pudo estar en Asia como en América. Nada prueba científicamente que el hombre americano descienda del asiático y no por el contrario, que el asiático sea descendiente del hombre americano. En palabras del propio Salas encontramos la siguiente reflexión sobre tema:

“Admitidas las premisas anteriores, debe admitirse como consecuencia o corolario: Que no pudiendo haberse verificado la población de América por gentes venidas de Asia, es casi evidente que el Nuevo Mundo fue la cuna de la gran raza amarilla y de las tribus que constituyeron los troncos de los pueblos mongólicos; deducción por medio de la cual podrían explicarse las similitudes entre asiáticos y americanos, a un a riesgo de perder el hilo que nos guía hacia a lógica pregunta que salta a la mente: Dado el supuesto de que fueran más antiguas las civilizaciones americanas que las asiáticas, ¿cómo podría explicarse el hecho de que los pueblos precolombinos estuviesen para la fecha del descubrimiento en materia de artes e industrias en estado infantil o embrionario, sin aplicar el hierro ni llegar a un estado de progreso siquiera parecido al de la China o Japón antiguos? Esta insipiencia de los pueblos del Nuevo Mundo no podría explicarse sino echando mano a hipótesis más o menos aventuradas; tal sería la de atribuir dicho atraso a grandes catástrofes, conmociones geológicas o epidemias, etc., que al destruir y dispersar las agrupaciones americana las hubieran hecho retroceder en su camino hacia el perfeccionamiento, dando gran valor al terror, aislamiento, miseria y otras causas físicas y morales, bastante para borrar o anular los rudimentarios progresos que hubiesen adquirido esas tribus, lo cual no deja de estar históricamente comprobado, ya que muchos pueblos antiguos presentan ejemplos de anulaciones de sus adelantados perfeccionamientos”21.

De esta manera, Salas reivindica un tanto, en el plano de la hipótesis, la teoría del antropólogo positivista argentino Florentino Ameghino, quien en 1880 se atrevió a postular que el hombre americano era oriundo de la Pampa Argentina. Sin embargo, Salas no llega a esos extremos de afirmar tal cosa, sino a sembrar la duda sobre la supuesta veracidad de los planteamientos hipotéticos y teóricos que sustentaba la antropología de su tiempo, donde predominaba un profundo sentido euro-céntrico.

Cuando Salas escribió Tierra Firme, no había postulado Paul Rivet la teoría que explica el poblamiento de América a través de múltiples vías. Recordemos que la obra de Rivet Los Orígenes del Hombre Americano, data de 1943. Por otra parte, para el momento en que nuestro autor cuestiona la tesis de Hrdlicka, no habían aparecido todavía los fósiles correspondientes al hombre de Java y Pequín, cuya antigüedad es anterior a cualquier manifestación humana existente en el Nuevo Mundo. Por ello, estos elementos descartarían e invalidarían la propuesta de Salas. Tampoco, para aquél momento, había surgido la teoría del antropólogo portugués Mendes Correa, postulada en 1925, ni la de Montandon, de 1933, tampoco la de Heyerdahl, que es de 1947; por supuesto, la teoría sobre la presencia caucasoide y negroide en el mundo prehispánico no figuraban en el repertorio científico de la época.

No obstante, el valor del planteamiento del sociólogo merideño radica, no en presentar una verdad científica, sino en dar cabida a la duda, de cómo hasta ahora se ha escrito la historia de la ciencia y la historia en general, siempre desde una óptica occidental.

Liberalismo y Economía

Leopoldo Zea22 afirma que en México el liberalismo ilustrado convivió y se desarrolló junto al positivismo, ésta situación se dio en el resto del continente, donde los positivistas latinoamericanos fueron en su mayoría cultivadores de la doctrina liberal, en el amplio sentido de la palabra. El liberalismo inglés y norteamericano, surgido de las plumas de Locke, Hume, Smith y seguido por Jefferson, Franklin y Adams, entre otros, fue acogido y admirado por los positivistas de Latinoamérica. La visión liberal de las instituciones públicas, de la democracia representativa y del sistema económico sustentado en la libre competencia, inspiraron muchas páginas de nuestro positivismo.

Julio César Salas se nutrió de la teoría liberal ilustrada, su admiración por Inglaterra y los Estados Unidos demuestran la identificación de este pensador con las ideas del liberalismo europeo y norteamericano. Salas rechaza la intervención excesiva del Estado en materia económica y propugna una fuerte presencia de éste en todo lo relativo a la efectividad de la administración pública, ejercicio correcto del derecho, eficiencia en los servicios públicos y justa aplicación de las leyes, condiciones inherentes al progreso.

