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Cuadernos del Cendes

versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X

CDC v.21 n.57 Caracas sep. 2004

 

Globalización y circuitos de la economía urbana en ciudades brasileñas

MARÍA LAURA SILVEIRA

 


Resumen
Discutimos las relaciones entre el medio construido y la dinámica urbana en el período de la globalización, enfocando los circuitos superior, inferior y superior marginal en las metrópolis brasileñas, especialmente en San Pablo. Áreas diferentemente equipadas por su valorización selectiva, permiten la instalación de usos más o menos rentables, bajo la fuerza de un consumo que se profundiza. El circuito superior puede ser identificado con las actividades modernas, generalmente vinculadas a la exportación, mientras que el circuito inferior corresponde a formas de fabricación intensivas en trabajo y no modernas. El circuito superior marginal está constituido por formas mixtas, pertenecientes tanto a actividades heredadas de divisiones del trabajo pretéritas como a formas de trabajo emergentes e inseridas en las actividades modernas.

Palabras clave
Economía urbana / Medio construido / Globalización

Abstract
We discuss the relations between environment building and urban dynamic at globalization period, analysing upper circuit, lower circuit and upper marginal circuit in the Brazilian metropolis and especially at São Paulo. Differenttly equipped zones, with selective value, allow more or less profitable uses, based in growth of the consumption. The upper circuit may be identified with modern activities, generally related to the export industry, while the lower circuit refers to labor intensive and non-modern industries. The upper marginal circuit consists of mixed forms, proper of activities inherited from past division of labour and emergent forms inserted in modern economy.

Key words
Urban economy / Environment building / Globalization

RECIBIDO: JULIO 2004
ACEPTADO: OCTUBRE 2004

La ciudad como medio construido y como mercado
En este trabajo presentamos algunas ideas y resultados de un proyecto de investigación cuyo principal objetivo es la búsqueda de una comprensión más sistemática de las relaciones entre el espacio urbano y el movimiento de la sociedad, centrando la atención en la segmentación de la economía urbana en un circuito superior, un circuito inferior y un circuito superior marginal (Santos, 1975).
    La premisa de partida es, sin embargo, considerar la ciudad como un todo en permanente movimiento. La ciudad es una totalidad, hecha de cosas y personas, de objetos y relaciones, de formas y acciones, en un movimiento desigual y combinado, en una dinámica de cooperación y conflicto. La expansión acelerada de sus formas, materializada en un proceso de intensa periferización que coloca a los administradores frente al problema de la escala del acontecer, así como la reiterada hibridación de acciones públicas y privadas en una política corporativa, menos visible pero tan omnipresente como las nuevas morfologías, perturban en el difícil encuentro de enfoques totalizadores. Frente a su crecimiento y la multiplicación de los problemas, la totalidad urbana emerge, más que antes, inagotable, invitando tantas veces a un abandono gradual de los estudios globales sobre las ciudades.
    Si los retratos difícilmente pueden ser exhaustivos, la vocación totalizadora de la teoría no podrá faltar, pues la ciudad no es solamente una suma de partes, ni solamente un sistema de objetos, sino el conjunto de la base material y de la vida que la anima. En otras palabras, la ciudad será vista como un medio construido (una determinada materialidad, es decir, puntos, líneas y manchas, contiguas o no) y como un gran mercado (un conjunto de actividades realizadas en cierto contexto y el sector de la población asociado por la actividad y por el consumo). Por eso podemos decir que, en la ciudad, todas las actividades encuentran su lugar.
    Si la consideración del medio construido como una totalidad es una premisa de método, es necesario abordar, al mismo tiempo, los sistemas de acciones o, en otros términos, ver la ciudad como un conjunto, solidario y contradictorio, de divisiones del trabajo. Sus funciones más modernas, aquellas que orientan su inserción en la actual división internacional hegemónica del trabajo, no pueden ser confundidas con la ciudad en sí misma. Conjunto de todos los instrumentos de trabajo y de todas las formas de hacer, la ciudad solamente podrá ser entendida al considerar la coexistencia de divisiones territoriales del trabajo. No es sólo el reino de las grandes corporaciones y de los grandes bancos, el reino del circuito superior, sino también el lugar del trabajo no especializado, de las producciones y servicios más comunes, de las acciones vinculadas a los consumos populares –aquellas necesidades creadas por nuestro tiempo pero cuya respuesta no es dada a todos por la economía hegemónica.
    De allí la propuesta de distinguir analíticamente, en esa totalidad, los circuitos de la economía urbana. Mientras el circuito superior está constituido por bancos, comercio, industria y servicios modernos a menudo orientados a la exportación, el circuito inferior está integrado por formas de fabricación que no son intensivas en capital, y por el comercio y servicios no modernos. El circuito superior marginal está constituido por formas mixtas, pertenecientes tanto a actividades heredadas de divisiones del trabajo pretéritas como a formas de trabajo emergentes e incluidas en las actividades modernas. No se trata, sin embargo, de actividades divorciadas, sino de un sistema de vasos comunicantes, en el cual todos los circuitos son resultado de las modernizaciones y de las respectivas transformaciones en la división territorial del trabajo.
    No obstante, la comprensión de lo real total solamente puede ser alcanzada cuando se lo considera como un período histórico determinado. En los últimos 30 años hubo en Brasil una importante modernización industrial, pero se puede admitir que el aumento de la población empleada fue debido a la profusión, en las metrópolis, de industrias menos modernas, de escaso capital y cuya existencia estuvo vinculada a la expansión del consumo tanto de las clases medias como de los pobres. Los establecimientos pequeños contrataban cerca de dos millones de personas en Brasil en 1980, el doble de la década anterior y dos veces la cantidad de empleados de las grandes empresas industriales. Por lo tanto, de alguna manera la pobreza ha sido una traba a la plena oligopolización de la economía, permitiendo que firmas menores subsistan en aquellas porciones de la ciudad más desvalorizadas.
    Entre tanto, la intensa urbanización, la reorganización del Estado y de la economía, la monetarización de la economía y de la sociedad que se va completando, los agregados de ciencia, técnica e información a la vida social y al territorio, y la diversificación y profundización de los consumos son datos nuevos del período, que alteran la naturaleza del espacio en que los circuitos de la economía urbana se desarrollan. Hoy, las metrópolis surgen como la sede de comandos vinculados a actividades modernas, pero al mismo tiempo como el principal escenario de actividades de aglomeración –menos capaces de movilidad espacial o más capaces de florecimiento local– asociadas al circuito superior marginal y al circuito inferior de la economía urbana.
    El importante aumento de las ciudades millonarias y de las grandes ciudades medias (alrededor de medio millón de habitantes) permite la diversificación y la densificación de la división del trabajo. Cuanto mayores y más populosas las ciudades, más capaces son de abrigar una extensa gama de actividades y de contener una lista mayor de profesiones (Santos y Silveira, 2001), autorizando una mayor complejidad de los circuitos de la economía urbana en el período actual.
    Ese mismo proceso de urbanización tiene un papel relevante en el mercado, que crece y adquiere espesura y segmentación. En las grandes ciudades brasileñas, el número de pobres es importante. Si por la precariedad de sus ingresos su demanda es menos frecuente, su número, siempre creciente, trae un cierto efecto de compensación. Las mayores ciudades reducen los costos de producción y circulación, pero esto es más relevante para los circuitos inferior y superior marginal.

