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EPISTEME

versión impresa ISSN 0798-4324

EPISTEME vol.30 no.2 caracas dic. 2010

 

De totalidad e infinito a  de otro modo de ser: la huella1

Mateo Navia Hoyos1

1 Universidad de Antioquia. E-mail del autor: ultimaletra@gmail.com

 

Resumen: Luego de plantear la importancia de tres artículos que Levinas escribió entre 1961, –fecha de la publicación de Totalidad e infinito–, y 1974, –fecha de la publicación de De otro modo que ser–, el siguiente artículo se concentra en el primero, La huella de lo otro, de 1963. Desde dicho artículo se evidencia un viraje terminológico importante del planteamiento levinasiano: la trascendencia del Rostro, abordada en Totalidad e infinito, abre al movimiento de la huella, que será extensamente abordado por Levinas en De otro modo que ser.

Palabras clave: Levinas, huella, illeidad.

From totality and infinity to  another way of being: the trace

Abstract: After set the importance out of three articles that Levinas wrote among 1961, - it dates of the publication of Totalité et infini-, and 1974, - it dates of the publication of Autrement qu’être-, the following article concentrates on the first one, La trace de l’autre, of 1963. From this article, an important termi- nological swerve of the levinasian position is evidenced: the transcendency of the Visage, approached in Totalité et infini, opens up to the movement of the trace that will be widely approached by Levinas in Autrement qu’être.

Keywords: Levinas, trace, illeidad.

Recibido: 21-11-08.  Aceptado: 27-11-08.

 

Se pliega con la insistencia infinita de las aguas contra una playa: retorno y repetición, siempre, de la misma ola contra la misma orilla, en lo que, sin embargo, resumiéndose cada vez, todo se renueva y se enriquece infinitamente Jacques Derrida2

[E]l mar repite su sílaba redonda José Manuel Arango3

El viento repite su vano quebranto Carlos Vásquez Tamayo4

1. Introducción

En un pie de página, al final del artículo de 1957, La filosofía y la idea de lo infinito, Emmanuel Levinas establece los artículos que podrían ser considerados para una génesis de su planteamiento filosófico hasta Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, de 1961. Dichos artículos son ¿Es fundamental la ontología?, de 1951, Libertad y mandato, de 1953 y El Yo y la totalidad, de 1954. Dado que hasta la fecha no he encontrado ninguna alusión del propio Levinas que refiera algunos artículos con los cuales se establezca el trayecto filosófico de Totalidad e infinito, de 1961, a De otro modo que ser, o más allá de la esencia, de 1974, lo prime- ro que sí debe considerarse es que durante esos años Levinas estuvo participando activamente en los Coloquios de intelectuales judíos de lengua francesa y en la Escuela Normal Israelita Oriental. Así, en el transcurso de 1961 a 1974, sus publicaciones Difícil libertad. Ensayos sobre judaísmo, de 1963, y Cuatro lecturas talmúdicas, de 1968, añadidas a su participación en los coloquios y en la Escuela, parecen cerciorar su dedicación a la exégesis talmúdica. No obstante, y recordando que Levinas comenzó a ejercer como profesor de filosofía desde 1967 en la Universidad de París-Nanterre, y desde 1973 en la Sorbona (París IV), su producción bibliográfica exclusivamente filosófica era escasa.

Ahora bien, un trabajo que podría llenar ese vacío de escasa pro- ducción filosófica, debería presentar los análisis de tres artículos que Levinas publicó entre 1961 y 1974, a saber, La huella de lo otro, de 1963, Enigma y fenómeno, de 1965, y Lenguaje y proximidad, de 1967. Con la presentación de dichos artículos parecería poder evidenciarse algunas variaciones en su término filosófico del Rostro y, sobre todo, la importancia que Levinas le va asignando a la huella, al movimiento de la illeidad, al Él (Il), y a su detenimiento en los análisis sobre el lenguaje. Sin embargo, dado que la presentación de un análisis detallado de dichos artículos requeriría de un texto de mayor envergadura, en esta presentación me restringiré al primer artículo La huella de lo otro, en el cual, sobre todo los primeros aspectos, la revisión del término del Rostro, la huella, el movimiento de la illeidad y el Él (Il), están tematizados de manera relevante. Con dicho artículo, considero, puede evidenciarse lo que podría formularse como un tránsito hacia “otra” terminología filosófica levinasiana, la cual puede asumirse como una profundización en algunos términos mencionados en Totalidad e infinito, pero que en De otro modo que ser, o más allá de la esencia se asegurarán en un discurso que se reorienta y reubica con otros términos; allí quizás con mayor vigor.

