SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 número37-38Independencia política vs. Independencia lingüísticaDiccionario de americanismos índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Boletin de Linguistica

versión impresa ISSN 0798-9709

Boletin de lingüistica vol.24 no.37-38 Caracas dic. 2012

 

El discurso sobre la irreversible extinción de las lenguas: un atentado contra la interculturalidad

Esteban Emilio Mosonyi

Universidad Central de Venezuela

e-emosonyi@hotmail.com

Recuerdo claramente que hace muchos años, pero tal vez no tantos al menos para la percepción de uno mismo –siendo yo no sé si estudiante en vísperas de graduarme o antropólogo neófito– el gran discurso “peristáltico” era sobre la extinción inevitable y casi inminente de todas las llamadas pequeñas culturas no-occidentales, tomadas en el sentido de ajenas y marginales respecto de la gran formación sociocultural euro-norteamericana; acompañada de alguna que otra entidad “oriental” fuertemente occidentalizada, básicamente Japón en aquel entonces, con la China y la India que lentamente venían surgiendo. No hay que tener la memoria muy larga para recordar que esa sentencia pesaba especialmente sobre los pueblos injustamente denominados “primitivos”, tanto por la derecha como por las izquierdas políticas; para la sazón daba lo mismo. “Los indios, las tribus negras de África y Melanesia, los aborígenes australianos, los isleños de Polinesia, hotentotes y bosquimanos, todos ellos desaparecerán y tendrá que ser así: constituyen una página cerrada de la historia”. Palabritas más o menos, así hablaban los científicos sociales y a fortiori los que no eran científicos. Todavía estaba generalizado el término “primitivo” y como se dice en Venezuela: “o corren o se encaraman”. Las “tribus” o “sociedades tribales” –estas palabras aún se usan en numerosos ámbitos, por desgracia– no tenían derecho a existir ni siquiera algo cambiadas, trastocadas o simplemente aculturadas.

Ante la necesidad de no alargar estas consideraciones, me limito a afirmar que frente a esa “condena a muerte” de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo, cualitativamente distintos y diversos, algunos reaccionamos –simultáneamente en los 5 continentes– primero un poco con la idea de estar haciendo un último esfuerzo para evitar una homogenización que venía anunciada como irremisible (Mosonyi 1970). Al poco tiempo nos dimos cuenta de que los esfuerzos desplegados por parte de científicos sociales, activistas políticos anti-hegemónicos, ambientalistas y amigos de lo plural y lo diferente y, sobre todo, las grandes organizaciones indígenas –que originándose en focos de resistencia locales y regionales hacia mediados del siglo pasado se hicieron internacionales y mundiales– fueron conduciendo hacia una reversión importantísima, casi de 180º, de esa tendencia que algo antes había parecido irrevocable. En consecuencia, a partir de los años 1950-1960 se inicia –por lo menos a nivel macro-social– una recuperación increíble de estos pueblos injustamente condenados. En las décadas sucesivas se ha venido desplegando una eclosión de reconocimiento de derechos, conquistas y reivindicaciones a escala internacional. Algo parecido ocurre en la gran mayoría de los países donde existe población indígena, sin entrar por el momento en una definición precisa de la misma, que también se fue refinando y sofisticando a lo largo de los años subsiguientes. El tema es sin duda fascinante, pero para efectos de la presente exposición baste con decir que el conjunto de iniciativas orquestadas condujeron a instaurar nada menos que dos Decenios Internacionales dedicados precisamente a los pueblos indígenas (1995-2004 y 2005-2014);1 a su supervivencia, salud, bienestar e incluso su fortalecimiento y renacimiento cultural, este último cuando los intentos y actos etnocidas hubieren hecho demasiado daño.

En este mismo espacio nos incumbe aclarar que en todo este proceso las multidiversas sociedades indígenas no son vistas como entes aislados, ahistóricos y estáticos sino como formaciones dinámicas capaces de transformarse dentro de un marco intercultural, sin que el contacto con otros pueblos y específicamente con el mundo occidental produjera un desprendimiento de las raíces o la pérdida de su originalidad. Como conclusión de este planteamiento, quiero dejar sentado el fracaso absoluto de las profecías y predicciones en torno a un próximo colapso y total desaparición del mundo indígena. Sigue y seguirá habiendo muchos problemas y desafíos en gran cantidad de comunidades originarias, claro está, pero ya hoy día luce insostenible cualquier afirmación radical respecto de su exterminio o desvanecimiento, en un horizonte temporal abarcable por las actuales generaciones.

1. EL CASO PARTICULAR DE LOS IDIOMAS INDÍGENAS

Sin embargo, haciendo memoria de estas consideraciones tropezamos con un hecho que no encaja de ninguna manera. Me refiero a la prédica actual, cada vez más altisonante, acerca de la inevitable muerte próxima de las seis mil lenguas que hoy, aproximadamente, existen en el mundo y se utilizan en muy diversos tipos de sociedades. Vamos a establecer las bases de este razonamiento. Dijimos más arriba que en un par de décadas se desinfló el absurdo mito sobre el fin de las sociedades indígenas y minoritarias. En tal contexto se piensa ante todo en la reproducción biológica inter-generacional de tales sociedades, por cuanto sin una base poblacional no hay cultura posible que se mantenga en el tiempo. Pero, obviamente, cuando las sociedades indígenas y sus aliados desarrollan una lucha por su existencia, lejos de pensar tan solo en sobrevivir orgánicamente se plantean metas muy precisas de mantenimiento y desenvolvimiento identitario y cultural, en cuya ausencia solo subsistiría una masa humana, grande o pequeña.