La globalización, sus unicidades y los circuitos
Frente a las unicidades productoras de la globalización (Santos, 1996) –la unicidad de las técnicas, de la información y del dinero–, las dinámicas urbanas adquieren nuevos contenidos. Hoy una base material con vocación invasora dibuja densidades y áreas enrarecidas en la ciudad. No obstante, el papel del consumo, fundado en la publicidad y en el crédito (aún más cuando una buena parte de los objetos es semoviente), amplía el uso de esa nueva base técnica inclusive en áreas poco modernas. Amparados en la convergencia de informática y telecomunicaciones y en las necesidades contemporáneas de la producción y comunicación de ideas, imágenes y datos en general, los teléfonos celulares, computadoras, equipos de fotografía y video se vuelven más accesibles a las diversas clases sociales. En 2000 había 17,3 millones de personas con computadora en su casa, siendo las ciudades de la Región Concentrada1 (Santos y Torres Ribeiro, 1979) las mejor dotadas.
    En relación con los teléfonos celulares, sabemos que el servicio prepago se difundió ampliamente. Comprados con el propósito de aumentar la disponibilidad para las eventuales oportunidades de trabajo, su densa presencia muestra el papel del consumo entre los más pobres y su necesidad de comunicación, pero también la existencia de una red fija enrarecida y sobre todo un uso escaso por el alto valor de las tarifas de la telefonía celular y fija. Así, si las grandes corporaciones dominan la producción y la venta de esos objetos, el resto de la circulación permanece en manos de otros agentes. Es el caso de las reparaciones de algunos de esos aparatos, así como del revelado de fotografías y del alquiler de videos en las periferias. Por ello el funcionamiento de esa base técnica depende también del circuito superior marginal y del circuito inferior, que son creadores de economía, puesto que permiten la reutilización de los bienes y la distribución (muchas veces sin interés) para los grandes capitales. De ese modo, tanto por la expansión de los nuevos productos, a menudo transformados en instrumentos de trabajo de las actividades no hegemónicas, como por la proliferación de actividades de reparación, los circuitos superior marginal e inferior participan, de forma creciente y a veces contradictoria, en la producción de la unicidad técnica.
Si los objetos vinculados a las telecomunicaciones y a la reparación de máquinas de base industrial amplían el universo del circuito superior marginal por la demanda de calificación y de instrumentos específicos, la reparación de buena parte de la actual base material doméstica fundada en el consumo globalizado (como los electrodomésticos y a veces los vehículos) se refugia frecuentemente en el circuito inferior. Según estadísticas del Instituto Brasileiro de Geografía e Estatística (IBGE, 2003), en 2001, de un total de 791.954 micro y pequeñas empresas de prestación de servicios en el país, 77.493 pertenecían al mantenimiento y reparación de vehículos y objetos personales y domésticos.
    Los agregados de ciencia y tecnología a la medicina y sus áreas afines revelan una de las manifestaciones de la unicidad técnica contemporánea. Es el caso de la industria farmacéutica. Altamente concentrada en corporaciones globales responsables por la mayor parte de las investigaciones científicas, la fabricación de medicamentos revela, sin embargo, intersticios que son ocupados por empresas medianas y pequeñas. Se trata, por ejemplo, de campos menos basados en la química, como la producción de productos fitoterapéuticos propios de un circuito superior marginal.
    Aunque con su vocación para volverse un sistema invasor, que desprecia las solidaridades con objetos técnicos más antiguos, las técnicas contemporáneas poseen una cualidad inexistente en períodos anteriores. Son divisibles, flexibles, dóciles (Gaudin, 1978, 1999; Santos, 1996, 2000) porque permiten, por ejemplo, con algunos instrumentos y en un pequeño local, fabricar un producto u organizar un servicio que puede ser vendido. Por el hecho de ser altamente demandantes de inteligencia e información hacen posibles usos y escalas distintos. Esa es su gran diferencia con el sistema técnico del período industrial.
    Por esa razón, la información es la verdadera energía que impregna la acción contemporánea. Pero es también productora de unicidades. Una cierta información de cuño globalizante, verticalmente producida y difundida, aparece como sinónimo del tiempo hegemónico del período, inductora de un pensamiento único y de comportamientos normalizados. Esencial a las divisiones territoriales del trabajo particulares de las corporaciones globales, la información estratégica materializa los nexos extrovertidos del territorio brasileño (Cordeiro, 1993; Corrêa, 1996) y, podemos aseverar, es un sofisticado circuito superior, principalmente localizado en la ciudad de San Pablo. La formulación de las bases técnicas, políticas y normativas, precisas y funcionales a las exportaciones, privatizaciones y fiscalizaciones, en definitiva al nuevo uso del territorio nacional, es así, confiada a un restringido grupo de empresas mundiales y nacionales de consultoría (Bernardes, 2001). Si el espacio de su acción se confunde con el territorio nacional y con el mundo, la intensidad de sus demandas en el espacio contiguo es débil. No hay un uso intensivo de la fuerza de trabajo, ni de la tecnología, ni de la información del lugar, así como no hay dependencia de los mercados contiguos. Ante las grandes aglomeraciones urbanas brasileñas la cuestión es: ¿cómo sobrevive la mayor parte de la población si no de un trabajo cuyo contexto no sobrepasa la escala de la metrópoli? ¿Será que quien trabaja en actividades dependientes de la contigüidad espacial no utiliza las variables del período actual? ¿O habrá una producción propia, por ejemplo, de información y publicidad? ¿Qué información técnica y mercadológica está, entonces, en la esencia de la acción de la mayoría de la población urbana?
    El consumo es acción, y por eso está hoy impregnado de información. Pocas son las actividades, empresas y lugares que parecen permanecer ajenos, por ejemplo, a un fuerte contenido de publicidad propio de nuestro tiempo. El resultado de ese acto de imperio es la existencia de agencias pequeñas y medias que participan de la producción global de propaganda gracias a las formas y normas de la tercerización, así como de firmas creadoras de una publicidad para el pequeño comercio y para algunos servicios. Así, pasacalles, banners y otro tipo de carteles, que pueden ser rápidamente fabricados gracias a las virtualidades de las técnicas contemporáneas, colonizan las áreas de la vecindad de la actividad anunciada. En el espacio de la contigüidad, se observa una interrelación de los circuitos de la economía urbana.
    En el período actual, la imitación –uno de los pilares del funcionamiento del circuito inferior– se hace sobre nuevas bases. La relevancia que el negocio de la moda adquiere en el momento actual, con una profusión de cursos básicos y superiores de confecciones, con las novedades en la producción de materiales y tejidos crecientemente híbridos, con la proliferación de revistas y desfiles, con la expansión del crédito y de la propaganda, determina que ese consumo se expanda en la sociedad y en el territorio. Modistas, costureras y sastres, entre las clases más pobres, tienen ante sí una posibilidad mayor de ejercer la imitación de los consumos sofisticados.
    Es también el caso de los muebles y de la decoración de los hogares. Ese mercado en expansión, que no alcanza solamente a las clases más ricas de la sociedad, atrae toda una producción industrial y artesanal, que involucra polos específicos en ciudades intermedias y, en las metrópolis, actividades de restauración de muebles antiguos, ferias, artesanías y reparaciones. Barrios y ciudades adquieren una marcada especialización productiva a la luz de esa demanda que en los días actuales parece volverse elástica.
    De un modo general, el esparcimiento y la cultura se convierten también en un mercado en expansión. La distribución de videos, la producción y venta de artesanías, la grabación y distribución de música, las múltiples formas de edición de libros, revistas y folletos hacen más espesa la división del trabajo, permiten localizaciones más flexibles, demandan instrumentos de trabajo específicos, pero actualmente posibles de ser comprados, y formas organizacionales modernas combinadas con relaciones de amistad, parentesco y vecindad. Estamos ante un profuso circuito superior marginal vinculado a la cultura.
    Finalmente, la unicidad del motor o, en otras palabras, la apropiación de la plusvalía por un pequeño número de actores globales, fundada en la nueva base material y en la posibilidad de disponer de informaciones en tiempo real, es responsable de las aceleraciones del período. Aumenta vertiginosamente la velocidad de producción del dinero en estado puro porque aumenta el número de mecanismos verticalizados capaces de extraer más recursos de más actividades, de más personas, de más lugares. La publicidad y el crédito son estrategias eficientes en esa guerra por una mayor acumulación de capital. Como cada porción de la ciudad es evaluada en función de su capacidad de reproducir dinero, algunas se vuelven tesoros disputados mientras que otras son despreciadas.
    El abandono de instancias, sectores y lugares refleja que, aunque importantes para completar el trabajo tan fuertemente dividido en las metrópolis, el circuito superior no se preocupa por ejercer ese papel. En Brasil, de los 3,3 millones de empleos en el sector de servicios correspondiente a las micro y pequeñas empresas, más de 400.000 pertenecían a transportes y servicios auxiliares de los transportes (IBGE, 2003). Es el caso de las diversas formas de distribución de mercaderías, objetos, documentos y pequeños valores en la gran ciudad.
No obstante, la expansión del crédito parece no dejar de lado ninguna parte del territorio ni de la economía. La capilaridad de las redes financieras resulta de la coexistencia de filiales de grandes instituciones financieras como Panamericano, Crefisa o Zogbi, de todo tipo de usureros y de la profusión de nuevos tipos de crédito ofrecidos por los bancos públicos y privados. La rentabilidad de los bancos brasileños, por ejemplo, pasó del 10,6 por ciento en 1994 al 15,7 por ciento en 1998 y al 24,5 por ciento en 2002. Al contrario de la producción, que es selectiva en las elecciones locacionales, las finanzas se interesan directa e indirectamente por la totalidad del territorio viviente. Es por eso que podemos afirmar que no se trata solamente de una variable determinante, sino también de una variable dominante, responsable de un drenaje que no conoce límites.
    Así, el circuito inferior, caracterizado por su bajo grado de capital fijo tecnológico, es impelido a aumentar su capital de giro por medio del crédito, aún más cuando muchos de los pequeños empresarios trabajan como persona física. Cuando el spread bancario para préstamos a las empresas era del 25 por ciento anual, para las personas físicas era del 57 por ciento anual. La vulnerabilidad aumenta con la utilización del cheque especial, créditos personales en cuotas y, sobre todo, préstamos personales de las financieras, pues los intereses alcanzan valores extremadamente altos (entre 50 por ciento y 160 por ciento anual). Como el número de personas sin cuenta bancaria o incapaz de disponer de las necesarias garantías es significativo, el préstamo personal concedido por instituciones financieras encuentra un terreno fértil. Formas de verticalización de una economía generada por el circuito inferior que, en el período de la globalización, conocen grados superlativos.
    El circuito superior marginal no está a salvo de esas emboscadas. Los mecanismos leoninos de un cierto crédito también alcanzan las prácticas de esos actores. Por otro lado, el sistema de franquicias, un contenido nuevo del período, parece enraizarse en algunas de sus actividades y, así, tornar más complejo el reconocimiento de ese circuito. Si el grado de organización es bastante alto, pues las formas y normas de la naturaleza y uso del capital y de la tecnología son prescritas por la firma matriz, la gestión cotidiana y los riesgos son asumidos por un empresario pequeño o medio, que debe cumplir con los derechos y royalties y, en esa compleja situación, encontrar su modesta ecuación de lucro. Verificamos este hecho en algunas imprentas expresas y escuelas de lenguas. Se trataría de una manifestación organizacional más de las actuales unicidades.

