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EPISTEME

versión impresa ISSN 0798-4324

EPISTEME vol.31 no.1 caracas jun. 2011

 

Intérprete omnisciente, caridad  y externalismo

Pablo Melogno1

1Universidad de la República de Uruguay. E–mail del autor: pmelogno@gmail.com

Resumen: Se discute el argumento del intérprete omnisciente formulado por Donald Davidson, en relación con otros dos aspectos de la filosofía davidsoniana: el principio de caridad y la concepción externalista del significado. Se busca mostrar que el argumento ha funcionado antes como una consecuencia de la caracterización davidsoniana de la interpretación radical que como un elemento de fortalecimiento de la misma, o bien presupone la metodología davidsoniana de interpretación basada en el principio de caridad, cuyos problemas trataba de solucionar, o bien presupone la concepción externalista del significado, lo que le quita utilidad.

Palabras clave: Davidson, intérprete omnisciente, interpretación radical.

Omniscient interpreter, charity  and externalism

Abstract: The omniscient interpreter argument laid by Donald Davidson is discussed, in relation to two other aspects of the davidsonian philosophy: the principle of charity and the externalist conception of meaning. It’s attempted to show that the argument has worked rather as a result of the davidsonian characterization of the radical interpretation, than as a building factor of that one, in so far as, either presupposes the davidsonian interpretation methodol- ogy based on the principle of charity, whose problems tried to solve, or presupposes the externalist conception of meaning, what it takes away its utility.

Key words: Davidson, Omniscient Interpreter, Radical Interpretation.

Recibido: 14-12-10.  Aceptado: 12-01-11.

I. El argumento del intérprete omnisciente. Contexto y formulación.

En “Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia”, Davidson presenta una versión del argumento del intérprete omnisciente (AIO) -ya esbozado en “El método de la verdad en metafísica”1- en el marco de su defensa de una particular concepción coherentista del conocimiento. El argumento plantea la posibilidad de un ser omnisciente, dotado de todos los datos necesarios y objetivamente verdaderos para enfrentarse a una situación de interpretación radical, con el propósito de mostrar que, dada una creencia sostenida por un sujeto, coherente con otras varias creencias, hay buenas razones para presumir a favor de su verdad, por lo que en último término la idea de un sistema de creencia masivamente falso (SMF) resulta ininteligible.

hay una presunción a favor de la verdad de una creencia que es coherente con una masa significativa de otras creencias. Toda creencia, en un conjunto total coherente de ellas, está justificada a la luz de esta presunción […] si el conocimiento es creencia verdadera justificada, parecería entonces que todas las creencias verdaderas de un sujeto coherente constituyen conocimiento.2

A pesar de que Davidson3 finalmente prescindió del AIO, el presente trabajo se propone discutir el alcance del argumento dentro de la concepción davidsoniana de la creencia, así como algunas de las que pueden considerarse sus principales debilidades. Se entiende que esto es de relieve para sopesar tanto las interpretaciones que consideran prescindible o evitable el argumento, como son los casos de Lepore y Ludwig4, Coll Mármol5 o Navia6, como para evaluar los intentos de rehabilitación o fortalecimiento del mismo, dados entre otros por Genova7 o Silcox8.

El contexto de formulación del AIO remite a la manera en que Davidson entiende las relaciones entre creencia, conocimiento y ver- dad. Para Davidson resulta inconducente el proyecto fundancionista de introducir intermediaros epistémicos entre el mundo y las creencias, en cuanto esto habilita la pregunta acerca de si la información que obtenemos a través del intermediario es o no fidedigna. Si postulamos que las sensaciones son intermediaros epistémicos entre nuestras creencias y el mundo, siempre queda lugar para una objeción escéptica: el que una sensación cause la creencia en un objeto no garantiza que el objeto sea similar a la sensación causante de la creencia -v.gr. Descartes, Med. III9-. En suma, si un intermediario, como las sensaciones, es meramente causal, no tiene por qué tener valor epistémico y, si tiene valor epistémico, siempre puede ser puesto en tela de juicio. La salida davidsoniana al dilema consiste en despejar a las sensaciones, sense-data, impresiones, etc. del carácter de intermediarios epistémicos, restringiendo su papel al de intermediarios causales.