No obstante, esto contrasta severamente con la avalancha mediática –en complicidad con otros sectores– referente a la pérdida de idiomas calificada de masiva, de proporciones exorbitantes. Cuando menos, llama la atención el modo como se contradice la evidente pervivencia de las miles de pequeñas sociedades otrora desahuciadas con la anunciada desaparición de las lenguas habladas y utilizadas por ellas, para fines de autoexpresión y comunicación. ¿Cómo es posible que mientras un conjunto humano organizado continúa su existencia histórica vaya perdiendo simultáneamente la lengua que es el sello de su identidad? Todos intuimos que un sistema lingüístico es un ser muy delicado y vulnerable por variadas razones, aun así, parece extraño que su sobrevivencia obedezca a tendencias totalmente distintas y hasta opuestas a las que rigen a las sociedades en cuyo interior asumen un rol tan determinante.

Antes que explorar la situación por esta vía, damos por sentado que durante milenios y en diferentes formaciones sociales ha existido una especie de condena, una antipatía sórdida contra el multilingüismo, vale decir, frente al hecho de que la humanidad se expresa en multitud de lenguas. El mito de Babel pretende justificarse por la no tan irreal incomunicación que se produce entre sociedades alóglotas; además, pareciera más sencillo recomendar la imposición de una lengua única que abogar por una lengua vehicular inter-societaria, sin por ello arremeter contra esta riquísima diversidad de sistemas lingüísticos. Pero los prejuicios, de los cuales hay una legión, no se reducen a la problemática de la cantidad de lenguas diferenciadas y, por ende, incomprensibles entre sí. Se suman y se imbrican las diversas preconcepciones heredadas del más remoto pasado, como las falsas ideas de la pobreza, minusvalía y elementalidad de la mayoría de las lenguas no-occidentales; la consideración de los idiomas como meros instrumentos de comunicación sin mayor valor intrínseco; los presuntos daños cerebrales que pudiera causar el multilingüismo; la sobreestimación de las lenguas oficiales de los grandes imperios y similares; hasta el etnocentrismo de quienes creen que solo su propia lengua materna es la que vale. Quizás la afirmación más peligrosa y contraria a los derechos humanos es aquella según la cual el plurilingüismo puede conducir al separatismo político. En medio de esa bochornosa confusión de ideas no resulta extraño que todavía haya personas con buena formación académica que continúan denostando de la diversidad lingüística como algo muy negativo, por una u otra de estas razones o por simple falta de sensibilidad hacia la importancia de cada lengua como creación sublime de la inteligencia y espiritualidad humanas. Analicemos brevemente, enseguida, un reciente artículo de un asesor del Senado italiano que resume una cantidad de opiniones análogas a las inventariadas a través del tiempo (Campanella 2012).2

La fuerte fragmentación lingüística no permite a la Eurozona absorber su crisis, por lo que las personas se mueven fuera del área monetaria en lugar de desplazarse al interior de ella…

En la Eurozona se hablan 13 lenguas oficiales que pertenecen a 6 ramas distintas del grupo de idiomas indoeuropeos –germanos, eslavos, urálicos, romances, celtas y griegos-. Añádase la plétora de dialectos regionales, que tan solo en Italia ascienden a alrededor de 20. En muchas regiones secesionistas, como Cataluña en España, son el idioma oficial de facto…

En una torre de Babel como esa, el llamado de la canciller alemana, Angela Merkel, para unirse políticamente y salvar al euro es tan solo un deseo, incluso para el funcionario europeo más incondicional. Las barreras lingüísticas obstaculizarán el debate continental político e impedirán la creación de una verdadera identidad europea...

Aún no ha surgido un verdadero pueblo europeo con su propia identidad e idioma…

La consecuencia lógica de una moneda que reúne a 17 países es un idioma oficial común…

Los líderes europeos deberían emprender un proceso rápido y explícito de integración lingüística…

De lo contrario, la historia europea seguirá siendo un círculo vicioso de fragmentación y esfuerzos fallidos de integración… (2012).

Para empezar, las lenguas urálicas –húngaro, finlandés y estoniano– no pertenecen a la familia indoeuropea. Pero vayamos a lo sustantivo. A estas alturas de la postulación de varias generaciones de derechos humanos, es por lo menos delicado recaer en planteamientos como los que hace el señor Edoardo Campanella en su artículo “La crisis de idiomas en Europa” (2012). Es muy preocupante sobre todo cuando insiste en un potencial secesionismo o separatismo en el seno de comunidades que no hablan la lengua oficial predominante. Si esto fuese así, no quedarían Estados viables en el mundo, porque la inmensa mayoría de los países son plurilingües, incluso multilingües. Además, fijémonos solamente en países como Suiza, Finlandia, la enorme India con su exuberante multitud de lenguas, que al parecer logran defenderse bastante bien pese al arsenal de prejuicios que existen al respecto. Se nota instantáneamente que el señor Campanella no está documentado y menos actualizado en materia de identidades nacionales y colectivas en general. Puedo dar fe –yo mismo he trabajado el tema repetidas veces– de que hace ya mucho tiempo la identidad de las sociedades no se contradice, ni en teoría ni en la práctica, con la presencia de un cúmulo de diversidades en su seno, por ejemplo en cuanto a los idiomas hablados.