Expresiones regionales de los circuitos de la economía urbana
En el período de la globalización nuevas fuentes de riqueza y de pobreza se multiplican en las grandes ciudades, a la vez que éstas buscan adaptarse a las demandas de la economía más moderna, adecuando su medio construido a las respectivas exigencias y racionalidades. Pero ese fenómeno alcanza solamente a una pequeña parcela del espacio urbano, inclusive porque los costos son muy altos, mientras que el resto de la ciudad muestra una gran variación de infraestructuras y valores. La creación de racionalidad es, ciertamente, limitada (Santos, 1996).
    El Brasil que se globaliza es, al mismo tiempo, un Brasil que se metropoliza, y por eso la explosión del circuito inferior es concomitante con la enorme expansión urbana, tantas veces en la base de un proceso de urbanización sin industrialización. La crisis económica recurrente en el período de la globalización produce una extensión de la periferia pobre (Almeida, 2000) y un deterioro del medio construido urbano ya existente (sobre todo los centros), que también se desvaloriza por la modernización de otras partes de la ciudad. Ese proceso está siempre acompañado por la multiplicación de actividades de supervivencia.
    El crecimiento de un circuito superior marginal residual se da por la incapacidad de modernizarse al ritmo impuesto por la época. Pero, paralelamente, la normalización, la relevancia y precedencia del trabajo intelectual, el carácter científico de las actividades y la expansión de los consumos son pilares del crecimiento de un circuito superior marginal emergente. Por eso, este circuito podría ser visto como un laboratorio de la sustitución de una división territorial del trabajo por otra. La decadencia y emergencia de profesiones y empresas vinculadas a las formas hegemónicas de hacer y de mandar alcanzan directamente el circuito superior marginal. Mientras ciertos saberes se desvalorizan, otros surgen.
    En las grandes metrópolis de la Región Concentrada y especialmente en San Pablo,2 la ciudad moderna, pivot central de las geometrías de las grandes empresas, ve ampliar sus tareas y los horizontes de las acciones que abriga, pues se vuelve también el lugar del encuentro de las topologías de las corporaciones globales en América del Sur. La necesidad de información precisa y de diversos tipos de dinero atribuye nuevos papeles a las metrópolis y consolida, aunque basada en la segmentación socioespacial, su existencia como un gran mercado.
    Como la expansión del medio construido se acelera, las valorizaciones y desvalorizaciones de los pedazos de la ciudad son frenéticas, posibilitando la instalación, aquí o allí, de actividades menos capaces de dar valor a sus productos. La extrema variedad de capitales –fijos y variables– asegura la existencia de una extrema variedad del trabajo. Las estacionalidades relativas a cada actividad económica se superponen y, de ese modo, tienden a anularse, ofreciendo un mercado de trabajo permanente. Así, la ciudad grande se vuelve más apta para abrigar un circuito inferior.
    No existe, por lo tanto, una única área de mercado de la ciudad como pretende la teoría de los lugares centrales, cuya premisa de método es identificar el sector moderno con la economía urbana. Las actividades de pequeña escala, cuyos actores son los más pobres, tienen relaciones privilegiadas con su región. Ni siquiera las ciudades que reconstruyen su presente a imagen de las variables hegemónicas están formadas solamente por el sector moderno (circuito superior), sino también por un circuito inferior, que no es un freno a la modernización sino su resultado, e incluso, por un circuito superior marginal, nacido sobre todo en función de la relevancia que adquiere la circulación. Muchas veces próximo al circuito superior por la funcionalidad de su trabajo, el circuito superior marginal se enlaza con el circuito inferior por el comportamiento de sus actores.
    Aunque las estadísticas no puedan revelar fielmente la naturaleza y la magnitud del circuito inferior ni del circuito superior marginal, es importante subrayar que en 2001 sólo las micro y pequeñas empresas de comercio y servicios (poco más de dos millones de establecimientos) contrataban 7,3 millones de personas (de ese total tres cuartas partes eran empresas que contrataban hasta 5 personas), es decir, cerca de un décimo de la población ocupada en Brasil. El número de empresas viene creciendo, y especialmente su contribución para crear empleos. En 1998, 5,5 millones de personas trabajaban en esas firmas, lo que significa que hubo un aumento de más del 32 por ciento entre 1998 y 2001 (IBGE, 2003). Fundadas en el trabajo intensivo, muchas de esas firmas son familiares, pero su denominador común es el escaso capital. Según el mismo estudio del IBGE (2003), el 30 por ciento de los costos de esas pequeñas unidades empresariales corresponde a gastos de personal y solamente el 4 por ciento a alquileres y arrendamientos de máquinas, vehículos y otros equipos. Su adaptación a localizaciones, edificios y sistemas técnicos menos valorizados se refleja en la composición de sus gastos.
    Destinar una proporción mayor de los rendimientos al pago de mano de obra en lugar de aumentar y modernizar el capital fijo (sobre todo localización y maquinarias) no deja de ser, en el período actual, una producción de irracionalidad. Una buena localización, capaz de atraer grupos de población de mayor poder adquisitivo, así como la compra de equipos más modernos, que ahorran mano de obra, sus cargas sociales y los eventuales conflictos, serían, ciertamente, formas de producción de racionalidad.
    Esencia de las políticas del poder público y de las grandes empresas, esa racionalidad se revela limitada, sobre todo en las grandes metrópolis. Del norte al sur de ese Brasil urbano, las mayores metrópolis –San Pablo, Salvador, Recife, Belo Horizonte y Brasilia– soportan índices de desempleo de alrededor del 20 por ciento de la población económicamente activa (PEA) (Dieese, 2003). Sin embargo ¿cuál es la racionalidad de una economía urbana que desprecia, como en Salvador, cerca del 30 por ciento de su PEA? El hecho es que cada día hay un número menor de actividades y de empleos relacionados con esa racionalidad hegemónica y esto es más visible en las grandes ciudades de Brasil.
    Frente a esa realidad, una enorme parte de la población debe encontrar una actividad –y un lugar dentro de la ciudad– que sea capaz de permitir su supervivencia. Es una economía de abajo hacia arriba (Santos, 1996; 2000) que parte del principio de que los más pobres, los vecinos, los demás trabajadores podrán consumir los productos y servicios ofrecidos. Es una cooperación que se completa en la contigüidad y, por lo tanto, no necesita ser fluida, ni veloz, ni competitiva. Esa cooperación puede así ser lenta, y por eso es vista como irracional.
