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Cuadernos del Cendes

versión impresa ISSN 1012-2508versión On-line ISSN 2443-468X

CDC v.22 n.58 Caracas ene. 2005

 

En memoria de Eduardo Neira Alva

En enero de 2005, en su Perú natal, falleció Eduardo Neira Alva, uno de los arquitectos y urbanistas latinoamericanos de más sólida formación en la segunda mitad del siglo XX, quién participó en la creación del Cendes. Neira fue un profesional comprometido con ideales de transformación del hábitad en nuestras ciudades, que supo leer las complejidades de la urbanización contemporánea. Para rendir homenaje a su memoria publicamos dos escritos. En el de Marco Negrón, quien fue unos de sus alumnos en 1961, titulado Eduardo Neira y la segunda fase de la modernización de Venezuela, el autor recuerda al profesor Neira que llegó a Venezuela en un momento en que el país iniciaba un nuevo ciclo de modernización. Y en el de Gregorio Darwich Osorio, quien tuvo la suerte de conocerlo en 2001, intitulado Eduardo Neira Alva: un universitario idealista que participó en la creación del Cendes, se narra cómo Neira se involucró en las tareas de la creación de ese centro de estudios y se evoca sus años de profesor e investigador, utilizando las entrevistas que le hizo por correo electrónico entre 2001 y 2002.


Eduardo Neira y la segunda fase de la modernización de Venezuela
MARCO NEGRÓN*

* Profesor y ex Decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV.

En 1958, luego de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Venezuela ingresa en su segunda gran fase de modernización después de la emprendida en 1936 a raíz del fallecimiento de Juan Vicente Gómez. Es conocido cómo el progresivo proceso de democratización se interrumpió con el golpe de Estado de 1948 contra el presidente Rómulo Gallegos para iniciar una sucesión de gobiernos de facto dominados por la figura de Pérez Jiménez, quien en 1952 asume por fin, de manera abierta, la jefatura del Estado.
    Durante esos diez años se mantendrán algunas líneas de la modernización de los gobiernos anteriores, pero básicamente en los aspectos referidos al desarrollo de la infraestructura territorial y el urbanismo.
En esta última materia, hasta su liquidación en 1957 el régimen mantuvo y apoyó la actividad de la Comisión Nacional de Urbanismo (CNU), creada en 1946 y dirigida durante toda su existencia por Leopoldo Martínez Olavarría. Más allá del escaso poder para materializar sus propuestas, característico de esa notable institución es el hecho de que en ella, en sus distintos momentos, participó la flor y nata de los arquitectos venezolanos de la época,1 pero esa virtud aparecía a la vez como su principal limitación: no pasará demasiado tiempo sin que se entienda la importancia de los enfoques multidisciplinarios en la materia.
    Una obra emblemática de la modernidad venezolana, iniciada a principios de la década de los cuarenta bajo el gobierno de Medina Angarita, la Ciudad Universitaria de Caracas, no sólo será continuada con entusiasmo durante aquella década sino que dos de sus más altas realizaciones –la Plaza Cubierta y el Aula Magna– serán inauguradas por el propio Pérez Jiménez en 1953. Sin embargo, ese mismo régimen había despojado a la universidad de su autonomía, propiciaba la vigencia de una estructura académica obsoleta y políticamente excluyente e incluso la había mantenido clausurada varios años en respuesta a su rebeldía.

La segunda modernización de Venezuela
Sin pretensiones de agotar el listado y en relación específica al tema que se trata en estas líneas, parece posible postular que entre los aspectos más relevantes de esa segunda fase de la modernización venezolana sobresalen la modernización de la universidad a través de varias líneas de acción: el restablecimiento de la autonomía universitaria y de la libertad de cátedra; la creación de un sistema de selección, ingreso y ascenso del profesorado basado en la evaluación objetiva de los méritos académicos; el fortalecimiento de la orientación científica y tecnológica e impulso a la investigación; el estímulo al desarrollo de la formación de postgrado; la ampliación de la matrícula de las universidades existentes y creación de otras nuevas especialmente en la provincia. Igualmente la modernización de la gestión de gobierno a través de: la incorporación de modernas técnicas de programación y planificación y la profesionalización de los funcionarios y la garantía de estabilidad en la carrera.
    Evidentemente se están dejando por fuera innumerables otras decisiones modernizadoras del período como serían, para sólo mencionar tres de mucha entidad, la Reforma Agraria, el Programa de Guayana y el impulso a la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), pero las mencionadas son quizá las más significativas para el tema que aquí se analiza.
    Dentro de ese proceso, al Cendes, resultado de la convergencia de esfuerzos entre el Gobierno nacional, esencialmente la Oficina Central de Coordinación y Planificación (Cordiplan) y el Banco Obrero, y la Universidad Central de Venezuela (UCV) a través de su Facultad de Arquitectura y Urbanismo, se le asignará un rol muy destacado. Por una parte se trata de la creación de la institución destinada a formar ese nuevo funcionario de la administración pública que será el planificador;2 por la otra se configura como el primer esfuerzo de la UCV para el desarrollo de la formación de postgrado, particularmente en el área de las ciencias sociales. Dentro de esa dinámica, como se sabe, Eduardo Neira jugará un rol de primer plano.