La tendencia actual de las ciencias sociales –al menos de los autores “progresistas”, con todo lo difícil que es definir esa palabra– es apreciar la sociodiversidad como un importantísimo valor agregado y además una necesidad para vitalizar a nuestra especie como tal: la homogeneización es siempre reductiva y enemiga de la sustentabilidad no solo de los seres vivos sino, más que nada, de las formaciones societarias (Adelaar 1991). Para algo ha servido la “revolución de las diversidades” a la que aludimos al inicio de este trabajo. La idea de llegar a poseer un idioma común, de carácter auxiliar o vehicular, es en sí buena, siempre y cuando no contemple la aspiración secreta de ir sustituyendo los idiomas actualmente hablados. Por esta y otras razones, en lo personal prefiero la lengua internacional Esperanto –que he estudiado durante largo tiempo y conozco su historia así como su situación actual– al idioma inglés; el cual, en primer lugar, tiene como atributo sociolingüístico fundamental su intima ligazón con una concepción del mundo y con uno o varios bloques económico-políticos que para nada garantizan un futuro pacífico y armonioso para la humanidad.

Curiosamente, este mismo intelectual “orgánico”, el señor Edoardo Campanella, se contradice flagrantemente en otro de sus párrafos, que reproduciremos para concluir este análisis.

A diferencia de una moneda, los idiomas pueden coexistir fácilmente en un área económica. De hecho, los países deberían promover sus idiomas nacionales y dialectos regionales –patrimonio cultural invaluable y fuente de identidad en un mundo cada vez más globalizado… (2012: 6)

Entre otras cosas, este párrafo comprueba que hoy día ya es punto menos que imposible referirse al multilingüismo como hecho totalmente negativo, por lo que aun quienes opinan en sentido contrario –al estar mínimamente informados y poseer algo de ética– se esfuerzan por darles un giro a sus ideas y opiniones que demuestre cierta amplitud de criterio. Por esta misma razón, este último párrafo podríamos suscribirlo sin ninguna dificultad. Pero agregaremos al vuelo –aunque no es el momento de profundizar en el tema– que el verdadero problema vital de la Unión Europea no reside en su diversidad cultural y lingüística, sino en un conjunto hipercomplejo de particularidades económicas y políticas heredadas que hacen sumamente difícil llevar estos países a un común denominador, pese a los esfuerzos todavía incompletos y parciales que hace décadas vienen haciéndose en tal dirección. Por otra parte, admitimos las consecuencias psicosociales y culturales de la interrelación y coexistencia, no siempre fácil, de un gran número de lenguas y sus variantes; pero hace tiempo se ha establecido un consenso suficientemente amplio acerca de que la verdadera razón del difícil progreso y caídas regresivas de la Unión Europea estriba en la resistencia de los países ricos y dominantes del continente a propiciar solidariamente la nivelación y fortalecimiento socioeconómico del resto de los países con menos poder y recursos, y hasta con desventaja en lo demográfico. A esto se suma, por supuesto, el amplio predominio del capitalismo financiero y especulativo en la sociedad mundial, y en la pan-europea en particular.

Dejemos entonces quieto al señor Campanella y a otros opinadores alejados de la problemática de las lenguas del mundo, para concentrarnos más bien en nuestros propios colegas, los lingüistas, humanistas y científicos sociales, quienes también caen y recaen en el mismo discurso de la “antidiversidad lingüística” a veces sin querer, incluso llevados por la mejor intención de contribuir a la salvación de las lenguas amenazadas. Recogemos aquí la tesis que enunciamos al principio, según la cual parece ilógico que al haber una indiscutible recuperación de muchas sociedades y culturas minorizadas –más que minoritarias– y otrora condenadas a desaparecer, tenga paralelamente tanta fuerza una corriente de opinión que sigue sosteniendo la mortandad indetenible de los idiomas en general y de los demográficamente más débiles en particular. Por honestidad intelectual tengo que admitir, sin estar de acuerdo con ese criterio pesimista, que la situación de las lenguas difiere en algunos aspectos importantes del resto de cada cultura (Mosonyi, Barbella y Caula 2003). Vale decir, hay que aceptar de entrada que las lenguas son más vulnerables y propensas a desaparecer que la mayoría de los rasgos de cualquier código cultural. Sin partir de esa realidad sería problemático sostener mi propio punto de vista sobre la naturaleza intrínseca y extrínsecamente sostenible y hasta recuperable de los idiomas, el cual constituye mi aserto fundamental, que pretenderé demostrar. Resumamos entonces algunas, no todas, las razones que hacen de la lengua uno de los eslabones más débiles de una sociedad diferenciada.

1. Muchas formaciones sociales –las más endebles y oprimidas en particular– se ven prácticamente obligadas a depender en alguna medida de un idioma, de un código lingüístico más poderoso que el suyo.

2. Las lenguas oprimidas y sus variantes lingüísticas son, en general, minorizadas, lo que significa en la práctica una fuerte discriminación, menosprecio, inducción de vergüenza étnica, a veces también prohibición con persecución incluida.

3. Las lenguas minorizadas no cuentan con suficiente apoyo institucional ni mediático, por lo cual tienden a ir perdiendo fuerza y vitalidad aun entre sus propios hablantes.

4. Los fenómenos migratorios –tanto el éxodo de los hablantes nativos de idiomas minorizados como la entrada de usuarios de otras lenguas a su propio territorio– contribuyen igualmente a debilitar y diluir los sistemas lingüísticos dominados.

