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Revista de Filosofía
versión impresa ISSN 0798-1171
RF v.27 n.63 Maracaibo dic. 2009
Acercamiento al pensamiento de Jorge Quintero y su vinculación al proceso dialéctico universal
An approach to the thought of Jorge Quintero and his connection with the universal dialectical process
Aspacia Zoy Petrou
Universidad del Zulia Maracaibo-Venezuela
Resumen
El presente trabajo enfatiza algunos de los aspectos filosóficos que envuelven el pensamiento de Jorge Quintero Atencio, haciendo especial énfasis en el postulado de la congruencia de la unidad-bloque físico-lógico-ética, del proceso dialéctico universal, planteado en su texto Biología de la Mente. Allá se establece una vinculación entre la cosmología estoica y los conceptos de libertad y altruismo, apoyándose para ello, en ciertas argumentaciones filosóficas y teológicas. Por último, apelando a la relación entre las leyes dialécticas y las leyes físicas del universo, que rigen al individuo. De esta manera se explica el origen de los sentimientos y de las emociones a la luz de la red neuronal, como fiel representación del binomio organismo-ambiente. Este trabajo puede ser considerado como una exploración descriptiva del quehacer filosófico, su metodología ha sido estructurada bajo el paradigma hermenéutico.
Palabras clave: Quintero, proceso dialéctico universal, unidad física-lógica-ética.
Abstract
This article emphasizes some of the philosophical aspects surrounding the thought of Jorge Quintero Atencio, emphasizing especially the postulate of congruency in the physical-logical-ethical block unit of the universal dialectical process stated in his text Biology of the Mind. There, a link is established between stoical cosmology and the concepts of freedom and altruism, based on certain philosophical and theological arguments, appealing finally to the relation between dialectical laws and the physical laws of the universe that rule the individual. In this way, the origin of feelings and emotions is explained in the light of the neuronal network as a faithful representation of the organism-environment binomial. This article may be considered as a descriptive exploration of the philosophical task; its methodology has been structured under the hermeneutic paradigm.
Key words: Quintero, universal dialectical process, physical-logical-ethical unit.
Recibido: 01-04-09 Aceptado: 14-10-09
Introducción
Al analizar lo escrito por Jorge Quintero Atencio en Biología de la Mente nos percatamos inmediatamente acerca del eclecticismo de su contenido. El aporte que Quintero hace aquí a la filosofía, no radica precisamente en la forma en que maneja los temas, sino en como los va desarrollando, adecuando cada concepto a la unidad bloque físico-lógico-ética del ser como un todo que se integra al proceso dialéctico universal. Partiendo del postulado fundamental de la filosofía estoica, Quintero realiza un breve recorrido a lo largo de la filosofía antigua, moderna y contemporánea, con el fin de analizar a la luz de los adelantos de la ciencia, el legado transmitido por los filósofos del Pórtico.
El presente artículo intenta establecer en primer lugar; una interconexión entre la filosofía estoica y su vinculación a conceptos tales como libertad humana, felicidad y altruismo, entre otros. La validez de estos valores morales se ratifica al adecuar el comportamiento a la razón, la felicidad máxima del ser, se encuentra en la comprensión cabal de su situación en el Universo, la verdadera dignidad del hombre radica en una conducta moral que se ajusta a las leyes naturales del orden cósmico. Todo este proceso de comprensión y aceptación de un orden natural que sigue las leyes dialécticas del cosmos nos permite adentrarnos a la congruencia del ser y el pensar, componentes estructurales de la unidad físico-lógica postulada por Quintero. La unidad ética por otro lado, como parte de la Fisiología; participa del derecho natural de la razón y de la voluntad, y toma su valor de la conducta moral, ésta se relaciona al comportamiento del hombre, su evolución, desenvolvimiento e interacción con el resto de los individuos y con el medio ambiente.
La aceptación de un orden universal, que se encuentra en concordancia con las leyes dialécticas del universo, nos permite entender lo planteado por Quintero en cuanto a estas leyes, las mismas se encuentran vinculadas no sólo a las leyes físicas del universo sino también a los procesos mentales y biológicos del individuo y su interacción con el medio ambiente.
Viendo a la ética como parte de la Fisiología, corresponderá a ésta el análisis de los sentimientos y emociones como modos vinculantes de toda conducta moral, éstos son el producto de la actividad fisiológica estructurada del cerebro y, son capaces de interactuar con la maquinaria cognitiva y neural que se esconde detrás del edificio de la razón, regulando la conducta del individuo en conformidad con las necesidades del grupo social, a la vez que protegen la existencia de todo el sistema. Tal asociación produce en el individuo el logro de una individuación armónica que le permite vivir en consonancia con el Universo.
1. Breve análisis del legado cosmológico estoico y su correspondencia con la libertad humana
En un intento por tratar de actualizar el esquema estoico a la luz de los adelantos de la ciencia y de la fisiología contemporánea, Quintero no hace más que ampliar y reforzar la unidad físico-lógico-ética de la cosmología de los filósofos del Pórtico1, haciendo especial énfasis en la Física, como pilar fundamental de dicha trilogía; ya que de ésta se desprenden una serie de fenómenos observables y leyes que permiten evidenciar el contraste entre los elementos del ser -unidad física- y los elementos del pensar -unidad lógica-2.
Según Quintero, el legado intelectual fundamental transmitido por los filósofos del pórtico a la humanidad, se encuentra condensado en el concepto de la congruencia o unidad estructural de la Física, la Lógica y la Ética dentro del orden universal, y en la enseñanza de que la libertad y la dignidad humana se logran sólo mediante la comprensión y la aceptación del orden cósmico3.
En su afán por enaltecer el postulado estoico, Quintero realiza una breve revisión del pensamiento filosófico desarrollado a lo largo del siglo XIX, con el objeto de encontrar en éste las verdades existenciales de una doctrina olvidada. Encontrará en filósofos como Spinoza, Marx, Hegel y Descartes, entre otros; la fundamentación ética de la cosmología estoica. Pero es en la ética de Spinoza donde hallará la substancia primera, la razón del ser y su fín último.
Al igual que los estoicos, Spinoza también creía que la dignidad y la libertad del hombre dependen de su capacidad para razonar, para comprender y aceptar el Universo y sus leyes4. Su visión de la naturaleza divina, lo llevaron a plantear una filosofía fundamentada en la creencia de un Dios como substancia infinita e indivisible5. Para Spinoza todas las cosas son en Dios, todo lo acontecido ocurre en virtud de la sola necesidad de su naturaleza, y por cuanto todas las cosas han sido predeterminadas por Él, tenemos entonces una naturaleza que se encuentra, no sometida a sus propias leyes sino a las divinas, una especie de naturaleza naturada que subsiste en orden a una naturaleza naturante6. No existe en la filosofía de Spinoza un orden teleológico en virtud de una naturaleza cuyas leyes obran en función del hombre y tampoco existe un libre albedrío del cual echar mano7.