Para Salas, corresponde al gobierno la tarea de hacer que la instrucción y la educación se impartan correctamente, que ésta sea de calidad en contenidos y de cantidad en cuanto al número de población a servir. El Estado debe abrir vías de comunicación, abolir las trabas y dificultades que pesan sobre la exportación e importación de bienes, promover la efectividad de la administración pública, eliminando la teoría que sostiene que el empleo es recompensa por labores partidistas, llevar a las funciones públicas únicamente a los más capaces, velar por el fiel cumplimiento de la administración de la justicia civil y criminal, celando por el cumplimiento estricto de las leyes23. Los citados elementos constituyen para nuestro autor la infraestructura mínima y necesaria para asentar en cualquier país moderno la idea de un progreso franco y sostenido.

Salas rechaza el proteccionismo estatal en materia económica, argumentando que los gobiernos desacertadamente reglamentan la agricultura y el comercio, como si fuera el país una gran fábrica nacional, pues el gobernante pretende ser mejor juez que el propio dueño, con respecto a la conveniencia de éste24. El proteccionismo industrial, distorsiona el mercado, pues eleva los derechos aduaneros para fomentar las manufacturas que no pueden establecerse en el país, por falta de obreros calificados o de materias primas con lo cual se pecha a la gran masa de consumidores en provecho de monopolios artificiales.

Otra medida proteccionista, negativa y falaz, para el pensador merideño, es la de hacer abaratar el tipo de interés sobre el dinero, con la persecución a los prestamistas, leyes que reglamenten las tasas de interés, que dificultan la ejecución de los morosos, privilegiando a los bancos o institutos de crédito sobre cualquier otra forma que incentive el ahorro y el crédito25.

Para Salas la disminución de los impuestos es la manera más efectiva de desarrollar la riqueza privada y colmar las arcas públicas, bajo un régimen de libertad, de justicia, de igualdad y de libre concurrencia para el beneficio de todos: gobierno, productores y consumidores.

Salas siguiendo la doctrina liberal insiste en la idea de que el progreso debe basarse en la libertad política y en la libertad industrial, medios que permitan atraer capitales foráneos, que faciliten la inmigración extranjera, condiciones necesarias para la prosperidad pública26.

La concepción que vincula la inmigración extranjera con el progreso y desarrollo para los pueblos latinoamericanos, encontró temprana acogida en pensadores prepositivistas del cono sur, quienes afirmaban que “poblar es civilizar”. Recordemos que los países del extremo Sur del continente, al finalizar las guerras de independencia abrieron sus fronteras a la inmigración europea, gente blanca y progresista que viniera para poblar vastos territorios deshabitados. En Venezuela se realizó una experiencia reducida de inmigración selectiva, que hoy conocemos con el nombre de Colonia Tovar, alemanes traídos desde su terruño con el fin de poblar y generar progreso en nuestro territorio. Esta experiencia de inspiración positivista fracasó por falta de apoyo y seguimiento gubernamental, quedando aislados los habitantes venidos de tan lejos, en medio de un espeso bosque húmedo tropical, abandonados a su suerte hasta casi mediados del siglo XX. Confirmándose de esta manera, una vez más, la visión del Estado ineficiente que nos presentaba Julio César Salas.

Dentro del mismo espíritu liberal, nuestro autor retoma el tema económico y rechaza los altos impuestos y las altas tarifas aduaneras, ya que estas sólo benefician al contrabando. Salas insiste en que la libre concurrencia o libre competencia en el mercado es la mejor forma que existe para aumentar la producción y abaratar los costos27.

Todos los análisis históricos realizados por nuestro autor, sobre el origen del atraso y de la pobreza en España y Latinoamérica apuntan hacia la crítica de la teoría mercantilista española, que asociaba riqueza con acumulación de metales preciosos. Por el contrario, este autor siguiendo el espíritu de la economía política inglesa mantenía el criterio de sustentar el progreso y la verdadera riqueza en el trabajo, el comercio interno y externo y la industria manufacturera. De esta manera, Salas se identificaría con la teoría de Adam Smith sustentada en la obra La Riqueza de las Naciones28. En este libro Smith analiza el progreso de las colonias inglesas en América y el atraso de la colonización íbera. España y Portugal reprimieron las libertades económicas llevando a América Latina hacia el fracaso.

La siguiente cita resume la visión liberal que tenía Julio César Salas y como ésta se vincula a una idea de progreso que está directamente relacionada con su concepción de civilización. Para Salas:

“La civilización de los pueblos se gradúa o está en relación directa con la cantidad de libertad del que gozan los individuos, en virtud de las leyes, cuando estas son cumplidas u obligan igualmente a mandatarios y gobernados, por descontado, no existe tal civilización donde los gobernantes mandan a su capricho y convierten el poder en beneficio propio, dedicados a acumular dinero por cuantos medios opresivos encuentran: sueldos, sustracciones, negocios, etc., que son verdaderos peculados. En este caso el opresor no es ya el Estado, restringido y oprimido a su vez por el tirano; los contribuyentes se ven envueltos en una vasta red fiscal que ahoga la producción con variadas expoliaciones.”29

Las palabras citadas aluden de manera directa a la dictadura gomecista; recordemos que Salas fue un acérrimo opositor y crítico a éste régimen dictatorial, el cual es visto por nuestro autor como un sinónimo de atraso y un fiel exponente de la no-civilización.