5. Los sistemas educativos predominantes –desde educación básica hasta la superior en sus niveles más elevados– se fundamentan en los idiomas de mayor “prestigio” y en la actualidad se da inclusive un proceso de “anglicización” de la enseñanza superior.

6. La mayoría de los gobiernos, incluyendo a los que mejor admiten y más protegen la diversidad cultural, presta poca atención a la Educación Intercultural Bilingüe y a las políticas lingüísticas de mantenimiento y difusión de las lenguas menos favorecidas, que subsisten en el territorio bajo su control.

7. Una vez que se debilita y se hace menos frecuente el uso de una lengua, las nuevas generaciones pueden perder la necesaria fluidez discursiva –a veces difícil de recuperar– sin la cual se hace cuesta arriba mantener la plena vigencia del idioma amenazado y, sobre todo, su oportuna y total transmisión a los descendientes de esta cohorte que ya viene sufriendo una merma lingüística.

8. Hay otra serie de factores adicionales –su sistematización no la intentaremos en esta oportunidad– cuya responsabilidad en el deterioro de la situación de la mayoría de las lenguas del mundo es perfectamente detectable y ha sido objeto de una diversidad de estudios de variado nivel y profundidad: el mundo de los negocios, el turismo internacional, el servicio militar obligatorio, la pobreza misma de las comunidades poseedoras de lenguas dominadas, que en cierta medida les impide invertir recursos en su salvaguardia y fortalecimiento.

Obviamente, este conjunto de factores dificulta en alto grado incluso la sobrevivencia más elemental y de bajo perfil –digamos diglósico– para la multitud de lenguas amenazadas hace tiempo por el fenómeno de la globalización. Sin embargo, el enunciado tan unilateral de los considerandos puramente negativos que solo toma en cuenta lo conducente a su aniquilamiento, no está en capacidad de dar cuenta de toda la verdad que se esconde detrás de este oscuro panorama (Wurm 1996). Los que se ocupan de este tema usualmente tampoco se pasean, como sería debido, por el importantísimo fenómeno de recuperación y hasta renacer de las comunidades y pueblos indígenas y minoritarios, cuyo significado no puede ser soslayado a la hora de constatar los hechos, diagnosticar los problemas y encontrar las soluciones. Con todo, esa unilateralidad y simplismo con los que percibe hasta la UNESCO la situación mundial del multilingüismo ha trascendido incluso a numerosos lingüistas altamente capacitados, quienes terminan haciéndose eco de las voces agoreras, a veces en una forma bastante acrítica y tal vez dogmática. Recordemos aquí tan solo que uno de los criterios relevantes de la UNESCO es la existencia de un umbral de por lo menos cien mil hablantes para que una lengua prospere. Si esto fuese cierto, el deceso de la mayoría de las lenguas ocurriría en forma casi automática y sin posibilidad alguna de defensa. Igual ocurre cuando este importante organismo internacional aboga por la persistencia de un porcentaje elevado de hablantes monolingües para que un idioma pueda mantenerse. Al afirmar esto, se olvida que el plurilingüismo ha sido característica permanente de un gran número de pequeñas comunidades –a veces también de sociedades demográficamente más amplias– sin que esto implicara la desaparición o deterioro de las primeras lenguas respectivas. Nosotros mismos hemos insistido en varias ocasiones en que, por ejemplo, los pueblos del Rio Negro enclavados entre Brasil, Venezuela y Colombia son en general multilingües y con una competencia asombrosa en diferentes sistemas lingüísticos. Es de la mayor urgencia comprometer a los organismos internacionales a revisar esos baremos algo injustos y poco favorecedores de la lucha tan denodada de los pueblos en defensa de sus valores fundamentales.

2. UN ANÁLISIS FATALISTA DEL MULTILINGÜISMO VENEZOLANO ORIGINARIO

Nos estamos refiriendo al artículo titulado “Lenguas amenazadas y la homogeneización lingüística de Venezuela” de la prestigiosa investigadora venezolana Dra. María Eugenia Villalón (Villalón 2011). El trabajo bajo escrutinio significa una contribución importante para el conocimiento más pormenorizado de la situación actual de los idiomas indígenas –digo idiomas y no lenguas en atención al marco constitucional y a la jerarquización que los propios indígenas exigen– a la luz de una larga experiencia y militancia de la lingüista, reflejadas en la pericia, nivel académico y bagaje documental que se desprenden de cada página del texto ofrecido. Indiscutiblemente, se trata de la obra de alguien muy identificado con la necesidad incuestionable de salvaguardar la diversidad lingüística en nuestro país y el mundo, así como la sociodiversidad en un sentido más general. Es un trabajo de fácil comprensión, que llena a cabalidad su intención divulgativa y didáctica aun ante el público lector menos especializado, lo cual reviste una gran importancia política y cultural dentro de la coyuntura histórica en que nos encontramos inmersos. Servirá de material informativo e incluso como un cuerpo de recomendaciones generales y específicas para nuestras autoridades y todo aquel que esté en capacidad de intervenir en la delicada problemática de robustecer en Venezuela la Educación Intercultural Bilingüe, acompañada de una planificación lingüística mucho más eficaz e idónea que la existente hasta ahora. Además, el estilo del ensayo es fluido y de lectura agradable. Tales consideraciones hablan en favor de esta publicación especializada, cuyo nivel académico no puede ser objeto de discusión. No obstante, se presentan en el escrito algunos elementos de cierta envergadura que a nuestro juicio necesitan ser explicitados y examinados con la mayor atención. Esto tendría la finalidad de matizar y puntualizar – lo digo sin pretensión de poseer la verdad última– algunas afirmaciones y conjeturas que tal vez no respondan a la realidad de los hechos, contengan generalizaciones o exageraciones u obvien ciertas circunstancias o fenómenos que sería menester tener presentes para optimizar el impacto de este valioso aporte.