2. La huella de lo otro5

Si bien en este artículo Levinas retoma de manera suficiente la crítica ejercida del Rostro del Otro al Ser y a la identidad del Yo, el Rostro se presenta como visitación y trascendencia, integrado con el movimiento del encuentro hacia el Mismo. Es así que con la tesis sobre el Rostro como visitación y trascendencia, Levinas implica una tercera vía entre el Otro y el Mismo, denominada la huella, y el movimiento de la illeidad. Esta tesis indicará también que, mientras la primera cuestión conserva el lenguaje ontológico, donde el tercero como Ser o Neutro funciona como trasfondo de la relación, la segunda, la huella o el movimiento de la illeidad refiere el más allá del ser con el cual se despliega la “otra” terminología levinasiana. De una a otra cuestión no se da una ruptura sino, al parecer, un paso adelante en esa aventura investigativa sin retorno de Levinas, a saber, de la crítica al tercero como Ser o Neutro, hacia la búsqueda de una tercera vía que plantea un más allá del ser.

Cuando Levinas se refiere a la significación del Rostro, donde el Otro se presenta en el habla, el Otro no permanece en la “verdad del Rostro” porque sería aún apariencia. Si bien el Otro, en la luz del mundo, puede aparecerle a la hermenéutica y a la exégesis dentro de un contexto cultural e histórico determinados, Levinas se concentra en que “la epifanía del Prójimo [del Otro] implica el hecho de tener una significación propia independiente de la significación que recibe del mundo”.6 El Otro, sin ser mediación, significa por sí mismo. De esta manera, pueden “integrarse” las diversas nociones abstractas que dicen el Otro. La epifanía, el Rostro, la visitación. He aquí nuevamente entonces la inteligibilidad que Levinas plantea para el Otro. Inteligibilidad que puede asumirse, dice, como la abstracción que perturba y trastorna la significación mundana del Otro. Pero el Rostro como visitación no es fenómeno o imagen, ni manifestación cautiva en forma plástica y muda; el Rostro es viviente, se despoja de su forma, habla. De allí que diga Levinas: “Hablar es, ante todo, esa manera de venir detrás de su apariencia, desde detrás de su forma, una apertura en la apertura”.7

De este modo, podría decirse tal vez con más exactitud: el habla acontece en el Rostro del Otro para señalar una apertura que aún no ha sido referida. El Rostro no es, con esta consideración, el último eslabón del planteamiento levinasiano; detrás del Rostro, hablar señala una “apertura en la apertura”.8 El Otro para manifestarse en el Rostro se despoja de su forma y, con ello, acentúa la abstracción que alude. Sin embargo, lo determinante consiste en el “exceso añadido a la parálisis”, pues, el exceso es el habla. Al Rostro lo excede el habla. Hablar equivale aquí al exceso; hablar desborda la manifestación y/o visitación del Otro ante el Mismo.9 Y es justamente con el aseguramiento de estas consideraciones sobre el hablar como exceso del Rostro, que Levinas reitera la puesta en tela de juicio de la conciencia por el Rostro del Otro.

Sin embargo, y puesto que el propósito en este artículo consistirá en introducir además “el hecho excepcional de la significación que tiene la huella”,10 tomaremos, simplemente, la última anotación de Levinas: “Poder hecho de impotencias —ahí se encuentra la puesta en tela de juicio de la conciencia y su entrada en una coyuntura que interrumpe el desvelamiento”.11 Es decir, si bien Levinas reconstruye su planteamiento sobre la subjetividad elegida para responsabilidades infinitas, tal como quedó señalado hacia el final de Totalidad e infinito, le interesa señalar que, cuando el Rostro del Otro pone en tela de juicio la conciencia del Mismo, abre una coyuntura que interrumpe el develamiento del Rostro mismo. La abstracción o la desnudez del Rostro permiten un orden en el cual el Rostro se impone al Mismo llamándolo a la responsabilidad infinita, pero, simultáneamente, conserva su desmesura y su estatuto de inaprehensibilidad. El Rostro es mandamiento,12 superioridad de lo superlativo, divinidad.13 La orientación de la presentación ofrecida por Levinas conserva en la alusión a la subjetividad con responsabilidades infinitas, y que se identifica con la moralidad, una coyuntura, la articulación de otras relaciones en las que se interrumpe el encuentro. Relaciones que han de ser señaladas como el más allá desde el cual emerge la significación del Rostro. Más allá que no indica un telón de fondo, sino la huella; y, por medio de ella, aunque sin ser mediación, el movimiento de la illeidad, el Él.

