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EPISTEME

versión impresa ISSN 0798-4324

EPISTEME vol.35 no.2 caracas dic. 2015

 

Percepción y Experiencia

Juan J. Rosales sánchez1

1Escuela de Ciencias Sociales y Emprendimiento Universidad de Investigación de Tecnología Experimenta Yachay. E-mail del autor: jrosales@yachaytech.edu.ec

Resumen:

Este artículo examina, desde un punto de vista epistemológico, algunos significados del concepto de percepción y sus vinculaciones con la noción de experiencia. Con este propósito en miras, se considera la etimología latina del término y con ello el rescate de la inicial conciencia del rol activo de la percepción. En estrecha relación con la idea de que la percepción es actividad, defendemos la tesis que la presenta como núcleo de la experiencia, pues sin ella el sujeto carecería de la necesaria capacidad de ajuste en el trato con el mundo. Inicialmente, procedemos analíticamente para elucidar la pluralidad de significados de los conceptos involucrados, no obstante, realizamos el tránsito que va de la elucidación de los significados a la producción sintética de una tesis sobre las relaciones entre experiencia y percepción.

Palabras clave: percepción, experiencia, trato con el mundo.

Perception and Experience

Abstract:

This paper examines, from an epistemological point of view, some meanings of the concept of perception and its links with the notion of experience. With this aim in view, the Latin-etymological term and the rescue of the initial awareness of the active role of perception are considered. Starting at the idea that perception is activity, is closely related to the thesis we defend wich claims perception as core of experience because not-perception due to subject would lack its necessary adjustment ability to deal with the world. perception. Initially, we proceed analytically to elucidate the plurality of meanings of the concepts involved; nevertheless, we switch from the elucidation of the meanings to the synthetic production of a thesis about the relationship between experience and perception.

Keywords: Perception, Experience, Dealing with the world.

Recibido: 23-02-15. Aceptado: 02-03-15.

1. Introducción

No es casual, y por ello llama poderosamente la atención, que la percepción aparezca señalada en la obra de Kant como una “representación con conciencia”1. Este es un primer indicio de una teoría de la percepción que involucra a esta facultad como un mecanismo esencial del conocimiento. Con Kant, la referencia al papel epistemológico de la percepción se torna imprescindible en virtud de su función mediadora entre mente y mundo, función epistemológica que, sin embargo, es objeto de importantes disputas que involucran el conocimiento experiencial. De hecho, expresiones tales como “experiencia perceptiva”, “contenidos de la percepción” o “filosofía de la percepción” se han tornado comunes en los problemas que examinamos en el terreno de la epistemología. Aunque no está entre los intereses de este artículo averiguar lo que cada una de estas expresiones significa por misma, sí es necesario analizar cómo se entiende el papel de la percepción en la experiencia personal, cómo se relaciona con el objeto de conocimiento y qué cabe entender por contenido de la percepción.

Aunque pueda considerarse un tanto escolar, conviene escudriñar en los orígenes del término, perceptio, y descomponerlo. Encontramos una relación lingüística que involucra a una preposición de acción, per, que puede significar “a través de”, y al término capio que significa “coger”, “tomar”, “apoderarse de” o “apropiarse de”. ¿Qué deseamos expresar con este recurso? La idea según la cual la percepción no puede considerarse un mero impacto sobre los sentidos. De manera general, pero no muy precisa, decimos que cuando percibimos, discriminamos, atendemos o privilegiamos una porción del mundo y he aquí que podemos decir que atendemos a un objeto o que nos apropiamos de él. Pero para que un evento sea clasificado como una percepción y no como una alucinación o mera fantasía requiere un refinamiento de ciertas capacidades que la producen.

