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Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.27 n.62 Maracaibo ago. 2009

 

Crítica a los reduccionismos epistemológicos en las ciencias sociales

Critic to epistemological reductionisms in social sciences

Pablo Guadarrama González

Universidad Central de Las Villas Santa Clara-Cuba

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo fundamental criticar a los reduccionismos epistemológicos en las ciencias sociales; entre los que se destacan: el reduccionismo geocéntrico, geográfico, economicista, lógico analítico-lingüístico, estructural-funcionalista, hermenéutico, fenomenológico y los reduccionismos emergentes. En contraposición a estos reduccionismos han aparecido en la historia del pensamiento humano, simultáneamente y bajo condiciones similares, diversos enfoques que, con diferentes términos, han tratado de superar estos enfoques reduccionistas: el paradigma dialéctico, holista, de la complejidad y el paradigma poscolonial. Como reflexiones finales de esta investigación podemos destacar que siempre han existido y existirán razones epistémicas suficientemente fundamentadas para concebir -tanto unilateral como multilateralmente- la realidad; y el hecho de que prevalezca una u otra perspectiva dependerá tanto del nivel de desarrollo de la ciencia y la filosofía (del reconocimiento mayor o menor que tenga el protagonismo de algunas ciencias, en particular, dado su impacto tecnológico o social), como del grado de desarrollo y solución de las contradicciones sociales de la época histórica en que se generen y disuelvan los reduccionismos.

Palabras clave: Reduccionismo epistemológico, ciencias sociales, paradigma.

Abstract

This paper aims to criticize the epistemological reductionisms in the social sciences, among which are: geocentric reductionism, geographic, economic, linguistic, logical analysis, structural-functionalist, hermeneutic, phenomenological and emergent reductionism. In contrast to these reductionisms, there are several approaches that have emerged in the history of human thought, that with different terms, have been trying to overcome these reductionist points of view, such as: the dialectical paradigm, the holistic, the complexity and the postcolonial paradigms. As final thoughts, the paper highlights that there have always been and there will always be epistemic grounds to conceive -both unilaterally and multilaterally- reality; and the fact that one or another perspective prevails will depend on the level of development of science and philosophy ( the greater or lesser recognition that the protagonist of some sciences has, in particular, given their social and technological impact), as well as on the degree of development and solution for social contradictions of the historical epoch in which reductionisms are generated and dissolved.

Key words: Epistemological reductionism, social sciences, paradigm.

Recibido: 02-11-08 • Aceptado: 21-04-09

Antecedentes de los reduccionismos epistemológicos

Reducir, que también en el discurso cotidiano se entiende por disminuir o estrechar, constituye en el plano ontológico-epistemológico una forma simple, sencilla de concebir la diversidad y complejidad de la realidad atribuyéndole a un determinado elemento del mismo el papel protagónico y determinante para su desarrollo, lo cual presupone privilegiarlo a la hora de alcanzar un conocimiento elaborado de la misma. De tal modo un enfoque reduccionista siempre conlleva una distorsión o deformación en la perspectiva y, por lo tanto, en el resultado del proceso epistémico.

Normalmente en el proceso de percepción de la realidad el sujeto presta mayor atención a una parte o parcela de la totalidad concreta que por alguna razón u otra despierta en él el mayor interés, y esto puede conducirlo a hiperbolizarla afectando la comprensión integral del objeto, al producir pseudoconcresiones1 que traen como resultado endebles resultados de la investigación científica o filosófica, cuando ésta no es adecuadamente dirigida2. Ante estas tendencias, el pensamiento filosófico desde la antigüedad, como pudo apreciarse en Aristóteles, y en el inicio de la modernidad con Bruno o Pascal hasta nuestros días, ha enfatizado en la necesidad de insistir en la imprescindible visión holística de aquella porción de la realidad que posibilita una paulatina mejor comprensión de la misma que se revela como totalidades parciales e históricamente concretas.

El ser humano desde los primeros momentos de su evolución intelectual y de su praxis social ha hecho de la reducción epistemológica un necesario ejercicio que le ha posibilitado una comprensión elemental de la realidad que no ha sido causada exclusivamente por factores de carácter cognitivo, sino condicionada también por factores de carácter social e inclusive de orden ideológico, condición, esta última, que, como hemos analizado en otro momento3, no necesariamente es de falsedad pues, como sostiene Frederic Jameson “...la palabra ideología no es peyorativa (...) un concepto puede ser al mismo tiempo ideológico y también correcto y verdadero”4.

Dadas las dificultades que se le presentaban al hombre en los primeros estadios de su desarrollo, para obtener una respuesta ante innumerables incógnitas, éste apeló a la magia como una forma alienante de simplificación de los nexos que existen en cuanto a la relación causa-efecto en su vínculo con la naturaleza y con sus semejantes; y en tal apelación, ejercitó la reducción epistemológica, de manera tal que atribuía a cualquier factor aislado la condición de desencadenante de algún acontecimiento, y así podía dirigir su acción específicamente hacia él para intentar producir la reacción deseada, con el consecuente índice de probabilidad de éxito-error que siempre el empirismo proporciona.

En cierta forma las diversas modalidades de prácticas prereligiosas como el animismo, el fetichismo, el totemismo, etc., independientemente de su referida condición fideísta, presuponían de algún modo una postura epistemológica en la que la reducción a buscar sus ancestros o nexos familiares en un animal, planta, fenómeno natural, etc., significaba la vía mas sencilla para encontrar alguna respuesta a innumerables problemas que se le planteaban a aquel hombre que aún no había accedido a abstracciones de tipo superior, como la que le proporcionaría en su momento primero: el monoteísmo y luego la emancipación del pensamiento racional respecto a la fe, dando lugar al nacimiento de la filosofía5 y posteriormente de las ciencias.

Resultaba plenamente comprensible que en aquellos estadios preliminares del desarrollo del intelecto y del lenguaje, en suma, de la capacidad de abstracción, el hombre intentase encontrar respuestas al problema de conocer los más complejos fenómenos naturales y humanos –entre los que se encontraban los espirituales– y a la forma de comportarse ante ellos. Por ello, acudió a elementos muy concretos y cotidianos que le acompañaban en su cotidiano existir, o a lo sumo, a algunas de sus imágenes sintetizadas en diversas expresiones simbólicas.

En el pensamiento antiguo fue común tratar de encontrar un principio fundante (arjé) a todas las cosas bien en algún elemento cualitativamente diferenciado como el agua, el aire, el fuego, o incluso en una sustancia imprecisa como el apeyron o en una determinación cuantitativa como el número6. Tales tipos de ejercicios intelectuales de una forma u otra constituían ciertas formas de reduccionismos tanto ontológicos como epistemológicos y fueron determinantes en la comprensión de todo lo existente, incluyendo la condición del propio ser humano.

Todo parece indicar que los antecedentes de los distintos tipos de reduccionismos que engendró el pensamiento de la modernidad tienen raíces ancestrales y formas de desarrollo muy versátiles en la evolución de la cultura humana. Ante lo cual cabría formularse las siguientes interrogantes: ¿Han sido o no estas formas de formulaciones reduccionistas etapas necesarias o incluso imprescindibles de la evolución epistemológica del hombre? y, ¿hasta qué punto tales reduccionismos han sido superados definitivamente o existen aún condiciones de diversa índole que pueden propiciar el renacimiento de algunas de sus formas?

1. El reduccionismo teocéntrico

Tal vez la forma más propiciadora de los reduccionismos epistemológicos en aquellas primeras etapas de la evolución de la humanidad se produjo al aparecer la idea de los dioses y finalmente la monoteísta idea de Dios, con las cuales, si bien por un lado por razones ideológicas se renunciaba de hecho a plantearse la búsqueda del conocimiento de las causas propiamente dichas de los fenómenos y en su lugar se propiciaba solamente atenerse a apreciar los efectos de sus respectivas voluntades, en cierta medida tal actitud implicaba también una específica asunción de cierto tipo de reduccionismo epistemológico al considerarse que sólo en Dios se encontraba la sabiduría7 y exclusivamente a través de su intercomunicación con él, mediada por sacerdotes, iglesias, etc., era posible parcialmente acceder al conocimiento.

Durante la Edad Media la función omnicomprensiva de la filosofía, que ya en la antigüedad, y no solo grecolatina, sino también en el mundo oriental había alcanzado niveles de desarrollo epistémico considerables, como lo demuestra el hecho de la existencia de múltiples escuelas filosóficas en la antigua China8, quedó limitada y subordinada al poder de la religión9, que se autoconstituyó en saber absoluto dominante y no posibilitaba autonomía a los elementales conocimientos científicos existentes, ni a la filosofía10 y mucho menos al pensamiento político y jurídico.

Una vez más se le planteó al saber filosófico la tarea de emanciparse de la tutela religiosa para poder desarrollar plenamente su función cosmovisiva, aunque no siempre lo lograse plenamente y aun algunos consideran que el complemento imprescindible en la condición humana ante el mundo se encuentra en no limitarse a la racionalidad filosófica o a la demostración científica, sino en admitir las potencialidades enriquecedoras de la praxis religiosa y artística. Sin embargo, todo parece indicar que siempre que cuando la filosofía y la ciencia hacen algún tipo de concesión en cuanto a la especificidad de sus respectivos objetos de estudio y en particular en lo referido a los métodos eminentemente racionales para estudiarlos11, pierde parte de su poderío y autonomía y cede terreno a la fe, pues como sugería Marx: “La religión es el sol ilusorio alrededor del cual el hombre gira cuando no es capaz de girar en derredor de sí mismo” 12. De manera que cuando la preocupación no es el hombre mismo y sus problemas, sino quien puede haber sido el causante de los mismos, ya ese tipo de pregunta “culpable”, como consideraba Sartre, -que ya presuponía la respuesta, implica necesariamente presuponer la determinante acción de algún tipo de persona divina y en ese caso la fe prevalece sobre la razón.

Al parecer las inquietudes inicialmente filosóficas y posteriormente científicas que procuraban encontrar explicaciones no fideístas sino racionales a las innumerables interrogantes sobre el mundo generaron nuevas formas de reduccionismos, y no solo en el plano epistemológico exclusivamente, sino con determinada trascendencia ontológica.

Por otra parte, aun cuando no es posible considerar propiamente la existencia de las ciencias sociales en la antigüedad, y tampoco en el medioevo ya que éstas son, en verdad, un producto de la maduración de la modernidad, sin embargo tampoco se pueden ignorar los gérmenes de un pensamiento social que se articula en dichas anteriores etapas de evolución de la humanidad en las que se puede advertir la existencia de cierta forma de reduccionismo teológico, puesto que se intentó lograr una comprensión del mundo mediada eminentemente por la perspectiva teocéntrica, en las que los límites entre creer y saber parecían difuminarse13.

