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Opción

versión impresa ISSN 1012-1587

Opcion v.21 n.48 Maracaibo dic. 2005

 

VI Congreso Latinoamericano de Semiótica

IV Congreso Venezolano de Semiótica 

Simulacros, Imaginarios y Representaciones

Maracaibo del 25 al 28 de octubre de 2005

Víctor Fuenmayor

Conferencia

ENTRE CUERPO Y SEMIOSIS: LA CORPOREIDAD

Resumen

A partir del retorno del cuerpo a la semiótica, se examinan las dos posiciones de la investigación de las prácticas significantes que están anunciadas desde la posición de Ferdinand de Saussure: el signo lingüístico y el anagrama. La corporeidad vendría a situar la organización del cuerpo en una semiotización previa al ingreso del sujeto en el orden simbólico. El Psicogénesis y la Sociogénesis del lenguaje pueden enmarcar el paso de cuerpo biológico a la corporeidad por los procesos de una semiotización humanizante. Somatización, semiotización y humanización participan de una organización de la corporeidad por vias de la sincronización cenestésica, kinésica y simbólica que no puede descartarse en la investigación de ese encuentro entre la semiótica y el cuerpo.

Palabras clave:Semiotización, unidad somato-semiológica, anagrama, semiosis, corporeidad, cenestesia, sinestesia, kinestesia, pulsión, imagen inconsciente del cuerpo, proceso semiótico y orden simbólico.

Between the Body and Semiotics: Corporeity

Abstract

Based on the return of the body to semiotics, the two positions of research as to significant practices are announced from the perspectives of Ferdinand de Saurssure: the linguistic sign and the anagram. Corporeity would be the placement of the organization of the body in a semiotic condition prior to introducing the subject in the symbolic ordering. The psychogenesis and the sociogenesis of language can direct the passage of a biological body to corporeidad through the processes a humanizing semiotization. Somatization, semiotization and humanization participate in the organization of corporeity through channels of cenestesic synchronization, kynesics, and symbolic that cannot be discarded in the research of this encounter between semiotics and the body.

Key words: Semiotization, someto-semiological unity, anagrams, semiosis, coporeity, cenestesia, synestesia, kinestesia, pulsion, inconscient image of the body, semiotic process, symbolic order.

Lugar: Auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad del Zulia

Hora: 10 AM

Parote et corporéité sont indissociables

Et ne permettent présent ni présentification.

Paulette Kyser, Dire du corps

El yo es eminente corporal;

no es meramente una entidad de superficie

sino que es él mismo

la proyección de una superficie.

Sigmund Freud, El yo y el ello.

La imagen del cuerpo es siempre

imagen potencial de comunicación

en un fantasma.

Françoise Dolto, La imagen inconsciente del cuerpo

I. Extensiones del cuerpo y simulacros semióticos

 

L’unité de la science ne se constitue 

a partir de l’ unicité de son objet:

 il n’y a pas de “science du corps”, 

bien que le corps sois un objet unique. 

Tzvetan Todorov: Poétique.

Una de las alternativas de la temática del Congreso sería considerar el simulacro creativo o científico, el imaginario y la representación, en referencia a la constitución del ser humano como creador de extensiones, implicaciones o proyecciones de su cuerpo. Sobre todo el lenguaje y los modelos culturales o mentales con que los expresa son producto de una instalación semiótica en su propio cuerpo que determina su manera de existir y la conciencia que tenga de si mismo y del mundo. Esas extensiones de una interioridad extendida hacia el afuera del cuerpo suponen el principio de una interiorización de impresiones en el imaginario, de modelos de representación (de objetos y de palabras) y de formas de pensamiento que moldean la acción y expresión de los sujetos. Todas las extensiones pueden ser creativas, mientras no caigan en lo que un autor llamó transferencia de extensión cuando el modelo teórico, llamémosle como lo hicieron los estructuralistas el simulacro, transfiere todo el proceso del sistema hacia lo simbolizado o significado que no cubre la experiencia integral.

Edward T. Hall advierte el peligro de caer en la tela de araña de lo que denomina transferencia de extensión (1), cuando los individuos tratan el sistema transferido, simbolizado o significado como única realidad y la aplican a todas las situaciones. De la resistencia a esa transferencia, pueden surgir nuevos modelos de extensión para acceder al conocimiento de la naturaleza humana: la extensión permite que el hombre examine y perfeccione lo que hay dentro de su cabeza. Una vez que algo es exteriorizado, es posible verlo, estudiarlo, cambiarlo, perfeccionarlo y, al mismo tiempo aprender cosas importantes sobre uno mismo (2). De la corporeidad como semiotización del cuerpo se pueden aprender muchas cosas sobre el funcionamiento interno del imaginario y de la representación cuyos testimonios pueden surgir tanto de las observaciones de prácticas corporales como de aquellos textos poéticos sean verbales o no verbales, sobre todo contemporáneos donde la escucha interna del cuerpo es uno de los procedimientos usados en la creación textual y poéticas del cuerpo.

Ese sistema totalizante de lo corpóreo no es lineal, puesto que no se trata del sistema lingüístico aislado sino de la relación con otro sistema, subyacente o substrato de la lengua, anterior al signo, fundador y operador de semiosis cuyas relaciones se traducirían en la interdependencia entre lo semiótico y lo simbólico y en las determinaciones entre procesos primarios o inconscientes y secundarios más o menos conscientes.

La corporeidad podría entenderse como el simulacro de la propia construcción del cuerpo y de los textos donde un número limitado de elementos, que no son todavía signos sino marcas semióticas, permiten crear la representación psíquica de contenidos y su traducción en lenguajes desde un mismo sistema semiótico permanente o estable. La corporeidad no es cuerpo visible sino el sistema organizador de lo visible, hablable o pensable y como tal, puede verse su gramática inconsciente con que fue construido. Toda extensión poética es un simulacro creativo de su constitución corpórea, y es haciendo el simulacro de la lectura de su corporeidad que la semiótica puede asumir el reto de ser la ciencia de los signos en la vida social.

1.1. Corporeidad y lectura sensible

Esa semiotización del cuerpo o corporeidad puede ser tratada desde las vertientes de las prácticas que inciden en la producción creativa de textos corporales o verbales, así mismo desde una escucha reflexiva de la sensibilidad intrínseca de la escritura que permite reconstruir el simulacro de una corporeidad que la ha originado. Una tipología de los procesos semióticos que originan la corporeidad y al mismo tiempo la creación y lectura de los textos pudiese encontrarse en tres vertientes o ejes de organización. Siguiendo el propio proceso evolutivo de construcción de la corporeidad podemos llamarlos sincronizadores sensoriales, motrices y mentales.

1.2. La sensorialidad cenestésica

La sensorialidad concierne la primera semiotización de los sentidos corporales producto de la sincronización de órganos perceptivos indiferenciados para crear un punto insituable multisensorial que no depende de ninguno de los sentidos orgánicos. Imagen visceral anterior a la imagen del espejo, la cenestesia crea un aspecto tonal (entre musical, muscular, textual) común al cuerpo general hasta ser llamado estado cenestésico a esa percepción interior que no proviene de ningún órgano. Desde la aparición de la palabra en el siglo XVIII (Reil, 1794) ha atravesado las ciencias humanas sin descollar completamente, tomando diversas significaciones, hasta llegar a nuestros días:

Todas las sensaciones que no se producen de un agente exterior y que informa sobre el estado y las diferentes partes de nuestro cuerpo, o recubriendo todas las actividades que no se corresponden a un solo sentido especial y sobretodo define el conjunto de todas las sensaciones que, en un momento dado, son percibidas por la conciencia y que constituyen su contenido en ese momento (3).

Su origen puede situarse antes de la diferencialidad perceptiva, emisiva y receptiva, donde las sensaciones del cuerpo estaban todavía indiferenciadas en el cuerpo del infante. Esa organización sensorial puede encontrarse como escucha del cuerpo en muchos autores, sobre todo los contemporáneos. La Náusea de Jean Paul Sartre, el fastidio en Teresa de La Parra, son sensaciones que pertenecen a una percepción interna del cuerpo, sin relación a ningún órgano. Es como el reflejo de una etapa, antes de la especialización o modularidad de los órganos de los sentidos, que se apodera del cuerpo en una sensación visceral, eco de etapas muy primitivas, donde el objeto parcial remitía a una sensibilidad general dentro de una misma piel.