De la Facultad de Arquitectura y Urbanismo al Cendes
En 1961, cursando el último año de la carrera de Arquitectura, se inauguró en la Escuela un seminario sobre planificación, el cual fue dictado ese año por Jorge Ahumada, Eduardo Neira y un agrónomo guatemalteco de apellido Quesada del cual más nunca quien escribe tuvo noticias. En el clima de la Venezuela que se abría de nuevo a la democracia y se proponía alcanzar la meta del desarrollo y la justicia social, aquella resultó una experiencia extraordinariamente estimulante para los cursantes, dos de los cuales terminamos presentándonos a la pruebas de selección para ingresar al Primer Curso de Postgrado en Planificación del Desarrollo del Cendes. Partiendo de la idea de que la planificación es una actividad integral, se reconocían sin embargo tres líneas de desarrollo que se expresaban por lo demás en las especializaciones previstas para el segundo año del curso: la económica liderada por Ahumada, la urbano-regional liderada por Neira y la social liderada por José Agustín Silva Michelena.
Aunque, como se ha visto, para la fecha Venezuela acumulaba una importante experiencia en materia de planificación urbana, de la cual por lo demás la Facultad de Arquitectura resultaba la principal depositaria, el contacto con Eduardo, y quizá, podría precisarse, con Eduardo en el Cendes, abrió una perspectiva diferente que conducía a superar el enfoque predominantemente físico. De tal manera los nombres de, por ejemplo, Burgess, Tinbergen, Perroux, Alonso, Friedmann, Paelinck o Isard se hicieron familiares a quienes éramos sus alumnos. Pero no se trató solamente de un conocimiento a través de sus textos: en un esfuerzo extraordinario consiguió que algunos de ellos visitaran el Cendes como profesores o conferencistas.

Los Cuadernos de la Sociedad Venezolana de Planificación
Paralelamente a la actividad en el Cendes, Eduardo emprendió la tarea de publicar los Cuadernos de la Sociedad Venezolana de Planificación, cuyo muy sobrio primer número –una treintena de páginas multigrafiadas tamaño carta, con tapas en cartulina con ventanillas que permitían ver el número de la edición y el contenido de modo de poder servir para varios números– con un único artículo de Ahumada, «La planificación del desarrollo», apareció en agosto de 1962. Aunque en el futuro mejorará la calidad de la edición, aquel primer número marcó la pauta de privilegiar el contenido.
    Esa revista, particularmente durante los años en que fue dirigida por Eduardo, cumplió un rol relevante incluso más allá de nuestras fronteras, publicando textos teóricos de gran importancia pero de escasa o nula difusión en español hasta entonces. Incluso un clásico de John Friedmann, «La vocación de la planificación», conoció su primera publicación en absoluto en el número de Cuadernos de octubre-noviembre de 1963, viendo la luz en inglés solamente en abril de 1966.
    La visión tal vez ingenua de aquellos años imaginaba un sistema de planificación integrado por Cordiplan como el órgano oficial responsable de la elaboración de los planes, el Cendes como el cerebro universitario, generador de nuevos conocimientos y responsable por la formación de los expertos, y la Sociedad Venezolana de Planificación, lo que hoy llamaríamos una ONG, como el órgano de enlace con la sociedad, responsable de las tareas de difusión y divulgación. La orientación que le dio Eduardo a los Cuadernos, por la calidad y novedad de sus contenidos y su trascendencia más allá de las fronteras nacionales, terminó colocándolos más cerca del Cendes que de esta última.