Precisamente el giro antropocéntrico –plasmado gráficamente en el conocido dibujo de Leonardo da Vinci en que una vigorosa figura humana extiende sus extremidades a la infinita circunferencia que simboliza el universo– que irá promoviendo el humanismo renacentista propiciará nuevos enfoques de la realidad tanto natural como social, que tendrá incluso algunos mártires como Miguel de Servet y Giordano Bruno y permitiría incipientes análisis laicos de la vida social como los de Maquiavelo, considerado entre los gérmenes de las ciencias sociales avocadas desde su nacimiento a nuevos tipos de reduccionismos epistemológicos.

2. El reduccionismo mecanicista

Los avances que se observan en el desarrollo de las ciencias a partir del Renacimiento cuando la cultura occidental se ha beneficiado de algunas de las conquistas científicas, tecnológicas e incluso cosmovisivas y filosóficas, de los logros de la cultura árabe, como se aprecia en el caso de Averroes y Avicena, del extremo Oriente, en particular la India, China y Japón, así como la apropiación de también muchos de esos valores del mundo americano precolombino -aun cuando eran considerados “bárbaros”14, contribuyeron de cierta forma a propiciar los transformaciones que se operarían en las concepciones y estudios en relación al universo, tal es el caso de Bruno, y en particular al sistema solar con la teoría de Copérnico.

Tanto los estudios mecánicos de Da Vinci, como los experimentos de Galileo, las tesis astronómicas de Kepler y especialmente los descubrimientos de Newton en los que la interdependencia entre fuerzas centrípetas y centrífugas en campos gravitacionales propiciaron el mecanicismo cartesiano y de La Metrie, especialmente en su libro El hombre Máquina en la comprensión del hombre y en general de la sociedad.

Si bien hoy puede resultar extremadamente ingenuo considerar que el ser humano pueda ser concebido articulado por engranajes mecánicos en los que sistemas de poleas y transmisiones intentan expresar sus movimientos, nada tiene de extraño que en aquella época dado el extraordinario avance de la física y en particular de la mecánica se intentase una comprensión del hombre en su dinamismo como un artefacto privilegiado.

Cuando palancas y émbolos desplegaban fuerzas desconocidas hasta entonces potenciando el incipiente desarrollo tecnológico tan exigido por el naciente capitalismo que se coronaría en la Revolución Industrial, el pensamiento social podía permitirse cierta licencia de concebir la complejidad societal reducida a la acción y el manejo de algunos móviles básicos que de manera simbólica se expresaban mecánicamente.

El pensamiento científico y filosófico moderno en su enfrentamiento al dogmatismo escolástico se caracterizó por una preocupación insistente en la problemática del método –tan cuestionada hasta nuestros días15–, de la cual se derivaron posturas empiristas y racionalistas que se caracterizaron por enfatizar uno de los dos momentos básicos del proceso cognitivo y en tal sentido constituyeron también formas específicas de reduccionismos en el orden epistémico, que tanto Kant como otras interpretaciones más dialécticas, holísticas y complejas en pensadores posteriores, trataron de superar.

3. El reduccionismo geográfico

En el proceso expansivo y fagositósico de la cultura occidental en el que ésta fue devorando y digiriendo mundos especialmente con el impulso de la modernidad en la que el bojeo de Africa permitió también el acceso colonialista hacia el extremo Oriente por un lado y encontronazo con el continente americano por el otro (es conocido que el controvertido y eurocéntrico término de descubrimiento contrapuesto al no menos cargado ideológicamente de encubrimiento16 que no deja de tener argumentos que lo fundamente– parece tener en el de encontronazo o hasta de tropezón, según Zea, de Colón con América, expresiones más apropiadas aunque tal vez no tan académicas), resultaba comprensible que nuevos análisis sobre la significación del medio geográfico llamasen algo más la atención entre los factores determinantes en el proceso civilizatorio de los diferentes pueblos del orbe.

No sólo en el caso de Montesquieu, por razones de alguna fundamentación epistémica, se apreció la hiperbolización del medio geográfico en la valoración de los múltiples factores que inciden en el desarrollo social, sino que se hizo común en ese proceso de guerras coloniales por el reparto del mundo que se buscasen las justificaciones más diversas.

El destacado pensador francés llegó a argumentar las razones por las cuales la caña de azúcar debía ser cortada por negros esclavos dada la contextura de su piel considerada más resistente a los rayos del sol que la de los europeos blancos17. No hace falta ser muy versado en dermatología para percatarse de las razones ideológicas que subyacían en tales concepciones del mismo modo que aquellas que intentaban justificar la utilización de los aborígenes americanos como bestias de carga de sus propias riquezas trasladadas a Europa. Nada tiene de extraño tampoco que en plena ilustración los anteriores debates del siglo XVI sobre la condición humana de los aborígenes americanos e incluso hasta de los animales y plantas de esta región reverdeciera en Buffón y De Paw, entre otros. Es evidente que los factores ideológicos parece que hubieran tenido un mayor peso que los epistemológicos en tales consideraciones.

Ahora bien, no se debe pensar que estuviesen absolutamente desprovistas de racionalidad las argumentaciones de quienes hiperbolizaron factores naturales como el clima, el ambiente, el factor étnico, etc., y especialmente la alimentación18, en la conformación y desarrollo de los pueblos, ya que los mismos constituyen variables obligadas de consideración en cualquier investigación social.

Por supuesto que no podrían sostenerse las mismas concepciones respecto al trabajo, el ocio, la propiedad, el ahorro, el individuo y la comunidad, etc., en pueblos amenazados por un crudo invierno como los europeos o por amplias zonas desérticas como las prevalecientes en la mayor parte del mundo árabe que las que se desarrollaron en ambientes tropicales o en zonas de permanencia templada.

Nadie puede dudar que tales factores estuvieran muy presentes tanto en las concepciones y prácticas de la vida cotidiana de los diferentes pueblos del orbe e ignorarlos o subestimarlos puede conducir a conclusiones también taradas epistemológicamente. Pero hiberbolizarlos siempre puede conducir a enfoques unilaterales como los que condujeron a Max Weber en su análisis sobre el papel de la ética protestante en la génesis del capitalismo.

La valoración del papel del factor ambiental en los estudios sociales constituirá siempre una necesidad insoslayable y con mayor razón en la actualidad cuando se han presentado algunas evidencias de las posibles consecuencias del ecocidio cometido por algunas generaciones humanas y por otra parte sabido es, como planteara Marx, que un medio geográfico demasiado favorable no siempre contribuye a impulsar la capacidad creativa y productiva de un pueblo19.

Ahora bien, una cosa es justipreciar la significación del factor geográfico en el desarrollo de determinados procesos sociales y otra es la hiperbolización de los mismos que implica el reduccionismo geográfico que aun subiste en algunos estudios con la imprescindible dosis ideológica que los anima. El investigador de las ciencias sociales debe saber que tiene siempre una gran responsabilidad que le evite los nefastos extremos hiperbolizadores o subestimadores del componente geográfico en sus análisis.

4. El reduccionismo biologista

El siglo XIX estuvo marcado no sólo por un desarrollo extraordinario de la filosofía en sus más diversas expresiones y corrientes, sino ante todo de las ciencias naturales, por un lado por el desarrollo extraordinario de la biología y por otro por los estudios económicos y sociológicos.

El descubrimiento de la célula por Schwam como elemento común al mundo vegetal y al animal incluyendo al hombre, el desarrollo de la bioquímica por Kart Schorlemmer y de la teoría evolucionista de Ch. Darwin eran todos avances de las ciencias que rompían con la dicotomía maniqueísta entre la sociedad humana y la naturaleza favorecedora de concepciones creacionistas. Al mismo tiempo las concepciones diacrónicas y transdisciplinarias de la relación naturaleza-sociedad planteaban la posibilidad de nuevas ciencias como la etología con Konrad Lorenz y Niko Tiberguen que fundamentaban la posibilidad de una visión más unitaria de lo humano y lo animal.

De la etología se infiere la necesaria consideración filosófica de muchos de sus novedosos planteamientos, pues como plantea Fernández Tresguerres, “rompe el dualismo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales, porque es una ciencia natural y a la vez social”20, tal vez a tenor con la utopía concreta que pensaba Marx de que en el futuro habrá una sola ciencia: la ciencia del hombre.

Si bien, acertadamente Fernández Tresguerres prevenía contra cualquier tipo de reduccionismo biologicista en la comprensión del hombre al considerar que “la pretensión del etologismo se halla injustificada y resulta insuficiente21, pues “ hubo un momento (¿Cuándo?) en que el hombre soltó la rémora de su naturaleza biológica para ser, desde entonces, un animal cuyo comportamiento hay que explicar en clave de Cultura”22, aun cuando toda concepción de la cultura diferencia al hombre no sólo de la naturaleza, sino también de las excrecencias sociales23 que éste produce pero siempre deberá presuponer contar con el inevitable fermento biológico consustancial al hombre.

José Martí, durante su estancia en México, al apreciar las cruentas batallas que se reproducían en los pueblos latinoamericanos después de su independencia, afirmaba: “Es natural que en la guerra se luche y se mate; la guerra es una de las semejanzas del ser humano con la fiera, y el hombre fiera duerme en el fondo del más humilde ser”24. Sin embargo su humanismo práctico y su optimismo realista en su concepción antropológica le indujeron siempre a hurgar más en los espacios donde se construye el hombre superior que en aquellos donde pueda propiciarse su destrucción.

El reduccionismo biologista que fue propiciado por el positivismo, sufrió una metamorfosis sui generis en América Latina25. Su fundador Auguste Comte intentó sintetizar los logros de la ciencia hasta entonces en un esquema único de subordinaciones, elaborado por él, en las que las matemáticas, dada su condición de profesor de esa disciplina ocuparía también un privilegiado lugar y explicaría la tendencia cuantitativista que ha caracterizado las investigaciones inspiradas en el paradigma positivista. A su juicio, el conocimiento humano debía poseer una base empírica. Esa base positiva es el primer momento del conocimiento: el fundamento de las ciencias naturales26.

Su intención de gestar una física social o sociología indudablemente constituiría un paso de avance en el proceso de consolidación de las ciencias sociales, pero a la vez evidenciaba el reduccionismo biologicista que acompañaba aquel alumbramiento.