Moral Social

Desde que Simón Bolívar postulara la necesidad de un poder moral que ayudara a regir la actividad del Estado en nuestros países, propuesta ésta hecha por el Libertador en el famoso discurso ante el Congreso de Angostura (1819), casi todos nuestros sociólogos, antropólogos, politólogos e historiadores han opinado sobre la moral, las buenas costumbres y las incidencias de estos dos elementos sobre el desarrollo de los pueblos. Salas se preocupó por la cuestión moral y como todos los positivistas de su época vinculó la moral pública con el progreso de los pueblos. Esta preocupación tiene su origen en Comte y otros positivistas europeos, quienes concebían la ética como una parte intrínseca y necesaria de un proyecto de transformación social, que junto a la política de corte positivista regirían los destinos de los hombres en el estado de evolución social superior denominado estado positivo.

Para el sociólogo merideño la República arrastra una carencia moral que tuvo sus orígenes en el mismo proceso de conformación social de nuestra nacionalidad. El alto índice de criminalidad que imperaba en Venezuela para el momento en que Salas escribió Civilización y Barbarie (1919), el alto consumo de alcohol y una corrupción galopante en el ámbito gubernamental obligan a Salas a hablar de un horrible estado de disgregación o descomposición social. El sociólogo merideño señala que es función patriótica el investigar las causas que han hecho bajar en nuestro país la moralidad pública. El estudio de estas cuestiones es de alta importancia ya que entraña la suerte misma de nuestra República.

La guerra civil (Guerra Federal, otras revoluciones y montoneras) ha influido notablemente en el aumento de la criminalidad en Venezuela y en la proliferación de otros males morales, porque ha exaltado la impulsividad atávica de nuestra raza, el menosprecio por la vida y la exaltación de un malentendido valor30. Nuestro autor insiste en que la guerra civil hizo perder a los individuos todas las nociones morales y sociales y fortaleció la corrupción del pueblo. La guerra y su consecuente revolución sembraron la miseria, el hambre, las cuales favorecieron el pillaje, el robo, etc. La decadencia moral del individuo y la sociedad.

Aunque explícitamente no hallamos encontrado en la obra de Salas referencias directas al pensamiento de Adam Smith, sentimos una cierta relación entre el autor de La Teoría de los Sentimientos Morales y el sociólogo merideño. Smith proponía en su obra que el auténtico líder (gobernante), era aquél que procuraba, a toda costa, la felicidad de los individuos de su comunidad (pueblo). El rechazo de Salas al régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, más que un rechazo a la brutalidad del régimen, fue un desprecio a la inmoralidad del mismo, y hacia a un líder que no cumplía con la máxima fundamental de lograr la felicidad de su pueblo. La felicidad es para Smith un concepto moral, un orden de las cosas y del mundo, una consecuencia del progreso espiritual y material, visión ésta que compagina con el deseo y el concepto de civilización que Julio César Salas aspiraba para Venezuela y Latinoamérica.

A manera de conclusiones

A partir de lo anteriormente expuesto se podría realizar una síntesis que permitiría presentar la visión del hombre y de la sociedad en el pensamiento de Julio César Salas, es conveniente señalar, ante todo, que Salas fue un estudioso de las lenguas indígenas, de la cultura de los pueblos aborígenes americanos y un defensor de éstos como lo demuestran sus obras, entre las que se destacan Estudios Americanistas y Los Indios Caribes. Gran parte de la obra de este autor se encuentra inédita, aunque sabemos de la existencia de un diccionario comparado de lenguas indígenas que está en proceso de publicación.

Salas fue un positivista, se nutrió de la doctrina de Comte y Spencer, aunque en muchas ocasiones hizo pública su discrepancia con estos autores. Su militancia positivista lo hizo ser un autor anticlerical, aunque no podemos afirmar si fue o no ateo.

Su inconformidad con el positivismo tradicional se manifestó, primeramente, en su rechazo a los planteamientos deterministas en el plano racial y geográfico. Su rechazo a los determinismos propios del positivismo evolucionista lo obligan a formular un planteamiento fundamentado en los condicionamientos históricos, donde el hombre y la sociedad son condicionados por la historia, mas no determinados por ésta, lo que permitiría la posibilidad de una interpretación de la historia latinoamericana en términos positivos, superando así el tradicional pesimismo del positivismo continental.