El trotamundos
La turbulencia de aquellos años me obligó a dejar el país en marzo de 1963, y sólo pude regresar definitivamente seis años después. Viene a cuento esta incidencia personal porque no estaba en Venezuela en el momento en que Eduardo decidió marcharse, una decisión que siempre me ha intrigado porque ocurre en el momento en que el Cendes está pasando de la fase de predominio de la docencia de postgrado para ingresar en firme en la de investigación: Ahumada siempre insistía en su objetivo de que nadie conociera mejor el país que los investigadores y estudiantes del Cendes, para lo cual la investigación era un requisito sine qua non.
    Eduardo dejó Venezuela precisamente en el momento en que, con un significativo aporte de Naciones Unidas, estaba por arrancar el ambicioso proyecto «Fenómeno de Urbanización en Venezuela», comúnmente conocido con las siglas Urben y que se proponía ensayar por primera vez una interpretación integral del proceso que con tanto ímpetu había comenzado en el país poco más de treinta años antes. Nunca he tenido dudas en cuanto a la importancia del aporte de Eduardo en la formulación de ese proyecto e incluso en las negociaciones para obtener el financiamiento, como tampoco las he tenido en cuanto a que, por la solidez de su formación y su aguda inteligencia, nadie mejor que él podía dirigirlo. Quizá la explicación menos comprometedora de su partida sea que el país le estaba quedando pequeño para su nunca desmentida vocación de trotamundos.
    En los años sucesivos tuvimos ocasión de encontrarnos en algunos de sus nuevos lugares de residencia o en sus ocasionales visitas a Caracas, pero en la memoria perduran las vivaces tertulias en el acogedor apartamento –en verdad la planta alta de una quinta en la Primera Transversal de Altamira– que compartía con Alicia, su esposa, y a las que con frecuencia se sumaban también los colegas y alumnos de ella en el Instituto de Estudios Políticos.
    El año pasado, después de comprobar que Caracas era el lugar geométrico de sus hijos, residenciados en diversas partes del mundo, y de quienes habían sido sus mujeres, la eligió para celebrar sus ochenta años, en apariencia tan bien llevados. De alguna manera así se cumplió el ciclo de retorno a la ciudad en la que sembró inquietudes que todavía, más allá del desencanto y las frustraciones, son capaces de estimular proyectos de conocimiento y transformación.


Eduardo Neira Alva: un universitario idealista que participó en la creación del Cendes
Gregorio Darwich Osorio*

* Profesor-Investigador del Cendes-UCV.

I

A finales de la década de los cincuenta e inicios de los sesenta del siglo XX, el clima de época mundial se hallaba delimitado por las realidades geopolíticas, económicas, culturales e institucionales que trajo consigo el fin de la segunda guerra mundial. Fue el tiempo de la consolidación de la primacía de Estados Unidos, de la creación de los organismos internacionales, de la reorganización de las finanzas y el comercio internacional, de la progresiva desintegración del sistema de territorios coloniales, y de la reconstrucción de los países desvastados por la guerra. Esas realidades obraron en el discurso y la praxis de los gobiernos del primer mundo para regularizar el desarrollo económico, social y político en esos países y para animar una labor semejante en los países del tercer mundo. A caballo de esas realidades, el desarrollo y la planificación progresaron como temas de estudio en universidades y centros de investigación del mundo.
En ese clima desarrollista que le fijaba al urbanista un papel como regulador, se aproximó Eduardo Neira Alva al campo de la planificación.

II

La coyuntura que atravesaban los países latinoamericanos en los años cincuenta transformó la visión que tenían círculos académicos y políticos acerca de las opciones de alcanzar el crecimiento económico. El crecimiento de las exportaciones y la evolución del sector industrial hacía evidente que algunos países estaban en condiciones de iniciar transformaciones estructurales que los enrumbara hacía el desarrollo, si bien era irrebatible la realidad social y económica de la mayoría de la población viviendo en condiciones de pobreza. Es en ese clima de época que surgió la propuesta de creación de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), desde allí se allanó el camino para que la problemática del desarrollo económico latinoamericano germinara como proyecto teórico legítimo en torno al cual era posible discutir abiertamente la necesidad de elaborar programas de desarrollo. La divulgación de las ideas cepalinas y la ascensión al poder de políticos reformistas obraron como circunstancias de peso para el incremento del interés de los gobiernos por la creación de organismos estatales dedicados al fomento del desarrollo. Ese escenario avivó el impacto que las ideas sobre el cambio social y la modernización tuvieron en las universidades y en las ciencias sociales y acompañó el empeño por la profesionalización de los estudios del desarrollo y la capacitación de planificadores.
    En ese clima de época que forjó el compromiso de una generación de profesionales empeñados en planificar el desarrollo se comprometió Eduardo Neira, como muchos otros, para contribuir en un ideal de transformación de nuestras sociedades.