Comencemos con algunas afirmaciones contenidas en el Resumen del artículo, donde la autora constata que las razones principales de la pérdida de la diversidad lingüística en Venezuela son “… la educación de indígenas, la estigmatización social y la emigración urbana como tres de los principales factores sociolingüísticos que están impulsando el reemplazo de las lenguas ancestrales por el español de Venezuela u otra lengua comunal” (2011: 143). Es curioso observar que en el Resumen adjunto escrito en idioma inglés su constatación va más allá: “the schooling of Indian children and adults, social stigmatization and urban migration as three major sociolinguistic factors involved in the adoption of Spanish and the abandonment of the ancestral languages” (2011: 143). En ambos textos la investigadora se refiere a la educación monolingüe en español –al menos en la mayoría de los casos– de los niños indígenas; la estigmatización de las lenguas originarias que ha sido explicada más arriba, al igual que el fenómeno migratorio urbano que actúa en mayor o menor medida en Venezuela y en la casi totalidad de los países del mundo. En lo que difieren las dos citas literales es en la parte final. Mientras en la versión española la autora habla del reemplazo de la lengua indígena por el español de Venezuela u otra lengua comunal, en la traducción inglesa dicha “lengua comunal” ya no es mencionada: el abandono de las distintas lenguas nativas cedería espacio invariablemente al español, sin considerar otras alternativas, tales como el geral y aun el piaroa en ciertos casos.

Pasando ahora a la Introducción del artículo, Villalón afirma que “Venezuela está perdiendo significativos componentes de su diversidad lingüística y marcha aceleradamente hacia el monolingüismo (…) ¿Por qué los indígenas y afrodescendientes están abandonando o han abandonado su lengua ancestral para utilizar únicamente el castellano?” (2011: 144). Ya de entrada se percibe que la investigadora se expresa en términos absolutos, casi sin dejar margen a la duda razonable. Las lenguas patrimoniales se extinguen y punto. Habla de la imposición unilateral del castellano como una fatalidad. Veamos ahora en qué consiste y cuál es la razón de su aparentemente trágica infalibilidad ineluctable. La honestidad intelectual nos obliga, sin embargo, a reconocer el destello de un matiz importante en su razonamiento: “(…) El tiempo apremia: de no revertirse las tendencias actuales, Venezuela será, más temprano que tarde, un país monolingüe” (2011: 144). Es igualmente necesario reconocer la justa admiración y valoración que la autora atribuye a nuestro patrimonio lingüístico indígena y afrodescendiente, cuando afirma lo siguiente:

cada una de las 25, 30 ó 40 lenguas indígenas que se dice existen en el país engloba una diversidad y una riqueza cognitiva y expresiva muy superior a las que tales cifran dan a entender. Es ese caudal de saberes, formas expresivas, culturas comunicativas y modos de pensar, sistematizados en cientos de sistemas lingüísticos coexistentes lo que conforma la diversidad lingüística de nuestro país (2011: 146-147).

Villalón hace una evaluación de la vitalidad de las lenguas indígenas y vernáculas de Venezuela en una escala de 1 a 7 en orden descendente; pero a fin de cuentas aun aquellas que ostentan las categorías 1 y 2 tienen para ella pocas perspectivas de sobrevivir a mediano plazo. Vamos a citarlas in extenso.

El panorama no es muy halagador. En las condiciones reinantes ninguna variedad autóctona está a salvo. Dieciséis idiomas (50% del total) están en serio peligro y directamente encaminados hacia la extinción o al borde de ella (grados 4-6 en la escala); nueve (28%) han dejado de transmitirse y por lo tanto carecen de nuevos hablantes (grado 6 de amenaza) mientras 2 (6%) desaparecieron con el siglo XX (grado 7). Como agravante, el sape y el arutani se extinguieron prácticamente sin documentación alguna, por lo que su pérdida fue total e irreversible, como sucederá con la mayoría de los idiomas del grupo 6 si no se toman medidas urgentes (2011: 164-165).

Reiteramos aquí que no cabe duda alguna acerca del amor y admiración que siente esta competente colega nuestra por los idiomas, culturas y pueblos indígenas. En cierta forma ella, en un lenguaje dramático, quiere llamar la atención al Estado y sus instituciones sobre la posible desaparición de nuestro patrimonio lingüístico a la vuelta de pocos años. Pero no en vano dice la sabiduría popular marabina, maracucha o maracaibera que “hay amores que matan”, refiriéndose al hermoso poema de Udón Semprún cuando habla de su querida ciudad natal, Maracaibo, como “la tierra del sol amada”. Efectivamente, si nosotros los investigadores caemos en un pesimismo irreductible, las instituciones y la opinión pública en general elevarán ese mismo pesimismo a la enésima potencia, lo que podrá significar un obstáculo infranqueable para la obtención de recursos y la formulación de iniciativas de cualquier índole encaminadas hacia la revitalización de las lenguas de América y del mundo.