En correspondencia con la tesis comteana de que en la naturaleza existe una permanente evolución de todos sus componentes, su seguidor Herbert Spencer formuló la tesis -que pudiera considerarse una consecuencia invertida del reduccionismo biologicista- de la transformación universal de lo “homogéneo indefinido en lo heterogéneo definido”27. A su juicio todas los fenómenos primero son homogéneos pero indefinidos y luego por un proceso normal de diferenciación de las partes, estos se hacen cada vez más heterogéneos, pero en la misma medida más definidos.

Un rasgo típico del positivismo en sus diferentes expresiones y etapas ha sido su reduccionismo, es decir, intentar explicar los fenómenos de determinadas esferas del saber científico a través de los parámetros y formulaciones de otras ciencias de niveles más sencillos de complejidad. Así, en el siglo XIX primero intentaron explicar todos los fenómenos, incluyendo los sociales, a través de la biología, posteriormente le tocaría el turno del predominio sobre los demás saberes a otras ciencias, como la psicología, la lógica, la física, la lingüística, etc.

Spencer traslada al mundo social la validez de las leyes de la biología y crea la teoría del darwinismo social, estas ideas vinieron a justificar posturas racistas y reaccionarias que pretendía explicar los fenómenos sociales como producto de la evolución natural, y esto le llevó a suponer la existencia de pueblos inferiores y otros superiores. Esto significa que hay pueblos que por su naturaleza deben ser dirigidos por otros.

Spencer pensaba que efectivamente hay hombres inferiores y superiores, sin embargo, le otorgaba una extraordinaria importancia a la escuela y a otras instituciones educativas. Según él, aunque los hombres sean desiguales por problemas biológicos, existen determinados factores como el medio (melieu) que pueden contribuir a subsanar esas diferencias y mejorar constantemente el mundo. Esta es la base fundamental de la teoría del meliorismo, según la cual el mundo no es bueno ni malo por naturaleza, pero sí es siempre susceptible de perfeccionamiento.

Las tesis melioristas propugnan que el medio es un producto que conforma el hombre y lo perfecciona. La raíz de esta concepción se encuentra en aquellas ideas de John Locke, cuando sostenía que el hombre es un producto de sus circunstancias, porque es una especie de hoja en limpio (tabula rasa) cuando nace.

Posteriormente Marx sostuvo que el hombre es un producto del medio en grado relativo, pues es el hombre quien ante todo activamente genera sus propias circunstancias y las transforma28. De lo contrario, se tendría que admitir que el hombre es un ser pasivo y simplemente un producto del medio. Si se acepta dicha tesis, de nada serviría la acción de padres, maestros y todos aquellos que intervienen en su educación. Si no son capaces de inculcar la autotransformación y se aceptan fatalmente las circunstancias dadas, no habría en ese caso que modificar nada.

Estas ideas spencerianas eran también muy lejanas a las del positivismo jurídico de Lombroso y Ferri en Italia, que compartían los criterios de la frenología, según la cual las capacidades intelectuales, cualidades y comportamientos de las personas estaban fatalmente determinados por su capacidad craneana y otros rasgos biológicos. Como es conocido, la ideología fascista, en especial el nazismo, hiperbolizó estas ideas junto al irracionalismo y las utilizó como fundamento de sus prácticas misantrópicas29.

Pero el darwinismo-social de Spencer distaba mucho de tales posiciones archirreaccionarias. Marx y Engels criticaron el socialdarwinismo al considerarlo una especie de malthusianismo al revés, aplicar la teoría de la progresión geométrica del crecimiento de la población, buscando una explicación natural. Estas opiniones dieron lugar a que no solo en la literatura marxista se calificase de manera común peyorativamente toda postura del darwinismo-social sin establecer diferencias entre sus distintas formulaciones.

No siempre se ha tomado en consideración de manera adecuada que el positivismo spenceriano en su enfoque del darwinismo-social constituía un intento de explicación de lo que posteriormente se denominaría enfoque sistémico de la sociedad y de un análisis estructural-funcional de la misma.

Esta teoría no presuponía en todas sus expresiones intenciones racistas y reaccionarias como se le ha querido a veces reducir, aunque en verdad en algunos casos estas ideas hayan servido también para esos objetivos.

Es interesante observar las manifestaciones de este tipo de reduccionismo biológico en algunas de las teorías neoclásicas de economía como en el caso de Marschal, quien han considerado que la mayor parte de los elementos se mantienen constantes excepto una matriz que desempeña la función de variable principal y así del mismo modo debe ser considerada la evolución de los procesos económicos y sociales.

Detrás de esas concepciones se esconde, por supuesto también, la postura ideológica que favorece los procesos graduales evolutivos a través de reformas no radicales en lugar de considerar las revoluciones sociales como “locomotoras de la historia” tal como las concibiera Marx.

El reduccionismo biologicista no ha desaparecido del horizonte de posibilidades que en la actualidad se regenera ante los inusitados avances de la biología, la biotecnología, la medicina, etc., y que le plantean al pensamiento científico contemporáneo nuevos retos para superarlo.

5. El reduccionismo economicista

En la Antigüedad el intento omnicomprensivo de la filosofía quedó plasmado en lo que se consideró usualmente sus tres partes fundamentales: física, lógica y ética30. Posteriormente esta división no fue suficiente para determinar su verdadero radio de acción y nuevas complejas subdivisiones se incorporarían de forma cada vez más especializada, como filosofía de la historia, del derecho, del arte, de la religión, etc. Se trataba de dejar bien establecido que no existe porción alguna de la realidad que pueda escapar a su mirada escrutadora y su intención de comprender todos los fenómenos del infinito universo.

Esa pretensión abarcadora y predictiva se mantiene presente en la filosofía contemporánea, aun cuando sea de un modo diferente, pues algunas, aunque hayan rechazado explícitamente el criterio de considerar a la filosofía como una ciencia de las ciencias31, no han renunciado a que su escalpelo metodológico descubra los misterios entrañables de nuevas esferas de la realidad y por tanto del conocimiento antes ignoradas por el hombre.

Así aunque la postura de Marx y Engels era crítica frente a los sistemas filosóficos absolutizantes y cerrados32, sin embargo, algunos de las interpretaciones del marxismo en particular la denominada del marxismo-leninismo, le construyeron con el materialismo dialéctico un aparato tan especulativo como aquellos sistemas inamovibles que aquél había criticado, sin que esto significase renunciar a la necesaria sistematización del saber que demanda toda filosofía.

El hecho de que Marx y Engels le dedicasen atención especial al análisis de la estructura o base económica de la sociedad como elemento que a su juicio en última instancia determina todas las relaciones sociales y se expresa también en expresiones en la superestructura ideológica, política y jurídica de la sociedad condujo a que algunos de sus discípulos, como reconociese Engels, hiperbolizaran la significación del factor económico en detrimento de la necesaria visión holística e integradora reclamada por el enfoque dialéctico.

Un nuevo tipo de reduccionismo se propagó en algunas de las interpretaciones más dogmáticas y simplificadores, propiciado por el privilegiado lugar que tuvo el estudio de las relaciones capitalistas de producción en la obra cumbre de Marx, El Capital, cuando no se diferenció adecuadamente como plantea Kosik “La distinción entre estructura económica (que es uno de los conceptos fundamentales del materialismo marxista) y el factor económico (que es un concepto frecuente en las teorías sociológicas vulgares), proporciona la clave para comprender el significado central de la economía política en el sistema de las ciencias sociales y el primado de la economía en la vida social’’33. Pues en verdad “La concepción materialista de la estructura económica se halla indisolublemente ligada a la problemática del trabajo y de la práctica”34, por lo que si no se toma en consideración ese importante aspecto puede degenerar en la hiperbolización del papel del factor económico y caer en el reduccionismo economicista.

Sin embargo, pensar que esta errónea concepción es exclusiva de interpretaciones unilaterales de la concepción materialista de la historia propugnada por el marxismo sería inexacto pues han sido múltiples las interpretaciones de aquellos que fundamentan ideológicamente el neoliberalismo tan distanciados del marxismo, como Friedrich von Hayek o Milton Friedmann quienes también han hiperbolizado el papel del libre mercado y del factor económico como detonante básico de las transformaciones sociales. La actual crisis de los bancos norteamericanos y europeos, principalmente, que sacude a todo el sistema capitalista mundial, no solo pone en evidencia el fracaso se la hipócrita ideología neoliberal, sino que pone en tela de juicio la validez de la utopía abstracta (E. Bloch) del predominio del presunto mercado “libre”, del mismo modo que con la caída del Muro de Berlin se esfumó la de la hiperbolización absolutizante del Estado. Pareciera que los pueblos prefieren buscar sociedades más realistas y humanizantes que las del “socialismo real” y el “capitalismo real”.

El derrumbe de la Unión Soviética y de los países considerados socialistas de Europa Oriental ha estimulado la idea de que el factor determinante de dicho proceso de desmontaje fue el elemento económico y especialmente el retraso tecnológico con las consecuentes incidencias en la producción de bienes de consumo para la población.

Tales nuevas formas de reduccionismo economicista se caracterizan por subestimar el extraordinariamente amplio conjunto de fenómenos de carácter político, cultural, ideológico -entre los cuales no se debe pasar por alto el religioso, jurídico, generacional etc., que también desempeñaron su función en tal proceso de desarticulación del autoproclamado “socialismo real”35.

En una época como la contemporánea marcada por la globalización y las tendencias neoliberales36 hiperbolizantes del papel del mercado, la economía, el desarrollo tecnológico, etc., nada tiene de extraño que reverdezcan nuevas formas de reduccionismo economicista revertidas de ropajes diferentes pero con su misma esencia unilateral de concebir el desarrollo de la complejidad de los fenómenos sociales. Estamos sin duda en presencia de nuevas formas de pensamiento metafísico que pretende inútilmente presentarse como superador de todas las metafísicas anteriores37.

6. El reduccionismo lógico analítico-lingüístico

Con el desarrollo de la lógica, especialmente de la lógica matemática a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, como factor condicionante de los avances de la física cuántica y los cambios cosmovisivos que se produjeron con el trascendental descubrimiento de la teoría de la relatividad formulada por Einstein, tomó un auge inusitado el desarrollo de los estudios lógicos.

La labor de Bertrand Russel con sus aportes a la teoría de conjuntos y en particular el despliegue del atomismo lógico, así como la conjunción con Ludwig Wittgenstein en relación a la significación del lenguaje, estimularon los enfoques de corte lógico-linguístico no sólo en el terreno de la filosofía y la epistemología, sino en su despliegue hacia las ciencias sociales38.