La relación entre una sensación y una creencia no puede ser de carácter lógico, pues las sensaciones no son creencias ni otras actitudes proposicionales, ¿Cuál es, entonces, la relación? Creo que la respuesta es obvia: la relación tiene carácter causal. Las sensaciones causan algunas creencias, y en este sentido constituyen la base o sustento de nuestras creencias. Pero una explicación causal de una creencia no muestra cómo o por qué está justificada la creencia.10

Los callejones sin salida a los que conduce la búsqueda de un fundamento último de orden epistémico han desembocado frecuente- mente en soluciones coherentistas, regidas por la premisa de que, una vez que no es posible dar con un fundamento último que garantice la verdad de nuestras creencias, debemos tomar como justificadas aquellas que sean coherentes con un conjunto dado de otras creencias. No obstante, el coherentismo así entendido resulta para Davidson igual de rechazable que las alternativas fundacionistas, en cuanto no logra eludir las objeciones escépticas más características. En principio, nada impide que un amplio conjunto de creencias coherentes entre sí sean falsas, por lo que Davidson busca superar este escollo defendiendo la idea de que es condición de posibilidad de tener un conjunto de creencias coherentes, el que la mayoría sean verdaderas. De este modo, la coherencia no queda restringida a una relación lógica entre creencias, sino que oficia como una relación epistémica no intermediaria entre las creencias y el mundo.

En defensa de esta caracterización de la creencia, Davidson formula el Principio de caridad (PC), el cual

ordena al intérprete traducir o interpretar de modo tal que algunos de sus propios criterios de verdad se lean en la estructura de oraciones que el hablante considera verdaderas. El propósito del principio es hacer inteligible al hablante, puesto que las desviaciones excesivas respecto de la coherencia y de la corrección no dejan un acuerdo común desde el cual juzgar el acuerdo o la diferencia.11

Según esto, si un intérprete identifica las condiciones en que un hablante asiente a una oración, puede considerar que la oración es ver- dadera bajo las condiciones identificadas, lo que en términos de David- son hace inteligible al hablante, en la medida en que el intérprete logra discernir el significado de las creencias a partir de la determinación de sus condiciones de verdad.

Dadas en estos términos las relaciones entre creencia, verdad y significado, Davidson señala que “… la mayoría de las oraciones que un hablante tiene por verdaderas son verdaderas, al menos en opinión del intérprete.”12 Aplicando el PC, puede pensarse que si el intérprete no considera como verdaderas la mayoría de las oraciones del hablante, este deja de ser inteligible, en cuanto o bien el intérprete no ha identificado las condiciones de verdad de las creencias del hablante, o el hablante ha engañado sistemáticamente al intérprete en cuanto a las creencias que tiene por verdaderas. En ambos casos, la posibilidad de que la mayoría de las creencias del hablante sean falsas resulta in aceptable, por lo que la adjudicación de verdad resulta condición de posibilidad para la identificación de las creencias del hablante. Más aún, cuando el PC reviste un carácter metodológico, en cuanto no justifica la asunción de que estrictamente todas las creencias del hablante sean verdaderas, sino que solamente prescribe interpretar de modo que la mayoría lo sean, dado que la verdad masiva es un presupuesto necesario de la comunicación y la interpretación.

Planteado de esta forma, el PC puede ser pasible de una objeción: “¿Por qué no podría suceder que hablante e intérprete se entendieran entre sí sobre la base de creencias compartidas pero erróneas?”13, para responder a esto, Davidson introduce el AIO: un intérprete omnisciente (IO) es un intérprete cuyas creencias son todas verdaderas, y ello incluye tanto sus creencias acerca del mundo como de las condiciones de verdad de las creencias del hablante. Según Davidson:

El intérprete omnisciente, utilizando el mismo método que el intérprete falible, hallará al falible hablante ampliamente coherente y correcto, coherente y correcto según sus propios criterios, des- de luego, pero, puesto que éstos son objetivamente correctos, el hablante falible resulta ser ampliamente correcto y coherente de acuerdo con criterios objetivos.14

Cuando Davidson afirma el mismo método se refiere a la metodología de interpretación basada en el PC, de tal modo que una parte sustantiva de la fortaleza del AIO radica en que la utilización del PC permite obtener el mismo resultado, ya se trate del IO o del intérprete falible: en ambos casos el sistema de creencias del hablante resulta ser masivamente verdadero. De aquí Davidson extrae la imposibilidad de que las creencias de un hablante sean interpretadas como mayormente falsas, o al menos como totalmente falsas.