La percepción sensible, a nuestro modo de ver las cosas, es un mecanismo esencial en la experiencia porque por medio de ella un objeto se hace presente, queda ubicado en nuestro entorno, y en dirección inversa, un pensamiento se afinca en la realidad y establece su referencia. Así, la percepción como mecanismo tiene una capacidad de ajuste que va determinando con mayor precisión los objetos. Por ejemplo, cuando se carece de entrenamiento, si miramos dentro del agua y vemos el pez, entonces extendemos la mano para alcanzarlo y fallamos. El pez no está donde lo hemos ubicado según nuestra vista no adiestrada. Al irnos ejercitarnos en la faena de coger el pez con la mano, vamos ajustando nuestros movimientos y no dirigimos la mano sólo por la imagen que proporciona la vista. Hay un pez, pero no está ubicado exactamente en el lugar en el que lo vemos. No podemos asegurarlo en forma tajante, pero esta misma situación puede producirse en otros animales que pescan. La osa lleva a sus oseznos durante un cierto período de tiempo al río para atrapar pescado y alimentarse en temporada del salmón. Todo parece indicar que los críos observan los movimientos, los lugares de ubicación, pero al iniciar su maduración en solitario van al río a pescar y deben pasar por períodos de experimentación y ajuste de sus movimientos y quizá de la serie de impresiones recibidas. En el ajuste de la serie de impresiones hay un trabajo que busca alcanzar la efectividad deseada y esto puede llamarse percepción. Que hay engaño, ilusiones en el trato de los sentidos con el mundo,  es innegable. Por nuestra constitución, los seres humanos, acudimos  a la capacidad reflexiva para realizar ajustes, pero no creemos que sea siempre así. En algunos casos puede que la capacidad reflexiva entre en acción y logremos el ajuste por esta vía, por ejemplo: la clásica imagen de la alucinación en el desierto en la que una persona agobiada por la sed ve una laguna o un oasis inexistente, la imagen se esfuma cuando otros sentidos entran en acción, pues al emplear el tacto no es refrescante, no tiene la textura, etc. Quien ha sido víctima de la alucinación se pone en guardia y reflexiona sobre las características de la imagen sin fundamento. Entonces, ¿la percepción es interpretación y organización de impresiones?, es decir, ¿percibir es organizar las impresiones bajo reglas conceptualmente formuladas? O ¿es la percepción la forma de saber algo sin comprender?, o ¿lo percibido sería lo sabido no reflexionado?

2. Proceso y actividad

Las preguntas anteriores se sitúan en el orden de un análisis filosófico centrado en la percepción y este análisis busca la descomposición de los elementos lógicos para moverse al terreno de la comprensión. Se trata de saber cómo se combinan estos elementos y qué papel cumple cada uno de ellos en el sistema de la percepción. La idea de este ejercicio es, permítaseme la expresión, desarmar y rearmar el sistema con ayuda de un instrumental reflexivo. ¿Cuáles son los fines de todo este ejercicio reflexivo? Alcanzar una comprensión más cabal del significado, validez y límites de la percepción en la esfera de la experiencia. Admitamos que la percepción es proceso y actividad, que se vincula estrechamente con la estimulación sensorial y que se patentiza en la representación de un objeto. Entonces, para que adquiera un carácter objetivo, debemos admitir también que debe comprenderse en un proceso más complejo al que denominamos experiencia. De esta manera, tendría sentido decir que en la percepción se darían las fases de selección, interpretación y corrección, con las cuales la percepción se revela como parte del proceso de experiencia.

La percepción como proceso se inicia en una selección, por cuanto de una pluralidad de posibles estímulos se centra en uno o algunos de acuerdo a ciertos intereses y necesidades. No todo lo que nos impacta inicia un proceso de percepción, es decir, no todo impacto sensorial pasa necesariamente a una fase de organización e integración en una trama de relaciones disponibles para el sujeto, y por tanto, los impactos deben ser atendidos para que alcancen un significado. Entonces, la percepción, al propio tiempo de estar condicionada por la experiencia, es en sí misma una fuente de fortalecimiento de ésta.

La percepción no se da de forma inmediata y requiere de tiempo para perfeccionarse y para hacer parte efectiva de las habilidades fundamentales que sirven en el desempeño eficiente de un organismo dentro de un entorno. La percepción puede ser empleada, y en efecto es empleada, con diversos grados de habilidad. En consecuencia, debe entenderse como un proceso de carácter acumulativo, no errático y sí controlado hasta cierto punto por el sujeto. Una actividad compleja y nada simple. Estas consideraciones sobre la percepción son defendidas también por José Bayo, quien sostiene:

Al igual que existe un proceso complejo y diferenciado hasta el dominio del lenguaje y unas etapas hasta la conquista del pensamiento formal, nosotros consideraremos la hipótesis de una evolución propia de la percepción visual. Una evolución que consideramos característica y al mismo tiempo interdependiente con otros procesos cognitivos en un medio natural preciso y un medio cultural determinado y determinante2.