Las contribuciones de Saussure a la lingüística, el desarrollo posterior de la semiótica y tal vez el avance más significativo para todas las ciencias e incluso para la vida cotidiana con los descubrimientos de Norman Wiener en el terreno de la cibernética, condujeron a la información sistematizada a encontrar el lugar que le corresponde en el desarrollo de la episteme indudablemente contribuyeron al inusitado protagonismo contemporáneo de esas disciplinas con el merecido reconocimiento por una parte y la extrapolación de sus posibilidades por otra que ha conducido a nuevas formas de reduccionismos en este caso de carácter lógico-analítico-linguístico.

La mayor parte de los científicos y filósofos, aun cuando no se dejen seducir por el enfoque analítico lingüístico reconocen el significativo papel del lenguaje en el desarrollo del intelecto y de la sociedad, como se aprecia en Karl Popper, tan distante del reduccionismo analítico-lingüístico, pero no obstante, sostiene que: “Nuestra humanidad, nuestra razón, se la debemos al desarrollo de las funciones superiores del lenguaje, ya que nuestros poderes de razonamiento no son más que poderes de argumentación crítica”39. El mundo autónomo –señala Popper– de las funciones superiores del lenguaje se convierte en el mundo de la ciencia, con lo que el esquema originalmente válido tanto para el mundo animal como para el hombre primitivo, P1-ST-EE-P2, se transforma en el esquema del aumento del conocimiento mediante la supresión de errores en virtud de la crítica racional sistemática. Se transforma en el esquema de la búsqueda de la verdad y contenido mediante la discusión racional. Describe el modo en que salimos de nuestros cepos. Suministra una descripción racional de la emergencia evolutiva y de nuestra auto-trascendencia por medio de selección y crítica racional40.

Las ciencias sociales no han podido escapar del influjo reduccionista de tipo lógico analítico-lingüístico, tanto por la repercusión de los enfoques positivistas, cuantitativistas y pragmáticos en muchas de sus disciplinas como por la impronta del papel del lenguaje, pero especialmente con el impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) es esta presunta “sociedad del conocimiento” en la que ha florecido la ilusión de que todos los conflictos sociales puedan encontrar fácil solución con “mágicas palabras” en lugar de revolucionarias transformaciones.

7. El reduccionismo estructural-funcionalista

Aunque el estructuralismo se haya conformado propiamente como corriente filosófica a mediados del pasado siglo XX en verdad no es tan reciente, ya que tiene sustantivos antecedentes epistemológicos en la historia de la filosofía y la historia de la ciencia, razón que motivó a un significativo grupo de una generación intelectual a simpatizar con algunas de sus formulaciones.

A juicio de algunos básicamente toma auge también desde la lingüística a partir de la significativa labor de Ferdinand de Saussure, para quien el lenguaje no es ni una forma ni una sustancia, sino ante todo estructuras, o sea construcciones de elementos lingüísticos relacionados entre sí mediante un sistema ordenado de reglas, esto no significa tampoco que sus raíces sean ni tan inmediatas, ni reducidas exclusivamente al contenido de dicha ciencia.

En cierta medida es posible rastrear desde el pensamiento antiguo fermentos epistemológicos que anticipan la aparición posterior del estructuralismo, como puede apreciarse en diferentes perspectivas holísticas, referidas a la interrelación de los conceptos de todo y parte. Entre ellas se destaca la de Aristóteles, para quien “el todo es más que la suma de las partes”,41 ya que las partes al interactuar en el todo producen cualidades que han sido denominadas “emergentes” y que no son el resultado de la sumatoria mecánica de las mismas. Tales cualidades emergentes constituyen los elementos básicos de cualquier construcción e inciden de manera decisiva en la armonía de la misma de modo tal que cualquier afectación de alguna de ellas puede afectar su estabilidad total o lo que es lo mismo su estructura, la que también fue posteriormente objeto de análisis y reelaboración lógica en Averroes.

El estructuralismo, según Piaget, enfatiza la interrelación e interdependencia entre las partes del todo en el sentido en que aquellas están conectadas y subordinadas que posibilitan la autorregulación que asegura la estabilidad del sistema en cuestión pero a la vez su transformación. Se concibe la estructura como el modo en que dichas partes se conectan entre sí a la manera de un esqueleto en el que es fácil distinguir lo accesorio de los elementos indispensables. Y en esa búsqueda, con razón, el estructuralismo insiste en determinar cuáles son los elementos esenciales, determinantes, profundos para distinguirlos de aquellos secundarios o superficiales de un fenómeno.

Por tal motivo el estructuralismo – independientemente se su reduccionismo epistemológico– como la mayor parte de las posturas filosóficas que el hombre ha desarrollado en la historia, posee como sugería Lenin, algunos núcleos racionales42 que justifican y explican su gestación, desarrollo y aceptación. De lo contrario se tendría que llegar a la absurda conclusión según la cual el ser humano es un asiduo productor y consumidor de teorías absurdas, lo cual no parece ser lo común, aunque no falten excepciones que confirman la regla.

El estructuralismo es el resultado de la marcada intención de, por un lado, como herencia de cierta tradición racionalista –de ahí que se considere como una especie de neoracionalismo articulado en el caso la intelectualidad francesa, donde tomó tanto auge, a la herencia cartesiana–, concebir el mundo ordenado y sistémicamente organizado de manera tal que esto hace posible describirlo, explicarlo y predecir su desarrollo en correspondencia con cierta logicidad científicamente validada, y por otra parte, enfrentar críticamente cualquier postura irracionalista o atomizadora de la realidad.

A juicio de Adolfo Sánchez Vázquez: “Si los hechos no existen aisladamente, sino en la totalidad en que se integran como elementos, relaciones y dependencias, su explicación tiene que darse al nivel del todo del que forman parte (sistema o estructura). Esto es lo que subraya frente a todo atomismo el estructuralismo”43. Al menos en este aspecto, no parecen existir serias discrepancias con la dialéctica materialista propugnada por el marxismo.

Desde mediados del siglo XIX se había prestado mucha atención en los estudios biológicos a la correlación entre la estructura y función de los órganos en los organismos y se dieron premisas favorables para que apareciese un nuevo tipo de reduccionismo, el estructural-funcionalista que no siempre se ha caracterizado por enfatizar equilibradamente ambos momentos de dicha correlación y en su lugar en ocasiones se ha revelado más como estructuralismo y en otras como funcionalismo, según el aspecto que se haya privilegiado de manera reduccionista.

Resultaba comprensible que después de los estudios biológicos en los que se demostraba con argumentación suficiente la interdependencia imprescindible entre la estructura orgánica de cualquier organismo vivo con las funciones que desempeñan los diferentes órganos que la componen, ese análisis se trasladase de alguna forma con cierta razón al enfoque de determinadas ciencias sociales en particular la economía, la sociología, etc. Incluso en sus investigaciones sobre los mecanismos de funcionamiento de la sociedad capitalista Marx utiliza estos referentes estructurales aun cuando no lo convirtiese en fundamento básico de su perspectiva metodológica. Del mismo modo otros científicos naturales y sociales apelarían con frecuencia al método estructural-funcionalista como una herramienta heurística de extraordinario valor en sus trabajos sociológicos.

Todo parece indicar que “… aunque algunos estructuralistas se hayan opuesto al funcionalismo -como ocurre con Lévi-Strauss respecto a Malinowsky-, la idea de función desempeña un papel importante en el estructuralismo”44. Y a la vez indudablemente la preocupación por la función lo mismo que el concepto de estructura presuponen en algún modo atención al concepto de finalidad. De manera que pudiera pensarse que un enfoque estructuralista del mismo modo que el positivista decimonónico más que preocuparle la determinación de las causas en la concatenación de los fenómenos y procesos le interesara en mayor medida sus posibles efectos.

Pero fue, en verdad, desde mediados del pasado siglo XX cuando el enfoque estructuralista tomó fuerza extraordinaria por muchas razones en las que el fermento científico y el ideológico pueden haberse entrecruzado y desempeñado papeles indistintamente significativos. Lo cierto fue que hubo razones suficientes para que tomara auge. Tal vez en algunos casos pudo haberse asumido con la perspectiva ideológica de apuntalar la sociedad capitalista como en el caso de los análisis sociológicos de Talcott Parson o en el funcionalismo de Robert Merton, pero a la vez sin poder desconocer sus marcadas intenciones científicas. Esa última pretensión epistémica se pone de manifiesto también, independientemente de sus resultados, tanto en las investigaciones antropológicas de Claude Levi Strauss, en las psicológicas de la escuela de la Gestalt o del psicoanálisis de Jaques Lacan, en la crítica literaria con Roland Barthes o en la filosofía con Michel Foucault, y Louis Althusser45, quienes en cierta forma propiciarían que se extendiera a otras ciencias sociales como la economía46 y la historia.

En los procesos de aproximación y distanciamiento que experimentó Michael Foucault con relación al estructuralismo observó, con acierto, que las contraposiciones que se intentaban establecer entre los enfoques estructuralistas presuntamente estáticos y los análisis históricos supuestamente dinámicos no favorecían, cuando eran unilateralmente considerados, ni a unos ni a otros e iban en detrimento de las ciencias sociales47.

En el ambiente intelectual posterior a la II Guerra Mundial del llamado marxismo occidental, como le denominaría Maurice Merleau-Ponty, en el cual Michel Foucault, Louis Althusser y Maurice Godelier, entre otros, se dejarían seducir por el estructuralismo.

Era esta una época en que se revelaban nuevas obras de Marx y Engels, especialmente sus escritos de juventud como los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, La ideología alemana, así como los Grundissen (Fundamentos de la economía política), el Formen (Formaciones económicas precapitalistas), etc., en la que de una forma más pormenorizada se explicaba los elementos filosóficos básicos, la concepción materialista de la historia desarrollados posteriormente de manera concreta en el estudio de la formación económico-social capitalista en El capital.

Cuando reverdecieron los conceptos de base (estructura) y superestructura jurídica y política de la sociedad esbozados sintéticamente en el Prólogo a la Contribución a la critica de la economía política, y otros trabajos preparatorios de la obra cumbre de Marx se dieron premisas favorables para que el estructuralismo, propiciado también por la lingüística, la sociología y la antropología desplegara sus alas sobre la economía y la filosofía, también en su perspectiva marxista. Esto llevó a Maurice Godelier a buscar los posibles puntos de confluencia ente el marxismo y el estructuralismo48, en especial a intentar desarrollar una teoría de la diacronía estructural fundamentada en el marxismo y a considerar que “(…) hay que partir de las estructuras, de su relación y su papel exacto para captar la racionalidad del comportamiento de los individuos”49.

