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Boletin de Linguistica
versión impresa ISSN 0798-9709
Boletin de lingüistica vol.22 no.34 Caracas dic. 2010
Palacios Alcaine, Aucena (coord.). 2008. El español de América. Contactos lingüísticos en Hispanoamérica. Barcelona: ariel. 319 pp.
Reseñado por Francisco Freites Barros, Universidad de Los Andes, Venezuela, ffreitesb@yahoo.es
El español de América, obra que coordina Azucena Palacios, es una ambiciosa compilación de trabajos que ha reunido a quince investigadores de doce países distintos vinculados a una veintena de instituciones (la gran mayoría de las cuales son universidades de España y América, pero también de Noruega y Japón) con el propósito de ofrecer una visión de conjunto acerca de la influencia que sobre el español hablado en América han ejercido (y ejercen) las lenguas indígenas autóctonas, las europeas distintas del castellano, que se impusieron en el continente durante el periodo colonial, y los criollos que, por regramaticalización, han surgido a partir de ellas. Como es obvio, no se trata de un fenómeno reciente ni concierne sólo a las lenguas habladas actualmente en América, a pesar de que, como es bien sabido, muchos de los idiomas primigenios desaparecieron en el proceso de conquista y colonización pero, antes de extinguirse, la mayoría dejó impronta, aunque en distinto grado y según circunstancias diversas, en el castellano. Las lenguas que perviven también tiñeron, y algunas aún influyen, en las estructuras lingüísticas de las distintas variedades con las que están en contacto. Si bien los trabajos que contiene el libro se refieren a la circunstancia actual, las consecuencias lingüísticas hoy visibles derivan, como no puede ser de otra forma, de las situaciones de contacto mantenidas por largo tiempo.
El estudio del contacto lingüístico, iniciado apenas hacia mediados del siglo pasado (Weinreich 1953 fue uno de los precursores), ha cobrado en la actualidad un gran impulso merced principalmente al desarrollo teórico y metodológico de la sociolingüística y la etnografía de la comunicación. El interés que, en efecto, se ha suscitado, a partir de la segunda mitad del siglo XX por el conocimiento de los fenómenos de variación, ha explorado las causas múltiples por las que una misma lengua se manifiesta en subsistemas con características regulares, no debidas al azar, sino ajustadas a patrones que, por otra parte, se asocian e identifican con grupos muy cohesionados internamente en su comportamiento lingüístico, bien por estratificación social, bien por distribución espacial. A pesar de la amplitud de los estudios dedicados a la variabilidad lingüística y al desvelamiento de los modelos de uso de los distintos grupos sociales, el tema del contacto lingüístico ha sido tratado superficialmente (cuando no directamente soslayado) en casi todos los estudios generales sobre el español de América. Como mucho, puede hallarse alguna alusión a la influencia de determinada lengua prehispánica en la explicación del origen de fenómenos concretos, sobre todo cuando se intentan descripciones históricas y en referencias concretas al léxico. Ahora bien, la descripción de la circunstancia actual de las lenguas indígenas (varios centenares de las cuales aún perviven) y las interinfluencias que se ejercen entre ellas y el español es, en el siglo que corre, ciertamente inexcusable. Por otra parte, no puede ignorarse en la descripción lingüística del español americano el hecho de que Brasil, con excepción de Ecuador y Chile, tiene frontera con todos los países de la América del Sur, ni tampoco que los Estados Unidos comparten una extensa linde con México (más de tres mil kilómetros), o que en el interior de aquel país existe una cantidad ingente de población hispanohablante emigrante. Esto sin mencionar la circunstancia políglota del Caribe, de la que luego se hará un breve comentario. En unos y otros territorios el uso de dos o más lenguas es moneda de cambio de uso diario y las interinfluencias, no sólo son inevitables, sino, como cabe esperar, también muy abundantes. Visto de este modo, el continente americano, que aparece en superficie como una vasta extensión dominada por una lengua, aun en su diversidad, homogénea, se muestra, luego de una consideración más atenta, como un territorio plurilingüe y diverso en el que los contactos lingüísticos se suceden en abundancia y con profunda intensidad. El contacto lingüístico es, pues, fenómeno que concierne a buena parte de los hablantes de español en América y que reclama estudios sistemáticos La justificación de una obra dedicada a la consideración de este panorama resulta, en consecuencia, tarea superflua.