Primero que nada convendría relativizar un tanto el peligro presuntamente inmediato de la pérdida irreversible de la diversidad lingüística en Venezuela e incluso en el planeta entero. Para ello nos asisten algunos criterios que asumimos pertinentes. La autora expone e insiste hasta el final en argumentos un tanto unilaterales, que solo toman en cuentan los factores negativos, es decir aquellos que precipitan y desencadenan el debilitamiento y extinción de las lenguas minorizadas y sus variantes, para usar términos que cobran cada día más vigencia. Para esta investigadora –lo decimos con el mayor respeto– no existe la resistencia cultural indígena o reviste una mínima importancia. La apoyatura principal del estudio para sostener su pesimismo extremo es un buen acopio de datos estadísticos (Allais 2004), cuyo conjunto no deja dudas acerca de la disminución del porcentaje de hablantes portadores de cada idioma indígena, con incidencia especial en la juventud y el sector urbanizado. Reconocemos el gran peligro que ello comporta. En efecto, si dicha tendencia continuara ininterrumpidamente y no surgiese algún esfuerzo colectivo y socializado que la contrarrestara en cierta medida, o incluso la revirtiera en determinados casos, a mediano y sobre todo a largo plazo la pérdida de nuestra diversidad lingüística sería inevitable y definitiva. Pero sucede que hoy en día, aquí y en el resto del mundo, hace tiempo que las lenguas y el patrimonio oral de los pueblos tienen sus dolientes, nativos y aliados muy buenos por cierto. Hay que agregar que también el lento aumento de la población absoluta de los integrantes de cada pueblo étnico compensa –al menos transitoriamente– la disminución en el porcentaje de buenos hablantes. Tal hecho permite sin duda la puesta en práctica de algunos proyectos que en otras condiciones serían de difícil ejecución.

Otro hecho significativo es que no se trata siempre –al menos a nivel mundial– de verdaderas minorías, y cuando lo son la correlación entre el número de hablantes y la vulnerabilidad del sistema lingüístico no suele ser mecánica. Un buen ejemplo sería el idioma ucraniano, hablado por un elevado número de personas –aproximadamente 40 millones– pero cuya reproducción generacional estuvo seriamente comprometida durante la larga existencia del Estado Soviético, ante la supremacía abrumadora del ruso en la mayoría de las esferas comunicacionales que regían en ese gigantesco país. En cambio, idiomas numéricamente muy minoritarios –en este caso con menos de medio millón de hablantes cada uno– como el islandés o el luxemburgués, de la subfamilia germánica, no están sujetos a ninguna amenaza seria, por ser oficiales y muy queridos en sus pequeños pero entrañables países soberanos. Mención aparte merece el Esperanto –idioma construido originalmente por una sola persona, el médico polaco Ludoviko Zamenhof, y sin previo basamento histórico ni sociocultural– que si bien no ha alcanzado el estatus de medio de comunicación auxiliar universal, cuenta sin embargo con centenares de miles de hablantes repartidos en todos los continentes y una excelente literatura con escritores y poetas candidatos al Premio Nobel.

Pareciera por la tónica general del artículo de Villalón, un tanto derrotista, que solo operasen los agentes negativos, responsables de la vida y coexistencia de las lenguas en el presente momento histórico. La autora casi no alude a importantes y variadas estrategias de resistencia que despliegan los pueblos y comunidades, en Venezuela y otras latitudes. Nos falta espacio para citar detalladamente estos factores, además de que nos hemos dedicado a ellos en otros escritos; mas hay varios que no podemos dejar de mencionar. Si bien la Educación Intercultural Bilingüe oficializada no arranca todavía de manera convincente, crece cada año el número de planteles e instituciones y, sobre todo, de docentes indígenas, que tratan de contrarrestar con cierto éxito las carencias gubernamentales con el esfuerzo propio, individual y grupal a la vez. Lo estamos constatando en múltiples reuniones y talleres de varias zonas indígenas del país. Tanto es así que, sin exagerar, hay en Venezuela una motivación creciente por parte de representantes y dirigentes indígenas, docentes o no, por reafirmar su lealtad lingüística y cultural, más allá de la simple retórica mediante planes concretos de acción, bastante adelantados en algunos casos.

Me conmueve particularmente la sinceridad y capacidad autocrítica de los proponentes y fundadores de la Maestría de Educación Intercultural Bilingüe de la Universidad Simón Rodríguez, localizada en el sector La Guardia, municipio La Guajira, Estado Zulia. Ellos están desplegando un esfuerzo sin precedentes por convertir al menos al idioma wayuu en lengua administrativa y de trabajo permanente en el aula, respondiendo así a las observaciones hechas por los evaluadores. Los pemón-arekuna de las inmediaciones de Luepa tienen como norma inviolable –lo constatamos en varias ocasiones– hacer totalmente bilingües sus asambleas de cualquier índole, aun en presencia de un número considerable de criollos o extranjeros. Esto quiere decir en la práctica que hay uno o más traductores, como en las Naciones Unidas, encargados de verter fielmente en el otro idioma la totalidad de las intervenciones, cortas o largas y –cosa importante– usando un pemón casi desprovisto de préstamos tomados del castellano. Cuando a alguien se le ocurre preguntarles si ello no les resulta costoso en esfuerzo y tiempo, contestan en seguida que “nada es tan importante como conservar y reforzar la identidad; además, lo invertido en lenguaje y cultura propios contribuye a la cohesión de la comunidad y aun a la realización de nuestros proyectos específicos, económicos inclusive”.