    Almacenes, despensas, mini-mercados, panaderías, carnicerías, pescaderías, verdulerías coexisten con las densas topologías de los grandes supermercados y de los modernos drugstore. En ese comercio de contigüidad, la iliquidez no es un obstáculo, pues se utilizan varios tipos de dinero y de crédito (tickets, tickets-transporte, tickets-alimentación, compra a fiado, compra con libreta). Completan el retrato pequeños comercios de ropa, de bijouterie, de zapatos así como cafeterías, bares, pequeños restaurantes, pizzerías y heladerías.
    Entre las pequeñas firmas, los servicios técnico-profesionales prestados a las empresas representan el 27,8 por ciento del total. Se trata de servicios jurídicos, de contabilidad, auditoría, consultoría empresarial, servicios técnicos de ingeniería y arquitectura, publicidad y propaganda. Las actividades de informática también aumentan su proporción. Juntos, los servicios técnico-profesionales y las actividades de informática sumaban cerca de 125.000 empresas que contrataban más de 400.000 personas (IBGE, 2003). Aunque el capital fijo pueda no ser muy significativo, la existencia de un conocimiento científico y de una red de relaciones hace de esas actividades un circuito superior marginal.
    Más de la mitad del conjunto de micro y pequeñas empresas comerciales y de servicios se concentran en la región sudeste y, sumados, el sudeste y el sur (la Región Concentrada) abrigan cerca del 78 por ciento del total nacional. La alta urbanización de esos estados ayuda a explicar este retrato. Solamente en el estado de San Pablo las micro y pequeñas empresas de comercio y servicios emplean más de 2,2 millones de personas. En la región nordeste el total sobrepasa 1 millón de personas, contrastando con los modernos estados del centro-oeste, donde el circuito inferior parece ser más débil (poco más de 500.000 personas son contratadas en las firmas de ese tamaño) (IBGE, 2003).
    Cuanto más populosa es la ciudad, más grande y segmentado es su mercado, apoyado en un vasto medio construido, pero bastante fragmentado en cuanto a sus valores, aunque se trate de áreas modernas de la Región Concentrada. Esto nos autorizaría a hablar de áreas de diversidad y áreas de especialización.
    En las áreas de diversidad, el trabajo se especializa y se divide en múltiples circuitos espaciales de producción, cuya área de mercado es el barrio o la ciudad en virtud de su condición no hegemónica. La circulación es determinante, y por eso los circuitos diferentes se entrecruzan y crean un mercado (segmentado) que se nutre de la diversidad de fabricación, de comercio y de servicios. Son puntos y áreas densas de la división del trabajo donde coexisten técnicas de diferentes momentos históricos. Los edificios son, quizás, la manifestación más clara de las rugosidades que vienen del pasado, por su edad y por sus condiciones. Es el reino del circuito inferior, y también de un variado circuito superior marginal en áreas de gran circulación como el Largo Treze, el Largo de Pinheiros y el propio centro antiguo de la ciudad de San Pablo o incluso, en áreas renovadas como el barrio Tatuapé. Es también el caso de los centros antiguos de Río de Janeiro y de Porto Alegre, así como de las áreas contiguas a las terminales de ómnibus en todas las grandes metrópolis brasileñas.
    Aunque la existencia de esas áreas de diversidad no sea un fenómeno exclusivamente metropolitano, el volumen de la circulación en esos puntos, manchas y líneas evidencia que se trata de grandes cuerpos urbanas. Las áreas de especialización urbana, al contrario, tienden a ser un dato del fenómeno metropolitano. Allí el trabajo se especializa y se divide dentro de un mismo circuito espacial de producción, involucrando diversas etapas y actores de diferente poder en complejos procesos de cooperación y competencia. En una ciudad como Belén encontramos un área especializada en comercios de máquinas y herramientas para la explotación de madera y para las embarcaciones del espeso sistema de movimiento fluvial que preside. En una macro-metrópoli como San Pablo, se podrían mencionar varias áreas: la zona cerealista en el centro, productos electrónicos en la calle Santa Ifigenia, artículos de iluminación y material eléctrico en la Avenida Consolação, vestidos de novia en la calle São Caetano, confecciones en los barrios Bom Retiro y Brás, entre otros. A menudo la existencia de esas economías de aglomeración a escala urbana nos habla de sus relaciones de producción y de mercado con la ciudad, con la región, con el país. Su especialización productiva es causa y consecuencia de la densificación del espacio de flujos (más transportes, más comunicaciones, más finanzas) y, por lo tanto, esas áreas son lugares de coexistencia de los circuitos de la economía urbana que, sin embargo, pueden terminar aumentando el valor de la localización y del medio construido y, con eso, expulsar algunos actores.
    Esa es una de las manifestaciones de la aceleración contemporánea. Una nueva demografía empresarial se presenta ante nuestros ojos. Natalidad, mortalidad, migraciones de empresas son procesos frecuentes y veloces. Si para las grandes corporaciones las fusiones son comportamientos habituales en estos tiempos, el fenómeno más corriente para las firmas del circuito inferior y del circuito superior marginal son las altas tasas de mortalidad. Asimismo son altas las altas de natalidad, y a veces las tasas de mortalidad reflejan las migraciones de ramo o de localización.
    Si la velocidad de acumulación de lucro no es rápida, como reza el mandamiento de la globalización, el dinamismo del circuito inferior y del circuito superior marginal no puede ser ignorado. Es exactamente su vulnerabilidad lo que exige de esa economía de «abajo» un importante dinamismo. En 2000, las más altas tasas de mortalidad se verificaron en las empresas de servicios que contrataban hasta 5 personas (19 por ciento) y en las firmas comerciales del mismo tamaño (15,8 por ciento). Pero es ese mismo segmento el que registra las más altas tasas de natalidad: 27,1 por ciento y 22,7 por ciento respectivamente. Es una tendencia que se verifica en los últimos años. Esos datos contrastan con el comportamiento de las firmas que contrataban más de 20 personas, cuya tasa de natalidad fue del 6,6 por ciento para las actividades del comercio y del 9 por ciento para los servicios en 2000 (IBGE, 2003). Vemos así como en cada división territorial del trabajo varios intersticios son ocupados por las pequeñas empresas.