III

El momento social y político venezolano de finales de los años cincuenta estaba regido por el retorno del país a la vida democrática y por el ambiente optimista que impregnó a todos los sectores de la sociedad, bajo el convencimiento que se había iniciado un ciclo de cambios históricos. Se tenía la esperanza de que con la estabilización política, la reorganización de los partidos, la celebración de elecciones, la edificación de la Carta Magna y la reestructuración del Estado se franquearía la ruta para superar las trabas del subdesarrollo venezolano. El arribo a las funciones de gobierno de una elite política con un discurso desarrollista y partidaria de la planificación fue factor de peso para que se impulsara la planificación venezolana. Esa atmósfera planificadora nutrió la creación del Sistema Nacional de Planificación y dentro del mismo a la Oficina Central de Coordinación y Planificación (Cordiplan), de la Sociedad Venezolana de Planificación y del Instituto Autónomo Corporación Venezolana de Guayana. Iniciativas que se reforzaron con la elaboración del primer Plan de la Nación y la incorporación en la Constitución de una norma que facultaba al Estado venezolano para impulsar y a planificar el desarrollo.
    En esa atmósfera planificadora se gestó la creación del Cendes; en esa aventura intelectual, como es la creación de una comunidad de conocimiento, participó Eduardo Neira.

IV

Eduardo Neira Alva nació en 1924, en Trujillo, una ciudad del norte de Perú con una valiosa arquitectura colonial y una fructífera cultura prehispánica. En ese escenario era inevitable que Neira optara por estudiar arquitectura en la Universidad Nacional de Lima. Al graduarse ganó una beca por concurso del Consejo Británico para seguir estudios en la Universidad de Liverpool, la más antigua escuela de urbanismo del mundo, donde obtuvo el título de Magíster. A su regreso al Perú se desempeñó, entre 1953 y 1959, como Jefe del Departamento de Urbanismo del Ministerio de Fomento y Obras Públicas, al tiempo que dictó clases en el Instituto de Urbanismo de la Universidad de Lima, organismo del que fue unos de los profesores fundadores.
    En sus funciones como funcionario gubernamental viajó a Bogotá para asistir a una reunión de la Sociedad Interamericana de Planificación (SIP), allí conoció a Luis Lander, un exiliado venezolano del partido Acción Democrática (AD), que trabaja en la Junta de Planificación de Puerto Rico y era secretario ejecutivo de la Sociedad. En marzo de 1959 Lander, quien había asumido el cargo de Director del Banco Obrero en el primer gobierno de la democracia venezolana, le cursó una invitación a Neira para que evaluara la oficina de planificación de esa entidad. Comenzó a trabajar en el Banco en agosto de ese año; como resultado de su peritaje estimó que el escollo fundamental de esa dependencia era la carencia de personal entrenado en el campo de la planificación. Para superar esa deficiencia, los funcionarios del Banco comenzaron a dar forma a la idea de establecer en el país un programa de capacitación de planificadores. Neira fue comisionado por Lander para iniciar conversaciones con el decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Julián Ferris, con la finalidad de estudiar la posibilidad de establecer en la universidad un instituto de planificación. A partir de ese momento el plan que tenían en mente tomó rumbo seguro. Ferris se dedicó a conseguir el apoyo del rector y del Consejo Universitario, Lander se concentró en lograr el respaldo de Cordiplan, de la Sociedad Venezolana de Planificación y de la Sociedad Interamericana de Planificación, y Neira esbozó las ideas del documento preliminar. Otro momento crucial de las diligencias fueron las negociaciones adelantadas para persuadir a Jorge Ahumada que se encargara de la dirección del instituto. En los meses siguientes continuaron las gestiones y se elaboró el proyecto final de la creación del Centro de Estudios del Desarrollo que fue aprobado por el Consejo Universitario en la sesión del 7 de junio de 1960.
    En marzo de 1961 el Cendes inició sus actividades. Neira conformó el grupo inaugural de profesores permaneciendo en el instituto hasta octubre de 1965, cuando fue contratado por el Banco Interamericano de Desarrollo como asesor permanente en desarrollo urbano. Se fue del país, en ese momento, sin tener idea que en su paso por Venezuela había contribuido a edificar unos de los proyectos más de avanzada de las ciencias sociales venezolanas en la segunda mitad del siglo XX.