La educación para Salas es un elemento transformador que permite la construcción de un hombre nuevo y de una sociedad próspera y distinta. La educación es el medio por excelencia para superar el atraso, herencia de nuestro pasado colonial.

En el pensamiento de Julio César Salas están presentes el positivismo y el liberalismo, su visión de la libertad, del progreso y de la civilización lo obligaron a rechazar toda forma de totalitarismo, de dictadura y de tiranía, por ello, su rechazo al régimen de Juan Vicente Gómez, a quien adversó en el ámbito de las ideas. Para Salas el desarrollo del individuo, de la sociedad y de los pueblos, solo es posible en libertad.

Salas concibe al hombre como un ser moral. La moral pública es otro de los elementos necesarios para alcanzar el progreso. La lucha contra la corrupción a nivel gubernamental, el ejercicio pleno del derecho y el fortalecimiento de las instituciones públicas son condiciones necesarias para la evolución positiva de cualquier nación.

Julio César Salas es un autor distante de la utopía, su pensamiento es ajeno al de cualquier pensador romántico, el positivismo lo ata a la realidad, por ello más que un soñador, Salas es un hombre que deseó construir una Latinoamérica nueva y una Venezuela distinta, surgida como el Ave Fénix, de las cenizas de un nefasto pasado.

Notas

1 CAPELLETTI, Ángel: Positivismo y Evolucionismo en Venezuela. Monte Ávila Editores, Caracas, 1992.         [ Links ] (Véase especialmente el capítulo titulado “El Positivismo Andino”).

2 SALAS, Julio César: Estudios Americanistas. Fundación Julio César Salas. Caracas, 2000,         [ Links ] pp. 11-14. Véase La introducción a esta obra, donde el autor realizó un breve recuento autobiográfico.

3 SALAS, J.C.: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998, p. 24.

4 Op. cit., p. 19.

5 Ibidem, p. 21.

6 Ibidem, p. 80.

7 Ibidem, p. 82.

8 Ibidem, p. 83.

9 Ibidem, p. 87.

10 Ibidem, p. 88.

11 Ibidem, p. 95.

12 Ibidem, pp. 100-101.

13 Ibidem, pp. 101-102.

14 Ibidem, p. 108.

15 SALAS, J.C.: Tierra Firme. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1997, p. 249.

16 Op. cit. p. 183.

17 SALAS, J.C.: Lecciones de Sociología aplicadas a la América. Sociedad General de Publicaciones, Barcelona, 1914, p. 24. Véase además Civilización y Barbarie, Cap. I, y Tierra Firme, Cap. VII.

18 SALAS, J.C.: Tierra Firme. Fundación Julio César Salas. Caracas, 1997, p. 99.

19 Op. cit., p. 100.

20 Ibidem, p. 101.

21 Ibidem, p. 103.

22 Véase: ZEA, Leopoldo: Del Liberalismo a la Revolución en la Educación Mexicana. Cap. I. Instituto Nacional de Estudios Históricos, México, 1956.

23 SALAS, J.C.: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998, p. 185.

24 Op. cit., p. 185.

25 Ibidem, p. 186.

26 Ibidem, p. 187.

27 Ibidem, p. 187.

28 SMITH, Adam: Investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones. Fondo de Cultura Económica., México, 1997, Véase Libro IV, Cáp. VII.

29 SALAS, J.C.: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998, p. 189.

30 SALAS, J.C.: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas. 1998, p. 121.

Bibliografías

1. CAPELLETTI, Ángel: Positivismo y Evolucionismo en Venezuela. Monte Ávila Editores, Caracas, 1992.

2. SALAS, Julio César: Estudios Americanistas. Fundación Julio César Salas. Caracas, 2000.

3. SALAS, Julio César: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998.        [ Links ]

4. SALAS, Julio César: Tierra Firme. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1997.        [ Links ]

5. SALAS, Julio César: Lecciones de Sociología aplicadas a la América. Sociedad General de Publicaciones, Barcelona, 1914.        [ Links ]

6. SALAS, Julio César: Tierra Firme. Fundación Julio César Salas. Caracas, 1997.        [ Links ]

7. SALAS, Julio César: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998.        [ Links ]

8. SALAS, Julio César: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998.        [ Links ]

9. SALAS, Julio César: Civilización y Barbarie. Fundación Julio César Salas, Caracas, 1998.        [ Links ]

10. SMITH, Adams. Investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones. Fondo de Cultura Económica., México, 1997, Véase  Libro IV, Cáp. VII.        [ Links ]

11. ZEA, Leopoldo: Del Liberalismo a la Revolución en la Educación Mexicana.  Cap. I. Instituto Nacional de Estudios Históricos, México, 1956.        [ Links ]