A partir de esta concepción Quintero negará la existencia de un libre albedrío en tanto que libertad para escoger un destino propio. El hombre (al cual se refiere como organismo) con su cerebro, está totalmente sometido a las leyes biológicas y físicas de la naturaleza. Afirmando que el hombre no es capaz de determinar lo que quiere, su única obligación consiste en obedecer las leyes dialécticas8, leyes estas que deberán estar en consonancia con todos los componentes físicos del Universo.
De acuerdo a la doctrina de la expirosis planteada por el estoicismo, la libertad del hombre consiste en hacer conscientemente, con consentimiento, lo que uno de todos modos hará9La Filosofía, De Grecia a Roma, Vol. I, Editorial Ariel, 5ta. Edición, 2001, Barcelona, p. 388. . Esta aceptación ante los designios del universo nos remite al análisis de la ética cartesiana, planteada en el Discurso del Método10, a través de la cual el filósofo propone tratar de vencer las pasiones y no oponer resistencia a la fortuna, mucho menos intentar cambiar el orden del mundo. En su búsqueda de la verdad filosófica mediante el uso de la razón, Descartes llegó a reconocer que sólo somos dueños de nuestros pensamientos.
El Destino y la Providencia serán para Descartes, los responsables del bien vivir del hombre, éste no debe permitirse desear aquello que no le sea destinado adquirir, y aún así estar contento. pues no deseando nuestra voluntad obtener más que aquello que el entendimiento presenta como posible, es evidente que si consideramos igualmente lejanos de nuestro poder todos los bienes que están lejanos de nosotros, no nos causará mayor pena vernos privados de los que parecían correspondernos 11
Hacer de la carencia o de los acaecimientos una virtud divina, digna de producir libertad en el individuo, no es tarea fácil para el hombre, sin embargo, una vez que se adopta esta verdad como voluntad divina, se obtendrá una mejor comprensión del papel moral que el individuo debe desempeñar dentro del espacio que ocupa en la naturaleza.
confieso que se necesita un largo ejercicio y profunda meditación para acostumbrarse a mirar las cosas de este modo; y creo que en esto consistía principalmente el secreto de aquellos filósofos que en otros tiempos pudieron sustraerse al imperio de la fortuna y competir en felicidad con sus dioses, a pesar de los dolores y la pobreza. Porque pensando siempre en los límites que la Naturaleza les imponía, tan perfectamente llegaban a convencerse de que sólo eran dueños de sus pensamientos, que esto les bastaba para impedirles desear las demás cosas; y tan en absoluto disponían de aquellos, que no les faltaba alguna razón para considerarse más ricos, poderosos, libres y felices que los demás hombres, los cuales, careciendo de esta filosofía, nunca disponen de tal suerte de todo lo que quieren, por mucho que les favorezca la naturaleza y la fortuna12.
En virtud de este determinismo cosmológico, sería posible asentir a la negación cartesiana de una libertad humana. Sin embargo, es importante que entendamos, que el hecho de consentir a una predeterminación divina no implica necesariamente la negación de un libre albedrío, tales máximas o resoluciones sólo nos infieren la aceptación cartesiana de un Dios preexistente cuyo poder omnipotente es capaz de regir la naturaleza y destino del hombre en función de un bien moral. A la luz de la omnisciencia divina todo lo que habrá de ser, será. Reconocer que existe una predeterminación divina que ordena o determina las acciones del individuo no implica en modo alguno que éste carezca de voluntad para obrar, y por ende de liberad humana. La libertad humana (libre albedrío) corresponde a la racionalidad del hombre, el derecho de plantearnos una duda hiperbólica ante todo aquello que nos rodea, el poder escoger entre el bien y el mal y por ende obrar en conformidad de tal premisa, es lo que nos hace precisamente conscientes de tal libertad humana.
Al respecto, Santo Tomás de Aquino afirma que en el hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Aún más, mediante la aplicación de un nuevo modo de interpretación teológica, Aquino reconoce que la facultad de poder elegir entre aquello que queremos o no (juicio libre), implica un acto racional, el hombre obra con juicio, puesto que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o buscar este juicio no proviene del instinto natural sino de un análisis racional13. En un intento de interpretación de un pensamiento determinista derivado de razones teológicas y cosmológicas, El aquinata reconoce que somos dueños de nuestros propios actos en cuanto facultad para elegir esto o aquello, es decir, podemos elegir aquello que nos lleva al fin, no obstante, el fin último no compete al hombre sino a Dios14.
Ahora bien, todo lo que hasta ahora se ha podido decir con respecto a la libertad humana y a la predeterminación divina que dispone el fin último del ser, queda completamente anulado a la luz de la ética spinocista. Recordemos que en los párrafos anteriores se dijo que en la filosofía de Spinoza no existe un orden teleológico en virtud de una naturaleza cuyas leyes obran en función del hombre.
Al respecto, la ética de la Stoa nos enseña que todo hombre en cuanto racional, está facultado para seguir el camino de la virtud con tal de que quiera seguirlo, he aquí su libertad. Sin embargo, la libertad de que goza para ser virtuoso, implica también libertad para pecar, por tal razón sería mejor que el hombre use esa libertad para la realización de obras virtuosas15. Los estoicos sostenían que Dios lo dispone todo de tal manera que signifique el mayor bien, la existencia del mal posee una razón de ser dentro de la cosmología estoica, ya que según lo afirmara Crisipo, la imperfección de los individuos repercute en un bien único a la perfección de otros. Crisipo afirma que para que los bienes existan, también deben existir los males, justificando así la teoría de los contrarios, que sostiene que en ningún par de contrarios puede existir el uno sin el otro, de tal suerte que si se eliminara el uno se acabaría también con el otro, anulándose por lo tanto los dos16.
Lo que nos indica que junto con la capacidad de experimentar placeres se implica asimismo la capacidad de experimentar dolores, esto, siempre y cuando hablemos del orden natural que deben seguir las cosas, pero cuando ese orden natural se ve alterado por una disposición divina prenatural, ¿podríamos acaso hablar de un olvido por parte de la Providencia o de un fin teleológico? Al respecto Crisipo advierte que los males físicos que sobrevienen a los hombres pueden ser transformados en bendiciones, tanto por la actitud del individuo al racionalizar de forma positiva acerca de su condición, como por la humanidad en general17.