De ese tono general con que vivimos la existencia surge una estructuración de los sentidos que depende de avatares de nuestra historia personal más concreta, pero que solo puede ser imaginada. El ser humano normal tiene los mismos cinco sentidos, pero en la estructuración semiótica de la sensorialidad marca algunos de ellos que aparecen más desarrollados o diferenciados según umbrales de la sensibilidad. La obra de Jean Starobinski, Razones del cuerpo (4), establece algunos principios de la escucha del cuerpo en textos que revelan el estado cenestésico o el predominio de alguna de los sentidos en ciertos autores. La sensación cenestésica enmarca una serie de acciones cuya sucesión no es indiferente a un ordenamiento sensorial; así, por ejemplo, en La lectura de cuerpo en Madame Bovary, Starobinski hace notar: el vínculo fónico de palabras que describen el mundo exterior para reforzar el significado y un orden de ideas del momento cenestésico con aliteraciones en sensaciones internas enmarcadas entre dos sensaciones del mundo exterior. Puedo traer un pequeño ejemplo de su análisis: El aire pasando por debajo de la puerta, empujaba a las losas un poquito de polvo, Carlos lo miraba arrastrarse y solo oía el batir interior de su cabeza, y lejos el cacareo de una gallina que había puesto en el corral”. En español se pierden las aliteraciones, pero en francés: il entendait seulement le battement interior de sa tête” (solo oía el batir interior de su cabeza). Hay un punto corporal y una sensación que se unen en un lugar entre la nariz y la cabeza: la nasalización francesa y una acumulación de la t (en francés la cabeza repite el sonido tê-te). El momento cenestésico se pierde hundido entre la banalidad del mundo y la ironía: espacialidad de cuerpo en silencio mirando hacia abajo, el batir interior y el cacareo, como sucede en muchos de los párrafos del libro. Esa estructura es un manejo de escritura novelesca, pero en los procesos humanos se vuelve un proceso como el barrido de una sensación indiferenciada para privilegiar una intensidad que en este caso no está asociada a ningún órgano sino que es la escucha interior.

¿Será el efecto estético de la cenestesia lo que permite el acercamiento del creador y del lector desde sus corporeidades respectivas más que el significado?, La escucha del cuerpo del autor en el texto que llega a sensibilizar el cuerpo del lector con una estructuración del significante que es fonemática y al mismo tiempo tratamiento auditivo, musical y rítmico en una sintaxis sensorial. Al organizar las ideas en un sistema estético expresivo-impresivo e incidiendo en el tratamiento y ordenamiento del significado, la tensión sensorial engancha al lector. Simulacro del personaje novelesco, indicio de un embarazoso encuentro entre Emma y Carlos; ¿pero acaso el simulacro novelesco no desviste la estructuración de la sensorialidad del escritor imaginariamente proyectado sobre el personaje?

Jean Starobinski reúne aquí el análisis del significado con una sensorialidad que procede del conocimiento de los anagramas para poder leer las aliteraciones. Fue al mismo Starobinski a quienes le debemos la publicación tardía de los cuadernos de Ferdinand de Saussure donde anotaba la lectura anagramática. Lo que ordena el simulacro del significante concierne no la estructura de acciones lineales significadas, sino la sintaxis de ordenación de ideas que construyen la narración como una estructura entre la escucha del cuerpo interior y los ruidos exteriores de las cosas dando paso a la organización sensible del texto cuya sensorialidad marca el estilo del escritor Flaubert, el mismo que había declarado que Madame Bovary era él. De simulacro en simulacro, la escucha sensible puede llevarnos al conocimiento de esa extensión del cuerpo que es la corporeidad de la materialidad de la escritura que si el texto articula alguna verdad es en ella donde se encuentra. Y esa verdad tiene que ver con las propias capacidades o falta de capacidades sensoriales en la estructuración de cada ser humano. El hombre como todos los organismos, no sólo debe responder con cada uno de los sentidos, sino también debe ser capaz de almacenar y mejorar las informaciones multisensoriales (5), como en ese simulacro que nos presenta el texto y nos reseña Starobinski. El significado no tiene ningún olor ni sabor sino que es la combinación de sentidos que puede evocar el significante quien refuerza los significados del texto. El significante incide en la capacidad creativa de imaginar multisensorialmente lo que está escrito y constituye el disfrute estético antes de almacenar la información en la memoria y poder darle la significación.

1.3. La corporeidad kinésica

La corporeidad kinésica no comprende sólo el movimiento, sino la sincronización de sentidos y series musculares e inteligencia kinésica que hacen posible la dinámica interior y exterior implicando una acción modelada por gramáticas inconscientes no verbales que determinan acciones y comportamientos rítmicos y espaciales que conciernen a la Kinesia y a la Proxémica de esclarecer. Psicogenéticamente, el aprendizaje de la bipedestación y la marcha supone el acompañamiento por vías físicas y sensoriales con el contacto cuerpo a cuerpo de un acompañante que ya detenta su corporeidad. Sociológicamente, la sincronización motriz va acompañada del asujetamiento a una partitura no formulada donde los individuos pertenecientes a una misma cultura comparten una organización coreográfica, orquestal que Hall llama cultura profunda, primaria o fundamental que determina como los individuos perciben su entorno, definen sus valores y establecen cadencias y ritmos sin estar completamente conscientes de esos procesos. La corporeidad kinésica interioriza la sincronización cultural del cuerpo que se agrega a la anterior fase de la multisensorialidad, puesto que pone en juego todo el sistema sensoriomotriz y el sentido propioceptivo que nos informa sobre los movimientos del cuerpo en el espacio que son menos reconocibles que los ojos y los oídos puesto que los receptores propioceptivos puestos en juego, localizados en los músculos, tendones y articulaciones, nos dan una visión interna del cuerpo que puede estar en reposo o en movimiento (6).

Yo soy mis pasos, dice un poema de Octavio Paz, como si dijera yo soy mis movimientos. Voy detrás del murmullo, pasos dentro de mi, oídos con los ojos, el murmullo es mental, yo soy mis pasos. La referencia al establecimiento del equilibrio y la bipedestación supone la sincronización de todo cuerpo una vez que se han diferenciado y desarrollado los sentidos, pero además el paso para ser fijado debe ser interiorizado con una escucha multisensorial que es el ritmo energético, escucha auditiva, acción mentalizada, tal como aparece en el poema. Aunque el movimiento existe desde la etapa fetal cobra una importancia mayor con el pié, el paso, la pisada que señalan el órgano, la función y la huella, y en ésta el acompañamiento afectivo que existe en cada movimiento. Se trata de un imaginario sensorial que acompaña la motricidad cuya referencia identificatoria, en el poema, es el significante del nombre y el movimiento: Paz/pasos, en un poeta, condensa una conexión de creatividad lingüística en un sujeto con una memoria visoauditiva. Para otros, el movimiento puede estar relacionado con otra memoria creativa sensorial:

Se dice que Bethoven era capaz de imaginar la música con tal viveza que podía componer para las cuerdas, escuchar los resultados, y luego agregar el metal, sin remitirse a extensiones como los instrumentos o la partitura. Su capacidad para imaginar auditivamente era tal que hubo de pasar tiempo antes de que se diera cuenta que se estaba quedando sordo. Evidentemente, para él la música no era una cosa pasiva, mientras componía, iba dando por la habitación una increíble cantidad de golpes, puñetazos y patadas (7).

Se trate de poética o de música, la organización del movimiento tiene que ver con la introyección de la voz en una lengua y con el ritmo interiorizado en una construcción psíquica del movimiento que luego será exteriorizado: Condon muestra que, si todos los niños, sincronizan sus movimientos con la voz humana sin tomar en cuenta la lengua hablada, más tarde se habitúan al ritmo de su propia lengua (8). Ya la lengua permitiría situar una partitura social para kinesia cultural, pero me gustaría citar en esa categoría de interacción entre creadores y públicos una reflexión de Edward T. Hall:

La música y la danza, en razón de su transferencia de proyección (TP) son consideradas como actividades producidas por los artistas independientemente del público. Los estudios hechos sobre la sincronía parecen desmentirlos: públicos y artistas participan del mismo fenómeno.

Lo que pudiéramos concluir, para resumir, que así como la sensorialidad cenestésica tienes sus ejes de homogeneidad y diferencia de lo corpóreo en cada creador o cultura, la motricidad es una corporeidad social que sitúa el asujetamiento del sujeto a códigos, escrituras, partituras, que partiendo de señaladas programadas biológicas van instalando el cuerpo en una sincronización inconsciente y cultural de una corporeidad social.

1.4 La corporeidad del pensamiento

Como origen intuitivo de procesos cognitivos que ordenan la estructuración de las inteligencias por experiencias concretas podemos suponer que las múltiples inteligencias dependen de la corporeidad. En la teoría de Howard Gardner la inteligencia lingüística aparece como última y separada de todas las otras inteligencias; así como en la concepción del cerebro de MacLean los tres cerebros que tienen diversas naturalezas y ritmos (reptil, mamífero y neocortex) donde el reptil se ocupa de funciones vitales y orientación espacial, el mamífero o límbico, de gregariedad y experimentar emociones y el neocortex que se encuentra encima y alrededor de los otros está relacionado con el comportamiento simbólico (9). El pensamiento tiene un origen corpóreo:

El pensamiento mismo está filtrado por la corporeidad: No solo el cuerpo ajeno, sino el propio cuerpo del sujeto que reflexiona sobre la corporeidad y trata de atenerse a ella como el único dato confiable, al ser percibido, viene ya filtrado por la corporeidad (10).