La percepción no sería, pues, una función simple e inmediata en los sujetos. Requiere tiempo y maduración, requiere trabajo y ajuste para ir alcanzando grados más altos de precisión. Pero nosotros nos referimos a la percepción en general y no sólo a la percepción visual. Diferenciar y determinar olfativa, gustativa, táctil y auditivamente implica entrenamiento y aprendizaje en el tiempo. He aquí que las capacidades de oler, gustar, tocar, oír y ver se ponen en funcionamiento y perfeccionamiento por exigencias que impone el medio en el cual se desenvuelve el sujeto. De allí que hasta el mismo Aristóteles se refiera a la relevancia de los sentidos en el proceso del conocimiento humano:

Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues al margen de su utilidad, son amados    a causa de sí mismos, y el más de todos la vista, por decirlo así, a todos los otros. Y la causa es que, de todos los sentidos, éste es el que nos hace conocer más, y nos muestra muchas diferencias3.

En el proceso de perfeccionamiento, o de refinamiento, en el uso de los sentidos se desarrolla un aprendizaje, se produce la experiencia. Es tan importante el empleo de los sentidos (y el proceso de la percepción) que Aristóteles subraya la relación entre el saber y su uso. Pero va más allá, el Estagirita dice que la vista nos hace conocer más y nos muestra muchas diferencias. ¿Qué significa que nos muestra diferencias?

Esta afirmación puede adquirir varios significados, pero para nuestros intereses investigativos abre una vía de exploración con doble sentido: el primer sentido atañe a la actividad característicamente humana de la intelección. En esta vía se alerta que debe haber un retorno investigador de las formas intelectualmente elaboradas, abstractas, y que admitimos como material fundamental del conocimiento discursivo y público, a la actividad de indagación sensorial, en la que se nos mostrarían infinidad de perspectivas de comprensión que para nada han sido recogidas o asimiladas en elaboraciones conceptuales previas. He aquí que al mismo tiempo aprendemos más sobre nosotros mismos, pues a partir de las diferencias que surgen entre nuestros recursos conceptuales previos y las situaciones perceptivas nuevas, llegamos a entendernos como situados en un mundo, por una parte, y con compromisos intrasubjetivos e intersubjetivos, una comprensión social compartida, por otra parte. Surge la necesidad de un cambio e intercambio de perspectivas. Que la vista nos muestre muchas diferencias, que nos enseñe algo nuevo en comparación con lo que ya sabíamos, también puede verse como un compromiso con la recuperación de un lugar privilegiado para el individuo humano en la actividad de la experiencia. Por supuesto, ese lugar privilegiado no aparece cerrado sino como punto de partida para el examen crítico de lo experimentado por los sentidos y en este caso específico para clasificar las diferencias que la visión y el resto de los sentidos nos proporcionan. En la consciencia de las construcciones colectivas en general suelen borrarse los orígenes perceptivos del conocimiento empírico y su revocabilidad en las prácticas en las cuales cada uno está involucrado. Esto acontece igualmente en nuestras concepciones de la vida en general y, aún más, en la fundamentación filosófica en particular.

He aquí el segundo sentido, que constituye una advertencia. El hombre debe adquirir, y adquiere, conciencia de sus propios límites intelectuales. Este límite se puede expresar como sigue: que su relación con el mundo y la experiencia de la que pueda gozar no se produce necesariamente como una relación lógica, que la experiencia no se agota en la esfera del lenguaje y de lo convenido. También el hombre es un ser cuya base perceptiva puede servirle para discriminar sin reflexionar, y aun contrariando sus reflexiones establecidas. Puede ubicarse en el mundo sin necesariamente entender. Adviértase que este segundo sentido sirve para oponer resistencia a la tentación de reducir la experiencia a la actividad abstractiva y al imperio del lenguaje.

Entonces, ¿constituye la actividad perceptiva una forma de experiencia? No, si se entiende la experiencia desde cánones cognitivos altamente rigurosos y exigentes. Es decir, si la experiencia es entendida como inserta en la posibilidad de dar cuenta o razón de las acciones que se ejecutan, de modo que prive el empleo del lenguaje, el espacio lógico de las razones, si por ello entendemos una capacidad efectiva del logon didonai4. Este enfoque riguroso de la experiencia deja a la actividad perceptiva en los bordes de la oscuridad y el maquinismo. Defendemos enfoques de la actividad perceptiva en los procesos de experiencia que se alejan de cierta pretensión de presentarla como totalmente absorbida por la actividad intelectual.