Como un efecto salutífero que acomoda las causas dentro del orden de la naturaleza, Crisipo sostiene que estos males impulsarán eventualmente el desarrollo de nuevas investigaciones científicas y permitirán el progreso de la medicina, entre otros, convirtiéndose así en un bien general. Este argumento aparecerá luego en el Nuevo Testamento, y será asimilado por los neoplatonistas, por San Agustín, por Berkeley y asimismo por Leibniz, entre otros18.
2. Altruismo: valor moral que surge como producto de una respuesta cerebral
En palabras de Quintero, el proceso dialéctico universal, cuyo progreso desemboca en la estructuración cerebral, determina específicamente la evolución darwiniana, y la operación de los factores histórico sociales de la experiencia del individuo19. Tal proceso dialéctico20 permite al hombre desarrollar su capacidad de supervivencia frente a las contingencias ambientales, de donde surge el altruismo, como un valor moral producto de la actividad cerebral estructurada y que permite al individuo acomodarse o reaccionar ante situaciones cambiantes que afectan sus intereses individuales, familiares y sociales21. El altruismo debe ser entendido como la más importante de las condiciones morales del individuo y del grupo social en general y como una forma de libertad humana que permite el desarrollo del potencial humano, en aras del bien común, éste surge en el individuo como consecuencia del bien pensar o moral22 y que, bajo la intervención de los procesos de selección estocástica de la evolución darwiniana se entroniza como un valor o cualidad única23 dentro de la entidad social que lo practica. Pensar bien no sólo debe contribuir al desarrollo del potencial humano, sino que también debe permitirnos la manifestación de una conducta moral que exhiba facultades que actúen en concordancia con las necesidades del bien común.
Mediante una determinación dialéctica (física-anatomofisiológica) el individuo estará en condiciones propicias para que la región del cerebro encargada de la toma de decisiones, seleccione conductas eficaces que permitan y faciliten el logro de una vida prospera y segura, no sólo para sí, sino también para el general. ¿Pero cómo se llega a la selección adecuada de este valor moral? En los primeros capítulos de su libro, Quintero explica que la experiencia adquirida por el individuo durante su vida, queda almacenada en el cerebro mediante incrementos del ácido ribonucleico (RNA) y de las enzimas dependientes del RNA. El contenido de ADN (ácido desoxirribonucleico) en las células del cerebro representa la experiencia de la especie a lo largo de su evolución sobre la tierra, la estructura de esta experiencia en el código genético (genoma humano) es el resultado de la recurrencia, que se da a lo largo del periodo de vida del organismo y se manifiesta hasta su edad reproductiva como una forma de supervivencia ante las contingencias ambientales24.
Parafraseando a Quintero, el altruismo es parte de una conducta moral aprendida que se encuentra determinada por el ambiente socio-económico y cultural del individuo, es un rasgo que se preserva en el código genético del individuo y aunque complementa las tendencias egoístas del organismo, encuentra su justificación biológica en los beneficios que proporciona a la defensa mutua en aras de la supervivencia25.
Por su parte, Antonio Damasio sugiere que el altruismo es un bien evidente que actúa en favor de los demás, y que repercute en forma de amor propio, reconocimiento social, honor, afecto público y prestigio en el individuo que lo practica. De tal manera, que su comportamiento no sólo lo beneficia, sino que también lo salva de la angustia o sufrimiento que pudiera experimentar en el fututo por causa de no haber actuado de forma altruista. La idea de arriesgar la vida para salvar la del otro, permite, no sólo experimentar una sensación de bienestar único, sino que también libera del terror de pensar en la idea de no haber hecho nada para salvarlo, por causa del peligro inminente que pudiera amenazar nuestra vida26.
A la luz de lo expresado parecería razonable reconocer que no existe un altruismo verdadero, lo cual corrobora la veracidad de la proposición planteada por Quintero acerca de las tendencias egoístas que generan en el individuo una conducta altruista. Efectivamente, esta proposición podría ser aceptada si no existiese en el altruismo cualidades ontológicas que permitieran resaltar su esencia.
Sin embargo, Damasio cree que la verdad del altruismo radica en la relación entre lo que internamente cree, siente y se propone el individuo (intención del ser) con lo que externamente declara, cree y propone27. Tal definición, es pues, la aplicación de una operación dialéctica fundamentada en una ley de acción y reacción que surge no sólo por efecto de una causalidad fisiológica28, sino también como una respuesta a toda una serie de circunstancias externas que involucran entidades y acontecimientos con los que el individuo habrá de interactuar durante su periodo de vida, una especie de fusión entre ser humano-pensamiento-ambiente. Damasio define muy bien esta relación dialéctica, a través de las siguientes palabras:
En las sociedades humanas existen convenciones sociales y normas éticas por encima de las que ya proporciona la biología. Estas capas adicionales de control modelan el comportamiento instintivo de modo que pueda adaptarse de forma flexible a un ambiente complejo y en rápido cambio y aseguren la supervivencia para el individuo y para otros especialmente si pertenecen a la misma especie)29.
Tales convenciones y normas, son capaces de neutralizar peligros inminentes y sin duda alguna, mediante la aprehensión de dicho conocimiento (actividad cerebral estructurada que da origen a la conducta altruista o de ayuda mutua), el ser humano estará en capacidad de contribuir eficazmente a la supervivencia de la especie.
3. Sentimientos y emociones: de su interpretación estoica, de la actividad neuronal que otorga primacía a la razón y de la felicidad como fin último del hombre
Hasta ahora hemos hecho una breve disgresión acerca de la libertad y la dignidad humana y su vinculación al orden cosmológico estoico, hemos hablado del altruismo como un valor moral y ético, cuya eficacia en la supervivencia del individuo depende en gran parte del análisis de la razón, e incluso hemos explicado de manera sucinta el proceso fisiológico que permite la recurrencia de este valor moral en el individuo. Ahora bien, más allá de los impulsos de los instintos y de la razón per se, que regula todo valor moral, nos ha parecido pertinente analizar la participación de los sentimientos y emociones30, y su vinculación a los procesos neuronales del cerebro, por ser esta una actividad cerebral estructurada que da origen no sólo a una conducta altruista, sino también a manifestaciones de amor, odio y tristeza y a toda una serie de consideraciones que serán objeto de análisis a lo largo de este artículo.