Tanto Carpenter15 como Genova16, insistieron en que el AIO es presentado como una prueba contra el escepticismo epistémico, pero es necesario señalar que se trata de una prueba indirecta, en tanto el argumento es introducido por Davidson para levantar una posible objeción a la falibilidad del intérprete en la aplicación del PC. La introducción del AIO sólo se justifica una vez que el escéptico podría concederle a Davidson que la caridad funcionara plenamente en la resolución de la situación de interpretación radical, y que al mismo tiempo pudiera decirse que intérprete y hablante acuerdan sobre una base de creencias total o mayormente falsas. Por esto, el argumento cumple la función de fortalecer el PC, centro del ataque davidsoniano al escepticismo. Parece justificado, entonces, analizar qué relación guarda el AIO con el PC, y si logra efectivamente cumplir la función de fortalecimiento o justificación que parecer darle origen.

II. Omnisciencia y caridad

Un aspecto controversial de la estructura del AIO tiene que ver con la relación entre el argumento y las condiciones de aplicación de la caridad como principio interpretativo. No parece prestarse a discusión que el AIO se apoya en una parte importante de la metodología de Davidson. Puede señalarse aquí que quien no acepte la metodología davidsoniana de interpretación no tiene por qué aceptar el AIO, pero el problema de fondo parece ser otro.

Como ya se señaló, el AIO fue introducido por Davidson para contrarrestar la posibilidad de que un hablante y un intérprete se entendieran sobre una base común de creencias falsas. Esta posibilidad constituye un obstáculo para la aplicación del PC, ya que de ser posible este escenario, la aplicación del principio no proveería las garantías epistémicas pretendidas por su formulación. Ahora bien, si la posibilidad del entendimiento sobre el error compartido es un obstáculo para la aplicación de la caridad, un argumento que pretenda erradicar esta posibilidad debe ser independiente del PC, es decir que no puede presuponerlo, en cuanto es la validez del principio y la licitud de sus aplicaciónes lo que está en tela de juicio. Sin embargo, el AIO parte de la aceptación de la caridad, el principio metodológico que debía ser defendido.

A este respecto, Foley y Fumerton17 señalaron tempranamente que sobre el IO pesa la restricción de no tener la libertad de creer o no si la mayoría de las creencias del hablante interpretado son verdaderas, y esta restricción es resultado directo de la introducción del PC dentro de las condiciones iniciales del argumento. Posteriormente, Brueckner18 admitió que si bien un IO podría teóricamente no necesitar de las restricciones de la metodología davidsoniana para conocer las creencias de un hablante, la aceptación previa de la caracterización davidsoniana de las relaciones entre creencia y significado, en el contexto de la interpretación radical, resultaba fundamental para dar viabilidad al AIO.

Posteriormente en su reconstrucción del argumento, A. C. Ge- nova explicita que el PC “already is a crucial normative constituent of the methodology of interpretation which is part of the premiseset of the VIA19[…]”20 Lepore y Ludwig mientras tanto, incluyen una versión del PC como primera premisa de su reconstrucción de la estructura del AIO, y señalan que por un IO Davidson entiende un intérprete con conocimiento completo del mundo, excepto de las actitudes de los hablantes y los significados de sus oraciones. Esto asegura que el IO tenga que aprender los significados de sus oraciones por los mismos métodos de un intérprete radical21. En función de esto la omnisciencia del intérprete estaría necesariamente limitada, en cuanto no incluiría un conocimiento de la dinámica mental y comportamental de los hablantes que interpreta. Coll Mármol, asimismo, se ha referido a “un intérprete omnisciente que nos interpreta caritativamente […]”22

Estas diferentes caracterizaciones parecen dar cuenta de que la aceptación de las premisas iniciales del argumento exige de antema- no un definido compromiso con algunos aspectos de la noción de interpretación propuesta por Davidson, por lo que el AIO parece no lograr levantar las objeciones originadas en el cuestionamiento a la metodología davidsoniana, justamente en cuanto la presupone como parcialmente válida en la conformación de sus premisas.