3. Percepción y experiencia

¿Es posible elucidar de manera precisa los procesos de percepción, y, al mismo tiempo, dar cuenta de todas sus relaciones con los procesos y productos de experiencia?

Toda experiencia es aprendizaje. Hablamos de aprendizaje en un sentido muy preciso, a saber, como la incorporación de conductas adecuadas y regulares ante situaciones similares. Además, las conductas pueden modificarse o perfeccionarse, bien sea por las exigencias del entorno o, en el caso de los seres humanos, por un impulso de su naturaleza peculiar. Pero en ambos casos la percepción cumple una función de primera línea. Aprendemos, básicamente, porque percibimos. Notamos diferencias, discrepancias, entre nuestras acciones y las respuestas que recibimos del entorno. Sin saber qué es aquello que no cuadra o no se ajusta a la conducta habitual, reconocemos que hay algo en el entorno que se resiste a acoplarse, que no responde a los reclamos de nuestra conducta. El ajuste de no pocas conductas de los seres humanos tiene su fuente en la percepción y no en procesos reflexivos o intelectuales. ¿Hay allí racionalidad? Pues sí, en cuanto que racionalidad además de entenderse como una legalidad inherente a una estructura, implica ensayo y error, con las actividades de verificación involucradas. El desarrollo de las capacidades intelectuales de los seres humanos ha contribuido a hacer explícitas las reglas y los procedimientos en la conducta perceptiva de los organismos y si ciertamente es algo admirable, no se debe confundir la potencia con el acto. Muchas cosas se nos escapan del modo de aproximación intelectual y aun así están presentes en un modo de relación con las cosas específicamente conductual.

El paso desde la racionalidad inherente a su racionalización, a su explicitación, es un hecho. Por supuesto, el auge sostenido de la racionalización ha significado un mayor conocimiento general de las reglas y condiciones bajo las que funcionan las cosas. Estos alcances de la actividad racionalizadora han animado a algunos filósofos a revisar el papel de la actividad perceptiva en la emergencia del conocimiento. Esta discusión involucra el tema de la percepción como una capacidad con o sin grado alguno de autonomía cognitiva.

En este orden de cuestiones, J.J. Gibson propone un “enfoque ecológico” de la percepción y utiliza, para adelantar esta perspectiva, el concepto de “affordances”. Con este concepto el autor defiende que los “valores” y “significados” de las cosas en el entorno pueden ser percibidos directamente y, además, que esta información puede estar vinculada a las posibilidades de acción que ofrece el entorno al organismo perceptor5. A la teoría ecológica se le reconoce como una visión interaccionista de la percepción y de la acción, centrada en la información disponible en el entorno. De esta manera, rechaza la distinción entre lo físico y lo mental para así colocarlas en un continuo. “Affordance” es una captación intuitiva de la información; pero también es un recurso del entorno, potencialmente disponible, que unido a capacidades de los individuos, sirve para afrontar retos y para orientarse; es decir, para la acción. La teoría ecológica y su concepto de “affordance” prescinden del concepto de representación, porque los objetos en el ambiente indican las posibilidades de acción6. Aquí nos resulta útil esta teoría en cuanto puede utilizarse para defender una teoría no conceptualista del acceso al mundo y de la agencia.

En el lado opuesto a Gibson encontramos a Sellars, un filósofo que problematiza la pertenencia de la percepción a la esfera de las capacidades de conceptualización, pues en su ensayo “Ser y ser objeto de conocimiento” sostiene que: “el sensorio es una facultad cognoscitiva únicamente en el sentido de que hace posible el conocimiento, y que en sí mismo no conoce nada: es una condición necesaria del orden intencional, pero por sí mismo no pertenece a él”7. La percepción, para Sellars, no es la mera facultad sensorial; involucra conceptos, por cuanto Sellars asimila “orden intencional” a “orden cognoscitivo”. La facultad sensorial por sí sola sólo tendrá “pseudo-intencionalidad”8. Se entiende entonces que no hay algo como datos de los sentidos, o datos sensoriales, en cuanto que esto signifique una forma no mediada, por la capacidad de conceptualizar, de conocimiento. En “Empirismo y filosofía de lo mental”, desde el parágrafo 32 en adelante, refuerza esta posición:

Una de las formas que adopta el mito de lo dado es la idea de que hay (o, en realidad, de que tiene que haber) una estructura formada por cuestiones de hecho singulares tal que, a) no solamente pueda conocerse no inferencialmente que acontece cada uno de estos hechos, sino que ninguno de ellos presuponga otros conocimientos, ya versen sobre cuestiones fácticas singulares o sobre verdades generales, y b) el conocimiento no inferencial de hechos pertenecientes a tal estructura constituya la última instancia de apelación para todas las cuestiones fácticas (singulares y generales) acerca del mundo9.