Damasio otorga a los sentimientos y a las emociones tal importancia que los ubica como piezas fundamentales dentro de la maquinaria de la razón, estos son guías internos que nos permiten observar tanto la acción externa como interna de los sistemas del cerebro. Es cierto que en muchas ocasiones éstos pueden causar estragos en los procesos de razonamiento (tal y como lo afirman muchos expertos) hasta tal punto que se vuelvan dañinos y entorpezcan el eficaz desenvolvimiento de éste, no obstante, la ausencia de éstos compromete considerablemente la racionalidad del individuo31.
Retomando a Spinoza, este se destaca como uno de los filósofos que dedicó gran parte de sus estudios a la explicación del fenómeno de los sentimientos (afectos)32 y su papel dentro de todo proceso racional. Al inicio de la tercera parte de la Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza destaca que todos aquellos que han escrito con respecto a los sentimientos y a la conducta humana, lo han hecho considerando al hombre y a los sentimientos como un imperio dentro de otro imperio33. Este ilustre precedente del estoicismo, se empeñó por tanto en resaltar a través de su ética racional, la importancia de éstos como cosas naturales que siguen las leyes ordinarias de la naturaleza, como realidades particulares que deben ser entendidas y explicadas de un modo racional; pues sólo así, podremos determinar su efecto benéfico en el hombre.
El pensamiento estoico encontró en Spinoza uno de sus intérpretes más acabado, sin embargo, es en el racionalismo cartesiano de donde Spinoza se servirá para plantear la naturaleza de los sentimientos y emociones. Siglos antes, el estoicismo rígido de Zenón y Crisipo postulaba que los afectos dependían de nuestra voluntad y que podíamos por lo tanto ejercer absoluto dominio sobre éstos, aunque comprendían que para ello se necesitaba de mucha práctica y esfuerzo. La compresión y conformidad de un universo totalizado y continuo, sujeto a un orden cósmico, se convirtió en el leitmotif de esta cosmología.
Sin embargo, la línea suavizada de Panecio y Posidonio exhibirá a través del romano Séneca los rasgos distintivos de una Stoa que insiste en destacar el aspecto práctico de la filosofía, esto es la ética, y dentro del aspecto ético, se ocuparía más de la práctica de la virtud que del aprendizaje teórico34. Séneca conocía perfectamente el poder de las pasiones y de los sentimientos, no ignoraba la fuerza de las tentaciones pasionales, pues él mismo había sucumbido ante estas en algunas oportunidades, reconocía el dominio de la razón sobre las pasiones y afectos, todo hombre en cuanto racional está facultado para seguir el camino de la virtud, con tal de que quiera seguirlo35. Aquí se permite mediante la inflexión de su pensamiento, reconocer un grado de libertad que difiere del estoicismo antiguo.
La intención de Séneca era sin duda encaminar a los hombres por la senda de la virtud. Vemos en la doctrina de Séneca un estoicismo cargado de amor, generosidad, compasión, bondad y honestidad, que nos enseña a ayudar a nuestro prójimo, y a perdonar a nuestros enemigos36. De ahí que surja la idea de un estoicismo influenciado por las predicaciones paulinas del cristianismo, aún cuando no exista evidencia al respecto. Séneca vió en la virtud el camino seguro que conducía a los hombres a la felicidad, pudiéramos decir que éste vió en la virtud lo que Spinoza vió en la alegría el paso del hombre de una menor a una mayor perfección37.
Quintero va más allá de este concepto, y describe el ideal utilitario de la máxima felicidad en la satisfacción de necesidades y aspiraciones, considera los valores morales como inherentes a las necesidades del individuo, estas necesidades y aspiraciones van desde la comida, el agua, el aire, hasta la comodidad física, la seguridad y el logro del bienestar de los seres amados. Insiste en aseverar que esta conducta no sólo es la más propicia para el advenimiento de la felicidad individual, sino también la más apropiada para salvaguardar o aumentar la felicidad del conjunto en total38. Lo más importante, es que bajo una concepción estoica, encaminada en la línea de Panecio y Posidonio, Quintero reconoce el valor de los sentimientos como fundamentales en la supervivencia del hombre, afirma que los métodos escogidos para aumentar la felicidad de éste deben estar determinados en el interés, respeto y amor por la naturaleza y por la vida en este mundo39.
Spinoza, por su parte, posee una concepción completamente diferente acerca de la felicidad y su poder sobre los sentimientos, afirma que ésta no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella. Para este filósofo la felicidad consiste en el amor a Dios, mientras mayor sea este amor, tanto más conocerá el hombre y tanto más poder tendrá la razón (alma) sobre los sentimientos y tanto menos padecerá por causa de aquellos que le generan dolor, tristeza o angustia, entre otros. En virtud de esta afirmación, concluye Spinoza, he aquí la libertad del alma (razón)40.
Retomando lo planteado con respecto a Antonio Damasio en los párrafos anteriores, tocante a los sentimientos y emociones, destacaremos el enfoque neurobiológico de este investigador, quien aborda, a partir de un racionalismo dualista, la comprensión de los sentimientos y emociones, como estructuras que cumplen un papel central en los procesos racionales.
Una extensa revisión de casos clínicos en el área de la neurociencia le permitieron a Damasio encontrar patrones de conducta similares entre pacientes que, tras haber padecido lesiones cerebrales en el lóbulo frontal y sectores ventromediales, presentaban nuevos rasgos de conducta que contrastaban significativamente, con sus antiguas formas de vida. La mayoría de estos pacientes, a pesar de mantener intactos todos los instrumentos que generalmente se consideran necesarios en el comportamiento racional, puesto que muestran inteligencia y razonamiento abstracto de valores y situaciones, percepción, memoria, integridad de atención, impecabilidad del lenguaje, facilidad para realizar cálculos, y por último, efectiva aplicación lógica en un problema abstracto41, son incapaces de tomar decisiones y de planificar su futuro en tanto que seres sociales, y lo que es peor aún, han perdido la capacidad de experimentar emociones y sentimientos42. ¿Podemos acaso concordar con Damasio, al afirmar que el libre albedrío de estas personas ha sido menoscabado? Después de todo, la maquinaria de su toma de decisiones ha sido severamente afectada.
Individuos que se encontraban bien adaptados en lo que a su desenvolvimiento social se refería, y que habían previsto un plan de vida para el futuro en concordancia con sus intereses personales; de repente se encontraban tomando decisiones que contravenían sus intereses. Su ética se veía violada a causa de un sistema de valores diferente, o si bien era el mismo, ya no poseía la capacidad de influir sobre la conducta de estas personas y mucho menos podía advertirles acerca de las consecuencias de sus erráticas decisiones. Ya no se observaba en estos pacientes evidencia alguna de preocupación por el futuro, se habían vuelto tan fríos que eran incapaces siquiera de lamentarse por la tragedia que acontecía en sus vidas.