No hay una sola inteligencia, no hay un solo cerebro, y el pensamiento ligado a las palabras es solo uno de las múltiples inteligencias, última en desarrollarse y separadas de las otras de donde toma su origen . Todos esos procesos se dan en forma simultánea y sucesiva en un orden espacio-temporal de situar el cuerpo en continua evolución, desde la gestación a la muerte, aunque guardando una misma composición o sistema estabilizado del sentido de la vida tanto en situaciones cotidianas como en la elaboración más compleja y organizada de textos poéticos y artísticos que reflejan esos procesos. Desde la corporeidad, las lenguas no puede considerarse sólo un sistema de signos. Ellas persiguen esa finalidad, efectivamente, en primer lugar, pero al considerar su estructura interna, los elementos semióticos que conforman sistema de elementos utilizables para los signos pueden tomar otras funciones.

La cuestión queda abierta para considerar si el signo es solo relación se significante/significado o si el signo es el signo de alguna cosa (11). Esa cosa que no es designada en el signo es la relación con la representación oculta, con la corporeidad semiotizable de un origen, con la sensorialidad del significante. ¿Qué es esa sombra permeable que se aloja en la palabra? Soy la sombra que arrojan mis palabras, dirá el poeta Octavio Paz. Quizás nombra el retorno del cuerpo a la sombra de la palabra para decir su corporeidad. Esa otra cosa no significada en la transferencia al significado, es lo que detenta la extensión de la corporeidad que seduce en la poesía y las artes.

II. Retorno del cuerpo a la teoría

Uno de los hechos semiológicamente más resaltantes, en los últimos años, es el retorno del cuerpo en la teoría semiótica sin que sea una renuncia al carácter científico y a la búsqueda de formas y maneras de significar (12). Este retorno, para ser fructífero, tendría que focalizar el interés del investigador en considerar que es la semiotización del cuerpo quien crea al mismo tiempo la organización de la corporeidad y el orden simbólico. La inclusión del cuerpo en la teoría semiótica deberá afrontar el cuestionamiento del modelo de signo desencarnado y abstracto que excluye la sensorialidad al privilegiar al significado y debe avocarse a la creación de una unidad compleja suficientemente flexible para comprender la encarnación somato-semiológica que sostiene el lenguaje y que soporta la condición humana (13).

Si la palabra y la corporeidad son indisociables y no permiten ni presente ni presentificación, solo pueden conocerse en la relación a la representabilidad al establecer un equilibrio lábil entre el imaginario sensorial y la representación de objeto o de palabra. El imaginario originándose en relación a la imagen del otro; la representación, en diálogo con otro destinatario, hacen suponer la presencia de otra corporeidad u objeto estructurante, invisible y ausente, determinando otra escucha o visualidad de la huella de la corporeidad en la materialidad de los sistemas representativos. La corporeidad tiende más hacia lo semiotizable del imaginario y la representación, hacia el orden simbólico. Esas tensiones entre dos procesos reunidos, manteniendo su intensidad, generan la creatividad y la poética.

El concepto simulacro comprendería esas relaciones entre la representación y el imaginario que han tenido el origen en un mismo cuerpo, quedando indisociables, aunque puedan diferenciarse y hasta negarse una a la otra como pasa entre el proceso primario y el proceso secundario, el contenido manifiesto y el latente. ¿Dónde situar la escucha? En la situación misma de mediación del uno y del otro, en el proceso de entendimiento y de negación que permita la interpretación menos errónea y adecuada del cual el método debe ayudar a construir el modelo del simulacro de las acciones o de los textos:

La estructura es pues en el fondo un simulacro del objeto, pero un simulacro dirigido e interesado, puesto que el objeto imitado hace aparecer algo que permanecía invisible o, si se prefiere, algo ininteligible en el objeto natural (…) El simulacro es lo inteligible agregado al objeto, y esta adición tiene valor antropológico, porque es el hombre mismo, su historia, su situación, su libertad y la resistencia que la naturaleza misma opone a su espíritu (14).

En la cita de Barthes, la función del simulacro semiótico dirigido a la aparición de lo que permanecía invisible por vías de lo inteligible, pero deberíamos agregar de un inteligible sensorial. Agregar el valor antropológico es adicionar esa parte de la construcción de lo humano que tiene la corporeidad como expresión misma de la humanización del cuerpo. Permanecer invisible quiere decir de una visualidad atenuada, retroactiva algunas veces, escondido a la mirada por la ceguera “del polvo de oro del significante”-como solía decir el autor. El misterio no es lo invisible sino la ceguera de los sentidos, la premura de transferir el significado y referente más fácil del signo, puesto que lo que hace ver está en lo más evidente, en el significante material afectado y afectivo, y no en la imagen mental del significado. La corporeidad, al plantear los modos de comunicación y circulación semiótica entre dos procesos, puede bifurcar o escindir la inteligibilidad. Desviando el interés de la imagen mental del significado a la materialidad más cercana a la sensorialidad, podemos contrarrestar el efecto transferencial que tiene el significado con una escucha poética y analítica más atenta a la relación entre el sonido y el sentido.

La lingüística articula el simulacro de un referente más mental que sensible ateniéndose al predominio del significado, a un sujeto conociente y trascendental sin cuerpo ni carne y a una lógica conciente sin lapsus ni juego de palabras. En la semiótica, el simulacro enfatizará o debe enfatizar la imagen sensorial invisible, la corporeidad determinando la materialidad significante y emotiva señalando el lugar de aposentamiento en el significante que representa al sujeto donde puede interpretarse el origen de una estructura singular.

Proponiendo la semiotización del cuerpo como fuente de la elaboración simbolígena y origen de una unidad somato-semiológica, cercana a lo lógica anagramática, la semiótica se vería promovida a buscar, por las vías sensoriales del lenguaje, la integración del sujeto en el objeto y promover la comprensión de una manera más apropiada el lugar de equilibrio lábil que ocupa el propio orden simbólico respecto al proceso semiótico:

Se puede considerar la semiótica como un conjunto de diferentes textos y de lenguajes cerrados unos con respecto a los otros. Entonces todo el edificio tendrá el aspecto de estar constituido por distintos ladrillitos. Sin embargo me parece más fructífero el acercamiento contrario: todo el espacio semiótico puede ser considerado como un mecanismo único (si no como un organismo). Entonces resulta primario no uno u otro ladrillito, sino el “el gran sistema” denominado semiosfera. La semiosfera es el espacio semiótico fuera del cual es imposible la existencia misma de la semiosis (15).

El entre paréntesis de (si no como un organismo) señala la semiótica en relación a una organicidad que yo desplazo hacia la corporeidad. Ese retorno del cuerpo al gran sistema rehace un camino donde la sensorialidad y corporeidad puede tener cabida: la definición de semiología, en Saussure, planteaba ya la relación entre signo y psicología social. Olvidada esa relación, vemos el pequeño ladrillito del signo sin ver el gran sistema semiótico que lo sostiene.

El propio Saussure no pudo solventar problemas cuando encuentra otro uso del signo y del fonema, diferente a la linealidad lingüística. Descubría una discontinuidad fonética de la escritura anagramática que diseminaba sílabas directrices en la linealidad lingüística cuya organización rítmica articulaba un nombre-cuerpo que no estaba nombrado (el cuerpo y el nombre que permanecía invisible en el simulacro de la escritura).

Fue la teoría psicoanalítica quien aporta ese interesante pasaje de buscar otra unidad y otra organización al considerar todo el discurso, proposición, enunciado, bajo la perspectiva del dominio del significante sobre el significado, así mismo la separación del contenido manifiesto y del contenido latente, que pudiese haberle dado una razón científica al anagrama saussureano. A partir de Lacan, el concepto de letra designará la estructura del lenguaje en tanto que en ella está implicado el sujeto que la toma como soporte. La literalización del sujeto y la corporeización del lenguaje, en lo que llamó el psicoanalista implicación, podemos traducirlo, a nuestro lenguaje, por semiotización del cuerpo o corporeidad. Es cuerpo sutil-dice Lacan refiriéndose al lenguaje- pero es cuerpo, dice en Escritos, para referirse a los efectos del significante en la somatización y en la síntomatización donde las palabras se toman como imágenes corporales. Diferentes a los fines psicoanalíticos, el retorno del cuerpo a la semiótica permite plantear la posibilidad de búsqueda de una unidad somato-semiológica más sensorial componente del gran sistema de la corporeidad que cubra los procesos de organización comunes al cuerpo y al lenguaje o, al menos sus relaciones, que permitan flexibilizar su método y modelos de investigación. Lo que aparecería en la sutilidad del lenguaje es la corporeidad proyectada en los elementos anagramáticos y fonemáticos.