La huella, tenemos que decirlo para una primera aproximación, “es la presencia de lo que, hablando con propiedad, jamás ha estado ahí, de lo que siempre ha pasado”.14 Presencia de lo no presenciado, de lo ya transcurrido, ya lejano; la huella no indica ni señala aunque es referible por un lenguaje que dice lo que se resiste a ser dicho. La huella, y esto es necesario subrayarlo, asegura principalmente, la trascendencia del Rostro del Otro. El Rostro en su visitación requiere de la huella en la cual se dice la trascendencia.

Y es justamente por la “integración terminológica” de la huella, la trascendencia y, debe decirse, lo Infinito, que el Rostro del Otro trasluce el encuentro mismo. El cara-a-cara planteado por Levinas no es un segundo paso tras un estado previo de soledad. Ante el Otro, se está ya ante el Rostro en el cual la trascendencia se dice por la huella que ha quedado en él. La huella no se relaciona, aunque sea consustancial a la alusión, al signo. La huella no es un signo o un símbolo que indicaría algo en un mundo simbolizado. La huella, a la que Levinas se refiere, no puede ser aquella estudiada o considerada por el grafólogo, el cazador o el psicoanalista. Porque la huella “no revela ni esconde nada”.15 Antes bien, dice Levinas: “En la huella ha pasado un pasado absolutamente concluido”.16 De este modo, puede comprenderse que la huella corresponde al paso hacia el pasado, a un pasado absoluto que se corresponde con la procedencia del Rostro del Otro, el de otra parte del que viene. En palabras del autor:

¿Acaso no respondemos en presencia del Prójimo [del Otro] de un orden donde el hecho de tener significación sigue siendo perturbación irremisible, pasado absolutamente cancelado? Ese hecho de tener significación es el hecho de que la huella tenga significación. El más allá del que viene el rostro significa como huella.17

La relación entre el Rostro del Otro y la huella es próxima. Pero en tal relación, el Mismo que responde, la subjetividad de responsabilidades  infinitas responde “de un orden” que la perturba —de “mayores impotencias”, podría decirse—. En la respuesta se señala la significación de la huella y, por ella, un más allá. Así, la huella obliga por lo Otro y el Otro, mientras significa más allá del ser. Por tanto, dice Levinas:

El perfil que, por la huella, adquiere el pasado irreversible es el per- fil del “Él”. El más allá del que viene el rostro es la tercera persona. […] Él es absolutamente inatacable o absoluto, trascendencia en un pasado absoluto. La elidad [de la illeidad] de la tercera persona es la condición de la irreversibilidad.18

De esta manera, la nueva terminología se instala estableciendo nuevas relaciones. La huella como paso hacia el pasado absoluto, esto es, inapresable e inenarrable por ninguna subjetividad que recuerde, significa la región de la cual viene el Rostro. La huella significa el más allá del ser. Luego, y en tanto la huella no es indicación, sí perfila la tercera persona que condiciona lo irreversible del pasado. El movimiento de las relaciones entre los términos, aseguran en Levinas, la presentación inteligible del Rostro. Cito:

El rostro es justamente la única apertura donde el hecho de que lo Trascendente tenga significación no anula la trascendencia para hacerla entrar en un orden inmanente, sino donde, al contrario, la trascendencia se mantiene como trascendencia simple concluida de lo trascendente.19

El Rostro, como apertura, significa la trascendencia en la huella. El Rostro no alude a un orden inmanente, protege la trascendencia de su conclusión trascendente. Además, dice Levinas: “[E]n la huella de lo Otro brilla el rostro”.20 Es decir, el Rostro como significación de la trascendencia se manifiesta como inteligibilidad en la huella. Posicionamiento en un “lugar” que indica “ningún lugar”. Presencia de lo que siempre ha pasado, la huella descubre el perfil de un Él, del movimiento de la illeidad que ha pasado por la huella en la cual brilla el Rostro.