Este cambio dramático de personalidad, bien podría considerarse desde la perspectiva de Quintero, como una desestabilización de la unidad bloque de los valores físico, lógico, ético. Basándose en lo afirmado por Santo Tomás de Aquino, Quintero concuerda que la ética, es el proceso de adecuar el comportamiento a la razón43; pero cuando el proceso de racionalidad o razón práctica se ve afectado y los sentimientos menoscabados, entonces el proceso cognitivo que regula las convenciones sociales y normas éticas encargadas de regir el comportamiento del individuo se ve neutralizado ante la imposibilidad de actuar en concordancia con ellas.
Nos resulta irónico el pensar que hasta hace pocas décadas se consideraba a los mecanismos de la razón como existentes en una región del cerebro distinta de la mente, mucho menos debíamos permitirnos pensar que la emoción y los sentimientos hallasen cabida dentro del bastión de la razón. Es decir, que las funciones neuronales que se daban en el cerebro a partir de la razón, de la emoción y de los sentimientos se encontraban desconectadas las unas de las otras. Más adelante veremos que la actividad cerebral es mucho más compleja de lo que algunos científicos nos han hecho ver, y que existe algo más que una simple conexión neuronal que une las partes de un todo a todo lo demás, y que la mente y el conocimiento son causales de dicha conexión44.
Contraviniendo a Charles Darwin, Damasio cree en la probabilidad de que el desarrollo de la razón humana no se deba ni a la evolución ni a ningún individuo aislado, sino más bien a la fuerza encauzadora de los mecanismos de la regulación biológica, de los cuales las emociones y los sentimientos son expresiones contundentes. A través de la formación del individuo se van generando las bases del desarrollo de la razón, y su despliegue efectivo se debe en gran manera a la capacidad de poder experimentar sentimientos. Pero cuando el sector del cerebro (encargado de controlar los procesos sentimentales y emocionales) se ve afectado, el individuo experimenta una especie de automatismo, que lo incapacita y que le impide concientizar acerca de la magnitud de su condición, (esto no implica que sus capacidades mentales no estén intactas), e incluso, si aún después de advertírsele en repetidas oportunidades de su condición, estuviese en capacidad de prever, el panorama de sus emociones y sentimientos se encuentra tan afectado o discontinuo, que es incapaz de manifestar tristeza, angustia o frustración por su condición actual45.
Todo esto nos permite evidenciar una profunda interacción de los sistemas subyacentes en los procesos de emoción, sentimiento, pensamiento y acción racional. Damasio afirma que el cerebro, principal componente del sistema nervioso central, es un supersistema de sistemas, en donde cada sistema está compuesto por una compleja interconexión de regiones corticales y núcleos subcorticales que se interconectan a niveles de complejidad cada vez mayores, y constituidos por circuitos locales microscópicos, que a su vez, están formados por neuronas, las cuales se conectan unas con otras mediante procesos sinápticos46.
En cuanto a la ontogenia de los sentimientos y emociones, Jorge Quintero afirma que éstos son sólo motivaciones, conocimientos intrínsecos de cada quien, atribuibles, no sólo al hombre sino también a muchas otras especies de animales. Reconoce en éstos el producto de una actividad fisiológica estructurada del cerebro, sin embargo, cualquier aseveración que pueda hacerse al respecto, presupone sólo un entendimiento claro del hecho que sólo denotan abstracciones imprecisas y simplificadas de complejos procesos neuronales47.
Damasio por su parte, se resiste a creer que las emociones y los sentimientos sean meras cualidades intangibles y evanescentes, para él, éstos poseen la capacidad de relacionarse con sistemas específicos del cuerpo de la misma manera que lo hacen la visión o el habla. Observa en éstos, cualidades mentales que se encuentran ligadas a la percepción directa del lenguaje del cuerpo y que intervienen en la maquinaria cognitiva y neural que hay detrás del razonamiento y de la toma de decisiones. Dentro de ese gran edificio neural de la razón, existen niveles inferiores encargados de regular el procesamiento de las emociones y sentimientos, junto con las funciones corporales necesarias para el logro de la supervivencia del organismo. Estableciéndose así un proceso de acción y reacción, que Damasio explica de la siguiente manera:
Todos estos niveles inferiores mantienen relaciones directas y mutuas con prácticamente todos los órganos corporales, colocando así directamente el cuerpo dentro de la cadena de operaciones que generan las más altas capacidades de razonamiento, toma de decisiones, y por extensión, comportamiento social y creatividad. La emoción y el sentimiento y la regulación biológica desempeñan su papel en la razón humana48.
Parafraseando a Damasio, pudiéramos decir que la capacidad de poder exteriorizar los sentimientos y emociones es lo que nos hace distintivamente humanos y nos permite decidir en consonancia con un sentido de futuro personal, convención social y principio moral, obteniendo como resultado el eficaz desenvolvimiento dentro de la estructura de la naturaleza. Éstos nos permiten sentir los estados del cuerpo, surgen, de las antípodas del cerebro ofreciéndonos la cognición de nuestro estado visceral y musculoesquelético mediante reacciones dolorosas o placenteras, de lo contrario no podríamos explicar el sufrimiento o la alegría, ni el deseo o la tragedia, ni la gloria o la desdicha como innatas en la condición humana.
Ahora bien, para Damasio, definir la emoción y el sentimiento desde el punto de vista cognitivo y neural, no disminuye su belleza o su horror49. El descubrir que un determinado sentimiento depende de la actividad de varios sistemas cerebrales que interactúan con ciertos órganos del cuerpo, no disminuye la importancia de su funcionamiento dentro del orden de la naturaleza50. Es posible que tal aseveración resulte difícil de compartir para muchos, a lo cual nos parece pertinente recordar lo parafraseado por Quintero con respecto a Kant, para quien considerar la cosa en sí junto con el espíritu es lo que le da forma al fenómeno. Esto nos invita a no detenernos en el estudio del alcance y de las limitaciones del conocimiento, es necesario ir más allá y profundizar en las implicaciones ontológicas de los fenómenos, de su legitimo ser en el mundo51.