2.1. Literalidad y corporeidad: entre lo semiótico y lo simbólico

La corporeidad tiene que ver con el concepto lacaniano de literalidad del cual parte la proposición de la ciencia de la letra en el inconsciente: la literalización remite también, entonces, a una teoría del contrato, del pasaje convencional de la animalidad a humanidad (16). Podemos darle el término de cuerpo biológico a lo que el autor llama animalidad y de corporeidad, al paso hacia la humanidad. El contrato remite a lo social cuyo origen es el diálogo inicial materno-filial de cuerpo a cuerpo en el aprendizaje de la lengua que no está separada del afecto en la fase primaria de semiotización, preparatoria a la incorporación del sujeto al orden simbólico. Podemos encontrar huellas remotas del proceso primario que marcan el orden simbólico asentando la imagen del cuerpo en la latencia de ciertos fonemas, en la dispersión de marcas en las cadenas de palabras. No es el signo consciente sino el efecto del significante quien determina la creación de textos artísticos y acciones vitales determinando conexiones asociativas entre actos y palabras, conductas y comportamientos sean estos individuales o culturales.

El inconsciente se vuelve proceso semiótico de la corporeidad, no el desorden en un cuerpo sin lenguaje, sino en la constitución semiótica de la corporeidad como organización previa a la socialización por el lenguaje, en una escala dialógica y afectiva entre dos cuerpos. El investimiento del lenguaje, bajo formas primarias de inscripción orgánica, deja marcas de cargas pulsionales y energéticas, indelebles, en fases pre-expresivas cuyos trazos apoyan la adquisición del lenguaje paralelo a la organización de la corporeidad desde la relación con otro cuerpo. Desde esa perspectiva, la humanización debe ser asumida primero por la madre en los procesos de semiotización del cuerpo y de la identificación y luego, por el orden simbólico o grupo social. La corporeidad sitúa ese traspaso semiótico del cuerpo imaginario a la imagen inconsciente y, de ésta, al orden del discurso donde el corte separador instaura el signo en el orden de significante/significado/referente.

La unidad semiótica de la corporeidad no es el signo, tampoco la palabra, sino un elemento menor o mayor que la unidad lingüística que establece sus leyes asociativas: el fonema o el grafema (17) atrapado entre dos registros donde se desliza de uno a otro, en el ritmo de la materialidad o de la propia energía expresiva cuyo elemento asociativo verbal puede no estar expresado explícitamente sino implícito en palabras o sin ellas. Es propiamente huella inconsciente, grabada en trazos auditivos e imágenes, que se niega a desocupar el elemento pulsional con que el signo mismo ha sido construido. Huella de una corporeidad desplazada al lenguaje, en una red fijada antes del signo de la lengua, metáfora obsesionante dispersa en las líneas, desplaza la energía del pasado al presente latiendo rítmicamente en las palabras al son del deseo encubierto. Aumentando intensidades materiales del lenguaje hacia una rítmica, hacia una rima, hacia un eco, hacia gestos o movimientos, declara su apropiación de la imagen narcisisante que mantiene el sujeto en el lenguaje elaborando una cadena asociativa, reiterativa de significantes dispersos en la linealidad de la vida o de las palabras.

El signo de la lengua puede reconocerse en esos textos, no así la determinación poética o emocional de la red inconsciente de significantes en la que el nombre propio (como en los anagramas saussureanos) podría ilustrar, aunque fuese un caso particular, que es la corporeidad quien organiza la funcionalidad más humana del lenguaje, así mismo que no es el cuerpo biológico quien orienta la vida sino el deseo contenido en el nombre:

De todos los fonemas, de todas las palabras oídas por el niño, hay una que ostentará una importancia primordial, asegurando la cohesión narcisística del sujeto: su nombre. Ya al nacer, el nombre -ligado al cuerpo y a la presencia del prójimo- contribuye de manera decisiva a la estructuración de (18) las imágenes del cuerpo, incluidas las más arcaicas. El nombre es el o los fonema (s) que acompañan el sensorio del niño, primero en relación a los padres y luego con el otro, desde el nacimiento hasta la muerte. La pronunciación de su nombre puede despertar al sujeto aún en estado de sueño profundo. Si se encuentra en coma y lo llaman por su nombre, abre los ojos. Su nombre es el primero y último fonema en relación con su vida para él y con otro, y el que la sostiene, porque fue así mismo desde su nacimiento, el significante de su relación con su madre (18).

Lo que sostiene la vida es la corporeidad, son los signos incorporados a la vida en singular. Palabra y corporeidad son indisociables en lo que el fonema, no el signo, puede anclar en la organización de la imagen del cuerpo referente al pasado irrecuperable o pre-ontológico de la adquisición de la corporeidad y de la lengua. Jacob, en un pasaje de la Biblia, solo pedía el nombre en la lucha con el ángel, pero en ese pasaje como el propio nombre de Dios, ocupaba los significantes de otras palabras que lo evocaban. Disperso como un anagrama, la corporeidad puede restituirse desde una escucha sensible.

En los anagramas saussurianos se trataba también de un nombre disperso, porque con los mismos fonemas pueden construirse cadenas de palabras, procedimientos escriturales que encontramos en las tres grandes religiones del libro (judaísmo, cristianismo e islamismo). En las escrituras sagradas Jacob (nombre), Jaboc (el vado de lucha con el Ángel) y aqob (marca de nacimiento al nacer asido al tobillo del gemelo Esaú) y no sé si con los mismos grafemas se formarían otras palabras de la cadena en la escritura consonántica del hebreo. Las cadenas de palabras forman parte de la escritura y de la lectura tanto del significante como de la historia significada textual o vital. La poética, ontología de la palabra, resume el impulso semiótico de ser en el lenguaje manteniendo parte de la pulsión y de la significación. Algo semejante quiso decir el poeta Octavio Paz: Soy la sombra que proyectan mis palabras, en su libro titulado Pasado en claro. Las palabras no tienen sombra, a menos que la sombra sea la proyección semiótica de la corporeidad en la materialidad de la palabra, con la acción pretérita proyectada y proyectante en el yo presente que al nombrar con palabras se esclarece, aunque continúe a ser la sombra que acompañe el enigma de ser palabra. Pasado en claro, como título del poemario, puede significar la re-escritura en grafía legible de lo que ya ha sido escrito en otro lugar. ¿Dónde? En el lugar insituable de la imagen corpórea del propio PAZ/S, en el PASado, en el pasado de PAZ/S. Inscrito en la insistencia reiterativa de fragmentos del nombre, el significante patronímico del poeta conecta simbólicamente con una parte de sí y del tiempo pasado. Homonimia fonética y quasi-homonimia escrita del nombre común Paz y parte de la palabra que designa la acción pretérita. Al fin y al cabo, todo poeta hace lo mismo: el pasar la sombra de la inscripción pretérita a la claridad de la palabra presente.

No resisto de insistir en esas determinaciones, mencionando el trabajo psicoanalítico de Marie Bonaparte sobre el poeta Edgar Alan Poe donde el impulso del imaginario del nombre induce el sujeto a la poesía: Edgar A. Poe significa literalmente en inglés, Edgar, un poeta (Edgar, a poet). Al investigar la escritura del escritor uruguayo-argentino Horacio Quiroga me he topado con una red de significantes cuya referencia corporal (delirio del tórax), código cultural (la Torah) el nombre incierto de la madre Pastora y del propio Horacio me remitían tanto a procesos semióticos inconscientes como a la tradición simbólica cabalística de la escritura, conocido posiblemente por raíces familiares como lo muestra el apellido judío-mallorquín Forteza de la madre. Ese paso de lo semiótico a lo simbólico estaba regulado por códigos de traducción tan exactos que cambiaron la interpretación del código realista de creación narrativa (mantenida por muchos de los críticos) a la interpretación simbólica que disolvía el realismo en una red de símbolos a nivel de letra, sílaba y cadena significante de palabras homónimas o quasi-homónimas en español o de otras lenguas que me abrieron el texto hacia una coherencia extrema con los procesos que marcaron el cuerpo y el texto de los relatos del escritor (19). Esa unidad de lectura no es solo lingüística sino que exigía ser ampliada a la unidad somato-semiológica entre la corporeidad y la materialidad del texto, entre el síntoma toráxico y la escritura según las leyes de la Torah.

Que se trate de una discusión de la arbitrariedad del signo donde la relación sígnica Ste/Sdo se presenta como motivada sólo en los sistemas artísticos o poéticos; que se trate de introducir el sujeto de la enunciación como estructura profunda, las dos tendencias contemporáneas incluyen al sujeto situado entre lo semiótico y lo simbólico:

El sujeto siendo siempre semiótico y simbólico, todo sistema significante que él produce no puede ser exclusivamente semiótico o exclusivamente simbólico, pero está obligatoriamente marcado por una deuda de uno con el otro (20).