Pero la huella no es mediación para acceder a la illeidad. No es un signo que remite a otros signos aludibles en el Rostro o la illeidad. La huella es el paso, la hendidura dejada por el tercero en el Rostro. Perturbación de la huella de lo Otro, de la illeidad que se graba en el Rostro. Conminación que impele al encuentro entre el Mismo y el Otro asegurando una tercera vía que ha podido descubrirse en el movimiento de la huella. Así, llega a decir Levinas:

El movimiento del encuentro no se añade al rostro inmóvil. Está en este rostro mismo. El rostro es por sí mismo visitación y trascendencia. Pero el rostro totalmente abierto, puede al mismo tiempo ser en sí mismo porque está en la huella de la elidad [de la illiedad]. La elidad [La illiedad] es el origen de la alteridad del ser en el cual, al traicionarlo, participa el en sí de la objetividad.21

De este modo, Levinas consigue “integrar” en el Rostro la visitación y la trascendencia con las cuales el encuentro deja de ser movimiento para asegurarse como “pura presencia”. La apertura del Rostro —relatada también en el hablar— es en sí misma en la huella de la illeidad. La tercera persona se cuela en el Rostro acentuando su autoridad de alteridad. Otro que el ser, más allá del ser, illeidad que no es captable por la objetividad, sino ante la cual sólo puedo hacer frente.

Podría releerse todo lo anterior como el tránsito, el paso, el movimiento de la trascendencia. El encadenamiento del análisis busca proteger la trascendencia desde el Él hasta el Rostro, pero no en un recorrido continuo y parejo, sino en círculos en que se descubre su posicionamiento. El Rostro abre el movimiento de la huella y, en ella, el paso de la illeidad como irreversibilidad. La illeidad, condición de la irreversibilidad, pasa en la huella, en la cual brilla el Rostro. Indeterminable conducción de los términos, pero innegable su aparecer excepcional. Aparición o búsqueda misma de una tercera vía que asegure la trascendencia del Rostro del Otro, su mandamiento, su divinidad, su poder, su dominio, pero también los recursos que nutren la responsabilidad infinita —respuesta infinita— de la subjetividad. El proyecto del planteamiento filosófico de Levinas continúa, al parecer, siendo el mismo iniciado en Totalidad e infinito: asegurar la inteligibilidad del Rostro, de lo otro que el ser en su exterioridad irreductible. El Otro funda la subjetividad, la convoca a responsabilidades infinitas porque en la huella del Rostro del Otro, el Él inscribe el movimiento de “ir a los Otros que están en la huella”.22 Illeidad que funda, a su vez, como origen de la alteridad del ser, la subjetividad, el movimiento hacia los Otros, una experiencia heterónoma.

3. Conclusión

En este recorrido se ha presentado un análisis más o menos de- tallado del artículo de Levinas, La huella de lo otro, de 1963, para iniciar un trabajo con el cual parece poder plantearse que existe en el plantea- miento de Levinas un viraje paulatino de 1961, año de la publicación de Totalidad e infinito, a 1974, año de la publicación de De otro modo que ser. La revisión de este primer artículo evidencia no sólo el aseguramiento de la noción del Rostro como exceso en el habla, sino su apertura de una coyuntura que interrumpe su develamiento cuando pone en tela de juicio la conciencia del Mismo. Apertura de una coyuntura en la cual la trascendencia del Rostro abre el movimiento de la huella y, con ella, el paso al movimiento de la illeidad como irreversibilidad.

De este modo, y para finalizar, el tratamiento sobre la huella y el movimiento de la illeidad, en la cual se pasa el Él (en francés, Il), y en el que, a su vez, brilla el Rostro, instala un grupo de nociones o términos levinasianos que serán ampliamente desarrollados en De otro modo que ser. Vinculación de la huella, del movimiento de la illeidad y del Il al Rostro que acentúan su mandamiento y su autoridad de alteridad.23 Rostro que, con esta nueva orientación, abre el más allá del ser, el movimiento de la illeidad, lo de otro modo que ser.

Notas

1. Una versión preliminar de este trabajo se presentó en las III Jornadas Nacionales Emmanuel Levinas. Perspectivas de alteridad en Medellín y Bogotá; 13 al 16 de abril de 2009.