Sin embargo, se debe tener presente que el análisis estructuralista no necesariamente presupone asumir una postura materialista pues el interés mayor no radica en la condición material o ideal de los fenómenos y sistemas objeto de estudio, sino su carácter inteligible, racional, estructuralmente explicable. Así al menos lo consideran Roland Barthes o Lucien Sebag. Este último pretende armonizar el marxismo como concepción general de la sociedad y el estructuralismo como su método, pero llega a hiperbolizar tanto el papel de las estructuras que las considera como los verdaderos sujetos de la historia.

Se hace necesario, cuando es el caso, tomar distanciamiento crítico frente al posible estatismo que puede derivarse de ciertas posturas del reduccionismo estructuralista que no evalúen adecuadamente el dinamismo necesario en que se desarrollan los fenómenos sociales así como el exigido enfoque diacrónico en lugar del limitado análisis sincrónico que el estructuralismo privilegia.

Es algo común en los enfoques estructuralistas concebir los cambios como más propicios dentro de una misma estructura en lugar que los que se producen de una estructura a otra, aunque en modo alguno niegan los necesarios cambios cualitativos de una a otra.

Realmente resulta imposible en los estudios sociales, del mismo modo que en la naturaleza, evadir de algún modo el análisis de la estructura de los fenómenos, ya que inevitablemente esta no solo existe en lo más profundo de la realidad objeto de estudio, sino que siempre cuando se emplean los métodos adecuados se revela, por lo que constituye una necesidad del investigador escudriñarla para tratar de determinar su especificidad50.

En cierto modo el estructuralismo coincide en muchos aspectos con el enfoque sistémico de comprensión de la realidad y al considerar que existen estructuras profundas y otras superficiales que le planteaban a la epistemología contemporánea serios desafíos.

Esto quiere decir que en cierto modo se está obligado a superar los escollos del reduccionismo epistemológico estructuralista o funcionalista, pero necesariamente hay que aprender a navegar en sus aguas a fin de llegar a nuevos puertos que pongan fin a las epistemologías tradicionales51 y promuevan nuevos enfoques enriquecedores de la epistemología.

8. El reduccionismo hermenéutico

Aunque en relación a su etimología relacionada con Hermes, según la mitología griega era el interlocutor principal entre los dioses y los hombres por lo que en su sentido originario se refería a traducir o interpretar algún texto sagrado según lo concebía Platón. En Aristóteles se le confiere a la hermeneútica una dimensión algo más amplia como una especie de método para analizar la relación entre el pensamiento y los signos lingüísticos.

En el cristianismo se le otorgó una dimensión muy vinculada inicialmente a la exégesis de los documentos originarios de esta religión y así se mantuvo durante mucho tiempo hasta que Schleiermacher le concede al método hermenéutico una validez más allá del pensamiento religioso y extendiéndolo como válido para las más diversas disciplinas del saber.

Así va tomando aceptación en el pensamiento moderno cada vez más dedicado a analizar la correlación entre el lenguaje y el pensamiento, especialmente al analizarse el papel de los signos, como se aprecia en Condillac.

Al ponerse en crisis el paradigma positivista hiperbolizador de la experiencia y la racionalidad, la filosofía propicia el análisis de nuevas dimensiones irracionales, existenciales y vivenciales del hombre en el mundo en las que la descripción, la explicación y la predicción serán enriquecidas por la intuición comprensiva, la interpretación y la valoración52. Es ese el momento en que el enfoque hermenéutico tomará fuerza en la filosofía de la vida y tanto en Dilthey como en Nietzsche –para quien no existe la verdad–53 tomaría mayor fuerza hasta llegar a concebirse la hermenéutica como una especie de método fundamental o universal de las llamadas “ciencias del espíritu” (Geistwissenschaften). A partir de la crítica que somete Nietzsche al positivismo así como a todo materialismo, incluyendo el marxismo, concebirá que los hechos propiamente no existen sino solo interpretaciones de la realidad donde el filósofo despliega todo su ingenio.

Tanto en la fenomenología como en el existencialismo la hermenéutica intentaría adquirir dimensiones ontológicas al no reducirla a mera interpretación de formulaciones linguísticas o textos, sino como expresión de la actitud existencial del hombre como intérprete del Ser y en esa labor se destacarían los filósofos como sus “pastores¨ o conductores. Es evidente que en tal sentido el reduccionismo hermenéutico adquiere dimensiones inusitadas cuando no solo se hiperboliza el momento interpretativo y valorativo en la correlación del hombre con el mundo a través del lenguaje, sino que se le llega a otorgar un papel protagónico en la realización de toda obra humana.

Nadie puede desconocer que a través del lenguaje el sujeto epistémico despliega los horizontes de la razón54 y constituye una de las vías fundamentales a través de las cuales se desarrolla la cultura, y por tanto, se humaniza la humanidad en su infinito proceso de perfeccionamiento. Pero no es válido hiperbolizar la interpretación como la dimensión fundamental para el enriquecimiento de la episteme y por tanto de la condición humana en sus relaciones sociales.

En definitiva el enfoque hermenéutico peca por su excesiva atención al aspecto axiológico de la correlación del hombre en su mundo. En algunos casos la hermenéutica conduce a una ontologización extrapolizada del lenguaje como el verdadero Ser, tal como se aprecia también en Hans Georg Gadamer.

Algunos cultivadores de la hermenéutica como Paul Ricoeur plantean la posibilidad y la necesidad de múltiples hermenéuticas en las que se identifica el Yo con el Ser. En tanto otros distantes o próximos a la escuela de Frankfort como Karl Otto Appel y Jurgen Habermas en sus respectivas versiones de la teoría crítica del discurso y de la acción comunicativa han formulado distintas versiones de una hermenéutica de las ideologías aparentemente superadoras de todo reduccionismo epistemológico, aunque en verdad no hagan más que caer en nuevas formulaciones del mismo.

9. El reduccionismo fenomenológico

El enfoque fenomenológico encuentra sus raíces también en el término griego fenomena relacionado con la apariencia, pero no sería hasta la filosofía moderna que especialmente con Kant, Lambert y Hegel adquiriría una atención especial.

Si bien en el neokantismo de Widelband y Rickert se mantuvo latente, del mismo modo que en otros filósofos de la época, adquirió su verdadera dimensión con Edmund Husserl al concebir la fenomenología trascendental como un método universal que se plantea superar las limitaciones tanto del materialismo como del idealismo y permite describir el sentido de las cosas en el horizonte existencial del hombre en el mundo, en el que este se plantea la búsqueda eidética (ideas) de los fenómenos noemáticos (noema) de conciencia.

Todo lo cual revela abiertamente el subjetivismo tan profundo que embarga esta perspectiva epistemológica la cual propicia las más disímiles interpretaciones, de ahí sus orgánicos vínculos con el reduccionismo hermenéutico y con la filosofía existencialista. En verdad pareciera que las perspectivas hermenéuticas, fenomenológicas y existencialistas se entretejiesen de una forma tal que resulta difícil en ocasiones precisar el hilo específico de cada una de ellas en tan abigarrada urdimbre.

La búsqueda de la verdad como contenido sustancial de la episteme se reduce por tanto a la toma de conciencia intencional de la realidad en la que los hechos son aprehendidos intuitivamente movidos por resortes eminentemente subjetivos e intencionales que se ponen de manifiesto en la búsqueda de la intuición eidética. Sin embargo, en todo momento se aprecia la intención de evitar el subjetivismo más radical y en especial el solipsismo, por lo que la llamada descripción fenomenológica (Husserl) no es concebida propiamente ni como empírica ni como mera expresión psicológica, sino en su presunta dimensión trascendental. Las pretensiones del método fenomenológico son convertir a esa filosofía en una ciencia o algo más que eso, una especie de metaciencia o ciencia apriori que no es más que una nueva forma de metafísica auspiciada por algunos de los avances de las ciencias de fines del siglo XIX e inicios del XX con la pretensión se servir de paradigma metodológico de todo saber posible y no solo del científico propiamente.

La peculiaridad subjetivizante del reduccionismo epistemológico de la fenomenología le ha permitido encontrar favorable eco en múltiples disciplinas científicas como la sicología, la sociología, la historia, la antropología, la pedagogía, etc., pero también en el terreno de la ética, la estética, así como en las investigaciones sobre la religión, la política, el derecho, etc. Es tal su versatilidad que ha permitido convertirse en uno de los métodos más difundidos en el desarrollo de las ciencias sociales y la filosofía del pasado siglo XX.

Sin embargo, la extensión de su impacto no presupone necesariamente la validez de todas y cada una de sus formulaciones, del mismo modo que con anterioridad el auge del positivismo o simultáneamente del marxismo, en algunas de sus interpretaciones, no constituían razón suficiente de veracidad de todas sus formulaciones.

El reduccionismo fenomenológico constituye una de las expresiones de los ensayos de la epistemología contemporánea de superar algunos de los reduccionismos que le antecedieron, pero su marcado subjetivismo le ha impedido ofrecer las claves fundamentales que permitan resolver definitivamente los enigmas de la episteme.

10. Los reduccionismos emergentes

Nuevos reduccionismos han ido apareciendo en los últimos tiempos desde finales del pasado siglo XX e inicios del presente siglo XX acorde con los nuevos tiempos de globalización e intentos de postmodernidad. Entre ellos se destaca el de la apología de la sociedad del conocimiento, de la información y la comunicación.

Se pretende subsumir todos los elementos del desarrollo socioeconómico, tecnológico, político, social, etc., en la simple ecuación del mayor o menor dominio informático o comunicativo de la episteme.

Por supuesto que abundan los elementos para atribuirle al saber una potencialidad extraordinaria en el proceso civilizatorio, pero de ahí llegar a pensar que la sociedad contemporánea se mueve exclusivamente dominada por el mayor perfeccionamiento de los instrumentos y capacidades informativa, comunicativas y del conocimiento hay una gran diferencia.