A las puertas de la moderna San Pablo, Jano revela su otra faz
Si las crisis económicas constituyen un freno en la renovación de la mayor parte del medio construido, el neoliberalismo, con la pretendida estabilidad monetaria, parece haber desencadenado un proceso acelerado de renovaciones urbanas puntuales. Para ciertas áreas de la ciudad de San Pablo fluyen, sin viscosidades, torrentes de dinero bajo la forma de préstamos privados, internacionales y nacionales, con frecuencia vinculados a la esfera del poder público. Véanse los ejemplos de la construcción de edificios residenciales de clase media –cada vez más lejos del centro de la ciudad o verticalizando áreas tradicionalmente bajas–, de barrios cerrados dentro o fuera de la gran mancha urbana, o la renovación del antiguo centro urbano comandada por el Banco de Boston.
    Un área comercial tradicional y central como la zona cerealista –nacida al abrigo del ferrocarril Santos-Jundiaí pero cuya localización y equipamiento continuaron funcionales cuando el sistema de movimiento de cargas (arroz, porotos, papa, cebolla) fue convertido al transporte automotriz– parece no resistir los impactos del período actual. Su virtual transferencia hacia una nueva área de encrucijada (carreteras Regis Bittencourt y Raposo Tavares) es una acción política basada en datos técnicos y organizacionales nuevos: las actuales áreas productoras (Río Grande do Sul, Mato Grosso do Sul, Maranhão), el grado de accesibilidad y los problemas de tránsito de cargas, los nuevos equipamientos de comunicación (teléfono, computadora, fax, correo electrónico) y la logística de los grandes supermercados (pedidos informatizados, terminales exclusivos, marcas propias). Si en los proyectos oficiales se mantiene el uso, esa transferencia significará que no todos podrán acompañar los costos de ese desplazamiento.
    Concretados o en vías de implantación, numerosos proyectos parecen coincidir en la búsqueda de localizaciones periféricas, bien dotadas de infraestructura, próximas a las autopistas de acceso a la ciudad que garantizan el ejercicio de una circulación más fluida, y especialmente donde la instalación de los actores sea más selectiva. Como el nuevo centro empresarial de la Avenida Berrini, esas localizaciones en zonas circundantes a las autopistas parecen confirmar la adopción de un modelo de urbanismo periférico de origen norteamericano.
    Esa producción permanente de escasez adquiere su expresión contemporánea en la aplicación de recetas de cuño macroeconómico en las cuales el capital es siempre más abundante que el trabajo para los actores hegemónicos en detrimento de la economía real del país y de la ciudad, en la cual el trabajo es siempre más abundante que el capital. Estado y empresas, tantas veces en cooperación o en conflicto, han tenido un papel determinante en la producción del desempleo, un claro indicio de la producción limitada de racionalidad.
    Estructuralmente la ciudad crea, al mismo tiempo, riqueza y pobreza, abundancia y escasez. Vectores internos y externos tienen el papel de acelerar o desacelerar las necesarias y permanentes readaptaciones. Por ello, tanto en la metrópoli industrial como en la metrópoli informacional-financiera los circuitos de la economía urbana se desarrollaron en la forma de vasos comunicantes, pues siendo ambos un resultado de la modernización, encuentran hoy las condiciones de su reproducción. Y, aún más, identificada como la llegada de nuevos objetos y nuevas formas de hacer, la globalización provoca la emergencia de un nuevo circuito superior marginal, orientado a codificar y decodificar los objetos y las normas necesarias al nuevo momento del modo de producción. Nacen oficinas y empresas, muchas veces vinculadas a las nuevas profesiones, que prestan servicios a las firmas hegemónicas o al poder público. En 1999 había 3,7 millones de personas en el sector de servicios, lo que equivalía al 53 por ciento de la PEA en la Región Metropolitana de San Pablo (un incremento de 1,4 millón de personas en relación con 1981).
    Si la división social del trabajo que acompaña el mundo de la información y de las finanzas multiplica las profesiones, disminuye, al mismo tiempo, el número de empleos. Las formas técnicas y de regulación contemporáneas satisfacen su apetito con un número menor de personas altamente calificadas. El empleo tradicional de la metrópoli industrial se esfuma, por un lado, al ritmo de nuevas aceleraciones normativas, como las formas temporarias de contratación, la tercerización, y la interiorización de la industria que es sinónimo de modernización y de búsqueda de nuevas densidades normativas y, por otro lado, por las nuevas ocupaciones en la producción y adaptación de las informaciones externas al mercado brasileño, por la creación de una publicidad que profundiza los consumos, y por la producción codificada de formas de hacer y regular, como la miríada de instrumentos financieros en vigencia.
    Las reformas neoliberales, portadoras de la racionalidad de la época, fueron responsables, además, de la disminución del número de empleos vinculados a las actividades modernas en las empresas y en el sector público. Automatización, reingeniería de procesos, reducción del llamado Estado sobredimensionado, disminución de las ventas, entre otras, fueron razones aducidas para concretar las dimisiones. Cuando éstas eran los llamados «retiros voluntarios», un nuevo elemento aparecía en la economía urbana, pues las indemnizaciones resultantes procuraban implantarse en antiguas, nuevas o renovadas funciones de la división del trabajo. La naturaleza volátil de los capitales de las grandes corporaciones y de sus geometrías mundiales contrasta con la fijación de los pequeños capitales de las familias en el propio medio construido urbano, emprendiendo una nueva actividad económica. La ciudad de São Caetano do Sul en la Región Metropolitana de San Pablo es tal vez un buen ejemplo, a partir de la instalación de negocios y empresas de servicios por parte de los antiguos operarios de la industria automotriz.
    La concentración de pobres en la ciudad de San Pablo tiene un efecto positivo sobre los volúmenes producidos y comercializados. Se crea un mercado que, a pesar de las demandas individuales limitadas, constituye, por el gran número de familias, un efecto ampliado. Gracias a los costos de producción más bajos por la amplia oferta y proximidad de insumos, mano de obra y clientes, surge un número considerable de pequeñas empresas, y de ese modo, aunque la mortalidad de las firmas pueda ser alta, la demanda constante posibilita que otras puedan nacer.
    En el propio garaje de la casa suele funcionar la oficina de las pequeñas empresas de fletes y mudanzas. El camión o la camioneta propio es a menudo el factor que define la capacidad de trabajo mensual. Variando entre 7 y cerca de 40 mudanzas por mes, las empresas contratan algunos ayudantes para realizar un trabajo que generalmente es en el mismo barrio o en barrios contiguos. Localizaciones en áreas residenciales, como Butantã o Pinheiros, son privilegiadas por ofrecer permanentemente posibilidades de trabajo. Pequeños carteles fijados en postes y muros del barrio y un teléfono, a veces celular, son los instrumentos indispensables para asegurar su demanda. Paralelamente se crean solidaridades económicas con los colectores-vendedores de cajas de cartón.
    La contigüidad es un dato central también para un buen número de costureras y modistas entrevistadas que, dedicadas a esa actividad por falta de empleo, trabajan en casa con una o dos máquinas domésticas, frecuentemente compradas de segunda mano. Viviendo en barrios como Santo Amaro, Itaim Bibi, Brooklin, Jardim Bonfiglioli o Alto da Boa Vista, se desplazan hacia Brás y Bom Retiro, áreas de especialización comercial, para comprar sus insumos. El arreglo de ropas configura un verdadero mercado, indicado entre clientes y conocidos, ya que la importación en el sector textil y confecciones ha afectado gravemente la producción de vestimenta a la medida.
    Entre las numerosas situaciones del circuito superior marginal, las mensajerías se esparcen por la ciudad, al ritmo de una intensa necesidad de cooperación y de los obstáculos a la circulación. Más que el grado de capitalización, es la capacidad organizativa lo que define las empresas. La agencia recibe los pedidos y ordena los viajes, que son realizados por los trabajadores con sus propias motos. Para efectuar el transporte de documentos y pequeñas mercaderías para oficinas y empresas de las inmediaciones, en un promedio de 200 viajes por mes, el personal contratado es pagado por hora de trabajo.