2. Derrida, J., “Violencia y metafísica”. En: Escritura y Diferencia, Patricio Peñalver (tr.), Barcelona, Anthropos, 1989, p. 114.

3. Arango, J. M., Poesía completa, Editorial Universidad de Antioquia, Colombia, 2003, p. 61.

4. Vásquez, Carlos,  Aunque no te siga, Colombia, Tragaluz, 2008, p. 12.

5. Al inicio del artículo en nota al pie, se detalla en la versión de Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger que ha sido empleada: “Aparecido en Tajdschrift loor Filosofie n 3 en 1963, y como La trace de l’autre fue reeditado en la recopilación En decouvrant la existensse avec Husserl et Heidegger en 1967”, Levinas, E., Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger, Manuel E. Vázquez (tr.), Madrid, Síntesis, 2005, p.  267.

6. Ibid., p. 276, énfasis nuestro.

7. Ibid., p. 277.

8. Más aún, y para asegurar esta consideración, dice Levinas: “El Prójimo que se manifiesta en el rostro abre de alguna manera su propia esencia plástica como un ser que abre la ventana donde se recorta su figura. Su presencia consiste en despojarse de la forma que, sin embargo, lo manifiesta. Su manifestación es un ex- ceso añadido a la parálisis inevitable de la manifestación. Esto es lo que expresa la fórmula: el rostro habla. La manifestación del rostro es el primer discurso” Ibid., pp. 276-277.

9. Al respecto confirma Miguel García Baro: “Levinas ensaya tenazmente el pen- samiento que abandona como modelo metafórico la luz neutral que baña cual- quier objeto y es ella misma visible de suyo. Su esfuerzo consiste en trasladar la filosofía desde esta imagen milenaria (todo Platón está en ella) al terreno estricto de la palabra y, principalmente, de la palabra hablada. Un terreno, por cierto, no metafórico, sino que pide ser tomado al pie de la letra, con todo el rigor que aún no habría sido nunca utilizado a propósito de él. En este sentido, Levinas es, primordialmente, el pensador de la palabra: el filósofo que no quiere continuar trayendo al estudio de la palabra los conceptos que se han acuñado primero en el campo de la visión” García Baro, M.,  La compasión y la catástrofe, Salamanca, Sígueme, 2007, p. 116.

10. Levinas, Descubriendo la existencia…, cit, p. 277; énfasis nuestro.

11. Ibid., 280, énfasis nuestro.

12. Cf. Ibid., p. 278.

13. Cf. Ibid., p. 285.

14. Ibidem

15. Ibid., p. 284.

16. Ibidem

17. Ibid., p. 281; énfasis nuestro.

18. Ibid., p. 282. En esta perspectiva, los análisis desarrollados en Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, de 1961, sobre el Infinito, parecen reproducirse, re- constituirse o reactualizarse en este “nuevo contexto” de la huella y la illeidad. Repatriación de los términos que enmarca especificaciones si no transparentes, por lo menos, más explícitas. Explicitación que parece obedecer a la emergencia del Rostro a partir de la tercera persona. Respecto al empleo de la palabra elidad o illeidad, cf. Purcell, M., “La significación ética de la illeidad (Emmanuel Levinas)”, Édgar Antonio López (tr.), en Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, No. 72-73 Diciembre, Bogotá, 1998, pp. 89-103.

19. Ibid., p. 282.

20. Ibid., p. 286.

21. Ibid., p. 286.

22. Ibid., p. 287.

23. Al respecto cf. Derrida, J., “En este momento mismo en este trabajo heme aquí”, Patricio Peñalver (tr.), En: Cómo no hablar. Y otros textos, Barcelona, Proyecto A, 1997.

Referencias bibliográficas

1. Derrida, J., “Violencia y metafísica”. En: Escritura y Diferencia, Patricio Peñalver (tr.), Barcelona, Anthropos, 1989, p. 114.         [ Links ]

2. Arango, J. M., Poesía completa, Editorial Universidad de Antioquia, Colombia, 2003, p. 61.        [ Links ]

3. Vásquez, Carlos,  Aunque no te siga, Colombia, Tragaluz, 2008, p. 12.        [ Links ]

4. Levinas, E., Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger, Manuel E. Vázquez (tr.), Madrid, Síntesis, 2005, p.  267.        [ Links ]