Sellars ataca frontalmente una epistemología fundacionista que apela a cosas últimas, no contaminadas por la conceptualización, y con ello va contra las ideas del atomismo epistemológico que pretende un “aquí y ahora” absoluto, desligado del continuo de la vida. Prosigue el autor con esta idea un poco más adelante:

[...] no sería posible tener un conocimiento de observación de hecho alguno si no conociéramos otras muchas cosas; y permítaseme hacer hincapié en que no se despacha esta cuestión distinguiendo, simplemente, entre saber cómo y saber qué y admitiendo que el saber o conocimiento de observación requiere un montón de “saberes cómo”, ya que el punto a destacar es, en concreto, que el conocimiento de cualquier hecho singular (por ejemplo que esto sea verde) presupone que se conozcan hechos generales de la forma X es un síntoma fiable de Y; y admitir esto exige abandonar la idea empirista tradicional de que el conocimiento de observación ‘se tiene por sí mismo’10.

El “conocimiento de observación” no se produce de una mera acumulación de episodios o de una simple cadena, sino en un entramado lógico que equivale a una justificación racional. Que x sabe p implica que a x le son accesibles más conocimientos que pueden servir para justificar tal saber11. Sellars apunta a la autoridad epistémica que conjuga cierta fiabilidad de los mecanismos de la facultad sensorial y las capacidades de razonamiento de los individuos.

En todo caso, la percepción es un elemento imprescindible en el conocimiento empírico y se trata entonces de saber si es posible defender una autonomía cognitiva para esta facultad independientemente de la capacidad de reflexión. Por supuesto, si se define conocimiento como un proceso y un producto ligado indisolublemente a capacidades lingüísticas y reflexivas, entonces tendríamos que decir con McDowell que la experiencia perceptiva involucra la capacidad de conceptualización, en el sentido de que un estado o un episodio debería estar disponible para la reflexión y por tanto insertarse en una red de conceptos que hacen parte de la formación de un ser humano. De esta manera, aunque la percepción no involucre una conceptualización en acto, la recepción de cualquier evento por parte de los seres humanos sería susceptible de conceptualización o sería conceptualizable. Siempre tendría el sujeto racional la oportunidad de incorporar un suceso a una evaluación y análisis racional. Pero, ¿qué ocurriría con otros animales? En un trabajo de muy buena factura12, McDowell disputa con Tyler Burge respecto al papel cognitivo de la percepción y se apoya en los aportes de Sellars para defender que la percepción es una capacidad que contribuye a la elaboración de un tipo específico de conocimiento que resulta propio de animales racionales. Este tipo de conocimiento, que involucra la percepción, está vinculado con la competencia lingüística, o discursiva, y con la autoconciencia. Sin embargo, concede que el enfoque de Sellars no afirma que a otros animales se les pueda negar la posesión de conocimiento, si conocimiento se entiende en otro sentido:

Sellars dice que el conocimiento es una posición en el espacio de las razones. Y él conecta a la capacidad de ocupar posiciones en el espacio de las razones con la capacidad de usar el lenguaje. Uno podría estar tentado a pensar que esto expresa una especie de chovinismo humano, una posición que se negaría a atribuir conocimiento en cualquier sentido a animales no-humanos. Pero creo que sería el punto que falta13.

McDowell aclara que el propósito central de la obra epistemológica de Sellars no consiste en establecer cómo debe emplearse propiamente el significado del término “conocer” y sus afines, sino que quiere destacar que su tópico es el conocimiento como un acto de la razón; por supuesto, una razón que opera lingüística y autoconscientemente. De esta forma queda abierto un camino para considerar otros contextos de uso de los términos “conocer” y “conocimiento”; más aún, para examinar el papel de la percepción fuera de las esferas de la autoconciencia y de las competencias lingüísticas. En efecto, McDowell afirma enfáticamente que Sellars, o la opción de colocar el conocimiento en el espacio de las razones, no niega la posibilidad de hablar de conocimiento en otras especies, porque su enfoque:

No es necesariamente perjudicial para una concepción más liberal de los conceptos epistémicos y para propósitos distintos al suyo.