El problema de investigación de la deuda semiótica/simbólica queda irresuelto cuando la decisión del investigador toma uno de los dos aspectos olvidando al otro, y aún en aquellos que, partiendo de prácticas corporales, derivan la corporeidad hacia una simple contextualización de lo verbal o hacia la motricidad, sin tomar en cuenta la interacción con el orden simbólico. La corporeidad no es el sistema separador sino integrador de lo semiótico y de lo simbólico, contemplando resolver la deuda mantenida entre la homogeneidad sígnica y la heterogeneidad o diferencialidad del texto. La unidad, la difícil unidad lingüística que remite a la unidad corpórea, se juega en esa no exclusividad ni completamente semiótica ni completamente simbólica que asegura el dinamismo interno tanto del funcionamiento de la corporeidad como del lenguaje.

III. Corporeidad e impresión sistemática

Quien dice corporeidad se refiere a la impresión sistemática que cada individuo tiene de su cuerpo, cognitiva y afectiva, conciente e inconsciente, formada en el curso de su crecimiento (21). No significa el cuerpo-cuerpo biológico, sino el proceso de organización que instala una organización previa en lo corporal antes del sentido sígnico, desde las impresiones y afectos, que estructuran la individualidad con el juego de cuerpo a cuerpo para construir la imagen inconsciente permitiendo al sujeto el acceso al lenguaje y al orden simbólico. El cuerpo cenestésico, kinésico y mental construyéndose, paradójicamente, por el afecto y la imagen relacional con otro cuerpo que ya tiene corporeidad, son las bases de la semiosis como un diálogo corporal (entre dos) donde se instala el orden simbólico y el pensamiento.

3.1. Corporeidad y semiosis

Corporeidad y semiosis coinciden en que son grandes sistemas organizadores, aparentemente cerrados pero interconectados el uno con el otro, cuya situación originaria implica cualidades de imágenes pretéritas en el que deben tener sentido y dar sentido al cuerpo que las asentará en el ser. La imagen y la palabra. Propiamente proceso semiótico y orden simbólico comparten, con ese origen, un espacio de embragues, shifters o embrayeurs entre múltiples organizaciones (condensación, desplazamiento, transposición, figurabilidad) que implicarían el contacto y la conexión de una heterogeneidad de materiales semiotizables y discontinuos (la energía, el ritmo, la voz, los gestos, los colores) que formaran unidades diversas: rítmicas, fónicas, kinésicas, colorísticas que están asociadas y marcadas por la pulsión del deseo unificador. Ese material heterogéneo de experiencias organizativas de la corporeidad debe situarse en la homogeneidad de la lengua para marcarla con sus diferencias hasta llegar al límite de su negación (22).

3.2. El fragmento de una imagen holográfica

La semiotización del cuerpo comporta una indagación de procesos creativos y expresivos tal como aparecen en el inconsciente o formulados en una poética común a las artes. La heterogeneidad multisensorial y mezcla de niveles en las formaciones semióticas pueden no estar representadas por estructuras cerradas, sino por fragmentos conectados con otros sistemas que conservan mecanismos de funcionamiento de todo el sistema pudiéndose reconstruir metonímicamente el todo a partir de un fragmento. El funcionamiento del cerebro ha sido considerado con un modelo hologramático como un almacenamiento de la imagen múltiple en tres dimensiones, pudiéndose cortar en varias partes hasta hacerlo picadillo y la imagen permanece. Esa semiosis puede encontrar una teoría psicogenética en la revolución del lenguaje poético de Julia Kristeva, donde los intertextos no solo revelan la escripción sino la inscripción en sistemas asociativos híbridos o heterogéneos cuando en elementos de un lenguaje pueden aparecer imágenes de otros lenguajes. La relación misma del sujeto a la creación puede ser traducida metafórica y simbólicamente en marcas significantes que remiten a la unidad corpórea incluyendo lo pre-expresivo energético-kinésico, lo pre-verbal en lo rítmico, lo pre-simbólico por el empleo de sílabas o letras marcadas en la materialidad del lenguaje cuyo substrato reposa en la multisensorialidad de la imagen y de los procesos cognitivos primarios.

La búsqueda de principios, no de operacionalidad sino de funciones, implica el ordenamiento de la corporeidad y la base de la adquisición misma del lenguaje a partir del cuerpo:

una funcionalidad pre-expresiva que ordena las relaciones del cuerpo (en vías de constituirse como cuerpo propio), los protagonistas y la estructura familiar. Pero distinguiremos esa funcionalidad de las operaciones simbólicas que relevan del lenguaje en el sentido de un sistema de signos; es decir independientemente que haya o no un sistema de signos, es decir independientemente del hecho que exista o no una lengua bien sea vocalizada o gestual (como el caso de los sordomudos). La funcionalidad kinésica a la cual pensamos hablando de semiótica, es anterior a la posición de signo; así no podríamos decir que ella es cognitiva en el sentido de un sujeto conociente. Las funciones que organizan la cora semiótica pueden encontrar un esclarecimiento genético justo solamente en el interior de una teoría del sujeto que no lo reduzca al puro entendimiento, pero abriendo en él la otra escena de las funciones pre-simbólicas (23).

Los procesos de creación artística son la mayoría de las veces expresión de procesos de semiotización del cuerpo a los que se puede acceder a la conciencia del sujeto por procesos intuitivos. El paso de la experiencia a la palabra, posterior a las acciones, se hace necesario para la conciencia del cuerpo, pero el proceso en si mismo puede resultar inverbalizable o difícil de traducir en signos como el propio cuerpo. Ese paso de lo semiótico al orden simbólico revela muchas veces la inhibición misma o las restricciones que ha operado el dominio simbólico en el sujeto y que las actividades artísticas, con procesos cognitivos concretos y corporales, pueden desbloquear procesos expresivos con la sensibilización del cuerpo, revelando fragmentos de zonas inhibidas, zonas desconocidas y símbolos en su vida ordinaria con el que llega a concienciar el cuerpo desde la sensorialidad.

Si he mencionado la metáfora de la imagen holográfica como sostenedor de la memoria tiene sus razones en el funcionamiento de la semiosis; puesto que ese sistema reposa sobre el sistema total de la corporeidad, pero en el paso a la palabra para organizarse debe reducir su carga de imagen multisensorial como substrato de todos los lenguajes:

Solo por la palabra deseos pretéritos han podido organizarse en imagen de cuerpo, solo por la palabra, recuerdos pasados han podido afectar el esquema corporal, convertidas por tal hecho en zonas erógenas, aunque el objeto de deseo ya no esté. Insisto en el hecho que, si no ha habido palabras, la imagen del cuerpo no estructura el simbolismo del sujeto, sino que hace de éste un débil relacional (24).

Los deseos pretéritos nutridos de impresiones corporales, la imagen de cuerpo unificadora y la palabra forman parte de un proceso necesario de la semiótica, a partir de la significancia, es decir comprender la comunicación con un cuerpo operatorio donde se incluya el sujeto singular y no el trascendental conociente. Del cuerpo a la palabra, el psicoanálisis aporta la intermediación de la imagen de cuerpo, organizada desde impresiones, que hacen suponer mecanismos primarios del pensamiento, anterior al orden simbólico, que me alejarían del tema, pero que son al mismo tiempo sonoperadores acústicos de una imagen multisensorial que puede representarse mal a la palabra sin perdidas en su densidad sensible que de ella deriva o pueden derivarse hacia la creación de la imagen a partir del significante del signo. Es aquí donde podríamos situar las cuestiones de la semiótica: sea como diversos textos y lenguajes cerrados unos con respecto a los otros o considerar una ciencia que promueva la comprensión de un mecanismo único (si no como un organismo o en relación a él) que pueda comprender lo concreto y único de un sujeto y las elaboraciones sociales o culturales que lo reflejen. La corporeidad es un término operatorio al intentar hacer comprender la construcción de una unidad corporal insituable a nivel anatómico, difícilmente perceptible por los sentidos (como la imagen cenestésica, propioceptiva motriz o mental), pero comprensible a todos los niveles que exigiría el alejamiento de los clichés perceptivos, motrices y mentales, para exigir a la semiótica una teoría general de ese funcionamiento corpo-simbólico donde cada semiótica particular debe encontrar su territorio de exploración en relación a ella.

IV. Cuerpo-cuerpo, cuerpo a cuerpo, cuerpo/ signo

¿Tu escuchas un canto que dices,

también es parte de la naturaleza,

la parte escondida, vedada,

ausente del inventario aceptado de las cosas?

Más abajo o más arriba de lo normal,

Pero no por ello separado de él. (…)

¿Qué murmura el feto dentro del vientre materno…?