Tal pareciera que los ancestrales problemas que cada día nos golpean al despertar desde la pantalla del televisor como las trasnochadas guerras por repartirse las fuentes energéticas mundiales, la lucha de clases en ambos hemisferios planetarios con intensidad diversificada por las atenuantes que provoca disfrutar de algunas de las jugosas migajas que se desechan en el primer mundo, las herencias de la dominación colonial, el injusto nuevo (viejo) según Chomsky, orden económico mundial que conduce a que la deuda externa de los países subdesarrollados sea concebida como eterna y ya se plantee con acierto que los paises acreedores son los verdaderos deudores, el ecocidio universal patrocinado por la voracidad utilitaria del capitalismo, etc., todo esto pareciera que quedase opacado por la neblina del exclusivo enriquecimiento epistémico.

Pensar que todo se va a resolver por el perfeccionamiento de la acción comunicativa (Apel-Habermas) o por la ampliación de la red de la información (Castell) o por la dominación universal de las computadoras (Bennet), pareciera nuevas utopías abstractas.

Por supuesto que a nadie se le ocurre minimizar el papel de las disciplinas lógico-analítico e informático-comunicativas en el conocimiento y la vida humana, pero de ahí a subordinar de manera absolutizante e imperial el papel de la informática, la virtualidad, la automatización, la amenazante robotización de las industrias, y hasta el posible aniquilamiento de los maestros aplastados por los computadores que se encargarán de interactuar directamente con los alumnos como ha sugerido Albin Toffler55, va un largo trecho.

Como puede apreciarse en la bidireccioanalidad alumno-máquina-alumno el maestro queda prácticamente excluido al ser sustituido por las computadoras, como ha propuesto F. Bennett aduciendo que éstas son un 30% más efectivas y con un costo inferior de un 30% en relación con el gasto en los maestros56. Estamos en presencia de un nuevo reduccionismo no solo epistemológico por la cibernetización de la ciencia, sino de lo que es peor de la práctica educativa, de la cultura y de toda la sociedad.

La ruptura nihilista con sistemas y prácticas educativas que han demostrado su valor y eficacia son totalmente desconsiderados en alguna forma al proponerse un relativismo permanente en la búsqueda del conocimiento y en los métodos para su construcción.

Indudablemente el discurso posmodernista deja su nefasta huella epistemológica e ideológica en este tipo de propuestas desconociendo muchas de las conquistas de la modernidad.

Otra gran falacia de la presunta posmodernidad es considerar que el solo control de la información y del poder del conocimiento son elementos más que suficientes para lograr realizar las grandes utopías de perfeccionamiento social tan añoradas por ilustrados, liberales, socialistas, etc. Se considera usualmente de manera equívoca que la mayor riqueza o pobreza de un país dependerá exclusivamente de la capacidad de almacenamiento y procesamiento de la información sin tomar en consideración el poder de las transnacionales que son capaces de penetrar por encima de cualquier frontera nacional e imponer su poder no solo informático.

Ese metaimperio de la sociedad de la información o del conocimiento ha propiciado la idea de que la educación por sí misma es capaz de las grades transformaciones sociales, con independencia de la praxis política, jurídica, económica, etc. Nadie puede dudar del extraordinario poder que ha tenido y tendrá la educación como instrumento de perfeccionamiento social, pero atribuirle la exclusividad en esa labor puede conducir a caminos equivocados.

Según esta hiperbolización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) el papel del ser humano, del sujeto dinámico en los procesos educativos, productivos, etc., pueden quedar paulatinamente marginados57.

Como puede apreciarse, los peligros para la minimización de la actividad del sujeto humano parecieran incrementarse al punto de llegar a la realización de uno de esos filmes de ciencia ficción donde los robots esclavizan a los humanos.

La adecuada crítica a la supuesta omnipotencia de la “sociedad de la información como la desarrollada en España por E. Bustamante58, evidencia que no existen pruebas científicamente demostradas que avalen la idea de que el futuro de la humanidad estará obligatoriamente sometido a la dictadura de las TIC. Asumir una postura escéptica ante ese planteamiento puede conducir a que los educadores inconscientemente puedan contribuir a ese proceso de alineación tenofóbica.

Por otra parte, no se puede ignorar el contenido ideológico que se esconde detrás de tales formulaciones hiberbolizantes de la supuestamente omnipotencia actual de la información. “Asimismo –plantea Mario Andrés Solano–, la expresión sociedad del conocimiento fue frecuentemente utilizada también para calificar a las sociedades del capitalismo tardío, es una expresión que parece denotar que en ellas el conocimiento ocupa una centralidad, lo cual se asocia al status económico, de poder y prestigio de quienes detectan tal conocimiento”59. Por esa razón Manuel Castells ha cuestionado profundamente la posibilidad real de una sociedad de redes, cuando más de la mitad de la población mundial no tiene ni siquiera acceso al teléfono60 y donde se incrementa relativamente la marginación en cuanto a la participación en los sistemas educativos sistematizados.

Muchos son los desafíos para la educación, la ciencia y la cultura que han planteado la crisis del paradigma de la modernidad y la revolución científico -tecnológica desplegada en tiempos de globalización creciente. Ninguno de ellos es producto de la arbitrariedad sino una consecuencia necesaria del desarrollo social en todas sus dimensiones, por lo que no pueden ser asumidos ni tampoco criticados a la ligera.

Las posibilidades y límites que plantean las nuevas tecnologías de la información y la comunicación constituyen y constituirán obligatoriamente uno de los ejes principales de atención de los sistemas educativos de todos los países. De la adecuada justipreciación de sus ventajas y desventajas en la formación integral de un ciudadano donde no solo de manera reduccionista el elemento científico-técnico sea tomado en consideración principal, sino los indispensables elementos axiológicos, éticos, estéticos, humanistas que solo de manera directa familiares, maestros, vecinos, amigos, etc., y en general la sociedad civil pueden aportar con relativa independencia de los medios tecnológicos que utilicen para ese fin, depende que nuestros nietos no nos abandonen al hiperprogramado mundo del ciberespacio.

Paradigmas ancestrales y emergentes superadores de los reduccionismos epistemológicos

Del mismo modo que desde los primeros estadios del desarrollo humano existen premisas epistemológicas, ideológicas y sociales para que se presenten diversas formas de reduccionismos a la vez existen similares condiciones para que hayan aparecido en la historia del pensamiento humano diversos enfoques que con diferentes términos pero con contenido conceptual de profundas aproximaciones han tratado de superar los enfoques reduccionistas, entre los que se destacan:

1. El paradigma dialéctico

Tal vez sea uno de los enfoques más antiguos pues se manifestó tanto en la China en el taoísmo de Lao Tse como en Heráclito hasta sus versiones modernas en Bruno, Spinoza, Kant, Hegel, Marx, etc. Inicialmente se concibió etimológicamente con el arte de discutir en diálogo, pero los estoicos la identificaron con la Lógica y así se mantuvo durante el auge de la escolástica. Concibe todo lo existente en constante devenir y evolución contradictorios en el que se producen transformaciones de carácter cuantitativo que se acumulan y propician cambios cualitativos como mediaciones, negaciones y superaciones permanentes que posibilitan el desarrollo de todos los fenómenos. Esta visión se ha articulado lo mismo a concepciones idealistas como materialistas del mundo en los que no siempre la dialéctica ha resultado debidamente dignificada, sin embargo, tanto su ancestral historia como sus potencialidades epistemológicas demuestran su entrañable valor para superar viejos y novedosos enfoques reduccionistas.

2. El paradigma holista

El término “holismo”, derivado de la voz griega holos, que significa el todo, lo entero, o también lo universal, se utiliza con relativa mayor frecuencia en el los últimos tiempos en los ámbitos académicos61 y desde distintas disciplinas por distintas razones. Entre ellas se encuentra el indudable efecto producido por el incremento de la especialización del saber científico que implica el nacimiento de nuevas ciencias y que motivó que desde el siglo XIX aparecieran preocupaciones respecto a la atomización del conocimiento humano, de tal modo que se pusiera en peligro la visión integradora del mundo e incluso el propio status de la filosofía, como se puso de manifiesto en el positivismo spenceriano. Ante tales peligros surgieron voces reclamando la necesaria revalorización de algunas cosmovisiones de la antigüedad caracterizadas por concebir el mundo como la articulación orgánica de elementos diversos e incluso contradictorios, como revela el análisis dialéctico, pero necesariamente interdependientes entre sí.

3. El paradigma de la complejidad

El término complejidad retoma en Edgar Morin el sentido latino de “complexus” que es aquello que “está tejido en conjunto”. La aparente repetición del nombre de cada trabajo no es más que eso, apariencia. Ya que en cada uno de ellos hay un bucle recursivo que se retroalimenta y se re-crea en una dialéctica que se conforma “en kiklos-paideia”, enciclopédicamente, en círculos virtuosos, es decir, en oposiciones cíclicas creativas. La propuesta de Morin es una propuesta metodológica que integra el conjunto del “paradigma de la complejidad” que parte básicamente de tres teorías: la teoría de la información, que permite entender y asumir el orden y el desorden de un todo o sus partes; la cibernética como ciencia del manejo y la regulación de los sistemas; y la teoría de los sistemas que permite ver las partes interactuando en el todo. A partir de estas teorías y la integración de los conceptos de autoorganización propuestos por las ciencias contemporáneas Morin elabora su discurso, que el mismo ha reconocido presenta muchas aproximaciones también al enfoque dialéctico y constituye un referente básico para las investigaciones transdisciplinarias, no sólo en el ámbito de las ciencias sociales, por su articulada concepción entre el plano ontológico y el epistemológico62.

4. El paradigma poscolonial

Este enfoque que ha aparecido tal vez gestado por algunos intelectuales de la India, como una reacción frente al eurocentrismo propugnando la necesario interculturalidad en los análisis sociales se plantea como señalan Santiago Castro-Gómez, Freya Schiwy y Catherine Walsh la necesidad de indisciplinar las ciencias sociales para lo cual el reto mayor de las ciencias sociales no es ya distanciarse de las otras epistemes con el propósito de garantizar una mayor objetividad del conocimiento, sino acercarse a ellas para lo cual aseguran que la subalternizacion del pensar y de los conocimientos, sin embargo, no se resuelve mediante la integración de lo “otro” a la epistemología dominante. Si se aspira a descolonizar la colonialidad del poder / saber y no ser subsumidos y silenciados, las formas disciplinarias mismas, sus metodologías y tecnologías de producir y representar los discursos tienen que ser descolonizadas. Así la tarea actual es indisciplinar las ciencias sociales para acceder a nuevas formas de pensar tanto adentro como afuera de ellas pues Indisciplinar las ciencias sociales no significa desechar las herramientas o conceptos centrales de las ciencias ni tampoco las hermenéuticas críticas de las humanidades. Unos y otros conceptos con viejos y nuevos argumentos se entrelazan, superponen, confrontan, diferencian y presuponen como para indicar que las ciencias en su desarrollo y en particular las sociales jamás podrán asumir el nihilismo y mucho menos para la adecuada comprensión del sujeto63, como fundamento si en verdad aspiran a continuar elevando la humanidad a nuevos niveles de pleno y auténtico autoconocimiento.