No creo que pasemos por alto que Sellars tiene razón al insistir en que al concebir su tópico como especie de un género, lo importante, es que puede ser reconocido también como una instancia presente también en las vidas de al menos algunos animales no humanos y, podríamos agregar, en la vida de niños en quienes el potencial para la racionalidad no ha sido todavía puesto en su primera realidad. Sellars no tiene razón para descartar el uso de vocabulario epistémico en relación con sujetos que no cuentan como animales racionales14.

Sellars y McDowell toman distancia de la posición cartesiana que coloca a los animales no humanos en la esfera del automatismo. Para ellos, éstos no hacen parte del conocimiento entendido como un dominio autoconsciente y argumentativo, pero se les puede atribuir otro tipo de actividad cognitiva basada en la percepción que los capacita para enfrentar los retos de su entorno:

Al dirigir nuestra atención a la percepción como una capacidad para un tipo específico de conocimiento, un conocimiento que es un acto de razón, (Sellars) no necesita ser perjudicial a la posibilidad de reconocer que la percepción es, en cierta comprensión adecuada, una capacidad cognitiva en muchos tipos de animales no humanos y en niños humanos pre-racionales (pre-lingüísticos)15.

En efecto, McDowell está reconociendo la presencia de conocimiento perceptivo en animales no racionales y en niños que todavía no han alcanzado madurez racional (lingüística). El conocimiento perceptivo es un género que al menos contiene dos especies distintas, una que se produce sofisticadamente en seres con facultades racionales (y estos son capaces de incorporar los estados perceptivos como garantías para sus pretensiones de conocimiento perceptivo), y otra de carácter más primitivo que funciona en la vida de criaturas carentes de racionalidad o que no la han desarrollado, o que no han alcanzado, como en el caso de los niños, una madurez mínima16.

El caso es que McDowell piensa que no hay un paso mágico o misterioso del terreno de los estados perceptivos al de las creencias perceptivas y menos que haya una separación entre ambos. No acepta que la relación entre estado perceptivo y creencia perceptiva sea sólo de tipo causal y que la creencia sólo puede estar justificada por otra creencia. La percepción involucra conceptos que se hallan en forma pasiva. El conocimiento perceptivo será el resultado de la colaboración entre concepto e intuición en la esfera de la interacción con las cosas. Entonces, la desconexión entre estados perceptivos y creencias perceptivas es el resultado de la posición coherentista, que defiende un conocimiento basado en un sistema más o menos consistente de creencias, y que elimina la posibilidad de cualquier empirismo. Pero, también, desde una perspectiva radicalmente empirista, la de un empirismo comprometido con el atomismo gnoseológico y que apela a las impresiones productoras de ideas simples, la fundamentación del conocimiento perceptivo se mete en un callejón sin salida. Esto es así porque tendríamos que admitir una extraña y misteriosa formación de nuestros conceptos sobre las cosas. Con razón John Locke ha elegido como epígrafe del Ensayo sobre el entendimiento humano el pasaje de Eclesiastés, XI, 5, que sentencia: “como tú no sabes cuál es el camino del viento o cómo se crían los huesos en el vientre de la mujer preñada, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas”17.

A pesar de la oscuridad reinante respecto a cómo exactamente se originan las ideas, Locke dedica unos cuantos parágrafos al tema de la percepción; por cuanto la considera punto crucial para el conocimiento. En el Capítulo IX del Libro II del Ensayo sobre el entendimiento humano, específicamente en el parágrafo 15, se lee:

La percepción es la entrada del conocimiento. Siendo, pues, la percepción el primer paso y grado hacia el conocimiento, y la puerta de entrada de todos sus materiales, mientras menos sean los sentidos que tenga cualquier hombre, así como cualquier otra criatura; mientras menos sean y más desvaídas las impresiones que causan, y mientras más embotadas sean las facultades que se ocupen de ellas, más lejano se estará de aquel conocimiento que se encuentra en algunos hombres. Pero como esto acontece en una gran variedad de grados (según puede percibirse entre los hombres), no se puede descubrir con certidumbre en las diversas especies de animales, y mucho menos aún en sus individuos particulares. Me basta tan sólo con haber advertido aquí que la percepción es la primera operación de nuestras facultades intelectuales, y la entrada de todo conocimiento a nuestra mente. Y, además, me inclino a imaginar que es la percepción en su grado más inferior lo que marca el lindero entre los animales y los órdenes inferiores de las criaturas18.