    El desarrollo de las técnicas de informática también ha permitido la instalación de las llamadas imprentas express que, en pequeños locales, pueden ofrecer un buen abanico de productos: tarjetas, invitaciones, folletos, entre otros. Los equipos e instrumentos de trabajo son computadoras (cuyo número varía de 3 a 20 en los casos entrevistados), scanner y softwares específicos (como el Corel). Algunas empresas compraron los equipos usados. Su localización, sea en áreas valorizadas como un shopping-center con alquileres que sobrepasan los 2.000 reales, o en áreas más deterioradas, como pasajes y plazas de gran circulación de personas, permite ganar un mercado de empresas y familias. Observamos, además, que existe una división del trabajo y una cooperación entre las imprentas tradicionales, de localización más periférica y orientadas a la producción de grandes volúmenes, y las imprentas express. Con frecuencia estas últimas son responsables del trabajo de pruebas, mientras que las industrias tradicionales se encargan, gracias a sus equipos, de las grandes tiradas (impresión off set). Cuando la imprenta es de mayor tamaño, su mercado está constituido por empresas y abarca amplias regiones, cuando la firma es pequeña, su mercado está dado por las familias en el barrio o en la ciudad. A las demandas de tarjetas, material promocional e impresión de trabajos, todas agregan otros servicios como fotocopias, encuadernación, plastificación y servicio de fax. La publicidad, vista como un soporte indispensable de la producción, acaba configurándose como un nicho de mercado para estas firmas. Su actividad se encuentra bastante «financierizada» –compra de equipos con leasing bancario, transacciones diarias con bancos privados–, pero paralelamente algunas usan tickets como moneda. Varias de ellas son franquicias.
    La divisibilidad de las técnicas actuales ha permitido, también, una cierta diseminación del trabajo de producción musical. La convergencia de las técnicas de informática y de música amplió el abanico de posibilidades de creación y de divulgación. A eso contribuyen también las nuevas o renovadas formas organizacionales como la terceirización y el alquiler de los estudios por hora de trabajo. Es el caso de los pequeños estudios de ensayo y grabación investigados en la ciudad de San Pablo, que cuentan entre sus instrumentos de trabajo, generalmente comprados usados, computadoras, softwares (como el Sound Ford y el Protus) para digitalizar las músicas, mesas de sonido, micrófonos, cables, instrumentos musicales, amplificador y retorno, entre otros. Las computadoras son también utilizadas para producir la propia propaganda (folletos que serán distribuidos en comercios de instrumentos musicales y casas de espectáculos), así como para obtener informaciones sobre técnicas, mercados, incentivos y oportunidades de negocios a través de internet. El resto de la información y de la propaganda proviene de revistas especializadas y del intercambio de informaciones orales («boca a boca») en los ambientes musicales. Los estudios funcionan en antiguas residencias preparadas para tal fin, aunque a veces se instalan en los fondos de la propia casa y, menos frecuentemente, son locales alquilados. En estos casos, los valores oscilan entre 200 y 1.000 reales. No conforman un área especializada de la ciudad, sino que están dispersos en áreas residenciales y bien localizadas de la capital. Contratan uno o dos auxiliares técnicos para los ensayos y grabaciones, pero ese número puede aumentar en el caso de los estudios que funcionan 24 horas. El uso de los instrumentos financieros por parte de las pequeñas firmas se confunde con el uso de esos productos por parte de su propietario (cheques, tarjeta de crédito, depósitos emitidos o recibidos como persona física y no jurídica). Conforme su tamaño y su sofisticación técnica, cuentan entre sus clientes a las clases medias y altas o a grupos más pobres de la población. Su margen de lucro oscila entre el 45 por ciento y el 60 por ciento.
    La refuncionalización de casas en barrios como Pinheiros, Cerqueira César y Bela Vista para instalar una actividad ligada a la producción cultural se vuelve un fenómeno frecuente en la ciudad de San Pablo. Así como los estudios también mencionamos las pequeñas y medianas editoriales de libros y revistas. Generalmente pagando alquileres que superan los 1.000 o 2.000 reales, las editoriales son dirigidas por personas con formación profesional técnica en el área de contabilidad o de nivel universitario y, mientras las pequeñas contratan de 3 a 6 empleados, las empresas medianas emplean alrededor de 20. Todas las firmas entrevistadas están registradas como persona jurídica y sus empleados poseen registro de trabajo, representando del 30 por ciento al 40 por ciento de sus gastos.
    Esas localizaciones fueron escogidas en función de la accesibilidad a proveedores, clientes y mano de obra, así como por la oferta de servicios. La cantidad de instrumentos de trabajo es central para determinar su fuerza de mercado. Equipadas con teléfonos fijos y celulares, máquina de fotocopias, computadoras (que varían entre 3 y 40), impresoras y scanner, algunas poseen también máquinas fotográficas, filmadoras y otras tecnologías vinculadas a la imagen. Las virtualidades de la informática hacen posible el trabajo de edición, el cual se completa más tarde con el trabajo material tercerizado a una imprenta y, en algunos casos, con servicios de fotografía y reportaje. Se ve aquí una solidaridad entre actores del circuito superior marginal.
    La multiplicación de los consumos y la división del trabajo posibilitan la existencia de un número creciente de revistas generales y especializadas, cuya comercialización no se reduce únicamente a los puestos de diarios y revistas y a las librerías, sino que también se extiende a las ventas por suscripción. La producción de libros ha sido beneficiada por leyes específicas de incentivo y por asociaciones con editoriales universitarias y agencias de financiamiento a la investigación, y sus ventas se multiplicaron por el aumento del número de ferias generales y universitarias. La participación de los consumos religiosos es también un dato importante. Se destaca el ejemplo de las editoriales evangélicas.
    La propaganda se hace a través de folletos producidos en la propia firma, de internet, outdoors y también de agencias de publicidad. Con esos medios se accede a un mercado que para algunas empresas llega a ser nacional. Todas las editoriales entrevistadas trabajan con varios bancos y usan hoy más servicios que en el inicio de su actividad. Las firmas menores ya utilizaron el límite del cheque especial y el período de exención de intereses. Los préstamos solicitados como persona jurídica se destinan a saldar deudas y a mantenerse en el mercado. Se ofrecen a los clientes diversos instrumentos de pago: cheque al portador y cheque de pago diferido, tarjeta de crédito, dinero, boleta de depósito, pagaré, débito automático. Existen relaciones horizontales entre empresas del mismo ramo, principalmente para intercambio y actualización de informaciones.
    Por otra parte, el aumento en la demanda y en la oferta de cursos de diversa naturaleza, fundado en la necesidad de calificación profesional y, a veces, en un cierto consumo cultural, es un dato más del período contemporáneo. Investigamos algunos cursos de informática, de lenguas, de gastronomía y cursos preparatorios para el examen de ingreso a la universidad. En el caso de la enseñanza de idiomas, asistimos a una exasperante competencia entre las escuelas grandes y las de menor tamaño. Aquí, la creación de una demanda, por parte de una agresiva propaganda del circuito superior, acaba por contribuir al surgimiento de pequeñas y medianas escuelas de barrio, que se benefician de la proximidad de sus potenciales alumnos. Computadoras y equipos de imagen y sonido son los principales instrumentos de trabajo, además de los materiales escritos. Estos últimos son a veces verdaderas verticalidades que amarran la pequeña empresa a actores poderosos. Es sobre todo el caso de las franquicias, en las cuales los royalties por el uso del material escrito alcanza el 20 por ciento. Contribuyendo a aumentar la demanda propia del inicio de cada semestre, las pequeñas compañías reparten panfletos en los barrios vecinos, incluyendo las empresas. Es de éstas que proviene la mayor parte de la demanda y, a menudo, son las que pagan los cursos. No obstante, verificamos la existencia de la Associação das Escolas Independentes de Idiomas que busca, por medio de acciones conjuntas como premios, aumentar su participación en relación con los institutos asociados a las franquicias de las grandes escuelas. La topología de las escuelas de lenguas adquiere así capilaridad.