Cinco tesis conclusivas

1. Los distintos tipos de reduccionismos epistemológicos que se han desarrollado en las ciencias sociales cuentan con antecedentes significativos y condicionantes epistémicos justificados desde los primeros estadios del desarrollo del pensamiento humano y especialmente con la constitución de la filosofía antigua y los posteriores vaivenes de la misma ante el poder de la religión durante la Edad Media.

2. Los referentes más inmediatos de las formas actuales de reduccionismos epistemológicos se fueron conformando desde la constitución de la modernidad y en particular con el protagonismo e impulso de las ciencias naturales en especial la física, la biología y las matemáticas, a partir del criterio de la presunta evidente objetividad de las mismas a diferencia de las ciencias sociales64. Posteriormente con el avance constitutivo de algunas de las ciencias sociales llamadas a conformar el aparato de fundamentación del capitalismo y la sociedad burguesa como la economía política, la sociología, la psicología, etc., se logra una mejor comprensión integral del individuo humano y sus congéneres a través de la psicología, la antropología, la lingüística, etc., sin que desaparezcan las manifestaciones de reduccionismo e incluso se generen nuevas.

3. Los diferentes tipos de reduccionismos epistemológicos que se han presentado en las ciencias sociales han estado condicionados básicamente por el desarrollo de la ciencia en general, en las cuales se ha apreciado un determinado protagonismo con carácter cíclico, especialmente en los tres últimos siglos. Entre los factores condicionantes del mismo ha estado la diversidad del desarrollo social y factores de carácter ideológico que no deben ser subestimados ni hiperbolizados.

4. Siempre han existido y existirán razones epistémicas suficientemente fundamentadas para concebir tanto unilateral como multilateralmente la realidad y el hecho de que prevalezca una u otra perspectiva dependerá tanto del nivel de desarrollo de la ciencia y la filosofía, del reconocimiento mayor o menor que tenga el protagonismo de algunas ciencias en particular dado su impacto tecnológico o social así como del grado de desarrollo y solución de las contradicciones social de la época histórica en que se generan y disuelven los reduccionismos epistemológicos.

5. El hecho de que en los últimos tiempos haya ido tomando mayor auge los enfoques dialécticos, sistémicos, holísticos, complejos, transdiciplinarios65, etc., en las investigaciones científicas en general y en particular en las ciencias sociales que han traído como consecuencia un relativo debilitamiento de los diferentes tipos de reduccionismos epistemológicos no significa que estos hayan desaparecido o se encuentren en vías definitivas de extinción pues la humanidad aunque avanza infinitamente en el proceso de enriquecimiento de su episteme no puede ignorar algunas trabas, obstáculos, ídolos (F. Bacon), que subyacen y reverdecen con frecuencia sobre todo cuando aparecen nuevos horizontes o paradigmas científicos y filosóficos. Así la historia parece repetirse como ciclos infinitos en los que los nuevos reduccionismos emergentes son enfrentados críticamente por paradigmas epistemológicos mucho más amplios y enriquecedores que le permiten al ser humano cada vez incorporar nuevos bloques científicamente validados que elevan la altura a las infinitas atalayas teóricas y prácticas de las nuevas generaciones humanas.

Notas

1 KOSIK, L. Dialéctica de lo concreto. Grijalbo. México. 1965. p. 61.

2 Véase: GUADARRAMA, P. Dirección y asesoría de la investigación. Editorial Magisterio. Bogotá. 2008.

3 Véase: GUADARRAMA, P.: “El lugar del componente ideológico en la filosofía y en el pensamiento político.” En Colectivo de autores Filosofía y Sociedad. (Tomo I.) Editorial Félix Varela. La Habana. 2002.

4 JAMESON, F. “Apuntes sobre la globalización como problema filosófico”. En Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la crítica postcolonial. Castro-Gómez, S. Y otros Editores. Pensar. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 1999. p. 76.

5 HEGEL, G.W.F.: Lecciones de historia de la filosofía. Fondo de Cultura Económica. México. 1956. T. I. p. 33.

6 MONDOLFO, R.: El pensamiento antiguo. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1971. t. I. p. 45.

7 FEUERBACH, L.: La esencia del cristianismo. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1983. t. I. p. 56.

8 Véase: WAI LU, HOU.: Breve historia de la filosofía china. Editorial Lautaro. Buenos Aires. 1957.

9 No había durante el Medioevo forma del pensamiento que escapara a la tutela de la religión. Tal subordinación quedó refrendada en San Buenaventura, para quien “...todo conocimiento viene subordinado y sirve a la teología, ciencia de Dios, por lo cual toma ejemplos y usa términos de todo género de conocimientos”, San, Buenaventura. “Reducción de las ciencias a la teología” en. TORRES, E. Antología del pensamiento medieval. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1975. p. 510.

10 Tomás de Aquino dejó muy poco margen de libertad en cuanto a la delimitación del objeto de la filosofía al plantear que “las reflexiones de casi toda la filosofía se ordenan al conocimiento de Dios”12. Aquino, T. “Suma contra gentiles”. TORRES, E. Antología del pensamiento medieval. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1975. p. 322.

11 Véase: NEWTON-SMITH, W.H.: La Racionalidad de la Ciencia, Paidós, Buenos Aires. 1987.

12 MARX, C.: Crítica del Derecho Político en Hegel. Editora Política. La Habana. 1965. Introducción, p. 32.

13 Véase: VILLORO, L.: Creer, Saber, Conocer, 6a. ed., Siglo XXI, México. 1991.

14 “Ha sido nota común que los pueblos conquistadores consideren como superior y civilizado a lo propio en detrimento de los demás, a quienes consideran incapaces de sobrevivir sin su “colaboración civilizatoria”. La condición de bárbaro, por lo regular, ha sido utilizada para justificar empresas mucho más bárbaras que las desarrolladas por las culturas dominadas.” GUADARRAMA, P. Humanismo en el pensamiento latinoamericano. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2001; Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja. 2002; Universidad Nacional de Loja-Universidad de Cuenca-Casa de la Cultura Ecuatoriana. Loja. 2006. p. 87.

15 Véase: FEYERABEND, P. Contra el Método, 2a. ed., Ariel, Madrid. 1981.

16 “América no fue entonces “inventada” -desde la nada-, fue en cambio “des-cubierta” desde el mundo europeo” DUSSEL, E. “1492, Diversas posiciones ideológicas” en Colectivo de autores. 1492-1992 La interminable conquista. Editorial El Buho, Bogotá. 1990. p. 81.

17 MONTESQUIEU, B.: El espíritu de las leyes. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1082. p. 104.

18 DIAMOND, J.: Armas, gérmenes y acero. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2005. pp. 100-101.

19 Véase: Colectivo de autores. Editor Renán Vega Cantor. Marx y el Siglo XXI. Hacia un marxismo ecologista. Ediciones Pensamiento Crítico. Bogotá. Tomo I, 1997 y Tomo II, 1998.

20 FERNÁNDEZ TRESGUERRES, A.: “Conferencia en la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, Cuba”, durante el I Encuentro Hispano-Cubano de Filosofía (1994).

21 FERNÁNDEZ TRESGUERRES, A.: “Sociobiología... por qué no”. El Basilisco. no. 5. Oviedo. mayo-junio 1990. p. 96.

22 FERNÁNDEZ TRESGUERRES, A.: “Antropología y agresión. Notas para un análisis filosófico.”El Basilisco Oviedo. n. 3. enero-febrero. 1990. p. 26.

23 GUADARRAMA, P. y PERELIGUIN. N.: Lo universal y lo específico en la cultura. Editora de Ciencias Sociales. La Habana .1989: Universidad INCCA de Colombia. Bogotá. 1998. p. 221.

24 MARTÍ, J.: Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1976. T. IV. p. 219.

25 Véase: GUADARRAMA, P.: Positivismo en América Latina. Universidad Nacional Abierta a Distancia. Bogotá. 2001; Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2004. Zea, L. Pensamiento positivista latinoamericano. Biblioteca Ayacucho. Caracas. V.7. 1980.

26 COMTE, A.: Curso de filosofía positiva. En Lecturas sobre historia de la filosofía. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. 1973. p. 112.

27 SPENCER, H.: Primeros principios. Tomo I. Prometeo. Valencia. s.f. p. 203.

28 MARX, K. “Tesis sobre Feuerbach”. Marx, K. y F. Engels, en Obras Escogidas. Editorial Progreso. Moscu. 1973. T. I, p. 23.

29 Véase: LUKACS, G.: El asalto a la razón. Editorial Estudios. La Habana. 1969.

30 ABBAGNANO, N.: Historia de la Filosofía, Editorial Estudios, La Habana. l968. p. 34.

31 Véase: REICHENBACH, H.: La filosofía científica. Fondo de Cultura económico. México. 1975.

32 “El sistema es, cabalmente, lo efímero en todos los filósofos… y lo es precisamente porque brota de una necesidad imperecedera del espíritu humano: la necesidad de superar todas las contradicciones. Pero superadas todas las contradicciones de una vez y para siempre, hemos llegado a la llamada verdad absoluta, la historia del mundo se ha terminado, y, sin embargo, tiene que seguir existiendo, aunque ya no tenga nada que hacer, lo que representa como se ve, una nueva e insoluble contradicción. Tan pronto como descubrimos -y en fin de cuentas nadie nos ha ayudado más que Hegel a descubrirlo- que planteada así la tarea de la filosofía, no significa otra cosa que pretender que un solo filósofo nos de lo que sólo puede darnos la humanidad entera en su trayectoria de progreso; tan pronto como descubrimos esto, se acaba toda filosofía, en el sentido tradicional de esta palabra. La ‘verdad absoluta’, imposible de alcanzar por este camino e inasequible para un solo individuo, ya no interesa, y lo que se persigue son las verdades relativas, asequibles por el camino de las ciencias positivas y de la generalización de sus resultados mediante el pensamiento dialéctico.” Engels, F. “Ludwig Feuerbach y en fin de la filosofía clásica alemana” en MARX, C y F. ENGELS, Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú. 1973. T-III. p. 323.