En estos términos, cabe pensar que si se acepta la metodología de la interpretación radical y se acepta la posibilidad epistémica de un IO, parecería quedar efectivamente neutralizada la posibilidad de que la mayoría de nuestras creencias sean falsas, objetivo central de la argumentación de Davidson. Pero si el AIO tiene como objeto resolver los problemas originados en la construcción de la metodo- logía de la interpretación radical, debería derivarse de la posibilidad epistémica de un IO alguna conclusión a favor de la ininteligibilidad del error masivo que no supusiera la aplicación del PC, ya que de lo contrario el AIO queda reducido a una consecuencia derivada de la previa aceptación del PC.

Lepore y Ludwig23 han esbozado otra solución al punto, apelan- do al carácter necesario del PC para dar sentido e inteligibilidad a la interpretación radical. En primer término, señalan que la justificación del PC debe ser independiente de la comparación de las creencias de un hablante con su entorno, llevada a cabo por un intérprete. Así, el carácter fundante, y al mismo tiempo metodológico del principio, exige una justificación a priori, previa la puesta en marcha del pro- ceso interpretativo. En estos términos, señalan que la interpretación radical sólo es posible si el intérprete puede justificar una teoría de la interpretación para un hablante, sobre la base de evidencia comportamental relativa a las actitudes proposicionales tenidas por ver- daderas por el hablante. Lo que requiere que el intérprete asuma, de forma inevitable, el PC como estrategia frente a la situación de interpretación radical.

Sin embargo, aceptando que el PC es condición para la inteligibilidad y el sentido de la situación de interpretación radical, no se desprende que sea condición para la verdad objetiva de las creencias compartidas, ya que si lo fuera el AIO sería innecesario. En este escenario, la formulación del AIO parte de una lectura del PC de acuerdo a la cual éste sólo garantiza el acuerdo, y no la verdad24; ya que, si en una lectura más ambiciosa, se pretendiera que el PC garantizara tanto el acuerdo como la verdad, entonces el AIO directamente quedaría sin razón de ser. El IO irrumpe en un contexto en el que Davidson presenta una versión moderada del PC, bajo la que sólo quedan aseguradas las condiciones de asentimiento mutuo necesarias para la comunicación, pero no las de verdad y objetividad. En una versión del PC en la que ambas clases de condiciones pretendieran estar aseguradas para intérpretes y hablantes falibles, un IO no resultaría necesario25.

Por otro lado, cuando las condiciones iniciales del argumento de- finen al IO como un intérprete que es portador de criterios de verdad objetivos, pero que al mismo tiempo no puede no interpretar de acuerdo a la metodología de la interpretación radical, se está convirtiendo a la metodología en condición necesaria de la verdad objetiva, más por los términos iniciales del argumento que por la forma en que se extrae la conclusión. Si el intérprete fuera omnisciente pero estuviera habilitado a interpretar según algún otro método, o si su omnisciencia fuera irrestricta al punto de hacer innecesaria la interpretación, nada se podría concluir en contra de la posibilidad del error masivo.

Enfocando la cuestión desde otro ángulo, Pailos26 ha señalado finalmente que si puede probarse que la metodología davidsoniana de interpretación es correcta, entonces no es inteligible un SMF, en cuanto resulta correcto que atribuyamos verdad masiva a los sistemas de los hablantes que interpretamos -si éstos nos son inteligibles como conductas de habla-. Pero si esto es así, la prueba de la corrección de la metodología de Davidson no puede derivarse del AIO, que constituye un caso específico de aplicación de dicha metodología; y si por contrapartida, una prueba independiente de la corrección de la metodología bastara para declarar la inteligibilidad de un SMF, entonces el AIO resultaría innecesario.

Hasta aquí se ha intentado mostrar que el AIO no constituye una prueba independiente con relación a las dificultades de la metodología de la interpretación radical que motivaron su formulación, justamente en cuanto presupone en mayor o menor medida aspectos relevantes de dicha metodología.

III. Externalismo

Carpenter ha señalado que la segunda versión del AIO presupone una concepción externalista del significado. El externalismo radica en que, una vez que los estados mentales supervienen a los objetos externos que los causan, podemos pensar que el contenido de nuestras actitudes proposicionales no es independiente y, en parte, está condicionado por los objetos externos a los que dichas actitudes se refieren27. El argumento parte de que el intérprete sabe qué objetos y eventos del entorno han hecho que el hablante falible -interpretado por el IO- tenga por verdaderas ciertas creencias, y del mismo modo cabe pensar -nada en la formulación de Davidson parece impedirlo-, que el IO tiene por verdaderas determinadas creencias -que son objetivamente verdaderas- como consecuencia de determinados eventos y objetos del entorno28. Y es estrictamente necesario que esto sea así para ambos intérprete y hablante, ya que de lo contrario el IO no podría aplicar sus criterios de interpretación y asignación de creencias al hablante falible -y mucho menos al intérprete falible- en cuanto el proceso de formación de sus creencias habría sido diferente al de los otros dos protagonistas del argumento.