Carlos Fuentes, Zona Sagrada

El corporeidad sitúa las fronteras entre un objeto biológico, real, anatómico (cuerpo humano o cuerpos físicos) y una organización semiótica que tiene que ver con el simulacro, la imagen y la representación para su construcción de humanidad. Si creemos a los etimologistas, la raíz im del latín imago (palabra usada por Freud) está en el origen de la palabra imitar, reproducir por imitación, ser semejante a, que nos llevaría a la mimesis de la elaboración poética, a las relaciones analógicas y a la construcción humana a partir de otro cuerpo. La imagen es un duplicado de la cosa se pensaba en la antigüedad, o entre los griegos se emparenta con las apariencias de formas de surgimiento que no son la cosa misma, propiamente es lo espectral, lo fantasmático. Los dos grandes logros son los hechos que organizan su significado, el eidolon que el latín traducirá por simulacro donde deriva nuestra palabra ídolo y la efigie o eikon que lo relaciona con el ícono. El énfasis (emphasis) designaba la imagen proyectada en el agua o en espejo, imagen especular proyectada a la inversa de la imagen real o difusa en el estancamiento acuático.

Estas tres modalidades de apariencia no son distintas en su grado de verdad a lo que acontece en la óptica moderna entre lo real y lo virtual, la imagen del sueño o las imágenes espectrales de la materia. La imagen puede representar lo que es invisible, como el simulacro inteligible y estructural de ciertos pensadores estructuralistas, como la astronomía óptica, el registro sónico de imagen del objeto, los rayos X, la imagen computarizada. No quiero detenerme en todo el registro entre lo ilusorio y lo real. Baste con decir que lo llevaré a ese grado de situarlo en lo más real del simulacro en la organización semiótica de la corporeidad que coincidirá con los tres ejes de construcción de la sincronización cenestésica, motriz y mental, a partir de lo que surge de lo más real que posee nuestra existencia: el cuerpo que nos existe. No obstante, me centraré en la construcción de ese simulacro de relaciones

  • La programación biológica de cuerpo-cuerpo.

  • La semiótica relacional de cuerpo a cuerpo.

  • Sincronización de la separación o descentración del cuerpo en la incorporación del orden simbólico.

Esos tres procesos podríamos llamarlos sincronizadores tanto para la organización de lo corporal como de los efectos que repercuten en la semiotización de todos los sistemas expresivos. Todo un campo de experiencias motrices de funcionalidad kinésica y sensoriomotriz intervienen en la acomodación orgánica de las matrices perceptivas, umbrales sensibles y acomodamientos de funciones en el sentido de la semiotización del cuerpo biológico. Me referiré a los procesos más evidentes en la corporeidad que tiene relación con la adquisición de la lengua.

4.1. Cuerpo-cuerpo: sincronización cenestésica

El nacimiento, separación del otro cuerpo, sin separarse completamente, llamado castración o trauma por el psicoanálisis, aunque se considere acto natural, es simbolígeno. Todo acto que origine símbolos puede ser considerado elemento originario del sistema semiótico en sentido del establecimiento de marcas diferenciadoras. Todas los sentidos son somáticos y las sensaciones, semióticas, es decir organizadas al proceder de todas de la matriz sensorial producida por modificaciones de órganos emisores-receptores para hacer posible la comunicación.

Todo proceso de semiotización del cuerpo siendo simbolígeno establece su lugar pre-simbólico creando lugares o zonas de fijación en la organización de la corporeidad. Impresiones perceptivas, multisensorialidad de la imagen y expresión simbólica establecen un lugar de desplazamiento sensorial paradójicamente insituable de la corporeidad La comunicación inicial indiferenciada elabora el esquema perceptivo sensorial cenestésico sin pertenecer a un órgano especial, en el territorio inexplorado de las maneras de sentir todo el cuerpo antes de la imagen unificada del espejo. No podemos llamarla sentido común, tampoco percepción unificada que llega por todos los canales sensoriales o sexto sentido, sino bajo forma interrogativa como lo hace Jean Starobinski ¿Qué nombre dar a esa sensibilidad que nos hace sentir el interior de nuestro cuerpo?

Las explicaciones meramente somáticas no son satisfactorias y en otras se subrayan la importancia de las representaciones motrices y kinestésicas en la adquisición de la imagen de cuerpo propio y del yo, remitiéndola directamente a una representatividad energética pre-verbal y pre-simbólica. La cenestesia da la forma más primaria de la semiotización situando el límite de sensación-percepción en la conciencia de la corporeidad más primitiva: el oído y el tacto. La percepción auditiva va diferenciando del sonido de la voz los fonemas repetidos en una lengua que tiene que estar emparentado con otras sensaciones que se le asocian: ritmo y melodía de la lengua materna. El fonema es ese elemento musical, lingüístico, plástico y poético, cuya organización posterior en la linealidad sitúa un orden en dispersión del anagrama. Es Freud quien desomatiza el cuerpo y busca, en el mecanismo del inconsciente, la primera interpretación somato-semiótica de los fenómenos viscerales bajo el nombre de ideas o pensamientos latentes, colocándolos entre acto y lenguaje, y como el primer significante puesto en práctica por el lenguaje por medios anagramáticos asociativos. La organización cenestésica permite prever la hipótesis asociativa de la audición del fonema con los afectos y efectos multisensoriales del contacto de otro cuerpo tal como registra la información el cerebro. La sensación cenestésica es como un yo que toma conciencia de los estados corporales sin pertenecer a un órgano preciso, depende de la organización de todos los órganos en una corporeidad sensible, indefinible, pero comprensible.

4.2. Organización cenestésica y objeto parcial

La organización cenestésica encuadra en la dimensión de la multisensorialidad que conforma la imagen del cuerpo antes del espejo, encuadrando la representación en la intersección de varios sentidos en una misma piel y en relación con otro cuerpo. Sin confundirla con la sinestesia que establece conexiones sólo entre dos órganos, la cenestesia es difícilmente detectable puesto que la traducción energética puede privilegiar en intensidad uno de los registros. Más que tratar el fenómeno mismo de la cenestesia, podemos plantearla como substrato, etapa primaria del cuerpo, antes de la diferenciación específica de cada órgano, pero tendiendo a realizar, dentro de la piel, la unidad corpórea. El problema cenestésico encuentra esa red de comunicación orgánica y primaria, a nivel de proceso de la semiotización, para plantear los adiestramientos kinésicos desde la evolución pulsional que es vibración, pulsación, energía, de origen parcial, aunque repercutiendo dentro del todo de la misma piel como límite de la superficie de inscripción. Debido a la importancia del órgano en esas primeras elaboraciones que dan lugar a la corporeidad según fases, me permitiré plantearla respecto a las impresiones que transformarán lo orgánico para hacer posible la nutrición material y la alimentación de comunicación auditiva que preparará la adquisición de la lengua.

4.3. Fragmento oral y totalidad corpórea

La oralidad localiza el cuerpo en relación a la exploración y acomodación de funciones aparentemente fragmentarias corporalmente, aunque semióticamente funcionan en dirección de realizar desde el órgano la sensación de totalidad cenestésica insituable. Esa problemática de localización del sentido cenestésico es el substrato mismo de un interrogante mayor sobre la captación del cuerpo. La mayoría de autores perciben la imposibilidad de captarlo y la sola posibilidad se sitúa en el espacio la intersección de varios lenguajes como aparece en las representaciones oníricas. Esa intersección obedece a las impresiones multisensoriales, aunque se trate de un mismo objeto que, para reconocerse, elabora la corporeidad de lo analógico en esa abstracción primera que ofrece la imagen multisensorial desde un órgano.

La oralidad, por ejemplo, no sólo se circunscribe a la boca, sino que ese órgano está asociado a lo táctil, gustativo, visual, auditivo, olfativo, en relación al cuerpo de la madre; pero también a la fijación de ritmos y actos kinésicos de deglutición de diferentes líquidos, la movilidad articulatoria oral, órganos de fonación, respiración, movimientos de lengua, labios, laringe, faringe, velo del paladar, glotis, cuerdas vocales, y el traslado mismo por el tubo digestivo de las sensaciones más allá de lo bucal. Aunque esa comunicación de la fase oral otorgue un sentido al cuerpo, lo que me interesa es una precedencia en la programación biológica sobretodo respecto a la escucha auditiva de la lengua antes de la diferenciación de marcas lingüísticas.