Se puede colegir del texto citado que la percepción no involucra sólo recepción sensorial sino inicio de un proceso intelectual. De esta manera, la percepción es el puente o bisagra entre lo sensorial y lo intelectual. De aquí, pues, que desde la perspectiva conductual los seres humanos algunas veces estemos más cerca del procesamiento intelectual de algunas situaciones y otras veces más alejados de éste, apañándonosla con habilidades que no están regidas por recursos reflexivos. Lo importante, o la cuestión a destacar, es que los seres humanos nos movemos en ese continuo, entre ese par de puntos de sostén. Y al recorrido de ida y vuelta podemos llamarlo experiencia o conocimiento empírico.

4. A modo de conclusión

De la lectura de un clásico de la gnoseología como Locke, nos vemos movidos a pensar que aun para él es muy difícil mantenerse en apego estricto a la doctrina de la completa pasividad intelectual en la esfera de la experiencia. Sin embargo, la experiencia tiene un rostro que se muestra en la continuidad del acierto ante situaciones similares (o más exactamente: ante variantes de situaciones ya conocidas), es una dimensión humana que llamamos praxis y en la que el saber hacer se corresponde, o se afana en ello, con las exigencias del medio o entorno que una criatura habita. Esta cara de la experiencia, carente de reflexión, de pausa contemplativa, es parte de un proceso de maduración cognitivo-conductual. El escenario de la práctica que involucra el ensayo y el error, o el acierto y desacierto, es anterior al campo del tratamiento teórico de verdad y falsedad. El proceso de ajuste de las acciones no está necesariamente determinado por el trabajo examinador de las reflexiones. Con estas líneas, deseamos defender un punto de vista sobre la percepción situado en la vinculación entre exigencias del entorno, uso de los sentidos y resultados obtenidos. La percepción, en cuanto facultad que es esencial para ser y estar en el mundo, es producto de los éxitos y fracasos que resultan del empleo de los sentidos para moverse en un entorno. Querrían algunos que siempre privara en los humanos la idea de prejuicio19, pero aunque los seres humanos iniciados en el lenguaje estamos influidos por una tradición, es decir, estamos parcialmente formados por una cultura, no siempre encontramos situaciones que respondan a nuestras ideas heredadas ni tenemos siempre a disposición ideas previas para enfrentar situaciones nuevas. El entorno que habitamos, (el encuentro con las cosas, los eventos en que nos vemos involucrados), puede reclamar que nos adaptemos a ellas sin un dominio reflexivo. Quiere decir, entonces, que aun cuando haya lugar para la agencia en situaciones de este tipo, ésta no se produce en el terreno de la teorización ya disponible. Claro, por nuestra condición de seres con potencial intelectual y características sociales e históricas, es posible incorporar progresivamente la mayoría de nuestras prácticas al examen reflexivo y, a partir de allí, aumentar nuestro acervo e inaugurar nuevas tradiciones.

El rostro lingüístico y reflexivo de la experiencia es de suma importancia porque está en íntima relación con nuestra condición social; es, además, la máscara que más nos gusta mostrar, la que más nos gusta hacer valer. Pero se equivoca radicalmente quien expulsa de la esfera de la experiencia las conductas no lingüísticas y no reflexivas; a pesar de nuestra máscara mucho de nuestro aprendizaje, y de nuestras conductas lingüísticas, proviene y tiene en su base habilidades no discursivas y esquivas a las redes conceptuales. Una buena parte de los seres mundanos nos encontramos insertos en procesos de aprendizaje; y precisamente por ello, por tratarse de procesos, solemos dar cabida a la modificación oportuna de la conducta ante su evidente ineficacia; sea la conducta de un individuo o de una especie. En esta modificación de conducta tiene un gran valor la percepción, puesto que esta facultad se ve obligada a reconducir sus rutinas de seguimiento y de apreciación. Esto es así, pues la experiencia, el recorrido de la vida, se topa con obstáculos que reclaman atención; de la atención prestada dependerá en sumo grado que o bien se siga por la misma ruta o bien se busque una nueva.