4. De cómo los sentimientos y emociones se reflejan a través de los marcadores somáticos
Para Damasio, los marcadores somáticos52 son piezas fundamentales en el procesamiento de las emociones y los sentimientos y toma de decisiones, Damasio los establece como la base principal de esa gran maquinaria neural, que permite la toma racional de decisiones (producto de una actividad cerebral que se encuentra influenciada por un proceso de educación y socialización). Sin embargo, para que exista una acumulación efectiva de marcadores somáticos se requiere que cerebro y cultura (como determinantes de la conducta del individuo) sean normales53.
Los marcadores somáticos pueden ser considerados como un caso especial de sentimientos generados a partir de emociones secundarias, tales emociones y sentimientos han sido conectados mediante el aprendizaje del organismo, a resultados futuros predecibles de determinadas respuestas. La yuxtaposición de un marcador somático negativo a un determinado resultado futuro, funciona como un timbre de alarma, y la yuxtaposición de un marcador somático positivo, se convierte en una guía de incentivo54.
Con respecto al papel que estos marcadores desempeñan en la supervivencia del organismo55; Damasio explica que éstos son señales de alarma automática que previenen al organismo acerca del peligro que se avecina si elige una opción de respuesta negativa. Esta señal conduce al organismo a rechazar de forma inmediata el curso de acción, y le permite elegir entre otras alternativas, esto con el fin de protegerle de pérdidas futuras. Aunque estos marcadores no sean del todo concluyentes en la toma de decisiones, ya que a esto se sigue un proceso de razonamiento y selección final, contribuyen a la precisión y eficacia del proceso de decisión56.
Estos marcadores somáticos se adquieren con la experiencia, bajo el control de un sistema de preferencia interno y bajo la influencia de una serie de circunstancias externas que incluyen no sólo entidades y acontecimientos con los que el organismo ha de interactuar, sino también a convenciones sociales y a normas éticas57; como las partes de un todo que se integran y coadyuvan, de ahí su importancia dentro de la maquinaria de los sentimientos y emociones, la seguridad que estos proporcionan al individuo bien podría calificarse como una tendencia a la perfectibilidad del hombre, una especie de unión armónica con todos los componentes del Universo.
El reconocimiento de esta participación obliga a otorgar importancia a los sentimientos y emociones como mecanismos intrínsecos a todo proceso de racionalidad humana. Conocer la relevancia de los sentimientos y emociones en los procesos de la razón no sugiere en modo alguno que la razón sea menos importante que los sentimientos. La idea del organismo humano planteada por Damasio, y su vinculación al proceso dialéctico de sentimiento y razón nos sugiere que el reforzamiento de la racionalidad requiere probablemente que se preste una mayor consideración a la vulnerabilidad del mundo interior del individuo58.
Conclusiones
De lo antesdicho se concluye que los sentimientos y la razón, junto a la interconexión entre el cerebro y el cuerpo propiamente dicho, apoyan la idea de que la comprensión global de la mente humana requiere una perspectiva organísmica, que la mente no sólo debe moverse desde un cogitum no físico, sino que también debe relacionarse con un organismo completo, formado por la integración del cuerpo y el cerebro, completamente interactivo con un ambiente físico y social59.
La validez de los valores morales postulados por la Stoa cobra vigencia a través del enfoque neurobiológico planteado por Damasio. Para este científico, las funciones neurobiológicas del cuerpo no se encuentran disociadas de las funciones sentimentales del pensamiento. El enfoque dualista de Damasio echa por tierra las antiguas concepciones dicotómicas que insisten en separar al imperio de la razón del imperio de las emociones y los sentimientos como dos tipos de funciones orgánicas excluyentes entre sí, de un lado, la res cogitans, y del otro, la res extensa, como dos partes disímiles e incongruentes.
Los estudios de Damasio comportan implicaciones ético-filosóficas que reconcilian los modos del ser y el pensar de la antigua cosmología estoica con el organismo humano de la actualidad y su funcionamiento interno. De alguna forma, la realidad del individuo se vuelve más compleja y complementaria. Los estoicos enseñaron que el hombre, incluyendo su pensamiento, pertenece por naturaleza al orden universal. Estos no tenían a la mano los conocimientos de la anatomía y de la fisiología del cerebro, de ahí que este sea uno de sus más grandes méritos, el haber insistido en la unidad Física-Lógica-Ética. A pesar de las lagunas tecnológicas que entorpecían su visión, la formación de una unidad coherente fundamentada en la unidad bloque les permitió comprender y aceptar el Universo. Tal visión, a pesar de las limitaciones de las capabilidades de la mente humana, comportaba la integración de ser humano-pensamiento-ambiente.
El enfoque neurobiológico de Damasio no se desvincula de esta realidad. La conclusión a la que llega este investigador es que a los procesos racionales de la acción humana también se integran los estados somatosensoriales, emocionales y sentimentales, y que dicha integración permite la supervivencia y preservación de la especie. Ésto, lejos de reducir la ética a meros circuitos cerebrales, nos permite explorar los diferentes puntos que conectan la neurobiología y la cultura. Ya no se trata sólo de formar el objeto de un estudio introspectivo, es decir, la relación se complejiza aun más, se trata de fusionar el componente biológico-humano, lo que nos permite la observación de la conducta del individuo y del grupo social en un entorno que responde no sólo a leyes biológicas, sino también a normas ético morales.
Notas
1 El Universo estoico es de una sola pieza. la trilogía estoica planteada por los filósofos del pórtico obedece a un solo orden. La unidad bloque formada por la física, la lógica y la ética (moral), no surgen como un capricho en el pensamiento estoico, la coherencia de esta unidad bloque es necesaria para que la mente humana pueda comprender y aceptar el Universo. Tal unidad es la constatación de que las ciencias lógicas y las ciencias físicas comparten la misma estructura. QUINTERO, Jorge: Biología De La Mente, Ediciones Astro Data, Maracaibo, 1995, pp. 2,8, 14.
2 Para Quintero el gran mérito de los filósofos del pórtico radica en la comprensión de la relación del ser y el pensar. Los estoicos intuían la necesidad de esa coherencia universal y la postulaban como principio esencial de su pensamiento. Los estoicos no creían en un cielo platónico, creían en un universo solidario (pleno), coherente y corporal. Sostenían que el Universo en todas sus partes está regido por un orden tan solidario como eterno y que es racionalmente comprensible. QUINTERO, op. cit., pp. 8, 9.
3 Ibídem, p. 62.
4 Ibídem, p.25.
5 SPINOZA, Baruch: Ética demostrada según el orden geométrico, Ediciones Orbis, Barcelona, 1984. p. 59.
6 Según lo planteado por Spinoza, la naturaleza naturada es aquello que surge producto de la naturaleza divina, es decir todo lo que existe en el mundo material como atributos de Dios, ya que son en Dios y por Dios. Mientras que la naturaleza naturante es aquello que subsiste por sí y se concibe en sí, que no necesita ser creado, que es infinito o atributo de esa esencia infinita que es Dios. DE SPINOZA, op. cit., p. 78.