Todavía, en la mayor parte de su territorio ancestral –centro y sur del Estado Apure– las mujeres pumé se inhiben de hablar en castellano. Hay también comunidades warao, en Murako y sus alrededores en el estado Delta Amacuro, que se autodefinen y se comportan como monolingües en idioma indígena, siendo comprobadamente bilingües ya hace varias décadas. Estos hechos revelan una tremenda resistencia lingüística. Podríamos multiplicar los ejemplos. No sería justo dejar fuera de consideración el éxito casi sin precedentes de la revitalización lingüística del añú –lengua arawak de la Laguna de Sinamaica, en el estado Zulia– en cuyo caso se ha pasado de un solo hablante activo a más de 20 en la actualidad, sin entrar por ahora en detalles (Álvarez 2007). Los nichos lingüísticos del estado Amazonas, dedicados a unos idiomas arawak muy vulnerables (baré, warekena, baniwa y ahora yavitero, prácticamente extinto) están exhibiendo sus primeros logros y las expectativas van en incremento (Fuentes 2011). Hay otros casos interesantísimos de recuperación in extremis como el mapoyo del estado Bolívar (Mosonyi y Suárez 2010) y el chaima-cumanagoto del Oriente Venezolano, todos ellos de la familia caribe; al igual que el espectacular renacimiento del kari’ña, también caribe de la Mesa Guanipa (Ministerio del Poder Popular para la Educación 2010), estado Anzoátegui. A todo esto se suma el refuerzo auto-inducido de los así llamados “núcleos duros” de hablantes prolíficos y con desempeño transgeneracional, los cuales operan en el seno de las distintas lenguas amenazadas. Ya los indígenas y otros pueblos minorizados no se asustan como antes frente al chantaje de que “es difícil aprender, conservar y utilizar más de un idioma al mismo tiempo”. Aunque no es este el momento de plantearlo in extenso, las investigaciones más recientes demuestran suficientemente que la adquisición y perfeccionamiento de nuevas lenguas no choca con limitaciones neurocerebrales preestablecidas. Tanto los amerindios como los africanos son verdaderos maestros en materia de multilingüismo, del cual sobran ejemplos bien documentados, entre ellos la zona Guainía-Río Negro y la frontera tripartita Venezuela-Guyana-Brasil. Por otro lado, si bien lo ideal es que todos los miembros de una comunidad sean hablantes activos, mientras exista un número estimable de ellos que transmita su idioma a las nuevas generaciones no cabe hablar de extinción o muerte lingüística.

En lo que siguen fallando tales iniciativas es en promover el uso fluido e irrestricto del idioma recuperado, lo que implicaría no conformarse con meros saludos, frases ceremoniales y oraciones coloquiales breves y muy estereotipadas al estilo de “¿cuánto cuesta el casabe?” o “¿cómo se llama tu hijo?”, “tengo a mi madre y tres hermanos”, para dar ejemplos. El idioma ruso tiene frente a esta situación una expresión sumamente ilustrativa: el hablar “libremente” (svobódno), es decir, sin estorbos, limitaciones o prescripciones de cualquier índole, como manantial de agua fresca: “on, oná prekrásno i svobódno govorít po-ispánski, po-rússki” (él o ella habla un español, un ruso, bonito y fluido). Convenimos en que se trata de algo difícil de lograr en lenguas apenas recuperadas; pero hay métodos y estrategias que se encaminan hacia esta meta. Se vienen instalando grupos de trabajo que usan exclusivamente su idioma indígena, se van fundando “casas del idioma propio” y otros centros divulgativos, se propician concursos literarios, comienzan a utilizarse recursos televisivos, fílmicos, radiales y programas digitalizados; en fin, sería larga la lista de las posibilidades de inmersión en el mundo idiomático de estos sistemas lingüísticos amenazados, incluido el “chateo” como supimos recientemente. Sostenemos que la batalla por la revitalización y recuperación de las lenguas no solo no está perdida, sino que estamos al inicio de un período análogo al que tuvimos en las últimas décadas del siglo pasado en relación con el fortalecimiento y renacer de los pueblos-etnias indígenas como tales, todos ellos sentenciados de antemano. Sin entregarnos a un optimismo exagerado, lo importante es que nos aliemos y unamos esfuerzos los sectores más comprometidos con la autogestión y autonomía cultural de los pueblos indígenas. El pesimismo militante, aunque sea de buena fe, termina asfixiándonos y ahuyentando a posibles colaboradores, inclusive instituciones muy poderosas. De eso tenemos una larguísima experiencia.

Antes de finalizar estas páginas, resumiremos los argumentos aparentemente más convincentes que configuran un escenario adecuado para la reversión de la tendencia al desplazamiento de las lenguas minorizadas:

1. Las comunidades y pueblos indígenas, lejos de permanecer impávidos ante el debilitamiento de sus idiomas, reaccionan en forma organizada y enérgica cada vez con más frecuencia.

2. Se vienen creando nichos lingüísticos donde las personas de más edad traspasan sus conocimientos lingüísticos y culturales a las nuevas generaciones.

3. Numerosos educadores indígenas introducen y refuerzan la Educación Intercultural Bilingüe y la Etnoeducación aún en ausencia de cualquier apoyo u orientación oficial.

4. Hoy se dispone de novedosos métodos audiovisuales y otras innovaciones didácticas para la enseñanza de los idiomas indígenas en situación de vulnerabilidad.