Si bien el subtítulo de la obra remite específicamente al contacto lingüístico en las naciones hispanoamericanas, en el libro también se incluye un acucioso trabajo sobre los Estados Unidos, país que constituye un caso particularísimo en tanto que, sin ser allí el español lengua oficial, se habla, aunque con distinto grado de competencia, por unos 40 millones de personas, la mayoría emigrantes. De este modo, la nación oficialmente angloparlante supera, al menos en las estadísticas, a muchos de los países en los que el español es lengua oficial. Apartando el asunto numérico, es en los Estados Unidos donde se suceden algunas de las situaciones de contacto más interesantes: la circunstancia de diglosia del español frente al inglés, por una parte, y la pugna interna que sufren los hispanohablantes emigrantes entre integración y manutención de sus culturas originarias son, por otro lado, causa de una extensa serie de consecuencias lingüísticas (entre las que el spanglish es seguramente la más conocida) que, desde luego, merecen atención y análisis.
Antes de proseguir conviene un apunte sobre los criollos y la situación de convivencia que ocurre con otras lenguas distintas del español, principalmente en el Caribe. Como es sabido, el español, si bien amalgama a la mayoría numérica de sus habitantes, es lengua oficial en más bien pocas de las islas y naciones caribeñas; en muchas de ellas, en efecto, se habla inglés, pero en otras, también francés y holandés, y en algunas (también en regiones del continente) se han consolidado en el tiempo, aunque con distinto grado de desarrollo y reconocimiento oficial, numerosos criollos. La obra, sin embargo, excluye estudios sobre los contactos entre estas lenguas y variedades en tanto que no está dedicada a la consideración de todas las situaciones de contacto lingüístico del continente, sino sólo a aquellas de las que el español es partícipe.
El libro está constituido por catorce capítulos precedidos de una introducción de la coordinadora, en la que se establecen las bases sobre las cuales se estructura la obra. En primer término, Azucena Palacios Alcaine aclara que el texto se dedica al estudio de los escenarios de contacto entre el español y otras lenguas (indígenas, europeas o criollas). Aunque, como es lógico esperar, en las áreas de coexistencia idiomática las influencias se suceden en ambas direcciones, este libro se concentra en las que los otros idiomas ejercen sobre el castellano. La obra aspira a dilatar la perspectiva dominante en los estudios sobre contactos de lenguas en América (a saber, la que se ocupa casi exclusivamente del indigenismo léxico en el español general) para profundizar en las muy numerosas situaciones de contacto habidas y existentes en distintas zonas del continente.
El vasto territorio americano, en efecto, está en buena medida ocupado por zonas bilingües de influencia amerindia: México, Guatemala, o Centroamérica; el español de la Guajira venezolana y colombiana o el de las etnias amazónicas; el español andino sur de Colombia, zonas serranas de Ecuador, Perú, Bolivia, noroeste de Argentina y norte de Chile; el español de áreas guaraníticas Paraguay, nordeste de Argentina y este de Bolivia; o el español de áreas mapuches de Chile y Argentina. (p 11). Aunque existen numerosos estudios de algunas de estas zonas, como la andina, sobre todo de las zonas de contacto del español con el quechua y el aimara o la zona paraguaya, donde el español está en contacto con el guaraní, una parte importante de los estudios en este campo está aún por hacerse.
Complican las tareas de un conocimiento suficiente de los fenómenos de influencia mutua entre las lenguas el hecho de que algunos de los escenarios de contacto están situados en zonas de difícil acceso, muchos en fronteras, o que en el transcurso de los años haya habido un importante movimiento migratorio desde zonas rurales (que es donde se emplean mayoritariamente las lenguas indígenas locales) a otras urbanas (en las que compiten duramente con el español); el establecimiento del grado de bilingüismo de los sujetos y la descripción sociolingüística de la situación deviene, por tanto, en tarea compleja. Como cabe esperar, las situaciones de contacto y sus consecuencias lingüísticas no pueden reflejarse mediante un modelo único. La coordinadora del trabajo advierte sobre esta circunstancia ya desde la introducción y prepara al lector para enfrentarse a los distintos capítulos, bajo la advertencia de que el estudio de cada zona se realiza desde tantas perspectivas y tipologías como hagan falta según el caso: colonización inmediata y desaparición temprana de las lenguas autóctonas (como en Las Antillas), desplazamiento de los indígenas y sus culturas a zonas periféricas, con profunda hispanización de muchos de ellos (caso de Venezuela y Colombia, por ejemplo) o zonas de bilingüismo histórico (en los Andes, Guatemala, Paraguay o parte de México) en las que la convivencia de lenguas y culturas ha derivado en la aparición de contingentes mestizos que emplean el español y las lenguas indígenas con distinto grado de conocimiento del uno y las otras.