33 KOSIK, K.: Dialéctica de lo concreto. Editorial Grijalbo, México. 1972, p. 36.

34 Ibidem.

35 Véase: Colectivo de autores. El derrumbe del modelo soviético. Ediciones del Ministerio de Educación Superior. La Habana. l994.

36 Véase. GUADARRAMA, P.: Cultura y educación en tiempos de globalización posmoderna. Editorial Magisterio. Bogotá. 2006.

37 HABERMAS J.: Pensamiento pos-metafísico, Taurus. Madrid. 1990. p. 13.

38 Véase: AYER, A.: El Positivismo Lógico, Fondo de Cultura Económica. México. 1965.

39 POPPER, K.: “Epistemología sin sujeto cognoscente”, en Conocimiento Objetivo. Paidos. Madrid. 1988. p. 37.

40 POPPER, K.: Ídem.

41 ARISTÓTELES. Organon. Escritos de lógica. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1975. p. 54.

42 LENIN, V.I. “Notas sobre el materialismo militante”. Obras Escogidas. Editorial Progreso. Moscu. 1972. T.III. p. 224.

43 SÁNCHEZ VÁZQUEZ, A.: ‘”Estructuralismo e historia” en Henri Lefevbre, Adolfo Sánchez Vázquez, Nils Castro y Romano Luperini. Estructuralismo y marxismo. Editorial Grijalbo México. 1970. p. 50.

44 FERRATER MORA, L.: Diccionario de Filosofía. Ariel Referencia. Barcelona. 1994. p. 1132.

46 El análisis estructuralista tomó fuerza en América Latina entre muchos economistas de la CEPAL quienes consideraban la causa del subdesarrollo vinculada a la anatomía de estos países y enfatizaban los aspectos cuantitativos en el análisis tecnológico, de productividad, modernización, etc. y subvalorando aspectos cualitativos esenciales tanto externos como internos de relaciones de producción y dependencia. BRAND, S. Diccionario de Economía. Plaza y Janes. Bogotá. 1995. pp. 338-339.

45 Véase: GUADARRAMA, P.: “El marxismo estructuralista de Louis Althusser”. Marx Ahora. Revista Internacional. La Habana. No. 23. 2007. pp. 61-77.

46 El análisis estructuralista tomó fuerza en América Latina entre muchos economistas de la CEPAL quienes consideraban la causa del subdesarrollo vinculada a la anatomía de estos países y enfatizaban los aspectos cuantitativos en el análisis tecnológico, de productividad, modernización, etc. y subvalorando aspectos cualitativos esenciales tanto externos como internos de relaciones de producción y dependencia. BRAND, S. Diccionario de Economía. Plaza y Janes. Bogotá. 1995. pp. 338-339.

47 “(…) hace ya mucho tiempo que los historiadores localizan, describen y analizan estructuras, sin haberse preguntado jamás si no dejaban escapar la viva, la frágil, la estremecida “historia”. La oposición estructura-devenir no es pertinente ni para la definición del campo histórico, ni, sin duda, para la definición de un método estructural” FOUCAULT, M. La arqueología del saber. Siglo XX: México. 1987. p. 19.

48 GODELIER, M.: “Notas sobre los conceptos de estructura y función” en Aproximaciones al estructuralismo. Editorial Galerna. Buenos Aires. 1967. p. 35.

49 GODELIER, M.: Racionalidad e irracionalidad en economía. Editorial Siglo XXI. México. 1970. p. 96.

50 “La prioridad del estudio de las estructuras sobre su génesis y evolución es innegable cuando el investigador se propone hacer la teoría de un sistema o todo estructurado.” Henry Lefebre, Adolfo Sánchez Vásquez. Estructuralismo y marxismo Dimensiones educativas, México 1970. p. 74.

51 Véase: DÍAZ DE KÓBILA, E.: La Epistemologia en los tiempos del ´fin de la epistemología´", UNR Editora, Rosario, 2000.

52 Véase: HABERMAS, J.: Conocimiento e Interés, Taurus, Madrid, 1982.

53 “Nosotros ya no encontramos placer en esa cosa de mal gusto, la voluntad de verdad, de la verdad a toda costa, esa locura de joven enamorado de la verdad; tenemos demasiada experiencia para ello, somos demasiados serios, demasiados alegres, estamos demasiado probados por el fuego, somos demasiado profundos... ya no creemos que la verdad siga siendo la verdad cuando se le quita su velo; hemos vivido demasiado para escribir esto.” Nietzsche, F. “El gay saber (la gaya scienza)” En El eterno retorno. Obras completas de Federico Nietzsche. Aguilar. Buenos Aires. 1959. T. VI. p. 45.

54 Véase: ZEMELMAN, H.: Los horizontes de la razón. Uso crítico de la teoría. Editorial el Hombre. Barcelona. 1992.

55 ¨Interactividad, o educación a través de tecnologías con capacidad de respuesta adaptativa bidimensional (alumno-máquina-alumno)” TOFFLER, Al. El ¨schock¨del futuro. Plaza y Janes. Barcelona. 1973. p. 417.

56 BENNET, F.: Computer as tutor: Solving the crisis in education. Documento html en http://www.cris.com/~faben l 20/07/1999.

57 Según el sociólogo argentino E.A. Vizer: “Todas las proposiciones sobre la Sociedad de la Información, o la Sociedad del Conocimiento, llevan implícitas una visión marcada por los paradigmas de la información, y la racionalidad funcional o instrumental que guiaría el funcionamiento eficiente de las instituciones y las estructuras sociales, en un mundo que nos permitiría ocuparnos de la belleza creativa del conocimiento sin preocupaciones por los errores y la subjetividad en las decisiones de los hombres (las máquinas inteligentes nos librarían de la arbitrariedad humana en la toma de decisiones, ya que las alternativas que surgieran podrían plantearse a través de algoritmos matemáticos o aleatorios como los que propone la teoría de los juegos). Con ironía dramática, podríamos parafrasear a Marx cuando menciona la posibilidad de pasar históricamente de la era de la administración sobre los hombres a la administración sobre las cosas. Los peligros de una sociedad de la información con controles centralizados estriban precisamente en pasar a una era de administración de los hombres por las cosas (centrales robotizadas de inteligencia, al estilo de G. Orwell, en su novela 1984) Vizer, E.A.” ¿SOCIEDAD DE LA IN-FORMACIÓN o de la COMUNICACIÓN? Entre el condicionamiento y la libertad. En Hacia una ecología social y estratégica de la comunicación. N° 1 Public. Secretaría de Investigación. Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires. 2004.

58 Véase: BUSTAMANTE, E.’” La sociedad de la información: un largo camino de pensamiento utópico y critico’ en J. Pons y J. Jiménez: Nuevas tecnologías Comuncación audiovisual y educación. Centro de Estudios de Derecho, Economía y Ciencias Sociales. Ceders Editores. Barcelona. 1998.

59 SOLANO SOLANO, M.A.: Mitos y realidades en torno a la ‘sociedad de la información’. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2004. p. 15.

60 Véase: CASTELLS, M.: La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. I, Alianza. 1998. p. 134.

61 Véase: BARRERA, M.: Holística, comunicación y cosmovisión. SYPAL-FUNDACITE. Anzoátegui. 1999.

62 “El conocimiento sería imposible en un universo bien sea totalmente determinista, bien sea totalmente aleatorio; no puede ejercerse y desarrollarse más que en un universo en el que haya una dialógica de unidad/diversidad y una dialógica de orden/desorden/organización. Unidad/diversidad y orden/desorden/organización que son las condiciones mismas de la existencia de nuestro mundo y de nuestras existencias, son al mismo tiempo las condiciones del conocimiento. Una vez más, las condiciones de existencia del mundo son las mismas que las condiciones de existencia del conocimiento” Morin, E. El método. El conocimiento del conocimiento. Madrid: Cátedra, 1999. p. 237.

63 “Sabemos que el pensamiento compartimentado y disciplinario aun reina en nuestro mundo: Este obedece a un paradigma que rige nuestros pensamientos y nuestras concepciones según los principios de disyunción, de separación, de reducción: Sobre la base de estos principios es imposible pensar el sujeto y asimismo pensar las ambivalencias, las incertidumbres y las insuficiencias que hay en este concepto, reconociendo al mismo tiempo su carácter central y periférico, significante e insignificante”. Freíd SCHINITMAN, D. Nuevos paradigmas, Cultura y Subjetividad, Paidos. Buenos Aires 2002. p. 17.

64 “Popper sostiene una posición critica frente a la sociología del conocimiento y combatió la creación de Mannhein de que existía una diferencia esencial, relativa a la objetividad, entre el científico social, y el natural. Los científicos naturales, piensa Popper, no son más objetivos ni más críticos que los sociales. La objetividad y la racionalidad del progreso científico no se deben, por otra parte, a la objetividad y racionalidad personal del científico: Lo que puede ser descrito como objetividad científica, en cambio, está basada únicamente sobre una tradición crítica que, pese a las resistencias que encuentre, permite frecuentemente discutir un dogma dominante: Es decir, la objetividad de la ciencia no es cosa de los científicos individuales, sino, propiamente, el resultado social de una crítica recíproca.” Colectivo de autores El sujeto como objeto de las ciencias sociales. Los limites de la objetividad en las ciencias sociales. SCHUSTER, Felix Gustavo. Sociedad Colombiana de Epistemología. S.F. Bogotá. p. 198.

65  “Uno de los desafíos del contexto histórico actual, que llamamos de la globalización, está obligado a romper con los límites disciplinarios” ZEMELMANN H. “La historia se hace desde la cotidianidad” en Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico. DIETRICH H. y otros, Fondo editorial Por los caminos de América. Barquisimeto, Venezuela. 2006. p. 193.

Referencias

1. ABBAGNANO, N.: Historia de la Filosofía, Editorial Estudios, La Habana. l968. p. 34.         [ Links ]

2. DIAMOND, J.: Armas, gérmenes y acero. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 2005. pp. 100-101.         [ Links ]

3. FERRATER MORA, L.: Diccionario de Filosofía. Ariel Referencia. Barcelona. 1994. p. 1132.         [ Links ]

4. GODELIER, M.: Racionalidad e irracionalidad en economía. Editorial Siglo XXI. México. 1970. p. 96.         [ Links ]

5. HABERMAS J.: Pensamiento pos-metafísico, Taurus. Madrid. 1990. p. 13.         [ Links ]

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7. MONTESQUIEU, B.: El espíritu de las leyes. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1082. p. 104.         [ Links ]

8. SOLANO SOLANO, M.A.: Mitos y realidades en torno a la ‘sociedad de la información’. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2004. p. 15.         [ Links ]