Percibir, tal como lo entendemos, es encontrarse con cosas y situaciones cuyas aprehensión, permanencia en la memoria e impacto conductual permiten la constitución de la experiencia. No llamamos percepción a la aparición fantasmal, al episodio desconectado de una trama. La percepción es, en principio, un proceso de seguimiento de un objeto mediante los sentidos y ese objeto debe coincidir con una cosa cuya realidad o existencia mundana pueda ser comprobada, aun con sus modificaciones no esenciales.

Cuando predomina un enfoque discursivo del conocimiento, la percepción termina en el lugar de una facultad que está disponible para servir a los propósitos de las capacidades racionales. Efectivamente, cuando se habla de conocimiento desde exigentes estándares de racionalidad, es natural que se le incluya en el servicio de la formación o respaldo de creencias. Con el auxilio de la percepción el ser humano somete a prueba sus creencias y de allí puede respaldarlas o desecharlas; pero en el ámbito de la experiencia mundana, estas creencias se forman sobre las cosas y eventos que se nos hacen presentes. De manera que, en este último punto, el centro de la cuestión lo ocupa el enjuiciamiento de los eventos empíricamente condicionados.

Notas

1. Cf. Kant, I., Crítica de la razón pura, Madrid, Alfaguara, 2003.         [ Links ]

2. Bayo, J., Percepción, desarrollo cognitivo y artes visuales, Barcelona, Anthropos, 1987,         [ Links ] pp. 13-14.

3. Aristóteles., Metafísica, Madrid, Editorial Gredos, 1982, 980a.         [ Links ]

4. Dar cuenta de.

5. Cf. Gibson, J. J., The senses considered as perceptual systems, Boston, Houghton Mifflin, 1966. De igual manera, Cf. “The theory of  affordances”,  en Shaw, R., y Bransford, J., (Eds.), Perceiving, acting, and knowing: Toward an ecological psychology, Hillsdale, NJ, Erlbaum, 1977, pp. 67-82.

6. Cf. Ibidem. En esta misma línea de Gibson aunque con diferencias de por medio, se ubica Don Norman. Al respecto Cf. Norman, D., The Design of Everyday Things, New York, Basic Books, 2013.

7. Sellars, W., “Ser y ser objeto de conocimiento”, en Ciencia, percepción y realidad, Madrid, Editorial Tecnos, 1971, p. 55.

8. Ibidem.

9. Sellars, W., “Empirismo y filosofía de lo mental”, en Ciencia, percepción y realidad, p. 177.

10. Ibidem.

11. En este punto aparece la célebre afirmación de Sellars, piedra angular de la posición de McDowell respecto a los contenidos de la experiencia, que reza: “al caracterizar un episodio o estado como de conocimiento no estamos dando una descripción empírica de él, sino que lo estamos colocando en el espacio lógico de las razones, de justificar lo que uno diga y ser capaces de justificarlo”. Sellars., “Empirismo y filosofía de lo mental”, (final del parágrafo 36), p. 182.

12. McDowell, J., “Perception as a Capacity for Knowledge”, The Aquinas Lecture, Milwaukee, Marquette University Press, 2011.

13. Ibid., p.14.

14. Ibid., pp.14-15.

15. Ibid., p.15.

16. Cf. McDowell., “Perception as a…,” cit., p. 20.

17. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. V.

18. Ibid., p.128

19. Usamos el término en el sentido de mínima teoría, o juicio anticipado, que puede o no servir para comprender y encarar algún evento.

Referencias bibliográficas

1. Cf. Kant, I., Crítica de la razón pura, Madrid, Alfaguara, 2003.

2. Bayo, J., Percepción, desarrollo cognitivo y artes visuales, Barcelona, Anthropos, 1987.

3. Aristóteles., Metafísica, Madrid, Editorial Gredos, 1982, 980a.

4. Sellars, W., “Ser y ser objeto de conocimiento”, en Ciencia, percepción y realidad, Madrid, Editorial Tecnos, 1971.         [ Links ]

5. Sellars, W., “Empirismo y filosofía de lo mental”, en Ciencia, percepción y realidad.         [ Links ]

6. McDowell, J., “Perception as a Capacity for Knowledge”, The Aquinas Lecture, Milwaukee, Marquette University Press, 2011.         [ Links ]

7. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.         [ Links ]