Las nociones de Thomason y Kaufman (1988) sobre bilingüismo coordinado (competencia en ambas lenguas) y subordinado (conocimiento desigual de las lenguas, con interferencias de la materna, en el léxico, pero también en la gramática, sobre la segunda) constituyen un expediente teórico particularmente útil para la explicación de muchos de los fenómenos considerados en los distintos capítulos. Las consecuencias del contacto, sin embargo, no se reducen a interferencias, a la introducción de numerosos préstamos léxicos o a la comisión de errores por hablantes que han aprendido imperfectamente el español. La sistematicidad de muchos de estos hechos supera la casuística individual y sugiere la existencia, por una parte, de patrones y mecanismos de cambio similares debidos al contacto y, por la otra, de zonas sensibles en la gramática (en sentido amplio) del español; en efecto, resulta cuanto menos curioso que, con independencia relativa de la filiación y tipología de las lenguas indígenas, ciertos fenómenos aparezcan recurrentemente.
Siguen inmediatamente los capítulos. Aunque la mayoría corresponde el estudio de un país particular, hay dos que se apartan de esta norma, referidos ambos a la América Central. Su particularidad viene dada porque comprende, el primero, la situación de los países centroamericanos en su conjunto (con excepción de Guatemala, que tiene capítulo aparte) y el otro, porque se concentra en la descripción de los criollos centroamericanos considerados asimismo de manera global.
El orden que se ha seguido para ordenar los capítulos ha sido el de una línea geográfica figurada en sentido nortesur (y esteoeste cuando los países se hallan en latitud semejante). A continuación se listan todos ellos acompañados por el nombre de sus autores, la institución (o instituciones) a las que están adscritos y el título correspondiente. El solo elenco de estos datos da una idea bastante aproximada de la pluralidad de investigadores (y en consecuencia, de puntos de vista), instituciones y procedencia geográfica (y cultural) que la coordinadora de la obra ha procurado y, sin duda, alcanzado. Particular mención merece el hecho de que la mayor parte de los trabajos han sido escritos por investigadores del país al que hacen referencia. Esto sin pretender invalidar en absoluto la calidad del trabajo de un autor foráneo ni afirmar que la coincidencia entre el origen geográfico del investigador y su objeto de estudio sean a priori garantía de la adecuación de la descripción, sino dejando ver que es cierto que un mayor contacto con la realidad que se examina es un factor que contribuye para una mejor comprensión de la realidad estudiada. Los autores y capítulos, ahora sí, son los que siguen:
Joaquín Garrido (Universidad Complutense de Madrid). El español en los Estados Unidos.
José Antonio Flores Farfán (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS, México). méxico.
Miguel Ángel Quesada Pacheco (Universidad de Costa Rica Universidad de Bergen [Noruega]). América Central.
Ana Isabel García Tesoro (Universidad Kansai Gaidai [Japón]). guatemala.
Anita Herzfeld (Universidad de Kansas). los criollos en Centroamérica.
Omar González Ñáñez (Universidad Central de Venezuela Universidad de Los Andes). Venezuela.
Yolanda Rodríguez Cadena (Universidad del Atlántico). Colombia.
Marleen Haboud (Pontificia Universidad Católica del Ecuador Universidad de San Francisco de Quito) y Esmeralda de la Vega (Pontificia Universidad Católica del Ecuador). Ecuador.
Julio Calvo Pérez (Universidad de ValenciaAcademia de la Lengua de Perú). perú.
José G. Mendoza (Universidad Mayor de San Andrés de La Paz). Bolivia.
Victoria Espinoza Santos (Universidad de Tarapaca de Arica). Chile.
Angelita Martínez (Universidad Nacional de La PlataUniversidad de Buenos Aires). Argentina.
Azucena Palacios Alcaine (Universidad Autónoma de Madrid). paraguay.