4.4. Anterioridad de la oralidad: lo auditivo

Desde la programación biológica de lo corpóreo, uno de los sentidos puede dirigir la unidad del protocuerpo como sucede con la sensorialidad auditiva, durante la gestación biológica, cuyas investigaciones ha realizado Alfred Tomatis. El feto en la matriz oye, filtrado por el líquido amniótico, los órganos de la madre y suyos propios e, incluso, tiene audición de la fonación grave de la voz del padre (más que de la madre, según estudios actuales) sin que el feto quede indiferente kinésicamente frente a esos estímulos. Puede hablarse de una escucha de los sonidos de la lengua anterior al nacimiento acompañado a su vez de ritmo cardíaco y del ruido del aparato respiratorio. Por esas razones, el ritmo corporal sincronizado con la voz o los sonidos es el acto más primario del infante recién nacido.

Después del nacimiento, esas relaciones y conexiones orgánicas sufren la transformación con la pérdida de percepciones conocidas y este surgir de percepciones nuevas (olor, sabor, masa digestiva) que constituyen el trauma de nacimiento; pero entre toda esa novedad, el infante siente algo de una escucha reconocible desde una memoria genética que podemos llamar intrauterina o pre-ontológica: la voz humana. Más o menos desde la memorización, irán transformándose y creándose redes asociativas indiferenciadas, red anterior a la separación y espacialización modular de los órganos emisores-receptores, para nutrir semióticamente la multisensorialidad de la imagen cenestésica visceral del cuerpo. Las conexiones asociativas de esa proyección de la imagen multisensorial son parte de la organización preparatoria de la separación de los órganos emisores-receptores en módulos sensoriales. Esa sincronización cenestésica apunta hacia una cohesión antes de la imagen del espejo, ya centrada en la unidad de un sentido visual, de manera que podemos hablar de una unidad cenestésica de la corporeidad realizada a partir del fragmento de un órgano cargado de cargas pulsionales según la programación biológica que debe pasar de la imagen visceral a la imagen visual:

gracias a las referencias viscerales: por ejemplo, las sutiles sensaciones peristálticas continúas en su tubo digestivo, en el cual siente el itinerario de su objeto parcial, señalando su estómago cuando ha encontrado buena la comida. Después lo que percibe del tránsito abdominal: le gusta tocarse y acariciarse el vientre. A continuación el objeto parcial anal y su expulsión, que lo referencian a sensaciones táctiles y olfativas específicas. Todo esto constituye un continuo cohesivo, interno, limitado, al conjunto de su revestimiento cutáneo, que sensaciones táctiles han delimitado en ocasiones del cuidado materno y al transporte (25).

¿Qué pasó antes de la conformación de la imagen visceral o visual del cuerpo después del nacimiento en relación con la gestación? El cambio total de sensaciones del flote acuático de la matriz a la solidez de otro espacio para el cuerpo, cambios de su audición interna a externa de la voz del padre a la madre, de lo grave a lo agudo, la olfacción como sentido inhibido pero programado para su orientación primera de seguimiento de la vía láctea del calostro. La separación biológica y abrupta del cuerpo-cuerpo de la gestación tiene un hilo umbilical y fónico en señales programadas del oído que ayudan la formación de los órganos braquiales, estructurando el oído medio y la orofaringe. Para la humanización, es decir para la semiotización del cuerpo, la escucha pre-natal había ya impregnado y conformado, en un origen motor y sensorial, los órganos del habla con la escucha auditiva de la lengua.

Hablar de la pulsión oral, sin hacer intervenir el oído como órgano, no solo en papel mecánico de detector de sonidos, sino con el acoplamiento extraordinario de audición y órganos de la voz, sería excluir uno de los logros más fantásticos en la aventura del ser humano: la sinergia neuro-muscular que estructura el órgano funcional del lenguaje. La experiencia de incubación de aves cánoras por aves no cánoras, afectando el mecanismo de la laringe, de cuya empolladura nacen aves no cánoras, fue transpuesta a la experiencia humana por Tomatis aportando cierta luz:

Este hecho desconcertante revela hasta qué punto la adquisición de un lenguaje, aunque sea tan poco evolucionado como el del pájaro, necesita, en la elaboración de la asociación auditiva y fónica una excitación permanente de esta sinergia muscular que estructura este órgano funcional del lenguaje.

En el laboratorio hemos sido inducidos a imaginar, la posibilidad de una escucha intrauterina del feto, y además de los ritmos cardíacos, hemos supuesto que los diferentes sonidos de la cadena hablada podían penetrar en el útero y alcanzar el aparato auditivo en formación.

(…) Este alimento vocal es tan necesario para nuestra estructuración humana como el sorbo de leche que tomamos. Nuestras células, nuestro cuerpo entero, tienen urgentes necesidades nutricionales, pero nuestro incipiente psiquismo tiene sus urgencias nutricionales (26).

Esa conformación sinérgica que permite el funcionamiento del lenguaje se organiza desde la serie cenestésica: la escucha de montajes realizados con registro de la voz a través de capas líquidas afectan los niños sin lenguaje, pero que oyen, haciéndolos mover, y el hecho más sorprendente es la movilidad extraordinaria de la cara, que se anima particularmente a nivel de los labios, los cuales se alargan en un gesto de succión (27).

4.5. La boca-sónica u oído bucal

Boca sónica la llama Tomatis para realzar esas redes inconscientes de lo sónico y lo láctico, auditivo y oral, que preparan el paso de elementos auditivos a lo fonético desde la pre-escucha prenatal. Conformación de órganos por impresiones biológicas cuerpo-cuerpo, fase afectiva del lenguaje a partir del funcionamiento audio-vocal cuerpo a cuerpo con sus fases lúdicas, impregnaciones de fonemas con sensaciones, el conocimiento sonoro del mundo a la cual le sigue la adecuación de la vista para la conformación de la imagen le dará un rostro a la voz escuchada que ya nos hablaba en la larga noche uterina y los órganos vocales se preparan para responder a los estímulos sonoros.

4.6. El cuerpo a cuerpo de la imagen

Estamos en los registros semióticos más primarios de la conformación de la corporeidad: el oído aéreo, la boca de la succión nutricional que emite sonidos vocalizados y los ojos de la imagen fijando la mirada humana, adecuándose a una organización corpórea y semiótica dentro de una mismidad piel-tacto como límite. Surgida la imagen seductora del otro desde la escena de la oralidad-sónica-táctil-visual-olfativa no se reconocerá a sí mismo, hasta que no encuentra la imagen de referencia que identifique primero a ella y luego a él, descentrándose en el destete, mirando anticipadamente la imagen del cuerpo con la separación de lo real y lo imaginario de la fase especular. La imagen del cuerpo a cuerpo tiene como fondo musical la oralidad sónica del juego del fonema, situando el lugar intermedio, inconsciente e insituable anatómicamente de la corporeidad como huella y no cuerpo-cuerpo, es un cuerpo a cuerpo (real-imaginario, madre-hijo) estructurando la comunicación:

la imagen del cuerpo es la huella estructural de la historia emocional del ser humano. Ella es el lugar inconsciente (¿y presente dónde?) en el cual se elabora toda expresión del sujeto, lugar de emisión y de recepción de las emociones interhumanas fundadas en el lenguaje (28).

La elaboración de toda la expresión del sujeto es primero creación corporal, emocional, estructural y relacional o interhumana, antes de pasar a la comunicación propiamente lingüística. Al ser un lugar estructural comporta el sistema en permanencia y de transitoriedad de lo corpóreo y de lo semiótico desde un mismo sistema matriz. Matriz del sistema impresivo que elabora el sistema expresivo primero cuerpo, luego en imagen y por último en lenguaje sin que la posición final de la palabra ultime o mate los procesos que le dieron origen. Según Julia Kristeva: se puede formular la hipótesis que ciertas articulaciones semióticas se transmiten por el código biológico o la memoria fisiológica: ellas forman las bases innatas de la función simbólica (29). La corporeidad me ha permitido formular la hipótesis de la semiotización del cuerpo como substrato del orden simbólico.

4.7. Fragmentos semióticos y lengua

Los fragmentos semióticos de la corporeidad no son tan fragmentarios, puesto que develan el funcionamiento de todo el sistema impresivo-expresivo anterior al sistema lingüístico. Mientras que la linealidad secundaria del orden simbólico con una estructura más compleja, consciente y aparentemente más libre sigue el ordenamiento lingüístico (referente, significante, significado), los procesos semióticos relacionados con la semiotización del cuerpo determinan las estructuras encubiertas retroactivas, lapsus, transgresiones institucionalizadas por códigos artísticos.

El proceso primario encuentra un punto de convergencia entre palabras e imágenes visuales, entre cuerpo y significante, para individualizarse en las formas, transformarse en otros lenguajes, demarcarse entre todos los significantes. Es decir el soporte concreto de un sujeto no está en lo que signifique sino en como lo signifique, aunque la forma de esa modalidad singular sea no visible pero sí reconocible con un simulacro del orden de diseminación de letras, sílabas, sonidos, homofonías, es decir que está el sujeto inmerso y disperso en las formas y materiales del lenguaje pero con una referencia no lingüística sino semiótica de la corporeidad.

