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Paradígma

versión impresa ISSN 1011-2251

Paradìgma v.28 n.1 Maracay jun. 2007

 

EDITORIAL

 

LA INVESTIGACIÓN COMO COMPROMISO SOCIAL

 

                Una de las responsabilidades que tenemos los universitarios es cumplir con la función de investigación. En el caso venezolano, esto se establece en la Ley de Universidades vigente. No obstante, varias veces se ha debatido sobre lo procedente de tal normativa, pues muchos docentes universitarios plantean que en la universidad es difícil cumplir con dicha función y además realizar tareas de docencia. Con esto se reconoce que el proceso de investigar es algo complejo y que junto con condiciones socioinstitucionales requiere de actitudes y compromisos personales.

            Lo antes planteado llama la atención, sobre todo si se toma en cuenta que en el contexto de nuestros países latinoamericanos, una de las necesidades que tenemos para elevar la calidad de vida de los ciudadanos que conviven en ella es, entre otras, elevar los niveles de producción. Y ¿Cómo elevar los niveles de producción, inversión sin derivarlos de la investigación? Pues si no investigamos, necesariamente haremos sólo esfuerzos por reproducir. Y si reproducimos lo que otros desarrollan, sin innovar, será difícil ganar un espacio para insertar los productos en la sociedad. Es decir, que además de producir, se necesita agregar valor a lo que generamos. Es decir, formar ciudadanos con mentes imaginativas, creadoras, críticas, estimuladas por los retos, con disposición al trabajo en grupo, o al menos, con actitudes para someterse a las críticas, a aprender de los errores, al esfuerzo sostenido, con capacidad para valorar lo que acontece en su vida cotidiana, reconocer la diversidad y la complejidad que se esconde detrás de las rutinas, pues puede ser que ahí estén los fenómenos que nos demandan atención, que exigen de nuestra imaginación, de la disposición para reflexionar sobre sus indicios que gimen temerosos en el día a día.

            Alcanzar esas cualidades requiere de una inversión importante en la calidad de la educación; en general, en preocuparnos por garantizar la formación profesional adecuada a los nuevos tiempos. Y eso es difícil sin los aportes de la investigación. Para colocarnos en la frontera a fin de atender los nuevos requerimientos que se exigen para competir en la sociedad en la cual nos movemos, se requiere inversión en capital humano. Y esta inversión no puede estar aislada de la investigación.

            No obstante, sabemos que Latinoamérica está  a la zaga de la investigación. Por ende, uno de los esfuerzos que debe desarrollar está orientado en ese sentido. Invertir en formar recursos humanos y generar con ellos contextos de estímulos sociales e institucionales. Pues en muchas de nuestras instituciones universitarias, los docentes hacen investigación como un mecanismo para obtener grados o beneficios académicos. Esto como consecuencia del poco reconocimiento social y poco respaldo estadal.

            Se reconoce que se han creado normativas para estimular la investigación, pero en la realidad se observa poco apoyo. Esto se evidencia a través del énfasis que se brinda a otras actividades tales como la docencia, la gestión administrativa, e incluso la extensión, de lo cual no goza la investigación. Se te dice que debes hacer docencia, pero te asignan gran cantidad de secciones y alumnos, cuya preparación exige prácticamente todo el tiempo que tienes para ser profesional. Se preocupan por la carga docente, pero poco importa el tiempo asignado a la investigación.

            En ese escenario, hacer investigación se convierte en un proyecto personal. Es decir, los docentes que deciden dedicarse a la investigación lo hacen por estímulos propios. Pocos son los reconocimientos que reciben de su entorno. Y cuando hablamos del reconocimiento estamos refiriéndonos a la demanda que puedan hacer nuestros semejantes y la institución a la cual nos debemos, sobre los objetos y las competencias que hemos desarrollado con la investigación. No se trata sólo de recibir credenciales para engordar tu currículo. Se trata de disponer el trabajo que facilite implementar los aportes que has generado con tu inventiva.

            La ausencia de ese reconocimiento, genera que se haga difícil encarar proyectos de gran envergadura y de impacto social. No es lo mismo hacer investigación contando con el apoyo socioinstitucional que comprometerse en proyecto pequeños, que son los que un profesional desde su posición individual y de su grupo, pueden asumir sin el apoyo de los entes sociales y estadales. En este contexto, por el contrario, a veces, hay gerentes de las diversas instancias estadales o no, que osan criticar a los pocos profesionales que han asumido a la investigación como un compromiso social. Esto es un gran error. Es necesario ver en ello la posibilidad de una sociedad mejor. No estamos exigiendo que todos los profesionales sean investigadores. Sí estamos solicitando que todos los profesionales sean respetuosos de la investigación y de los que se dedican a ella. Pues estamos seguros que muchos docentes universitarios que deciden dedicarse a la investigación, lo hacen con la idea de que esa realidad que cultivan día a día, a pesar del adverso medio, mañana se multiplique y trascienda los espacios personales y se convierta en una cultura social en el sentido de que unos hagan investigación y otros, quienes deben ser la gran mayoría de los ciudadanos, la valoren. Sólo así habremos ganado la batalla. Por ello, es importante darle el verdadero sentido que tiene la investigación. Este es un fenómeno que se demanda para construir una sociedad mejor.

            La investigación como compromiso social, necesita de la conjunción de esfuerzos de los investigadores y los gerentes responsables de dirigir las instituciones. Sólo así, las políticas no serán las letras que reposan en las bibliotecas sino la cultura crítica, creadora, emprendedora y responsable en reconocer que el desarrollo es verdadero siempre que se haga sustentado en el apoyo de todos en este mundo que es la casa única que compartimos.