Adolfo Elizaincín (Universidad de la República [Uruguay]). Uruguay.
Como cabe esperar el contenido de cada capítulo es muy distinto, y no sólo por la estructura que el autor haya decidido o por la distinta formación que posee. Las diferencias mayores tienen que ver, en efecto, con la circunstancia particular de cada país: ¿cuántas lenguas indígenas (u otras europeas) coexisten allí?, ¿con cuántos hablantes cuentan?, ¿cuántos de ellos son monolingües, cuántos bilingües?, ¿qué grado de conocimiento tienen los bilingües de las lenguas que hablan?, ¿poseen las lenguas amerindias estatus de lenguas cooficiales con el español?, ¿se escriben?, ¿se enseñan en las escuelas? A esta lista, que podría prolongarse extensamente, hay que añadir todavía un ítem fundamental, referido al conocimiento científico que se tiene de estas realidades.
Hay que considerar que buena parte de los estudios sobre contacto lingüístico en América son de data reciente y que, por otra parte, no han seguido en todos los países o regiones un ritmo uniforme. Como también suele suceder en descripciones dialectales y sociolingüísticas, el conocimiento mayor o menor del estado de la cuestión en cada sitio depende de causas múltiples, las principales relacionadas con la existencia de centros de estudio y la preocupación de los investigadores por aquellos temas.
Puesto que los materiales de los que se dispone para la construcción de visiones de conjunto de los estudios son dispares, la heterogeneidad de extensión y estilos, lo mismo que de exhaustividad y rigor de los trabajos, ha resultado inevitable en el libro. Así, algunos de los capítulos (la mayoría, todo hay que decirlo) han resultado bastante más acabados que otros; unos se concentran mejor en los fenómenos de contacto en tanto que otros dedican gran parte de su extensión al recuento de las lenguas indígenas pervivientes; unos se basan en numerosos estudios (porque existen y el autor ha tenido acceso a ellos) y otros se limitan a unas pocas investigaciones (porque quizá no haya demasiadas en ese país o porque el autor del trabajo las desconoce).
Como ha quedado dicho con anterioridad, los fenómenos de contacto no tienen la misma intensidad e influjo en las variedades de español propias de cada país. La situación de Guatemala, la del Perú, o el Paraguay, por ejemplo, donde el número de hablantes de lenguas indígenas es en ciertas zonas tan elevado que a veces incluso sobrepasa a los hispanohablantes maternos, no es comparable con la situación de Chile o Uruguay, por poner dos casos, donde las lenguas indígenas son actualmente escasas y también mínimo el número de personas que las practican. Entre estos extremos se hallan situaciones intermedias graduadas, desde el caso de México, que es el país americano que más lenguas indígenas acumula en el continente (bastantes con un elevado número de hablantes, al punto de que el 15% de su población habla alguna de ellas), a casos como el de Venezuela o Colombia, donde las lenguas aborígenes son numéricamente abundantes, pero escaso el conjunto de personas que (salvo por el wuayú) hablan cada una.
Hechas estas observaciones acerca de la diversidad de extensión y profundidad de los capítulos, se comenta a continuación el contenido de un par de los trabajos, como muestra de lo que el conjunto de la obra ofrece.
El capítulo de Guatemala, como primer ejemplo, presenta inicialmente la situación actual de la lengua xinka y el garífuna (lengua arawaca fuertemente influenciada por idiomas africanos y europeos), el número de hablantes que hay en ellas y la filiación y extensión de tales idiomas, lo mismo que algunas de sus características generales. La autora, Ana Isabel García Tesoro, pasa luego a la situación de las lenguas mayas y su relación con el español, apartado que comprende la mayor parte del capítulo debido a la extensión y complejidad de la situación. Como se sabe, la maya no es una lengua sino una familia lingüística que incluye al menos una veintena de idiomas distribuidos a lo largo del territorio guatemalteco y que habla cerca de la mitad de la población. Como menos del 5% de estos hablantes son monolingües en lenguas mayas, entre la extensa población bilingüe los fenómenos de contacto son abundantes y sus efectos complejos.