4.8. Prácticas y teoría de lo sensible

La incorporación de esas dos organizaciones, semiótica y simbólica, estrechamente vinculadas en la semiotización del cuerpo, crea tensiones permanentes en un espacio compartido donde se inscriben, al mismo tiempo,la corporeidad, el imaginario multisensorial que depende de la imagen inconsciente del cuerpo y el sistema representativo mental. Semejante a ese gran conjunto semiótico descrito por Iuri Lotman:

…ese conjunto que contiene diversas partes interretroactiva y organizacional. De esa manera la sociedad es más que el contexto: es un todo organizacional del cual formamos parte. (…) El todo posee cualidades o propiedades que no se encontrarían en las partes si éstas se separasen unas de otras y determinadas cualidades o propiedades de las partes pueden resultar inhibidas por el todo por las restricciones surgidas del todo (30).

Las características del conjunto interretroactividad y organizacional del contexto que pudiese comprenderse en la cualidad rítmica o cíclica de la propia organización que comprende lo retroactivo en la organización en ciclos y ritmos sin presencia ni presentificación, pero sí con representación donde el pasado se expresa en lo contemporáneo. A la concientización de esa semiosis de la corporeidad puede llegarse por las prácticas corporales cuyo objetivo se centra en el reposo o en el movimiento para que el sujeto acceda a la exploración senso-perceptiva provocadora de todas las imágenes. El fin teórico sería la propuesta metodológica formulada por Marcel Mauss: Hay que recomponer el todo, a la cual agrega Edgar Morin: Efectivamente, hay que recomponer el todo para conocer sus partes (31). Esa recomposición de parte a todo y de todo a partes es lo que intento proponer como tarea futura de la semiótica en relación a las semióticas fragmentadas. Lo que no vio Saussure, lo que no pudo ver con el funcionamiento anagramático del lenguaje fue todo lo que había dejado fuera del signo: el inquebrantable hecho que los signos mostraban la otra organización semiótica anagramática bajo forma de un significante-cuerpo. Lo que quedaba fuera del signo era el mundo más amplio que la unidad lingüística y la ciencia no pueden encubrir ni ignorar.

Situar mis reflexiones puede encuentra un eco en tres razones, pero la conciencia sensible de la corporeidad se la debo a prácticas corporales donde me considero autodidacta. En cuanto a las tres razones: Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción de Pierre Bourdieu es un buen laboratorio para la abstracción desde las prácticas concretas. Razones del cuerpo de Jean Starobinski quien publica los anagramas de Saussure me ayudó a comprender anagramas en procesos cenestésicos de la escritura y, la tercera razón, Edward T. Hall, al situar las gramáticas inconscientes o partituras en la comunicación no verbal en Más allá de la cultura cuya Sociogénesis coincide con la multisensorialidad corpórea de la Psicogénesis.

La relación entre la semiótica y una teoría de lo sensible, organizan todos los planteamientos. Abstraer una teoría desde las prácticas o del contexto representa dificultades de orden mental, sobretodo si se refiere a la conciencia de la corporeidad, puesto que uno de los puntos más difíciles es superar la separación del cuerpo/mente del propio investigador y el peso de la educación. Voy a concluir con una cita que sintetiza lo expuesto desde el proceso de conocimiento multisensorial con una formulación teórica cuya referencia es Pierce, respecto cómo surgen las ideas nuevas:

La abducción corresponde a un típico juicio de percepción, a una enunciación simple y rápida de lo que captamos, a una imagen del mundo que luego será limada por la inducción. En términos estrictos, estos juicios perceptivos pueden ser entendidos como una deducción abductiva que constituye el primer paso del conocimiento científico, Pierce llama a la abducción argumento original y, al comparar con la deducción y la inducción, concluye que es el único modo de conocimiento del cual surge una idea nueva.(…). La abducción se apoya en una percepción inconsciente de conexiones entre aspectos del mundo, permitiendo pasar, por medio de hipótesis, de una maraña de predicados a una concepción simple y totalizadora de la realidad. Este movimiento sintético solo se logra en un cierto clima emocional, por lo que Pierce llama a la hipótesis- o síntesis abductiva-elemento sensual del pensamiento (32).

Totalizar la semiosis como la gran teoría de la corporeidad será esa tercera vía sensible para investigar las semióticas específicas orientadas a la percepción inconsciente de todas las conexiones que aportan los significantes, en ese algo que no es estrictamente ni cuerpo ni signo, sino organización del significante multisensorial cuya información está organizada desde esa imagen cerebral hologramática y anagramática en el límite del cuerpo y los lenguajes. No hay ningún simulacro más real y más humano que percibir los significantes del texto como la piel del signo, sensible y deseable, para poder encontrar la otra corporeidad en lo que es investigado en una relación de ciencia y de conocimiento sensible y sobretodo de reconocimiento humano.

Notas

1.Una de las características de los fenómenos de transferencia es que los individuos tratan el sistema transferido como la única realidad y la aplican indiscriminadamente a todas las situaciones. (Edward T. Hall, Más allá de la cultura, Gustavo Gilli editor, Barcelona, 1979, p. 34. Es lo mismo que sucede cuando el significado ocupa el lugar de única realidad del signo.

2.Ibid.

3.Jean Starobinski, Razones del cuerpo, Cuatro ediciones, Valladolid, 1999.

4.Jean Starobinski, Razones del cuerpo, Cuatro ediciones, Valladolid, 1999, p.39-40.

5.Edward T. Hall, Más allá de la cultura, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1978, p. 158.

6.Jean Didier Bagot, Roberto Casati y otros, Abecedario de los cinco sentidos, Flammarion, Paris, 1996.

7.Ibid, p. 158.

8.Cit. por Edward T. Hall, ibid.

9.Cit. por Edward T. Hall, ibid., p. 168.

10.Cencillo, citado por Paredes Ortiz, Jesús, De la corporeidad a la cultura, 2003.

11.Ver André Martinet, Au sujet des fondements de la théorie linguistique de Hjelmslev, Republications Paulet, Extrait du Bulletin de la Société de Lingüístique, Paris, 1968, p. 27.

12.Jacques Fontanille, Soma y Sema. Figuras del cuerpo, Maisonneuve et Larose, Paris, 2002, p. 15.

13.La tesis de integrar las ciencias fragmentadas en un metaconocimiento: Debemos reconsiderar la organización del conocimiento; para ello debemos derribar las barreras tradicionales entre las disciplinas y concebir una manera que haga frente a la creciente complejidad (Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Paidós, Barcelona, 2001, 14).

14.Roland Barthes, “La actividad estructuralista”, in Ensayos Críticos, Seix Barral, 1967, p. 257.

15.Iuri Lotman, “Acerca de la semiosfera”, in Criterios Nº 30, La Habana, 1991, p. 5.

16.Jean- Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe, El título de la letra (Una lectura de Lacan), Ediciones Buenos Aires, Barcelona, 1981, p. 35.

17.De todos los sistemas de signos, es únicamente la lengua propiamente dicha, y, en ésta, es la palabra que consiste en elementos a la vez significativos y vacíos de significación. (Roman Jacobson, Six leçons sur le son et le sens, Editions de Minuit, Paris, p. 79). Los vacíos de la significación para la lengua son llenados por la significación inconsciente del proceso semiótico.

18.Françoise Dolto, op. cit., p. 40.

19.Víctor Fuenmayor, Cripta, Materia y lectura en Horacio Quiroga, Centro de investigaciones literarias y Lingüísticas, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia, Maracaibo.

20.Julia Kristeva, op. cit., p. 22.

21.Witkin, Herman A, Desarrollo del concepto corporal y diferenciación psicológica”, in: Wapner S., Werner H. y otros, El precepto de cuerpo, Paidós, Buenos Aires, 1969, p. 36.

22.Caso de las múltiples inteligencias, según la teoría de Howard Gardner (La inteligencia reformulada) las mismas inteligencias se estructuran de manera singular en cada sujeto como organizaciones intuitivas fijadas con anterioridad a la inteligencia verbal, separada de las otras inteligencias.

23.Julia Kristeva, Semiotiké. Revolution du langage poétique, Seuil, Paris, 1974, p. 26.

24.Françoise Dolto, La imagen inconsciente del cuerpo, Paidós, Barcelona, 1994, p. 36.

25.Françoise Dolto, op. cit., p. 127.

26.Alfred Tomatis: El oído y el lenguaje, Hogar del Libro, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1969, p. 70.

27.Alfred Tomatis, op. cit., p. 72.

28.Françoise Dolto, La imagen inconsciente del cuerpo, p. 44.

29.Julia Kristeva, Ibíd., p. 28-29.

30.Edgar Morin, op. cit. p. 45.

31.Edgar Morin, p. 45.

32.Luis Carlos Restrepo, El derecho a la ternura, Arango Editores, Santafe de Bogotá, 1999.

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