5. Afortunadamente, los idiomas en replegamiento tardan mucho más tiempo en desaparecer de lo que percibe la mayoría de los observadores y analistas (palabras de Ángel Rosenblat).

6. Mientras haya un solo hablante competente, incluso siempre y cuando exista una documentación medianamente idónea de una lengua, estará abierta la posibilidad de revitalizarla y reinsertarla.

7. El aumento de la población absoluta de muchas comunidades indígenas contribuye igualmente al mantenimiento de su lengua.

8. A pesar de la indiferencia y racismo de algunos sectores, la popularidad y aceptación de los idiomas y culturas indígenas a nivel nacional y supranacional crecen año tras año.

9. Muchos de los llamados semihablantes, cuando se despojan de la vergüenza étnica y se disponen a ejercitar su lengua, adquieren una fluidez y una competencia semejantes al desempeño de los mejores hablantes.

10. Para ser reconocido/a como dirigente indígena, incluso para ostentar la condición de miembro de una etnia, se va imponiendo como requisito necesario el dominio fluido de la lengua propia.

Para concluir, veamos un breve texto warao (Escalante y Moraleda 1994), que nos comprueba el grandísimo amor, cariño y apego que muchos indígenas sienten por su lengua. Su autor es el ya fallecido educador y shamán Librado Moraleda, de la comunidad de Nabasanuka, Estado Delta Amacuro.

Oko waraotuma ka ribu ja. Ka ribu dibuya ori nokokitane. Warao ka ribu isia dibuyaja nokokore ka kobe ekei tia, ka kobe doró tia; ka ribu isia ka warao bajukaya waraya, obonobita waraya, dokotu waraya, ka ribu isia ori yamaretaya, ka ribu isia marejoa waraya, ka ribu isia monikata nome nakaya, ka ribu isia ka rimatuma yaotakitane ka inaminabuya.

Nosotros los warao tenemos nuestro idioma. Lo hablamos para comprendernos mutuamente. Al oír nuestro idioma nuestro corazón se alegra, nuestro corazón goza; con nuestra lengua saludamos a nuestros familiares, decimos palabras bonitas y cantamos; con nuestra lengua nos enamoramos y pronunciamos ensalmos; con nuestro idioma nuestros padres nos enseñan a trabajar (Escalante y Moraleda: 1994: 101).

Es temprano todavía intentar un balance, pero existen indicios y señales de que nos encontramos al umbral de un período de recuperación casi milagrosa de las lenguas amenazadas y vulnerables del mundo, especialmente si los profesionales aliados con mayor capacidad de acción estamos verdaderamente dispuestos a acompañar este hermoso proceso.

Notas

1. Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo 1995-2004, 2005-2014.

2. De ahora en adelante toda cita textual que presento de este texto para su análisis son traducciones hechas por mí de la versión original en portugués.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Adelaar, Willem. 1991. The endangered languages. Problem: South America. En Robert Robins y Eugenius Uhlenbeck (eds.), Endangered languages, 45-91. Oxford, New York: Berg.        [ Links ]

2. Allais, María Luisa. 2004. La población indígena de Venezuela según los censos nacionales. Caracas: Ponencia presentada en el Segundo encuentro nacional de demógrafos y estudiosos de la población, AVEPO. 24 al 26 de noviembre.        [ Links ]

3. Álvarez, José. 2007. Anii waanükü. Aquí está nuestra palabra. Aquí está nuestra palabra: diálogos breves para la práctica de la conversación en la lengua añú. Maracaibo: Ediciones Astro Data.        [ Links ]

4. Campanella, Edoardo. 2012 [En línea]. Crise europeia das línguas. Disponible en http://www.project-syndicate.org/commentary/europe-s-crisis-of-tongues-by-edoardo-campanella/portuguese [Consulta: 12 agosto 2012].        [ Links ]

5. Escalante, Bernarda y Librado Moraleda. 1994. Warao a rejetuma. Narraciones warao (español-warao): origen, cultura e historia. Caracas: Fundación La Salle, Instituto Caribe de Antropología y Sociología.        [ Links ]

6. Fuentes, César. 2011. Nicho lingüístico baré kawéimiye (Nido de Guacamaya). La Iglesia en Amazonas XXXI, 52:133-134.        [ Links ]

7. Ministerio del Poder Popular para la Educación. 2010. Kaareta kari´ña ameepatopo ajkuru ekaarichüürü aroone ooko oome aüranta ameepato´me. Guía pedagógica kari´ña. Caracas: Ministerio del Poder Popular para la Educación.        [ Links ]

8. Mosonyi, Esteban, Arelis Barbella, Silvana Caula. 2003. Situación de las lenguas indígenas de Venezuela. Caracas: Casa Nacional de las Letras.        [ Links ]

9. Mosonyi, Esteban. 1970. El concepto de interculturación. Caracas: Facultad de Economía y Ciencias Sociales. Universidad Central de Venezuela.        [ Links ]

10. Mosonyi, Esteban y María Suárez. 2010. Los mapoyos: un pueblo patriota ignorado. Valencia: Zona Tórrida. Universidad de Carabobo.        [ Links ]

11. Villalón, María Eugenia. 2011. Lenguas amenazadas y la homogeneización lingüística de Venezuela. Boletín de Lingüística 23, 35-36: 143-170.        [ Links ]

12. Wurm, Stephen. 1996. Atlas de las lenguas del mundo en peligro de desaparición. París/Camberra: Ediciones UNESCO/PACIFIC Linguistic.        [ Links ]