En estos términos, si el que las creencias de un hablante sean causadas en gran parte por objetos y eventos del entorno es suficiente para establecer que la verdad es una condición de formación de la creencia -y si se acepta que las creencias efectivamente son causadas por eventos y objetos del mundo-, entonces la posibilidad de un SMF resulta ininteligible, independientemente de que se acepte o recha- ce la posibilidad epistémica de un IO. Desde este punto de vista, el AIO no hace sino reforzar una conclusión -la imposibilidad del error masivo de las creencias- que ya está contenida en la formulación del externalismo davidsoniano.

En su respuesta a Genova, Davidson especifica que el IO interpreta bajo la premisa de que las creencias del hablante están causal mente ligadas a eventos externos: “Bien, por supuesto que el intérprete sabe esto si sabe que está interpretando a otra persona a la luz de las reacciones de la persona a cosas a las que el intérprete también reacciona. ¿Pero cómo sabe todo esto?”29 El problema parece ser no tanto cómo es que lo sabe30; sino más bien que, si lo sabe, entonces más allá de qué tipo de intérprete sea (falible, verídico, omnisciente), su estrategia de interpretación es una consecuencia directa de la asunción del externalismo -y por ende del carácter inherentemente verdadero de la creencia-, por lo que el AIO resulta ante todo una aplicación o consecuencia de la tesis externalista, más que una herramienta destinada a fortalecerla.

Si el intérprete omnisciente sabe que las creencias del hablante falible han sido genuinamente causadas por objetos y eventos del en- torno, la pregunta por la posibilidad del acuerdo masivo sobre creencias falsas -motivo inicial de la formulación del argumento- ya no es de recibo, pero tampoco es de recibo entonces la posibilidad de un IO, en cuanto los problemas que intenta solucionar su introducción ya se han disuelto en la aceptación de la tesis externalista.

Si bien consideran que en último término el argumento es prescindible, en su evaluación inicial del AIO, Lepore y Ludwig31 señalan por el contrario que en cuanto a las creencias acerca del entorno el argumento demuestra más de lo que presupone. Entienden que para que el IO entienda al hablante debe asumir que la mayoría de las creencias del hablante sobre su entorno son verdaderas. Pero una vez que el intérprete está en lo correcto respecto a la naturaleza del entorno del hablante -por ser omnisciente por hipótesis-, el hablante, si es interpretable por él, está del mismo modo mayormente en lo correcto respecto de su propio entorno.

Sin embargo, cabe pensar que la relación entre las creencias del intérprete y las del hablante es anterior a la conclusión del argumento. A saber, si el IO interpreta al hablante considerando sus creencias como mayormente correctas, ello sólo parece tener asidero si como punto de partida de la interpretación se supone un entorno común que es causa de las creencias tanto del intérprete como del hablante, siendo esto una de las condiciones iniciales del argumento, y no parte de su conclusión. Tal es así que, a renglón seguido, los mismos Lepore y Ludwig especifican la forma en que si se varían las condiciones iniciales del argumento, cancelando la premisa de un entorno compartido causalmente eficaz, la posibilidad del proceso interpretativo se ve cancelada:

consider a nonspatial world in which we are immaterial beings whose experiences are unconnected with events in any space, Leibnizian monads, as it were, whose experiences unfold by way of an internal principle of change. In such a world, even if there were an omniscient interpreter, he could not interpret us, because nothing in that world would serve him as evidence for interpre- tation, even though he has only true beliefs about the world. 32

Otra estrategia, también tomada por Lepore y Ludwig, consiste en derivar de la premisa externalista de un entorno compartido y eficazmente causal, la posibilidad de atribuir creencias mayormente verdaderas a hablantes falibles por parte de intérpretes falibles, en un escenario de interpretación radical que prescinde del IO:

If an interpreter is to succeed in interpreting a speaker, he too must have largely true beliefs about the speaker’s environment, and this will result in the speaker and interpreter agreeing about the nature of the speaker’s environment. However, the assump- tion made in order to connect an interpreter’s evidence with an interpretive truth theory is not that the interpreter and speaker are in agreement, but that the speaker is mostly right about his environment. So, on the assumption that radical interpretation is possible, the proper way to state the requirement on a speaker is that his beliefs about his environment be mostly true. We can thus bypass the appeal to an omniscient interpreter and appeal directly to its being necessary that a speaker be interpretable, and a necessary condition on that, namely, that the speaker’s beliefs about his environment be mostly true.33

Lo que permite ver especialmente esta última estrategia es que, en la medida que se refuerza la idea externalista de que las creencias son causadas en parte importante por objetos y eventos del entorno, se debilita, necesidad de apelar a un IO y, aunque esto no suceda, persiste el hecho de que la formulación del IO presupone una concepción externalista que pone seriamente en riesgo su utilidad.

IV. Conclusión

Parte de las dificultades vinculadas al AIO parecen originarse en cierta opacidad en los propósitos de la metodología davidsoniana, ya que por momentos ésta parece destinada a establecer que nuestras creencias no pueden ser masiva, mayor o fundamentalmente falsas34, y en otros da la impresión de que su propósito fuera establecer que nuestras creencias no pueden ser todas falsas en conjunto35, lo cual constituye un objetivo de muy distinto calibre. En el marco de estas dificultades, el presente trabajo ha intentado mostrar que el AIO ha funcionado como una consecuencia de la caracterización davidsoniana de la interpretación radical, más que como un elemento de fortalecimiento de la misma, en cuanto o bien presupone la metodología davidsoniana de interpretación, cuyos problemas trataba de solucionar, o bien presupone la concepción externalista del significado, lo cual le quita utilidad y proporciona indicios específicos para dar cuenta de su abandono.

Notas

1. Cf. Davidson, D., «The method of truth in metaphysics», en Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Press, (2001), (1984).         [ Links ]

2. Davidson, D., «Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia», en Mente, mundo y acción, Barcelona, Paidós/ I.C.E.-U.A.B., (1992), pp. 75-76.         [ Links ]

3. Cf. Davidson, «Reply to A. C. Genova», en Hahn, Lewis E. (Ed.), The Philosophy of Donald Davidson, Chicago, Open Court, (1999), pp. 192-194.         [ Links ]

4. Cf. Lepore, E., Ludwig, K., Donald Davidson. Meaning, Truth, Language and Reality, Oxford, Oxford University Press, (2005).         [ Links ]

5. Cf. Coll Mármol, J. A., «Menos es más: Davidson y el extravío del escéptico», Análisis filosófico, XXVII (2007), 2, pp. 145-163.         [ Links ]

6. Cf. Navia, R., «El argumento antiescéptico de Davidson como punto de conver- gencia de innovaciones radicales», Areté Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, XXII (2010), 1, pp. 69-85.        [ Links ]

7. Cf. Genova, C., «The very idea of massive truth», en Hahn, The Philosophy of... cit., pp. 167-191.         [ Links ]

8. Cf. Silcox, M., «On the Conceivability of an Omniscient Interpreter», Dialogue, 46 (2007), pp. 627-636.         [ Links ]

9. Cf. Descartes, R., Meditaciones metafísicas, Madrid, Alba, (1999).         [ Links ]

10. Davidson, «Verdad y conocimiento…», cit., p. 81.

11. Ibid., p. 90.

12. Ibid., p. 91.

13. Ibid., p. 92.

14. Ibid., p. 93.

15. Cf. Carpenter, A. «Davidson’s externalism and the unintelligibility of massive error», Disputatio, 4 (1998), pp. 25-45.

16. Cf. Genova, C., «On the very...», cit., p. 167.

17. Cf. Foley, R., Fumerton, R., «Davidson’s Theism?», Philosophical Studies, 48 (1985), 1, pp. 84-89.

18. Cf. Brueckner A. L., «The omniscient interpreter rides again», Analysis, 51 (1991), 4, pp. 199-205.

19. Argumento del intérprete verídico (veridical interpreter argument).

20. Genova, C., «On the very...», cit., p. 184.

21. Cf. Lepore, Ludwig, Donald Davidson. Meaning… cit., pp. 324-325.

22. Coll Mármol, «Menos es más…», cit., p. 153.

23. Cf. Lepore, Ludwig, Donald Davidson. Meaning..., cit., p. 198 y ss.

24. Cf. Coll Mármol, «Menos es más…», cit. p. 153

25. Para una exposición y discusión detallada respecto de las distintas formulaciones del PC, véase Lepore, Ludwig, Donald Davidson. Meaning..., cit., cap. 12.