La metrópoli extendida
La densidad de la división territorial del trabajo en el estado de San Pablo nos permitiría comparar las ofertas de ese espacio con las ofertas de la gran metrópoli. Sus densidades viales, infoviales y de movimiento, su intensa organización y los grados de organización política en el poder público y en las empresas son formas de cooperación que completan esa profunda división interurbana del trabajo. Así, si la intensa especialización del trabajo en cada ciudad atrae a un circuito superior marginal emergente, con un creciente número de pequeñas y medias empresas modernas, la intensa cooperación muestra un abanico de empresas vinculadas al diálogo entre esas instancias.
    En ese contexto, nuestra preocupación ha sido relacionar la vida de los circuitos inferior y superior marginal con las especializaciones territoriales productivas en ese estado, donde el medio técnico-científico-informacional se amplía y densifica. Presentado como característica constitucional del espacio nacional, y al mismo tiempo como hipótesis, en el libro O Brasil: territorio e sociedade no início do século XXI, el tema de las especializaciones productivas fue aquí retomado a partir de la perspectiva de las pequeñas y medianas empresas que nacen y crecen en esa vida de relaciones así recreada. Es un circuito superior marginal emergente, capaz de florecer en un pedazo del territorio donde la división interurbana e intra-urbana del trabajo es significativa. Centramos nuestras investigaciones en el polo de confecciones de Americana, Santa Bárbara d’Oeste, Nova Odessa y Sumaré, en las producciones de calzados masculinos, femeninos e infantiles de Franca, Jaú y Birigüi respectivamente, en los objetos de hierro y cerámica de Porto Ferreira, en la producción de flores y frutillas de Atibaia y en la fabricación de muebles de Votuporanga y Mirassol. En este último caso, además de algunos mercados de exportación, detectamos el monopsonio ejercido por una gran empresa como Casas Bahia con los fabricantes locales. En relación con las industrias de calzado, además de las firmas cuya producción comienza a ganar mercados extra-regionales, nacionales e internacionales, identificamos una profusión de proveedores de pequeños insumos y piezas, así como de servicios que son esenciales para completar el proceso productivo y que constituyen un circuito inferior y un circuito superior marginal.