7 Todo lo dicho y todo lo que se diga en los párrafos subsiguientes con respecto a la libertad humana y a la predeterminación divina que dispone el fin último del ser, queda completamente anulado a la luz de la ética spinoziana. Hasta ahora hemos pensado que todas las cosas de la naturaleza actúan, al igual que los hombres; en virtud de un fin, y lo que es más osado aún, creemos que Dios ha hecho todas las cosas por el hombre y para el hombre, como si Dios necesitará de nosotros para subsistir en sí mismo, (Ibídem, pp. 92-93). Los hombres afirman haber sido creados para rendir culto a Dios, esto es para Spinoza un prejuicio que ha tenido gran acogida en la naturaleza humana. los hombres se imaginan ser libres, puesto que son conscientes de sus voliciones y de su apetito, y ni soñando piensan en la causas que les disponen a apetecer y querer, porque las ignoran, (Ibídem, p. 90). Como consecuencia, se sigue que los hombres actúan siempre con vistas a un fin, (Ídem). La naturaleza -esto es Dios-, no tiene fin alguno prefijado; (Ibídem, p. 246).Todas las causas finales, son para Spinoza simples ficciones humanas. Una vez que los hombres se han persuadido de que todo lo que ocurre, ocurre por causa de ellos intentan explicar la naturaleza de las cosas, tales como; bien, mal orden, confusión, calor, frío, belleza y, dado que se consideran a sí mismos como libres surgen entonces, nociones tales como, vituperio, pecado y mérito, (Ibídem, p . 94). En la proposición XVII de la primera parte de la Ética de Spinoza, éste afirma que Dios obra en virtud de las solas leyes de su naturaleza, y no forzado por nadie y luego en su Corolario I continua diciendo: no hay ninguna causa que, extrínseca o intrínsecamente, incite a Dios a obrar, a no ser la perfección de su misma naturaleza Dios existe en virtud de la sola necesidad de su naturaleza, (Ibídem, pp. 65-66). ¿Por qué entonces creer que todas las cosas han sido creadas en virtud de la naturaleza humana y no en virtud de la sola necesidad de la naturaleza divina? Por el momento nos conformaremos con lo expresado y dejaremos a juicio del lector toda reflexión que surja de lo anteriormente expresado. Cfr. DE SPINOZA, Baruch, op. cit., Apéndice, Parte Primera, de Dios, pp. 89-97, Prefacio, parte cuarta, De la servidumbre Humana, o De la Fuerza de los Afectos, pp. 245- 249.
8 Estas no son más que las leyes generales del movimiento y de la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. De donde las leyes generales del movimiento corresponderían a la Física, las leyes del pensamiento por su parte corresponderían a la Lógica, y las leyes tocantes a la sociedad humana, estarían asociadas a la Ética. A su vez todas estas leyes estarán estrechamente relacionadas con las leyes físicas del universo y con los procesos mentales y biológicos (en todas sus variedades) del individuo y su interacción con el medio ambiente. Estas leyes son ineludibles, su aceptación aumentará las posibilidades de supervivencia del individuo y permitirá su realización plena dentro del espacio que ocupa. Ésto equivale a la aceptación de un destino que obra con el plan divino. QUINTERO, op.cit. pp. 50, 240.
9 Los estoicos creían que luego de formado el mundo, Dios lo reconducía a su propio seno mediante una conflagración universal, a través de la cual se daban una serie de construcciones y destrucciones del mundo. De esta manera, cada mundo nuevo se parecía al precedente, cada hombre aparecía y actuaba de la misma forma que lo hizo en su existencia anterior. De tal manera que, la libertad humana (libre albedrío) según la concepción estoica; consistía en aceptar todo aquello que, irremisiblemente estaba determinado a existir y a obrar de cierta manera (destino). COPLESTON, Frederick: Historia De
10 DESCARTES, René, Discurso Del Método, El Cid Editor, 1978, Buenos Aires, pp. 52-53.
11 Ibídem, pp. 52-53.
12 Ídem.
13 DE AQUINO, Tomás: Suma de Teología, Edición dirigida por los Regentes de Estudios de las Provincias Dominicanas de España. Editorial Biblioteca de Autores Cristianos. 2001, Madrid. Vol. I, cuestión 83 sol. art. 1, p. 754.
14 Ibídem, cuestión 82 sol. art. 1, p. 747.
15 COPLESTON, Vol. I, op. cit. p. 390.
16 Ibídem, p. 388.
17 Ibídem, p. 390.
18 Ibídem, p. 390.
19 QUINTERO, op. cit. p. 243.
20 La dialéctica universal encuentra su razón de ser en la unidad físico-lógico-ética del universo.
21 QUINTERO, op. cit., p. 244.
22 Ibídem, p. 246.
23 Quintero sugiere que en algún momento de la evolución de las organizaciones y agrupaciones humanas más complejas, el altruismo adquirió la connotación de valor moral, y debido a su eficaz contribución en la preservación del individuo ha llegado a ser observado como una cualidad única por los individuos que lo practican, y como un atributo moral de connotación distinta a cualidades como la belleza o la inteligencia. Ibídem, p. 245.
24 Cfr. QUINTERO, Jorge, op. cit., Cáp. VII, El Órgano del Conocimiento; Cáp. XII, Problemas de Valores, p. 87-88 con pp. 244-245.
25 Ibídem, p. 244.
26 DAMASIO, Antonio: El Error de Descartes, Crítica, Barcelona, 2006, p. 208.
27 Ídem.
28 Esta causalidad fisiológica estará condicionada en gran medida, al progreso estocástico de una evolución dialéctico- darviniana.
29 DAMASIO, op. cit., p. 151.
30 Las definiciones de emoción y sentimiento son ofrecidas de manera separada con el fin de enfatizar la conceptualización de términos que en la práctica sugieren diferentes funciones, hasta ahora se ha tenido la errónea concepción que tanto emoción como sentimiento son términos que pueden emplearse de forma intercambiable. La verdad es que algunos sentimientos están relacionados con las emociones y otros no lo están. A la luz de la neurociencia, Damasio define la emoción como la combinación de un proceso evaluador mental, simple o complejo, con respuestas disposicionales a dicho proceso, la mayoría dirigidas hacia el cuerpo produciendo un estado corporal emocional, a la vez que una respuesta que se transmite al cerebro a través de los núcleos neurotransmisores ubicados en el tallo cerebral y que producen cambios mentales adicionales. Los sentimientos en cambio, son tan sólo el resultado de una disposición fisiológica que ha convertido el cerebro en la audiencia cautiva del cuerpo, éstos nos permiten vislumbrar el organismo en su libre curso biológico completo, gracias a éstos podemos sentir los estados del cuerpo DAMASIO, op. cit., pp. 13, 14, 167.