V

Un día mencionó que usualmente «permanecía diez horas en el Cendes», tiempo que ocupaba llevando adelante diversas tareas académicas. Se dedicó al dictado de las asignaturas de desarrollo urbano y vivienda en los cursos de postgrado del Cendes. Al respectó reflexionó: «Me atreví a enseñar Economía Espacial, una asignatura para la que tuve que trabajar mucho». Se desempeñó como investigador en los estudios acerca de la vivienda popular y planeamiento urbano. Se responsabilizó de dirigir los Cuadernos de la Sociedad Venezolana de Planificación, revista pionera que contribuyó a fundar y en la que traducía textos para difundir materiales inéditos sobre planificación. Y se encargó en la Facultad de Arquitectura de la asignatura «Introducción al desarrollo socioeconómico»; recordando la hora de clase comentó: «Dictaba clases todos los sábados de siete a nueve de la mañana, horario que todavía recuerdo con horror». Esos quehaceres los compartió con la publicación de artículos. En sus escritos de los años sesenta, divulgados en los Cuadernos de la Sociedad Venezolana de Planificación y en la Colección Espacio y Forma de la Facultad de Arquitectura de la UCV, reflexionó temas relacionados con las relaciones cambiantes entre hombre y naturaleza, con los problemas del diseño de vivienda en el trópico, y con las complejas relaciones existentes entre la organización urbana y las estructuras socioeconómicas y culturales.
    Su permanencia en el Cendes estuvo determinada por la presencia de Ahumada, comentaba que él había dejado una marca indeleble en su «formación profesional y humana». Tal vez por ese vínculo especial que se tejió entre ambos apuró su decisión de irse a trabajar al Banco Interamericano de Desarrollo después de que Ahumada le confiara que se iba del Cendes, por un año, para asesorar a Eduardo Frei, quien había sido elegido presidente de Chile. Eduardo Neira nunca olvidó su ciclo de profesor del Cendes, aún cuando su ocupación de consultor internacional lo llevó a trabajar en varios países del mundo. Decía que sus años en el instituto habían sido una etapa feliz de su vida. «Fue una época marcada por el entusiasmo y el trabajo sin horas. El Cendes estaba en ebullición permanente, todos acababan siendo amigos y partícipes de fiestas y celebraciones dentro de una gran familia».
    Ahora que Eduardo Neira falleció, es oportuno traer a la memoria otras palabras que un día pronunció: «lo hermoso de esta aventura [la creación del Cendes] fue el trabajo de colaboración entre un grupo de amigos unidos por la seguridad de estar haciendo algo que valía la pena y contribuía a nuestras propias realizaciones. Siempre he pensado que existe un instinto de trascendencia que nos impele a querer dejar lo mejor de nosotros mismos para el futuro». Mientras siga existiendo el Cendes, permanecerá vigente su ideal de abrirle camino a las instituciones de producción y difusión de conocimiento en nuestros países.

NOTAS:

1 Aparte de Martínez Olavarría, entre otros Carlos Raúl Villanueva, Juan Andrés y Martín Vegas, Julián Ferris, José Miguel Galia, Gustavo Ferrero Tamayo, Cipriano Domínguez y Víctor Fossi. Maurice Rotival y Francis Violich se desempeñaron como asesores de la Comisión.
2 Un tema aparte, que no puede ser desarrollado aquí pero que no puede dejar de mencionarse, es la aparente incompatibilidad entre las exigencias de la administración pública venezolana y el espíritu crítico propio de la universidad: el distanciamiento entre el Cendes y Cordiplan se hará manifiesto muy temprano, al punto que en varias ocasiones el segundo ha insistido hasta el día de hoy, ahora como Ministerio de Planificación y Desarrollo pero siempre infructuosamente, en crear una institución alternativa bajo su control inmediato.