Cuestiones abiertas sobre un Brasil urbano y globalizado
La indagación sobre el uso de las variables determinantes del período y sus nuevas combinaciones fue una preocupación de este estudio, especialmente en relación con los actores no hegemónicos. Por ello, las variables privilegiadas son: localización (condiciones del medio construido: infraestructuras, acceso, valores), instrumentos de trabajo (tipos, usos, valores, origen, reutilización), formas de organización empresarial y fiscal, empleo, materias primas y productos (precios, cantidades, lucro), transporte, publicidad, información, finanzas.
    La elección de un límite normativo que determine la formalidad y la informalidad de las actividades puede llevar a crear una tipología estéril para entender el funcionamiento de la ciudad como medio construido y como mercado. Capitalistas que poseen objetos técnicos relativamente modernos, una organización eficiente y, ciertamente, información para evadir sus cargas tributarias son protagonistas centrales en el proceso de transformar los excedentes en lucros, ignorando sus responsabilidades sociales. ¿Será que este conjunto de actores puede ser analizado como si sus acciones fuesen de la misma naturaleza y escala que las acciones de pequeñas empresas o, inclusive, de individuos, cuyo propósito es sólo reproducir su existencia? Con bajo grado de capital, de tecnología y de organización, su rentabilidad puede estar en el límite de la supervivencia y su grado de información muy por debajo de la comprensión de la compleja y dinámica estructura tributaria del poder público.
    Lo que realmente interesa es una mirada que pueda descubrir las manifestaciones del trabajo. Es el trabajo intensivo (sin horarios, sin beneficios, sin pausas preestablecidas) lo que define el circuito inferior, y hoy más que nunca también el circuito superior marginal, en contraposición a la escasez de capital, y no el cumplimiento-incumplimiento de un sistema normativo en vigencia. Se van los empleos, queda el trabajo.
    Por ello, una de las manifestaciones de la producción ilimitada de irracionalidad puede ser identificada en el uso desigual y combinado de las variables de la época. Es eso que define un período y su constitución. El período está determinado por las posibilidades de ese tiempo histórico, por el reconocimiento de las variables de la técnica y de la política que caracterizan una época y la diferencian de épocas anteriores. Se trata, hoy, de descubrir los elementos que participan del ejercicio de las unicidades. Sin embargo, sabemos que no todos los agentes usufructúan las mismas oportunidades, que los usos de esas variables son diferentes, que las combinaciones de variables pueden producir comportamientos más «racionales» o más «irracionales». Esas diferencias son las temporalidades, los tiempos dentro del tiempo.
    La ciudad es una y fragmentada. Esto es hoy más verdadero que en períodos anteriores. La ciudad no es solamente el escenario sino sobre todo la protagonista de esas unicidades y fragmentaciones, porque está constituida por una nueva base material y una nueva base política. La ciudad actual nos habla del período, mientras que los circuitos nos hablan de las temporalidades, es decir, la interpretación que cada actor es capaz de hacer sobre su tiempo y la forma que encuentra de sobrevivir. Aquel que es más capaz de usar las variables modernas en su trabajo, dialogar más con los datos del período sin por eso dejar de ser vulnerable, forma parte de un circuito superior marginal (emergente).
    El estado de San Pablo, donde el medio técnico-científico-informacional se difunde con menores resistencias, puede abrigar un conjunto de actores capaces de insertarse en la modernidad y sus mandatos –competitividad, eficiencia, exportación– pero en situación de vulnerabilidad. La dependencia de los cambios frenéticos del uso del territorio y de las topologías nerviosas de las grandes corporaciones vinculan más a esos actores con las racionalidades del período. En ese abanico de situaciones, el circuito inferior en las metrópolis sería, tal vez, el más capaz de producir irracionalidades. Es la gran metrópoli la que mejor acoge esas formas de supervivencia.
    El papel del poder público es diferenciado. Pero, con frecuencia, aun cuando pretende ayudar al desarrollo de pequeñas empresas, acaba siendo productor de verticalidades, a veces por su política corporativa y otras por una cierta incapacidad de entender el funcionamiento actual del mundo. La oferta de crédito que implica ampliar la escala de producción de un pequeño empresario y, en consecuencia, arrojarlo a las aceleraciones del período (tasa de interés, normalizaciones crecientes, etc.) y la producción de normas públicas que buscan favorecer a los pequeños, pero cuya información y comunicación son deficientes, son algunos de los obstáculos para una política de nuevo contenido.
    Falta, a menudo, comprender el «existencialismo territorial» (Santos, 1999) que es la forma de supervivencia de la mayor parte de la población brasileña: pragmatismo más emoción en la búsqueda de soluciones que son vistas como irracionales, como formas de atraso, como economía tradicional. Una localización menos valorizada pero que permite contar con un mercado contiguo o evitar el pago de un alquiler porque funciona en la propia casa, priorizar la venta de un producto a la liquidez (otras «monedas» como el vale-transporte son aceptadas), utilizar instrumentos de trabajo usados o propios de un sistema técnico anterior, intercambiar servicios o productos al modo de un nuevo trueque son buenos ejemplos de esa vida de relaciones. Toda una producción se desarrolla aun cuando las variables determinantes del período inviten más a la usura y menos al trabajo. Es la existencia en el territorio, una verdadera base para la política.

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NOTAS:
1 La Región Concentrada está formada por la Región Sudeste (estados de São Paulo, Rio de Janeiro, Espírito Santo y Minas Gerais) y por la Región Sul (estados de Rio Grande do Sul, Paraná y Santa Catarina). Es el área de mayores densidades demográficas y económicas del país.
2 Ver nota de pie de página 1. Las principales metrópolis son, además de San Pablo, las ciudades de Río de Janeiro, Campinas, Vitória, Belo Horizonte, Curitiba, Florianópolis y Porto Alegre.