31 DAMASIO, op. cit., p. 10.
32 Las definiciones de sentimientos y emociones están relacionadas en su mayoría, a los fenómenos humanos, esto se debe quizás, a la errónea vinculación que se ha hecho de éstos términos con el Romanticismo, movimiento cultural que surgió en Europa a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y que se manifestó en todos los aspectos de la vida y sus formas, en el arte, la política, la religión, la literatura, la poesía, y la música entre otros, y en donde la imaginación, las formas, y la libertad de pensamiento y expresión creativa otorgan tal libertad al espíritu humano, que los sentimientos tal y como lo afirmará Rousseau (uno de los principales precursores del romanticismo), llegan ha alcanzar primacía ante la razón.
33 SPINOZA, op. cit. p. 167.
34 COPLESTON, Vol. I, op. cit. p. 422.
35 Ibídem, p. 424.
36 Ibídem, p. 425.
37 SPINOZA, op. cit. p. 228.
38 Quintero siempre pensó en la felicidad como en el bien máximo de un colectivo. El hombre que alcanzaba este nivel, debía estar en consonancia con la naturaleza, esto indica que debía estar consciente de su condición dentro del universo, para ello le era necesario primero revestirse de valores morales que le permitieran un progreso evolutivo eficaz. Cabe acotar la insistencia de Quintero por vincular términos como libertad humana, amor por la naturaleza, altruismo, supervivencia y valores morales al concepto de felicidad, como indicando que el hombre carente de tales virtudes no puede alcanzar este estado máximo. Por otro lado, la educación y el ambiente socioeconómico, serán para Quintero la clave fundamental en el aprendizaje de los valores morales. Parafraseando a Quintero, todo hombre que desea alcanzar la felicidad, deberá procurar ser parte del proceso dialéctico del universo. QUINTERO, op. cit. pp. 246-247.
39 QUINTERO, op. cit., p. 246.
40 SPINOZA, op. cit. pp. 365-366.
41 Cfr. DAMASIO, Antonio, op. cit., A sangre más fría, p. 76, Evidencia a partir de lesiones más allá de las cortezas prefrontales, p. 92.
42 DAMASIO, op. cit., p. 59.
43 QUINTERO, op. cit., p. 15.
44 DAMASIO, op. cit., pp. 15-17.
45 Ibídem, pp., 59-62.
46 Ibídem, p. 51
47 QUINTERO, op. cit., p. 242.
48 DAMASIO, op. cit., p. 11.
49 Ibídem, p. 195.
50 Damasio insiste en afirmar qué el poder explicar cognitivamente los mecanismos neuronales que intervienen en la manifestación de un determinado sentimiento no disminuye su condición en tanto que fenómeno humano.
51 QUINTERO, op. cit., p. 263
52 Dado que los sentimientos tienen que ver con el cuerpo, el Dr. Damasio aplicó el término técnico de estado somático (soma, cuerpo en griego o lo que pertenece al cuerpo) para referirse tanto a la sensación visceral como a la no visceral; y puesto que marca una imagen, lo denominó marcador. DAMASIO, op. cit. p. 205.
53 DAMASIO, op. cit., p. 210.
54 Ibídem, p. 205.
55 Para Damasio los términos razonamiento y decisión se encuentran íntimamente ligados a la supervivencia del individuo. Decidir es el propósito del razonamiento la esencia de decidir es seleccionar una opción de respuesta elegir una acción no verbal, una palabra, una frase o alguna combinación de todo lo anterior frente a las circunstancias o contingencias ambientales que se nos presenten. En opinión de Damasio razonamiento y decisión implica que quien decide tiene conocimientos, a) sobre la situación que requiere una decisión, b) sobre las diferentes opciones de acción respuestas, c) sobre las consecuencias de cada una de estas opciones resultados. Esto se aplica tanto al tiempo presente como al futuro. El conocimiento, que existe en la memoria bajo una forma de representación disposicional, puede ser hecho accesible a la consciencia tanto en una versión sin lenguaje como en una versión con lenguaje, en la práctica simultáneamente. DAMASIO, op. cit., pp. 105-108. En contraposición a lo planteado por Damasio, Quintero afirma que el subproducto consciencia surgido a partir de la actividad cerebral estructurada (proceso neuronal), no tiene ningún efecto impacto sobre la supervivencia ni sobre ningún otro proceso físico. Sin embargo el proceso neuronal -actividad cerebral estructurada- que origina el conocimiento en el individuo, si tiene efectos sobre la supervivencia del organismo mediante su capacidad para seleccionar la respuesta motora frente a las contingencias ambientales. Esta relación entre conocimiento y actividad cerebral estructurada es lo que Quintero define como isomorfismo. En palabras de Quintero un isomorfismo denota la existencia de una correspondencia biunívoca -de uno a otro- entre los elementos de dos conjuntos, es decir; identidad estructural de dos conjuntos bajo determinado criterio lógico. Para Quintero el conocimiento consiste de pensamientos -agrupados y combinados-. El pensamiento en su opinión, es el único mueble del universo cuya existencia no puede negarse, afirmación que nos remite al cogito ergo sum cartesiano. Cfr. QUINTERO, Jorge, op. cit., Cáp. XI, Cogito, pp. 218-223; Cáp. XIII, Problemas de Valores, p. 244.
56 DAMASIO, op. cit., p. 205.
57 Todo este proceso pretende asegurar la supervivencia del organismo siguiendo un orden dentro de la naturaleza, esto coincide con lo planteado por Quintero acerca de la unidad bloque de la cosmología estoica. Ibídem, p. 211.
58 Ibídem, p. 282
59 Ibídem, p. 288.
Referencias
1. DAMASIO, Antonio.: El Error de Descartes, Crítica, Barcelona, 2006 p. 208. [ Links ]
2. DESCARTES, René.: Discurso del Método. El Cid Editor, Buenos Aires, 1978 p. 52,53. [ Links ]
3. SPINOZA, Baruch.: Ética demostrada según el orden geométrico, Ediciones Orbis, Barcelona, 1984 p. 59. [ Links ]