Estos fenómenos, como ocurre frecuentemente, están asociados a las circunstancias de diglosia, que también describe detalladamente la autora. Estos preliminares conducen a la enjundia del trabajo, que es la presentación de las características lingüísticas del español en contacto con las lenguas mayas. Tal caracterización se ofrece por niveles de lengua (fonética y fonología, morfosintaxis y léxico) y cada apartado se halla convenientemente subdividido según el tipo y riqueza de la fenomenología que atienden, con explicaciones exhaustivas y abundantes ejemplos. La lista de referencias, extensa y plural, da asimismo idea de la amplitud de estudios acumulados tanto en el conocimiento de las lenguas mayas como del español en contacto con ellas.
El capítulo dedicado a México constituye, igualmente, una excelente relación de la riqueza de familias y lenguas que constituyen el patrimonio lingüístico vivo de la nación (los preliminares del capítulo se dedican al inventario y relación de tales idiomas) y de los numerosos y excelentes estudios de descripción de buena parte de estos idiomas y de los fenómenos debidos al contacto del español con ellos. El grueso del trabajo, firmado por José Antonio Flores Farfán, se dedica fundamentalmente al contacto entre español y náhuatl, por una parte y, en segundo lugar, entre español y maya. De entre las tantas lenguas existentes en el país el investigador se decanta por estas dos por razones fundamentales: el náhuatl es la lengua, no sólo de México sino del continente entero, que cuenta con el mayor caudal documental, tan abundante que puede compararse con el del patrimonio de las lenguas clásicas europeas; las lenguas mayas son las que más influencia han ejercido sobre una variedad del español (el yucateco) dentro del país, hasta tal punto que puede hablarse de dos grandes zonas dialectales: la del Yucatán, en contacto (más extenso en el pasado pero aún vivo en zonas ahora restringidas) con las lenguas mayas, frente a las del resto del país; finalmente, los numerosos estudios existentes (de las propias lenguas náhuatl y mayas, por una parte, y del contacto del español con ellas, por otra) permiten un recuento bastante cercano a la situación lingüística actual. Siguiendo la tradicional revisión por niveles del análisis lingüístico (fonética y fonología, gramática y léxico), el autor repasa en primer término la influencia del náhuatl sobre el español mexicano; en segundo lugar, las características del español hablado por los actuales nahuas del Balsa; y, finalmente, la descripción del español yucateco, que es el de influencia maya. Las conclusiones abogan por la interpretación multilateral de los fenómenos debidos a contacto lingüístico y no a la oposición de perspectivas indigenistas o hispanistas para su elucidación; ello sin dejar de lado la consideración de la complejidad social en la que el contacto tiene lugar y que, en definitiva, constituye la causa y fundamento de hechos lingüísticos debidos al contacto; en efecto, una investigación del contacto que quisiera hacer justicia a la complejidad de los fenómenos lingüísticos tendría que ponerlos en constante y permanente relación con los hechos sociales, que los determinan en última instancia (p. 52).
Esta puesta en relación entre las circunstancias sociohistóricas y las particularidades del español de las zonas en las que coexiste con otras lenguas (originarias, europeas o criollas) ha sido el propósito de este Español de América coordinado por Palacios Alcaine. Planear, ejecutar, reunir, revisar y armonizar el conjunto de los trabajos que integran la obra ha supuesto un gran esfuerzo de compilación y procesamiento de investigaciones previas para los autores y de gestión y organización de las tareas múltiples de edición para su coordinadora. Por fortuna, el resultado se compadece con los propósitos y la solicitud puestos en la tarea. Este Español de América, en efecto, será obra de obligatoria consulta no sólo para aquellos a quienes conciernen los fenómenos de contacto sino para cualquier persona interesada en el conocimiento del español americano, que comprende, además de la descripción del español mismo, la de las situaciones de interinfluencia con el resto de lenguas habladas, en el pasado y el presente, en el continente. Su aporte mayor consiste, tomando las palabras de cierre de la introducción que hace su coordinadora, en el reconocimiento del multiculturalismo y del multilingüismo, el respeto a la diversidad cultural y lingüística y, consecuentemente, el intercambio cultural y lingüístico, que enriquece las culturas y sus lenguas (p. 15). referencias
BiBliográficas
1. Thomason, Sarah Grey y Terrence Kaufman. 1988. language contact, creolization, and genetic linguistics. Berkeley: University of California Press. [ Links ]
2. Weinreich, Uriel. 1953. languages in contact: Findings and problems. The Hague: Mouton Publishers. [ Links ]