26. Cf. Pailos, F., «Sobre la posibilidad de error masivo y el carácter verídico de la creencia», en G[af] Grupo de acción filosófica (2009). http://www.accionfilosofica.com/ misc/1247770090art.doc

27. Cf. Carpenter, «Davidson’s externalism and... », cit., pp. 27-30.

28. Roger Craig puso en duda este punto, señalando que el argumento tal como lo plantea Davidson no proporciona elementos para elucidar la naturaleza de las creencias del hablante ni del intérprete. Cf. Craig, R., «Davidson and the Sceptic: The Thumbnail Version», Analysis, 50 (1990), 4, pp. 213-14.

29. Davidson, «Reply to A. C...», cit., p. 193. Traducción propia.

30. Puede pensarse que si se trata de un intérprete omnisciente o verídico lo sabe por definición, mientras que si se trata de un intérprete falible, en sentido estric- to, no lo sabe, sino que parte de la premisa externalista para intentar comprender al hablante.

31. Cf. Lepore, Ludwig, Donald Davidson. Meaning… cit., p. 325.

32. Ibid., p. 328.

33. Ibid., p. 330.

34. Cf. Davidson, «Expressing evaluations», en Problems of rationality, Oxford, Oxford Clarendon Press, 2004, p. 36. «The interpersonal comparison of values», Ibid., p. 67. «The problem of objectivity», Ibid., pp. 14-15.

35. Cf. Davidson, «Verdad y conocimiento…», cit., p. 97.

Referencias bibliográficas

1. Cf. Davidson, D., «The method of truth in metaphysics», en Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Press, (2001), (1984).

2. Davidson, D., «Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia», en Mente, mundo y acción, Barcelona, Paidós/ I.C.E.-U.A.B., (1992), pp. 75-76.

3. Cf. Davidson, «Reply to A. C. Genova», en Hahn, Lewis E. (Ed.), The Philosophy of Donald Davidson, Chicago, Open Court, (1999), pp. 192-194.

4. Cf. Lepore, E., Ludwig, K., Donald Davidson. Meaning, Truth, Language and Reality, Oxford, Oxford University Press, (2005).

5. Cf. Coll Mármol, J. A., «Menos es más: Davidson y el extravío del escéptico», Análisis filosófico, XXVII (2007), 2, pp. 145-163.

6. Cf. Navia, R., «El argumento antiescéptico de Davidson como punto de conver- gencia de innovaciones radicales», Areté Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, XXII (2010), 1, pp. 69-85.

7. Cf. Genova, C., «The very idea of massive truth», en Hahn, The Philosophy of... cit., pp. 167-191.

8. Cf. Silcox, M., «On the Conceivability of an Omniscient Interpreter», Dialogue, 46 (2007), pp. 627-636.

9. Cf. Descartes, R., Meditaciones metafísicas, Madrid, Alba, (1999).

10. Cf. Carpenter, A. «Davidson’s externalism and the unintelligibility of massive error», Disputatio, 4 (1998), pp. 25-45.         [ Links ]

11. Cf. Foley, R., Fumerton, R., «Davidson’s Theism?», Philosophical Studies, 48 (1985), 1, pp. 84-89.        [ Links ]

12. Cf. Brueckner A. L., «The omniscient interpreter rides again», Analysis, 51 (1991), 4, pp. 199-205.         [ Links ]

13. Cf. Pailos, F., «Sobre la posibilidad de error masivo y el carácter verídico de la creencia», en G[af] Grupo de acción filosófica (2009). http://www.accionfilosofica.com/misc/1247770090art.doc          [ Links ]

14. Cf. Davidson, «Expressing evaluations», en Problems of rationality, Oxford, Ox- ford Clarendon Press, 2004, p. 36. «The interpersonal comparison of values», Ibid., p. 67. «The problem of objectivity», Ibid., pp. 14-15.         [ Links ]